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City of Witches capítulo 185

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 City of Witches capítulo 185 en español


Esperaaa...!!
City of Witches - Eloa Tiphereth

 Una Sorpresa I


Parte 1

Como aprendiz de bruja, Ravi heredó su recipiente de la Duquesa Tiphereth, y era la siguiente en la línea de sucesión para heredar su marca. 

Para describirla con una palabra, era adorable. 

Todo el mundo, sin importar la edad o el sexo, la querían. 

Incluso los pájaros, los animales y los ganados se sentían atraídos por ella y buscaban su compañía. Los perros callejeros y los pájaros se reunían a su alrededor cuando caminaba por los campos, compitiendo por su afecto. 

Con su alegre personalidad, siempre sonreía a todo el mundo. 

Su carácter juguetón conseguía incluso arrancar una sonrisa a Eloa, que solía ser gruñona. 

Un día, se acercó a su maestra y le dijo: 

“¡Maestra! Quiero ir al mundo moderno.” 

Sabiendo lo aventurera que podía ser la niña, Eloa ya se había anticipado a esta petición. 

Como respuesta, preguntó a la niña con una sonrisa mordaz. 

“¿Qué te pasa, de repente?” 

“¡Como aprendiz de bruja que hereda el nombre de la Duquesa Tiphereth, pensé que debía ampliar mis horizontes y explorar un mundo más amplio!” 

“Tienes habilidad con las palabras, ¿verdad?” 

Eloa soltó una risita, riéndose de la resuelta respuesta de su aprendiz. 

Parecían dos hermanas hablando entre ellas. Cualquiera que no fuera consciente de su diferencia de edad pensaría que estaban teniendo una alegre charla entre hermanas. 

“El mundo moderno es peligroso, especialmente para una aprendiz de bruja como tú. Habrá mucha gente que te tendrá en el punto de mira.” 

“Bueno, eso estaría bien, ¡estoy segura de mí misma! ¡Manejo bien la magia que me ha enseñado, maestra!”  

Tal y como presumía, Ravi era una excelente aprendiz de bruja. 

Aunque sólo había recibido una pequeña parte del poder de Eloa, ya era lo bastante fuerte como para enfrentarse a una bruja promedio. 

El Pacto “Dominio de la Miríada de Armas” le otorgaba la capacidad de dominar cualquier tipo de arma. 

Su sentido natural de la lucha hacía que el pacto de su cuenco fuera totalmente suyo. 

Incluso Eloa reconoció que, en lo que respecta a la destreza en la lucha, sólo había un puñado de brujas que pudieran igualar a Ravi. 

Aunque la magia era crucial en el combate entre brujas, discutir su importancia en comparación con las habilidades marciales era algo inútil. 

“¿Maestra... por favor...? ¿Porfis?” 

Al ver a su maestra sumida en sus pensamientos, Ravi aprovechó el momento para intentar conquistarla con su ternura. 

Ella brincaba alrededor, dándole besos a su maestra mientras movía sus manos unidas. 

Detenla. 

Observando la escena, Eloa fue incapaz de expresar su murmullo mientras se desvanecía. 

Se convirtió en un balbuceo sin sentido, desvaneciéndose en la nada. 

¡Tienes que detenerla! 

¡No dejes que ella—! 

Ese era su sincero sentimiento. 

Pero, a pesar de sus gritos, súplicas y deseos, el sueño que estaba presenciando permanecía inalterado, como el guion de una película. 

Después de todo, este sueño era un recuerdo del pasado. Su final ya estaba escrito en piedra. 

“Bueno, ya que tengo algunos asuntos que tratar en el mundo moderno, ¿quieres venir conmigo?” 

“¿De verdad? ¿Me llevará con usted, Maestra?” 

“Por supuesto. ¿Te he mentido alguna vez?” 

Así de simple, la Eloa que estaba soñando eligió recorrer este trágico camino. 

¡Woohooo!” 

Sonrió feliz ante la alegre mirada de Ravi, la visión que ya no podía ver actualmente. 

Por muy peligroso que fuera el mundo moderno, con el tiempo, Ravi podría arreglárselas sola. 

Mientras Eloa estuviera con ella, nada malo podría ocurrirle. 

Bajo ese razonamiento, tomó esta decisión. 

“A cambio...” 

“¡Sí! ¡Haré todo lo que me diga, Maestra!” 

“No descuides tu entrenamiento mágico antes de irte. Prométemelo.” 

“¡Lo prometo! De hecho, ¡duplicaré mi tiempo de entrenamiento!” 

“¿Así que estás diciendo que no quieres dormir?” 

“Jejeje, más o menos, sí~”

En ese momento, la expresión alegre de Ravi mientras daba saltitos, se torció. 

Como una película rota y dañada que se reproduce a través de un proyector. 

Las imágenes antes felices de Ravi sonriendo y Eloa mirándola cariñosamente se distorsionaron. 

Aquellos recuerdos arrugados de felicidad emitían ahora un olor metálico, picándole la nariz y pintando de rojo la vista. 

Eloa miró hacia abajo. 

Debajo de ella, yacía el cuerpo tendido de Ravi. 

A diferencia de lo habitual, parecía un poco más ligera.

Su temperatura era mucho más fría. 

Y yacía allí, inmóvil. 

Ella estaba... allí... 

Cubierta de sangre con el vientre destrozado. Eloa, impotente, la abrazó sin poder evitarlo. 

Sólo por un ligero descuido, había perdido lo más importante para ella. 

Eloa tonta, imprudente y arrogante. 

Eloa Tiphereth, tonta. 

¿Pensabas que lo que más amas duraría para siempre? 

No debiste esperar que tu arrogancia y descuido te llevarían a semejante tragedia. 

La voz burlona de la mujer reverberó, perforando sus oídos como un grito estridente. 

Gotas de lluvia helada golpearon la piel de Eloa mientras la sangre que goteaba de su abrazo formaba un estanque rojo sobre el cemento. 

Un grito, como el aullido de una bestia salvaje, reverberó en la fábrica abandonada. 

Ea Sadalmelik, Bruja de Acuario— 

¡Lo juro por mi nombre—! 

¡Te mataré! 

¡Te destrozaré, te dejaré en el dolor y la desesperación, ni viva ni muerta! 

¡Cuando me haya hartado de tus gritos, prenderé fuego a tu asqueroso cuerpo! 

Mientras quemo tus extremidades, te veo retorcerte en agonía mientras complazco tu vida, ¡sólo haré que el fuego arda aún más mientras me río de tu patética cara! 

Recuérdame— 

¡Nunca te olvidaré! 

Los ecos de los gritos y aullidos de agonía seguían atormentando a la Duquesa Tiphereth incluso después de despertar de su sueño. 

Sudaba profusamente y respiraba con dificultad, como si hubiera sido presa de una pesadilla. 

Reprimiendo las náuseas, buscó a tientas una botella de alcohol. 

Después de beberse un whisky tibio, por fin soltó el aliento que tenía atascado en la garganta. 

“Haah...haah...” 

Usar magia siempre le pasaba factura a su cuerpo. 

El inmenso poder que ejercía, capaz de cortar montañas y dividir océanos, ponía a prueba su pequeño cuerpo. A pesar de poseer un cuerpo espiritual, necesitaba descansar mucho para recuperarse después de usar su poder. 

Por eso necesitaba dormir unas cuatro horas diarias. 

Y para ella, esta condición era más una maldición que otra cosa. 

Porque cuando se sumía en un profundo sueño, las pesadillas la perseguían sin cesar, acompañadas de un indeleble olor a sangre que no podía quitarse ni duchándose. 

Durante cien años, se vio obligada a enfrentarse a su error del pasado, todos los días sin excepción. 

“...” 

Tranquilizó su cabeza mareada mientras se levantaba de la cama, con las pantuflas puestas. 

Un lado de la tenue habitación tenía una vista nocturna. 

Actualmente, estaba en una habitación de hotel generosamente proporcionada por la Sra. Sua, sabiendo que la Duquesa no tenía mucho dinero en posesión. 

Aunque era una vista cautivadora, el paisaje no retenía su atención en lo más mínimo. 

Sin un segundo vistazo, se dirigió directamente al baño. 

Se deshizo del delgado pijama que se pegaba a su cuerpo y se encontró de repente cara a cara con el espejo. 

Sus ojos inyectados en sangre se llenaron de temor, con un par de iris violetas vagando en medio de ellos. 

El cabello castaño de su cara estaba enmarañado, reflejando la complejidad de sus pensamientos. 

“Jaja...” 

Una inexplicable carcajada surgió al ver su apariencia vacía. 

Dentro de los confines del cuarto de baño, resonó una risa vacía. Nadie sabía a quién iba dirigida, ni por qué surgió en primer lugar. 

Si pudiera destrozar a Ea Sadalmelik con mis propias manos y provocar su muerte... 

¿Terminaría por fin esta interminable y enfermiza maldición que me atormenta cada noche? 

Una pregunta tan inútil que nunca tendría respuesta vagó por su mente y desapareció en la inutilidad. 

Se enjuagó el sudor pegajoso con agua fría. 

Mientras el agua corría por su cuerpo como una lluvia helada, un pensamiento de repente cruzó su mente. 

En este mundo, innumerables obras literarias exploraban la futilidad de la venganza. 

Cada vez que encontraba una obra en la que se hablaba de lo vacía y frustrante que sería la situación de una persona después de ejecutar su venganza, Eloa soltaba una carcajada. 

Una verdad tan obvia, ¿quién no la sabe? 

Hasta un tonto con un poco de imaginación lo sabría.

Como el objeto de su venganza ya estaba muerto, seguir pensando en ello sería inútil. 

Sabía que tenía que dejar de tener esos pensamientos. 

En lugar de quedarse atrapada en el pasado, debía esforzarse más por crear un mundo mejor, por el bien de los demás, para evitar que sufrieran el mismo destino que ella. 

Su voz interior susurró débilmente. 

Pero negó enérgicamente con la cabeza. 

El deseo de venganza no era algo con lo que se pudiera razonar. 

Igual que un incendio forestal 

La venganza no consistía sólo en perseguir al enemigo, sino también en destruir el propio ser. 

Y ahora que el verdadero objetivo del fuego había desaparecido. 

Se volvió incompleta, como brasas abandonadas sin ninguna dirección a la que ir. 

Ante este vacío inevitable, se hundió lentamente, murmurando para sí misma de forma inconsciente. 

“No hay manera que ella terminara así... seguramente ella todavía está viva en alguna parte, sobreviviendo como una cucaracha de una manera que incluso yo no puedo entender... usando un artefacto...” 

Cualquier otro resultado sería indeseable para ella. 

Sí, que estuviera viva era algo que Eloa esperaba. 

En lugar de vivir aletargada en un vacío, lo que deseaba era quemarse junto a esa vil bruja en una agonía infernal. 

Tal era su desesperado deseo. 

 

Parte 2

““¡Maestra! Tenemos que pedirle un favor.”

Albireo, que estaba ocupada con sus deberes oficiales, parpadeó ante la repentina conmoción. 

Estas chicas están en ello otra vez... ¿qué pasa esta vez? ¿Van a pedir reunirse de nuevo con el asistente? ¿O van a decir que quieren heredar pronto la marca? 

Odile y Odette, más apasionadas que nunca en sus estudios mágicos, aparecieron por la puerta. 

Sus expresiones parecían serias, como si se hubieran decidido hacer algo. 

“¿No les parece una grosería lo que han hecho? Salgan, llamen bien y esperen.” 

Al recibir aquella reprimenda, las gemelas, habitualmente animadas, salieron en silencio y cerraron la puerta. 

—Toc toc 

““¿Podemos entrar, Maestra?”” 

“Adelante.” 

Tras llamar a la puerta y recibir permiso, abrieron la puerta y entraron de nuevo en la habitación. 

Entonces, lo que se desarrolló fue una repetición de lo de antes. 

““¡Maestra! Tenemos que pedirle un favor.””   

Mientras Albireo observaba a las gemelas comportarse como obedientes cachorros, no pudo evitar ocultar su sonrisa. 

Tratando de distraerse rascándose la frente con la punta de la pluma, volvió a sumergirla en el tintero. 

“¿Qué están tramando hoy, mocosas descaradas? Incluso abrieron la puerta de una patada y todo eso.”

“¡No pateamos la puerta, Maestra...!” 

“¡Sí! ¡Sólo le dimos un empujoncito!” 

Ambas parecían estar de acuerdo, ansiosas por demostrar que no habían actuado de forma grosera. 

“Claro, claro, pero la próxima vez tengan más cuidado. ¿Qué es lo que quieren?” 

Su linda demostración le había dado a la Condesa la alegría que tanto necesitaba, haciendo que estuviera dispuesta a considerar casi todas sus peticiones. 

Sin embargo, las gemelas permanecieron en silencio, sin pronunciar palabra. 

Odile dio un codazo a Odette, instándola a hablar. 

Parecía que la primera había ganado su silenciosa partida de piedra, papel o tijera. 

“M-Maestra, ¿sabe qué día es mañana...?” 

“Claro que lo sé. Es el cumpleaños de nuestras pequeñas, ¿verdad? Ya les he preparado un pastel de lujo en la Pastelería Kipushi para ustedes dos.” 

Por lo general, el simple hecho de oír hablar de un pastel especial de Kipushi hacía que las gemelas aplaudieran con fuerza, pero esta vez su reacción fue más bien tibia. 

Esto hizo sospechar a Albireo que algo pasaba con ellas.

Supuso que tenían algo más que discutir que una simple petición de cumpleaños para mañana. 

“E-Eso está muy bien, pero... tenemos algo específico que queremos como regalo de cumpleaños...” 

“¿Es eso así? Puedes adelantarte y decírmelo.” 

“U-Um...” 

Al ver que su hermana dudaba, Odile, incapaz de contener su impaciencia, dio un paso al frente con confianza. 

“Maestra, para nuestro regalo de cumpleaños de este año, ¡queremos ir al mundo moderno y divertirnos un poco!” 

Su petición era exactamente lo que Albireo había previsto. 

Esta fue la razón por la que eligieron acercarse a Albireo directamente a esta hora, ya que sabían que era más indulgente en comparación con la estricta Deneb. 

A esas horas de la noche, Deneb solía estar encerrada en su laboratorio, absorta en sus investigaciones mágicas. 

Jugando la carta débil en la negociación antes de conseguir el favor, ¿huh?, musitó Albireo, admirando su inusual astucia. 

Ella se cruzó de brazos despreocupadamente antes de preguntar: 

“Sean sinceras. ¿Quieres ir al mundo moderno, o quieres reunirte con el Asistente Shin Siwoo?” 

“... Reunirme con el Sr. Asistente.” 

“Lo siento, pero la respuesta es no, independientemente de las opciones que elijas.” 

No fue una respuesta sorprendente.

Después de todo, el mundo moderno era un lugar peligroso. 

Incluso las brujas experimentadas corrían peligro de ser atacadas por criminales exiliadas y Homúnculos, y el peligro era aún mayor para simples aprendices como las gemelas. 

La misma Duquesa Tiphereth perdió a su propio aprendiz debido a un momentáneo lapso de vigilancia, no había forma de que Albireo les diera su permiso descuidadamente.

“¡M-Maestra, por favor...! ¡Prometemos que no haremos nada extraño! ¡Incluso puede vigilarnos de cerca!” 

“¡Así es! ¿No ver al Sr. Asistente durante cinco años enteros...? ¡Eso es injusto! Sólo han pasado 141 días y ya es duro para nosotras...” 

“¡Es nuestro amigo! ¡Un amigo!” 

A pesar de escuchar la firme respuesta de Albireo, las gemelas siguieron suplicando. En primer lugar, se dieron cuenta de que obtener su permiso no sería fácil. 

Compartieron seriamente varias razones para convencerla, todas las que habían preparado con anterioridad. 

Encontrarse cara a cara y abordar las dudas persistentes sería más beneficioso que dejar las cosas sin resolver, al menos eso creían. 

En su persuasión, incluso mencionaron que el simple hecho de mirar a la cara del Asistente podría motivarles a estudiar aún más. 

No sólo eso, su curiosidad por el mundo moderno y su afán por aprender algo nuevo también alimentarían su determinación. 

Incluso propusieron que la visita no tuviera que ser necesariamente el día de su cumpleaños, ya que podrían acompañarla siempre que ella planeara visitar Corea. 

Además, expresaron su preocupación por que su querido asistente viviera solo en el mundo moderno. 

Y muchas cosas más. 

Expusieron al menos cincuenta razones diferentes sobre “Por qué necesitamos reunirnos con el Sr. Asistente”. 

“Por favor, Maestra... Últimamente hemos sido atentas y nos hemos portado bien...” 

“¡Sí! Si nos concede esta petición, trabajaremos el doble— no, ¡el triple de duro!” 

“Hmm...” 

Albireo se quedó pensativa mientras se frotaba la barbilla. 

“Vuelve por ahora, necesito más tiempo para pensarlo.” 

“¿En serio?” 

“Sí. Además, no es una decisión que pueda tomar yo sola. Lo consultaré con Deneb.” 

Las gemelas abrieron los ojos, sin esperar que ella realmente considerara su petición. 

“Es tarde, así que vuelvan a la cama. Les daré la respuesta antes de que termine su cumpleaños.” 

“¡Okay! Gracias.” 

“¡Muchas gracias, Maestra!” 

Sonreían de satisfacción por su logro. 

Como solicitantes de empleo al final de una entrevista, se inclinaron cortésmente antes de salir de la oficina de Albireo. 

“Hmm...” 

En realidad, este asunto siempre había sido un dilema para ella. 

Ella no lo demostró, pero sí notó la tristeza en el corazón de las gemelas, y lo más importante, se sintió un poco culpable por arrojar al benefactor de la Casa Gemini a una vida un tanto solitaria en otro mundo. 

Pero, ella tenía que considerar el riesgo de hacerlo, por eso no podía simplemente asentir con la cabeza. 

“Bueno, tal vez mantener un ojo sobre ellas desde el margen no estaría de más.” 

Dadas sus personalidades, podrían decidir huir sin decir una palabra. 

Ya que ese es el caso, no sería mala idea darles un poco de indulgencia bajo supervisión...

Su dilema sólo se profundizó mientras contemplaba la situación. 


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