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Goblin Slayer Vol. 1 capítulo 4

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 Goblin Slayer volumen 1 capítulo 4 en español


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Goblin Slayer vol. 1

 La Fortaleza de la Montaña en Llamas


Después de un banquete que duró tres días y tres noches, los goblins estaban en su mayoría satisfechos.

Los restos de su presa ensuciaban el suelo que una vez había sido un opulento salón, ahora violado con excremento y hedor a cadáveres.

Antes, solo había hecho una ligera captura, pero ahora tenían cuatro presas frescas. Cuatro mujeres, nada menos. Humanas, por supuesto, pero también una elfa y una rhea* Los goblins naturalmente se exaltaron por esto, y su celebración fue sin restricciones – como si los goblins alguna vez mostraran restricción.  (*Guardiana de la montaña).  

Las chicas estaban salvajemente sobrepasadas en número por los goblins, acorraladas, completamente rodeadas por ellos… Lo que sucedió después difícilmente se puede repetir.

Pero esas no eran las granjeras de costumbre.

Los cuerpos expuestos, ropas brutalmente desgarradas, eran cada una diferente, pero todas mostraban los efectos de largo entrenamiento. Su piel estaba bronceada, con cicatrices que hablaba de viejas heridas, y cada vez que jugaban con ellas, músculos endurecidos eran visibles.

Y en la orilla de la habitación, arrojado al lado como basura, estaba una pila de armaduras y cascos robados, espadas, y escudos.

Estas mujeres eran aventureras del octavo rango, Acero – o más bien, habían sido. Ahora, ninguna de ellas estaba respirando.

¿Cómo sucedió esto?

Ese fue el último pensamiento que pasó a través de la mente de la hija de un noble que había sido la líder del grupo.

¿Habían estado tan equivocadas en tomar esta aventura, agarradas por la justa indignación al escuchar sobre las chicas del pueblo siendo raptadas y esperando ser liberadas?

La fortaleza de la montaña había sido construida de árboles antiguos por los elfos, y era un lugar desconocido para los aventureros, un laberinto del que no tenían guía. Así que nunca bajaron su guardia.

También se prepararon tan bien como pudieron en el pequeño pueblo, sabiendo bien cuantos goblins las esperaban. Simplemente sabían que tenían que rescatar a esas chicas.

Estas no eran novatas; habían ido a un gran número de aventuras y tenían una buena cantidad de entrenamiento y habilidad. En el frente, la líder en armadura tenía su arma preparada, y una arquera rhea miraba el área como un halcón. Guardando su retaguardia, una elfa hechicera estaba preparada con sus hechizos, y una sacerdotisa humana rezaba por milagros.

Habían mantenido esta formación, permanecido alertas, y revisaron cada pulgada de tierra.

No habían cometido errores.

La fría y dura verdad era que simplemente no habían tenido suerte.

Primero, la fortaleza – como era común en tales estructuras – estaba llena de trampas. Las trampas que los elfos una vez prepararon para rechazar a los goblins ahora, irónicamente, servía para mantener a los goblins seguros.

El cansancio de su Ranger de buscar las elaboradas, sensibles, y mortales trampas jugó un gran rol en lo que sucedió. Habían llegado al santuario interior de la fortaleza, y al final, la ranger pasó por alto un dispositivo de alerta.

— ¡Todas, formación!

Mientras la alarma hacía eco sonoramente, el grupo saltó a sus lugares al comando de su líder.

La hechicera en el centro, con su líder, la caballera, la ranger y la sacerdotisa en tres puntos alrededor de ella. No era sustituto para una buena y solida pared entre ellas y el adversario, pero era una formación fuerte.

Pero los goblins que las rodearon eran tantos, tantos. Llámalo si quieres, la tiranía de la mayoría.

La habilidad de arquería de la ranger era un regalo divino, pero incluso ella no podía aguantar cuando había más enemigos que flechas.

La hechicera usó cuatro de sus artes, – un gran número – pero eventualmente, su fuerza cedió.

La sacerdotisa continuó sus oraciones por milagros y protección hasta que ya no pudo rezar, y no tenía nada más.

Su líder luchó con su espada cubierta en sangre, pero mientras se cansaba, las goblins la abrumaron, y entonces su cacería había acabado.

Había un montón de cadáveres – aun así la lucha no podría haber durado una hora completa.

Y ahí entre los muchísimos cadáveres atravesados por flechas, mutilados por espadas, quemados por hechizos, una celebración comenzó.

—Hr… hrr la voz de la elfa estaba teñida con miedo.

— ¡A-aléjense… aléjense…! El rostro de la rhea era desesperado. La sacerdotisa rezó sin hacer ruido, y su líder mordió su labio lo suficientemente fuerte para sacar sangre.

Los goblins lamieron sus labios mientras observaban su presa, quienes se acurrucaban juntas y se abrasaban entre sí.

La tercera pieza de mala suerte del grupo fue que sus enemigos eran goblins.

Normalmente, los prisioneros de los goblins eran comidos o forzados a convertirse en recipientes de crianza, y algunas ocasionalmente dejadas solas, guardadas para un día lluvioso.

Pero esta vez era diferente.

Estas aventureras habían matado muchos de sus hermanos, y nadie estaba de humor para darles un final fácil.

Los goblins vivían por la ley de supervivencia, deseando sacrificar tantos de sus números como costara por ganar. Así que no se entristecían por las muertes de sus camaradas. Pero la ira y el odio a aquellas muertes corrían profundo.

— ¡G A R U R U!

— ¡G A U A!

Los goblins estaban encantados de encontrar vino entre las provisiones que habían tomado de las mujeres. Sus borrachas, pequeñas y malvadas mentes inventaron un juego horrible tras otro para jugar con sus prisioneras. Y tenían un pueblo al pie de la montaña – un lugar fácil para conseguir más juguetes si acababan lo que tenían aquí.

La pobre chica capturada difícilmente sirvió a 10 goblins antes de que no pudiera aguantar más.

No había esperanza.

La caballera, con sus ropas desgarradas, dio un clamoroso grito mientras un goblin la sostenía hacia abajo.

— ¡Bastardos! ¿Quieren humillar a alguien? ¡Empiecen conmigo!

Ella era la hija de una casa noble. Ella se había vuelto un caballero errante al servicio del Dios Supremo, responsable por administrar ley y justicia. Ella había contemplado cada maligno destino que podría caer sobre ella y estaba lista para afrontarlos.

Pero ella no estaba preparada para sacrificar a sus amigos.

Primero, la ranger fue usada para práctica de tiro al blanco ante sus ojos. La líder rogó a los dioses por la vida de su compañera. Porque la sacerdotisa había tratado de morder su propia lengua cuando los goblins tortuosamente la mataron, metieron las entrañas de su camarada en su boca. Cuando la hechicera fue quemada viva, el corazón de Caballera se quebró en mil pedazos, y su alma le falló.

Fue solo después de tres días y tres noches que los goblins finalmente concedieron el deseo de la líder.

Lo que le sucedió durante esos tres días a su cuerpo, tan estropeado que apenas parecía humano, no es apta para ser escrita.

El cuerpo de la aventurera que llegó a ellos, y la risa parloteada que hacía eco a través del valle, dejó a los aldeanos al pie de la montaña atormentados de miedo.

Pero hay excepciones para cada regla.

Por ejemplo, un goblin en deber de guardia estaba sosteniendo una tosca lanza y patrullando la muralla en el aire nocturno.

Él, y nadie más que él no se había reído.

Obviamente, no era que él sentía algún tipo de simpatía por las mujeres degradadas. Él simplemente estaba molesto porque había sido dejado fuera de la celebración.

Él había estado en deber de guardia, mirando el pueblo, cuando las aventureras atacaron, así que él no había participado en la cacería. Y él fue informado, él que no caza no tiene derecho de compartir el botín.

Él no tenía respuesta a ese argumento, así que silenciosamente se había retirado a la muralla.

El guardia tembló en su puesto, congelándose en el viento que soplaba por la montaña. ¿Era posible sacar la paja más corta?

Le habían compartido un dedo quemado. A él al menos le hubiera gustado un pedazo de la rhea. Él masticó el dedo, deseando algo más, y mientras lo hacía, él empezó a respirar más y más pesadamente.

No se le ocurrió que si hubiera estado en la lucha con las aventureras en lugar de deber de guardia, él podría haber muerto. Cada goblin cree que otro goblin estará en el frente, mientras él mismo lucha desde un lugar cómodo en la parte trasera.

Aun así, la muerte de sus hermanos los enojaba, y eso los hacia difíciles de manejar…

— ¡G U I…!

No importa vigilar el pueblo. ¿Era una guardia contra invasores siquiera necesaria? Esta fortaleza había sido construida hace mucho por elfos (no es que a los goblins les importara).

Cuando se fueron, quedó olvidada y desierta hasta que los goblins se mudaron dentro. Todos lo que los goblins querían de un nido era que fuese fuerte, seguro, y ofreciera buena caza. Así que se apoderaron del fuerte, con todas las trampas, trucos, y murallas que sus constructores habían dejado atrás.

Con todo eso, esta fortaleza no necesitaba un guardia. El goblin atorado en el deber de guardia estaba profundamente disgustado. Así que cuando los notó, él realmente estaba emocionado.

— ¿G R R R R R?

Aventureros. Dos de ellos.

Uno era un guerrero con armadura sucia y un casco de metal, sin tratar de ocultarse a sí mismo mientras caminaba entre los árboles. Un pequeño escudo estaba pegado a su brazo. En su hombro estaba un carcaj, en su mano un arco, y en su cadera una espada.

El parecía como un debilucho. ¿Por qué deberían preocuparse por él? El guarda goblin estaba concentrado en la persona caminando a la par del guerrero. Era una maravillosa chica en traje de sacerdotisa que se paraba extrañamente, aferrándose a su báculo y aparentemente muy débil.

El guardia lamió sus labios. Ninguno de ellos tenía mucha carne, pero al menos podría tomar esta presa.

Él hizo su cara más fea y, con saliva colgando de su boca, regresó para alertar a los otros.

Esto era como las ordenes – pero él nunca debió haber quitado sus ojos de los aventureros.

El guerrero calzó una flecha en su arco y tiró la cuerda tanto como pudo. Una tela empapada en Aceite de Medea estaba envuelta alrededor de la punta de la flecha. Sacerdotisa la golpeo con un pedernal.

— ¡G A A U!

— ¡G O U R R!

Los goblins que el guarda había llamado se arrastraron hacia las murallas y comenzaron a dar clamores y apuntar a los aventureros. Pero era demasiado tarde.

—Una gran multitud, Goblin Slayer murmuró en su casco mientras soltaba la flecha.

La flecha se alojó en las murallas de madera, y llamas surgieron hacia los goblins, quienes empezaron a gritar. Una segunda flecha vino volando. En un parpadeo, había fuego por todas partes.

— ¡¿G A U A U A A?!

Una de las criaturas tratando de escapar perdió su equilibrio en su pánico y se resbaló, enviándolo a él y a sus dos compañeros a caer de la muralla con el suelo muy por debajo. El guardia estaba entre ellos, pero Goblin Slayer ni sabía ni le importaba.

—Tres.

Él contó calmadamente y dejo volar otra flecha.

El fuego, por supuesto, era el gran enemigo de los elfos. Si las personas del bosque siguieran en esa fortaleza, nunca hubiera sido tan fácil atacar simplemente quemando telas.

Pero los elfos, quienes hubieran ofrecido suplicar a los espíritus para sofocar cualquier llama, ya no estaban. Cualquier cosa que ellos hubieran construido contra una conflagración desde hace mucho habían desaparecido.

La fortaleza en frente de los aventureros era muy grande y sólida, pero aun así era solo de madera.

—Son suficientes flechas de fuego. Prepárate.

— ¡Oh, c-cierto!

Mientras Goblin Slayer tiraba de su arco una vez más, Sacerdotisa estaba preparada con su báculo, preparada para empezar las oraciones a la diosa.

Cubriéndola, Goblin Slayer puso una flecha entre los ojos de un goblin tratando de escapar del barranco. El monstruo cayó hacia atrás hacia la fortaleza ardiente de la cual había estado tan desesperado por escapar.

—Tonto. Esos son cuatro.

En ese instante, hubo un sordo * clang* cuando una roca rebotó en su casco.

— ¡Oh no! ¡¿Estás bien?! Sacerdotisa exclamó.

—No entres en pánico, le respondió con una sacudida de cabeza, molesto de que ella había roto su concentración al gritar.

Él chasqueó la lengua, entonces vio un goblin en el barranco sosteniendo una cuerda.

Una honda podía ser un arma poderosa. Podría ser solo un pedazo de cuerda que arrojaba una piedra, pero el proyectil podía viajar con velocidad y fuerza mortal. Y era casi imposible quedarse sin munición – una característica que a Goblin Slayer le gustaba mucho.

Pero de todas formas, incluso si los goblins consiguieron una honda…

—Podría importar en una cueva. Pero no a esta distancia.

Fuera de combate cuerpo a cuerpo en cuartos confinados, la fuerza física de los goblins se volvía irrelevante. Les faltaba coordinación para ataques de largo alcance. La roca que había rebotado de su casco justo ahora probablemente fue un golpe de suerte.

Aun así, las cosas podrían ser diferentes si los dos hubieran sido novatos con exceso de confianza. Y Goblin Slayer no era nada menos que exhaustivo.

El lanzó una flecha en la dirección de la honda, atravesando al goblin por la garganta. Contra las brillantes llamas, la visión nocturna no hacia diferencia.

—Cinco… Vendrán pronto.

Justo como predijo, una multitud de goblins apareció en la entrada, tratando de escapar de la fortaleza ardiente. Cargaban su vino. Sus presas, su botín, y se empujaban uno a otro en sus esfuerzos por salir por la puerta.

Mientras habían corrido por sus vidas a través de la fortaleza, en la que se habían aficionado a vivir, parecía que su terror se había convertido en rabia. Sus horribles rostros brillaban con el deseo de matar a Goblin Slayer y a la Sacerdotisa. Muchos grandes planes malvados pasaron por sus pequeñas y asquerosas cabezas. Cuando salieran del edificio, ¿deberían matar a los dos aventureros? ¿Violarlos?

Cada goblin tenía un arma en su mano, y todos estaban torcidos hacia la sacerdotisa de pie fuera de la entrada…

—Madre Tierra, que rebosas de piedad, por el poder de la tierra, concede seguridad a nosotros que somos débiles.

Y de repente los goblins se encontraron a sí mismos golpeando sus cabezas contra una pared invisible y rodando de regreso a la fortaleza. Una pared de poder sagrado bloqueando la entrada y previniendo el escape de los goblins. La Madre Tierra, rebosante de piedad, había escudado a su devota creyente con el milagro de Protección.

— ¡¿G O R R?!

— ¡¿G A R R?!

Los goblins entraron en pánico mientras se daban cuenta que habían sido atrapados. Ellos buscaron y gritaron mientras golpeaban con sus garrotes y sus puños contra la barrera invisible y no encontraban nada que pudiera romperla. Humo y llamas lentamente oscurecieron a los goblins, hasta que se desvanecieron de la vista.

—Escuché que se te ha dado un nuevo milagro, Goblin Slayer dijo, casualmente disparando una flecha a un goblin tratando de escapar del área. —Seis, hace nuestro trabajo mucho más fácil.

—Pero… usar la protección así…, dijo la sacerdotisa, su voz era ronca, y no era por respirar el humo que se elevaba de los goblins que alguna vez vivieron.

Ella había estado en el Templo los pasados varios días para aprender nuevos milagros.

Protección era uno de los dos nuevos que se le habían concedido.

Dependiendo de su fuerza y estatus, los clérigos que habían salido al mundo podrían recibir nuevos milagros. Parecía que su fe era mucho más fuerte de lo que ella misma se había dado cuenta. Le dolía cada vez que la Madre Superiora elogiaba los frutos de ella aventurándose…

…Pero si significaba ganar un nuevo milagro, ella soportaría el entrenamiento en creencia de que ayudaría en su apoyo a Goblin Slayer.

Y esto es lo que había sucedido.

¿Por qué la Madre Tierra me concedió este milagro…?

Ella dejo salir un largo y miserable suspiro.

—Podría haber una puerta trasera o un túnel de escape. Permanece alerta.

— ¿Cómo piensas en estas cosas?

—La imaginación también es un arma. Con esas palabras, Goblin Slayer preparó otra flecha.

—Aquellos que no la usan son los primeros en morir.

—…Quieres decir, ¿al igual que las personas que vinieron aquí antes?

—Precisamente.

La fortaleza de la montaña ardió.

Con eso, el pueblo fue salvado de la amenaza de los goblins. Las almas de aquellos aventureros muertos podrían ir cada una a los brazos de cualquier dios en el que creyeran.

Los cuerpos de los goblins ardieron. Los cuerpos de los aventureros ardieron. Y el cuerpo de la chica raptada ardió mientras el humo flotaba en el cielo.

—Tendremos que controlar el fuego. Cuando se haya quemado, necesitaremos buscar cualquier sobreviviente y encargarnos de ellos, dijo Goblin Slayer, mirando el humo, sin rastro de emoción en su voz. Hubo una pausa. —…Actuar de acuerdo a mi rango puede ser… difícil.

La sacerdotisa lo miró como si lo viera algo afligido. No había forma en que ella pudiera saber su expresión debajo de ese casco. O tal vez no hubiera ninguna expresión.

Casi inconscientemente, ella unió sus manos, se arrodillo, y rezó.

El calor y humo cubrió el cielo en nubes oscuras, a al tiempo, una lluvia negra empezó a caer.

Ella rezó mientras las gotas caían sobre ella, mientras sus vestiduras se cubrían de cenizas.

La única cosa que ella quería era la salvación.

Salvación para aquellos a quienes no conocía.

— ¡El Rey Goblin ha perdido su cabeza con un golpe crítico de lo más brutal!

El bardo dio un gorjeante rasgueo de su laúd.

—El azul ardiente del acero de Goblin Slayer lo envió al fuego infernal.

Las notas hicieron eco alrededor de la calle nocturna. Las personas paraban para escuchar, atraídas por la poderosa y aun así melancólica melodía.

—Así, el repugnante plan del rey llega a su adecuada conclusión, y la encantadora princesa es rescatada como relato en esta canción.

Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ricos y pobres, personas de cada camino miraban al bardo. Su éxito dependería enteramente de su propia habilidad para declamar su peculiar balada.

— ¡Pero él es Goblin Slayer! Él no permanece en ningún lugar ya que juró deambular, sin tener a otro a su lado hasta su amargo final.

Una joven chica en la fila del frente dio un cálido y anhelante suspiro. El bardo contuvo la sonrisa que trataba de escapar de sus labios y continuó sobriamente:

—Es solo aire dentro de su mano lo que la agradecida doncella encuentra – el héroe ha partido, sí, sin alardear más de la cuenta.

*Strum, strum, strum.*

— ¡Gracias! Esta noche hasta aquí puedo llevar la historia de la quema de la fortaleza de la montaña, la historia del Goblin Slayer, el héroe de la frontera.

La audiencia que se había reunido en esa calle en la Capital se dispersó con un murmullo. El bardo dio una elegante inclinación de agradecimiento mientras monedas castañeteaban en su gorra.

Un aventurero de rango Plata que nunca sufrió una derrota mientras desterraba goblins a lo largo de la salvaje frontera. Para aldeanos acosados por estos monstruos, él bien podría ser rango Platino: un héroe que aparece como el viento y se va de la misma forma. La balada que el bardo declamaba sobre su figura, que fue creada desde chismes que tuvo la oportunidad de escuchar parecía ser bien recibida. Y eso era lo que contaba.

— ¿Señor…?

Sorprendido por la repentina y hermosa voz, el bardo miró en medio de recoger algunas monedas del suelo. El resto de la audiencia se había ido, pero una persona estaba ahí, con el rostro oculto por una capa.

—El aventurero sobre el que cantaba… ¿Realmente existe?

—Por supuesto. Absolutamente.

El bardo hinchó su pecho.

Las personas confiaban en las andanzas reportadas por los poetas y trovadores. El difícilmente podía admitir que creo la canción basado en fragmentos recogidos de escuchar a escondidas.

Y de todas formas, este misterioso asesino de goblins le había hecho una buena cantidad de dinero. Lo menos que podía hacer era velar por la reputación del hombre.

—Está en un pueblo a dos o tres días, en dirección a la frontera oeste.

— ¿Eso es verdad?— la figura respiró, y con un movimiento de cabeza, la capucha de su cabeza se cayó.

Su cuerpo estaba envuelto en un traje de cazador. Un enorme arco estaba colgado en su espalda. Ella era delgada y preciosa.

El bardo no pudo evitar mirar fijamente – y no solo a causa de su belleza. Él fue golpeado por sus largas orejas con forma de hoja.

Orcbolg…, dijo ella, era un sonido melodioso pero extraño. Una elfa aventurera.   



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