Goblin Slayer Vol. 4 capítulo 1
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Goblin Slayer volumen 4 capítulo 1 en español

Del Guerrero Novato y la Sacerdotisa Aprendiz
La hoja barata cortó a través del miasma con un fwwsh,
y una rata gigante, gorda y redonda, vino volando hacia ellos.
— ¡Rayos!
Sus anchos y sucios dientes delanteros eran afilados,
su aliento maloliente invocaba imágenes de su intempestivo colapso.
Abrumado, tropezó hacia atrás, golpeando a la criatura
con su viejo escudo redondo.
— ¡¿GYURI?!
La rata cayó al suelo con un grito, pero rápidamente
volvió a levantarse. Ningún daño.
El guerrero novato sacudió su brazo izquierdo, que se
había quedado entumecido por el impacto, a pesar del escudo, y trató de
recuperar el equilibrio.
—Vamos, ¿por qué no le devolviste el golpe?
— ¡Me duele todo el brazo!
Detrás de él, la sacerdotisa aprendiz le amonestaba
con su voz estridente y nasal. Sostenía una fusión de espada y balanzas en una
mano y una linterna en la otra mientras fruncía el ceño profundamente.
Las alcantarillas apestaban con un hedor podrido que
amenazaba con revolverle el estómago.
Incluso mantener su nariz bloqueada no ayudó.
El suelo resbaladizo. Aguas residuales fluyendo cerca.
Ratas gigantes con una mordedura que amenazaba algo mucho peor que el simple
dolor. Las alimañas que se retorcían por todas partes.
Todo esto no era diferente de lo normal. Pero aún así
puso al guerrero novato al borde de las lágrimas.
Un día aquí abajo, una moneda de oro en tu bolsillo,
eso es lo que dicen.
Eso era si cumplías con tu cuota. Y esa era una
importante fuente de ingresos para ganarse la vida.
Pero, ¿no deberían al menos los aventureros estar
lidiando con goblins o algo…?
— ¡Cuidado, tonto, aquí viene!
—¡¿…?!
El grito de su amiga atrajo su atención, y dio un gran
golpe con su espada, ni siquiera mirando hacia donde apuntaba.
— ¡¿GYAARU?!?!
Perforó el pelo, la carne y el corazón fibroso. La
sensación era desagradable.
Estaba acompañado por un chorro de líquido tibio que
salpicó la cara del chico.
Chocó contra el trozo de carne y gritó.
— ¡¿H-hrkk…?!
Cuando empujó a la rata de su espada, cayó, aún
temblando, al suelo.
El negro charco de sangre a sus pies se filtró por el suelo,
empapando sus botas.
—Oye, ¿estás bien? ¿No te mordió?
—Sí, estoy bien.
—……………Está bien.
La sacerdotisa aprendiz hizo su mejor acto de
despreocupación, pero, aun así, se apresuró a ponerse al lado del guerrero
novato. Sin preocuparse por sus blancas túnicas, ella limpió la sangre de su
mejilla, y algunas mancharon sus dedos.
—No se te metió en los ojos, ¿verdad? ¿Qué hay de tu
boca?
—Ugh. Un poco.
— ¿Qué estabas haciendo? Dios.
Con un murmullo exasperado, sacó un antídoto de la
bolsa de objetos que llevaba.
El guerrero novato escupía sangre y se lavaba la boca
con la cantimplora. Bebió el antídoto amargo con gratitud.
Ambos seguían siendo rango porcelana. Para ellos, el
milagro Curar, para curar veneno, era tanto un sueño como una armadura de
placas o un traje de cota malla.
Sin embargo, no podían ser subestimados, como podría
atestiguar el ex-monstruo, ahora una masa inerte en el suelo.
La rata había estado ocupada con algo: un cadáver
cubierto de harapos. La forma de las cuencas oculares vacías y los pómulos
destrozados sugirieron un vagabundo, pero alrededor de su garganta mordisqueada
colgaba una placa de nivel.
La sacerdotisa aprendiz tomó la placa porcelana, la
envolvió suavemente en un pañuelo y la puso en su bolso.
La chica desafortunada—ellos sabían que era una chica,
porque la placa la identificó como tal—no llevaba ninguna armadura. Había
bajado a las alcantarillas sin nada más que su ropa y un palo, y las ratas, muy
probablemente, se la habían comido a ella.
—…Ugh. Dijo el guerrero novato. —Han vuelto.
—No suenes tan infeliz. Este es nuestro trabajo, ¿no?
Quizás fue la muerte de sus parientes la que la
atrajo, o simplemente el olor de la sangre derramada, pero otra rata había
aparecido desde las profundidades de las alcantarillas.
La criatura era más grande que un niño pequeño, su
sombra oscilaba a la luz de la linterna.
—Necesitamos la oreja para demostrar que lo matamos.
Dijo la sacerdotisa aprendiz. — ¡Rápido, córtalo antes de que lo mastique!
— ¿La oreja? ¿Yo?
— ¡Sólo hazlo!
—Podrías actuar un poco más preocupada por mí, sabes…
Mientras murmuraba el muchacho, agarró la empuñadura
de su espada, aún atascada en el cadáver de la rata, y le dio un tirón.
—… ¿Huh?
No saldría.
No importaba lo fuerte que tirara, la espada, alojada
firmemente en la carne, se negaba a ceder.
Se preparó para hacer palanca contra el cadáver, ahora
extrañamente blando después de su violento fallecimiento, pero no tuvo éxito.
Y mientras estaba allí luchando, una de las ratas
vivas, con sus ojos brillando ardientemente, se estaba acercando cada vez más.
— ¡N-no…! Jadeó. —¡A…aguarda un minuto!
— ¡Ahí viene! ¡Haz algo, tonto, se está acercando!
— ¡Cielooos!
Fue un movimiento instantáneo:
El guerrero novato cayó hacia atrás para evitar las
mandíbulas de la rata, aterrizando en un montón de basura. La comida podrida, o
lo que fuera, le cayó encima, pero era mejor que ser mordido y arriesgarse a
una infección. Un golpe crítico de esos dientes y su garganta podría romperse
por completo.
— ¡GURUUURRRU…!
La rata gigante gruñó, azotando su cola de un lado a
otro, intimidando al guerrero novato. Probablemente vio al niño desarmado y a
la niña, que se quedaba detrás de él, simplemente como más comida. Los miraba
mientras un poco de saliva goteaba de su boca, la imagen misma del hambre.
Obviamente no tenía ninguna intención de dejarlos escapar.
Por supuesto, si huían, los aventureros tampoco
podrían comer, aunque por razones más indirectas.
— ¡Ahhhh, maldita sea! La sacerdotisa aprendiz hizo un
chasquido poco educado con su lengua.
Ratas gigantes… Las ratas gigantes propagan
enfermedades y son sucias, y una nos está atacando ahora mismo, ¡y son enemigas
de los enemigos del Orden… enemigos del Orden!
Parecía estar intentando recordarse a sí misma de todo
esto mientras levantaba la espada-balanzas en alto y a medida que la luz
comenzaba a formarse alrededor de ella. Se convirtió en una espada de
relámpagos.
—¡Señor del juicio, príncipe de la espada, portador de
la balanza, muestra aquí tu poder!
Y entonces el Golpe Sagrado, que ella había pedido a
los dioses, atravesó a la rata con su hoja.
Emitiendo una brizna de humo y olor a carne quemada,
la rata gigante se elevó por los aires antes de rebotar y rodar, muerta.
El chico frunció los labios con un sonido de desagrado
mientras la chica respiraba aliviada.
—Qué suerte tienes. Los dioses lo hacen todo agradable
y fácil, ¿no?
—Oh, ahórratelo. Sabes que sólo puedo llamarlos una
vez al día. La sacerdotisa aprendiz miró con desagrado al guerrero novato por
su muestra de falta de respeto. —De todos modos, date prisa y coge tu espada.
Quiero recoger esas orejas, luego irme a casa y tomar un largo baño.
—Sí, claro.
El guerrero novato se acercó al cuerpo de la primera
rata con vacilación, y esta vez puso toda su fuerza en extraer su espada.
Entonces…
Raspar.
—…
—…
Era un sonido que no les gustaba. Los dos aventureros
se miraron el uno al otro por el ruido inesperado, rígidos de miedo.
Ras…
Raspar.
Raaaspar…
Raspar.
El sonido venía de las profundidades de la oscuridad.
Temblorosamente, la sacerdotisa aprendiz levantó la linterna.
Algo negro y brillante con la forma de un insecto
enorme. Brillaba como si estuviera cubierto de aceite. Uno de ellos, dos… luego
muchos, muchos más. Incluso contando rápido, estaba claro que eran más de diez.
Mientras estiraban sus largas y delgadas antenas, las
criaturas se acercaban lentamente.
Iban directos hacia los aventureros, con sus
mandíbulas grandes.
—Oh…
La voz de la sacerdotisa aprendiz se atoró en su
garganta, antes…
—¡Noooooo!
—¡Idiota! ¡No grites, corre!
Los dos tomaron lo que pudieron y decidieron salir de
las alcantarillas con pánico.
Un terrible sonido de algo raspándose les decía que
los insectos negros aún estaban en sus talones.
¿Cuán lejos estaba este lugar de la salida?
El guerrero novato reflexionó: no pediría un dragón. Tal vez goblins, al menos; aunque podrían alargar tus últimos momentos y hacerlos horribles. Pero de todas las cosas, la forma en que menos quería morir era ser comido vivo por las cucarachas gigantes.
✠
La mañana primaveral era cálida, como si anunciara la llegada del verano.
—Hrg… ggrrh…
El guerrero novato se despertó con una luz matutina
que le cayó en los ojos, estirándose sobre el heno para ejercitar su cuerpo
rígido.
Respiró hondo y exhaló, el aire una desagradable
mezcla de alcohol y almizcle animal.
Recibir un nuevo día en los establos era mejor que
estar en las alcantarillas.
El gremio de aventureros tenía una posada, pero por
supuesto no era gratis. Es cierto que todas eran habitaciones “económicas”,
aunque las camas eran solamente mantas sobre tablas de madera.
Difícilmente serian llamados cuartos, pero…
—Simplemente no tengo el dinero.
Suspiró suavemente. La aventura del día anterior fue
directamente a la columna de “pérdidas” de sus finanzas.
Un antídoto, una espada y, porque no habían cumplido
con la cuota solicitada, ninguna recompensa.
Podría sobrevivir hoy, porque al menos tenía algo de
dinero que había ahorrado en el pasado. Pero a este paso, no pasaría mucho
tiempo antes de que tuviera que llevar sus escasas posesiones de vuelta a casa,
o, si era especialmente desafortunado, incluso podría convertirse en un
sirviente o prostituirse.
Solo hace unos meses atrás, el guerrero novato se
había alejado de su pequeño pueblo agrícola para convertirse en un aventurero.
La razón era que la sacerdotisa aprendiz, una vieja amiga suya, se había puesto
a entrenar y parecía probable que muriera si se la dejaba a sus propios medios.
Su perspectiva de ella, por otro lado, era que ella lo
había acompañado en “algún tipo de entrenamiento de guerreros o algo así”, por
lo que no lo dejó para que muriera en algún lugar bajo un matorral.
Él sintió que tendría que ponerla al tanto de este
problema en algún momento.
Bueno, se sentía.
En los meses desde que llegaron a la ciudad
fronteriza, no habían hecho nada más que matar ratas. Y a veces cucarachas.
¿Este es el trabajo de aventurarse?
Eso era suficiente para hacer que sus sueños se
desmoronaran, destruyendo su certeza y resolución.
—Basta, basta. Es suficiente con ese tipo de
pensamiento.
Se sacudió y sacó un trozo de heno de su ropa.
Cerca, un hombre de mediana edad, aparentemente
también un aventurero, estaba dormido en el profundo sueño de un borracho,
roncando ruidosamente.
Frente a ellos, los caballos disparaban miradas los
humanos que presumían de compartir su espacio para dormir.
No vio a la sacerdotisa aprendiz por ningún lado.
Tan decepcionado como estaba, el guerrero novato
todavía tenía suficiente orgullo como para permitirle dormir en una de esas simples
camas.
— ¡Bien! ¡Hoy es otro día!
Pretender estar de buen humor es lo suficientemente
cerca de estar de buen humor, ¿no? Dio un gritó,
agarró sus cosas y salió corriendo del establo.
Dirigiéndose directamente al pozo, levantó un cubo y
se echó agua por toda la cara. Usando la tela en su cintura, comenzó a fregar
vigorosamente. Todavía no había signos de una nueva habilidad para crecer la
barba.
—Pronto empezaré a parecerme más a un héroe… eso
espero.
O quizás el vello facial le daría a la sacerdotisa
aprendiz una razón para apuntarlo y reírse de él. El guerrero novato gruñó.
En cualquier caso, había mucho que hacer.
Con la tarea menor de hacerse presentable fuera del
camino, el muchacho volvió directamente a los establos. Agarró una pequeña pala
del estante de herramientas agrícolas y se dirigió hacia atrás.
—Hmmm. ¿Dónde lo puse?
El exhausto estado en el que se encontraba al regresar
la noche anterior, lo dejó con sólo un vago recuerdo de en donde estaba.
Se movió alrededor del suelo durante un minuto,
buscando algo, entonces, con un —Ah, está ahí. Encontró los rastros más
recientes de tierra alterada.
Metió la pala en la tierra, apoyó un pie contra ella y
cavó un rato.
Después de un poco de trabajo, sacó su equipamiento
del suelo: su armadura y su escudo.
Las había mandado a hacer poco después de llegar a la
ciudad, usando sus escasos fondos. Eran baratos, pero sin igual. Era un equipo
en el que sabía que podía confiar.
Había, por supuesto, una razón por la que los había
enterrado.
—…Erk. Apestan… hrrm. Bueno, supongo que sigue siendo
mejor. Se acercó a ellos y los olfateó.
Caerse en el montón de aguas residuales no le había
molestado cuando tenían prisa por escapar. El problema había sido cuando
volvieron a la superficie, y se había dado cuenta de lo mal que olía. No sólo
la gente en la calle, sino también sus compañeros aventureros arrugaron sus
narices y le fruncieron el ceño.
Al final, cuando volvieron al Gremio para hacer su
informe, la recepcionista sonrió y dijo —Por favor, ve a limpiarte y luego
vuelve.
Mientras tanto, la sacerdotisa aprendiz se había
quedado allí parada, de color rojo brillante y temblando, mirando fijamente al
suelo…
Lo arruinamos…, él había pensado
tontamente.
Al final, aunque no estaba muy acostumbrado, lavó su
ropa, las secó y se bañó antes de cambiarse.
Después de considerar qué hacer con su armadura de
cuero y escudo, había decidido que lo única manera era enterrarlos en el suelo
y esperar que se quitara algo del hedor.
El hedor había mejorado un poco, o eso esperaba, así
que limpió la suciedad con un paño y se equipó.
Él no habría tenido el valor de dejar su precioso
equipo simplemente tirado por ahí, aunque hubiera estado en una habitación
alquilada, y mucho menos quedándose en los establos como estaba.
—Erk…
Su estómago comenzó a retumbar, acompañado de una
dolorosa sensación.
El guerrero novato instintivamente puso una mano en su
abdomen y miró a su alrededor con un toque de pánico. No había nadie allí. No
hay nadie cerca para oírlo.
Ahora que lo pensó, sólo había bebido un poco de agua
el día anterior.
El cielo era azul, el sol de la mañana resplandecía
brillantemente. El guerrero novato dio un suspiro.
—…Supongo que será mejor que consiga algo que comer.
✠
—…Llegas tarde.
La sacerdotisa aprendiz ya estaba en la taberna.
Estaba en la esquina, y la habitación estaba llena de
aventureros incluso a esta hora tan temprana.
Estaba descansando su barbilla sobre sus manos y
parecía molesta; el guerrero novato se sentó a la mesa con dando una breve
disculpa.
—Oh. Añadió —Y buenos días. ¿Desayuno?
—Ya comí. Dijo bruscamente la sacerdotisa aprendiz,
pero luego murmuró su respuesta a su saludo. —Buenos días. De todos modos. Date
prisa y come. Quiero volver a bajar por la tarde si podemos.
Había un plato vacío, que antes tuvo pan, delante de
ella. En el asiento de él había frijoles, sopa de tocino y pan.
El guerrero novato abrió su boca confundido, la cerró,
y luego volvió a abrirla.
—Lo siento.
— ¿Por qué?
—Ahh…
Parecía que si decía algo más, la volvería a hacer
enojar.
Y no hay necesidad de pelear a primera hora de la
mañana.
Tomó una cuchara y se llevó algo de sopa a la boca. La
sacerdotisa aprendiz dio un hmph.
—Y tu ropa. ¿Siguen colgados detrás del establo?
—Oh, uh, sí. El guerrero novato asintió. Tomó un
bocado del pan duro y se lo tragó. —Todavía no estaban secos.
—Vale, dámelos más tarde. Ese hedor nunca saldrá de la
forma en que los lavas. Lo haré por ti.
—Oh, uh… lo siento.
—No quiero terminar apestando sólo porque salgo
contigo. Y entonces ella se alejó de él.
El fracaso de su última salida había sido culpa suya.
—Lo siento. Murmuró, concentrándose en su comida.
Arrancó un trozo de pan y lo sumergió en la sopa.
Cuando se veía bueno y mojado, recogió algo de tocino con su cuchara y se lo
comió todo junto. La sopa era pobre y saboreada principalmente con sal. Comió
sin decir una palabra, diligentemente.
Si la persona que se suponía que era el escudo estaba
tan hambriento que no podía moverse, ¿qué haría entonces su pequeño grupo? Esta
era otra parte de su trabajo.
Terminado todo, tiró la cuchara sobre su plato vacío y
asintió. —De acuerdo. Armas.
—Fue un desperdicio dejar esa espada ahí abajo.
—No, pero escucha. Respondió, echando un poco de agua
de la jarra sobre la mesa a su vaso. —Necesito un arma si vamos a volver y
encontrarla.
— ¿Y tienes el dinero?
—Sobre eso…
Tragó el agua. La sacerdotisa aprendiz se extendió
hacia la jarra en el mismo momento en que él lo hizo, así que él llenó su vaso.
—Gracias. Dijo, poniendo ambas manos alrededor de su
vaso y llevándolo a sus labios. —No tienes nada, ¿verdad? Dinero, quiero decir.
—Tal vez podría prestarme…
—Basta ya. No te endeudes.
—No. Me refiero a un equipo prestado o algo así.
Pedir prestada un arma. Él pensó en algunos de sus conocidos, preguntándose si alguno de
ellos estaría dispuesto a prestar algo.
Podría ser bastante conseguir una daga, pero eso no
inspiraba mucha confianza.
Y pedir prestado cualquier cosa como una espada larga,
como la que había perdido al oscilarla, contaría en su contra.
La confianza no era algo tan fácil de conseguir.
Estaba suspirando profunda e involuntariamente cuando…
— ¿Hm? ¿Qué pasa, chico? Es muy temprano por la mañana
como para una cara tan larga.
El despreocupado comentario sonó por encima de él.
Alzó la cabeza. Vio a un aventurero llevando una lanza
que brillaba en la luz.
La placa que colgaba de su cuello era Plata, el tercer
rango.
—Oh, uh, bueno…
—Tengo una cita, con lo que quiero decir una aventura,
así que no tengo mucho tiempo. Pero te escucharé mientras pueda.
El guerrero novato de repente se encontró perdido por
las palabras. El lancero, conocido como “el más fuerte de la frontera”, emitía
una amigablemente sonrisa hacia él.
El joven guerrero tragó. Junto a él, la sacerdotisa
aprendiz le dio un codazo en el costado. Él asintió resueltamente.
—En realidad, perdí mi arma en nuestra aventura de
ayer.
— ¿Ah, si? El lancero frunció el ceño instintivamente.
—Eso es duro. Dijo, con su voz teñida de aparente sinceridad.
—Quiero recuperarla, pero no tengo ninguna otra arma,
así que… estaba pensando que quizá alguien podría prestarme uno…
—Una lanza que puedas tomar prestada, ¿huh? El lancero
miró al guerrero novato de la cabeza a los pies y concluyó: —No estoy seguro de
que tengas la fuerza para ello.
—Erk…
Un pequeño sonido de vergüenza se le escapó.
El guerrero novato era delgado y flexible, pero en
términos de músculos, no era rival para el lancero.
Sólo tenían diferentes tipos de cuerpos. Naturalmente,
usarían armas de diferentes pesos.
—Y si pierdes esa también, apuesto a que no podrías
pagármelo.
— ¿En serio? Ni siquiera él puede
extorsionarle dinero a un aventurero novato.
Una hermosa mujer apareció al lado del lancero,
silenciosa como una sombra excepto por sus susurrantes palabras.
Era una bruja que vestía ropa que acentuaba su
completa y voluptuosa figura. La sacerdotisa aprendiz encontró que su cara se
enrojecía, y apartó los ojos de ella.
—Y un arma mágica, seguro que no, te sentaría bien,
¿no?
¡¿Un arma mágica prestada?!
Los ojos del guerrero novato se abrieron mientras la bruja
susurró y rio.
Para un principiante como él, una armadura metálica
era cosa de sueños. Un arma mágica podría haber sido una leyenda lejana.
Escuché que puedes encontrarlos en ruinas y laberintos
si tienes suerte, y verlos a la venta de vez en cuando.
Pero eran varios dígitos demasiado caros para que él
pensara en tener uno.
—Así que en su lugar, déjame darte algo, bien.
La bruja sacó algo de su escote con un movimiento
elegante—una vela.
No parecía ser del habitual blanco, sino azulado—que
era, al ser inspeccionado de cerca, debido a las letras coloreadas que lo
cubrían.
Abundantes símbolos fueron esculpidos en la vela con
una escritura tan fluida, que el guerrero novato no podía descifrarlos.
—Es… La sacerdotisa aprendiz parpadeó varias veces. —…
¿una vela?
—Sí.
La bruja guiñó un ojo y bajó su voz como si estuviera
revelando un profundo y oscuro secreto.
—Esto, mira, es una vela buscadora… Cuando te acercas,
al objeto que buscas, se pone más cálido. ¿Ves?
Un objeto mágico. Guerrero novato tragó con fuerza.
No había necesidad de que lo usaran ellos mismos. Si
la vendieran, les daría más que suficiente para comprar una buena espada…
—Siéntanse libres, de venderlo… y convertirlo en
dinero.
Su sonrisa parecía ver a través de él, el guerrero
novato se encontró mirando fijamente al suelo. La sacerdotisa aprendiz le dio
otro golpe en el costado con su codo.
—Oh, um. Yo, uh… G-gracias. Muchas gracias.
—En absoluto. Sólo es un poco de algo para ayudar.
El guerrero novato recibió el artículo vacilantemente
mientras la bruja llevaba una expresión divertida y sonreía.
—Bueno, entonces. Nosotros tenemos nuestra… cita.
—Sí. No se mueran, niños.
El lancero desordeno el cabello del guerrero novato
como despedida, y se puso en marcha a un paso alegre.
La bruja le siguió justo detrás a través de las
puertas del Gremio.
El guerrero novato puso su mano derecha sobre su
cabeza, donde todavía podía sentir esa poderosa palma.
—…Son tan geniales.
—Sí. La sacerdotisa aprendiz susurró. —Tal vez…
✠
— ¡Uh-uh, no, de ninguna manera! En el campo herboso detrás del Gremio, el joven explorador estaba sentado y agitando sus manos frenéticamente. —Perdí mi daga recientemente. La que tengo ahora es prestada. Si la presto, ¡Cap me mataría!
— ¿La perdiste? ¿Qué pasó?
—Fue disuelta por una babosa gigante.
— ¿Qué estás haciendo? Preguntó la chica rhea druida,
levantando las cejas.
— ¿Una babosa gigante, eh? Suerte que…
El guerrero novato frunció los labios, recibiendo un
codazo en el costado de la sacerdotisa aprendiz. —Somos rango porcelana,
mientras ellos están en un grupo de rango plata. No podemos comparar.
—Estabas matando ratas gigantes, ¿verdad? Preguntó el
joven explorador. El guerrero novato frunció el ceño y asintió.
—Y perdí mi espada haciéndolo.
—Tienes suerte de que no fuera un artículo único.
El joven explorador miró hacia arriba donde el
guerrero blindado estaba balanceando su enorme espada a dos manos.
Hubo un whoosh cuando cortó a través
del aire, y luego un thud cuando la caballera femenina saltó.
La espada a dos manos le impidió llevar un escudo,
pero la facilidad con la que lo manejaba era un testimonio del poder mágico que
se le había dado.
Ataca, bloquea, golpea, esquiva, movimiento brusco,
oscilación elevada, refleja, corta, repele.
Su arma estaba finamente fabricada, al igual que su
armadura. El brillo del arma cuidadosamente trabajada era inconfundible incluso
a la luz del sol.
—…Ojalá tuviera uno de esos.
— ¿Uno de qué?
—Esa gran espada. Dijo el guerrero novato, apoyando la
barbilla en sus manos. —Una espada de dos manos.
—Olvídalo. Dijo la sacerdotisa aprendiz, con los ojos
abiertos. —Aunque tuvieras uno, piensa en lo que pasaría.
—Sí, lo que sea.
—¿Ella quiere decir que él sólo cortaría el aire?
—Ella quiere decir que él nunca golpearía nada.
El parloteo del joven explorador y la chica druida
hizo que el guerrero novato se alejara molesto.
—Sin embargo, si yo golpeara algo, sería increíble.
—Esas armas son tan pesadas que te agotarías
rápidamente.
—Pero me vería genial.
—Y además no son baratos. La sacerdotisa aprendiz
movió su dedo reprochándole al guerrero novato, y no había nada que él pudiera
hacer excepto callarse.
—¡Es como si te hubiera lanzado Silencio! El joven
explorador moría de risa. —¡Chico, te tiene bajo su pulgar!
—Oh. Dijo la chica druida con un suave resoplido y una
expresión calmada, moviendo sus orejas en forma de hoja. —Como si no
desperdiciaras todo nuestro dinero si yo no llevara la cartera.
El joven explorador había provocado la reprimenda.
Hizo un chasquido con su lengua, y la chica druida asintió satisfecha. Entonces
ella preguntó —Oye, ¿y si le pides consejos al Gremio?
—¿Te refieres a cómo pedir prestada un arma?
—No, sobre cómo matar ratas gigantes. Tal vez sepan
algunos trucos.
—Hmmm. La sacerdotisa aprendiz hizo un sonido bajo.
—Me pregunto si podría ser tan fácil.
✠
—Me temo que no es tan fácil.
Por supuesto que no.
La recepcionista agitó lentamente su cabeza ante la
sacerdotisa aprendiz, poniendo su mano en su mejilla y pareciendo preocupada.
—Pensé que no…
—Pedimos a los aventureros que lo hagan porque no es
fácil, esencialmente.
—Si cualquiera pudiera hacerlo, no habría trabajo,
huh… Dijo el guerrero novato. —Oh, un antídoto, por favor.
—Por supuesto, aquí tienes.
La sacerdotisa aprendiz tomó la botella ofrecida y la
guardó cuidadosamente en su bolsa de artículos. Al menos el amargo recuerdo de
cuando había corrido y tropezado, destrozando uno dentro de su mochila, sirvió
de algo.
—Oye, ¿qué tal una poción curativa? Añadió la
recepcionista.
—Me encantaría uno, pero… ya sabes, el dinero… ¿Tienes
alguna venda, o hierbas, o ungüentos?
—No es tan fácil, ¿verdad? Aún así, sin embargo… La
recepcionista aclaró su garganta con un aire de importancia. —Puede haber algo
que pueda enseñarte…
— ¡¿En serio?! El guerrero novato sacudió su silla
mientras se asomaba sobre el mostrador.
Ya era más de mediodía, y había pocos aventureros en
el Gremio de aventureros.
La mayoría de ellos ya habían seleccionado sus
misiones y partían con entusiasmo hacia sus aventuras.
El guerrero novato y la sacerdotisa aprendiz habían
esperado hasta este momento para pedir ayuda, y habrían odiado irse a casa sin
ningún consejo.
— ¡Cualquier cosa! ¡Cualquier cosa!
—Bueno, realmente es una idea muy obvia… La
recepcionista alzó su dedo índice, lo cual enfatizó su uña pulcramente
recortada. —Fortalece tu defensa. Al menos ten una cota de malla, o algo
parecido, para que las ratas y cucarachas gigantes no puedan morderte.
— ¡Pero no tenemos dinero! Toda la emoción del
guerrero novato se disipó, y la silla chilló de nuevo mientras se desplomaba,
su voz estaba completamente desanimada.
La recepcionista inclinó su cabeza hacia un lado,
haciendo caer su áspero cabello trenzado.
—Puedes conseguir un pequeño descuento si compras
equipo usado.
— ¿Eso no proviene de los muertos? Preguntó con un
poco de frialdad la sacerdotisa aprendiz, y la recepcionista hizo un sonido de
desagrado como se dijera que grosera.
—Algunas de ellas provienen de aventureros retirados,
o de personas que las vendieron. No tenemos nada maldito.
—Pero tienes artículos de personas muertas, ¿verdad?
—Bueno, nosotros… Pero nunca si se convirtieron en
no-muertos… La recepcionista miró vacilantemente por un momento. Pero pronto
volvió a sonreír. —De todos modos, equipo es equipo, ¿verdad?
El guerrero novato suspiró.
Y no dinero es no dinero.
— ¿Alguna otra idea?
—Veamos… Oh, ¿estás usando una linterna?
—Sí, el de la caja de herramientas del aventurero.
Dijo la sacerdotisa aprendiz un poco cansada. La caja de herramientas del
aventurero contenía cuerda, una linterna, tiza y varias longitudes de cadenas,
todo en un solo lugar. Hasta ahora, sólo la linterna les había sido muy útil, y
ella se arrepentía un poco de haberla comprado.
—Hay gente que usa una antorcha en vez de una
linterna, porque también sirve como arma.
La recepcionista mencionó con una sonrisa que tanto
las ratas como los insectos odiaban el fuego.
— ¿Qué clase de aventurero haría algo así?
—Bueno, para uno…
La recepcionista se detuvo de repente, y era como si
una flor hubiera florecido en su cara.
El guerrero novato siguió su mirada, encontrando la
entrada del Gremio.
Las puertas de estilo bar se abrieron rechinando, y un
olor a hierro, punzante a la nariz, entró flotando.
Era difícil culpar al guerrero novato por el “Ergh”
que se le escapó.
Un curioso aventurero apareció en la entrada.
Llevaba un casco de acero de aspecto barato y una
sucia armadura de cuero, un pequeño escudo atado a su brazo, y un rudimentario
garrote colgado a su cintura.
Era el aventurero llamado Goblin Slayer.
—G…Goblin Slayer, se lo dije, es demasiado pronto…
— ¿Lo es?
Una sacerdotisa vestida de blanco y manchada de un
horrendo negro rojizo llegó apresuradamente detrás de él.
La respuesta de Goblin Slayer fue corta. Reconoció a
los dos en el mostrador de recepción, y luego empezó a caminar audazmente. Se
sentó en el banco en la sala de espera de golpe. La sacerdotisa colapsó junto a
él.
La recepcionista, moviendo los dedos de abajo hacia
donde ella estaba, haciendo una especie de señal, y entrecerrando los ojos como
si dijera, No se puede evitar.
—Tienes que limpiar. Siempre te lo digo. La gente lo
malinterpretara. Refunfuñó. Luego notó las expresiones en los rostros del
guerrero novato y de la sacerdotisa aprendiz. — ¿Están ustedes dos bien?
—Oh, nosotros, uh…
—Um… La sacerdotisa aprendiz se rascó la mejilla
incómodamente. —Dijimos algo más bien… grosero, antes.
Ella hablaba de algo de varios meses antes, pero el
evento aún estaba fresco en sus recuerdos.
Habían pensado que podría estar intentando usar a su
compañera novata como cebo.
Ahora parecía que pensaron algo terriblemente
inapropiado, pero en ese momento estaban convencidos de que tenían que rescatar
a la sacerdotisa.
— ¡Ah! Dijo la recepcionista con una risita,
captándolo. —Estoy seguro de que está bien. No deja que ese tipo de cosas le
molesten.
—Sí, pero nos molesta a nosotros… dijo el guerrero
novato, y luego parpadeó. Se frotó los ojos con su manga. Algo estaba mal.
El recién llegado llevaba un casco de acero de aspecto
barato y una sucia armadura de cuero, un pequeño escudo atado a su brazo, y un
rudimentario garrote estaba en su cintura.
¿Un garrote?
—… ¿No usa una espada?
—Ahora que lo mencionas… La sacerdotisa aprendiz
también miró a la dirección de Goblin Slayer. —…Supongo que sí. Una muy barata,
sin embargo.
—Sí, tienes razón.
—Y esa chica está cubierta de salpicaduras de sangre.
¿Qué demonios ha pasado? La joven pareja parecía muy preocupada, pero la recepcionista sólo
soltó una risita y sonrió.
— ¿Me preguntan acerca ellos? Preguntó ella,
puntualmente golpeando algunos papeles contra su escritorio para enderezarlos.
—La mejor manera de aprender sobre como aventurarse es preguntándole a un
aventurero.
—C-cierto…
Pero esa persona era Goblin Slayer.
Por otra parte, también era un aventurero de tercer
rango, Plata.
Pero… también era un asesino de goblins…
—… ¡De acuerdo, entonces!
Fue la sacerdotisa aprendiz quien se puso de pie con
todo el entusiasmo que pudo reunir.
—H-hey, ¿qué…?
—Preguntar. Dijo ella, mirando fijamente hacia adelante
—¡No cuesta nada!
Luego dejó al tambaleante guerrero novato y comenzó a
marchar hacia adelante con un aire de determinación.
El guerrero novato miró a la recepcionista. Ella
seguía sonriendo.
—¡Aww, hombre…!
Ahora El guerrero novato se alentó a sí mismo, y se
puso de pie. La expresión de la recepcionista, por supuesto, nunca cambió.
***
—Umm… La sacerdotisa aprendiz gritó, provocando sólo un cansado “¿Wuh?” de la sacerdotisa.
Estaba claro que acababa de terminar una aventura con
Goblin Slayer. La sacerdotisa aprendiz frunció el ceño, pero ahora recién
cuenta de que debería haber elegido un mejor momento.
— ¿Qué cosa?
—Eep…
Y encima de eso, había una baja, desapasionada, y casi
mecánica voz.
El casco de acero se movió lentamente, con una mirada penetrante
más allá de la visera.
La armadura del hombre estaba cubierta de manchas
oscuras de sangre.
Realmente parece una armadura viviente o algo así…
Con ese pensamiento más bien inoportuno en su cabeza,
tragó la sacerdotisa aprendiz.
—¡Uh… Um! El guerrero novato interrumpió como para
cubrirla. Ignoró su queja de “¡Sólo un segundo!” y continuó en
un tono familiar.
—Hay algo que nos gustaría preguntarte… si le parece
bien.
—¿Qué cosa?
La respuesta de Goblin Slayer fue corta, y fue
pronunciada en ese mismo tono bajo.
Junto a él, la cabeza de la sacerdotisa se balanceaba
de un lado a otro.
—Silencio, por favor.
—Oh… erk… Lo siento. Contestó el guerrero novato con
voz tensa. Sus manos estaban rígidas, y temblando un poco por el nerviosismo.
La sacerdotisa aprendiz tomó su mano suavemente. Era
áspera y estaba cubierta de cicatrices.
—… ¿Es bastante malo, este trabajo?
—Necesitábamos algo de dinero. Pero, no. Goblin
Slayer sacudió el casco de un lado a otro. —Estaba obligada a aceptarlo.
El guerrero novato tragó fuertemente y apretó la mano
de la sacerdotisa aprendiz.
—Bueno, nosotros… Queríamos preguntarte algo. Respiró
profundamente. Relajó sus manos. — ¿Por qué estás usando un garrote?
La respuesta vino de un solo golpe: —Se la robé a un
goblin.
— ¿R…robada?
—Lanzas una espada o apuñalas. Se rompe o se astilla.
Un uso cuidadoso puede ayudar, pero una sola espada no es buena para más de
cinco de ellos.
Eso sonó como una respuesta… Y a la vez, más o menos
no.
Espera… Tal vez lo sea.
—Hrrm. Gruñó el guerrero novato. Luego se detuvo un
momento. — ¿Y acerca de ratas o cucarachas?
Ahora fue el turno de Goblin Slayer para gruñir. —
¿Ratas o cucarachas?
—…Sí.
—No podía decírtelo. Pero… Tocó el
garrote en su cinturón. —…Si balanceas esto y golpeas con él, les dañarás. Al
menos no tienes que preocuparte por el astillado de la hoja.
Goblin Slayer se levantó del banco, tremendamente
despacio. La sacerdotisa, que había estado apoyándose en él, se sacudió.
—Es fácil.
—Fácil…
—Me voy. Le dijo rápidamente al guerrero novato, que
se quedó pensando. Entonces el casco se volvió hacia donde la sacerdotisa
estaba borrando el sueño de sus ojos. — ¿Descansando?
— ¡Oh, n-no, ya voy!
—Ya veo.
La sacerdotisa también se puso en pie, apresurándose a
seguir el paso audaz que lo transportaba rápidamente.
Pero justo a punto de partir, se volvió hacia los
otros dos aventureros y dio una pequeña reverencia.
— ¡Oh, um…hey! Dijo la sacerdotisa aprendiz.
— ¿Sí?

Era ahora o nunca.
La sacerdotisa aprendiz la había llamado casi sin pensar,
pero ahora la sacerdotisa ladeó su cabeza. — ¿Puedo ayudarte?
—Bueno, um, sólo… ¿por qué estás cubierta de sangre?
—Oh… La sacerdotisa murmuró con una mirada un poco
confundida. Se sonrojó levemente. —Yo… sólo… no preguntaría.
—Oh… oh, ¿en serio?
— ¡Ah, p-pero no estoy herida ni nada, así que no te
preocupes! Ella sonrió a la sacerdotisa aprendiz con una expresión cansada pero
galante. Estaba cubierta de sudor y suciedad, pero su expresión no tenía sombra
alguna.
La placa de nivel que colgaba en su cuello no era
Porcelana, sino Obsidiana. La sacerdotisa aprendiz soltó un suspiro.
—Hey…
— ¿Sí?
—Perdón por lo de antes.
— ¿…?
—Creo que malinterpretamos seriamente lo
que estaba pasando.
Los ojos de la sacerdotisa se abrieron, y parpadearon
varias veces. —… ¡No te preocupes por eso! Y de repente, la chica tranquila y
seria agarró su bastón con ambas manos. —Está totalmente bien. Sé cómo se ve,
pero es una buena persona…
— ¿No vienes? Una voz ronca llamó desde lejos.
—Deberíamos hablar cuando tengamos la oportunidad.
Dijo la sacerdotisa, y luego se inclinó ante los dos. Poniendo una mano sobre
su cabeza para mantener su gorra puesta, y corrió hacia donde estaba Goblin
Slayer.
— ¿Pasa algo malo? Preguntó él.
Pero ella respondió —No, nada.
— ¿Estás exhausta?
—Oh, no… Bueno, quizás sí estoy un poco cansada.
—Descansa un poco.
Incluso desde lejos, los dos podían ver sonreír a la
sacerdotisa mientras ella respondía —Sí.
La sacerdotisa aprendiz exhaló y se encogió de
hombros.
—Supongo…
— ¿Huh?
—También tendremos que dar nuestro mejor esfuerzo.
— ¡Uh-huh!
Con eso, el guerrero novato y la sacerdotisa aprendiz
chocaron sus puños suavemente.
✠
— ¡Muy bien! ¡Allá vamos!
— ¡Vale, veamos a la lista!
En las afueras de la ciudad, justo después del amanecer,
con la neblina azul púrpura de la mañana todavía colgando en el aire, las voces
de un joven y una señorita se oían cerca de la zanja de aguas residuales.
— ¡Antídoto!
— ¡Listo!
— ¡Suministros de primeros auxilios!
— ¡Ungüentos y hierbas, listo!
— ¡Luz!
— ¡La linterna de la caja de herramientas del
aventurero, un poco de aceite y una antorcha! ¿Qué hay de ti?
—La vela buscadora… Umm, ¡mapa!
— ¡Listo! Lo tomé prestado cuando aceptamos nuestra
misión.
—Me parece justo. ¡Ahora, armadura!
—Mi armadura de cuero sigue apestando… mi escudo
también. Ahora tú, muéstrame.
— ¿Yo? No es como si planeara que me atacaran con
estas vestiduras.
—No me importa, sólo muéstrame. De lo contrario, ¿qué
sentido tiene una lista de verificación?
—Sí, bien… ¡último, armas!
— ¡Listo!
Y con eso, el guerrero novato tomó su primitivo, pero
completamente nuevo garrote, en su mano derecha.
Era tan inmaculado, que aún podría ser vendido. El
comprador promedio lo habría considerado un artículo barato, pero el joven
apenas pudo pensar eso.
—Bien. Dijo la sacerdotisa aprendiz, viendo el
garrote. Abrió los brazos y giró una vez. Las mangas de su ropa blanca se
estiraron. Había costuras y rasgaduras en algunos lugares, pero seguía siendo
limpio y atractivo.
— ¿Luce bien?
—Podrías hacer algo de costura más tarde.
—Si tuviera algo con que coser…. La sacerdotisa
aprendiz puso sus manos en las caderas y, con una expresión seria, gritó. — ¡Si
no cumplimos con nuestra cuota hoy, es todo! ¡Estamos acabados!
—No creo que las cosas estén tan mal…
— ¡Pero esa es la actitud con la que tienes que
entrar!
El guerrero novato parecía estar relajado; la
sacerdotisa aprendiz le dio un golpe repentino con su espada-balanzas. —Ni
siquiera tenemos dinero para volver a casa. Tú terminarías siendo un siervo, y
yo sería… ya sabes…
— ¿Una prostituta? Pfft, ¿quién te tomaría?
— ¡Cómo te atreves a decir eso, idiota! Su cara se
puso de color rojo brillante, y su codo golpeó el costado donde se amarraba la
armadura.
Ella lo miró temblando y retorciéndose, y luego
resopló.
—De todos modos, ¿entiendes?
—S-sí, lo sé, pero… bueno, sí. El guerrero novato se
tranquilizó, ajustó su agarre sobre sus objetos, y asintió enérgicamente. — ¡Lo
manejaremos de alguna manera!
Esta era una ciudad fronteriza, uno de los lugares donde
personas había luchado para reclamarla, y había una alcantarilla aquí porque,
por supuesto, alguien la había construido.
Una cosa era cuando se construía una ciudad por encima
de unas ruinas antiguas, como la Ciudad de Agua, pero no había servicios públicos
en un campo desocupado. Enanos artesanos y magos, constructores de todo tipo,
habían sido llamados para crear el alcantarillado de piedra desde cero.
¿Se había construido la alcantarilla porque la ciudad
estaba prosperando, o la ciudad había prosperado porque se había construido la
alcantarilla? El guerrero novato no sabía cuál había sido primero.
Heck, ni siquiera sé cómo funciona.
Más allá de las oxidadas puertas metálicas y bajando
por las escaleras había un oscuro y húmeda mazmorra de piedra.
Un pasillo corría a lo largo del canal que llevaba las
aguas residuales, y un hedor podrido corría a través de todo.
Sin dudarlo, el guerrero novato se cubrió la boca con
un paño; la sacerdotisa arrugó su cara y se puso tapones en la nariz.
La alcantarilla era nueva, pero las ratas gigantes y
las cucarachas gigantes fueron atraídas por la suciedad.
Por alguna razón, personajes no religiosos—los NPCs
(non-praying characters)—parecían aparecer naturalmente en tales lugares. Razón
de más para deshacerse de ellos antes de que una amenaza aún mayor apareciese.
— ¿Y por dónde vamos?
— ¡Oh, um, espera!
Mientras el guerrero novato permanecía de pie, con lo
que, para él, pasaba como hacer vigilancia constante, la sacerdotisa aprendiz
rápidamente buscaba algo.
Cogió un pedernal y encendió la linterna, y luego se
la colgó en la cintura. La abrió he hizo que la llama prendiera la vela.
La vela buscadora ardía con una extraña llama
blanquiazul; ella podía sentir como se iba calentando poco a poco en su mano.
—… ¿Cómo se siente?
—Es cálido, pero aún así…
—Asegúrate de mantener mi espada firmemente en tu
mente.
Cierto, estaban allí para encontrar una espada, pero
también para matar ratas.
Tenían una cuota que cumplir.
El guerrero novato, determinó que lograrían todo lo
que habían venido a hacer, se pusieron en marcha, ignorando varios túneles de
alcantarillado hasta que finalmente se encontraron en lo más profundo de su
interior.
Era el nido de las ratas gigantes, que finalmente
habían localizado después de sus muchas inmersiones en busca de él.
—…Ooh, aquí están.
Tal vez fue la corriente la que trajo tantos residuos
de comida de la ciudad.
Eso es lo que buscaban las ratas de gran tamaño. Una
de ellos, dos.
El guerrero novato escupió en su mano y la restregó en
la empuñadura de su arma, luego se abalanzó hacia las criaturas.
— ¡Yaaaaaaaaahh!
— ¡¿GYUUI?!”
Una de ellos escapó de él, pero su objetivo era el que
estaba centrado en su comida.
Hubo un sonido contundente del impacto, que era
totalmente diferente a golpear con una espada. Sintió que el arma se conectaba
con el trozo de carne.
La rata gigante chilló y cayó, pero seguía viva.
— ¡Muere… ahora!
Hace mucho tiempo había desechado cualquier
sentimiento de simpatía por los monstruos. Era matar o morir. Si ellas tuvieran
sus dientes en su tráquea, era él quien moriría.
— ¡Whoa! ¡Yah!
La rata gigante se levantó de golpe y saltó hacia él,
mostrando sus colmillos desnudos.
El guerrero novato lo recibió con su escudo,
lanzándolo hacia atrás con duro golpe. Su brazo izquierdo, que llevaba el
escudo, se estremeció por el impacto de un trozo de carne que pesaba casi diez
kilogramos.
— ¡Porqué…!
Pero el guerrero novato tenía la ventaja en cuanto al
peso corporal.
Se apoyó contra el sucio pasillo para no caer, y luego
metió su garrote en la cabeza de la rata.
No había técnica, ni secreto. Una pelea callejera a
puños tenía más sofisticación.
—¡¿GYU?!
Hubo un crujido, como cuando se destroza una parte
húmeda de la espina dorsal de una rata. Otro golpe. La rata gigante tembló.
Comprobó que sus ojos estaban vacíos, y sólo entonces
el guerrero novato finalmente limpió el sudor de su frente.
—¡¿Qué hay del otro…?!
—Ya se ha escapado.
El guerrero novato inspeccionó el área, mientras la
chica, que sostenía nerviosamente la espada-balanzas, soltaba un suspiro.
Se acercó rápidamente a él, y con un ojo entrenado lo
revisó para ver si tenía alguna herida.
El guerrero novato cerró su mano como si se asegurara
de que seguía funcionando, y luego la abrió; entonces también movió sus brazos
y piernas.
Estaba ileso. No había sido mordido. La rata estaba
espumando sangre, pero nada de eso le había caído encima.
—Estoy… bien.
—…Parece que sí.
Bien. La sacerdotisa
aprendiz asintió. No necesitarían usar sus antídotos ni ninguno de sus artículos
de curación.
— ¿Y cómo trabajó el garrote?
—Aún no estoy seguro… El guerrero novato dio un golpe
descuidado con el arma. No era afilada como una espada, pero pesaba más que
una, y eso la hacía sentir extrañamente confiable. —Pero sé que si golpeo algo
con él, muere.
Él no podía evitar suspirar, pensando en lo lejos que
estaba de la relajada actitud del lancero o de la firmeza del guerrero
blindado.
Era sólo una rata.
Pero fue un buen comienzo.
***
—¿Qué dice la vela?
—Hm… ¿Creo que por este camino la vela es un poco más
caliente?
Cada vez que llegaban a una bifurcación en el camino,
la sacerdotisa aprendiz alzaba la vela para encontrar la dirección correcta, y
entonces continuaban.
Desafortunadamente, aunque tal vez de forma
predecible, la espada no estaba donde la habían dejado después de la batalla
del día anterior. Tal vez las ratas gigantes se lo habían llevado, o las
cucarachas gigantes la habían hecho a un lado.
—No son goblins. No están sólo acumulando botín.
—Oye, no digas eso, da miedo. La sacerdotisa aprendiz
miró fijamente al guerrero novato y le dio otro golpe con su codo. —Si hubieran
goblins viviendo bajo esta ciudad, no sería gracioso.
—Seguro.
Entonces tendrían que pedirle a Goblin Slayer algo más
que un simple consejo.
Continuaron su diligente búsqueda, quejándose acerca
del hedor.
A lo largo del camino, se encontraron, y eliminaron,
un total de tres ratas gigantes. Y una cucaracha gigante.
El garrote pronto se cubrió de una gruesa mucosidad,
hablando ya de la historia de sus batallas.
—Supongo que no pensé que el garrote podría hacer
sangre y… ¿son esos cerebros?… salpicaduras.
—Bueno, viste cuan sucio iba ese sujeto goblin… La
sacerdotisa aprendiz se detuvo.
—Cuan sucio iba Goblin Slayer.
La nueva arma era pesada, y también tener que
blandirla una y otra vez en la batalla lo cansó mucho más rápido que una
espada.
—Pero me gusta cómo puedes sólo oscilarlo sin tener
que apuntar.
—Sólo trata de no perderlo ni nada.
—Sí…
El guerrero novato gruñó en concordancia con esa opinión
mientras se asomaba por la esquina.
Por el momento solamente parecía haber ratas de tamaño
normal, así que no hubo ningún problema.
Llamando a la sacerdotisa aprendiz detrás de él, se
adelantó un paso a la vez.
La sacerdotisa aprendiz dio un pequeño grito, a causa
de las largas colas de las ratas que habían, mientras caminaban alrededor de
los roedores.
—Oh, sí…
— ¿Qué es eso? ¿Tienes otro comentario tonto que
hacer?
—No. El guerrero novato agitó la cabeza
apresuradamente, miró hacia la izquierda y la derecha para asegurarse de que
estaban a salvo, y luego se sentó en el camino. — ¿Tenemos alguna cuerda?
— ¿Serviría una soga?
—Demasiado grueso.
—Tengo una cuerda para sujetarme el pelo.
—Gracias.
Buscó en su bolso su bolso, y luego le dio un coletero,
diciendo —Asegúrate de devolverlo. Luego se agachó al lado del guerrero novato
y lo miró intensamente mientras él se ponía a trabajar.
—Cuando tengamos algo de dinero, te compraré uno
nuevo.
—Sale de tu parte, ¿de acuerdo?
—Sí, claro.
Fue un buen trabajo, pero bastante simple. Envolvió
firmemente la cuerda alrededor del mango del garrote, e hizo un lazo de un
tamaño específico.
Cuando pasó su mano a través para sostener el palo… —
¿Ves? Ahora no lo dejaré caer.
—Hmm… La sacerdotisa aprendiz inspeccionó la correa
improvisada, y luego hizo un resoplido. —Es un buen trabajo, hasta para ti.
—Ouch, eso duele.
—Cuando volvamos, colocaré una mejor para ti.
La sacerdotisa aprendiz se puso de pie con una risita,
pero cuando levantó la vela para comprobar…
— ¡Whoa, rayos!
… Ella casi la deja caer, desesperadamente ajustó su
agarre para mantenerla a salvo.
—Oye, ¿qué pasa? El guerrero novato también se
levantó, sosteniendo su garrote en caso de que hubiera problemas.
No tenía experiencia, pero aun así miró cuidadosamente
a su alrededor, su escudo levantado. La chica agitó la cabeza.
—No… no es nada. Sólo… la vela se está calentando cada
vez más.
— ¿Se está poniendo más caliente? Eso significa…
Él podía ver que la llama blanca azulada de la vela
buscadora se había hecho notablemente más grande.
El guerrero novato y la sacerdotisa se miraron el uno
al otro.
—Debemos estar acercándonos.
Fue fundamentalmente la suerte lo que le permitió
sentir que algo venía de arriba.
El guerrero novato inmediatamente se movió para cubrir
a la sacerdotisa aprendiz, dándole un empujón mientras se apartaban del camino.
— ¡Eek! ¿Qué estás…?
— ¡Idiota, mira!
Era algo como un enorme bulto negro.
Debe haber sido de unos seis pies de largo, casi el
doble del tamaño habitual. Tenía un caparazón lustroso y seis patas retorcidas,
y ondeaba antenas que parecían largos alambres de acero fino, y rechinaba su
mandíbula con afilados dientes.
— ¡¿Qué dice la vela?!
— ¡Está muy caliente!
— ¡No me digas que está dentro de esa
cosa!
El bicho—estaba más allá de lo gigante, era una
descomunal cucaracha—se dirigió rápidamente hacia ellos. Los dos gritaron y
empezaron a correr.
✠
— ¡¿Qué… qué hacemos?!
— ¡Ojalá lo supiera!
El inmenso insecto negro arrastrándose
indiscriminadamente a través del techo, suelo y paredes, era más que un poco
aterrador.
La persecución en sí no era lo único que daba miedo.
Era la idea de ser comido vivo por esa criatura.
¡No se habían convertido en aventureros para
convertirse en un festín de ratas o cucarachas…!
— ¡Nos atrapará a este ritmo…!
Que siguieran a salvo mientras corrían
desesperadamente por las alcantarillas, fue gracias a la velocidad de su
reacción y a la distancia con la que habían tenido que empezar.
Una cucaracha gigante no era tan ágil como un ser humano,
al menos no de un aventurero rango porcelana.
Pero era obvio que no tenían mucho tiempo antes de que
los atrapara y los devorara.
Tenemos que llegar a la superficie antes… ¡No, nunca
lo lograremos…!
Ellos tenían que subir una escalera de mano para llegar
a la superficie. Si fuesen atacados en ese momento, sería todo. Las cucarachas
normales podían volar. Las gigantes probablemente también podían.
— ¡¿Qué tal si saltamos al agua?!
— ¡No servirá de mucho si cogemos la peste!
—Vale, entonces… ¡Un túnel estrecho! Tal vez no pueda
seguirnos.
— ¡No funcionará! ¡Las cucarachas son extremadamente
flexibles!
Un pasadizo estrecho podría darles un momento de
respiro, pero entonces el bicho entraría junto con ellos. Sólo el pensamiento
fue suficiente para darle un escalofrío. No túneles, entonces.
— ¡Tenemos que luchar!
— ¿Pero cómo?
El sonido de algo raspándose lo enfermaba
psicológicamente, y se estaba acercando.
El guerrero novato miró hacia el garrote que tenía en
la mano.
Si golpeara a la cucaracha suficientes veces, esta
moriría. Estaba seguro de eso. ¿Pero cómo hacerlo?
Si simplemente lo oscilo contra eso, nunca acertaría.
Era muy rápido. Si no podía evitar que se moviera, la
batalla sería inútil. Simplemente no tenía la habilidad.
— ¡H-hey! ¡¿Piensas que podrías golpearla con Golpe
Sagrado?!
— ¡No lo sé…! Los dioses son los que apuntan al
hechizo, no yo.
— ¿Qué tal si eso viene directo hacia ti?
— ¡En ese caso, tal vez!
— ¡Vale!
Ahora él tendría que pensar rápido. Si lo iba a hacer,
no podía dudar.
El guerrero novato agarró la linterna de la cintura de
la sacerdotisa aprendiz.
— ¡Ahh! H-hey, ¿qué estás…?
— ¡Puedes regañarme si sobrevivimos!
Gritando aún más fuerte que la sacerdotisa aprendiz,
el guerrero novato miró hacia atrás.
El enorme insecto estaba justo ahí, con sus mandíbulas
babeando mientras se abrían y cerraban.
El guerrero novato respiró hondo.
— ¡A ver si esto es de tu talla!
Y entonces tiró la linterna justo delante del insecto.
El impacto contra el suelo destrozó la carcasa barata
de la linterna, y el fuego se liberó.
La enorme cucaracha dio un chillido, extendió sus alas
y se elevó en el aire.
Esa simple vista fue suficiente para hacerles perder
la voluntad de luchar contra ella.
El guerrero novato sintió algo caliente y húmedo en
sus pantalones. Apretó su mandíbula para que sus dientes dejen de castañear.
— ¡Ahora… hazlo!
— ¡…Ee…ehh…ahh…!
En respuesta al grito del guerrero novato, la
sacerdotisa aprendiz, que había estado temblando en silencio, levantó las
espada-balanzas.
— ¡Señor del juicio, príncipe de la espada, portador
de la balanza, muestra aquí tu poder!
Un rayo crepitante cayó directamente en el asqueroso
insecto.
Hubo un fuerte chasquido, y una brillante luz blanca
azulada desterró la tenue oscuridad de las alcantarillas. El milagro duró sólo
un instante.
El humo que apestaba a ozono y la quitina[1] quemada surgida del monstruo, revolvía sus estómagos.
La enorme cucaracha derribada en el suelo, con su
abdomen horriblemente expuesto, luchaba por levantarse de nuevo con sus seis
miembros.
— ¡H-hii…yaaaaaahhh!
El guerrero novato levantó su garrote y saltó sobre
eso. Se subió encima del negro abdomen, ignorando las espinosas piernas que le
arañaban, y empujó su escudo contra sus mandíbulas. Las tenazas oscuras se
clavaron en el cuero engrasado, pero su concentración era absoluta. Con un
grito animal, levantó el garrote y lo bajó, golpeando, rompiendo, una y otra
vez.
No prestaba atención la baba que salía disparada de
las mandíbulas, ni a la sangre que salía de sus rasguños. Si lo hiciera,
terminaría muerto.
El sudoroso agarre resbaló de su mano. La cuerda que
tenía atada a su alrededor le permitió recuperar el agarrel. Y volvió a atacar.
Golpe y golpe y golpe y golpe y golpe y golpe. Pase
lo que pase, sólo golpea. Tantos golpes como sea posible. Golpéalo hasta que
muera.
—Hoo… ahh… huff… ahh…
Finalmente, había llegado a su límite. No tenía
suficiente oxígeno.
Trató de aclarar su mente, su visión estaba enrojecida
por el calor de su cuerpo, pero el esfuerzo le mareó. Entonces la sacerdotisa
aprendiz estaba allí, apoyándole justo cuando pensaba que caería.
— ¡¿Estás… estás bien…?!
—Yo… yo creo que sí.
El joven registró que estaba cubierto de pies a cabeza
con los jugos de la cucaracha. Su mano derecha, agarrando su garrote, estaba
especialmente fatal.
Donde debería haber estado la cabeza del insecto, sólo
había un charco de líquidos.
Las seis patas, escarbando con los últimos vestigios
de la vida, aún eran peligrosas.
— ¿Sigue vivo? Preguntó la sacerdotisa aprendiz.
—A-atrás. Es… peligroso.
El Guerrero Novato tragó pesadamente, y luego sacó su
daga de trabajo de su cinturón. La usó para serruchar cada pierna en la
articulación más baja hasta finalmente partirlas. Tenía que hacer esto, o no
estarían a salvo. Seis veces lo hizo, hasta que sus dedos estuvieron rígidos y
terriblemente dolorosos. Pero aún no había terminado.
—Um… el abdomen, ¿verdad?
Sostuvo la daga con un agarre inverso con las dos
manos, la levantó y la bajó. Hubo un fsssh y un géiser de
fluido del cuerpo.
La hoja golpeó algo duro, y entonces el guerrero
novato se preparó mentalmente y metió la mano en el estómago de la cucaracha.
Sacó algo.
—Lo encontré…
No tenía ni idea de lo que la criatura había estado
pensando cuando se comió esto. Pero la espada que sacó era, sin lugar a dudas,
la que había comprado tan entusiasmadamente, su primera arma.
—…A partir de hoy, tal vez llame a esta espada
Chestburster (Rompedor de tórax), y a este garrote Roach Slayer (Mata
Cucarachas). ¿Qué te parece?
—Creo que deberías dejar de decir estupideces y
beberte este antídoto, y luego deberíamos irnos a casa.
El chico tenía una figura patética, cada centímetro
estaba cubierto de baba. Algunos objetos habían caído en la cintura de la
chica, que había ocurrido cuando la linterna fue lanzada, y estaba humeando
allí.
Los dos fingían no darse cuenta de ninguna de estas cosas mientras intercambiaban una seca sonrisa por su gran victoria.
***
—Suspiro…
El sol se ponía en la ciudad fronteriza.
Los dos se habían lavado de pies a cabeza en el río,
evitando cuidadosamente cualquier vistazo del uno al otro en ropa interior, y
luego fueron al Gremio para hacer su informe.
Habían revisado su equipo, reabastecido los
suministros que habían usado, atendido a sus arañazos, y finalmente pagaron por
un lugar sencillo para dormir.
Al final, todo lo que quedaba eran varias monedas de
plata que el guerrero novato ahora tenía en su mano.
Estos serían sus ahorros. Pero… ¿cuánto hemos
podido ahorrar?
En cuclillas junto a la puerta del gremio de
aventureros, el guerrero novato también sentía que quería suspirar.
—Oye, de todas formas, ¿por qué miras fijamente el
entorno?
—Hmm…
La sacerdotisa aprendiz, presionando una toalla sobre
su cabello mojado, estaba a su lado.
El guerrero novato no respondió, se concentró en la
gente que entraba y salía por la puerta.
Aventureros de cada rango se dirigían a la ciudad con
objetos especiales, o entraban al Gremio. Todos y cada uno de ellos estaban
llenos de equipamiento y fatiga, mezclada con una sensación de logro en sus
rostros.
El chico y la chica aún no tenían suficiente
experiencia como para darse cuenta de que esto significaba que ningún
aventurero había muerto ese día.
—Sólo pensaba… que nos queda un largo camino por
recorrer.
—Bueno, obviamente. Dijo la sacerdotisa aprendiz con
un resoplido, sentada al lado del guerrero novato. — ¡Un pequeño progreso cada
día! El problema empieza cuando quieres más que eso.
—B-bueno, claro, pero…
—Haz tu mejor esfuerzo, sacrificio, haz dinero y vive
tu vida. No puedes quejarte de eso, ¿verdad?
—B-bueno, claro, pero… Las monedas de plata en su mano
brillaban en la luz de la tarde. Los brillantes destellos del metal lastimaron
sus ojos. —…Nos queda un largo camino por recorrer.
—…Eso es cierto.
Pero yo… incluso yo… fui capaz de lidiar con algunas
ratas gigantes y cucarachas hoy.
No sería una gran leyenda, pero no se podía negar que
había arriesgado su vida.
— ¡Muy bien! ¡Consigamos algo de comida decente! Dijo
él, y empujó las monedas a la sacerdotisa aprendiz.
—…Sí. Supongo que hoy podemos darnos un capricho.
Algún día… algún día… algún día.
Querían ser valientes. Querían ser héroes.
Querían ser aventureros que pudieran derrotar a un dragón.
Las monedas temblaron en la palma de la mano de la chica cuando ella se levantó.
Referencias
- Nota: La quitina es un carbohidrato que forma parte de las paredes celulares de los hongos, del resistente exoesqueleto de los artrópodos (arácnidos, crustáceos e insectos) y algunos órganos de otros animales como las quetas de anélidos (o los perisarcos de cnidarios. ↩