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Goblin Slayer Vol. 1 capítulo 3

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 Goblin Slayer volumen 1 capítulo 3 en español


Esperaaa...!!
Goblin Slayer vol. 1

 Reflexiones de la Recepcionista


— ¡Ayúdanos! ¡Tienes que ayudarnos! ¡Los goblins acaban de bajar a nuestra aldea!

— ¿Archivará una misión? Por favor llene este formulario señor.

El granjero agarró el papel tan firmemente que se abolló, y la recepcionista sacó una hoja nueva. En el Gremio de Aventureros esto no era nada inusual. La recepcionista lidiaba con media docena de personas así antes del desayuno.

Los aventureros estaban ocupados durante el día, así que visitaban el Salón del Gremio mayormente en la mañana o en la tarde. Sin embargo, aquellos que archivan misiones no son tan predecibles.

Las batallas entre los dioses habían durado tanto tiempo que los monstruos ya eran una parte familiar del mundo. Cuando una aldea era atacada, inevitablemente se encontraba un nido de criaturas terribles en algunas ruinas cercanas o en lugares parecidos. El hombre ante ella esa tarde era solo uno más de un desfile de gente que se asomaban en toda su desesperación.

— ¡Si esto sigue así, sabrán los dioses qué les sucederá a las pobres vacas! ¿Y nuestros campos? Los goblins los prenderán...

La mano del granjero temblaba mientras escribía. Cada vez que cometía un error, la recepcionista estaba ahí lista con una nueva hoja de misión.

Sí, cada vez- cada vez que un monstruo aparecía, cada vez que atacaban una aldea, los aventureros irían. Sean dragones, demonios, ojos gigantes con sus nombres impíos, o incluso a veces una banda de criminales sin corazón.

Todo aquel que perteneciera a los antiguos enemigos de los iluminados: [los que no rezan.]

Claro que, este era un término ambiguo, ya que incluía sacerdotes al servicio de los Dioses Oscuros. Y los más numerosos entre los que no rezan eran -exacto- goblins.

— ¡Ni siquiera tenemos chicas jóvenes para que ellos se lleven!

La recepcionista forzó su vista, tratando de ponerle sentido a las letras que reptaban como gusanos por la página. Eran apenas legibles. ¿Este es el escriba más talentoso que la aldea pudo conseguir?

De alguna forma, siempre eran estas pequeñas aldeas fronterizas las que los goblins preferían.

¿Acaso las estaban escogiendo a propósito? ¿Era solo porque había demasiadas aldeas o demasiados goblins? Por lo que a ella respectaba, esas preguntas estaban por encima de su límite salarial.

—Parece que los papeles están en orden. ¿Tienes la recompensa contigo?

—Claro. Dime, ¿es cierto que los goblins a veces se llevan a una chica para conocerla, y luego la comen?

—Hay casos donde eso ha ocurrido, señor.

El granjero se notaba mucho más pálido mientras sacaba una bolsa. La recepcionista lo aceptó sin perder la perfecta sonrisa. Estaba terriblemente pesada...

La bolsa había sido llenada mayormente de monedas de cobre, aunque algunas de plata brillaban entre ellas. No había una sola moneda de oro.

La recepcionista extrajo un juego de balanzas de debajo del mostrador. El valor de las monedas sería comparado con un peso establecido.

—Bueno, he confirmado el monto, dijo después de un momento. —Ya está todo listo.

Ella dudaba si la recompensa siquiera llegaría a diez piezas de oro completas. Apenas lo justo para contratar unos pocos aventureros de rango porcelana a precios del Gremio. Tomando en cuenta los cargos administrativos que se cobraba el Gremio por actuar como intermediario, quizás los granjeros estén en realidad en números rojos.

Pero ese montón de monedas -algunas cubiertas de tierra, algunas oxidadas, piezas nuevas y viejas mezcladas- tenían un significado.

Alguien que no entendiera ese significado nunca podría ser una recepcionista del Gremio.

—No se preocupe, señor. Algunos aventureros estarán por allí en unos días para liquidar a los goblins. Sin importar cómo se sintiera ella por dentro, su sonrisa nunca flaqueaba. El granjero asintió con alivio.

Él probablemente se imaginaba un cazador de monstruos en una armadura resplandeciente, luchando gallardamente contra los goblins. La recepcionista sabía más. Ella sabía que nadie así aparecería. Los aventureros que se pondrían en camino a esa aldea serían de rango porcelana. Completos novatos.

La mayoría de ellos serían heridos en batalla. Si las cosas iban muy mal, morirían. Incluso había una posibilidad de que -en el peor escenario- la aldea fuera destruida.

Así que, mientras pudo haber sido simplemente para que todos se sientan mejor, las recompensas se pagaban al final de la misión.

No había final para los goblins. Un proverbio dice que —cada vez que una persona falla, nace un goblin.  Ellos eran solo números. Eran los más débiles de todos los monstruos capaces de atacar una aldea. Ni siquiera se podían comparar con los trolls.

Los goblins solo tenían el ingenio, la fuerza, y el tamaño físico de un niño pequeño. Por otro lado, esa es otra forma de decir que los goblins eran exactamente listos, fuertes e ingeniosos como un niño.

La matanza de goblins pagaba una miseria. Los aventureros experimentados la rehuían como a la plaga.

Los novatos eran los únicos que ellos podían enviar.

Podrían salir heridos, podrían morir, pero matarían a los goblins. Incluso si el primer grupo en ir era barrido por completo, el segundo o el tercero terminarían el trabajo.

Sí. Los goblins serían sacados a patadas. Así el estado no tendría que involucrarse. El estado tenía cosas mucho mayores de que preocuparse: demonios, caos general.

—Bueno, señorita, sí que tengo esperanzas. Esperanzas de que puedan ayudarnos.

Los procedimientos burocráticos finalizaron, el granjero abandonó el edificio del gremio, inclinando su cabeza repetidamente como gesto de agradecimiento. La recepcionista lo observaba irse con una sonrisa, aguantando un suspiro.

—Este es el tercero de hoy...

¿Enviar tres grupos de aventureros principiantes a su muerte, o dejar que tres aldeas sean destruidas? Tan solo pensarlo hizo un nudo en su estómago. Flotaba sobre ella como una nube oscura.

Claro que, la recepcionista intentaba explicarle cosas a todos los novatos. Ella les hablaba del peligro, incluso les recomendaba otras misiones que podrían tomar.

Pero nunca nadie quiso que su —aventura— fuera matar ratas en las cloacas.

Los aventureros experimentados, por su parte, estaban muy felices cazando las criaturas que Vivian en las montañas, lejos de todo asentamiento humano.

Muy pocos aventureros que tomaron misiones de matar goblins regresaban ilesos.

Mayormente eran aventureros soñadores apenas comenzando los que tomaban esas tareas.

El resto ya tenía una mínima experiencia. El Gremio siempre tuvo problemas debido a su inhabilidad de producir un núcleo sólido de cazadores de goblins. Y simplemente no había aventureros consumados que se hagan cargo a voluntad de los inmensamente peligrosos goblins.

—Bueno, se dijo a sí misma, estirándose sobre el mostrador, —eso no es del todo cierto. La fría y pulida tabla del mostrador se sentía bien contra su enrojecida frente y sus mejillas. Ella entendía que no era apropiado para una hija criada en una familia decente ni para alguien en su puesto de empleada administrativa del Gremio, pero incluso ella tenía que relajarse de vez en cuando. Y de todas formas, no tenía visitantes que atender en ese momento.

Desearía que se apresure y llegue aquí...  

Y justo en ese momento, la campana tintineó mientras la puerta del Gremio se abría. La recepcionista se enderezó.

— ¡Mi querida recepcionista, hemos derrotado a unos forajidos!

Un aventurero portador de una lanza irrumpió violentamente por el recibidor. La retorcida expresión en su rostro apenas lucía como felicidad. Detrás de él, una bruja entró con pasos elegantes, con sus caderas bamboleándose mientras caminaba. Cruzó la mirada de la recepcionista.

La bruja le guiñó el ojo disculpándose. La recepcionista puso esa sonrisa perpetua de vuelta en su rostro.

—Santo Cielo, eso suena agotador. ¿Podrían hacer su reporte, por favor?

—Bueno, déjame decirte que, ¡no fue fácil! ¡Estaban acampando justo en el camino principal!

—Santo Cielo, eso suena agotador. Por favor dínoslo todo en tu reporte escrito.

—Debían haber al menos veinte o veintiún bandidos refugiándose ahí, ¡y yo me enfrenté a cada uno de ellos!

—Santo Cielo, eso suena muy agotador. Quizás deberías probar una poción de resistencia.

—...Sí, tomaré una.

—Aquí tienes. ¡Gracias por comprar con nosotros!

Los ítems que el Gremio vendía en nombre de los mercaderes que frecuentaban el lugar no eran de calidad altamente excepcional. La poción de resistencia, por ejemplo, no era una poción mágica en sí, sino una infusión de varias hierbas diferentes.

Pero funcionaba. No dañaba tener una a mano o incluso beberla. Y el beneficio que sacaba el Gremio con estos ítems podría ser utilizado en todo tipo de propósitos útiles.

Aunque, nunca pondré mi rostro en ese lugar otra vez,  se juraba la recepcionista a sí misma mientras, con una calmada sonrisa, veía al Lancero apoyarse sobre el mostrador justo donde ella había estado echada hacía unos momentos.

Ahí fue cuando la campana sonó una segunda vez.

— ¡Oh!

—Tch...

La figura que apareció en la entrada hizo que el rostro de la recepcionista se iluminara y que el Lancero chasqueara su lengua sin disimulo.

Su andar era audaz y despreocupado, de alguna forma demostraba violencia.

Vestía una armadura manchada y un casco de acero. Su equipo era barato, incluso patético.

Nadie en el salón del Gremio tenía que mirar su placa plateada para saber quién era.

Goblin Slayer.

— ¡Bienvenido de vuelta! ¿Estás bien? ¿Ninguna herida mayor?

—Ninguna que comentar.

Su sonrisa se abrió en una risa como una flor en pleno florecimiento. Mientras el Lancero seguía parado con una expresión enmudecida, Goblin Slayer asintió y dijo:

—Era un nido pequeño, pero había un hobgoblin ahí. Fue un poco problemático.

—Me encantaría oírlo todo. Por favor toma asiento, descansa… ¡Oh! ¡También haré algo de té! La recepcionista corrió como un cachorro entusiasmado hacia la oficina trasera, con sus trenzas rebotando.

Goblin Slayer se sentó tranquilamente en una silla cercana, y por casualidad echó un vistazo hacia el Lancero. Por primera vez, pareció darse cuenta que el Lancero le había fijado una fría mirada, y con un suave —hmph, Goblin Slayer dijo, —Me disculpo si interrumpí algo.

Hubo una larga pausa. Luego el Lancero respondió, —No, no lo hiciste. Ya había terminado de hacer mi reporte.

—Ya veo.

El aventurero pateó una silla con un gruñido. En el banco que lo enfrentaba, la Bruja, que había observado todo, esperaba con una sonrisa.

— ¿Forajidos, dijiste?... Si no hubiéramos tomado ese camino, hoy no habríamos hecho ni un cobre.

—Oh, bueno, ¡discúlpame! ¿Y qué si quería alardear un poco?

—Aunque digas eso… dijo la bruja con sus rojos labios arrugándose.

—Y nada. Creo que recuerdo que mis hechizos ayudaron un poco también…

—...Sé que lo hicieron.

—Aww, el más fuerte de la Frontera no puede hacer pucheros…

El lancero cruzó sus brazos malhumorado. La bruja, mirándolo con cariño, lanzó una placentera carcajada.

La recepcionista resopló mientras los escuchaba y mentalmente les sacaba la lengua.

Ella sabía, por supuesto, que mantener a los grupos de bandidos bajo control era un trabajo perfectamente digno. Y ella sabía que el Lancero, un aventurero de rango plata, era conocido por el nombre de —el más fuerte de la Frontera—.

Así que no lo tomó a la ligera, y desde luego no quería menospreciarlo. Ella de verdad no quería. Era solo que bueno, hay aventureros cuya fuerza era su única afirmación de fama, y luego están aquellos que se complicaban la vida tomando los trabajos que nadie más quería.

¿Cómo podría no tratarlos un poquito diferente?  

No era solo por preferencia personal. De seguro. Probablemente.

Ella apoyó la bonita taza de arcilla con un * tap*. El vapor ascendió desde el té marrón claro.

Cuando lo bebió, Goblin Slayer parecía solo estar vertiendo el líquido en su casco. No le prestó atención a la fragancia ni al sabor. O al hecho de que las hojas eran del suministro personal de la recepcionista, las cuales ella obtuvo en la Capital y que mezcló con un poco de poción de Resistencia para crear un brebaje único…

—Um, de todos modos, ¡bienvenido de vuelta! Dijo la recepcionista lo más dulcemente que era capaz. Así era como él siempre era, así que ella intentó no molestarse por ello. —Sé que has estado haciendo grupo con alguien últimamente. Tu primer trabajo en solitario en mucho tiempo debió haber sido complicada.

—Siempre trabajé solo antes. Me puedo manejar. Apoyó la copa con un asentimiento de cabeza. Ella estaba complacida de ver que al menos no había quedado ni una gota.

Por lo menos, él nunca le dijo que no a mi té.  

—Ya veo, comentó ella con entusiasmo.

Bueno… no era que no había nada de qué quejarse.

Estaba genuinamente feliz de que él esté haciéndole de mentor a la sacerdotisa, quien la recepcionista había creído que era un caso perdido. Y se sintió mejor sabiendo que ahora él tenía una compañera de armas.

¿Pero solo él y una chica, a solas en una mazmorra…? No lo sé…

La única cosa que le daba esperanza era saber que él siempre había sido más de preocuparse por el trabajo que por las mujeres, y que su compañera era una sacerdotisa devota.

Asumiendo que no los he juzgado mal.  

Bueno, de todas formas ya era un poco tarde para andar preocupándose. ¿Por cuánto tiempo había estado viviendo él en esa granja?

De hecho, la Sacerdotisa había estado en el Templo por tres días, afirmando que tenía unos deberes religiosos. Supuestamente, ella estaría de vuelta para reunirse con el Goblin Slayer hoy o mañana…

La recepcionista sonrió para sí misma. Era costumbre que él siguiera tomando misiones por su cuenta mientras tanto.

— ¿Algo anda mal?

—Oh, no. Solo… no te metas en problemas, ¿está bien?

—Si por meterme en problemas puedo matar algunos goblins, lo haría y no lo contaría como una pérdida.

Él estaba calmado, y como siempre, completamente concentrado en la matanza de goblins.

Mientras llenaba unos registros, la recepcionista echó un vistazo a su casco haciendo que miraba sus papeles. Claro que, ella no podía mirar su expresión. Y aun así…

¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo conoció? ¿Casi cinco años? Ella acababa de terminar su entrenamiento en la Capital y había sido asignada oficialmente a este edificio.

Él había aparecido en el Gremio repentinamente, cuando aún ella aún era una principiante.

Ella estaba bastante segura que, en ese momento, no había pensado en nada sobre él.

Pero siempre que ella no podía mover todas las misiones de matanza de goblins, él aparecía.

Siempre volvía de esas misiones. Y siempre terminaba el trabajo. Cada una de las veces.

Nunca presumía de su fuerza ni alardeaba de sus logros. Él simplemente hacía lo que se tenía que hacer, una y otra vez, hasta que eventualmente alcanzó el rango plata.

No tomaba riesgos innecesarios; siempre era amable, si estaba calmado. Valía la pena las largas y ansiosas esperas de su regreso.

No ha cambiado su equipo desde que nos conocimos. Pero esa es otra forma de decir que él es familiar.  

La recepcionista notó que los cariñosos recuerdos habían causado que su boca se curve en una sonrisa, pero no intentó esconderla.

—Oh, en verdad siempre eres de gran ayuda.

— ¿Lo soy?

— ¡Por supuesto!

Hubo una pausa. —Ya veo.

Ella se lamió el dedo gordo y hojeo sus papeles, buscando, como era usual, alguna misión relacionada con goblins.

Ayer él había matado goblins. Hoy había matado goblins. También había un buen número de grupos de principiantes haciendo un buen trabajo. Y aun así, las misiones de matanza de goblins nunca terminaban. Tenían al menos una cada día. Quizás cuando los aventureros se multiplicaban, también lo hacían los nidos de goblins. O quizás más nidos de goblins significaban más aventureros.

— ¿Por qué los goblins siempre atacan nuestras aldeas? preguntó la recepcionista distraída.

Sería más fácil si fueran los hombres lagartos, ¿sabes? Así, al menos la única diferencia sería la cultura. —Quizás los goblins solo disfrutan atacando a las personas. Ella pensó que solo estaba conversando. Los goblins eran algo que tenían en común. De hecho, estaba medio bromeando.

— ¿La razón? dijo él. — Es simple.  Después de una pausa, continuó, —imagina que un día, tu casa de repente es atacada por monstruos.

La recepcionista se enderezó y puso sus manos sobre sus rodillas. Se concentró en sus orejas.

Estaba lista para escuchar. Después de todo, no era frecuente que él se dispusiera a hablar.

Imagina que un día tu casa de repente es atacada por monstruos.  

—Ellos se pavonean por la aldea como si les perteneciera. Matan a tus amigos, matan a tu familia, y saquean tu casa.  

—Imagina que asaltan a tu hermana. La torturan, la violan, la matan. Profanan los cuerpos de tu familia, hacen lo que quieren, carcajeándose todo el rato.  

—Y tú lo ves todo desde donde estás escondida, intentando no respirar.  

— ¿Cómo podrías dejar pasar eso?  

—Entonces tomas un arma, te entrenas, aprendes, creces. Todo lo que haces es para ayudarte a tomar venganza.  

—Los buscas, los cazas, luchas, atacas, y los matas y los matas y los matas.  

—Algunas veces las cosas van bien, y algunas no. Pero cada vez te preguntas ¿cómo los mataré la próxima vez? ¿Cuál es la mejor forma de matarlos? Día tras día, mes tras mes, eso es lo único que piensas.  

—Cuando tienes una oportunidad, claro que pruebas cada idea que tuviste.  

—Y cuando lo llevas haciendo el tiempo suficiente…

—...comienzas a disfrutarlo.

La recepcionista tragó con dificultad.

—Um, ¿eso es…? ¿Acaso tú…?

¿Estaba hablando sobre goblins?  No estaba segura.

Quizás la idea revoloteó en el borde de su mente, él estaba hablando de sí mismo.

Pero antes de que pudiera expresar su especulación, él continuó, —Algunos tontos creen que están siendo magnánimos diciendo que deberíamos perdonar a los más jóvenes. ¿ No se dan cuenta que los goblins se roban el ganado para dar de comer a esos niños?  

Temblando ligeramente, la recepcionista asintió. Ella entendía muy bien lo que él estaba diciendo.

Los rangos porcelana y las personas jóvenes que querían ser aventureros venían todo el tiempo, rebosando de confianza. —Luché contra algunos goblins cuando atacaron mi aldea una vez. Son pan comido. Estaré bien.  

Con los que estos duros aldeanos —lucharon— no eran más que unos pocos goblins, ahuyentados fácilmente y dejando que huyan. Haces eso una o dos veces, y ya dejas a las personas pensando que deben convertirse en aventureros.

Los goblins que sobrevivían a esos encuentros, por otro lado, aprenderían y crecerían. Eran conocidos como Merodeadores. Muchos de ellos eventualmente se instalarían en nuevos nidos, a menudo como jefes o guardias.

Después de eso, las peleas con ellos se determinaban menos por la fuerza que por la suerte.

—De todas formas, así es como las cosas suelen pasar, dijo cortante. —En otras palabras, yo soy para los goblins lo que los goblins son para nosotros.

La recepcionista recobró el aliento, sin palabras. ¿Qué podría hacer con ese torrente de emociones? No, primero… primero, estaba él.

Santo cielo.  Ella dejó salir su aire. —Bueno, perdóname, pero…

— ¿Sí?

Antes de la compasión, de la tristeza, de la simpatía: —Nosotros somos los que te damos esas misiones. Así que con tu lógica, ¿eso en qué nos convierte?

—Erm.

¿Por qué me siento tan enojada?  

Ella pegó su sonrisa usual en su rostro y tamborileó sobre el mostrador con uno de sus dedos.

— ¿Nos comparas con los Dioses Oscuros? Eso es terrible. ¿Acaso soy en verdad tan tenebrosa?

—...Eso no es lo que quise decir.

—Así fue como sonó.

Mientras golpeaba el mostrador otra vez, él hizo un gemido intimidante.

— ¿Cómo puede mantener su reputación el Gremio con habladurías como estas dando vuelta?

Otro gemido.

—Me gustaría evitar eso. Quizás sería mejor si no te ofreciera más misiones en el futuro.

Una larga pausa. —Eso sería un problema para mí.

—Lo sería, ¿cierto?

De alguna forma su franco uso de la palabra problema pareció muy infantil.

Su sonrisa se sintió como si estuviera por quebrarse.

—Alguien tiene que hacer estas misiones, y tú las haces. Deberías estar orgulloso de eso.

Ella meneó su dedo como si fuera a decir, si no lo haces, se reflejará en el Gremio… y en mí.

Después de todo, era verdad. Ella era responsable de él como un aventurero. Y lo que era más…

—Tú eres un aventurero de rango plata.

Esta vez, fue el turno de Goblin Slayer de quedarse en silencio.

Cierto, ella no podía ver su expresión detrás del casco. Pero después de cinco años, eso no quería decir que no podía adivinar cómo se sentía.

Finalmente, dijo, —Y… ¿Dónde están hoy los goblins? ¿Qué tan grandes son los nidos?

—Bueno, bueno.

Supongo que lo dejaré libre… por ahora.  Mientras se reía para sí misma, los dedos de la recepcionista volaron por la pila de papeles de misiones. Sacó tres hojas, y escogió una. Había estado ahí por varios días, una misión de matanza de goblins, por supuesto.

—Esta está arriba en las montañas norteñas. Cerca de la aldea hay un- bueno, una especie de castillo. Una fortaleza de montaña.

— ¿Han hecho su nido allí?

—Sí. Y también ya hubo víctimas. La hermana del solicitante fue secuestrada, y… Ella suspiró mientras volteaba el papel, aunque sabía que era un mal comportamiento. —Algunos aventureros bien intencionados que pasaban por ahí fueron a rescatarla, pero no han regresado.

—...Es demasiado tarde, dijo Goblin Slayer con calma y frialdad. —Considerando cuánto llevaría el viaje, ellos estarán perdidos antes de que yo llegue ahí.

Sin embargo, él seguía en pie. Como siempre, no había signos de vacilación.

—No podemos dejarlo. Si destruimos el nido ahora, quizás no haya más víctimas.

Cierto, así era.  Era por eso que él era la persona más valiosa de la frontera.

Estaban aquellos que podían dar batalla a un monstruo poderoso.

¿Pero cuántos podían volver a hacerlo?

Muchos habían sido salvados gracias a él. Él le estaba haciendo un verdadero servicio al mundo.

Al menos, él me salvó a mí.  

Y ella haría lo que tenía que hacer. Lo que podía.

—Muy bien. Buena suerte, ¡Mi Goblin Slayer!  

Ella lo ayudaría a caminar con su cabeza en alto. 



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