Goblin Slayer Vol. 4 capítulo 9
"Leer Goblin Slayer Volumen 4 capítulo 9 novela ligera en español."
Goblin Slayer volumen 4 capítulo 9 en español

De los Tres de Ellos, Hace Algunos Meses
La palabra taberna podría significar
muchas cosas. No todos esos lugares estaban vinculados a los Gremios de
Aventureros.
Pasea por la ciudad y encontrarás varios, con tablones
de anuncios y luces brillantes.
Normalmente tenían posadas incluidas, y a veces los
aventureros sólo querían un cambio de escenario. Estos eran lugares donde los
aventureros podían fácilmente aparecerse, comer y beber todo lo que quisieran,
y luego descansar en la ciudad.
En una de esas tabernas, un trovador rasgó su instrumento y comenzó a cantar.
—Está bien, entonces. Supongo que tenemos una fiesta, ¿hey, Escamoso?
—Ha-ha-ha. Aunque podría desear un guerrero y un
explorador.
Sentados dentro de la acogedora taberna, dos
aventureros hablaron afablemente y rieron.
Uno era un enano, acariciando su barba blanca,
golpeando su redonda barriga, y sirviéndose vino y comida. Y frente a él había
un hombre lagarto, comiendo con sus manos desnudas, su gran cuerpo escamoso
estaba sentado en un barril de vino. Ellos bebían el vino que se les traía como
si fuera agua, de una manera que iba más allá de lo saludable y era
prácticamente festiva.
—Un defensa, un explorador, un guerrero-sacerdote, un
clérigo, un mago. Diría que tenemos una buena combinación.
—Bueno, es verdad.
El sacerdote lagarto mordió la pata de jabalí que
sostenía con ambas manos, mientras que el chamán enano lamía un poco de vino
que se había derramado en la punta de su barba.
Vertió vino de la botella en su copa con un glug,
glug, y luego sorbió del recipiente desbordado. La bebió de un solo trago y
soltó un eructo.
—No los suficientes en la primera línea, no los
suficientes en la última línea, no hay suficientes conexiones para conseguir
equipamiento y objetos. Quéjate de todo, y tendrás todo para quejarte.
—Así es, así es. Dijo el sacerdote lagarto, golpeando
el suelo con su cola. —Un grupo con tres usuarios mágicos es seguramente
bienaventurada.
—Tengo que admitir que es un poco sorprendente.
— ¿Qué quieres decir…?
—Tú. El enano de cara roja empujó su copa vacía en
dirección al sacerdote lagarto. —Al principio… pensé que no te interesaría
hacer equipo con otro clérigo.
— ¡Ha-ha-ha-ha-ha-ha! Oh, maestro lanzador de
hechizos. Nunca sé lo que dirás después. El sacerdote lagarto rio sueltamente.
Terminó con la carne, mordisqueó el hueso de la pierna, haciendo un feroz
espectáculo con sus dientes. —Todos nosotros por igual venimos del polvo del
mar, así que no hay razón para que me moleste que un descendiente de las ratas
nos guíe. Quizás el efecto del alcohol estaba desapareciendo, ya que el chamán
enano parecía cansado mientras el sacerdote lagarto movía sus ojos
triunfantemente. —Bromeo, bromeo.
—Me temo que no lo encuentro muy gracioso. Dijo el
chamán enano, dando poca importancia a la indiferencia de la lagartija.
—Bueno, cada uno tiene sus propias creencias. Si uno
eligiera discutir cada vez que hubiera una diferencia, no habría fin.
—Pero los herejes y los seguidores del Caos son
diferentes, ¿supongo…?
—Ese no es un mero argumento. Deben ser asesinados
hasta que no quede ninguno. La cabeza del sacerdote lagarto se balanceaba con
la mayor gravedad; era difícil decir cuán serio estaba siendo.
El chamán enano hizo retroceder su plato vacío,
llamando a un mesero para pedir algo de carne, y descansó su barbilla en sus
manos.
—Sólo por curiosidad, oyes los rumores sobre los hombres
lagartos. Todos son zurdos, o tienen el corazón a la derecha. ¿Algo de eso es
verdad?
—Hmm. No puedo hablar de la ubicación de mi corazón,
pero en cuanto a mis manos, diría que soy ambidiestro. La idea de que todos los
lagartos eran zurdos porque la mano izquierda de un dios los había creado era,
aparentemente, una tontería.
El sacerdote lagarto abrió sus dos manos con garras.
Luego movió la lengua como si se le hubiera ocurrido algo.
—He oído que los enanos pueden incluso flotar, de vez
en cuando.
—Si tenemos vino, no hay nada que no podamos hacer.
¡Vino, y buena comida!
El chamán enano dijo lo mismo varios meses antes y
sonrió.
***
—Si tienes vino, no hay nada que no puedas hacer. ¡Vino, y buena comida!
Al igual que muchos grupos de aventureros, los suyos
habían sido creados en la taberna.
Al principio, sin embargo, habían sido sólo tres
personas, y antes de eso, sólo una.
El viento soplaba a lo largo del canal, refrescando el
aire al entrar por la puerta. Era el crepúsculo, y la taberna de la Ciudad de
Agua estaba viva con el sonido de las voces haciendo brindis.
— ¡Pero, mi honorable tío! ¿No crees que es mucho que
pedir, incluso a tu sobrino?
El chamán enano sonaba muy disgustado. Cruzó los
brazos con firmeza y dio la espalda.
Frente a él había un enano con más músculos, más barba
y más arrugas que él, sorbiendo una cerveza con una expresión fija. En su
asiento había un martillo de guerra desgastado, junto con un gancho de agarre.
Él era un rompe escudos. La cara lúgubre del veterano enano, con una jarra
flotando frente a él, elocuentemente se adaptó a la gravedad de la situación.
—Aún así… escucha. Ahora mismo, eres la única a la que
puedo recurrir.
—Pero incluso para ti, querido tío… no hay nada que
hacer al respecto. El chamán enano se tragó su cerveza y miró a su tío
fijamente.
La cara del enano tenía aún más arrugas que antes, y
estaba empezando a quedar calvo. Estaba apropiada y verdaderamente
envejeciendo. Era comprensible: uno de los jóvenes de su tribu había partido en
busca de magia y ahora estaba actuando como un rufián.
Pero aún así… ¡esto!
— ¿Ir a una aventura con un elfo? Dijo el chamán
enano. —¿Uno presumiblemente elegido por su líder o su rey o quien sea?
—Presumiblemente.
—Alto, figura tallada, demasiado noble—prácticamente
resplandeciente de belleza—y oh demasiado frágil.
—Lo más probable.
— ¿Un orador siempre elegante, un poeta de primera y
un regalo de los dioses con el tiro con arco?
—Bueno, no los he conocido…
— ¡Gaaah! ¡Absolutamente de ninguna manera, no
hay como!El chamán enano agitó sus ásperas manos enérgicamente. No estaba
bromeando. —No podría respirar cerca de alguien así. ¡Me moriría de asfixia!
—Escucha, egoísta…
— ¿Dices que el mundo está en peligro? Estoy más que
dispuesto a ayudar, ¡pero no con un elfo!
Entonces sucedió. Una copa apareció girando a través
del aire, echando vino, y golpeó al tío del chamán enano en la parte de atrás
de la cabeza.
—¡Hey! ¡Dilo otra vez!
Detrás de su tío, que ahora estaba boca abajo sobre la
mesa y frotándose la cabeza, se oyó una voz clara y vigorizante. El chamán
enano levantó la vista y vio a una chica elfa de ojos agudos, con las manos en
las caderas en una postura imponente. En efecto, era fina, delgada y de aspecto
modesto, y llevaba una vestimenta de cazador muy ajustada, con sus largas
orejas agitándose enérgicamente. Uno no lo habría adivinado por su tono de voz,
pero sus orejas, más largas que la de otros elfos, eran prueba de que descendía
de los antiguos elfos mayores.
Previendo una pelea, el chamán enano agarró su hacha,
más que feliz de participar, pero un padfoot con cara de perro dijo —¡Lo diré
tantas veces como quieras!
La piel peluda del padfoot lo hacía difícil de decir,
pero a juzgar por su gran pecho, probablemente era una mujer. Y su voz áspera
pero aguda hacía que pareciera que era, en términos humanos, sólo una joven
adulta. Probablemente no era una aventurera. Estaba en buena forma física, sus
movimientos eran precisos, signos de un entrenamiento adecuado. Un soldado,
probablemente. Ella se limpió el vino que goteaba de su cabeza y resopló.
—Los elfos se quedan encerrados en sus bosques,
ignorando todo y a todos, y además son avaros.
— ¡Te mostraré la verdad sobre los elfos!
La elfa arquera siseó como un gato y se lanzó sobre la
soldado con cara de perro. La mesa se cayó con el choque, las copas de vino
salieron volando, los platos fueron derribados. Los borrachos que se habían
reunido en la taberna dieron paso a la familiar escena y comenzaron a tomar
apuestas.
—Apuesto por el elfo. —No, el padfoot. —Pero los elfos
son tan frágiles. —Sí, pero los padfoots son muy estúpidos…
—…Qué buscapleitos. Oof, eso dolió. El
chamán enano se encogió de hombros ante su tío, que se frotaba la cabeza y
gemía.
—Bastante inusual, para un elfo.
—… ¿Te importaría si tu compañera fuera alguien como
ella?
—Hrm, bueno. No creo que los altos mandos de los elfos
elijan a alguien tan imprudente…
Mientras murmuraba, el chamán enano tomó un plato.
Agarró un puñado de frijoles secos, a pesar de que el vino salpicó sobre ellos,
se los metió en la boca y crujió ruidosamente.
A su lado, su tío suspiró. —Ya han hecho su elección.
Y la eligieron a ella. Dijo su tío.
— ¿Qué dices?
—Mira la descripción personal.
Su tío sacó un arrugado trozo de papel de su bolsa y
se lo pasó. El chamán enano lo abrió con sus gruesos y ágiles dedos, luego lo
levantó y miró a través de él durante la pelea.
—Ahh…. ¿Ese yunque…?
Si los soberbios elfos la habían elegido, no había
razón para dudar de sus habilidades.
Los elfos estaban resentidos con los enanos, pero al
mismo tiempo odiaban más que nada lo que los enanos estén resentidos con ellos.
Pero esa es una niña pequeña, o soy insignificante.
Ella lanzaba insultos a la soldado con bozal de perro,
las dos tirándose del pelo y pelaje. Los elfos no consideraban exactamente que
la edad no fuera importante, pero él se preguntaba si ella tenía incluso cien
años.
—Aún así… Diez años más o menos, o cien, este era el
elfo que iba a ser su compañero de viaje. —…Creo que infringiríamos algo al
tratar de sacarla de esa pelea.
Mientras se acariciaba la barba y consideraba qué
hacer, los ojos del chamán enano se dirigieron hacia la puerta de la taberna.
Una gran sombra se cernía sobre ella.
Era tremendo. Grande como una roca. Sus amplios
movimientos eran voluminosos, así como sus mandíbulas.
¿De dónde eran esas ropas? Ah, sí. Del muy boscoso. El
hombre lagarto miró el alboroto y movió sus ojos. Entró en la taberna
arrastrando los pies y se dirigió al mostrador, ajeno a la mirada de los que le
rodeaban. No intentó sentarse en una silla, quizás por su enorme tamaño, o
quizás por la cola que arrastraba en el suelo.
—Perdóneme, pero deseo esperar a alguien. Como no sé
cuándo llegarán, podría estar esperando un tiempo.
Su voz era escarpada como una piedra. Era
impresionante que la larga lengua dentro de sus mandíbulas pudiera manejar tan
fácilmente el lenguaje común.
—Uh, claro. Dijo el dueño de la taberna con un
incómodo asentimiento.
El lagarto respondió, “Espléndido”, asintiendo con la
cabeza. —Espero a un enano y a un elfo. Si alguno de sus aventureros encaja en
esa descripción, tal vez podría avisarme.
Oyendo esto, el chamán enano miró a su tío, quien dijo
calmadamente —Oí que un hombre lagarto nos prestaría sus fuerzas. Sonaba como
si él mismo no pudiera creerlo.
—¿Ahora qué, querido tío? ¿No conoces su rostro?
—Aunque me dieran una descripción, no podría
distinguir a un lagarto de otro.
—Supongo que no.
Los hombres lagartos, que se proclamaban descendientes
de los temibles nagas que habían salido del mar, eran los guerreros más
poderosos del mundo.
Eran adversarios que te hacían helar la sangre.
Mataban a sus enemigos, los masacraban, se comían sus corazones. Algunos los
despreciaban como bárbaros, y de hecho había—o eso se decía—de que algunos que
se habían aliado con las fuerzas del Caos.
En cualquier caso, este estaba presumiblemente del
lado del Orden.
Pero aún así…
—Ahh, y un plato, si es tan amable. El sacerdote
lagarto levantó un dedo escamoso. Permaneció de pie junto al mostrador; quizás
su cola se interpuso en el camino cuando intentó sentarse. Cuando sus ojos
giraron y sus mandíbulas se abrieron, su comentario pareció despreocupado.
—Lamentablemente, no llevo dinero, así que les pagaría trabajando… lavando
platos o cortando leña. ¿No le importa?
El chamán enano rio de repente. Tomó un trago de vino,
se golpeó la barriga, y dio una gran y fuerte risa. Se rio hasta que el
sacerdote lagarto giró su largo cuello para mirarlo de la manera más extraña, y
luego el enano tomó un trago de vino.
— ¡Hey, Escamoso! Llamó al sacerdote lagarto. Tosió, y
luego limpió el vino de su barba con una mano. — ¿Ves a esa chica de orejas
largas peleando allí? Tómala del pescuezo y tráela aquí, ¿lo harías?
El chamán enano rio sueltamente, señalando a la elfa,
que se agitaba encima de la padfoot, sin darse cuenta de lo que pasaba a su
alrededor. Actualmente, la padfoot la tenía por los pelos y la estaba moviendo
a una nueva posición. Manos, pies y uñas estaban por todas partes. Su dignidad
de elfa había desaparecido. Era sólo una niña en una pelea.
—Si haces eso, te invitaré a todo el vino y la carne
que quieras.
—¡Oh-ho! La cola del sacerdote lagarto le dio al suelo
un poderoso azote. El dueño frunció el ceño; también lo hizo el tío del chamán
enano. —Muy bien, lo haré. Considérame agradecido. Ah, la virtud engendra
virtud.
Inmediatamente, el sacerdote lagarto, con cola y todo,
saltó a la riña con una velocidad que contradecía su tamaño. Junto al chamán
enano, sonriendo ampliamente ante la anarquía en la taberna, su tío gruñó.
Parecía tener dolor de estómago. Ni siquiera un sorbo de vino le sirvió de
algo.
Por fin, el hombre que había sido un rompe escudos en
el ejército enano durante más de diez años dijo —…Si me disculpan, volveré a mi
unidad. Dejó un puñado de monedas de oro sobre la mesa y saltó inestablemente
desde una silla construida para la altura humana.
No podía decidir si era prudente dejar el destino de
su raza en manos de este equipo, incluyendo a su sobrino.
Oh, las órdenes de los dioses…
Mientras se alejaba de la taberna, la cabeza del viejo
rompe escudos se llenó con el sonido de dados rodando.
✠
—… ¿Quehqierhes?
Su pelo estaba por todas partes, su ropa estaba sucia,
sus mejillas un poco hinchadas, y ella le dio la espalda con una expresión de
disgusto. El chamán enano dejo escapar una alegre sonrisa ante este primer
sonido que salía de la boca del elfo mayor.
— ¿Quién, yo? Pensé que podríamos hablar de trabajo.
Sonrió y frotó sus gruesas manos, fsh-fsh-fsh.
Si al menos se sentara frente a mí como un adulto,
sentiría como si me estuviera escuchando.
Las peleas deben haber sido tan comunes como el pan y
la mantequilla en esta taberna, porque la atmósfera ya se había relajado de
nuevo, con las charlas y bromas volviendo a la vida.
La malherida padfoot estaba en un asiento de esquina,
mirando infelizmente y arrancando un trozo de carne. Una vez que la lucha
terminó, los antiguos jugadores pronto volvieron a la normalidad.
—Hm. En ese caso, hay algo de considerable importancia
que debo preguntarle primero.
El orden restaurado de la taberna se debió en parte a
la rápida intervención del sacerdote lagarto, que ahora utilizaba un barril de
vino en lugar de una silla. Había sido todo un espectáculo verlo tomar a la
elfa y a la padfoot cada una por el cuello y separarlas, pero también era un
resultado por el que nadie había apostado. Así que sólo el corredor de apuestas
obtuvo ningún beneficio, y el rhea recorría el bar agitando alegremente su
vino.
— ¿Y qué es, Escamoso?
El sacerdote lagarto hizo un “Mmm” y un gesto
inmensamente sombrío. — ¿Podríamos considerar nuestro gasto en comida separado
de la recompensa por esta misión?
—Por supuesto. Dijo el chamán enano tirando de su
barba y con una sonrisa. —Lo enviaremos la cuenta a mi honorable tío.
—Es muy apreciado. Dijo el sacerdote lagarto, luego
abrió de par en par sus mandíbulas y las hundió en un trozo de carne con hueso
sobre la mesa.
La elfa arquera los miró, inflando un poco sus
mejillas. —Así que. Murmuró ella. — ¿Qué es este trabajo? No es que no haya
oído lo básico.
—Ah, sí, sobre eso. El chamán enano asintió, cogió una
copa, y la vació. Luego usó el recipiente vacío para apartar algunos platos y
hacer un espacio para sí mismo. — ¿Sabes de la batalla que se está librando en
la capital con el Señor Demonio o quien sea?
Fue una pregunta retórica. Sacó un pergamino de su
bolsa y lo abrió sobre la mesa. Había sido dibujado con tintes de corteza. La
abstracta, pero precisa imagen estaba señalizada como un mapa elfo.
Representaba una construcción de aspecto antiguo, justo en medio de un páramo.
—Un consejo de guerra estaba a punto de ser llamado,
pero entonces descubrieron que había un montón de goblins viviendo justo detrás
de ellos.
—Un nido de goblins, ¿no es así como se llama?
—Sí, y es uno muy grande, también.
Aquí. La elfa arquera
miró hacia donde apuntaba el chamán enano y parpadeó. Miró el símbolo de la
antigua construcción en medio del páramo, y luego al inmenso bosque no muy
lejos de eso.
—Hey… ¡ese es mi hogar!
—Mm. Eso explicaría por qué estás aquí…
El lagarto sacerdote mordisqueó más carne del hueso,
la masticó varias veces y la tragó antes de seguir hablando.
—… ¿A esto le llamas política?
—Por supuesto. El chamán enano asintió con firmeza.
Bueno, esto fue un buen lío. Uno de sus miembros estaba aquí para satisfacer el
honor de alguien. El olió problemas delante. —Mi tío puede pensar que no es
razonable, pero no podemos dejar que los humanos se queden sentados mientras
nuestros ejércitos son los únicos que se movilizan.
— ¿Y nada de rheas ni padfoots?
Las orejas de la elfa arquera se contrajeron al
mencionar a la gente de la bestia. La soldado cara de perro con la que había
estado peleando había sido reprendida por un oficial superior que había entrado
corriendo. Mientras el oficial tiraba de la cara larga de la soldado, ella se
había preguntado si ese trato era algo cotidiano, o si a los perros
simplemente, por su naturaleza, les resultaba difícil ir en contra de sus
superiores.
En cualquier caso, la Ciudad de Agua era una ciudad
hermosa, donde no se sentían amenazados.
—No creo que podamos esperar más que algunos
voluntarios de ellos.
Había rheas particulares de gran valentía, pero esto
no se extendía a sus clanes o a sus administradores. En el fondo, adoraban la
paz y la tranquilidad, y tenían poco interés en todo lo que no concierne
directamente a su patria.
Los padfoots eran padfoots; eran tan diversos que era
difícil unirlos rápidamente a todos detrás de una misma causa. Cuando se
reunían, dependiendo de qué tribu tomara el liderazgo, las cosas podían ir muy
bien o muy mal. Esto era cierto incluso con respecto al despertar del Señor
Demonio y la guerra subsiguiente contra todos los que tenían palabras en el
continente. Por supuesto, si el peligro se acercaba lo suficiente, se unirían y
se levantarían por su cuenta…
—Nuestro otro problema es que tenemos que conseguir
que un humano se una a nosotros.
— ¡Ah! Conozco uno bueno. La elfa arquera levantó la
vista del mapa. Alzó su largo y delgado dedo índice, dibujando un círculo en el
aire. —Se llama Orcbolg. Un guerrero que mata goblins en la frontera.
— ¿Qué, quieres decir Corta barbas?
—Correcto. Puede que no lo sepas, pero ahora mismo,
hay una canción muy popular sobre él dando vueltas.
En realidad ella no sabía si la canción era popular o no, pero necesitaba una oportunidad de parecer inteligente.
Cuando terminó de tararear la melodía, ella hizo un sonido orgulloso y resaltó su pequeño pecho.
—No lo sabes porque literalmente has estado viviendo
bajo una roca. Eso son los enanos para mí.
—Está bien que alguien que se queda encerrado en su
bosque lo diga.
El chamán enano le dio una mirada sombría, mientras
ella agitaba sus orejas en satisfacción propia.
Supongo que esa canción es sólo la mitad de la
verdad. Esa era siempre la mejor opinión sobre las melodías de
un bardo.
—Pero, ahh, ahem.
Esta niña elfa de orejas largas debe ser una
guardabosque o exploradora. El hombre lagarto era un sacerdote… una especie de
monje guerrero, lo más probable. Él mismo conocía la magia, por supuesto, y
también sabía cómo manejar un arma. Pero ellos aún no tenían suficientes
combatientes.
No podía decirlo con seguridad hasta que lo viera,
pero eraalguien el cual tenía escrita una canción sobre él. Era
razonable asumir que tenía un buen nivel de habilidad.
—…Eso es suficientemente bueno.
—La recompensa se dividirá equitativamente, entonces.
¿Estamos de acuerdo en asumir que mi lord Goblin Slayer se unirá a nuestra
compañía?
El sacerdote lagarto entró al grupo moviendo sus ojos.
El chamán enano y la elfa arquera asintieron.
En ese momento, el lagarto dijo —Entonces,
planifiquemos. Y tocó la punta de su nariz con la lengua.
—Primero, esta ciudad. Dijo el chamán enano, mirando
al mapa. — ¿En qué ciudad dijo que estaba?
—Bueno, le pregunté al bardo, y… El dedo pálido de la
elfa arquera buscó en el mapa elfo. Finalmente encontró la ciudad fronteriza, y
ella golpeó el lugar con una uña bien cuidada. — ¿Quizás por aquí?
—Eso no está muy lejos. Sin embargo… Aún así. El
sacerdote lagarto parecía inmensamente serio mientras miraba el mapa. —Buscamos
frustrar los planes de nuestro enemigo. Creo que podemos asumir que esto
provocará una represalia.
— ¿Hm? Puede que nos ataquen en medio de una aventura,
¿es lo que quieres decir?
—Arreglemos esto ahora para evitar esa posibilidad.
Antes de que tengan la oportunidad de consolidar sus fuerzas.
— ¡Déjanoslo a nosotros! Bop. La elfa
arquera cerró el puño y golpeó su pequeño pecho con fervor. — ¿El destino del
mundo pende de un hilo? ¡Ahí es cuando los aventureros hacen su mejor trabajo!
—Oye, ahora. Dijo el chamán enano, con los ojos bien
abiertos. —Sabes que esto no es un juego, ¿verdad?
—Claro que sí. No sé ustedes, los enanos, pero los
elfos siempre han usado sus arcos para mantener el mundo a salvo.
—Oh-ho. No me digas. Los ojos del hechicero se
abrieron un poco; se tiró de la barba y suspiró. — ¿Así que el yunque que
tienes por pecho, no interfiere al disparar tu arco?
— ¿Yunque?
—Es duro… y plano.
— ¡Por qué, tú…!
La vergüenza y la ira enviaron sangre corriendo a las
mejillas de la arquera. Hubo un estruendo cuando se levantó de su silla y
plantó sus manos sobre la mesa mientras se apoyaba sobre ella.
— ¡Qué descaro! Esto cuando ustedes los enanos… uhh,
um… Ella se detuvo allí, con la boca abriéndose y cerrándose. Sus orejas se
agitaban hacia arriba y hacia abajo, y la punta de su dedo trazaba un camino
sin rumbo en el aire. — ¡C-cierto! ¡Esas barrigas! ¡Sus estómagos harían que un
tambor pareciera delgado!
— ¡Quiero que sepas que lo llamamos estar sólidamente
constituido! Un enano prefiere este tipo de cuerpo… El chamán enano se detuvo,
y luego miró a la elfa por el rabillo de su ojo. —…Lo que a ustedes los elfos
les podría gustar.
La elfa arquera no podía dejar de notar su mirada en
su propio pecho. Se cruzó de brazos con un resoplido deliberado, dejando claro
su desagrado.
— ¡Siempre supe que los enanos tenían un sentido
retorcido de la belleza!
— ¿Quién es el que viene a comprar nuestra
metalistería? Oh, cierto. Elfos.
— ¡¿Y qué?!
Y ellos estaban peleando. Otras personas en la taberna
observaban esta antigua rivalidad entre las razas, que se desarrollaba frente a
sus ojos. Pero la atmósfera pronto cambió. Peleas y discusiones eran muy
comunes.
— ¡Cinco de plata por el enano!
— ¡Una moneda de oro a la elfa!
— ¡Vamos, chica!
— ¡Dale una buena nalgada, viejo!
El sacerdote lagarto agitó su cabeza y suspiró. Luego
pronunció un gran siseo. Ante la abrumadora sensación de un reptil en cacería,
los dos aventureros cerraron la boca. El sacerdote lagarto asintió.
—Mm.
Bien.
✠
El carruaje salió por la entrada, camuflado por la
noche. A estas horas, cualquiera menos los aventureros habría encontrado más
seguro viajar con una caravana o similar. Pero los tres no tenían tiempo, y
habían sido obligados en más de un sentido.
El vehículo en el que se encontraban no era muy bueno,
era sólo un transporte de carga ligeramente modificado. Y el caballo era
promedio… bueno, tal vez un poco por debajo de la media. El chamán enano y el
sacerdote lagarto tenían las riendas. La elfa arquera estaba observando el
cielo, con su arco listo.
Viajar en carruaje significaba ir más rápido de lo que
una persona podía caminar, pero más lento de lo que un caballo podía correr. El
chamán enano no estaba contento con esta situación. Había querido conseguir el
mejor carruaje y caballo posible, por no hablar del conductor. Pero los fondos
que había recibido de su tío eran limitados, al igual que su tiempo. Había
tenido que arreglárselas.
—Y para colmo, tenemos que ir despacio. Qué montón de
problemas.
—Tenga en cuenta que no podemos darnos el lujo de
cambiar de caballo en una de las estaciones intermedias. Sentado a su lado en
el lugar del conductor, el sacerdote lagarto respondió al cauteloso comentario
que se hizo a sí mismo el chamán enano. —Y si considera el problema que
tendríamos si nos apresuráramos demasiado y por lo tanto atrajéramos una
atención no deseada, este camino es de hecho más rápido.
— ¿Atención no deseada? La elfa arquera inclinó su
cabeza, moviendo las puntas de sus orejas en dirección al asiento del cochero.
—Bandidos o forajidos, supongo.
—Correcto…
Su rostro se contrajo ante la respuesta, como si la
encontrase muy desagradable. El chamán enano captó la clara muestra de emoción
en su visión periférica e hizo un sonido de disgusto.
—Nos las arreglamos de alguna manera en la ciudad,
bajo el auspicio de esa encantadora dama, pero ahora estamos en el campo
abierto.
—Una vez lejos del santuario del Dios Supremo, puede
ser sólo cuestión de tiempo hasta que algún espíritu enfermo se pose sobre
nosotros. Dijo el Sacerdote Lagarto.
— ¿Estás hablando de lo que ellos llaman la bendición
de dios? Nuestro dios de la herrería y el acero sólo es bueno para el coraje en
la batalla… Sin embargo, el chamán enano murmuró una oración al gran dios
Krome. Se encogió de hombros y agitó su cabeza, diciendo sin malicia —Al menos
hay que rezar para que nuestra niña elfa no pierda los nervios cuando sea
necesario.
— ¡Hrk…! Las orejas de la elfa pudieron difícilmente
no captar este comentario desagradable. — ¡Sólo mira! ¡Te inclinarás para darme
las gracias cuando esto acabe!
—Ahh, claro. No puedo decir que aumentara mis
esperanzas. Él agitó la palma de su mano. La elfa arquera dio un resoplido
furioso y rodó sobre su espalda. El chamán enano siguió su ejemplo, mirando
hacia el cielo. Estaba lleno de estrellas, y de las dos lunas. Las estrellas
brillaban como si alguien hubiera esparcido preciosas joyas sobre terciopelo
negro. Las lunas brillaban como un par de ojos, verdes y fríos.
Quizás fue la proximidad del verano lo que le dio al
aire su inusual humedad y le hizo parecer difícil respirar.
—Me vendría bien una brisa… Murmuró la elfa arquera.
El chamán enano sintió lo mismo, aunque no dijo nada.
Su grupo llegó a una parcela de tierra abandonada que
parecía haber sido una aldea. Los sombríos esqueletos de las casas a la luz de
la luna proyectan sombras obscenas en el camino. Estos cadáveres de la aldea se
habían vuelto salvajes, abandonados al crecimiento excesivo; habría parecido
desolado incluso a la luz del día. Ahora, por la noche, no habría sido sorpresa
encontrar allí fantasmas o ghouls…
— ¿Hr-ah?
La elfa arquera hizo un sonido extraño. Ella miró por
encima de su hombro, con cosquillas en su nariz.
— ¿Qué pasa ahora? ¿Parando para oler las flores o
algo así? ¿Hm?
—Oh, basta. Hay un olor extraño… Ella agitó su mano
frente a su nariz, echando una mirada alrededor del área con una expresión de
profunda sospecha. —Es… un poco denso, y algo irritable… Y puedo olerlo aunque
no haya viento.
—…Azufre, lo más probable.
— ¿Eso es azufre?
—Algún tipo de vapor mezclado con azufre, para ser más
precisos.
Lo que eso significaba no se perdió en ninguno de
ellos. Se callaron y se dieron un tragaron saliva a la vez. La elfa levantó la
vista, tenía una expresión de ansiedad en su cara.
— ¡Arriba de nosotros!
Parecía menos como una cosa viviente y más como una
máquina, carne con la forma de un insecto hecho por el hombre. Su cuerpo era
rojo, su cabeza era puntiaguda como si llevase un sombrero. Una gorra roja.
Batió sus alas de murciélago, y crueles y curvas
garras eran visibles en sus manos.
Un demonio menor. Y había dos de ellos. Este era un
encuentro imprevisto.
— ¡¿Vienen?! Gritó el chamán enano, chasqueando las
riendas y estimulando al caballo. El animal relinchó, habiendo sentido las cosas
que no eran de este mundo. Las ruidosas ruedas del carruaje comenzaron a girar
decididamente cuando el caballo corrió a toda velocidad.
— ¡Haz que vaya más rápido…! No, dame las riendas.
¡Prepara tus hechizos!
— ¡Todo tuyo!
Casi tirándole las riendas al sacerdote lagarto, el
chamán enano se giró en su asiento. Tuvo cuidado, por supuesto, de agarrar
firmemente a la correa en el hombro de su bolsa de catalizadores, para que no
se le escapara volando.
— ¿No podemos escapar? Dijo la elfa arquera, lamiéndose
los labios mientras su arco disparaba flecha tras flecha.
—No sé nada de eso, pero… Dijo el chamán enano.
—No podemos arriesgarnos a que la información salga a
la luz. Dijo el sacerdote lagarto con una profunda inclinación de cabeza, tan
calmadamente como si se estuviera preparando para cenar. —Debemos matarlos
aquí.
Los demonios parecían tener la misma idea. Con una
ráfaga de aire, uno de ellos se lanzó al carruaje. Mientras alguien gritaba que
la iniciativa había sido tomada, hubo un choque, y astillas de madera salieron
volando.
El demonio había golpeado el carruaje por detrás, sus
garras eran tan mortíferas como cualquier arma.
— ¡Ergh! ¡Pfah! El chamán enano sacó trozos del
carruaje de su barba y gritó — ¡Si arruinas esto, nosotros seremos los culpables!
—Me ocuparé de la seguridad del caballo, así que si
eres tan amable… Contestó el sacerdote lagarto.
El siguiente ataque vino del cielo mientras charlaban.
Un clavado precipitado, con las alas plegadas. La
arquera elfa miró con ira; la criatura tenía una luna en su espalda. Sus orejas
saltaron, leyendo el viento, y con su cuerda del arco crujiendo.
— ¡Estúpido, apestoso…!
— ¡¿AAARREMMEERRRR?!?!?
Un grito sobrenatural se produjo. La elfa arquera no
había perdido su oportunidad de disparar. El demonio, con su mano clavada en el
carruaje por la flecha, se retorcía, rompiendo la madera con sus garras.
— ¡Eso te enseñará!
La última cosa que el demonio vio fue a un elfo
tirando de su arco justo enfrente de él, la flecha tenía un brote por punta.
La cuerda del arco emitió un sonido que se habría
ajustado a un instrumento musical de alta calidad; lanzó la flecha a través del
globo ocular del demonio y entro a su cerebro. El cuello de la criatura se
rompió hacia atrás, por la fuerza del golpe. El cadáver colgaba sin fuerzas,
raspando el suelo. La elfa arquera hizo una sonrisa de agradecimiento por su
propia obra. — ¡Ese es uno menos!
— ¡Buen trabajo! Pero como es una carga, ¿quizás
podrías echarlo de nuestro carruaje?
—Sí, claro… guh, ¡¿qué?!
En un instante, varios mechones de pelo de la elfa
arquera fueron atrapados por una garra y salieron a volar por los aires. El
monstruo que había descendido rápidamente le había dado un golpe en el cuello.
La elfa arquera cayó sobre su espalda, temblando, aún sosteniendo el astil de
la flecha que había sacado. Al mismo tiempo, el demonio muerto se deslizó al
suelo, rebotando con un sordo golpe.
—Un poco de miedo, ¿no?
— ¡No tengo miedo, estoy enfadada!
Se enfadó ante la burla del chamán enano, cuya mano
había estado lista para su bolsa de catalizadores todo el tiempo, y luego miró
al cielo. Con un cadáver de demonio menos a bordo, su velocidad estaba
aumentando de nuevo, pero no era rival para una criatura con alas.
— ¡Tú, enano! Gritó la elfa arquera sin apartar los ojos
del aire. — ¿No puedes usar un hechizo para derribarlo del cielo o algo así?
—Supongo que podría, en pocas palabras… Cerró un ojo y
miró hacia arriba, juzgando la velocidad y la distancia entre él y el enemigo.
La cortina de la noche era impotente ante la luz de las lunas y las estrellas,
y los enanos podían ver fácilmente a través de la oscuridad de todos modos. —Es
sólo que si lo derribara con un hechizo, sólo volvería a levantarse.

— ¡¿Qué?! ¡Vaya hechicero! ¡Estúpido, enano estúpido!
—Ah, deja de lloriquear. Dijo el chamán enano
fríamente, frunciendo el ceño. —No se mueven por las mismas leyes que nosotros.
El acero y el hierro son las formas de lidiar con ellos.
—Físicamente, quieres decir. ¡Bien dicho! Sujetando
las riendas, el sacerdote lagarto retorció sus enormes mandíbulas en una
sonrisa que no les recordaba nada más que a un tiburón. Parecía hacer algunos
cálculos rápidos, y luego asintió satisfecho. —Maestro lanzador de hechizos,
¿dices que puedes derribarlo?
—Creo. Asintió el chamán enano. —Pero no por mucho
tiempo.
—Entonces, maestra exploradora, finja que va a
disparar arriba
— ¡Puedo hacerlo!
Sin esperar a escuchar el resto del plan, la elfa
arquera lanzó una flecha en la noche. Era tan potente como la magia, una flecha
como solo un elfo podía dispararla, pero el demonio se apartó ágilmente del
camino.
— ¡Oh, maldición! La elfa arquera chasqueó su lengua y
colocó una nueva flecha en su arco, tirando de la cuerda.
—Ahora, entonces. Dijo el sacerdote lagarto, tirando
de las riendas para reducir la velocidad del caballo. — ¿Sería tan amable de
atravesarlo con una flecha atada a una cuerda?
— ¡¿Una flecha atada a una cuerda…?! La elfa arquera
cogió la cuerda que había sido arrojada a la plataforma de carga, sus labios
eran una línea plana mientras miraba al enemigo. El monstruo de piel roja
siguió batiendo sus alas, buscando la oportunidad de acercarse a ellos. —
¡Bien, lo haré!
Apenas habló, empezó a atar la cuerda a la flecha. Los
ágiles dedos de elfo no tuvieron ningún problema, ni siquiera encima de un
carruaje oscilante. Mantuvo sus ojos y orejas en el oponente, con sus manos
moviéndose como si alguien más las controlara. Su boca se relajó. —Eres como un
general o algo así. Dijo ella.
—Eres demasiado amable. El sacerdote lagarto sacudió
ampliamente su cabeza. —Si tienes que compararme con algo, soy como la pluma de
una flecha. Antes de continuar, sacó su lengua y tocó la punta de su nariz.
“Mm”, dijo profundamente. —Para que un equipo funcione, hay que reunir una
punta de flecha, un astil, una pluma, un arco y un arquero.
Ahh. La elfa arquera
sonrió débilmente. Era una metáfora que ella podía entender. —Me pregunto si
eso me haría la punta. Vamos, enano, ¡asegúrate de que el hechizo esté en la
mira!
— ¡Hmph! ¡Ya es suficiente!
Cuando el chamán enano le respondió a la elfa arquera,
y encontró al enemigo en su campo de visión, notó algo: una solitaria luz roja
en el cielo. Ardía en la ancha y abierta boca del demonio.
— ¡Se acerca una bola de fuego!
— ¡Ahh, ahora! Dijo el sacerdote lagarto con
sincero júbilo, dando a las riendas una tremenda sacudida. El caballo relinchó
horriblemente de confusión y miedo, y el carruaje se movió en una nueva
dirección, chirriando todo el tiempo.
Pocos segundos más tarde, un haz de llamas se
precipitó en el lugar donde habría estado el carruaje, brasas volaron hacia el
cielo. La brillante luz iluminó el terrible rostro del sacerdote lagarto.
—¡Ha-ha-ha-ha-ha-ha-haaaa! ¡Ahora las cosas se han
vuelto interesantes!
— ¡Creo que has confundido nuestro carruaje con un
carro de guerra, Escamoso!
—Ciertamente. Contestó el lagarto, provocando un
“Estas loco…” del chamán enano mientras miraba al cielo.
El demonio rojo parecía estar preparándose para otro
descenso, ahora que habían evadido su distintiva bola de fuego.
Crees que va a ser así de fácil, ¿no?
El chamán enano gritó ante la sombra mientras ésta
crecía constantemente.
—¡Pixies, Pixies, apresúrense, rápido! ¡Nada de dulces
para ti, …sólo necesito trucos!
Palabras llenas del verdadero poder de doblar la
realidad fluyeron, y el círculo mágico atrapó al demonio limpiamente.
Normalmente, la criatura nunca debería haber sido
capaz de escapar de las cadenas de la gravedad, por mucho que aleteara. Los
demonios menores aún eran demonios; estos monstruos vivían para torcer el orden
natural.
— ¡ARREMERRRRRR!!
El demonio, que había caído a la tierra, aulló y agitó
sus alas poderosamente, rompiendo los lazos mágicos que lo sostenían. Se
vengaría de ese enano, de ese lagarto y de ese elfo. El solo hecho de pensar en
la sangre de un antiguo elfo mayor, el olor de su hígado, era suficiente para
avivar la codicia de la básica criatura.
— ¡Toma esto!
Fue una flecha de ese mismo elfo la que puso un
doloroso fin a esa avaricia. Ella se había asomado, apoyándose contra el borde
del carruaje, y despiadadamente disparó una solo flecha con punta de brote
contra el monstruo.
— ¡¿AREEERM?!
Golpeado por el tormento, el demonio fue un poco
demasiado lento para darse cuenta de la cuerda atada a la flecha. Y eso era
todo el tiempo que el carruaje necesitaba para coger velocidad y tensar la
cuerda.
Un espantoso rugido de desesperación, suficiente para
hacer que la sangre se congelara, resonó por la llanura.
El demonio no podía haber imaginado que sería
arrastrado por el suelo detrás del carruaje. Había cierta lástima en él
mientras rebotaba, reprimido por el grupo mientras se arrastraba por el suelo y
trataba desesperadamente de volar.
Los demonios menores aún eran fuertes. Si el trío no
podía controlar su posición, pronto tendría sus garras en la tierra, y si podía
mantenerse en pie, sólo tardaría un momento en estar en el aire. Y una vez en
el aire, sería peligroso.
— ¡¿Qué sigue?! Gritó la elfa arquera, sacando otra
flecha de su aljaba.
El sacerdote lagarto se levantó con facilidad. —Damos
el golpe final, por supuesto” Sostuvo uno de sus catalizadores, un colmillo,
presionado entre sus palmas. — ¡Oh, alas con forma de hoz del
velociraptor, rasga y rompe, vuela y caza!Una gran espada colmillo creció y
luego se agudizó en sus manos.
— ¿Qué hay del caballo? Pero cuando la elfa arquera
miró hacia atrás, vio a un guerrero diente de dragón con un firme agarre en las
riendas.
—Espera un segundo, Escamoso. Dijo el chamán enano,
con sus ojos abriéndose de par en par. — ¿Qué es eso del golpe final? N-no vas a…
— ¿Saltar? No seas tonto. El sacerdote lagarto agitó
su cabeza en un movimiento considerado que debe haber sido natural para él como
monje. —Eso sería ridículo.
Al instante siguiente, el carruaje crujió mientras el
sacerdote lagarto saltaba al demonio menor.
— ¡Oh, temibles nagas! ¡Miren mis obras, mis grandes
antepasados!
— ¡¿AREEERMEER?!?!
Garra, garra, colmillo, cola. Golpeó, cortó y desgarró
al demonio mientras éste luchaba por resistirse a él. La criatura abrió sus
mandíbulas para soltar una bola de fuego, pero el sacerdote lagarto aulló
“¡Grrrryaaahhh!”, y dirigió una patada a su garganta, aplastando su tráquea. Y
entonces su espada colmillo encontró la cabeza del demonio, cortándola sin
esfuerzo.
La cabeza se fue rodando por el suelo y desapareció
entre la hierba. El resto del cuerpo, aún adherido al carruaje, dejando un
rastro de sangre azul púrpura. El sacerdote lagarto, de pie encima del cadáver,
estaba muy tranquilo a pesar de la creciente cantidad de sangre que lo cubría;
levantó la cabeza alegremente.
—Ahh, me he ganado mérito este día.
El sol había empezado a asomarse por el horizonte, y
sus rayos cubrieron al sacerdote lagarto con una atmósfera indescriptible.
***
—Mira esto. ¿No acordamos en secreto que no íbamos a ir en su contra?
—Ah, pero mi sangre hierve a veces. Después de la
respuesta directa del sacerdote lagarto, este levantó alegremente un bloque de
queso con ambas manos. Abrió la boca y arranco un pedazo, cada bocado
acompañado de un grito de “¡Dulce néctar!” y un golpe de su cola contra el
suelo. —Porque soy una criatura de sangre caliente.
—Tus bromas nunca tienen sentido para mí. Gruñó el
chamán enano. Levantó las manos en señal de resignación, pero también para
indicar a la mesera que quería más cerveza. Cuando bebía con sus amigos, el
chamán enano sentía que sólo era cortés el llenar su barril que tenía por
barriga tan lleno como pudiera.
—Entonces, ¿estamos todos juntos?
—No entiendo lo que quieres decir.
—Tu flecha. Flecha y arco.
—Ahh. El sacerdote lagarto se ingirió el bien
masticado trozo de queso con un gran trago y se lamió las migajas de sus
labios. —La punta de la flecha es nuestra exploradora, el astil que nos
mantiene unidos eres tú, maestro hechicero, y yo soy la pluma…
—…El arco es esa chica, y Corta barbas sería el
arquero, ¿cierto?
—Sólo así, sólo así.
El chamán enano tomó la cerveza que le trajo la
mesera, mirando ala sacerdote lagarto asentir por el rabillo del ojo. Se llevó
la rebosante copa a su boca y tomó un sorbo, luego la bebió de un solo trago.
—Por muy reconocido que sea un arquero, si sólo
dispara al cielo, algún día se hará daño.
—Pero si no cazamos nada más que goblins, ¿eso es
bueno o malo? El chamán enano, con su cara roja, soltó un eructo y se pasó una
mano por la barba para secarse algunas gotas.
—Cualquiera que sea el caso… Dijo el sacerdote
lagarto.
—De hecho, en cualquier caso. Estuvo de acuerdo el
chamán enano.
—Es un buen equipo.
—Aquí no hay quejas.
El sacerdote lagarto sonrió con sus grandes
mandíbulas, y el chamán enano soltó una sonora carcajada. Los dos tomaron las
copas frescas que les habían traído y las chocaron.
—Por los buenos amigos.
—Por los buenos compañeros de batalla.
—¡Por las buenas aventuras!
¡Cierto, cierto! Cuando las copas fueron levantadas tres veces, ya estaban vacías.
Así la noche se intensificó para los aventureros.