City of Witches capítulo 276
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City of Witches - Eloa Tiphereth |
Maestra VI
Parte 1
“¡Jajajaja!”
En aquella vasta cavidad que solía ser la sala de bombas y motores del
túnel de la vía fluvial...
El tenue y estrecho espacio donde se colocó el “altar”...
Paola Xóchitl, la Bruja Cobarde, reía y lloraba, y reía y lloraba, una y
otra vez.
La mitad de su rostro, la parte horriblemente desfigurada, se torcía en
una sonrisa enloquecida mientras sus lágrimas caían sin control.
¡Lo he organizado todo meticulosamente!
Ella se lamentó.
Aprovechando las sucesivas derrotas y el estado de debilidad del
Caballero Rojo, le arrebató la Rama Roja.
Su objetivo era el poder de “distorsión” que tenía la lanza.
Basándose en el concepto de distorsión, quería crear un artefacto capaz
de torcer las reglas, reescribir la historia y alterar los acontecimientos del
pasado.
Para ello, cultivó “lazos humanos” e “incontables cadáveres y corazones”
con la “Flauta de Dagon”.
Después de eso, montó el altar mientras ofrecía oraciones continuamente
manteniendo las funciones del sistema nervioso y el cerebro de 1440 personas.
Incontables vidas se perdieron por ello, pero no importaba.
Su deseo de deshacerlo todo pesaba más que las vidas perdidas.
Ella quería lavar los días llenos de arrepentimiento y buscar la redención.
Éste fue el fruto de sus esfuerzos.
Paola rió histéricamente con lágrimas cayendo por su rostro. Se agarró
al altar y abrazó la gran flor que brotaba de él.
Tenía la forma de un delicado loto floreciendo en un estanque.
A pesar de haber nacido a costa de innumerables sacrificios, seguía
siendo un artefacto que desprendía un aire sagrado y misterioso.
“¡Jajajaja!”
Para evitar cualquier interferencia de otras brujas, había enviado a sus
cuidadosamente nutridos Homúnculos para eliminarlas o intimidarlas.
A ella no le preocupaban las lagunas en su poder.
Siendo realistas, ¿quién podría derrocar a su ejército de 1.200
Caballeros Blancos, que había creado lo más parecido posible al Caballero Rojo,
al propio Caballero Rojo y a la poderosa Rama Roja potenciada?
Como ella esperaba, otras brujas no estaban muy dispuestas a
involucrarse en todo este lío. Lo veían como una gran molestia y huían como
ratas.
El hecho de que sólo tres de ellas se atrevieran a entrar en el túnel
del canal lo confirmaba.
Ella más que nadie sabía que había cruzado varios límites en el proceso.
Sin embargo, tal como le había informado la Bruja de los Susurros, la
Duquesa Keter no se movió.
Todo se estaba desarrollando según lo previsto, casi demasiado perfecto.
Solo le quedaba una cosa por hacer para cumplir el sueño de su vida, el
plan en el que llevaba décadas trabajando.
Desatar a los Caballeros Blancos y hacer que acorralaran a más humanos.
Entonces ella usaría esta flor mágica para chupar sus vidas, lazos y
maná, en el que todos ellos serían utilizados para traer a su aprendiz de bruja...
de vuelta a la vida.
Después de eso, planeó otorgarle a su aprendiz su marca apropiada y
confesar todo.
Lo arrepentida que estaba...
Lo asustada que había estado...
Y que no sabía que interrumpir el ritual acabaría con la vida de su
aprendiz...
Admitir que todo había sido un gran error y confesarle cuánto la amaba.
Quería abrazarla y pedirle perdón.
En el mundo de las brujas, lo que hacía la maestra afectaba a la
aprendiz.
Al igual que los sucesores de una Exiliada se convertían ellas mismas en
Exiliadas, y la aprendiz que heredaba la marca de una Exiliada Criminal se
convertía también en una Criminal.
Aunque, a veces, los peces gordos del Árbol de Sephiroth se reunían y
discutían cosas sobre romper esta cadena de herencia. Podían optar por perdonar
a la aprendiz y dejarla volver a Gehenna. Pero, para alguien como Paola, que
había cruzado claramente la línea que nadie debería cruzar, era casi imposible
que le concedieran el perdón.
Aunque eso no le importaba.
Todo lo que ella quería era recuperar a su aprendiz, cuya voz, rostro e
incluso nombre se habían borrado de su memoria.
Eso era lo único que le importaba.
Si dispusiera de un día más —no, con medio día bastaría—, todo seguiría
como lo había planeado.
Con esta flor, podría haberla revivido y pasarían sus últimos momentos
juntas.
Pero entonces, dos personas aparecieron y destrozaron todo su plan.
Eloa Tiphereth.
Una Duquesa, en el puesto 23, conocida por sus esfuerzos en cazar
Exiliadas Criminales.
Paola sabía de ella.
Pero, con suficiente preparación, realmente pensó que podría ganar
contra ella, y de hecho, la victoria estaba casi a su alcance.
Los Caballeros Blancos que desplegó estratégicamente fueron desgastando
poco a poco a la Duquesa.
Una vez que estuvo lo suficientemente debilitada, envió al Caballero
Rojo junto con todos los Caballeros Blancos y finalmente pudo someter a la
formidable Duquesa.
Estaba a sólo un paso de la victoria.
Si el Caballero Rojo hubiera acabado antes con la vida de la mujer,
habría ganado esta lucha.
Después de todo, la Rama Roja todavía era capaz de funcionar
correctamente en aquel momento.
Aunque el Caballero Rojo sufrió graves daños, mientras pudiera conseguir
la marca de la Duquesa, Paola aún podría restaurar tanto al Caballero Rojo como
a todos los Caballeros Blancos que habían caído.
Pero un hombre saltó a la lucha y lo cambió todo.
No era, ni mucho menos, un enemigo formidable.
Tampoco era una existencia amenazante.
Su presencia era tan débil que ella ni siquiera lo consideró en lo más
mínimo.
Sin embargo, intervino en el momento más crítico y acabó con la vida del
Caballero Rojo.
En ese momento, su derrota se hizo segura, de la manera más absurda.
“Jajajaja…”
Esto era demasiado absurdo para que ella lo soportara.
Era el equivalente a tropezar con un guijarro justo antes de alcanzar la
meta, después de pasar por formidables oponentes y desafíos, como si el mundo se
estuviera burlando de ella.
Ni siquiera podía sentir ira ni odio.
Sólo vacío y una sensación de inutilidad.
En cualquier caso, sabía que tenía que salir de aquel lugar.
Su sentido común se lo decía.
Dado que la Duquesa se había adentrado en el túnel sin adivinar la
dirección ni nada por el estilo, era de suponer que Della le había avisado del
lugar.
Pronto vendrían aquí para juzgarla, porque había cometido actos tan
atroces.
Paola nunca fue de las que pisan directamente el campo de batalla, y más
ahora que sabía que su oponente era LA mismísima Duquesa Tiphereth.
No había manera de que ella fuera capaz de ganar en una confrontación
directa.
“...”
Ella miró la flor de loto con una mirada inexplicable.
Anhelo, locura, obsesión, arrepentimiento, afecto persistente,
arrepentimiento, sacrificio, resentimiento, autodesprecio, todo tipo de
emociones se mezclaban en su interior.
La flor de loto, que emitía una tenue luz que iluminaba el entorno,
permanecía indiferente a su situación, floreciendo simplemente en soledad para
mostrar su esplendor.
No había forma de que ella pudiera traerlo consigo.
El altar no podía moverse.
Tampoco la flor de loto que brotaba del altar.
Doblegar las reglas de causa y efecto, o mejor dicho, rebobinar el
tiempo, era una hazaña que ninguna bruja había logrado jamás.
La realización de este “Loto”, con sus poderes de restauración de la
vida, para ella, una simple bruja de rango 19, fue posible no sólo por su
locura y obsesión, sino también por un golpe de suerte.
Lograr tal hazaña una vez más en su vida era poco probable.
Si ella se rindiera y huyera, eso significaría que abandonaría el
objetivo final que había perseguido toda su vida.
Por eso, incluso cuando oyó los pasos de la parca acercándose para
reclamar su vida, permaneció congelada en su sitio.
—¡Clack, clack, clack!
Esas eran una serie de pasos casuales.
Acompañada por el eco silencioso que resonó dentro de la cavidad, Eloa
Tiphereth, la Bruja del Pacto, se reveló.
Parte 2
El maná que Eloa recibió de Siwoo era puro a un grado impactante.
Era tan puro que sería fácil olvidar que estaba allí si no se le prestaba
atención.
Además, tardó menos de un minuto en asimilar el maná puro y almacenarlo
en su marca.
El hecho de que Siwoo, un brujo, fuera capaz de inyectar maná a través
de relaciones sexuales era lo bastante asombroso como para convertirlo en
sujeto de investigación.
En cualquier caso, gracias a su dedicación, consiguió adquirir una
cantidad suficiente de maná.
Ahora mismo, se encontraba ante la cavidad, posponiendo el pago del
pacto mientras reforzaba su cuerpo con seis pactos, dejando cuatro que podría
utilizar más tarde.
Frente a ella estaba la sala de bombas de la que le había hablado Della.
Bueno, según el mapa que le proporcionó Sua, parecía ser el caso, como
mínimo.
“¿Puedes esperar aquí un momento?”
“¿Segura que no necesitas que te ayude en nada?”
En verdad, Siwoo ya había hecho su parte.
El hecho de que no hubiera señales de peligro en el camino significaba
que Paola no tenía recursos que pudiera utilizar libremente.
Se sentiría más tranquila teniéndolo a él cerca, listo para saltar a
ayudarla en cualquier momento, mientras ella podía desbocarse a sus anchas.
“¿Dudas de mí?”
Eloa dejó escapar una sonrisa mientras miraba a Siwoo.
Tras quedarse momentáneamente embelesado con su rostro, Siwoo asintió
lentamente.
“Por supuesto, confío en ti. De acuerdo, te espero aquí.”
Eloa le dio una palmada en la cabeza a Siwoo y se dirigió hacia el campo
de batalla.
La puerta de hierro crujió al abrirse, revelando a la Bruja Cobarde, la
razón de todo este lío.
Esta fue la primera vez que se conocieron cara a cara.
Ella era la Exiliada Criminal que había causado terribles desastres y
seguiría haciéndolo.
Pero estaba claro que parecía increíblemente agotada.
La mitad de su cara estaba arruinada, mientras que la otra hacía alarde
de su bonita tez blanquecina.
Ambos lados estaban lo suficientemente demacrados como para llamar la
atención de cualquiera.
La Bruja Cobarde, que apenas se sostenía agarrándose a una gran flor de
loto, se impulsó desde allí y encaró a Eloa.
“...”
“...”
Los dos se miraron en silencio.
Los ojos de ambas estaban llenos de complejidad mientras intercambiaban
esa mirada en silencio.
No había necesidad de conversación.
Lo que tenían que hacer estaba claro: matarse la una a la otra aquí
mismo.
Después de todo, su supervivencia estaba en juego aquí.
Una batalla era inevitable, ambas lo sabían instintivamente.
“Me ofrezco…”
Paola fue la primera en hacer su movimiento.
Su oponente era la Bruja del Pacto.
Sabía que no podía ganar, pero se aferraba a una débil esperanza de que
su oponente no estuviera al máximo de sus fuerzas.
Su plan era usar toda su fuerza para derrocar a la Duquesa y encontrar
una manera de sacar el Loto.
Ahora que no le quedaban más sacrificios, sólo podía ofrecer su
lamentable cuerpo para fortalecer a su Homúnculo.
Un maná tenue se extendió a su alrededor y sus piernas comenzaron a
pudrirse.
Al mismo tiempo, un subespacio se abrió detrás de ella.
Gruesos tentáculos, parecidos a los de un pulpo, envolvieron sus
putrefactas piernas.
En lugar de ventosas, cada uno de esos tentáculos estaba lleno de miles
de pequeñas bocas.
El Homúnculo enfermo, tras haber consumido una presa insuficiente para
su tamaño, se fusionó con el cuerpo de Paola como una sola entidad.
Para llenar el vacío de poder entre ella y su oponente, fusionó su propia
carne con el último Homúnculo que le quedaba.
“Por la presente declaro un pacto.”
Tras el cántico de Eloa, una ola de maná claro recorrió la cavidad.
Con seis de sus pactos agotados para la mejora del cuerpo, sólo tenía
cuatro disponibles para usar.
Su cuerpo aún no estaba en las mejores condiciones.
Aunque ahora poseía una gran cantidad de maná, seguía sin poder sentir
las extremidades de su cuerpo, como las puntas de los dedos de las manos y de
los pies, debido a que había pospuesto el pago de sus pactos.
Ella solo podía complementar esas partes de su cuerpo usando su maná
para obligarlas a moverse.
“Te cortaré.”
Al mover sus labios, la séptima letra comenzó a brillar.
El pacto fue sellado.
“Te cortaré.”
Su pacto no era simples “palabras”.
Se basaban en sugerencias verbales respaldadas por la manipulación de la
realidad.
Una vez hecho un pacto, podía torcer incluso la ley de la causalidad
para cumplirlo.
“Te cortaré.”
Por ejemplo, cuando ella designó un único objetivo y declaró: “Te cortaré”.
Todo su cuerpo se prepararía para ejecutar esa tarea.
Desde sus ojos, corazón, músculos, vasos sanguíneos, hasta los pequeños
fragmentos de sus células, se fortalecerían únicamente para ejecutar ese pacto.
“Te cortaré.”
Con eso, el décimo y último pacto estaba completo.
Esta fue la razón por la que Eloa Tiphereth era casi invencible en una
batalla uno contra uno.
Su cuerpo ejerció un maná increíblemente pesado, presionando el aire
circundante.
“¡Muere!”
Cuando esa palabra cayó, tentáculos se extendieron desde todas las
direcciones.
La criatura de otro mundo, una que no debería existir dentro de las
leyes de este mundo, se había asimilado con Paola y blandía sus tentáculos que
traerían muerte.
Sin embargo…
“...”
Aquella avalancha de tentáculos, que se contaban por cientos, no podía
ni tocar un mechón del pelo de Eloa.
Ella blandió con elegancia su espada, cortando eficientemente los
tentáculos que estaban fusionados con Paola, uno a uno.
La diferencia entre ellas era abrumadoramente grande, lo que hacía
imposible que Paola pudiera siquiera igualarla.
Entonces, el cuerpo de Eloa se lanzó hacia adelante.
Ignorando los tentáculos que la perseguían, hundió su espada
profundamente en el corazón de Paola.
“¡Agh!”
De la boca de la Bruja Cobarde brotó un chorro de sangre de color rojo oscuro.
A continuación, el Homúnculo que se había fusionado con ella también encontró la muerte, agitando inútilmente sus tentáculos.
Con expresión indiferente, Eloa retiró su espada.