Goblin Slayer Vol. 5 capítulo 2
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Goblin Slayer volumen 5 capítulo 2 en español

Combate en Masa
Querido Goblin Slayer,
Espero que se encuentre bien. La estación de las hadas
de nieve ha llegado, y el frío con ella. La salud de un aventurero es su
recurso más importante en esta época del año. Por favor, ten cuidado de no
enfermarte.
En cuanto a mí, estoy sorprendida, pero feliz de decir
que después de nuestro último encuentro, no he soñado con goblins, y de hecho,
las cosas han sido bastante pacíficas. Es todo gracias a ti y a tus amigos. Les
envío mi más sincera gratitud. Me gustaría haber escrito antes y me da
vergüenza no poder alegar que he estado muy ocupada como excusa para la
tardanza de esta carta.
Tampoco creo que sea apropiado que inmediatamente te
moleste de nuevo, así que debo pedirte perdón, pues eso es exactamente lo que
pretendo hacer. Resulta que hay una misión que me gustaría pedirte que
aceptaras.
Es una historia bastante común: cierta joven noble
huyó de la casa de sus padres para convertirse en una aventurera. Ella tomó una
misión, después de la cual toda la comunicación por su parte cesó. Un resultado
triste, pero también no poco común. Que uno de sus padres visitara el gremio
para ofrecer una misión para encontrar a la chica tampoco es especial.
Lo único que deseo destacar es que la misión que la
chica había tomado era una exterminar goblins.
Estoy seguro de que ves a dónde va esto.
La misión que presentaron sus padres especifica que
deben aplicar “los aventureros más confiables y de más alto rango”. Pero por
supuesto, casi nadie en los rangos superiores toma misiones de goblins. Cuando
el gremio me consultó sobre el asunto, no podía pensar en nadie más que en ti.
Conociéndote, estoy segura de que estás bastante
ocupado (he oído hablar de lo que pasó en el festival de la cosecha), pero si
tienes algo de tiempo libre, te pediría que los usaras para ayudar a una
desafortunada joven.
Rezo por tu buena salud y seguridad.
Tuya,
—Es de Sword Maiden. Dice que reza por ti… Las cartas
humanas son tan apasionadas. — La alegre voz de una elfa sonaba brillante en el
camino de nieve.
El camino se extendía a lo largo de la llanura azotada
por el viento. Lo único que se podía ver eran árboles muertos y arbustos
cubiertos de nieve todo el camino hasta el horizonte. El cielo había sido
pintado de gris opaco por grandes y amplios trazos de nubes; no había nada de
interés para mirar en ninguna parte.
En este mundo apagado, la voz alegre y viva de la elfa
destacaba. Su delgada figura estaba cubierta con ropa de cazadora. Un arco
colgaba a lo largo de su espalda, y sus largas orejas se movían juguetonamente.
La curiosidad felina de la elfa arquera no se limitaba
en absoluto a las aventuras. Le hizo a la carta en su mano un doblez alegre, la
agarró con sus largos dedos, y la pasó atrás.
—No he visto muchas cartas. ¿Son todas así? —,
preguntó ella.
—Hmm…
La chica humana a la que le pasó la carta, hizo una sonrisa
ambigua, luciendo un poco tímida. Incluso mientras tomaba el pedazo de papel,
parecía indecisa a leerlo.
Su esbelto cuerpo estaba cubierto con una cota de
malla, sobre el cual vestía ropa clerical, y en su mano tenía un bastón: era
una sacerdotisa. Eso era todo, esta misiva tenía el aroma de una carta de amor.
Sería un error decir que no sentía curiosidad, pero tampoco se sentía cómoda
leyendo el correo de otra persona. Si alguien se lo hiciera a ella, le
resultaría muy difícil volver a como eran antes.
—Pero… Pero hace mucho frío, ¿no?
Así que en vez de eso, decidió cambiar el tema de la
conversación, por la fuerza si fuera necesario.
Cuanto más al norte se avanzaban, más pesaban las
nubes en el cielo, hasta que la luz del sol no podía penetrar en ellas. El
viento se estaba volviendo más fuerte, y a veces traía algo blanco con él.
Era invierno. Eso se hizo bastante obvio por la nieve
que había empezado a amontonarse a lo largo del camino.
—Tengo frío —, dijo la sacerdotisa. —Tal vez es mi
culpa. La cota de malla no me va a ayudar a mantenerme caliente.
—¡Por eso los productos de metal no son buenos! — La
elfa hizo una risita triunfal e infló su pequeño pecho, con sus orejas
moviéndose hacia arriba y hacia abajo con orgullo. Era cierto: su capa de cazadora
no tenía nada de metal.
—Cállate —, dijo un enano lanzador de hechizos.
—Francamente, me sorprende que te sientas cómodo con ropa tan delgada.
—¿Qué es lo que oigo? ¿Son los elfos más resistentes
de lo que creías?
—Resistente y lenta a coger un
resfriado son cosas diferentes, muchacha —, dijo el enano, acariciando
su barba, provocando un enfadado “¡¿Qué?” de la elfa con la cara roja.
Su discusión amistosa era tan bulliciosa como siempre.
La sacerdotisa sonrió. —¡Algunas cosas nunca cambian!
—Mm —, un enorme lagarto asintió a su lado. —Les
envidio la energía para hacer tal conmoción. — La sangre de sus antepasados,
los temibles nagas, fluía por sus venas, además él era de la tribu del sur. El
cuerpo escamoso del sacerdote lagarto temblaba en el frío helado de la nieve.
La sacerdotisa encontró esto difícil de observar y lo
miró con preocupación. —¿Estás bien?
—Es una cuestión de mis ancestros, que eran igualmente
vulnerables al frío. Podría estar enfrentándome a la extinción. — El sacerdote
lagarto giró sus ojos y sacó la lengua. Continuó en tono de broma, —Milord
Goblin Slayer parece bastante tranquilo. Supongo que tiene mucha experiencia en
esto.
—…No.
El sacerdote lagarto le había hablado a un guerrero
humano que dirigía la fila. Llevaba una sucia armadura de cuero y un casco de
acero de aspecto barato. Una espada de un extraño largo estaba en su cadera, y
un pequeño y redondo escudo estaba atado a su brazo. Incluso un aventurero
novato probablemente habría tenido mejor equipamiento.
Goblin Slayer: así llamaban las personas a este
aventurero, un hombre en el tercer rango, Plata.
Lo único que era diferente de lo habitual eran las
flechas crudamente hechas que tenía en cada mano.
—En un principio aprendí mi profesión en una montaña
nevada. — Trabajaba en las puntas de las flechas mientras caminaba, sin mirar
hacia atrás a sus compañeros.
—Oh-ho —, dijo el sacerdote lagarto admirativamente.
—No es una práctica que pueda imitar. — Su cola se meneó.
Goblin Slayer no aflojó el paso al decir, —No quiero
volver a hacerlo.
Como siempre, no había duda en su paso; caminaba con
audacia, con una violencia casi indolente.
—Um, ¡Goblin Slayer, señor! — La sacerdotisa vino
corriendo hacia él a pasos pequeños como un pajarito, agarrando su bastón con
ambas manos. —Gracias, um, por esto. — Disculpándose por interrumpir su
trabajo, ella le devolvió la carta. Era una buena oportunidad, ya que la elfa y
el chamán enano todavía estaban ocupados discutiendo.
—¿Entiendes la esencia de la misión? — Él sostuvo las flechas
en una mano, despreocupadamente agarrando la carta con la otra y doblándola. La
sacerdotisa dio un vistazo rápido al interior de su bolsa de objetos mientras
él guardaba la carta. Como siempre, estaba lleno de todo tipo de cosas
aparentemente extrañas. Pero para él, había un orden, una organización, y sin
duda consideraba que todo lo que había allí era necesario.
Tal vez debería tratar de organizar mis items un poco
más cuidadosamente, también…
La sacerdotisa tomó nota mentalmente para preguntarle
luego, y asintió. —Um… Tenemos que rescatar a la mujer, ¿verdad? De los
goblins.
—Así es. — Goblin Slayer asintió. —En otras palabras,
es una misión de exterminar goblins.
Y eso, más o menos, era todo lo que había que hacer.
Poco después del festival de la cosecha en la ciudad fronteriza, había llegado
una carta de la Ciudad de Agua. Era de la arzobispa del Dios Supremo allí
presente, conocida como Sword Maiden, y estaba dirigida a nombre de Goblin
Slayer.
Este excéntrico aventurero ciertamente no rechazaría
ningún trabajo que involucre goblins. Y así la sacerdotisa, quien había traído
el mensaje desde el templo, junto con la elfa arquera, el chamán enano y el
sacerdote lagarto, se dirigió al norte con Goblin Slayer.
Era temprano en la tarde, y pronto llegarían a la
pequeña aldea al pie de la montaña nevada.
—Espero que la chica esté bien.
—Sí. Odio pensar en ello… — La elfa, aparentemente
cansada de discutir, ondeó su mano como para ahuyentar la horrible idea. Su
tono era tranquilo, pero sus oídos caídos hablaban de la tristeza que sentía.
—Honestamente, dudo que ningún rehén de goblin esté a salvo.
—Bueno… Uh…
La sacerdotisa y la elfa intercambiaron sonrisas
tensas, y estaba claro lo que estaban recordando.
—Si está viva, la rescataremos. Si está muerta, traeremos
parte del cadáver o sus efectos personales.
Esos horrores, por supuesto, de ninguna manera le
pertenecían sólo a los goblins. Ya sean goblins o dragones, ningún aventurero
estaba a salvo en las garras de ningún monstruo. Así que la respuesta de Goblin
Slayer fue perfectamente natural. Habló con una voz silenciosa, distante, casi
mecánica. —A pesar de todo, mataremos a los goblins. Esa es la misión.
—…Tiene que haber una manera más agradable de decir
todo eso —, dijo la elfa con comprensible molestia, pero Goblin Slayer no
pareció darse cuenta.
—¿Qué podemos hacer? — Dijo la sacerdotisa con un
pequeño encogimiento de hombros y una sonrisa impotente.
El sacerdote lagarto irrumpió en un momento fortuito,
aunque no necesariamente tratando de hacer las cosas más fáciles para las
chicas.
—Me pregunto qué razón tendrían los goblins para
atacar una aldea en medio del invierno. — Su enorme cuerpo temblaba, casi
teatralmente, como para enfatizar el frío. —¿No sería más agradable para ellos
quedarse tranquilos en sus cuevas?
—Bueno, Escamoso, es como con los osos, ¿no? — El
chamán enano contestó, acariciando su blanca barba. Destapó la petaca
[1] a la altura de su cadera, tomó un trago y luego se lo ofreció al
sacerdote lagarto. —Aquí. Calienta un poco tu interior.
—¡Ah! Tienes mi gratitud. — El sacerdote abrió sus
enormes mandíbulas y tomó un trago, luego lo tapó y devolvió la petaca al
chamán enano.
El enano le dio una sacudida al recipiente, escuchando
el golpeteo para juzgar cuánto quedaba, y luego lo devolvió a su cadera.
—Necesitas mucha comida, bebida y dulces almacenados para pasar el invierno.
—¿Oh? Entonces parece que el otoño sería un mejor
momento para atacar un pueblo. — La elfa giró su dedo formando un círculo en el
aire y, con toda la confianza que tenía como guardabosques, dijo, —Eso es lo
que hacen los osos y otros animales que hibernan.
—Pero incluso los osos salen de vez en cuando en
invierno —, dijo el chamán enano. —¿Qué te parece eso?
—A veces no tienen elección, algunos no pueden encontrar
una buena cueva para dormir, o tal vez la recolección les fue mal en otoño.
Nadie sabía más que los elfos cuando se trataba de
cazar y atrapar. Tanto es así que incluso el argumentativo enano sólo pudo
murmurar, —Supongo que eso tiene sentido —, y asentir.
La conversación hizo que la sacerdotisa pusiera un
dedo en sus labios y murmurara, “Hmm”. Sentía que tenía todas las piezas en su
cabeza. Ahora sólo tenía que juntarlas…
—¡Oh! —, ella exclamó cuando se dio cuenta.
—¿Qué pasa? — Preguntó la elfa.
—Tal vez —, contestó la sacerdotisa, —Es exactamente
porque el festival de la cosecha acaba de terminar.
Sí, tiene que ser eso. Mientras hablaba, se sentía cada vez más segura.
—La cosecha ha terminado —, ella prosiguió, —Así que
los almacenes de las aldeas y pueblos están llenos. Y los goblins…
—…quieren todo para ellos mismos —, dijo el sacerdote
lagarto, terminando su pensamiento.
—Correcto —, dijo la sacerdotisa con un pequeño
asentimiento.
—Ya veo. Así que incluso los goblins son capaces de
tomar decisiones lógicas de vez en cuando.
—Lo más probable es que sólo estén tratando de causar
el mayor problema posible —, dijo el chamán enano, tirando de su barba.
—No —, dijo Goblin Slayer, agitando su cabeza. —Los
goblins son estúpidos, pero no son tontos.
—Pareces muy seguro de eso —, dijo la elfa.
—Lo estoy —, dijo Goblin Slayer, asintiendo esta vez.
—Los goblins sólo piensan en robar, pero aplican su inteligencia a su robo.
Él miró de cerca las flechas con las que había estado
trabajando, y luego las puso en un carcaj en su cadera. Parecía satisfecho con
el trabajo que había hecho mientras caminaban. —Lo he experimentado.
—Ya veo… —, dijo la sacerdotisa con cierta admiración.
La elfa lanzó su propio hmm, pero no
fueron las palabras de Goblin Slayer las que le interesaron. Lo que le había
llamado la atención eran el arco y las flechas, los cuales normalmente
consideraba su propia especialidad.
—…Entonces, Orcbolg, ¿qué hacías con esas flechas?
—Preparándolas.
—Oh, ¿en serio? — Estiró su brazo con un movimiento
tan suave que apenas se podía sentir y sacó una de las flechas del carcaj.
—Ten cuidado. — Goblin Slayer sólo dio una advertencia
y no regañó a la elfa, mostrando que estaba acostumbrado a su curiosidad. Sin
embargo, parecía algo molesto.
La elfa olfateó en reconocimiento e inspeccionó la
flecha. Era una flecha barata perfectamente normal. La calidad no era
remotamente comparable a la flecha de un elfo. La punta tenía un brillo oscuro
en el sol del invierno. La elfa lo tocó ligeramente con su dedo.
—No parece que esté envenenada ni nada…
—Hoy no.
—Aw, ¡sé cortés! — La elfa frunció el ceño ante las
bruscas palabras, pero hizo un sonido de interés mientras giraba la flecha. —La
punta de la flecha no está bien sujeta. Se va a caer, sabes.
Y de hecho, era justo como dijo la elfa. Quizás debido
a que Goblin Slayer las había manipulado, la punta de la flecha barata no
estaba fijada en su sitio. Incluso si él se las ingeniara para dar en el
blanco, la punta de la flecha podría romperse, y casi con toda seguridad caería
en el ángulo equivocado.
—Orcbolg, no tienes remedio. — La elfa se encogió de
hombros y sacudió su cabeza, añadiendo un, “Cielos”, para llamar la atención.
Ella decidió ignorar al enano detrás de ella, quien
dijo, —Te estás haciendo vieja.
—Dame ese carcaj. Te las arreglaré.
Ella extendió su mano, pero Goblin Slayer simplemente
la miró. Entonces dijo, —No —, y sacudió su cabeza. —Están bien.
La elfa lo miró fijamente. —¿Cómo es eso?
—Porque aún no sabemos dónde duermen los goblins esta
vez.
—¿Y cómo eso está conectado a estas flechas?
¡No tiene sentido!
Cuando había algo con lo que la elfa no estaba de
acuerdo, ella podía ser terriblemente irritante.
Ellos se conocían desde hace casi un año. Goblin
Slayer suspiró. —Cuando la flecha golpea, el astil se rompe, dejando sólo la
punta.
—¿Y qué?
—La punta estará envenenada. — Él alargó su mano. La
elfa gruñó y educadamente devolvió la flecha. Goblin Slayer la puso suavemente
en el carcaj. —Mientras no la saquen, y simplemente vuelvan a su agujero, su
carne comenzará a pudrirse y la enfermedad se extenderá.
Y los goblins no tenían conocimiento de medicina, al
menos por ahora.
Un nido apretado y sucio. Heridas que no se curaban.
Putrefacción. Una enfermedad debilitante. Eso significaba…
—Probablemente no los mate a todos, pero será un gran
golpe.
—Como siempre, Orcbolg, tu plan no tiene sentido para
mí —, murmuró la elfa, con un rostro cansado. A su lado, la sacerdotisa miraba
al cielo como si estuviera en apuros.
Dioses. Oh dioses. No tiene malas intenciones… bueno,
excepto con los goblins. Pero por favor, perdónalo.
Era demasiado tarde como para que ella se sorprendiera
por cualquier cosa que él dijera o hiciera, pero aún así, ella se sentía
obligada a ofrecer una oración ocasional.
Goblin Slayer, moviéndose rápidamente, la miró.
—¿Estás tan sorprendida?
—…Er, bueno, uh… — La sacerdotisa no podía decidir
dónde mirar. —Quiero decir, así es usted, Goblin Slayer, señor…
—¿Es así? —, dijo en voz baja, provocando la risa del
sacerdote lagarto.
—No dejes que te moleste. Ciertamente se parece mucho
a milord Goblin Slayer.
—Cierto, no es que nos hiciéramos ilusiones sobre cómo
piensa Corta barbas. — El chamán enano tomó la petaca en su cadera y tomó un
trago de vino para protegerse del frío. El vino de fuego prácticamente ardía;
era suficiente para poner el olor a alcohol en el aire.
La elfa se ahogó en silencio, pellizcando su nariz con
una mano y expulsando el olor con la otra. El chamán enano limpió unas gotas de
su barba.
—Todavía no tenemos respuesta a nuestra preocupación
original —, dijo el chamán enano.
—¿Preocupación original? — Preguntó Goblin Slayer.
—¿Cuál es esa?
—No hay forma de que la chica esté ilesa.
—Quieres decir las posibilidades de que la chica
secuestrada siga viva.
—Correcto. — Miró a Goblin Slayer y limpió más
vigorosamente su barba. —Son propensos a comérsela, ¿no? De lo contrario, sólo
tienen otra boca que alimentar. No tienen razón para dejarla vivir durante el
invierno.
—El invierno es largo —, dijo Goblin Slayer,
asintiendo. Habló con frialdad. —Querrán algo para pasar el tiempo.
No mucho más tarde, notaron una columna de humo que se
elevaba desde el pueblo en la base de la montaña.
✠
—¡Orcbolg…!
La elfa mayor fue la primera en hablar, sus orejas se
movían nerviosamente.
Por el camino, no muy lejos, algo de humo se elevaba.
¿Quizás era del fuego de alguien cocinando? No.
—¿Goblins?
—Un pueblo. Fuego. Humo. El olor a quemado. Ruido,
gritos… ¡Parece probable!
—Así que son goblins.
Goblin Slayer asintió en respuesta, y sin dudarlo un
momento, tomó el pequeño arco en su espalda. Moviéndose rápidamente ahora,
tensó la cuerda con una mano practicada, luego puso una flecha en el arco,
listo para disparar.
Nadie tuvo que dar la orden: todo el grupo entero lo
siguió inmediatamente. Los goblins atacando el pueblo estaban empeñados en
robar; ni siquiera habían puesto centinelas y aún no sabían de los aventureros
que se acercaban.
¿Cómo castigaría el grupo a los goblins por darles
tontamente tal ventaja?
—Goblin Slayer, señor —, dijo seriamente la
sacerdotisa, a pesar de su difícil respiración y de su rostro dibujado con
nerviosismo, —¿Debería preparar mis milagros?
—Hazlo.
—¡Bien!
La sacerdotisa había sido una aventurera durante ya un
año. Cierto, todo lo que había hecho era matar goblins, pero la densidad de sus
aventuras era mucho mayor que la de la mayoría de los novatos. Por eso no tenía
que preguntar qué milagro preparar, sino sólo si debía prepararse. Después de
todo, conocía a Goblin Slayer desde hacía más tiempo que a los demás miembros
del grupo.
—Oh Madre Tierra, que rebosas de piedad, por el poder
de la tierra, concede seguridad a quienes son débiles.
Sostuvo su bastón contra su pecho y rezó implorando a
su diosa. Era una actividad lo suficientemente intensa como para arrancar parte
de su alma. Un verdadero milagro, que permitió que su conciencia tocara la de
los dioses en el cielo.
Una luz tenue pero pura descendió del cielo, rodeando
a Goblin Slayer y al sacerdote lagarto. Este era el milagro Protección, el cual
había salvado a Goblin Slayer y a los demás en más de un momento de crisis.
El sacerdote lagarto corrió, pisoteando el suelo,
entrecerrando los ojos mientras la fosforescencia lo rodeaba.
—¡Hmm! Tu Madre Tierra es realmente capaz de hacer
milagros. Si ella fuera una naga, quizás me uniría a su culto. Ahora, entonces…
Él ya había terminado su oración a sus terribles
antepasados, los nagas, y un colmillo pulido como una espada estaba en su mano.
El sacerdote lagarto tenía la agilidad suficiente para cargar hacia el enemigo
en cualquier momento. Ahora miró sospechosamente a la aldea y gritó, —Milord
Goblin Slayer, ¿deberíamos atacar a los goblins o proteger a los aldeanos?
Él respondió calmadamente, —Ambos, por supuesto.
La elfa emitió una exhalación admirativa. Miró cada
centímetro del rastreador mientras corría, con su arco en mano.
Mientras él mismo evaluaba la situación, Goblin Slayer
le dijo al sacerdote lagarto, —¿Cómo ves la situación?
—…No muy bien, me temo. — El lagarto era un sacerdote
guerrero veterano, y su juicio llevaba el anillo de la autoridad. —No oigo el
resonar de las espadas. Eso significa que la batalla ha terminado; ahora están
concentrados en robar.
—Si creen que han ganado, eso los hará vulnerables. No
sabemos su fuerza, pero…
Pero eso era normal en este grupo. Goblin Slayer no
dudó.
—Entraremos por el frente.
—¿Guerreros colmillo de dragón?
—No. Te explicaré por qué más tarde. — Entonces Goblin
Slayer aceleró su paso. La sacerdotisa tenía las manos ocupadas tratando de
mantener el ritmo, mientras que el chamán enano sacaba la barbilla, corriendo
tan rápido como podía.
Goblin Slayer no era de los que engañaban. Si dijo que
lo explicaría, entonces lo haría. Por eso ninguno de los miembros del grupo se
opuso. De todos modos, no había tiempo para discutir. Su grupo no tenía un
líder como tal, pero cuando se trataba de luchar contra goblins, ¿a quién más
iban a seguir?
—No uses pociones. Pero no te contengas con tus
hechizos.
—¡Lo tengo! — La respuesta vino de su lanzador mágico,
el chamán enano. —¿Supongo que depende de mí qué hechizos usar? — Mientras
corría tan rápido como podían sus pequeñas piernas, el enano ya estaba metiendo
la mano en su bolsa y rebuscando entre sus catalizadores.
Incluso si habían muchos enemigos, las posibilidades
de que alguno llegara a usar magia eran escasas, y no sólo porque se tratara de
goblins. Era simplemente la manera del mundo. El hecho de que tres de los cinco
miembros de su grupo fueran hechiceros era una señal de lo bendecidos que eran.
—Sí, te lo dejo a ti. — Goblin Slayer asintió, y luego
miró a la elfa. —Encuentra terreno elevado y mira lo que está pasando. Serás
nuestro apoyo.
—Suena bien. — Ella hizo una sonrisa de satisfacción
como un gato feliz. Con un elegante movimiento, preparó su enorme arco y puso
una flecha.
Todo estaba listo. Manteniendo sus ojos hacia adelante
mientras avanzaban, Goblin Slayer dijo, —El primero, uno.
Una flecha voló silenciosamente por el aire,
enterrándose en la base del cráneo de un goblin que estaba apostado en la
entrada de la aldea.
—¡¿ORAAG?!
El goblin con muerte cerebral se cayó hacia delante,
pero no estaba claro si alguno de sus compañeros lo notó.
—¡N-nooo!! ¡Ayúdenme, ayúdenme! ¡Hermana! ¡Hermana
mayor!!
Porque en ese momento, estaban ocupados sacando a una
chica fuera del barril donde se había estado escondiendo. Ella gritó y pateó,
pero la tenían agarrada del pelo; los goblins no parecían haber captado la
situación todavía.
En el mismo instante en que el primer goblin cayó
muerto, las flechas con punta de brote empezaron a caer como la lluvia,
clavándose en los ojos y cuellos.
—¡Oye, Orcbolg! ¡No es justo empezar antes! — La elfa,
con sus labios fruncidos, ofreció casi tantas quejas como flechas. Una vez que
derribó los goblins, saltó del barril a la columna y luego al techo. Era una
hazaña que sólo podría haber sido posible para un elfo, nacido y criado en los
árboles, una increíble muestra de acrobacia.
—¿Qué? ¿Eh…? — La muchacha de la aldea miró con
incredulidad.
Mientras Goblin Slayer acercaba, dijo brevemente,
—Somos aventureros.
La chica era todavía joven, no podía tener más de diez
años. Su ropa era sencilla, pero estaba hecha de piel; claramente ella había
sido bien cuidada. Cuando ella vio la placa plateada que colgaba del cuello de
Goblin Slayer, sus ojos se llenaron de lágrimas.
Plata. Eso significaba que era un aventurero de tercer
rango. El rango de un aventurero representaba sus habilidades, así como cuan
bien social había hecho. Era el tipo más importante de identificación en la frontera.
Goblin Slayer no se distrajo ni por un segundo; miró a
su alrededor, hablando rápidamente. —¿Dónde están los goblins? ¿Cuántos hay?
¿Qué les pasó a los otros aldeanos?
—Er, um, yo… es decir, yo no… no sé… — El terror y el arrepentimiento
drenaron el color del rostro de la niña, y ella sacudió su cabeza. —Pero todos…
se reunieron en la plaza del pueblo… Mi hermana mayor, dijo… dijo que nos
escondiéramos…
—No me gusta —, escupió Goblin Slayer, preparando una
nueva flecha de su carcaj. —No me gusta nada de eso.
Su susurro contenía una gran cantidad de emociones. La
sacerdotisa le echó una mirada penetrante, pero eso no le impidió arrodillarse
ante la niña.
—Está bien —, dijo ella. —Ayudaremos a tu hermana,
estoy segura.
—¿En serio?
—¡En serio! — La sacerdotisa golpeó su pequeño pecho y
sonrió como una flor floreciente. Acarició suavemente a la niña temblorosa en
la cabeza, mirándola a los ojos mientras le mostraba el símbolo de la Madre
Tierra. —¿Ves? Yo sirvo a la diosa. Y…
Sí, y…
La sacerdotisa agitó su cabeza. La niña siguió su
mirada cuando la sacerdotisa miró hacia arriba. La sucia armadura. El casco de
aspecto barato. Un guerrero humano.
—Y Goblin Slayer nunca perdería contra un goblin.
Goblin Slayer miró a la niña y a la sacerdotisa, y
luego miró a la aldea, donde se podían escuchar los sonidos del saqueo.
—El enemigo aún no se ha fijado en nosotros. Vamos.
—Espera, es peligroso. — El sacerdote lagarto ofreció
sombríamente su visión de la situación. —Goblins o no, el enemigo parece estar
organizado. No debemos arriesgarnos demasiado.
—Su disposición a atacar a plena luz del día sugiere
que puede haber tipos avanzados de goblins con ellos —, dijo Goblin Slayer.
Así que tal vez no deberían dejar que ninguna
información vuelva al nido.
Después de un momento, Goblin Slayer cogió las
flechas, destinadas a matar lentamente, y las devolvió a su espalda. A cambio,
desenvainó la familiar espada con su extraña longitud.
—No quiero arriesgarme a que ninguno de ellos escape,
pero será difícil mantenerlos contenidos en la plaza.
—En ese caso, déjame encargarme de la plaza del
pueblo, eliminaré a todos con magia. — El chamán enano golpeó su vientre como
un tambor.
—Hmm —, murmuró Goblin Slayer, girando el cadáver del
goblin con su pie y dejándolo boca arriba.
Una piel cruda. Por arma, un hacha pequeña que debe
haber sido robada de algún lado. Su color era bueno; no mostraba señales de
estar hambriento.
—Depende de los números. — Goblin Slayer tomó el hacha
de la mano del goblin, fijándola a su cadera. Levantó la vista y vio a la elfa
haciendo una seña desde los tejados. Sus largas orejas se agitaban; deben haber
estado tratando de leer la situación por el sonido.
—¡Cinco o seis en la plaza! —, gritó con voz fuerte y
clara, y Goblin Slayer asintió.
—¿Cuántos hay en el pueblo en total? ¿Cuántos puedes
ver?
—Hay muchas sombras, así que es difícil contarlos.
Pero yo diría que no más de veinte.
—Así que esto es sólo una unidad avanzada —, dijo
Goblin Slayer y rápidamente comenzó a formular una estrategia.
Supongamos que hay menos de veinte goblins, incluyendo
los tres que habían matado antes. Había seis en la plaza. Eso significaba menos
de catorce en todo el perímetro, ocupados al saqueo. Sólo era una suposición,
pero probablemente no estaba lejos de la realidad.
Ante el gran número de enemigos, dividir tu propia
fuerza era lo más estúpido que podías hacer, pero la situación lo requería.
—Nos separaremos. Plaza y perímetro.
—En ese caso, me dirigiré a la plaza con el maestro lanzador
de magia —, ofreció el sacerdote lagarto.
—Está bien. — Goblin Slayer asintió.
La elfa, que había escuchado la conversación desde su
lugar en la azotea, habló sin apartar los ojos o los oídos de la aldea.
—¡Supongo que seré tu apoyo, enano!
—¡Suena bien, Orejas largas! — El chamán enano tomó un
trago de su petaca y se limpió la boca con su guantelete, luego golpeó el
vientre del sacerdote lagarto como si fuera un tambor. —¡Entonces, Escamoso!
¿Nos vamos?
Mientras se iba, el sacerdote lagarto golpeó a Goblin
Slayer en el hombro con una poderosa mano. —Le deseo éxito en la batalla,
milord Goblin Slayer.
—……
Goblin Slayer no dijo nada, pero al final asintió y
empezó a moverse. Su paso era despreocupado, pero no hacían ruido. Se estaba
acercando al lado de la casa, donde la sacerdotisa estaba con la niña que
habían salvado.
—… ¿Está bien la niña?
—Sí. Creo que ahora está un poco menos asustada. — La
sacerdotisa sonrió con optimismo. Frente a ella, la niña estaba acurrucada en
el suelo, profundamente dormida. Los aventureros habían llegado, y ella les
había hablado acerca de su hermana, quizás necesitaba descansar su mente
después de todo eso.
—¿Qué deberíamos hacer?
—No tenemos más tiempo para preocuparnos por ella.
—Oh… — Pero antes de que pudiera decir algo más, una
mano enguantada y áspera recogió a la niña. Goblin Slayer la depositó en el
barril cercano. Luego sacó una manta de su bolsa y se la puso encima. Ella no
estaba exactamente a salvo, pero este era el lugar que su hermana mayor había
elegido. Tal vez eso la ayudaría a relajarse.
¿Dónde estaban la Madre Tierra y el Dios Supremo para
que no respondieran a las oraciones de una niña pequeña?
—…Esto tendrá que servir —, murmuró Goblin Slayer.
—Sí —, dijo la sacerdotisa asintiendo ligeramente. Su
mano derecha sostenía su bastón, pero la izquierda deambulaba por el aire,
hasta que ella la colocó vacilantemente sobre la espalda de Goblin Slayer.
—Estoy seguro de que… está bien.
—…Sí. — Goblin Slayer asintió. Luego fortaleció su
agarre en su espada, levantó su escudo y miró hacia adelante. La aldea estaba
ardiendo, y había goblins que matar. —Vamos.
—¡Sí, señor! — La sacerdotisa respondió sin dudarlo
mientras agarraba su bastón con ambas manos. Ella no se opondría a nada de lo
que él le pidiera que hiciera. Después de todo, él era la persona que le había
salvado la vida.
Ella era muy consciente de que sus habilidades aún no
eran grandes, que seguía siendo lamentablemente inexperta. Pero incluso así…
—No te preocupes. ¡Te cuidaré la espalda!
De esta forma, la batalla comenzó.
✠
Goblin Slayer y la sacerdotisa se deslizaban como
sombras a lo largo de un sendero nevado rodeado de casas de troncos. El sol,
asomándose intermitentemente a través de las nubes, ya había empezado a
ocultarse, y pronto sería el crepúsculo. La hora de los goblins. A este pueblo
no le quedaba mucho tiempo.
La sacerdotisa tragó aire mientras corría. —Nunca he
luchado… en un pueblo antes…
—No hay tantos obstáculos como en una cueva. Vigila
las sombras y ten cuidado con los ataques desde arriba. — Mientras hablaba,
Goblin Slayer levantó su espada y la lanzó. Voló por el aire, atravesando el
pecho de un goblin que se había subido a un tejado.
—¡¿ORAAG?!
La criatura gritó y cayó al suelo. Goblin Slayer sacó
un hacha de su cinturón. Con un movimiento de su muñeca la hizo caer con más
fuerza que una espada de una mano. Lo enterró en el cráneo del goblin
retorciéndose en el suelo.
—¡¿GAAROROROROOOORG?!
Le dio una larga y asfixiante sentencia de muerte.
Goblin Slayer parecía complacido con el sonido. No está mal.
—Ya van cuatro.
—Ya que hay seis en la plaza, eso significa que quedan
menos de diez, ¿no?
La sacerdotisa cerró sus ojos con fuerza, ofreciendo
una oración a la Madre Tierra para que el pequeño demonio no se perdiera en el
camino hacia la otra vida.
Todos los seres mortales morían una y sólo una vez; en
esto, todos eran iguales. La muerte era la cosa más amable e igualitaria de
este mundo.
—Sí. Y no tenemos mucho tiempo para buscar. — Goblin
Slayer trotó hasta una intersección, y luego se acercó a la sacerdotisa como si
le pidiera que le cuidara la espalda. Al estar de repente tan cerca de él, su
corazón comenzó a latir con fuerza, aunque ella sabía que esto era
completamente platónico.
—Se habrán dado cuenta del grito. Vendrán pronto.
Prepárate.
—¡Oh, c-claro!
La sacerdotisa asintió, agarró su bastón con firmeza,
y puso sus manos contra su pecho.
Tal vez el correr y el nerviosismo explicaban su
elevado ritmo cardíaco y su rostro extrañamente caliente. No había tiempo para
pensamientos ociosos ahora, se dijo a si misma.
—Cuidado con tus pies. Si te resbalas en la nieve,
morirás. Y cuidado con las hojas envenenadas.
—Vale. Um… — La sacerdotisa lo miró
interrogativamente. Coberturas. Arriba. Sus pies y armas envenenadas. —Así que
lo que realmente quieres decir es… Ten cuidado con todo, como siempre.
—Mm —, Goblin Slayer gruñó.
Ella sintió como si él asintiera, aunque no lo vio, y
eso trajo una sonrisa a su rostro.
—Eso no es muy orientativo.
—Lo siento.
—Dios. Tú… realmente no tienes remedio, ¿verdad? —
Ella rio, pero principalmente con la esperanza de enmascarar lo asustada que
estaba.
Esta era solo una de las muchas veces que ella y
Goblin Slayer habían luchado juntos, sólo ellos dos. Pero era, quizás, la
primera vez que ella estaba en el frente con él de esta manera.
Su grupo incluía a cinco personas ahora. Goblin Slayer
era su único especialista de primera línea, pero el sacerdote lagarto también
era un luchador. Una especialista en la retaguardia como ella tenía muy pocas
oportunidades de experimentar todo el peso del combate. Ella tuvo que admitir
que de vez en cuando se había vuelto impaciente por ser protegida por los
demás, pero aún así…
Eso no importa. Tengo que asegurarme de hacer mi
trabajo.
Y de todos modos, ella apreciaba que todos la
cuidaran.
Ella agarró su bastón aún más fuerte; vio formas
moviéndose, oscurecidas por la nieve apilada.
—Parece que están aquí.
—Haz movimientos pequeños con tu arma. Todo lo que
necesito es una distracción. Yo puedo dar el golpe final.
—¡Sí, señor…!
Y luego no hubo más tiempo para conversar.
Los goblins, viendo que sus oponentes eran sólo dos, y
uno de ellos una mujer, asaltaron la intersección desde las cuatro direcciones
a la vez.
—¡GAAORRR!!
—¡GROOB!!
—¡Cinco…! — Dijo Goblin Slayer golpeando, al primer
goblin que se lanzó a atacar, con su hacha tan fácilmente como si estuviera
cortando leña.
—¡¿GOROB?!
El monstruo cayó al suelo, el hacha aún estaba
enterrada en su frente. Sin disminuir la velocidad, Goblin Slayer dirigió su escudo
contra la criatura a la izquierda. El afilado y pulido borde hacía las veces de
arma, y evocó un grito ahogado del segundo goblin cuando le abrió la cabeza.
La segunda criatura tropezó hacia atrás. Goblin Slayer
no dudó en coger la daga que el goblin había escondido en su sucio taparrabos.
—¡Hrr!
Pateó al goblin en el estómago y lo mandó a volar, y
luego canalizó la fuerza para lanzar la daga que había robado. Voló directo a
un goblin que corría hacia ellos con una pica. La criatura empezó a rasguñar la
daga que de repente se había clavado en su garganta, y luego colapsó.
—Seis.
Pisó el cuerpo del primer goblin que había matado y
extrajo el hacha, y luego la plantó rápidamente en la desafortunada cabeza de
la segunda criatura, la cual había estado luchando por levantarse.
—¡Siete!
La lucha era de varios contra sólo dos, pero uno de
ellos era Goblin Slayer. Él se concentraba en lo que tenía enfrente, dejando su
vulnerable espalda a la sacerdotisa. No había barricadas desde los que los
monstruos pudieran atacar; podía ver en las cuatro direcciones, y eso era todo
lo que necesitaba. No había enemigo más fácil de dominar que los goblins que
habían dejado su territorio.
—¡Hah! ¡Yah!
La sacerdotisa, sudando por su frente, hacía pequeños
y rápidos movimientos con su bastón. No se diferenciaban de la danza que había
aprendido por el ritual que había realizado en el festival; recurrió a sus
largas horas de práctica mientras luchaba.
No estaba dando a los goblins ningún golpe serio; sólo
los mantenía a raya. Asegurándose de que se quedaran atrás. Dándoles algo en lo
que pensar. Ella sólo quería asegurarse de que no se acercaran demasiado. Ella
podría haber sido capaz de retenerlos aún más si hubiera hecho oscilaciones más
amplias, pero se arriesgaba a que uno de ellos encontrara una abertura, y
entonces todo habría terminado.
Además, tengo a Goblin Slayer detrás de mí.
Él la estaba cuidando a ella y ella a él. Ella sintió
alivio y sentido del deber, los dos mezclándose en una extraña excitación.
—¡Ah…! — De repente, sintió que Goblin Slayer empezaba
a moverse a la derecha. Sin dudarlo un instante, ella lo siguió. Giraron, como
en un baile, de modo que ahora él estaba mirando hacia donde ella había estado.
—Ocho… ¡Nueve!
El hacha de Goblin Slayer comenzó a cortar a los
goblins que la sacerdotisa había retenido. No importaba cuántas veces ella lo
escuchara, la chica nunca se acostumbraba al sonido de una pesada hoja cortando
a través de la carne y el hueso. Sobre todo cuando se enfrentaba a goblins, sus
ojos brillaban con codicia y odio, arrastrándose sobre los cadáveres de sus
compañeros para llegar a ella.
El terror escalofriante de aquella primera aventura
aún no la había abandonado. Y probablemente nunca lo haría.
—¡¿Ya…ah?!
Hubo un *thock* cuando uno de los
goblins alcanzó el extremo de su bastón. Un momento de lucha, y pronto comenzó
a mostrar la ventaja del goblin. Incluso el monstruo débil podía dominar los
delgados brazos de la sacerdotisa. Con su fuerza, el goblin podría fácilmente
derribarla y arañarle la garganta.
La sacerdotisa se puso pálida; la imagen de una de los
antiguos miembros de su grupo, una maga que había encontrado un final
espantoso, apareció en su mente.
—¡Oh Madre Tierra que rebosas de piedad, concede tu
sagrada luz a los que estamos perdidos en las tinieblas!
—¡¿GORRUURUAAA?!?!
Pero ella no dejaría que terminara así. Desde entonces
había adquirido una gran cantidad de experiencia. El milagro Luz Sagrada quemó
los ojos del goblin sin piedad. La criatura cayó hacia atrás, agarrándose la
cara, y el bastón de la sacerdotisa casi saltó devuelta a ella.
El milagro no hacia ningún daño, pero todo tenía sus
usos. Aquellos sin imaginación fueron los primeros en morir. Eso era algo que
había aprendido de Goblin Slayer.
—¡Diez…!
Y Goblin Slayer, por supuesto, no era de los que
dejaban escapar a un goblin que le había dejado una abertura. El hacha pareció
cambiar de lugar con ella; cortó limpiamente la garganta del goblin. El
monstruo hizo espasmos y rodó por el suelo. Su cuello colgaba en un extraño
ángulo. Otro golpe. El último.
Goblin Slayer produjo esta pila de cadáveres tan
naturalmente como respirar. Ahora, se volvió inexpresivamente hacia la
sacerdotisa.
—¿Estás herida?
—N-no.
Su pregunta fue tan directa como siempre. La
sacerdotisa se palmeó a si misma rápidamente para estar segura. Incluso si ella
no creía que estaba herida, era posible que hubiera sufrido un rasguño en
alguna parte. Con los goblins usando armas envenenadas, incluso una pequeña
herida podría ser mortal.
—C-Creo que estoy bien.
—Ya veo. — Goblin Slayer asintió. Inspeccionó el hacha
ensangrentada e hizo un suave chasquido de su lengua. No estaba grasosa, pero
la hoja comenzaba a desafilarse por cortar tantos huesos. La tiró y, por
segunda vez, sacó el pequeño arco en su espalda.
Casi como una idea tardía, dijo, —Luz Sagrada. Esa fue
una buena elección.
—¿Huh…? — Le llevó un momento darse cuenta de lo que
él estaba hablando. ¿Me está… felicitando? —¡Oh! Uh-um,
¿g-gracias…? — Realmente lo hace, ¿verdad?
Ella sintió como sus mejillas comenzaban
agradablemente a calentarse, pero antes de que se extendiese más, suprimió la
sonrisa que surgió. —Heh-heh.
Sólo esa pequeña risita se le escapó. No era el
momento de saborear el cumplido. En cambio, ella mantuvo su rostro neutral, agarró
su bastón casi implorantemente, y ofreció oraciones por los muertos. Goblin
Slayer no la detendría de hacer eso.
—Tres antes, siete aquí, y este hace diez. — Él tenía
una flecha preparada y estaba escaneando el área.
Una inspección al camino empapado de barro y sangre
reveló la presencia de varios cuerpos en el suelo. La mayoría de ellos eran
humanos, pero también había varios goblins. Los aldeanos deben haberse
resistido. Los monstruos parecían haber sido asesinados con azadas o
herramientas de labranza similares. Había dos… no, tres cadáveres más de
goblins.
—El recuento final es trece, entonces.
Goblin Slayer andaba por ahí pateando cada uno de los
cuerpos para asegurarse de que estuvieran muertos. A uno de los cadáveres se le
cayó una daga; la recogió y la puso en su cinturón. No discriminaba cuando se
trataba de armas. Una sola piedra podría matar a un goblin. Incluso con las
manos desnudas, había maneras. Sin embargo, había momentos en los que un arma
real era el factor decisivo. Era importante recolectarlas cuando se presentaba
la oportunidad.
—Dijimos que había cinco o seis en la plaza, según
recuerdo.
—Eso haría un total de dieciocho o diecinueve,
¿verdad? — La sacerdotisa había terminado sus oraciones; se puso de pie,
sacudiéndose el polvo de las rodillas.
La expresión de Goblin Slayer estaba oculta tras su
casco, pero la sacerdotisa, por su parte, parecía confundida. —No llegan a
veinte…
—No me gusta la forma en que mantienen a todos sus
rehenes en un solo lugar, tampoco. Tampoco me gusta que los cadáveres de los
aldeanos que se defendieron no parecen haber sido profanados.
La sacerdotisa se puso un dedo pensativo en sus
labios, y luego murmuró, —No es muy… parecido a lo que haría un goblin,
¿verdad?
Muchas cosas habían sucedido en cuevas y ruinas y
otros lugares profundos que ella no quería recordar. Pero cuando y dondequiera
que los goblins vencían a sus enemigos, tendían a tener su diversión con ellos
en ese mismo momento. Ellos veían estos lugares como sus nidos, por así
decirlo, un territorio donde podían relajarse. Y cuanto más se defendían las
personas, más violentos y crueles se volvían los goblins.
Los goblins eran astutos y cobardes, agresivos y
viciosos, y sobre todo leales a sus apetitos. Probablemente ni siquiera sabían
lo que significaba posponer la satisfacción de sus propios deseos. Para que
ellos tomen rehenes en tierra enemiga, y luego continúen saqueando sin poner
una mano sobre sus cautivos…
—¿Crees que hay otro ogro o elfo oscuro detrás de
esto?
—No lo sé —, dijo Goblin Slayer. —Podrían ser sólo
goblins.
Habló de una manera muy característica de él; por
alguna razón, la sacerdotisa encontró esto tranquilizador. Goblin Slayer era un
poco retorcido, un poco extraño, un poco bizarro, y ciertamente testarudo. Ella
a menudo había estado en gran peligro durante su año con él. Y a veces, ella
sentía que no podía dejarlo solo o que no tenía remedio.
—Puede que tengas razón —, dijo ella, y su voz era muy
suave. Pero entonces…
—¿Huh…?
Algo le hacía cosquillas en la nariz, un olor apenas
detectable en el viento. Un aroma dulce y estimulante como el alcohol.
—Debe estar usando Estupor —, dijo ella.
—Así que decidió poner a dormir a los rehenes y a los
goblins. — Goblin Slayer miró a su alrededor, y luego hacia la plaza del
pueblo, de donde presumiblemente provenía el olor. En efecto: humo salía de la
zona, demasiado para ser causado por algo que no fuera magia.
—Muy eficiente.
—Ha… Ah-ha-ha-ha — Una sonrisa tensa invadió el rostro
de la sacerdotisa y ella miró hacia otro lado.
Nada más eficiente que
dormir un nido entero. Claro…
Pensó esas palabras, pero no las dijo.
✠
—¡Orcbolg, pensé que nunca llegarías aquí!
—¿En serio?
La elfa tenía su pequeño pecho inflado; Goblin Slayer
le contestó con un toque de enfado. Cuando él y la sacerdotisa llegaron, la
plaza del pueblo ya estaba en sus manos.
Todo el botín de los goblins había sido amontonado
alrededor de los rehenes. Los propios aldeanos, docenas de ellos reunidos en el
centro de la plaza, seguían durmiendo, pero por lo que pudo ver Goblin Slayer,
nadie estaba herido. Habiendo confirmado esto, asintió una vez.
Luego, dirigió su atención a los cadáveres de los
goblins.
—Seis de ellos aquí. — El chamán enano había
arrastrado los cuerpos hasta un punto y ahora se limpiaba las manos con una
mirada de asco. —¡Aagh! Dioses, los goblins sí que apestan.
—¿Estás seguro?
—¿Seguro de que apestan o de que están muertos? La
respuesta es sí, en cualquier caso. Bueno, a todos los que mi hechizo golpeó.
¿Cómo vas, Escamoso?
—Mm. — El sacerdote lagarto, que seguía observando
atentamente al otro lado de la plaza, asintió gravemente con la cabeza.
—Desgarré a tres con mis garras y colmillos. La señorita ranger disparó a tres
con su arco. Seis entre nosotros dos. No hay error, creo.
—Ya veo. Diecinueve en total, entonces —, murmuró
Goblin Slayer, buscando en el montículo de cadáveres. Estaba comprobando si
alguno de los goblins muertos habían llevado una espada.
Encontró una y la extrajo, revisando la hoja, y cuando
la encontró aceptable, la puso en su vaina. Por fin pareció calmarse.
—Hola, Orcbolg. ¿Dónde está la chica? — La queja de la
elfa de hace un rato parecía haber sido olvidada. Cuando dijo “la chica”, ella
podía referirse a una sola persona.
—La envié para que trajera a la niña.
—¿Crees que estará bien?
—Sí. — Goblin Slayer asintió. —No creo que haya ningún
problema. Esa ha sido mi forma de pensar, al menos.
Él volvió a mirar a los aldeanos. Localizó a la
persona que parecía a la vez mayor y mejor vestida y se acercó a él.
—¿Eres el jefe del pueblo?
—Er, bueno, sí. ¿Quiénes son todos ustedes…? — Miró a
Goblin Slayer, la sospecha multiplicó las arrugas en su rostro ya anciano.
Goblin Slayer respondió mostrando su placa de rango.
—Somos aventureros.
—Aventureros… Y eres rango Plata…
El jefe de la aldea parpadeó varias veces, y luego la
comprensión entró en sus ojos. —¿Podrías ser Goblin Slayer?
—Sí —, murmuró Goblin Slayer, provocando un grito del
jefe.
—¡Oh-ho! ¡Estoy tan, tan agradecido de que haya venido!
¡Gracias! ¡Gracias…!
El agradecido anciano tomó la mano de Goblin Slayer
con las suyas, las cuales parecían ramas retorcidas de árboles. Sus manos y
brazos, que una vez fueron formados por el trabajo agrícola, ya no tenían ni la
masa ni la fuerza que tenían antes. Pero Goblin Slayer pudo sentir el apretón
de manos mientras el hombre movía su mano de arriba hacia abajo.
—Hay algunas cosas que quiero preguntarle.
—Por supuesto. Lo que sea.
—En primer lugar, ¿tienes un herbolario o curandero en
tu pueblo? ¿Un clérigo de algún tipo? Uno capaz de realizar milagros.
—Ahem… Dependemos de los sacerdotes visitantes cuando
necesitamos un clérigo. En cuanto a un herbolario, bueno, tenemos uno… — El
jefe parecía arrepentido. Quizás pensó que los aventureros pedirían algún pago,
o al menos apoyo. —Pero es sólo una mujer joven. Ella se convirtió en nuestra
curandera hace poco, cuando sus padres murieron en una epidemia. Ella no es…
—Entiendo —, dijo inmediatamente Goblin Slayer, como
si esto fuera perfectamente natural. —Ayudaremos a tratar a los heridos. Mi
grupo… — Se detuvo un segundo. —…tiene dos clérigos.
—¿Qué…?
—Siento decir que no puedo prescindir de ninguna
poción. — Golpeó su bolsa de objetos. Las botellitas en el interior resonaron.
—Si lo que dices de tu curandera es cierto, dudo que sea de mucha ayuda. Sólo
podemos brindar algunos milagros y primeros auxilios.
Cuando Goblin Slayer le preguntó, —¿Esto te molesta? —
El jefe agitó su cabeza vigorosamente. La sospecha en sus ojos se había
convertido primero en asombro y luego en respeto.
Los trovadores errantes contaban historias
maravillosas de un aventurero que corría a ayudar a cualquier pueblo que fuera
atacado por goblins; en sus canciones, este héroe era hermoso y bien hablado.
¿Había habido siquiera una pizca de verdad en lo que cantaban?
—¡Ha-ha-ha! Ahora veo porque me impediste crear un
guerrero colmillo de dragón —, dijo el sacerdote lagarto, acercándose a los
dos.
—La gente de la frontera es supersticiosa —, dijo
Goblin Slayer. —Especialmente con los huesos.
—Qué considerado de tu parte.
—Yo fui igual, alguna vez.
El sacerdote lagarto giró sus ojos a modo de
reconocimiento. —Cierto. Naga o no, muchos podrían creer que sólo un nigromante
puede controlar a un guerrero esqueleto. Debemos clasificar a los heridos por
la gravedad de sus heridas —, y con un meneo de su cola, se marchó.
Los hombres lagartos siempre habían sido luchadores.
Como raza, a menudo se formaban para ser médicos superiores.
—Estoy sorprendida —, murmuró la elfa, mirando el
intercambio desde la distancia. Por fin tenía el arco en sus manos y estaba
escaneando el área, pero estaba intentando mantener a Goblin Slayer en la
esquina de su visión.
Ahora él estaba sentado entre los aldeanos, cuidando
de ellos con cosas que sacaba de su bolsa. Estaba vendando heridas con hierbas
que detendrían el sangrado y neutralizarían el veneno, aplicando presión a las
heridas. Incluso aquí, parecía diferente.
—Lo siento, muchas gracias. — A su lado, una mujer
vestida con una túnica inclinaba su cabeza, tal vez la era la curandera de la
que habían hablado.
Las orejas puntiagudas de la elfa se movieron, y una
sonrisa felina apareció en su cara. —Resulta que Orcbolg realmente puede
mantener una conversación, cuando quiere.
Junto a ella, el chamán enano se acarició la barba y
asintió. —Bueno, Corta barbas es el más conocido de todos nosotros. — A
diferencia de su compañera elfa que estaba de guardia, con la pelea terminada,
el enano no tenía casi nada que hacer.
No es que fuera inútil. No sabía de primeros auxilios,
pero andaba por ahí con muchos pequeños objetos que servían de catalizadores
para su magia. Uno de ellos era el vino de fuego, que el describía como “bueno
para beber y bueno para curar”. Era un licor poderoso, que también hacia de
excelente desinfectante. Le había dado una jarra con el vino a la curandera,
que lo había aceptado con profuso agradecimiento, provocando la vergüenza del
chamán. El camino de los enanos era recordar las deudas y la gratitud, así como
los rencores, sin preocuparse por cosas pequeñas.
—Goblin Slayer, el aventurero más querido de la
frontera… ¿No es esa la canción que te hizo reclutarlo?
—Bueno, sí, claro. Pero resulta que la canción y la
realidad no tienen mucho en común… — La elfa infló sus mejillas con disgusto
mientras pensaba en la canción que había escuchado.
Decía que estaba hecho del más duro material, que era
taciturno y leal. Un hombre sin avaricia, que no despreciaría ni la más mínima
recompensa. Cuando los goblins aparecían, iba a los lugares más remotos y rústicos
para encontrarse con ellos, y su espada los mataba a todos. Fue glorificado
casi como si fuera un santo o un rango Platino.
—Pero cuando realmente lo piensas… Se lleva muy bien
con esa chica en el gremio.
—Dicen que los que no conocen la verdadera situación
se ponen celosos. Es lo mismo en todas partes. — El chamán enano miró a la elfa
con una sonrisa burlona. —Así que no deberías envidiarla sólo porque pone en
vergüenza a ese yunque que llamas pecho.
Prácticamente podía oír como la ira se apoderaba de la
cara de la elfa.
—Después de todo, a diferencia de cierta clériga, los
elfos tardan un siglo o dos en desarrollarse.
—¡Oooh, no puedo creer que hayas dicho eso! ¡Gran
barril de vino de…!
—¡Ho-ho-ho-ho! ¡Entre los enanos, una buena figura es
un requisito para un hombre de verdad!
Y caminaron y discutieron, como de costumbre, pero no
era señal de que hubieran bajado la guardia. El chamán enano no había quitado
la mano de su bolsa de catalizadores, y las orejas de la elfa seguían
moviéndose, escuchando. Ella escuchó dos pares de pisadas que se aproximaban
acercaban.
Uno era una niña, y las otras las pisadas familiares
eran de la sacerdotisa. La elfa sabía todo esto muy bien.
—¡Hermana mayor!
—¡Oh…!
Un resplandor apareció en el rostro de la curandera,
que se había estado moviendo entre los heridos. La pequeña niña corrió hacia
ella, y la curandera la agarró con ambas manos, abrazándola contra su pecho.
Ambas estallaron en lágrimas, sin prestar atención a los ojos que las rodeaban.
Goblin Slayer miró esto en silencio, hasta que al
final, miró hacia otro lado. Ya no podía mirar porque la sacerdotisa, que había
ido a buscar a la niña, tenía una sonrisa brillante en su cara por alguna
razón.
—¿Qué pasa? —, preguntó él.
Ella entrecerró los ojos un poco ante la pregunta
directa y respondió inocentemente, —Heh-heh. Oh, nada… Sólo estaba pensando que
parecías… feliz.
—¿Es así?
—Sí, lo es.
—¿Es así………?
Goblin Slayer comprobó su casco para asegurarse de que
aún estaba en buenas condiciones. No había ninguna sonrisa en esa visera.
—Bueno, está bien. Ocúpate del tratamiento de los
aldeanos. Y los funerales.
—Los funerales… — La sacerdotisa se puso un delgado y
pálido dedo en los labios, pensando por un segundo. —Los únicos ritos
funerarios que conozco son los de la Madre Tierra. ¿Crees que estará bien?
—Dudo que les importe. Siempre y cuando sea el ritual
de un dios del orden.
—De acuerdo. Déjamelo a mí. — Respondió con prontitud
la sacerdotisa, luego miró a su alrededor y se alejó, sosteniendo su bastón.
—¡Siento llegar tarde!
—Ah, has vuelto. — El sacerdote lagarto, que estaba
atendiendo una herida con su mano áspera y escamosa, giró su cabeza sobre su
largo cuello para mirarla.
—Sí —, dijo ella con un firme asentimiento y comenzó a
sacar vendas y ungüentos de su mochila. —Todavía me queda un milagro, así que
si hay alguna herida grave, puedo usar Sanación Menor en ellas…
—En ese caso, te dejaré este paciente a ti. Parece que
ha sido severamente golpeado, y todo mi ingenio ha hecho poco.
—¡Muy bien!
Cuando ella vivía en el Templo, el trabajo de la
sacerdotisa era el tratamiento de los aventureros heridos. A medida que se
arremangaba y comenzaba a moverse entre los heridos, proyectaba más autoridad
de la que sus años sugerirían.
Goblin Slayer la siguió con los ojos, reflexionando
una pregunta en su mente.
Seguramente esto no puede ser el final, ¿pero…?
—¡Orcbolg!
Todo el grupo miró a la aguda y clara advertencia de
la elfa mayor.
Eso debe haber estado mirando desde la sombra de un
barril. Ahora, había saltado de entre las sombras y corrió por el camino, era
un solo goblin tratando de escapar.
Corrió como una liebre asustada; casi resbalando y
tropezando, haciéndose cada vez más pequeño en la distancia.
Pero sólo por un momento.
—¡Pixies, Pixies, apresúrense, rápido! No hay dulces
para ustedes, ¡sólo necesito los trucos!
El chamán enano entonó el hechizo Atar, y una soga se
enrolló alrededor del goblin en fuga como una serpiente. Lo atrapó por las
piernas y lo mandó a estrellarse contra el suelo.
Esto era todo lo que la libre elfa mayor necesitaba.
—¡¿Pensaste que te dejaríamos escapar?! — En un movimiento lo suficientemente
dramático como para pintarlo, retiró el gran arco de su espalda y saltó. Del
barril a la pared, y luego al aire, dio un salto tras otro, apuntando a su
objetivo.
—¡Así que eran veinte…!
Fue entonces que Goblin Slayer sacó una flecha de su
propio carcaj. —¡No lo mates! ¡Queremos que se lleve el veneno a casa y lo
esparza!
La elfa se extendió y agarró la flecha en el aire en
un movimiento acrobático. Un instante después, la flecha silbó, pareciendo un
rayo de luz. La elfa aterrizó en el suelo en el mismo momento en que, a lo
lejos, el goblin cayó. Nadie sabía cómo ella había cargado, preparado y
disparado con el arco en ese momento. Era realmente una habilidad tan avanzada
que parecía mágica.
—¿Feliz ahora? — Ella le devolvió su arco de roble a
su espalda mientras aterrizaba.
—Sí. Pero… — Goblin Slayer casi murmuraba para sí
mismo, con su mirada fija en el goblin en la distancia. Había sacado la flecha
de su hombro y cortado la cuerda alrededor de sus piernas y estaba corriendo de
nuevo. Se dirigía hacia el norte, hacia la montaña nevada desde donde soplaba
un viento helado.
—…esto no ha terminado todavía.
Eso era algo que todo el grupo sabía bien.
Los goblins habían reunido a los aldeanos en la plaza
porque querían saquear; también reunieron sus botines en la plaza. Y sin
embargo, no habían tocado a las mujeres. Eso significaba que habían estado
planeando llevarlas de vuelta a su nido. Los veinte goblins que atacaron la
aldea eran solo una unidad de avanzada. Había más de ellos, aunque no se sabía
si lanzarían un nuevo ataque o simplemente se retirarían.
Goblin Slayer completó sus cálculos y emitió su
conclusión sin reticencias:
—Tan pronto como se recarguen nuestros hechizos,
iremos a atacar.
Él se arrodilló ante el jefe de la aldea sentado en el
suelo, y luego lo miró a los ojos. La cara del jefe se tensó al pensar en otra
batalla, pero Goblin Slayer sólo dijo, —Quiero pedir que se preparen para un
ataque nocturno, así como un lugar donde descansar por una noche. ¿No le
importa?
—¿Qu-qué? ¡N-no, en absoluto! Si podemos hacer algo
para ayudarlo, hágamelo saber…
—Hábleme del grupo de aventureros que nos precedieron.
¿Y tienen a algún rastreador en esta aldea?
—S-sí, tenemos. Sólo uno… Es joven, pero está aquí.
—Necesito conocer la geografía de la montaña. Quiero
un mapa, aunque sea simple.
El jefe asintió con entusiasmo, pero luego pareció
pensar en algo, y una servil sonrisa apareció en su rostro. —Oh, pero… En
cuanto a una recompensa, no podemos…
—Los goblins son más importantes —, dijo llanamente
Goblin Slayer. Ignorando al aturdido jefe, miró a las montañas del norte. En
algún lugar detrás del velo de las nubes, el sol ya se había hundido detrás de
los picos, y el viento feroz insinuaba la noche.
—Tan pronto como todo esté listo, nos iremos y los
mataremos.
✠
Afortunadamente, considerando todas las cosas, el daño
a la aldea fue mínimo. Por supuesto que había algunos que habían sido heridos o
asesinados mientras luchaban contra los goblins. Algunas casas habían sido
incendiadas, otras inherentemente destruidas. Pero los aventureros habían
llegado antes de que el botín o las mujeres capturadas fueran llevadas al nido.
Así que quizás fue para mejor. O al menos, eso pensaba la sacerdotisa.
Y sin embargo… Y sin embargo, ella no podía aceptar
esto como el mejor resultado posible, eso pensaba mientras miraba el cementerio
de la aldea.
Una vez que terminaron de atender a los heridos, ella,
la curandera y el sacerdote lagarto tuvieron que ocuparse de los entierros.
—Oh, Madre Tierra, abundante en misericordia, por
favor, con tu venerada mano, guía las almas de aquellos que han dejado este
mundo.
Con el bastón en la mano, murmuró su plegaria, haciendo
la señal sagrada cuando cada cuerpo era posicionada y cubierto con tierra.
Esto era lo que evidentemente se había que hacer,
incluso si no había riesgo de que los cadáveres se convirtieran en no-muertos
si se dejaban al descubierto. Si los vivos no se despedían de los muertos,
¿cómo podrían seguir con sus vidas? Estos entierros eran menos necesarios para
los muertos que para los vivos.
Mientras los muertos estuvieran entre los iluminados,
sus almas serían llamadas al dios en el que cada uno de ellos creía. Así, el
mundo seguiría girando.
—Dudo que se produzca un ataque esta noche, aunque no
puedo estar seguro —, dijo Goblin Slayer, después de haber dejado a los
aldeanos para completar los entierros. —Debes estar exhausta. Descansa.
Como de costumbre, su discurso no admitía argumentos,
y sin embargo, la sacerdotisa al menos entendía que esa era su forma de mostrar
preocupación. Incluso si ella seguía pensando que era una persona sin remedio.
No importaba la frecuencia con la que ella lo
regañaba, él nunca aprendía. De hecho, si ella se hubiera negado, él no habría
escuchado. Así que pensó que lo mejor era concordar con él, a pesar del
destello de molestia.
—Ahh… Phew.
Por eso ella se estaba relajando en un baño caliente.
Exhaló, la espiración parecía venir de cada parte de su cuerpo, cada músculo
relajándose.
Estaba en una fuente termal. La montaña nevada cercana
había sido alguna vez, al parecer, un volcán, y las hadas de fuego todavía
calentaban el agua a través de la tierra (o algo así).
Las aguas termales se encontraban bajo un techo sobre
pilotes, rodeado de rocas, mientras el vapor se desplazaba suavemente hacia
arriba. El familiar icono de piedra de la Deidad del Estanque presidía el agua
de lavado. Pero mostraba dos caras, quizás porque se trataba de un baño mixto
abierto tanto a hombres como a mujeres. Por esa razón, la sacerdotisa se había
envuelto cuidadosamente en una toalla.
Sin embargo, mientras se acomodaba en el agua turbia,
su cuerpo, tan rígido por el frío, pareció derretirse. No pudo detener el
relajado gemido que se le escapó.
—Mmmmm…
Al parecer, la elfa mayor era un asunto diferente. Su
delgado cuerpo, sin nada cubriéndola, parecía tan brillante como cualquier
hada. Sin embargo, seguía moviendo sus pies nerviosamente el borde de la bañera,
pareciéndose a un conejo asustado. Apretaba sus puños, decidida, y luego
vacilantemente mojaba un dedo del pie en el agua antes de saltar hacia atrás.
—Oooh… Ohh… ¿Estás segura de esto? — Parecía una niña
que no quería bañarse; de hecho, ella se parecía mucho a las clérigas más
jóvenes que la sacerdotisa conocía, y eso le provocó una sonrisa en su rostro.
—Te lo estoy diciendo, está bien. Es sólo un manantial
con agua caliente.
—Es un lugar donde las hadas del agua, tierra, fuego y
nieve se juntan. ¿Eso realmente no te molesta?
—¿Debería? Creo que se siente maravilloso.
—Hmmm…
La mirada de la elfa revoloteó entre ella misma y la
sacerdotisa, y sus orejas temblaron con incertidumbre. Después de un rato, de
repente se mordió el labio, y…
—¡Y-yaaaah!
—¡Cielos!
…prácticamente se lanzó a la piscina, causando un gran
chapuzón que cayó sobre la sacerdotisa.
—¡Pff! Pff! — La elfa, que se había hundido hasta por
debajo de su cabeza, salió a la superficie como un gato desaliñado, escupiendo
y echando agua de su pelo. Finalmente, miró a la sacerdotisa con una expresión
de sorpresa y luego dejó escapar un respiro.
—…Huh. El agua está caliente. Es un poco… agradable.
—¡Dios! ¿No es eso lo que he estado tratando de
decirte? …Y se supone que no debes saltar.
—Lo siento por eso. Estaba demasiado asustada para
hacerlo de otra manera.
—…Hee-hee.
—… ¡Ha-ha-ha-ha!
Se miraron la una a la otra, ambas empapadas de pies a
cabeza, y se echaron a reír alegremente.
No importa cuán alto sea el rango que alcance un
aventurero, la ansiedad de la batalla nunca desaparecía. La elfa mayor podría
haber sido clasificada en el rango Plata, pero aún era joven e inexperta; y la
sacerdotisa, aún más. Pueden haber sido de diferentes razas, pero
emocionalmente eran de la misma edad.
Se sentaron juntas, mirando al cielo. Las estrellas
estaban oscurecidas por gruesas nubes plomizas, y sólo se podía ver una sombra
de las dos lunas.
Él había dicho una vez
(¿cuándo había sido?) que los goblins venían de la luna verde.
La ropa de las chicas estaba amontonada al lado de la
bañera, junto con las armas y herramientas que habían usado en la batalla de
antes. Goblin Slayer les había advertido que tengan cuidado de un ataque
sorpresa mientras se bañaban.
Quizás usa esa armadura y ese casco incluso en la
bañera…
La imagen era demasiado divertida y volvió a hacer
reír a las chicas.
—Ojalá todos los demás se hubieran unido a nosotras —,
dijo la sacerdotisa.
—Oh, ya sabes. “El barro es más agradable para un
lagarto”. En serio, ¿quién se baña en barro? — No entiendo a los
lagartos. La sonrisa de la sacerdotisa se ensanchó ante la imitación
de la elfa. —Y el enano era todo: “¡El vino es la manera de revivir el
espíritu!”. En cuanto a Orcbolg…
—…Tareas de vigilancia. Por supuesto. — La sacerdotisa
parpadeó, con sus pestañas humedecidas por el vapor, y abrazó sus rodillas.
—Aunque estoy un poco preocupada. No descansará….
—Sí, bueno, tiene toda esa energía. Tiene que matar a
los goblins, dice.
—¿Eso no… te parece extraño?
“Claro que sí” era una conclusión en la que ambas
podían estar de acuerdo. Era fácil imaginárselo, vigilando la llanura nevada y
murmurando: “Goblins, goblins”.
—Si lo dejáramos solo, pasaría toda su vida así —,
dijo la elfa.
—Creo que… tienes razón. — La sacerdotisa asintió profundamente
en respuesta.
Era realmente cierto. Goblin Slayer había cambiado
considerablemente en el año desde que ella lo conoció. Al igual que ella. Pero
aún así…
—Bueno, es gracias a que estoy con él que puedo
visitar el Norte de esta manera, así que supongo que no me importa —, dijo la
elfa. Chapoteó inquieta en el agua como si estuviera ganando tiempo para
pensar. El movimiento levantó el vapor. La sacerdotisa la miró.
—Um… Dijiste que te fuiste de casa porque querías ver
lo que había más allá del bosque, ¿verdad?
—Uh-huh. — La elfa estiró sus brazos y piernas,
relajándose. La sacerdotisa cambió su forma de sentarse. —Nosotros decimos:
“Estás vivo hasta que mueres”, pero si todo lo que conoces es el bosque, ¿qué
sentido tiene?
—Ni siquiera puedo imaginarme vivir durante miles de
años.
—No es para tanto. Es como ser un enorme y viejo
árbol. Sólo estás… ahí.
No era algo malo en sí mismo. La elfa trazó un círculo
en el aire con su dedo índice. La sacerdotisa naturalmente siguió el movimiento
con sus ojos. Hasta los gestos más pequeños de los elfos eran pulidos y
refinados.
—Entonces —, dijo la sacerdotisa, deslizándose en el
agua para ocultar la vergüenza de cómo le atraía el movimiento. —¿Te fuiste
porque… te aburriste? Quiero decir, he oído que eso pasa mucho.
—Tienes razón a medias —, la elfa se detuvo. —Es
verdad, sentí que había algo que tenía que hacer.
Relató cómo cazaba animales sobrepoblados y los
devolvía a la tierra, recogía frutas donde había demasiada, mojaba su garganta
y, en general, mantenía los ojos fijos en los ciclos de la naturaleza.
Es suficiente para que te dé vueltas la cabeza.
Siempre hay trabajo que hacer. Y el bosque nunca deja de crecer. Pero, ¿sabes
qué?
Guiñó y sonrió maliciosamente. —Una vez, vi una hoja
siendo llevada por un rio. Y me pregunté, ¿adónde va? Y entonces no pude dejar
de preguntarme. — Ella rió.
Ella había regresado corriendo a su casa y cogió su
arco, y luego andó entre los árboles, rápida como un ciervo, persiguiendo esa
hoja. La siguiente vez que miró a su alrededor, se dio cuenta de que había
abandonado el bosque. Saltó de roca en roca a través del lecho del arroyo,
siguiendo la hoja.
—Y… ¿qué encontraste?
—Nada interesante, te lo aseguro —, dijo ella,
entrecerrando sus ojos como un gato contento. —Un dique. Uno que los humanos
habían construido. Era la primera vez que veía, me pareció muy interesante. —
La hoja, llevada por la corriente, había quedado atrapada en el dique.
No era como si hubiera recibido alguna revelación. La
elfa mayor sonrió débilmente. Entonces abrió los labios un poco y silbó. Ella
tarareaba una canción con su clara voz.
¿Qué es lo que espera al final del río?
¿Qué es eso que florece donde los pájaros vuelan?
Si el seno del viento está más allá del horizonte
Entonces, ¿en dónde desciende el arco iris del cielo?
Lejos debemos caminar para descubrir las respuestas
Pero justas son las cosas que encontramos en el
camino.
La sacerdotisa parpadeó, provocando un satisfecho
“¡Heh!” de la elfa.
Se decía que no había ninguna raza tan elegante como
los elfos.
La elfa miró el pecho de la sacerdotisa y suspiró.
—Todavía sigues desarrollándote… Suertuda.
—Er… ¡¿Qué?! — La sacerdotisa sólo pudo producir una
serie de ruidos extraños, y su cara se puso completamente roja. —¿De qué estás
hablando? ¡Y así de repente!

—Estamos hablando del tiempo. El paso del tiempo. De
eso trataba la canción, y de eso trataba mi comentario.
Ella rió. Sonaba como una campana tocando en su garganta.
Mientras se reía, estiró su brazo y le pasó una mano por el pelo empapado de la
sacerdotisa.
—Quiero decir… yo, todavía tengo algo de tiempo, pero…
—¿Sólo un poco? — La sacerdotisa miró hacia abajo, sin
resistirse a la mano en su pelo.
Sí, la elfa asintió. —Humanos…
Ellos envejecen y mueren después de unos cien años más o menos, ¿no?
—Uh-huh…
—Me pregunto por qué no todos pueden vivir por mucho
tiempo. Tal vez es algo que tendría sentido para mí si fuera humana.
—…Si nacieras como humana, desearías ser tan hermosa
como un elfa —, murmuró la sacerdotisa. Ella no se arrepentía de quien era,
pero siempre estaba la fascinación del “si”, el deseo sin
respuesta.
Ese día, por ejemplo. Ella había luchado codo con codo
con Goblin Slayer; él había cuidado su espalda. ¿Y si pudiera haber luchado
más? ¿Y si fuera más hábil en los milagros o hechizos? ¿Habría sido de más
ayuda para él?
Ella había prometido una vez que si él estaba en
problemas, ella lo ayudaría. ¿Había hecho eso hoy? A este ritmo…
Si lo dejáramos solo, pasaría toda su vida así.
Sentía como si se acercara el momento de la verdad,
una que no podía ser evitada
—……
—Y si hubieras nacido elfa, apuesto a que desearías
ser humana. — La elfa resaltó su comentario dando un pequeño abrazo a la cabeza
de la sacerdotisa antes de dejarla ir. La sacerdotisa pensó que podía captar el
aroma del bosque llenando su nariz.
Seguramente lo estaba imaginando. Se suponía que este
lugar era el hogar sólo de la tierra, el agua y el fuego.
Pero… ¿Y si no se lo estaba imaginando?
Los elfos deben estar conectados al bosque incluso
cuando lo dejan atrás…
—Probablemente tengas razón —, dijo la sacerdotisa y
dejó escapar un respiro. Sentía como si algo profundo en su corazón, algo
estancado y rígido, hubiera empezado a ceder.
—¿Deberíamos pensar en salir? —, preguntó la
sacerdotisa. —No podemos perder mucho tiempo.
—Cierto. — La elfa se levantó abruptamente. —El mundo se niega a jugar limpio, ¿no?
*
—La situación no se ve bien —, dijo Goblin Slayer. Estaba parado frente a un crepitante fuego en la taberna del pueblo. El segundo piso era una posada, lo cual era típico en estos lugares.
El calor del fuego inundó el edificio hecho troncos,
las sombras de los trofeos en la pared bailaban a la luz del fuego. Los aventureros,
de vuelta de sus respectivos descansos, se sentaron alrededor de una gran mesa
con jarras llenas hasta el borde de aguamiel.
La curandera y su hermana, junto con casi todos los
demás habitantes de la aldea, habían instado a sus rescatadores a alojarse en
sus respectivas casas, pero Goblin Slayer se había negado.
—Nosotros pagaremos por un lugar en la posada.
Divididos, no podemos responder rápidamente a lo que pueda pasar.
La sacerdotisa estaba un poco desconcertada por el
alivio que sintió cuando dijo eso.
Ahora los aldeanos, rodeando a los aventureros a lo
lejos, estaban medio expectantes y medio curiosos. Algunos también miraban a
las mujeres del grupo con interés indebido. La sacerdotisa se movía
incómodamente bajo sus lascivas miradas.
Supongo que es una pequeña bendición que no haya nadie
que parezca un verdadero problema.
—¿Creen que no nos quieren aquí? —, preguntó ella,
mirando la comida en la mesa.
Patatas cocidas, patatas normales, patatas, patatas…
Todo lo que ofrecían eran patatas. La sacerdotisa, por supuesto, no se espera
vivir en lujos. Estaba acostumbrada a la comida humilde. Y sí, era invierno;
había nieve en el suelo y habría que conservar las provisiones. Pero… ¿nada más
que sólo patatas?
—Nah —, dijo el chamán enano agitando su cabeza. —Por
lo que he oído, los últimos aventureros en llegar gastaron todos los
suministros.
—¿Todo?
—Dijeron que lo necesitaban para matar goblins, puedes
creerlo. — El chamán enano apoyó su barbilla en sus manos.
—¡Ha-haa! Supongo que… — La cola del sacerdote lagarto
se meneó por el suelo como si dijera que no era de ellos el juzgar. —Se dice
que uno debe sacar a los goblins antes de poder matarlos. Un poco de coerción,
ves. Tal vez realmente necesitaban esos suministros.
Hmm. La sacerdotisa se
puso un dedo en los labios pensando, su pelo fluyó en una ola mientras
inclinaba su cabeza con extrañeza. Estaba claro a quién acudir con una pregunta
como esta.
—¿Eso era necesario?
—Depende del tiempo, del lugar y de las circunstancias
—, contestó llanamente su especialista en matar goblins. —De vez en cuando,
encontrarán tribus errantes sin nido. La persecución puede tomar mucho tiempo.
—Pero el tiempo es algo que no tenemos, ¿verdad? —
Dijo la elfa, tumbada felizmente junto al aguamiel. Sus mejillas ya estaban un
poco rojas; el baño podría haber tenido algo que ver con ello, pero fue
principalmente el alcohol. —No sabemos qué hay en el nido, y no sabemos cuántos
de ellos hay. Además, existe la posibilidad de que los otros aventureros sigan
vivos.
—Tenemos suerte de que no se hayan llevado a los
aldeanos. ¿Quién sabe si podríamos haberles ayudado a tiempo?
Goblin Slayer asintió, y luego desenrolló una hoja de
piel de cordero sobre la mesa. —No podemos esperar hasta que la enfermedad de
las flechas se vuelva fatal, pero ya pueden estar algo debilitados. — En el
papel había un simple mapa de la ruta de la aldea a la montaña; él le había
pedido al cazador local que lo dibujara. Algunas notas garabateadas parecían
haber sido añadidas por el propio Goblin Slayer. —Según el cazador, este es el
lugar más probable para un nido de goblins.
—Sí, pero… — La elfa pasó un dedo por encima del mapa,
midiendo la distancia entre la aldea y la cueva. —Si no secuestraron a ningún
aldeano, ¿por qué no entramos de inmediato?
—Creo que sé lo que los aventureros anteriores estaban
planeando. — La mirada colectiva de la sala se fijó en Goblin Slayer. Tomó una
patata frita y se la puso en la boca. Su casco se movió levemente, emanando los
sonidos de masticar y tragar. —La curandera me dijo que ese grupo compró madera
junto con sus otros suministros.
—¿Madera? — Preguntó el chamán enano. —Pero podrían
simplemente… no, espera, no me lo digas, lo conseguiré… — Tomó un trago de
aguamiel, ignorando la mirada de la elfa mientras limpiaba varias gotas de su
barba.
El sabio y viejo enano gruñó para sí mismo, y un
momento después chasqueó los dedos y dijo: —¡Ah, ya lo sé! No es leña, así que
no trataban de llenar el nido de humo. Se estaban preparando para algo. Y
llevaron comida. Significa…
—Sí —, dijo Goblin Slayer como si fuera la cosa más
natural del mundo. —Querían matarlos de hambre.
Hubo audible *crack* por parte del fuego. Durante un
tiempo, nadie habló. El sacerdote lagarto tomó un atizador y movió sin ganas la
leña. Hubo otro ruido cuando la madera se partió en dos, las chispas volaron.
—Pero entonces, los enemigos eran muchos mientras que
ellos pocos — dijo él.
—Esa táctica tiene sus usos —, dijo Goblin Slayer
desapasionadamente. —Pero no cuando intentas exterminar a un gran número de
enemigos en su propia tierra.
La sacerdotisa se imaginó la escena, su cuerpo se puso
rígido. El terror de enfrentarse a goblins hambrientos durante días y días.
No creo que pueda soportarlo.
Entonces la sacerdotisa pensó en los aldeanos. Cómo
los aldeanos habían pedido a los aventureros que detuvieran a los goblins que
les robaban comida, y este grupo había decidido una táctica que utilizaba las
provisiones de toda la ciudad.
—No podemos conseguir ni una espada, ni una poción, ni
el valor de una comida por nuestra cuenta. — *Glug* Goblin Slayer bebió un
trago de su aguamiel sin siquiera tener que quitarse el casco. —Y aventureros
sin suministros estarán muertos al anochecer.
—Orcbolg, tal vez podrías pensar en otra cosa por una
vez.
—Lo estoy intentando.
*Glug, glug* Más aguamiel.
Sus cuatro compañeros lo vieron con la más leve de las
sonrisas en sus rostros. Sabían que este grupo nunca se habría formado si este
hombre no fuera exactamente como era.
—Y milord Goblin Slayer —, dijo el sacerdote lagarto,
que ya estaba acostumbrado al papel de consejero militar. —¿Qué estrategia
tiene en mente?
—Ninguna de que hablar. — Sonaba inusualmente
relajado.
No tenían ni idea de cómo estaba establecido el nido
ni de cuántos enemigos había. Sin saber si los otros aventureros seguían vivos,
no podían simplemente destruir por completo el nido. Y si los goblins habían
atacado una vez, seguramente vendrían una segunda y una tercera vez.
Por lo tanto, sólo había una estrategia posible.
—Atacaremos rápidamente.