City of Witches capítulo 356
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City of Witches - Diana Yesod |
Tutor Privado VI
Parte 1
Gehena, la Ciudad de las Brujas.
Era un lugar creado para servir a las brujas privilegiadas, por lo que no era de extrañar que el lugar se describiera a menudo como “próspero”.
La ciudad estaba libre de la contaminación causada por los combustibles químicos y los montones de basura, dejando intacta su belleza natural.
Sus edificios, conservados durante generaciones, no habían sido tocados por guerras y conflictos. Incluso las sencillas posadas poseían un encanto y una resonancia únicos.
Tanto las brujas como los ciudadanos que servían a esas brujas disfrutaban de la paz que Gehenna ofrecía.
Y esto venía sucediendo desde hacía siglos.
Sin embargo, toda opulencia tenía un precio, y Gehenna no era una excepción.
Bajo su cálida y próspera superficie, se cernía una enorme sombra oscura.
En esta ciudad, donde todo rebosaba elegancia, había quienes eran explotados y obligados a expiar sus pecados. Vivían en las sombras, desapercibidos e ignorados.
Los esclavos que no pertenecían al Ayuntamiento.
Eran condenados a muerte, enviados aquí por los gobiernos del Mundo Moderno que habían hecho tratos con las brujas nobles.
La mayoría de ellos fueron comprados por contrabandistas de Ciudad Fronteriza para trabajar hasta morir en los muelles.
En la mayoría de los casos, morían antes de terminar sus diez años de trabajo de doce horas diarias, azotados, mal alimentados, sin días libres garantizados, todo ello mientras se les empujaba más allá de sus límites.
Pero esto era algo que todos en la Gehenna aceptaban como normal.
Al fin y al cabo, aquellas personas eran criminales que habían cometido delitos muy graves, y estaban aquí para expiar sus pecados.
Ni siquiera se cuestionaban si este tipo de expiación estaba bien o mal. En todo caso, casi nadie se quejaba de lo injusto que era algo así.
A excepción de las propias víctimas, por supuesto.
—Dentro de un almacén en ruinas en el puerto de la Ciudad Fronteriza.
El almacén en sí se había dejado pudrir durante décadas desde que se construyó uno nuevo. No era más que un edificio abandonado.
Con la constante llovizna de Ciudad Fronteriza, el almacén, originalmente húmedo, oscuro y destartalado, parecía aún más una cloaca.
Naturalmente, las voces que provenían de su interior no podían considerarse más que chillidos de ratas.
“Apártate, ahora me toca a mí.”
“Maldito imbécil, deja de apurarme ya. Aléjate de una puta vez, cerdo de mierda.”
Sobre un montón de paja, una mujer yacía con las piernas abiertas y el cuerpo inerte.
Mientras tanto, los dos hombres empezaron a discutir mientras otros cinco se alineaban cerca.
En el centro del almacén, una hoguera hecha con cajas de madera rotas parpadeaba mientras las botellas de alcohol vacías rodaban a su alrededor.
Había unos veinte hombres en total, y todos ellos eran esclavos; presos condenados a muerte que habían sido comprados por los contrabandistas.
“¿Cerdo de mierda? ¿Cómo me acabas de llamar?”
El hombre gordo, que había estado discutiendo sobre quién se divertiría con la esclava antes de que la vendieran al burdel, temblaba de rabia al decir eso, con la papada estremeciéndose.
Al oír eso, el hombre musculoso que había estado inmovilizando a la mujer se ajustó los pantalones antes de avanzar.
El hombre gordo podía ser más pesado, pero el musculoso desprendía una atmósfera amenazadora que era imposible de ignorar.
“¿Qué? ¿Tienes algún problema, cerdo pedófilo de mierda? Solía matar a palos a cabrones como tú en la cárcel. Da gracias de que esto no sea una puta celda.”
“Maldito imbécil, te crees la gran cosa, ¿huh? Así que mataste a unos cuantos tios y te crees la mierda, ¿huh? ¿Crees que eres el único aquí que ha matado a alguien, puto?”
El hombre gordo llevaba tiempo aguantando tranquilamente este tipo de faltas de respeto, pero esta noche, bajo los efectos del alcohol, su arrogancia pudo más que él.
Cogió una botella de cerveza que había cerca con su mano regordeta y la rompió.
Los ojos de todo el mundo se centraron en él al instante y, al segundo siguiente, todo el lugar se llenó de risas burlonas.
Aunque la tensión en el aire era densa, nadie pensó que la pelea llegaría a gran escala.
“¡Kahaha! Mira a ese idiota, realmente rompió la botella.”
“Viejo, ¿quieres apuñalar a alguien con eso?”
El tipo musculoso se rió mientras sacaba un cuchillo de su cintura.
“Bien, bien. He estado deseando matarte, ¡cerdo! ¡Supongo que esta noche tendremos sopa de intestinos de cerdo!”
“Fenómeno musculoso, haciéndose el duro ahora, ¿huh?”
Normalmente, a los esclavos no se les permitía hacer nada por su cuenta, y mucho menos tocar a las mujeres o beber alcohol.
Pero estos tipos eran los “Diez Capataces”, un tipo ligeramente diferente de esclavo.
Los esclavos generalmente solían ser marginados sociales, como enfermos mentales, criminales, asesinos o violadores.
Era demasiado pedir para los contrabandistas controlar a esta escoria de la sociedad desechada por sus propias naciones.
Entonces, ¿cómo hacían trabajar a esta panda de ratas vagas y desorganizadas?
Muy sencillo: pusieron al mando a los más violentos y despiadados de ellos.
A cambio, les prometieron un trato ligeramente mejor y algunos beneficios para estos tipos.
Por supuesto, al final del día, estos beneficios equivalían a casi nada.
Pero los humanos, cuando se les empuja al borde del abismo, gustosamente se vuelven unos contra otros por algo tan pequeño como un trozo de pan. Aquellos contrabandistas lo sabían muy bien.
Y así, los Diez Capataces fueron asignados para mantener a los otros esclavos a raya, manejando las áreas que incluso los intermediarios no podían alcanzar.
“Suficiente.”
Justo cuando las cosas estaban a punto de convertirse en una pelea de cuchillos...
Un hombre se interpuso entre ellos.
Todo este tiempo, había estado observándolos en silencio cerca del fuego.
“¡Vamos, Jefe! ¡Ya viste lo que pasó! ¡Este cabrón me ha llamado cerdo de mierda...!”
El hombre tenía la cabeza calva y una mirada peligrosa.
Había una larga cicatriz que cruzaba su cara.
Era Jack el Cortador, el líder de la banda.
“¡Kwak!”
Jack agarró al gordo por el cuello y le propinó un rodillazo en la nariz sin dudarlo.
No se detuvo tras el primer golpe.
En lugar de eso, golpeó con su rodilla la cara del gordo una y otra vez, haciendo que los sonidos nauseabundos de los huesos crujiendo resonaran por todo el lugar.
El gordo, que había estado chillando de dolor, acabó por desplomarse en el suelo. Jack se quitó despreocupadamente los dientes destrozados que tenía clavados en la rodilla y bebió un trago de una botella.
“¡Si no te gusta que te llamen cerdo, entonces intenta perder algo de peso! En serio, ¿cuánta mierda has comido para convertirte en un cerdo gordo como este, huh?”
“Ugh... Lo-lo siento... Me-me equivoqué...”
“De todas formas, ¿qué sentido tiene que nos peleemos? ¿No habíamos acordado llevarnos bien? Muy bien, ahora vete, termina lo que empezaste.”
“U-Uh...”
Jack le dio unas palmaditas en el hombro al cerdo sangrante, antes de sentarse. Mientras tanto, el cerdo seguía disculpándose después de causar una pelea sin sentido.
En ese momento los chicos alborotadores se quedaron en silencio.
Un montón de imbéciles de mierda.
Pensar que tengo que quedarme con estos idiotas por el resto de mi vida me enferma.
¿Hasta cuándo tendré que seguir con esta vida?
Al principio, durante su primer año en Gehenna, Jack había fantaseado con violar a alguna bruja arrogante y escapar de esta maldita ciudad.
Pero, tras descubrir lo poderosas que eran realmente esas brujas, no pudo hacer otra cosa que jugar a ser el jefe entre esos idiotas.
Cualquier esperanza de venganza o sueño de un futuro mejor se había desvanecido.
Lo único que le quedaba era soportar esa vida miserable hasta morir.
Se repetía a sí mismo que ésta no era la vida adecuada para él, pero sin salida, lo único que podía hacer era agachar la cabeza.
“¿Estás harto de esto?”
Jack, que estaba dando sorbos a su cerveza, oyó de repente una voz desconocida.
Una voz suave y perezosa susurró justo a su lado.
Sobresaltado, se giró y vio a una bruja de pie junto a él.
La bruja tenía el cabello platino elegantemente rizado y los ojos verde jade.
Se sentó en una caja desgastada sin ningún rastro de aversión en su rostro, sintiéndose como en casa en este temido lugar.
Como si siempre hubiera vivido aquí.
“¿Q-Qué dem...?”
“¿Por qué demonios hay una bruja aquí...?”
Pensaban que no habían estado haciendo nada malo.
Codiciar a las mujeres, beber alcohol de vez en cuando... incluso según los Diez Mandamientos, eran pecados menores a lo sumo.
Y sin embargo, una bruja apareció de repente en este sucio escondite. El hecho fue más que suficiente para aterrorizarlos a todos.
Una ola de inquietud se extendió rápidamente por el grupo.
“¿Qué te trae por aquí? ¿A un lugar tan humilde?”
“Para explicar eso, primero tendré que presentarme.”
La bruja, que había aparecido de la nada, dejó escapar una brillante sonrisa antes de cruzar las piernas.
“Soy un hada buena que busca hacer realidad los deseos de la gente. Me llamo Bianca Belleli, pero también me llaman la Bruja del Deseo. Pueden llamarme simplemente Srta. Bianca.”
Su presentación excesivamente alegre dejó a todos atónitos por un momento.
Uno de los Diez Capataces, que había estado merodeando cerca, de repente cayó de rodillas a sus pies.
“¡Saludos, noble bruja! Me llamo Harvey. Si me llevas contigo, te serviré con todo mi corazón. Por favor, acéptame como tu esclavo.”
Ser vendido como esclavo de una bruja…
Fue una apuesta con un resultado impredecible.
Mientras que algunas brujas podían utilizarlos como simples sirvientes o esclavos sexuales, otras podían someterlos a experimentos mágicos legales, aunque crueles.
A pesar de ese riesgo, Harvey estaba dispuesto a apostar su vida.
Mientras tanto los demás lamentaron no haber actuado antes.
Al fin y al cabo, todos estaban hartos de sus vidas como esclavos.
Tanto que envidiaban a Harvey, que se atrevía a arriesgar su cuello siendo lo suficientemente audaz como para hablar.
Todos contuvieron la respiración, observando cómo reaccionaría Bianca.
Todos miraban en silencio para ver cómo aquella bruja, que había aparecido de repente, trataría a un esclavo que había interrumpido groseramente su conversación.
“¿Dijiste que tu nombre es Harvey?”
“¿Eh? S-Sí, ¡e-eso es! ¡Mi cuerpo está sano y puedo hacer lo que me pidas!”
“¿Ah sí? Hmm~ sí que pareces muy animado.”
Bianca alargó la mano y acarició suavemente la mejilla de Harvey.
La suave sonrisa en sus labios no mostraba ningún rastro de ira o irritación.
“Aunque no creo que pueda permitirme comprarte... En lugar de eso, ¿por qué no cumplo tu deseo? ¿Puedes mirarme a los ojos?”
Ella levantó la barbilla de Harvey, obligándolo a mirarla a los ojos.
Su fina lengua le lamió el labio superior de forma seductora.
Cumpliendo sus deseos.
Tan dulces palabras entraron en sus oídos, tentándolo.
¿Quizá la bruja está muy caliente y está buscando un esclavo para calentar su cama durante la noche?
Con los ojos llenos de expectación, Harvey se encontró con aquella mirada esmeralda de impresionante belleza.
“Hmm... ¿Parece que tienes hambre?”
“S-Sí, la tengo...”
Harvey miró a Bianca aturdido.
Era la primera vez que veía una bruja tan de cerca.
Ella era impresionantemente hermosa.
Fue como si hubiera perdido la capacidad de mirar a otra parte, mientras sus ojos se clavaban en aquellos impresionantes orbes verde jade.
“Bueno, esto es todo lo que tengo por ahora. ¿Estarás satisfecho con esto por ahora?”
Bianca sacó una barbacoa de su pecho. Era tan grande que Harvey se preguntó cómo podía consigo de esa manera.
La carne era gruesa, con la piel entrecruzada; crujiente por fuera y jugosa por dentro.
Su calidad y tamaño eran totalmente diferentes a los de la carne normal que se podía encontrar en Ciudad Fronteriza.
“¿De verdad puedo... comer esto?”
“Por supuesto que puedes. Te dije que cumpliría tu deseo, ¿no?”
Al ver la carne goteando jugo, Harvey abrió la boca de par en par y la mordió.
Esta carne...
¡Es increíble...!
Sintió el sutil sabor a mantequilla y romero de la superficie crujiente.
La carne en sí tenía un sabor perfecto, el mejor cerdo que había comido en toda su vida.
Harvey devoró la carne sin dudarlo, saboreando el sabor celestial que no había probado en años.
“*¡Gulp...! ¡Gulp...!* ¡G-Gracias...! Nunca había comido una carne tan deliciosa... Es la mejor... la mejor...”
Mientras Harvey devoraba la carne con avidez, Bianca le dio unas palmaditas en la cabeza antes de volverse de nuevo hacia Jack.
“Con esto debería terminar mi presentación, ¿no crees? ¿O hay algo más?”
—¡Crunch! ¡Crunch! ¡Crunch!
“L-Loco...”
“H-Hey, a-alguien, deténgalo...”
“¡¿Cómo carajo vamos a parar eso...?! ¡¿Por qué no vas tú en su lugar?!”
“¡Urp...!”
Todos lo oyeron...
El sonido de alguien masticando carne dura y huesos crujientes...
Y el sonido de alguien tragando sangre caliente y pegajosa.
Los rostros de todos se pusieron pálidos.
Algunos incluso empezaron a tener arcadas.
Desde el momento en que la bruja había hablado, Harvey había estado sonriendo mientras se comía su propio brazo izquierdo.
Incluso cuando sus dientes crujieron contra su propio hueso, incluso cuando tuvo que masticar a través de la sensación gomosa de sus propios tendones, no le importó.
Siguió con su espantosa comida hasta que se desplomó en el charco de sangre que había creado.
Dicha sangre fluyó hasta los pies de Bianca, manchando las puntas blancas de sus zapatos.
“Ahora deberías entender quién soy, ¿no?”
Ni siquiera una bruja mataría a alguien tan insensatamente sin una razón.
Pero había un tipo de bruja que actuaba de esa manera.
“... Una Exiliada...”
“Mhm. Un tipo especial de Exilio, una Criminal Exiliada, de hecho. Guardo un profundo rencor contra los que viven cómodamente en Gehenna, igual que tú.”
Bianca se puso un cigarrillo en la boca y le susurró a Jack.
“¿No estás frustrado? Has sido mangoneado por ellos todo este tiempo. ¿Vas a seguir viviendo como un gusano hasta que mueras sólo por un delito insignificante?”
Jack miró a la bruja.
Aunque su cuerpo temblaba de miedo, lo sintió claramente.
La persona que tenía delante era la clave para cambiar su monótona e impotente vida.
“¿Qué tengo que hacer?”
“Es sencillo. Te daré poder. El poder de vengarte de las brujas que te han despreciado y tratado como basura. Sólo escucha mi oferta primero... Definitivamente te gustará~”
Mirando al tembloroso esclavo, una sonrisa floreció en el rostro de Bianca.