Goblin Slayer Vol. 1 capítulo 7
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Goblin Slayer volumen 1 capítulo 7 en español
Goblin Slayer
El
nido estaba justo en medio de un enorme campo, tal vez ‘nido’ no era la palabra
correcta para describirlo. Tenía una entrada cuadrada de piedra blanca que
sobresalía medio enterrada en la tierra, así que no era una cueva.
Era
claramente artificial; ‘Ruinas Antiguas’. La piedra pálida reflejó la puesta de
sol que era tan roja como la sangre. Dos goblins estaban de guardia. Estaban
colocados a ambos lados de la entrada con lanzas en sus manos, una miserable
placa de cuero cubría sus cuerpos. Con ellos había un perro, no, un lobo.
—
¡GURUU...! — ¡GAU!
Uno
de los goblins, mirando alrededor, quiso sentarse y fue regañado por el otro.
El primer monstruo se puso de pie, y bostezó ampliamente y miró al sol con odio
dirigido a su compañero.
El
lobo yacía en el suelo junto a ellos. Sus oídos se crisparon. Los animales
salvajes no bajan la guardia incluso cuando descansan. La elfa vio todo esto
desde unos arbustos no muy lejos.
—
¿Goblins con un perro guardián? Tienes que estar bromeando.
—Esto
prueba que esta horda tiene tiempo y recursos de sobra.
Junto
a ella, Goblin Slayer estaba tendido en el suelo. Estaba atando un poco de
cuerda a una pequeña roca, su mirada nunca se desviaba de los goblins.
—Quédate
alerta. Debe haber muchos dentro.
—Sólo
por curiosidad, ¿cómo sabes que tienen recursos de sobra?
—Porque
de lo contrario ya se habrían comido al perro.
Ella
negó con la cabeza, no debería haberlo preguntado.
El
hombre lagarto se reía sin hacer ruido.
—
¿Esto es seguro? Preguntó la elfa.
Pronto será de noche, ¿No deberíamos esperar y hacer nuestro movimiento durante el día de mañana?
—Es
temprano para ellos ahora. El momento es el adecuado.
—...
Bien, entonces. Aquí vamos.
La
elfa sostuvo una flecha y respiró profundamente. Los elfos no usaban hierro.
Sus flechas estaban hechas de ramas de árboles que naturalmente tenían el
tamaño y forma adecuados; Las puntas eran dientes de animal, y para las plumas,
usaban hojas.
La
elfa apuntó, su arco también estaba hecho de la rama de un gran árbol de haya y
el cordel era de seda de araña, era más grande que ella misma. Pero lo manejaba
con facilidad, agachándose en el matorral y poniendo la flecha contra el hilo.
La seda de araña emitió un sonido sibilante mientras se tensaba.
—Dime
que esa cosa funciona mejor de lo que parece, dijo el enano, con tono
desesperado.
Él
no podía confiar del todo en un poco de madera y hojas.
—Por
favor no falles.
—Tienes
un carcaj4 lleno de flechas, pero solo tenemos unos pocos hechizos.
—Silencio
La
elfa ordenó. El enano obedientemente cerró la boca. Después de eso, nadie dijo
nada.
El
arco se dobló con el sonido de la madera. El viento silbaba. La elfa movió sus
largas orejas ligeramente.
El
goblin de la derecha bostezó. La elfa soltó su flecha. Dejó su arco sin hacer
ruido. Pero parecía haberse desviado varios pasos a la derecha de los goblins.
El enano chasqueó su lengua. La elfa, sin embargo, sonreía. Ya tenía una
segunda flecha en la mano.
En
un instante, la flecha desviada dibujó un gran arco a través del aire, pasando
a través del goblin de la derecha y tomando parte de su espina dorsal. Continuó
su trayecto hacía la mejilla del goblin de la izquierda; Se encontró con la
órbita de su ojo y lo atravesó directamente.
El
lobo saltó, sin saber qué había sucedido, y trató de abrir la boca para gritar
una advertencia:
—
¡Tarde!
La elfa soltó la segunda flecha demasiado rápido para verla. El lobo voló hacia atrás. Fue sólo entonces cuando los dos goblins se derrumbaron en el suelo como dos sacos de harina. Fue una espectacular exhibición de habilidad, mucho más allá de la capacidad humana.
—
¡Eso fue increíble! La sacerdotisa miró con admiración a la elfa.
—En
efecto dijo el hombre lagarto, con sus grandes ojos cada vez más abiertos.
—
¿Pero qué hiciste? ¿Es una especie de brujería?
La
elfa dio una risita orgullosa y sacudió la cabeza.
—Cualquier
habilidad suficientemente avanzada se puede confundir con la magia.
Sus
bellas orejas se sacudían.
—Esa
es una declaración atrevida conmigo de pie aquí, dijo el enano, que estaba
bastante bien versado tanto en tecnología como en magia.
—Dos...
Qué extraño.
Goblin
Slayer se levantó de los arbustos. Cuando la flecha del elfo se desvió, había
estado planeando lanzar su roca a su enemigo.
—
¿Qué? ¿Tienes algún problema? Preguntó la elfa, pensando que se refería a su
tiro con arco.
Sacudió
la cabeza con un toque de exasperación.
—Ellos
estaban asustados. ¿Alguna vez has conocido a un goblin trabajador?
—
¿No crees que están preocupados porque están al lado de un bosque de los elfos?
—Podemos
esperar, dijo, y con esa respuesta sin entusiasmo, se dirigió a los goblins y
se arrodilló para inspeccionar sus cadáveres.
—Oh,
um... La sacerdotisa parecía adivinar lo que estaba haciendo.
—
¿Debo ayudar...?
Preguntó
ella con voz baja y una sonrisa rígida en su rostro.
—No
hace falta, dijo Goblin Slayer.
La
sacerdotisa soltó un suspiro de alivio. Su rostro se había puesto un poco
pálido.
— ¿Qué estás haciendo?
La elfa, cuya curiosidad fue naturalmente picada por este intercambio, se acercó a Goblin Slayer y miró hacia abajo.
Tenía
un cuchillo en su mano. Lo clavó en el cadáver del goblin y cortó las tripas de
la criatura.
La
elfa se tensó y tiró de su brazo.
—
¿Cómo puedes hacer eso con ellos? Sé que odias a los goblins, pero no tienes
que-
—Tienen
un excelente sentido del olfato.
—
¿...Huh?
Goblin
Slayer estaba tranquilo cuando pronunció su respuesta que no fue respuesta.
Cubrió
sus guantes con sangre, y luego sacó el hígado de uno de los cuerpos.
—Especialmente
para mujeres, niños y elfas.
—Es-espera
un segundo. Orcbolg. No querrás decir que...
En
respuesta, Goblin Slayer envolvió el hígado en un paño de mano y lo exprimió.
La elfa; un elfo mayor, por fin entendiendo dónde obtuvo las manchas en su
armadura, notó su futuro más claro que las piedras a su alrededor.
✠
Momentos
después, los guardias muertos fueron ocultados en los arbustos, el grupo avanzó
hacia las ruinas. Las paredes calizas rodeaban un estrecho sendero que parecía
inclinarse suavemente hacia abajo.
Goblin
Slayer estaba a la cabeza. Con la espada golpeó el suelo y las paredes.
Entonces lanzó su roca de señuelo hacia adelante, vio que aterrizó con
seguridad, y volvió a entrar.
—Sin
trampas.
—Hmm.
Es sólo una suposición, pero este lugar parece ser un templo.
—Parece
que este campo fue el sitio de una batalla durante la Edad de los Dioses, dijo
la sacerdotisa. Ella pasó su mano por el tallado en la pared.
—Tal
vez es una fortaleza o algo parecido... Aunque la construcción ciertamente
parece humana...
— ¿Primero un hogar para soldados, y ahora para goblins? Qué cruel es el destino.
El sacerdote lagarto reflexionó sombríamente, uniendo a sus manos.
—Hablando
de cruel, murmuró el enano.
—
¿Vas a estar bien, orejas largas?
—Errgh...
Creo que voy a enfermarme, gruñó la elfa.
Su
equipo de caza tradicional estaba cubierto de sangre. El líquido que había
salido del hígado del goblin cubrió su pelo y corrió por su cuerpo. Incluso el
enano era incapaz de burlarse de ella en este estado.
—Acostúmbrate,
dijo Goblin Slayer al lado de la elfa. A su izquierda, su escudo estaba fijo en
su brazo, y en su mano había una antorcha.
En
su mano derecha, su espada brillaba. La elfa le lanzó una mirada adolorida,
pero las lágrimas se detuvieron en los bordes de sus ojos y la lamentable caída
de sus orejas la hizo ver menos que intimidante.
—
¡Cuando volvamos, espero que recuerdes esto!
—Lo
recordaré, dijo.
El
fuego de la antorcha bailaba.
Las
manos de los elfos parecían extenderse incluso aquí. O tal vez, muchas, muchas
lunas atrás, los elfos habían vivido en este lugar. Para Goblin Slayer, el
verdadero problema era que esto limitaba su capacidad de atacar con fuego.
—Ustedes
humanos son francamente inconvenientes, dijo el enano, acariciando su bigote.
De
los miembros del grupo, Goblin Slayer solo llevaba una antorcha. El enano, la
elfa y el lagarto tenían diferentes grados de visión nocturna.
—Lo
sé. Por eso tenemos nuestros trucos.
—Bueno,
me gustaría que pensaran en otros mejores, dijo la elfa con desaliento.
La
sacerdotisa, sintiéndose muy triste por ella, le habló en un intento de ofrecer
algo de consuelo.
—Um,
saldrá cuando te laves... al menos la mayor parte.
—Tú
entiendes mi dolor.
—Terminas por acostumbrarte, dijo con una débil sonrisa.
Sus vestiduras estaban, una vez más, cubiertas de jugos de goblin.
La
sacerdotisa se paró en medio de su formación, agarrando ligeramente su báculo
El camino era lo suficientemente ancho como para que dos caminaran juntos, de
modo que la elfa y Goblin Slayer iban lado a lado delante de la Sacerdotisa,
mientras que el enano y sacerdote lagarto venían detrás.
Después
de todo, ella era rango porcelana.
Ella
era el miembro más débil y frágil de su equipo.
Tenían
que protegerla.
A
pesar de esto, y a pesar del que la sacerdotisa sufría de un complejo de
inferioridad, ninguno de los otros la vio como una carga.
Cada
lanzador de hechizos podría usar tantos hechizos, tantas veces al día. Ni
siquiera aventureros de platino podrían usar su magia o milagros docenas de
veces al día.
Tener
un curandero en el grupo puede significar que, alguien tuvo un hechizo cuando
se necesitaba más. O más bien, uno que podría conservar sus hechizos era uno
que podría sobrevivir...
La
sacerdotisa miraba a sus compañeros en silencio. Ella sostuvo su báculo. Es
como cualquier otra aventura... Y de repente, ella estaba caminando delante de
la Maga otra vez.
Justo
como esa primera vez... Con labios temblorosos, la sacerdotisa recitó el nombre
de la Madre Tierra varias veces.
Esperaba
que nada sucediera en esta búsqueda. Pero sabía que era un deseo inútil.
Los
pasos de los aventureros resonaron extrañamente en el camino. No había señales
de goblins. Todavía.
—El
subterráneo y yo somos viejos amigos, pero este lugar no me gusta, dijo el
enano, secándose el sudor de la frente.
Habían
avanzado en una ligera diagonal descendente desde que entraron en las ruinas.
El camino se veía directo a simple vista, pero en realidad se curvaba muy
lentamente, formando una espiral.
El
giro y el descenso causaron estragos en el sentido del equilibrio de los
aventureros.
—Parece que estamos en una torre, dijo la sacerdotisa exhalando.
—Algunas de las antiguas fortalezas estaban construidas en tal forma, dijo el lagarto.
En
la parte trasera del grupo, su cola se balanceaba de un lado a otro.
—Ojalá
pudiéramos haber venido aquí cuando no estuviera infestado de goblins, susurró
la elfa.
—Me
hubiera gustado mirar un poco.
Un
poco después, la pendiente terminó y el camino se separó de izquierda a
derecha. Ambas rutas parecían idénticas.
—Espera,
dijo la elfa bruscamente.
—
¿Qué pasa?
—No
te muevas, le dijo a Goblin Slayer. Se arrastró por el suelo. Sus dedos
alcanzaron el espacio entre los bloques del suelo justo delante de ellos,
buscando algo.
—
¿Una alarma? Preguntó.
—Probablemente.
Me di cuenta porque es nueva, pero habría sido fácil perderse. Todo el mundo
tenga cuidado.
El
lugar que la elfa indicó se levantó un poco. Un paso, y un ruidoso sonido en
algún lugar, alertaría a los goblins de los intrusos.
La
sacerdotisa tragó pesadamente.
La
larga y tortuosa pendiente había desechado su concentración y sus sentidos.
Podía ver la trampa ahora que se la habían señalado, pero sin la advertencia de
la elfa, seguramente lo habría activado.
—Goblins.
Bestias impudentes, el enano escupió, acariciando su barba.
Sin
palabras, Goblin Slayer lanzó la luz de las antorchas en el suelo, luego bajó
cada uno de los pasillos de izquierda a derecha, mirando las paredes de cerca.
No
había nada allí, a excepción del hollín de las lámparas usadas una vez por los
residentes desaparecidos de la fortaleza.
—
¿Qué pasa? Preguntó la sacerdotisa.
—No
hay tótems.
—Oh, tienes razón...
Sólo la sacerdotisa comprendió la observación de Goblin Slayer. Los otros miembros del grupo escucharon con perplejidad. Pero Goblin Slayer no dijo nada más. Está pensando. La sacerdotisa miró al equipo y se dio cuenta de que le costaba explicar.
—Um,
en otras palabras, eso significa que no hay chamanes goblin aquí.
—
¿No hay lanzador de hechizos? Lucky~ Dijo la elfa con un aplauso feliz.
El
lagarto dejó escapar un suspiro.
—
¿Entonces, estás... preocupado por la ausencia de chamanes, Goblin Slayer-sama?
—Sí.
Él
asintió, luego indicó la alarma con la punta de su espada.
—Los
goblins promedio nunca idearían algo como esto.
—Orejas
largas dijo que era nueva. Eso significa que no es parte de las defensas originales
de la fortaleza.
—Pensé
en activarla para sacarlos, murmuró Goblin Slayer.
—Pero
creo que es mejor que no lo hagamos.
—Goblin
Slayer-sama, antes hablaste de tu experiencia con nidos extensos, dijo el
sacerdote lagarto, cuidando que su cola no activara la alarma
—
¿Cómo trataste con ellos?
—Los
obligaba a salir y luego los aniquilaba uno a uno. A veces usaba fuego. A veces
dirigí el cauce de un río hacia el nido. Hay varias maneras.
De
pie junto a él, la elfa parecía horrorizada.
—Pero
no podemos hacer lo mismo aquí.
Se
giró hacia la elfa.
—
¿Puedes distinguir alguna huella?
—Lo
siento en una cueva, tal vez, pero en piedra así...
—Deja
que eche un vistazo, dijo el Enano.
—Bien, pero ten cuidado con la alarma.
—Soy fuerte, no estúpido.
Tendré
cuidado. La elfa cortésmente le abrió paso. Se inclinó frente al grupo. Caminó
de ida y vuelta por la barra de la intersección en forma de T. Pateó el suelo
de piedra y lo miró atentamente. Un momento más tarde, le dio a su barba un
golpe de confianza.
—Yo
lo veo. Su nido está a la izquierda. La sacerdotisa estaba confundida.
—
¿Cómo puedes saberlo?
—Por
el desgaste en el suelo.
—Vienen
de la izquierda y regresan de la derecha, o vienen de la izquierda y se vuelven
para salir.
—
¿Estás seguro? Preguntó Goblin Slayer.
—Por
supuesto que estoy seguro. Soy un enano, contestó el Enano, golpeando su pecho.
—Ya
veo, murmuró Goblin Slayer, cayendo en silencio.
—
¿Hay algo mal, Goblin Slayer-sama? Preguntó el sacerdote lagarto.
—Vamos
por este camino, dijo Goblin Slayer, y con su espada, señaló... a la derecha.
—
¿No ha dicho el barbudo que los goblins están a la izquierda? Preguntó la elfa.
—Sí.
Pero si vamos por ese camino, llegaremos demasiado tarde.
—
¿Tarde para qué?
—Ya
verás, dijo con un gesto de asentimiento.
No
mucho después de iniciar el camino hacia la derecha, fueron asaltados por un
olor asfixiante.
El
aire era espeso y empalagoso. Un sabor agrio se esparcía en sus bocas con cada
respiración.
—Hrk...
El
enano se pellizcó la nariz.
—Urgh...
Los ojos del lagarto rodaron sombríos en su cabeza. La elfa, también, inconscientemente tomó una mano de su arco y cubrió su boca.
— ¿Qué... qué es eso? ¿Es seguro respirar? Gimió.
Los
dientes de la sacerdotisa estaban castañeteando. Conocía ese olor.
—No
pelees. Respira por la nariz. Pronto te acostumbrarás.
Goblin
Slayer no miró hacia atrás, sino que caminó audazmente más profundo en el
pasaje. El grupo se apresuró a alcanzarlo. Incluso la sacerdotisa de alguna
manera logró continuar. La fuente del hedor estaba cerca. Se encontraron con
una puerta de madera podrida que parecía colocada para seccionar parte de las
ruinas.
—Hmph.
Goblin
Slayer le dio una fuerte patada. Con un crujido agónico, la puerta abandonó su
deber y se derrumbó. El líquido asqueroso que cubría el piso salpicó cuando la
puerta cayó en él.
Aquí
era donde los goblins ponían todo tipo de basura. Desechos de comida,
incluyendo huesos con trozos de carne adheridos a ellos, excremento, cadáveres,
todo. Las antiguas paredes blancas habían vuelto de un carmesí sucio con las
pilas de basura.
En
medio de todo, podían distinguir un mechón de cabello rubio y una pierna unida
a una cadena.
Cuatro
miembros tirados llevaban horribles cicatrices. Los tendones habían sido
cortados.
Era
una elfa. Enterrada en la suciedad, la mitad izquierda de su cuerpo, sin
embargo, todavía mostraba la belleza por la que su gente era famosa, la mitad
derecha era una historia diferente.
La
sacerdotisa pensó que la elfa parecía haber sido cubierta de racimos de uvas.
Su piel delicada y pálida era invisible bajo la hinchazón azulada.
Su
ojo y su pecho estaban destrozados.
La
razón era inconfundible: la tortura. —Oh, no de nuevo... El pensamiento se alzó en la mente de la
sacerdotisa y se quedó allí.
—Huegh...
Eurghhh...
Justo
al lado de la sacerdotisa aparentemente lejos, la elfa estaba soltando el
contenido de su estómago sobre la basura que cubría el suelo.
—
¿Qué es esto? El enano se acarició la barba, pero no pudo ocultar el horror en
su rostro.
— ¿Goblin Slayer-sama? Incluso el normalmente inescrutable sacerdote lagarto, llevaba una expresión de disgusto evidente.
— ¿Nunca has visto esto?
A
su tranquila pregunta, la elfa asintió, sin molestarse en secarse la boca. Las
lágrimas goteaban por sus mejillas y sus orejas colgaban casi completamente
contra su cabeza.
—Ya
veo. Él asintió.
—...
ata... ...ma... mata...
La
sacerdotisa levantó de repente un gemido lamentable. La elfa encarcelada.
¡Todavía estaba viva! La sacerdotisa se acercó a ella y la sostuvo, ignorando
la inmundicia que inmediatamente le cubría las manos.
—
¡Dame una poción! No, está demasiado debilitada.
El
lagarto había seguido a la sacerdotisa hasta la prisionera y estaba
inspeccionando sus heridas con sus garras.
—Ella
no está herida fatalmente, pero está en peligro de morir por agotamiento.
Necesita un milagro.
La
sacerdotisa acercó su báculo a su pecho con una mano y colocó la otra en el
pecho de la elfa herida.
— Madre Tierra, que rebosas de piedad. Por favor usa tus
sagradas manos, y sana a esta persona de sus
heridas…
Al
ver a su sanador darle el milagro de la diosa con el rabillo del ojo, Goblin
Slayer se acercó a la elfa.
—
¿La conoces?
Todavía
agachada y temblando impotente, la elfa negó con la cabeza.
—Ella...
probablemente es como yo... una elfa sin raíces que... se convirtió en
aventurera.
—Ya
veo. Goblin Slayer asintió con la cabeza y luego, con su audaz paso, caminó
hacia la prisionera.
Su
espada estaba en su mano. El lagarto le dirigió una mirada silenciosa.
—
¡Oh...!
Estamos
fuera de tiempo. La sacerdotisa palideció y se levantó.
— ¡Manténgalo ahí mismo!
Ella se quedó con los brazos extendidos frente a la elfa postrada.
Goblin
Slayer no se detuvo.
—Muévete.
—
¡No! Yo... ¡No lo haré!
—No
sé qué estás pensando ahora, dijo Goblin Slayer exasperado. Su tono no cambió.
Era despiadado, tranquilo. —Pero vine aquí con un propósito: matar goblins.
Su
espada cayó. Había un géiser de sangre y un grito.
—Tres.
El
ruido sordo de un cuerpo cayendo. Era un goblin, la espada pasó a través de su
cerebro.
Dejó
caer la daga envenenada que había estado sosteniendo cuando murió. Nadie lo
había notado escondido en el montón de basura detrás de la elfa encarcelada.
No,
pensó la sacerdotisa, sacudiendo la cabeza. Eso no era cierto. Él se había dado
cuenta.
Y
la prisionera también.
—Ma...
mátalos... a todos...
La
elfa aventurera soltó una bocanada de sangre junto con sus palabras. Goblin
Slayer puso su pie contra el cadáver y sacó su espada. Utilizó la túnica del
duende para limpiar la grasa en la hoja de su espada.
—Esa
es mi intención. Respondió con calma.
Nadie
dijo nada más. ¿Qué había visto este hombre en su vida? ¿Qué era él? La gente
que estaba de pie en esa habitación llena de suciedad finalmente sintió un rayo
de entendimiento.
La
sacerdotisa recordó la valoración de la Bruja sobre Goblin Slayer. Y sus
palabras:
—Que sea, tu
propia decisión.
Ahora
comprendió claramente lo que eso significaba. Cada aventurero, incluso aquellos
que no sobrevivieron a su primera búsqueda, experimentaría la muerte y nada más
que la muerte.
Encontrarían
cosas horribles y terribles. Pueblos y ciudades devastadas por monstruos no
serían una visión inusual para ellos.
Pero
había una lógica detrás de todo. Desde bandidos y bandoleros, hasta elfos
oscuros y dragones, incluso limos (slimes), todos tenían una razón para actuar.
Los
Goblins eran diferentes. No tenían razón. Sólo el mal. Mal hacia los seres
humanos, hacia todos los seres vivos. Para cazar goblins había que confrontar
ese mal una y otra vez.
Eso
no era una aventura. Y alguien que prefiere seguir ese camino, no es un
aventurero. Esa era la verdad.
Un
hombre con una armadura sucia y un casco sucio, con una espada que parecía
demasiado corta.
— Goblin Slayer.
En medio de la oscuridad y el hedor, alguien susurró su nombre.