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City of Witches capítulo 97

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 City of Witches capítulo 97 en español


Esperaaa...!!
City of Witches - Yebin Smyrna

 Tratamiento VII


Parte 1

“Ah...” 

“...” 

De nuevo, ¿cuál era el hechizo para suicidarse? 

Eso fue lo primero que le vino a la mente a Yebin tras ser sorprendida por Amelia. 

Como ya no soy virgen, no debería tener remordimientos aunque muriera ahora, ¿verdad? 

En el frío silencio que cortaba el aire como una daga, Yebin retiró en silencio los dedos de su coño. 

Goteó una gran cantidad de fluidos, lo que la llevó a limpiárselos apresuradamente con la ropa antes de enderezar la postura. 

Normalmente, en una situación así, la otra persona no entraría en la habitación en primer lugar o, aunque lo hiciera por accidente, se marcharía inmediatamente. Sin embargo, Amelia permaneció firme en su lugar, con los brazos cruzados, observando cómo Yebin se arreglaba torpemente las bragas. 

Por supuesto, Yebin no estaba lo suficientemente cuerda como para criticar su actitud, estaba demasiado ocupada intentando recomponerse. 

“Me-me disculpo...” 

No sabía por qué se disculpaba, pero lo hizo de todos modos. 

“...” 

Incluso con esa disculpa, el rostro severo de Amelia permaneció inalterado. 

Ésta última había estado inquieta toda la noche, así que buscó a Yebin en cuanto empezó a salir el sol. 

Quería informarse sobre la progresión de la recuperación de Siwoo; si iba bien o no y si había alguna forma de reducir el número de coitos necesarios para el tratamiento. 

—Toc, toc, toc. 

Sin embargo, aunque llamó a la puerta de su habitación varias veces, Yebin no respondió. 

Pero, ella podía sentir algún tipo de movimiento procedente del interior. 

Impulsada por su impaciencia, abrió la puerta y entró en la habitación. 

Si no hubiera ocurrido lo de ayer, no habría cometido una acción tan grosera. 

Probablemente habría pasado por alto lo que hacía Yebin como una forma de que atendiera sus asuntos personales y habría vuelto más tarde. 

Sin embargo, la frustración de Amelia por Yebin ya había llegado al máximo. 

Aunque entendía la lógica que había detrás, su corazón no podía aceptarlo. 

“...” 

“Eum... mmh...” 

Tan pronto como abrió la puerta, lo primero que apareció a su vista fue un par de nalgas extremadamente grandes. 

Mientras balanceaba su obsceno trasero, Yebin Smyrna se clavaba los dedos en la entrepierna mientras se retorcía. 

Tenía el rostro hundido en la almohada y las caderas levantadas, una postura bastante cómica considerando todo lo demás. Sin embargo, Amelia sólo pudo sentir una rabia ardiente al verla. 

Ese es el agujero que recibió la virilidad y el semen de Siwoo, ¿verdad? 

Ella gimió su nombre sin saber su lugar mientras se ahogaba de placer anoche. 

Y después de todo eso, ¿tiene la osadía de volver a su habitación para masturbarse? 

Amelia comprendía la importancia de la privacidad, sobre todo cuando se trataba de asuntos privados como masturbarse. 

Sin embargo, no podía soportar esta situación. 

La única razón por la que había traído a Yebin era para salvar a Siwoo. 

Definitivamente no la había convocado para convertir a Siwoo en un objeto para satisfacer sus necesidades sexuales. 

Por supuesto, a menos que usara una poderosa [Magia de Confesión], no podría saber con exactitud las verdaderas intenciones de Yebin. 

Por otra parte, no había planeado llegar tan lejos. 

Yebin era la invitada que había traído y la única persona que mantenía a Siwoo con vida. Por no mencionar que prácticamente lo había sacado del borde de la muerte. 

Reconoció los esfuerzos de Yebin, era la única razón por la que aún podía mantener a raya su furia y enfado. 

Aun así, ver a la otra bruja en un estado tan lamentable la hizo desatar un poco de su emoción contenida. 

Mientras tanto, Yebin sólo podía juntar las manos entre las piernas mientras se apretaba el vestido suelto hacia abajo con la cara roja como un pulpo hervido. 

“Qué vergüenza, ni siquiera puedes mantener el pudor. ¿Todas las exiliadas son así?” 

La emoción contenida de Amelia se convirtió en maldiciones que lanzó hacia Yebin. 

Ésta última se estremeció, como si le hubieran clavado una tachuela en el trasero, antes de bajar aún más la cabeza. 

No se atrevía a mirar a Amelia a los ojos. 

Estrictamente hablando, la culpable era Amelia. Después de todo, ella había irrumpido en la habitación de Yebin, pero... 

Yebin comprendía los sentimientos de Amelia. 

Después de perder veinte años de su vida viendo cómo las mujeres se peleaban por los hombres mientras se lanzaban maldiciones en los dramas, Yebin se convirtió en una experta en este tipo de situaciones. 

No necesitaba que nadie le explicara lo que pasaba con sólo ver la mirada fría de Amelia. 

“L-Lo siento... B-Baronesa...” 

Al ver que Yebin bajaba repetidamente la cabeza y se disculpaba, Amelia pareció haberse calmado un poco. 

Tras dejar escapar un profundo suspiro, Amelia se dirigió a Yebin. 

“Sé muy bien lo duro que ha estado trabajando, Srta. Smyrna. Por eso, le estoy verdaderamente agradecida.” 

“¡S-Sí...!” 

“No estoy cuestionando ni sospechando de sus verdaderas intenciones. Sin embargo, a partir del próximo tratamiento, la acompañaré.” 

“¡Sí...! ¿... Perdón?” 

Al oír lo que salió de la boca de Amelia, Yebin la miró a la cara por primera vez en diez minutos. 

¿Qué acaba de decir? 

¿Quién va a acompañar a quién? 

Incluso ahora, la mirada fría y penetrante de Amelia mostraba indicios de su ira residual. 

Debido a la presión que emitía, Yebin volvió a bajar la cabeza. 

“Puedes hablar si tienes alguna objeción.” 

“N-No... No tengo ninguna...” 

“Entonces, antes de que empiece el tratamiento de hoy, ven a mi habitación e infórmame.” 

Con eso, Amelia cerró la puerta de un portazo sin escuchar la respuesta de Yebin. 

Yebin permaneció en su lugar, mirando fijamente a la puerta mientras un extraño sonido se escapaba de su boca. 

“Ueeehh...” 

Se desplomó torpemente sobre la cama mientras todas las fuerzas abandonaban su cuerpo. 

No lo he oído mal, ¿verdad? 

¿Me acompañará en el tratamiento? 

“No sólo estoy jodida... estoy más que jodida...” 

Había intentado ser lo más cauta posible al proponer este método de tratamiento porque no quería que Amelia la malinterpretara. 

Entonces, la sorprendió masturbándose. 

La situación original ya era suficiente para que Amelia sospechara un 25%, pero debido a este percance, su sospecha había subido directamente al 99%. 

Y ocurrió el día después de acostarse con Siwoo. 

La cadena de sucesos acabó llevándola a tener sexo con el amante de la Baronesa (o eso sospechaba Yebin) y delante de esta misma. 

Esto significaba que la Baronesa vigilaría a Yebin para que no cometiera ninguna acción fuera de lo normal. 

El caso es que ayer mismo había hecho precisamente eso, ya que se dedicó egoístamente a darse placer a sí misma usando el cuerpo de Siwoo en lugar de tratarlo. 

En teoría, podía decir que la Baronesa estaba yendo demasiado lejos, pero no tenía ningún derecho a hacerlo. 

“¿Qué clase de perra loca se dedica al voyeurismo en su segunda experiencia sexual...” 

Era más que absurdo. 

Pero esa era su realidad. 

Por supuesto, Yebin no estaba completamente libre de culpa, pero aun así tenía que follarse al novio de la Baronesa delante de ésta misma. 

“¿Es esto lo correcto...?” 

Como referencia, Yebin era una bruja de rango 19. Con un rango tan alto, era una bruja bastante respetable y podía vivir su vida sin temor a molestias. 

Sin embargo, su oponente era una gran bruja que estaba 4 rangos por encima de ella, la mismísima Baronesa Marigold. 

“Ugh... ¿Qué hago...?” 

Yebin se tumbó en su cama, golpeando el colchón como si estuviera practicando algún estilo de natación anormal. 

Ni siquiera podía rechazar de buen grado las órdenes de Amelia, ¿por qué había provocado esta debacle sólo porque se sentía un poco calenturienta? 

Ese sentimiento vergonzoso la hizo querer suicidarse desde hacía treinta minutos. 


Parte 2

El tiempo fluía como un río. 

Por mucho que Yebin deseara desesperadamente que se detuviera, seguía avanzando sin cesar, arrastrando al sol por debajo del horizonte. 

Yebin, que había estado meditando después de terminar de comer, salió de su habitación con una expresión sin vida. 

Su meditación había sido en vano. 

En todo caso, la hizo sentir náuseas, algo que no había sentido desde que se convirtió en bruja.

El estrés y la presión que sentía amenazaban con aplastarla en cualquier momento. 

Antes de que pudiera tocar, la puerta de Amelia se abrió de golpe. 

Ésta última debió de oír sus pasos subiendo las escaleras. 

“... Um...” 

“Vamos.” 

Amelia pasó rozando a la desconcertada Yebin mientras caminaba hacia la habitación de Siwoo. 

Se sentía como una vaca llevada al matadero. 

De mala gana, siguió a Amelia con los hombros caídos. 

Tan pronto como Amelia entró en la habitación, se detuvo y miró la cara de Siwoo con una expresión complicada. 

Una expresión que Yebin podía entender. Después de todo, Amelia tendría que presenciar con sus propios ojos cómo Siwoo y Yebin mantenían relaciones sexuales. 

Yebin cerró la puerta con cautela y se acercó de puntillas a Amelia, intentando no hacer ningún ruido que pudiera alertarla aún más. 

“Avísame cuando hayas terminado los preparativos.” 

Amelia acercó una silla a la cama y abrió un gran libro del tamaño de su torso. 

Luego, empezó a leer. 

La verdad es que Yebin había esperado que le hablara o incluso que la maldijera, pero verla haciendo ninguna de las dos cosas la hizo sentirse aliviada. 

Sin embargo, eso no significaba que la presión que sentía desapareciera. 

Yebin tenía un gusto a vainilla cuando se trataba de sexo. Después de todo, sólo había visto porno heterosexual orientado a mujeres. 

Desvestirse delante de otra persona ya era bastante pesado para ella, pero se esperaba que tuviera sexo delante de otra persona... 

“Um, Baronesa Marigold, ¿está segura de que estará bien...?” 

“¿Bien con qué?” 

“Tal vez... podría crear un gráfico y dártelo más tarde...” 

“Estoy bien.” 

Ella quiso decir: “¿Puedes salir de la habitación, por favor?”, pero Amelia la cortó antes de que tuviera la oportunidad de hacerlo. 

Yebin se vio obligada a contener sus ganas de gritar y llorar mientras llevaba sus manos temblorosas a los pantalones de Siwoo. 

“Um... Baronesa Marigold, ¿le parece bien que le quite los pantalones?” 

Una de las cejas de Amelia se estremeció. 

Aun así, era sorprendente que su tono y expresión permanecieran inalterados. 

“No necesitas pedirme permiso para cada pequeña cosa. Haz lo que hiciste ayer.” 

La razón por la que Yebin estaba tan indecisa era precisamente porque no podía hacer lo que hizo ayer. 

Por muy misericordiosa, tolerante y santa que fuera Amelia (claramente ella no era todo eso), era obvio que a Yebin le arrancarían el cabello y la golpearían hasta la muerte si volvía a representar la escena de ayer. 

“Sí, Señora.” 

Yebin tragó saliva mientras bajaba lentamente los pantalones de Siwoo. 

Su arma de destrucción masiva salió para que ella la viera. 

Luego, aplicó generosamente el lubricante en sus manos. 

Por desgracia para Yebin, la luna de esta noche era tan brillante que se podía ver claramente lo que ocurría dentro de la habitación incluso si las luces no estuvieran encendidas. 

Yebin llegó a la conclusión de que el mismísimo cielo la estaba jodiendo hoy. 

—Squelch, squelch. 

Agarró el pene de Siwoo y lo untó con el gel, como hizo ayer. 

Su pene sin vida no tardó en volver a la vida, incluso con los torpes movimientos que ella utilizó para masturbarlo. 

En este punto, lanzó una mirada en dirección a Amelia, lo que provocó que ésta volviera rápidamente la vista a su libro. 

Fue entonces cuando se dio cuenta de que la Baronesa realmente estaría observando cada una de sus acciones. 

Voy a vomitar... 

Yebin se mordisqueó los labios para aliviar un poco su estrés mientras se quitaba la ropa con cuidado. 

El delgado vestido corto similar al que llevaba ayer quedó al descubierto. Luego, levantó el dobladillo del vestido y se quitó las bragas. 

La vergüenza y el bochorno se abatieron sobre ella mientras se preguntaba: ¿De verdad voy a hacer esto...? 

“...” 

“Me voy a poner encima de él ahora.” 

Yebin se subió a la cama y utilizó el gel que le quedaba en la mano para extender uniformemente el lubricante dentro de su coño. 

Sabía que si no se preparaba bien, le dolería muchísimo. 

Desde antes, sintió una fría mirada procedente de su espalda. 

No hacía falta decir que era más que consciente de quién era la responsable de tal mirada. 

Pero, si no le mostraba adecuadamente el tratamiento, la Baronesa llegaría a odiarla aún más. 

Lo que tenía que hacer era transmitir desesperadamente la imagen de una doctora que trata con sinceridad a su paciente. 

Y así, mostró la actitud más profesional posible mientras empezaba a frotar la polla de Siwoo en sus labios inferiores, intentando encontrar la abertura. 

Ayer sólo lo hizo una vez, pero no le costó nada repetirlo. 

Aunque sus genitales sólo se rozaban, su corazón empezó a latir más deprisa y su respiración se calentó. 

El placer que sentía empezaba a amenazar con apoderarse de su profesionalidad, algo que tenía que evitar a toda costa. 

Yebin trató de concentrarse mientras hundía la vara de Siwoo en su interior. 

Tal vez porque ayer le había destrozado el coño durante toda la noche, se deslizó dentro con demasiada facilidad. 

“¡Eup...!” 

Su ansiedad y vergüenza hicieron que su cuerpo se pusiera rígido. 

Esto causó un lapso momentáneo en su concentración, pero eso fue suficiente para alterar el equilibrio de su inestable parte inferior del cuerpo, haciéndola caer. 

“¿... Uh?” 

Si caía hacia un lado o hacia atrás, Siwoo se fracturaría el pene al instante. 

Así que sólo le quedaba una opción si quería proteger la polla de Siwoo. Que era renunciar a ponerse en cuclillas sobre los dedos de los pies y recibir la totalidad de su vara al caer. 

—¡Slap! 

Pero, cometió un error de cálculo. 

Pensó que si estaba lo suficientemente decidida, podría reprimir su gemido, ignorando el placer que podría haber sentido. 

En realidad, cuando todo su palo entró en su agujero, su cabeza presionó contra su cuello uterino, estimulándolo y... 

“Haanng...♡” 

Un fuerte gemido resonó en la habitación. 

Incluso a sus propios oídos, le parecieron gemidos extremadamente lascivos y vergonzosamente fuertes. 


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