City of Witches capítulo 264
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City of Witches - Siwoo Brujo |
Salvación III
Por su
naturaleza, las brujas nunca aceptarían órdenes de nadie.
En el mejor de
los casos, sólo cumplirían sus misiones dentro de un sistema ya establecido.
Ni siquiera los
grandes títulos de Duquesa de Gehenna o Directora de Sucursal de un Witch Point
les darían cualificación para mandar a otras brujas.
Las siete brujas
que Sua Agatha llamó sólo vinieron porque habían prometido ayudar en caso de
emergencia.
Esas brujas
estaban ahora cómodamente sentadas en el sofá dentro de la Oficina de la
Directora de Sucursal.
Si alguien que no
supiera nada mejor viera esta escena, probablemente pensaría que esas mujeres
estaban intentando competir por un premio de belleza o algo así.
Cada una de las
brujas tenía un color de cabello, un color de ojos y un tono de piel
diferentes, pero todas eran objetivamente hermosas.
“Hoaahm~ El viento
se ha agitado últimamente.”
La bruja de 170
cm de altura, la “Bruja de la Cosecha”, dejó escapar un bostezo mientras
apoyaba la espalda en el sofá.
Tenía una
saludable piel bronceada y su revelador vestido parecía desaliñado debido a su
postura sentada, pero no parecía importarle. En lugar de eso, giró sus muslos
saludables, tratando de mostrarlos.
Los demás no
dijeron nada, pero destilaban una atmósfera similar.
“¿De verdad tengo
que hacer esto?”, “Es molesto”, etcétera. Estaba claro por sus expresiones que
estaban tratando de decir eso.
En todo caso,
parecían más interesados en Siwoo que en la razón por la que la Directora la
sucursal las había llamado.
“¿Hola? He oído
hablar mucho de ti, pero creo que es la primera vez que nos vemos.”
La Bruja de la
Cosecha, Evelynn Imhotep, pisó sus tacones y le guiñó un ojo a Siwoo, tratando
de coquetear con él.
“Hola.”
Le gustara o no,
tuvo que devolverle el saludo.
Él realmente no
apreciaba este tipo de coqueteo, especialmente cuando era un día como hoy.
La historia de
Della todavía lo sorprendió.
Para usar una
analogía más fácil de entender, era como escuchar la noticia de que un ataque
terrorista a gran escala por un grupo religioso armado ocurriría en el corazón
de Seúl.
Para él esto no
era cosa de risa.
Después de todo,
la vida de diez millones de personas estaba en peligro.
Era como la
masacre del otro día, sólo que a una escala mucho mayor.
Incluso ahora,
Siwoo podía recordar vívidamente la visión de la sangre y los intestinos
esparcidos por el suelo, pintándolo de rojo. Sólo de pensarlo se le revolvía el
estómago.
“En primer lugar,
a esta mujer le gustaría expresar su gratitud a todos los que se han reunido
aquí.”
Sua, que había
estado preparando los datos para su sesión informativa, entró en la sala
mientras portaba una pizarra con su telequinesis.
“Debería hacerlo,
teniendo en cuenta que puede hablar de esto por correo electrónico o por
teléfono.”
Aquella respuesta
bastante cortante procedía de la “Bruja de Cristal”, Patricia Khazad.
De piel blanca
pura y tez pálida.
Si la yuki-onna[1] existiera de verdad, probablemente se parecería a ella.
“Disculpas por la
poca antelación, pero la situación es bastante urgente.”
“Oh, vamos, dale
un respiro. No es como si estuvieras haciendo otra cosa que garabatear al azar
en esa pequeña habitación tuya de todos modos.”
“Supongo que es
difícil para una bruja que desperdició su vida por placer entender la
importancia del tiempo.”
Patricia y
Evelynn se lanzaron inmediatamente esas palabras. Parecía que se conocían lo
suficiente.
Ellas dos no eran
las únicas que lo hacían, así que el ambiente dentro de la sala se volvió
caótico con bastante rapidez.
Esto hizo que
Siwoo pensara que los alumnos de primaria eran más disciplinados que ellas.
“Ahora mismo,
Seúl se enfrenta a una crisis sin precedentes, mayor que cualquier otro
desastre, un plan traicionero más meticulosamente planeado que cualquier otra
amenaza que haya existido.”
Y así, Sua les
contó lo que Della le había dicho.
Cómo la Bruja
Cobarde estaba planeando una masacre.
Y cómo ella ya
había terminado su preparación.
Ella tampoco
ocultó los detalles sobre los Caballeros Blancos; sus orígenes y fortalezas.
Es más, incluso
hizo hincapié en el peligro que corrían si intervenían en la situación.
Las brujas no se
reunieron aquí para luchar por la justicia o algo así.
Eran más bien
mercenarias.
Si Sua les
ocultara algo o les mintiera, no dudarían en marcharse a mitad de camino.
Por eso era mejor
decirles la verdad y pedirles su sincera colaboración. De esta manera no
tendrían que lidiar con desertoras durante durante el combate.
“...”
“...”
Mientras Sua
explicaba con calma la situación, el ambiente caótico se atenuó.
En su lugar, las
brujas miraban a Sua con diferentes expresiones en sus rostros.
Algunas llevaban
una mirada indiferente, otras parecían molestas, y algunas esbozaban una
sonrisa amarga.
“Ya te he oído.
Finjamos que nuestra charla del otro día nunca ocurrió.”
Una bruja, que
llevaba un atuendo de bruja muy anticuada, salió de la habitación sin vacilar.
Ella era un
miembro de Tabla Esmeralda, alguien a quien incluso Gehenna tendría problemas
para invitar.
Tal vez pensó que
las habilidades de los Caballeros Blancos eran demasiado difíciles de manejar
para ella, por eso se marchó con tanta decisión.
“Lo siento, el
asunto es diferente de lo que esperaba, así que tendré que ausentarme. Nos
vemos...”
Una bruja,
miembro del Witch Point incluso, que había estado mirando alrededor, dudando,
se levantó de su asiento.
Quedaban cinco
brujas en la sala, excluyendo a Siwoo, Sua, Eloa y Della.
“Quiero oír cuál
es tu plan. No puedes esperar que estemos de acuerdo sin escuchar los detalles,
¿verdad?”, preguntó Evelynn mientras cruzaba las piernas. Ante esto, Eloa dio
un paso al frente.
“Antes de que el
'altar' creado por la Bruja Cobarde esté terminado, nos colaremos en el canal
donde ella instaló su taller.”
Si se quedaban
sentados sin hacer nada, acabarían cayendo en manos de Xóchitl.
Pero, como dijo
Della, por muy fuerte que fuera Eloa, seguía sin poder detener la lluvia sólo
con la palma de la mano.
La propia Della
no sabía cuál era exactamente el propósito del altar de Xóchitl.
Lo que sabía era
que estaba relacionado con que Xóchitl desatara a sus Caballeros Blancos y que,
si lo hacía, habría innumerables bajas. Eso era lo único que tanto Sua como
Eloa no querían que sucediera.
“Eso suena como
un plan peligroso. No hay forma de que la Bruja Cobarde se quede quieta si
entramos en su guarida. Yo misma me volvería loca si estuviera en su lugar.”
“La Srta. Sua ya
ha preparado una contramedida para eso. Extenderá una barrera por todo Seúl. A
diferencia de una barrera normal, esto evitará que alguien entre y salga
fácilmente.”
Antes de esto,
Sua había colocado su magia sobre ciertos lugares de la ciudad.
El objetivo de la
Bruja Cobarde era matar gente.
Así que, si
enviaba a sus Caballeros Blancos y descubría que no había gente alrededor para
matar, definitivamente les ordenaría romper la barrera que Sua había colocado.
El problema aquí
era que la barrera era simplemente estándar y la escala era más grande de lo
habitual.
“Ésta hará todo
lo posible para mantener y proteger la barrera.”
Aun así, su papel
era evitar que la barrera se derrumbara y que los civiles quedaran atrapados en
ella.
“Entonces, ¿qué
vamos a hacer?”
“No importa lo
fuerte que sea, todavía no puedo enfrentarme a todos esos Caballeros Blancos yo
sola. Así que, su deber sería entrar en la vía fluvial e intentar acabar con
todos los que puedan.”
“Entonces,
¿simplemente ir allí y enfrentarlos de frente? Ese no es un buen plan.”
Patricia, que
había estado escuchando en silencio, meneó la cabeza al decir aquello.
Su cabello, tan
blanco como la nieve, se agitó al hacerlo.
Aunque sus
palabras sonaban razonables, al final no proporcionaban ninguna salvaguarda ni
desplegaban ninguna medida especial.
Al darse cuenta,
las tres brujas de la sala intercambiaron miradas y se marcharon.
Ahora, las únicas
que quedaban dentro eran Evelynn, la bruja Latina, que seguía sentada con
valentía...
Y la bruja
Eslava, Patricia, que llevaba una expresión fría como el hielo.
Ambas eran brujas
que confiaban mucho en sus habilidades y manejaban la magia física.
Aunque había
menos gente participando de lo planeado, no era como si hubiera algo que pudieran
hacer.
Tampoco podían
intentar buscar más mano de obra porque el “altar” podría estar terminado
mientras lo hacían.
Lo único que
podían hacer era atacar rápido para tomar desprevenida a Xóchitl.
“Gracias por
quedarte.”
Eloa inclinó
cortésmente la cabeza ante las dos brujas que quedaban.
“Bueno, ya me
pagaron, así que al menos debería fingir que trabajo, ¿no?”
“Por favor, no
esperes demasiado de mí. Si siento que mi vida corre peligro, me retiraré de
inmediato.”
Las dos brujas
respondieron con desdén.
Después de que
dijeran sus palabras, Siwoo finalmente habló, aunque con una voz bastante
tranquila.
“Yo también
participaré.”
“¡No va a pasar!”
Para sorpresa de
nadie, Eloa le interpeló de inmediato.
Ella no se detuvo
en eso, se acercó para agarrar su cuello de la camisa con manos temblorosas.
“¡Tú, ven aquí!”
Ella entonces lo
arrastró al pasillo y sólo después de eso le soltó el cuello de la camisa.
Su pequeño cuerpo
temblaba como un pájaro bajo la lluvia, un completo contraste con hace un rato,
cuando podía mantener perfectamente la compostura.
“¿Entendiste
siquiera lo que estabas diciendo?”
“Sí.”
“Has recibido esa
siniestra adivinación, ¿verdad? No está garantizado que sobrevivas aunque te
quedes quieto, ¿y ahora me dices que quieres meterte en el lío? ¿Crees que eres
tan fuerte que puedes meterte así como así? ¿Huh?”
Eloa tenía miedo.
Ella no quería
volver a cometer el mismo error, no podía permitirse perderlo.
Por eso intentó
disuadirle de ir con un tono bastante fuerte que no encajaba para nada con su
tono habitual.
“Pero, esta es la
situación en la que necesitamos toda la ayuda posible.”
Normalmente,
Siwoo acataba sus palabras, aunque sólo afectasen a las cosas más triviales,
pero esta vez no era el caso en absoluto.
La miró fijamente
antes de transmitirle sus pensamientos.
“Soy lo
suficientemente fuerte como para encargarme de unos cuantos Caballeros Blancos,
además tengo el trébol de la Srta. Periwinkley su 'pacto', Maestra, estaré
bien. No se preocupe, no me forzaré. Conozco mi límite y te prometo que no me
excederé.”
“No. No lo
permitiré. Jamás.”
“Maestra.”
“No te escucharé.
Digas lo que digas, no cambiarás mis pensamientos.”
Eloa se tapó los
oídos, negándose a escuchar sus palabras.
Entonces, él le
puso suavemente la mano en el hombro.
Eloa no era
estúpida.
Ella sabía que él
ya había tomado una decisión y que ella no podría disuadirle de pensar lo
contrario.
Después de todo,
esta era la razón por la que quería hacerse más fuerte en primer lugar; para
proteger a los inocentes.
“Maestra, no
tiene que preocuparse demasiado por mí. Mi magia de autoesencia me permite
moverme a una coordenada que yo especifique cuando quiera. También tengo la
Caja de Música para ocultar mi presencia. Contigo protegiéndome, deberíamos
tener tiempo suficiente para huir cuando llegue el momento.”
Dijo así, sin
saber que ésa era la razón por la que ella deseaba detenerlo tan
desesperadamente.
Eloa recordó
vívidamente la última conversación que tuvo con Ravi, quien insistió en que
quería luchar para proteger a los inocentes.
Ella sabía muy
bien que Siwoo había vuelto a fortalecerse y que sería una gran activo para
luchar contra el Caballero Blanco, pero su trauma la disuadía de dejarle
marchar.
Por eso, ella se
aferró a su manga, tratando de suplicarle desesperadamente.
“¿Por qué quieres
ir con tantas ganas...? Nadie te criticará aunque huyas... ¡Mira lo que acaba
de pasar! ¡Incluso brujas con más experiencia que tú se echaron atrás sin
dudarlo!”
Ella no estaba
equivocada en absoluto.
Aunque sus
palabras sobre que necesitaban toda la ayuda posible eran ciertas, para
empezar, era dudoso que él ayudara mucho.
Como mucho, se
encargaría de unos cuantos Caballeros Blancos y se iría.
“Sé muy bien que
puedo huir si quiero.”
La situación era
diferente de las veces en que fue enviado abruptamente al campo de batalla y
tuvo que arriesgar su vida.
Tal vez, su
coraje no era más que su tonta ingenuidad.
“Entonces... ¿por
qué no huyes? No necesitas arriesgar tu vida...”
“Maestra.”
Siwoo miró
fijamente a los ojos magenta de Eloa con una mirada seria.
Él no se
consideraba especial.
Él más que nadie
sabía lo torpe que era, cuántos errores cometía y todas las estupideces que
había hecho.
Algunas incluso
le hacían reír a carcajadas por lo idiotas que eran.
Shin Siwoo era un
cobarde.
Era un cobarde
que no deseaba otra cosa que cerrar los ojos y dar la espalda cada vez que
tenía que enfrentarse a una crisis. Para taparse los oídos y fingir que no oía
cuando alguien le pedía ayuda. Alguien a quien le temblaban violentamente las
piernas ante la muerte.
Pero en su
corazón siempre había permanecido una convicción clara e inquebrantable.
Una creencia que
le enseñó la vida misma.
“Si hubiera
seguido huyendo cada vez que tenía la oportunidad, no estaría aquí.”
Si hubiera
elegido sucumbir a la vida de un esclavo, donde la comida y la ropa escaseaban,
donde el lugar en el que vivía apenas podía llamarse siquiera “refugio”, no
podría usar magia como lo hacía.
Si hubiera optado
por huir cuando se enfrentó al temible Homúnculo por primera vez, probablemente
habría caído presa de él junto a las gemelas.
No es que no
sintiera miedo.
Lo sentía, pero
en el momento en el que podría haber cedido a su miedo, decidió desafiarlo y
dar un paso adelante. Esa era la razón por la que hoy podía estar aquí.
La única vez que
sucumbió completamente a su miedo...
Casi pierde su
vida y la de Sharon a manos de la Bruja Ahogada.
En su vida hasta
ahora, no hubo un solo momento en el que huir terminara siendo la elección
correcta.
“Entiendo por qué
está preocupada, Maestra, pero... no puedo dejar morir a los inocentes. Lo
siento, pero tengo el poder de hacer algo, así que quiero hacer todo lo que
pueda.”
Eloa no pudo
detenerlo.
Ella sintió una
profunda sensación de déjà vu ante sus palabras.
Tenía el temor
persistente de que si seguía disuadiéndole de ir a estas alturas, la historia
se repetiría de nuevo y acabaría perdiéndolo como cuando perdió a Ravi.
Se negaba a
repetir el error de su yo insensata e inmadura.
Eloa cerró los
ojos.
Sus largas y
bonitas pestañas temblaban con fuerza.
“De acuerdo. Pero
no te alejes de mi lado.”
“Gracias—”
“¡Y!”
Justo antes de
que Siwoo intentara inclinar la cabeza en señal de gratitud, Eloa le agarró las
manos.
“Si sientes el
más mínimo peligro, huye inmediatamente.”
“Sí. Ese es mi plan desde el principio.”
Aunque su mano se sentía demasiado pequeña para cortar a los poderosos enemigos a los que podrían enfrentarse, Eloa apretó con fuerza la mano de él.
Referencias
- Nota de RKB7: Yuki Onna (雪女, mujer de las nieves) es un espíritu o yokai del folclore japonés. Es un personaje importante en la literatura, manga y animación japonesa. ↩