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Goblin Slayer Vol. 2 capítulo 8

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 Goblin Slayer volumen 2 capítulo 8 en español


Esperaaa...!!
Goblin Slayer vol. 2

 Descanso Momentáneo


La cálida luz del sol fluía del cielo, y una fresca brisa soplaba del agua. La gente charlaba en un mercado animado, divirtiéndose.

En un lugar donde se reunían tantas personas de diferentes razas y credos, los aventureros no eran un espectáculo inusual. Pero la mayoría de los aventureros no eran una joven sacerdotisa y un hombre que llevaba un yelmo de acero en medio de la ciudad a plena luz del día.

— ¡Estoy tan contenta de que tengamos buen tiempo!

—Sí.

La sacerdotisa caminaba detrás de Goblin Slayer, sus labios estaban un poco sonrientes. Caminaba con cautela, acunando cuidadosamente algo en sus brazos.

—… ¿quieres que lo sostenga?

—No, estoy bien. Respondió con una sonrisa.

—Ya veo. Dijo Goblin Slayer, asintiendo mientras aflojaba su paso.

Sus hombros estaban nivelados con la cabeza de la sacerdotisa, y ella miró hacia su casco. El gesto evocaba a un cachorro disfrutando de su primer paseo.

Los peatones los miraban mientras caminaban; los comerciantes se asomaban desde sus puestos. La sacerdotisa abrió su boca para preguntarle sobre esto, pero eventualmente la volvió a cerrar sin decir nada. Este era Goblin Slayer. Sin duda no le importaba.

¿Qué pensarían sus amigos si pudieran ver esto? No podía imaginarlo.

Sin embargo, sí sabía que la elfa, el sacerdote lagarto, y el chamán enano estaban justo debajo en ese mismo momento.

— ¡Está bien Orcbolg! ¡Tómalo con calma, ahora!

—Seremos menos un luchador de primera línea y una hechicera. No correremos ningún riesgo indebido.

— ¡Pero te diré lo que es arriesgado: un guerrero sin armadura!”

Los tres aventureros habían sacado el tema  durante una comida. La sacerdotisa, que todavía no se sentía bien, sólo podía inclinar la cabeza y pedir disculpas.

Lo que les sorprendió, sin embargo, fue que incluso la respuesta de Goblin Slayer fue franca:

—Gracias. Te dejaré que lo manejes.

La sacerdotisa todavía no podía comprender su corazón, pero ahora tenía una idea bastante buena de cómo pensaba él.

Los goblins habían utilizado esa cámara funeraria como lugar de una emboscada, lo que significaba que era claramente parte de su territorio. Eso significaba que los aventureros tenían que buscar en la escalera escondida que habían encontrado detrás del ataúd de piedra, aunque sólo fuera por el hecho de que el campeón seguía vivo.

Esa batalla supuestamente había debilitado significativamente a los goblins, pero también había afectado al equipo.

Y el tiempo estaba del lado de los goblins.

El grupo tenía una exploradora perfectamente capacitada, un monje y un usuario mágico, y no podían permitirse el lujo de perder el tiempo. Mientras tanto, el guerrero y la sacerdotisa se quedaban atrás para descansar sus mentes y cuerpos y reparar su equipamiento para estar preparados para la próxima excursión.

Sin embargo, hubo un problema.

Tal vez debido al volumen de clientes, el taller del gremio de aventureros no recibía pedidos especiales. Cuando Goblin Slayer había pedido una armadura de cuero, un escudo y una espada, le habían rechazado con un lento movimiento de la cabeza.

Al final, había decidido salir a comprar lo que necesitaba, y la sacerdotisa le había dicho que iría con él. Ella lo interrogó insistentemente, y aunque él dio respuestas claras…

—Sé que todos están preocupados por ti. ¿Seguro que estás bien?

—Sí.

— ¿Tus heridas están curadas?

—Sí.

—Tus heridas eran mucho peores que las mías.

—Sí.

—Sabes que no debes hacer ninguna tontería ahora, ¿verdad?

—Sí.

—Hrm. La sacerdotisa infló sus mejillas y dejó de caminar.

Goblin Slayer dio varios pasos más antes de darse cuenta. Se detuvo y miró hacia atrás; ella sólo lo miró fijamente. Él ladeó la cabeza, claramente inconsciente de cualquier problema.

— ¿Qué pasa?

—… ¡Sheesh! ¿Qué quieres decir con “¿Qué pasa?”? La sacerdotisa le tocó con su dedo extendido. — ¡Estoy enfadada! Frunció sus cejas tan fuertemente como pudo, pero falló en intimidarlo.

En parte, eran las miradas de la gente que los rodeaba. Deben haber pensado que los dos aventureros estaban teniendo una pelea de amantes o quizás que eran hermanos luchando. ¿Quién lo diría? Los transeúntes los veían sospechosos al principio, pero pronto aparecieron algunas sonrisas entre ellos.

— ¡Goblin Slayer! ¡”Sí” es lo único que has dicho en toda esta conversación!

— ¿Lo es?

— ¡Lo es!

— ¿Lo e…?

— ¡Y tú también repites mucho “lo es”!

—…Hrm.

Goblin Slayer cruzó los brazos y gruñó.

La pareja se quedó en silencio, rodeada por el balbuceo de la calle. Los pájaros volaban perezosamente en el cielo azul sobre ellos mientras él meditaba algo durante un tiempo. Finalmente, asintió lentamente.

—… cambiaré.

— ¡Por favor, hazlo! Dijo la sacerdotisa y se rio.

Cuando un aventurero tan serio decía que cambiaría, seguramente lo haría. Sólo se conocían desde hacía unos meses, pero ella lo sabía.

Se puso en marcha de nuevo a un ritmo vertiginoso, y Goblin Slayer pronto la igualó. En poco tiempo, caminaban de nuevo uno junto al otro, la sacerdotisa una vez más estaba a la altura de sus hombros. De alguna manera, eso la hizo muy feliz.

— ¿Dijiste algo sobre ir de compras?

—Sí. Contestó, y luego levantó su mano como si dijera que esperara. Aparentemente tenía algo que añadir.

Otra risita se escapó de la sacerdotisa a su nada practicada muestra de consideración.

—Voy a mirar algunas armas y armaduras. Las mías están dañadas.

El casco de Goblin Slayer giró hacia ella. Eso escondía su cara y cualquier expresión, pero los ojos rojos brillaban tenuemente por dentro.

— ¿Tú qué vas a hacer?

—Hmm… La sacerdotisa puso un delgado dedo en sus labios e inclinó su cabeza. La brisa levantó su pelo, se lo voló detrás de la cabeza.

Pensó que la respuesta a lo que iba a decir era obvia, pero…

— ¿Intentas pedir mi opinión?

—Creo que sí.

—Dios…

Goblin Slayer parecía pensar que su respuesta era bastante natural. La sacerdotisa suspiró. Por ahora ella viviría y dejaría vivir. —Mi cota de malla también se arruinó. Respondió ella con diligencia, cambiando su expresión. —Pensé que tal vez habría algún lugar donde pudiera arreglarlo.

—Probablemente sería más rápido comprar uno nuevo.

La respuesta de Goblin Slayer la dio con una cara de piedra.

Realmente no lo entiende. La sacerdotisa lo miró con los ojos medio cerrados.

—No quiero hacerlo.

— ¿Por qué no?

Esta vez le tocó a Goblin Slayer estar perplejo.

La sacerdotisa agarró el paquete que contenía su cota de malla y murmuró —Porque… esto es lo primero que hice por lo que me alabaste.

Goblin Slayer se detuvo y la miró.

La sacerdotisa sujetó con fuerza el bulto en sus brazos como para mostrarle que era un tesoro. Tímida, ella evitó sus ojos.

— ¿No te acuerdas? Dijiste que era poco resistente, pero que detendría una espada.

— ¿Lo hice? Su voz parecía algo tensa, y luego susurró —Supongo que sí.

Entraron en una tienda de equipamiento que se veía bastante próspera.

Los “clangs” de un martillo golpeando metal provenían de las profundidades de la tienda. Armas y armaduras fueron esparcidas por el oscuro interior. Tenía una vitalidad que faltaba en el taller del gremio.

—Wow… La sacerdotisa parpadeó varias veces, comprensiblemente abrumada.

Estaba lleno de armas que ella nunca había visto, armaduras que no podía imaginar cómo usar, y un objeto curioso tras otro. Notó un arma que sí reconoció en medio de todo y la levantó suavemente con una respiración suave.

—Incluso tienen mayales (tipo de látigo). Estos consistían en dos palos con sujetadores de metal pesado unidos por una cadena; se decía que habían evolucionado desde una herramienta de trilla (desgranar). El clero de la Madre Tierra sabía cómo usarlos, y la sacerdotisa infló su pequeño pecho orgullosamente por su pequeño conocimiento.

— ¿Vas a comprarlo?

—No… Escaneó la habitación por la pregunta contundente de Goblin Slayer. Le faltaba valor para estar en la primera línea del equipo, y para su protección personal, tenía su propio bastón. —… supongo que no.

La sacerdotisa cuidadosamente devolvió el mayal a su estante, y luego notó a un hombre que parecía ser el tendero.

—Um, disculpe…

— ¿Hmm? El hombre la miró, y la sacerdotisa miró al suelo.

Era joven, tal vez de unos veinte años, pero tenía el aire de un adolescente que acababa de crecer.

No era que pareciera grosero. Su ropa era limpia, su cabello y barba bien recortados. Pero su desinteresada respuesta le hizo parecer extrañamente frío.

—Hrm. Bienvenidos, bienvenidos. ¿Qué puedo hacer por ustedes?

—Ah, ejem… ¿Podrías… reparar esta cota de malla?

La sacerdotisa levantó su armadura vacilante, y el tendero le echó una ojeada. Luego, metió la mano en el agujero del hombro, extendió la armadura y exhaló.

—Es un gran agujero. ¿No crees que sería mejor comprar un nuevo juego?

—Prefiero… que lo reparen…

—Reparación, claro. El cliente siempre tiene razón…

La mirada del hombre corrió por los delgados brazos de la sacerdotisa. Sin reservas, lascivo, la miró de arriba a abajo como si la comiera.

— ¿Necesita algo más, señorita?

— ¡No, gracias! La sacerdotisa agitó la cabeza, sintiendo un sonrojo en sus mejillas.

¿Era así como los comerciantes de la ciudad trataban normalmente a sus clientes? Habría sido impensable en la frontera.

¿O simplemente no la tomaba en serio porque era una novata? El pensamiento la dolió.

—Yo también necesito algunas reparaciones.

Era Goblin Slayer. Cuando la sacerdotisa volvió a levantar los ojos, se encontraron con una armadura.

Ante el sombrío casco de acero, el tendero tragó saliva.

—Un rango de plata… Tembló la voz del tendero. Aparentemente se había dado cuenta de la placa plateada que colgaba alrededor del cuello de Goblin Slayer. —Ah, sí, señor. Reparaciones. Por supuesto, señor.

—Mi armadura de cuero y mi escudo redondo. Rápido, si no te importa. Junto con la cota de malla.

— ¿Quiere que los pula? Y a su escudo parece que le falta el sujetador…

—No los pulas. Y yo quite el sujetador.

—Ejem, en cuanto al pago, señor, incluyendo la tarifa urgente…

—No te preocupes.

Sin acobardarse, Goblin Slayer buscó en su bolso y dejó caer una bolsa de cuero sobre el mostrador. Hizo un golpe fuerte cuando aterrizó y se desplomó. Monedas de oro se caían por la abertura.

— ¡Gracias, señor…!

—Necesitaré echar un vistazo a tus espadas, también.

— ¡Oh, um, tengo una espada de mithril en este momento!

—No lo necesito.

Su valiente y despreocupado paso lo llevó hasta donde había una variedad de espadas que estaban montadas en la pared. Tomó una con una hoja de doble filo completamente normal. Tenía un gran mango: una espada de “mano y media”.

—Ahh, si ese es el tipo de espada que prefiere, señor, tengo una forjada por enano…

—Demasiado larga.

Empujó la espada de nuevo en el estante, y luego empezó a pasar por la mercancía hasta que agarró una pequeña espada de un solo filo.

— ¿Son las espadas cortas más a su gusto, señor? Tengo una encantada encontrada en unas ruinas…

— ¿Encantada?

— ¡Sí, señor! La voz del tendero subió una octava. —Evita que la espada pierda filo, y también hace sonar una alarma cuando los enemigos están cerca.

—No la necesito. Su tono era lo suficientemente directo como para ser un arma en sí. —Yo me quedaré con ésta. Es un poco larga, pero me las arreglaré. Pediré prestada tu piedra de afilar mientras esperamos nuestras reparaciones.

—Pero, señor… Con una espada como ésa, lo mejor que puede esperar cazar son… goblins…

—Eso es lo que planeo hacer.

El tendero no tenía nada que decir al respecto.

Pero Goblin Slayer, como siempre, parecía no prestar atención. Tal vez intentaba decirle: “No dejes que te afecte”.

Era difícil de entender.

La sacerdotisa se puso tenuemente roja y dejó salir un suspiro suave y silencioso.

— ¡Hee-hee… ah-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha-ha!

— ¿Qué?

—Porque tú…él

Cuando salieron de la tienda después de las reparaciones, una brisa de la tarde se arremolinó a su alrededor. El cielo azul brillaba con el sol de principios de verano, y el murmullo de un arroyo cercano era agradable para sus oídos.

—Sé…sé que no debería reírme, pero…

La sacerdotisa secó las lágrimas de los rincones de sus ojos, su risa tan clara como una campana.

El desconsolado tendero había tratado de decir algo mientras Goblin Slayer

—“Sólo voy a tirarlo; ¡no importa!”

—Pero eso pasó, ¿no?

— ¡Pero la cara que hizo! ¡Fue increíble!

— ¿Lo fue?

— ¡Sí, lo fue! La sacerdotisa finalmente se las arregló entre risas.

Ella sabía que este comportamiento no era propio de un discípulo de la Madre Tierra, pero ciertamente se sentía bien. Su conciencia la reprendió, así que también hizo una pequeña oración: Un poquito no le hará daño a nada, ¿verdad?

Justo entonces…

— ¡Acérquense! ¡Delicioso helado, se derretirá en la boca! ¡Es una sensación de sabor!

Una voz resonó por encima del estruendo, junto con un timbre de mano.

— ¿Helado…?

La curiosidad hizo que la sacerdotisa se detuviera frente a un pequeño puesto. Los niños animados y corrieran a través de la calle pavimentada para darle al dueño su cambio.

—Me pregunto qué estará vendiendo ese lugar.

Desde esta distancia, era difícil saberlo, pero a juzgar por las expresiones de los niños, era una especie de dulce.

La sacerdotisa miró a Goblin Slayer, quien asintió y dijo —Adelante.

— ¡Sí! ¡Gracias!

La sacerdotisa le dio una profunda sacudida en la cabeza, ella era solo sonrisas, y luego se fue corriendo, con su cabello fluyendo detrás de ella.

Estaba un poco avergonzada de hacer cola con los niños, pero…

Yo aún tengo quince años.

Era sólo una diferencia de dos o tres años, se dijo a sí misma. Y finalmente se compró uno de los dulces ella.

El helado parecía ser hielo blanco derretido. Tenía una cereza roja brillante en la parte superior, quizás para darle un poco de color. La sacerdotisa miró la golosina crujiente y frita que servía como recipiente, para luego llevárselo a la boca.

— ¡W-wow!

Instantáneamente, sus mejillas se sonrojaron, y una sonrisa floreció en su cara. Se volvió hacia Goblin Slayer con una mezcla de sorpresa y emoción.

— ¡Esto es increíble! ¡Es frío y dulce!

— ¿Te gusta?

— ¡Sí, muchísimo! En el Templo, no podíamos comer muchas cosas dulces. Sonrió tímidamente con una risita. —Siento como si estuviera rompiendo las reglas… sólo un poco.

—Ya veo. Hmm. Una delicia helada.

Goblin Slayer observó el puesto con cierta fascinación.

El helado se almacenaba en un recipiente metálico bien refrigerado. Se sacaba y se amontonaba en los cuencos. Hasta donde él sabía, no había señales de magia involucrada.

Es decir, el tendero bronceado no parecía ser ningún tipo de mago.

—… Esto no es un hechizo. ¿Cómo lo haces?

—Bueno, tengo que decir que es un misterio para mí cómo funciona. El tendero no parecía preocupado por la pregunta; seguía sonriendo mientras colocaba una tapa sobre el recipiente. —Algún profesor descubrió que el agua se enfría más rápido si le echas impurezas.

— ¿Hmm?

—Y si le agregas más cosas al hielo, se vuelve aún más frío”

—Ya veo.

— ¿Quieres un poco de vino helado? Tranquilo con esto, créeme, también funciona en frutas.

—Hmm.

—Así que pensó, ¿qué tal si lo pruebo con leche de vaca? ¡Y aquí estamos!

—Ya veo. Muy interesante. Sonaba tan intrigado como un niño que había aprendido el secreto de un truco de magia. Era un tono tan desconocido para él que hizo que la sacerdotisa parpadeara varias veces.

Goblin Slayer sacó una gran moneda de oro de su bolsa y se la dio al tendero.

—Uno, por favor. Quédate con el cambio.

— ¡Claro señor!

El comerciante extasiado sacó el helado con un movimiento practicado. Goblin Slayer lo miraba con atención.

—… Hee-hee.

Goblin Slayer miró hacia atrás, desconcertado por la risita que se le escapó a la sacerdotisa.

— ¿Qué?

—Nada. Acabo de descubrir cómo llegaste a saber tanto.

—… ya veo.

—Tal vez sería bueno sentarse tranquilamente, en lugar de estar parados mientras comemos. A sugerencia de la sacerdotisa, los dos se asentaron en un banco a lo largo de la carretera.

Se sentaban uno al lado del otro, metiéndose la golosina en la boca y saboreando su frescor y dulzura en la lengua, mirando pasar a las multitudes.

Cuando la sacerdotisa le robó una mirada, lo encontró comiendo a través de su visera, como de costumbre.

La luz cálida del sol se filtró a través de los árboles. Una brisa fresca soplaba sobre el agua. La gente charlaba alegremente. Hombres y mujeres bien vestidos pasaban por allí, mientras los niños y niñas corrían con enormes sonrisas en sus rostros. Los carruajes tirados por caballos retumbaban a lo largo de las losas cuidadosamente colocadas.

—Es extraño, ¿verdad? Susurró la sacerdotisa, arrugando su frente en la escena. —Ninguna de estas personas tiene ni idea de que hay goblins bajo sus pies…

—… Sí.

—Algunas personas habían sido heridas, y estoy segura que… probablemente le temen a eso, pero…

Pero a nadie parecía importarle. Ni el empleado de la tienda de equipos. Ni el vendedor de helados. Nadie se va a quejar de las horas aquí.

¿Qué hay de su ciudad fronteriza? Allí ella sentía que la amenaza de los monstruos era real y cercana, pero…

—… Cuando yo era pequeño… Murmuró.

— ¿Qué…?

—Hubo un tiempo en que pensé que si daba un solo paso, la tierra se abriría debajo de mí y moriría.

— ¿Eh…?

La cuchara seguía en la mano de la sacerdotisa mientras Goblin Slayer hablaba.

—Tenía miedo de caminar.

La cereza se cayó de la parte superior de su helado derretido y rodó hasta el fondo. Lo ignoró y se centró en la cara de Goblin Slayer, aunque no podía ver su expresión detrás de su casco.

—Tal cosa no es imposible. Pero nadie se preocupó por eso. Lo encontré extraño.

Pero él parecía reírse en silencio.

—Mi hermana se rio de mí, pero hacía tiempo que no me daba cuenta de que, asustado o no, tenía que caminar.

— ¿Es eso…? ¿Es eso cierto?

—Es cierto.

El viento se deslizó entre ellos, trayendo consigo el sonido de las hojas.

—Pero incluso ahora, tengo mucho miedo.

De qué y por qué, no lo dijo. La sacerdotisa tampoco consideró preguntar.

Sólo habían pasado unos meses desde que se conocieron, pero ella había estado con él constantemente todo ese tiempo. No había forma de que ella no pudiera entenderlo.

—Aprecio tu ayuda. Dijo Goblin Slayer, forzándose a sonar distante y fresco, como siempre. —Pero tu ayuda no es estrictamente necesaria.

La sacerdotisa no contestó.

Miró hacia abajo y agitó su cuchara sin dirección en su helado derretido. Finalmente, cogió la cereza y se la metió en la boca. En medio del sabor agridulce estaba la dura semilla.

Infló sus mejillas, por lo que parecía enojada.

—Dijiste que hicieras lo que quisiera, ¿no?

— ¿Lo hice?

—Sí, lo hiciste.

—…

—… Realmente estás más allá de toda ayuda.

Goblin Slayer miró al cielo azul, como si no estuviera seguro de si debía responder a esto.

La sacerdotisa jugaba con el tallo de la cereza entre sus labios, sin prestar atención a los modales.

Finalmente, ella dijo una palabra corta.

—Lo siento.

—No quiero oír eso.

—… lo siento.

—… no es que realmente me importe.

—Quiero decir, hay cosas que me asustan a mí también. Susurró.

Tanto si las palabras le llegaban a los oídos como si no, ella no estaba segura.

—… ¡Está frío!

Una gota de la crema helada derretida goteó en su mano, provocando su exclamación sorprendida. Miró torpemente a Goblin Slayer y se limpió la gota con un pañuelo.

La crujiente golosina que servía de tazón estaba completamente empapada.

—… Hrk.

Ella colocó el resto del postre en su boca, y el frío le dio dolor de cabeza. Secó discretamente las lágrimas que saltaban a sus ojos, fingiendo que no estaban allí; luego se levantó.

— ¡Vale! ¿Nos vamos ahora, Goblin Slay…?

— ¡Goblin Slayer! ¡Ahí estás!

La sacerdotisa se detuvo perpleja. Estaba segura de que reconocía esa voz animada, pero ciertamente no esperaba oírla aquí.

Levantó la vista para ver a un aventurero de aspecto rudo con armadura azul, que llevaba una lanza, era el lancero.

— ¿Qué gran idea, llamar a un tipo por carta…? Te delataré con la recepcionista.

— ¿Diciéndole qué?

— ¡Que tú y esta chica estaban teniendo una pequeña cita!

—Estamos de compras.

Goblin Slayer pasó por delante del lancero, que había llegado con toda su fuerza al igual que en casa.

Cerca, la sacerdotisa se puso un poco roja y corrió a enderezarse, aunque no tenía sentido.

—Heh, heh, heh-heh.

La bruja tenía miembros bien formados, y se pegó al lancero tan cerca como una sombra. Sus ojos jugaban sobre la sacerdotisa, y luego se cerraron un poco, fascinante. La sacerdotisa se encontró tragando pesadamente.

—Ah, um…

—Pareces estar bien. Eso es bueno.

—Ah sí, señora.

La sacerdotisa se levantó rápidamente del banco e inclinó la cabeza, y luego levantó la mano para enderezar su gorra.

Encontró a la bruja una mujer muy impresionante y estaba reacia a avergonzarse en frente de la hechicera. Se aclaró la garganta en silencio.

—Ejem… Y… ¿Qué la trae por aquí? ¿También tienes trabajo aquí?

—Sí, trabajo. Eso es correcto, creo.

Una risita. Su respuesta, como su risa, parecía envuelta en humo. La sacerdotisa no estaba segura de sí la bruja la estaba molestando o no.

La bruja produjo una larga pipa de algún lugar u otro con un movimiento de su mano y la encendió con un murmullo de “Inflammarae”.

Un dulce aroma emanaba de él. Rodeada por el olor, la bruja dijo —Vamos. Y le dio a al lancero un golpecito en el codo.

—… Feh.

El lancero tenía una mirada asesina puesta en Goblin Slayer, y después de un momento, dio un fuerte chasquido con su lengua.

—Escuchen.

—Hmm.

—Sheesh. No soy tu repartidor, ¿entiendes? Me arrastraste hasta aquí para traerte esto…

Le dio a Goblin Slayer una bolsa de cáñamo con algo dentro. Parecía pesada.

Goblin Slayer lo metió limpiamente en su bolso. Su casco se giró hacia el lancero, y dijo desapasionadamente —Lo siento. Gracias por la ayuda.

—… Hrg.

—Te lo pedí porque eres el aventurero más despreocupado y confiable que conozco.

—… ¡Hrrrrgg…!

—Heh, heh, heh-heh.

La bruja parecía incapaz de contener su risa, y el lancero la miró con sus ojos de asesino.

Naturalmente, la bruja no le prestó atención, y la mirada no le llevó a ninguna parte.

—… ¿Necesitas más personas? Podríamos ser capaces de ayudarte… por una recompensa, por supuesto.

—No. Nos las arreglaremos.

La sacerdotisa miró a la bruja y se sonrojó un poco.

Desde su batalla contra los goblins, las dos hechiceras parecían haber llegado a entenderse en algún nivel.

—De todos modos, ¿no tienen cosas así por aquí? ¡Compra local!

—No puedo usar la variedad local. ¿Fue vergüenza, o arrepentimiento, o ambas cosas? Goblin Slayer agitó la cabeza ante la queja del lancero. —No son lo suficientemente buenos.

—Lo que tú digas. El lancero se encogió de hombros, haciendo todo lo posible para transmitir molestias y desinterés simultáneamente. — ¿Para qué lo vas a usar, de todos modos?

—Creo que lo sabes.

La sonrisa de la sacerdotisa decayó. Sí, por supuesto. Siempre tenía una sola cosa en mente. Cierto, eso era lo que a veces la preocupaba, lo que la hacía incapaz de dejarlo solo…

—Asesinar goblins.

Estaba más allá de toda ayuda.

Así, la sacerdotisa y Goblin Slayer se separaron del lancero y la bruja, terminaron sus compras y regresaron. El largo día de verano se acercaba al crepúsculo, el sol rojo de la tarde arrojaba largas sombras. Incluso en una silueta exagerada, la sacerdotisa sólo se le acercó a los hombros.

—……

Ella lo miró distraídamente a él… o al casco que ocultaba su expresión.

¿Lo alcanzaré alguna vez?

La placa de rango que colgaba de su cuello era obsidiana. El noveno grado. Muy lejos de su rango plata

Se llamaba Goblin Slayer porque contra lo único que peleaba eran los goblins. Habían pasado meses desde que ella lo conoció. Había algunas cosas que ella comprendía ahora, pero había otras que ella no entendía. Y había algunas cosas que él le había enseñado, y otras que no.

—… Oh.

Al salir de su ensueño, se dio cuenta de que ya habían llegado a su destino.

El burbujeo del agua era muy fuerte ahora, y cuando ella miró hacia arriba, estaba el Templo del Dios de la Ley.

Y tres aventureros totalmente equipados.

Una sonrisa se extendió por el rostro de la sacerdotisa. Al atardecer, parecía una rosa floreciendo.

— ¡Todos! Han vuelto.

— ¡Mejor que lo creas! “Sheesh”, ¡eso fue duro! La elfa saludó con la mano, pareciendo cansada pero despreocupada. —Cuando volvimos a la superficie, aún no habían regresado. Entonces…

—Naturalmente, estábamos hablando de en donde podríamos encontrarlos. A su lado, el chamán enano acarició su blanca barba y golpeó su prominente vientre. —Bueno, tuvimos unas cuantas solicitudes cercanas. Déjanos contarte en la cena.

— ¡Aguanta, enano! ¡No se permite hablar de trabajo a la hora de comer! ¡No está permitido!

— ¡Oh, todo está prohibido contigo! ¿Cómo esperas conseguir a un hombre así?

— ¡Hrn…!

La elfa le preguntó qué quería decir con eso, con sus orejas caídas.

El chamán enano, por supuesto, tenía una respuesta lista, y pronto lo hicieron como siempre.

—Cielos. Siempre es bueno ver que ustedes dos se llevan tan bien.

Cuando se conocieron por primera vez, la sacerdotisa había tratado de detener estas discusiones, pero ahora estaba acostumbrada a ellas.

Goblin Slayer miró hacia sus alegres burlas, pero pronto miró hacia otro lado.

—Dime. ¿Qué solicitudes cercanas? … ¿involucraron goblins?

—Me temo que no es una historia que se cuente mejor estando aquí de pie. Dijo el sacerdote lagarto, que retumbó en su garganta y golpeó su cola contra el suelo. —Hablemos dentro del Templo.

—Bueno, en ese caso… La sacerdotisa se interrumpió con una idea. Pasó el bulto que sostenía al sacerdote lagarto, quien se extendió para cogerlo. Eso contenía su equipamiento personal, junto con provisiones para el grupo. Tendrían que revisarlo todos juntos. —Haré la cena esta noche. Hablemos después de eso.

—No tengo ninguna objeción. ¿Goblin Slayer?

—A mí tampoco me importa. Respondió calmadamente.

La sacerdotisa apretó sus labios. Este fue el momento de la verdad.

—Bien, Goblin Slayer. Durante la cena, tienes que hablar de otra cosa que no sean goblins.

—Hr…

— ¡Ha! ¡Ha! ¡Ha! Los ojos del sacerdote lagarto giraron alegremente en su cabeza, y se tocó la lengua con la nariz. —Hay que respetar las peticiones de los compañeros de viaje. Vamos, ustedes dos, vamos a entrar.

La elfa y el chamán enano se quedaron en silencio cuando siseó como siempre.

El sacerdote lagarto les abrió la puerta en lugar de esperar adentro. La sacerdotisa hizo que avanzaran, pero:

—¿…?

—……

De repente se dio cuenta de que Goblin Slayer, junto a ella, se había detenido donde estaba.

En las largas sombras que arrojaba el sol carmesí, se quedó solo. Parecía un niño cuyos amigos se habían ido a la deriva mientras estaba atrapado en sus juegos.

La sacerdotisa no estaba segura de lo que le venía a la mente la imagen.

— ¿Goblin Slayer? ¿Nos vamos?

—…Sí… Murmuró cuando ella le llamó. —Hmm.

—Compañeros. Pasó la palabra desconocida por su boca. —… supongo que lo son.

Luego, Goblin Slayer y la sacerdotisa los siguieron lentamente, a sus compañeros.



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