Majo to Youhei Volumen 2 capítulo 4
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Witch and the Mercenary volumen 2 capítulo 4 en español
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Witch and the Mercenary volumen 2 |
Consecuencias del Camino Elegido
Zig salió a correr como de costumbre un poco antes del amanecer. Para mantener su ruta de maratón fresca, elegía un camino diferente según cómo se sintiera ese día. Ya había recorrido la mayor parte del distrito comercial, así que últimamente había optado por correr en las afueras de la ciudad para familiarizarse mejor con el terreno local.
Como Halian estaba compuesto por muchos caminos secundarios, había un montón de tiendas y otras instalaciones escondidas fuera de la vista. Familiarizarse con la disposición de la ciudad era una práctica común entre los mercenarios, y coincidía con el pasatiempo de Zig de frecuentar establecimientos apartados. Eso hacía que su rutina matutina valiera aún más la pena, y mantenía un ritmo constante mientras echaba un vistazo a cualquier tienda que tuviera un ambiente llamativo.
“Probablemente ya es hora de regresar.”
Cuando Zig sintió que había recorrido la distancia habitual, dio la vuelta y tomó una ruta diferente de regreso. Como mantenía el mismo ritmo y zancada y conocía la dirección aproximada, la distancia no era un problema. Mientras corría, notó que alguien más iba en la misma dirección.
Por los intervalos y la velocidad de su paso constante, parecía que esa persona también estaba entrenando con una carrera de larga distancia, igual que él. El eco de sus pisadas sonaba ligero, así que probablemente era una mujer o un hombre de complexión pequeña. Aunque iban al mismo ritmo, la larga zancada de Zig hizo que eventualmente alcanzara al otro corredor.
La persona que corría a su lado le dirigió un saludo amistoso.
“¡Buenos días! ¡También sudando desde temprano, ya veo!”
Había un aire juvenil en su tono, pero la voz definitivamente pertenecía a una mujer. Algo en ella le sonaba familiar a Zig.
“Sí, bue— día”, respondió él, tratando de recordar de dónde conocía esa voz.
La mujer pareció reconocerlo también, porque giró la cabeza para mirarlo.
“¿Eh? ¡Gaaah!”, soltó un grito cuando Zig también la miró. “¡Eres el tipo de ayer!”
Quien corría junto a él era la aventurera de Wadatsumi con la que había estado en combate a muerte apenas un día antes. Su cabello rojo estaba atado hacia atrás y revoloteaba con cada paso.
“Eres… Milyna, ¿verdad?”
“Lo siento por lo de ayer… Zig”, dijo ella, haciendo una mueca, casi como si le costara decir su nombre.
Milyna, que aún no había terminado de procesar su error del día anterior ni la carga emocional que conllevaba, tenía dificultades para decidir cómo comportarse con él. Solo recordar la batalla le ponía la piel de gallina, incluso si ambas partes ya habían resuelto el conflicto.
Después de todo, la lógica y la emoción eran dos cosas distintas. Que el asunto estuviera resuelto no hacía más fácil interactuar con alguien con quien había estado peleando a muerte.
Escogió sus palabras con sumo cuidado mientras intentaba calmar el pánico en su interior.
“Te ofrezco una disculpa sincera por lo que ocurrió.”
“Eso ya quedó en el pasado. Y no hace falta que me hables tan formal.”
En contraste con las preocupaciones de Milyna, Zig no parecía estar demasiado afectado por lo sucedido. Su actitud la tranquilizó, pero eso no evitó que tratara de idear un plan para salir de ahí lo antes posible.
Sin embargo, no solo sería de mala educación huir una vez que ya lo había reconocido, sino que además ella había sido la que lo saludó primero. Por no mencionar que el clan Wadatsumi le debía mucho a este hombre.
Ella no podía permitirse actuar sin cuidado.
Solo haré un poco de charla y me iré, decidió mientras pensaba en un tema inofensivo.
Como ambos estaban corriendo, el tema obvio para iniciar una conversación era ese.
“¿Corres seguido?”, preguntó ella.
“Es parte de mi rutina diaria. ¿Y tú?”
“¿Yo? Eh, bueno… Hay algo en lo que estoy pensando…”
Ya se encontraba siendo evasiva ante una simple pregunta casual. La pelea de ayer le había recordado su falta de resistencia, pero su orgullo en sus habilidades le hacía dudar en admitirlo.
Zig pudo deducirlo por la forma en que se cerró de golpe, así que continuó hablándole mientras corrían.
“Creo que eres bastante hábil.”
“¿Estás siendo sarcástico?”
“No.”
Las palabras del mercenario podían sonar burlonas dependiendo de la interpretación, así que Milyna le lanzó una mirada resentida y respondió con un tono un poco demasiado cortante. Enseguida se dio cuenta de que quizá se había pasado y le dirigió a Zig una mirada nerviosa, pero él simplemente habló con naturalidad, sin que su respiración se alterara en lo más mínimo.
“La habilidad puede aumentar rápido si eres talentoso, pero con la fuerza no pasa lo mismo. Se basa en acumulación, no en talento. Cuanto más talentoso eres, más difícil es que tu fuerza esté a la par.”
Cada persona era diferente, por supuesto, pero cuando se trataba de desarrollar fuerza física, no había atajos. Era un camino difícil, pavimentado con incontables esfuerzos agotadores.
Los prodigios que aprendían rápido solían descuidar este aspecto porque podían sortear algunos obstáculos solo con talento, y porque había una brecha entre su fuerza física y su capacidad para dar el siguiente paso. No era raro que individuos talentosos se estancaran por no querer hacer esos esfuerzos. Por eso Zig pensaba que Milyna —quien había tomado acción en cuanto se dio cuenta de que le faltaba resistencia— definitivamente tenía potencial para crecer.
“Agradezco el cumplido, pero siempre hay alguien mejor que tú.”
Su voz apenas fue un susurro, y cuando Zig la miró de reojo, la vio con la mirada baja, con una expresión algo resignada.
Tras pensarlo un momento, Zig decidió compartir con ella el mismo consejo que una vez le había dado su maestro, junto con algo de su propia experiencia.
“No voy a decirte que no apuntes a la cima, pero si hacerlo te hace perder la motivación, no creo que sea necesario. Al final, todo se reduce a si estás dispuesta o no a llegar hasta el final.”
“¿De verdad es tan simple?”
“Sí.”
La conversación se fue apagando mientras continuaban corriendo, con el único sonido de fondo siendo el ritmo constante de sus pisadas.
Milyna miró a Zig. Él llevaba un equipo diferente al suyo y parecía listo para lanzarse a la batalla en cualquier momento. Aun así, mantenía una postura recta y una respiración estable.
Por otro lado, la espadachina llevaba corriendo un buen rato, y su respiración ya empezaba a volverse irregular a pesar de la ropa ligera que vestía.
“Acumulación… huh,” murmuró ella para sí misma.
Siguieron corriendo un poco más. El consejo del mercenario fue lo suficientemente convincente como para que Milyna decidiera añadir la maratón a su lista de entrenamientos matutinos.
Lo que Zig no sabía era que la gente de ese continente no hacía mucho entrenamiento físico básico, ya que podían fortalecer sus cuerpos a través de la magia. Se creía que practicar magia, y no entrenar físicamente, era lo que conducía a mejores resultados.
De hecho, había quienes pensaban que demasiado entrenamiento podía generar una masa muscular innecesaria que dificultaría el movimiento, y había algo de verdad en ello. Como la magia podía reforzar partes específicas del cuerpo según hiciera falta, era posible realizar acciones eficientes sin depender de músculos voluminosos.
Sin embargo, incluso con la aplicación de la magia de refuerzo, el cuerpo seguía necesitando moverse. El maná sobrante no servía de nada si la resistencia se agotaba.
Esto era algo que muchas personas sabían, pero eran muy pocos los dispuestos a dejar de depender de la magia para mejorar algo que habían estado gestionando de esa manera durante tanto tiempo.
Por eso, quienes utilizaban la magia de refuerzo tendían a tener una gran potencia explosiva, pero una baja resistencia.
Tras separarse de Milyna, Zig se lavó el sudor y se preparó antes de ir a despertar a Siasha.
Tocó la puerta antes de entrar a su habitación y la encontró despatarrada sobre la cama. Había algo ligeramente inquietante en verla boca abajo, con su largo cabello extendido a su alrededor como un abanico.
Le sacudió suavemente los hombros, haciendo que se incorporara con languidez y lo mirara con ojos soñolientos.
“Hey, ya es de mañana.”
Ella murmuró algo ininteligible en respuesta — Siasha nunca había sido una persona madrugadora.
Apartando la vista de la peligrosa imagen que eran sus ropas desordenadas, Zig le puso una toalla húmeda en la cara.
“Ngh…”
Parecía despertar poco a poco mientras seguía murmurando sílabas sin sentido.
Zig decidió hacer algunos estiramientos para matar el tiempo hasta que estuviera lista.
Quizá era porque últimamente habían estado luchando contra monstruosidades, pero sentía fatiga en más partes de su cuerpo de lo habitual.
No es que las criaturas fueran más difíciles de enfrentar que los humanos, o viceversa, sino que simplemente se movía de formas distintas a las que estaba acostumbrado. Por eso, se aseguraba de acondicionar su cuerpo con cuidado para estar completamente preparado si llegaba el momento de la verdad.
“¡Perdón por la espera! ¡¿Nos vamos, Zig?!”
Apenas tuvo tiempo de aflojar sus músculos antes de salir hacia el gremio con una Siasha extrañamente entusiasta.
El gremio en la mañana temprano estaba lleno de aventureros en plena actividad.
“Okay, ¡vuelvo enseguida!”, exclamó Siasha mientras se abría paso entre la multitud que intentaba asegurarse los mejores encargos disponibles.
Cualquiera que intentara protestar por la manera en que se metía en la fila parecía encogerse ante su mirada y le dejaba pasar.
Parecía que había aprendido a controlar cuánta presión ejercer, porque, a diferencia de ayer, no era lo suficiente como para congelar a toda la sala. Ajustar ese nivel de presencia le costaba bastante, pero no era algo que jamás admitiría.
“Se nota que está en su elemento.” Zig asintió para sí mismo, sintiéndose extrañamente conmovido por la escena.
Aunque al principio se había visto superada por el entusiasmo de los demás aventureros, ahora Siasha se movía entre ellos sin dudar.
“Me pregunto si poner esas caras es la razón por la que la gente asume que eres mayor de lo que eres en realidad.”
“Eso fue grosero.” Zig frunció el ceño ante el comentario impertinente con el que lo saludó Isana.
Por un momento pensó que tal vez tenía un punto, pero no pudo responderle con demasiada contundencia. Su reacción hizo que Isana soltara una risita, mientras su cabello blanco se agitaba levemente.
“¿Y en tu caso, todo va bien?”
El mercenario intentó redirigir la conversación a otro tema.
Isana decidió no insistir más y siguió el hilo. Dado que el asunto era delicado, no podía entrar en demasiados detalles, pero podía transmitir lo suficiente.
“Sí, parece que las cosas se calmarán bastante por ahora,” respondió con una expresión radiante. “No estarán en posición de meterse con nosotros por un buen tiempo.”
Fuera cual fuera la negociación en la que estaban, parecía estar yendo bien.
Aunque él ya había completado su tarea, Zig no podía evitar sentir cierto interés en lo que pasaría después.
Dado que tenían pruebas suficientes y un control firme sobre los responsables, lo más probable era que las discusiones no hubieran sido demasiado complicadas.
El mayor desafío sería convencer a los otros miembros de la tribu y, por extensión, al anciano.
Para una comunidad orgullosa de guerreros como los Jinsu-Yah, era difícil imaginar que aceptaran tratar con la mafia, pero, de algún modo, todo parecía haber salido bien.
Zig sintió una ligera oleada de alivio y sonrió.
“Al menos estás avanzando sin mayores obstáculos.”
“El anciano me pidió que te dijera que está agradecido por tu ayuda y que nuestra gente estará ahí para ti cuando lo necesites.”
“¿Le hablaste de mí?”
Zig frunció el ceño ante el mensaje del anciano.
Él les había ayudado porque era su trabajo, pero dependiendo de qué otras ofertas le llegaran, la próxima vez podría estar enfrentándolos como enemigo.
No parecía que el anciano entendiera eso.
Pero Isana solo se encogió de hombros y rio.
“Por supuesto que se lo dije. Podrías ser nuestro enemigo la próxima vez, ¿no?”
“¿Y qué dijo el viejo sobre eso?”
“Dijo: 'Eso es eso, y esto es esto. Lo resolveremos cuando llegue el momento', o algo por el estilo.”
“Ya veo.”
Los líderes veteranos tienen fama de ser tercos, pero este anciano parecía sorprendentemente de mente abierta por alguna razón.
Su disposición a cooperar de manera proactiva probablemente también había sido clave para que el resto de la tribu aceptara el trato.
Si estaba dispuesto a respetar la línea que Zig había trazado, entonces Zig no tenía objeciones.
“Está bien. Dile que consideraré aceptar otro trabajo, dependiendo de lo que haya para mí.”
“¿Eso significa que volverás a ayudarnos?”
“Si me da la gana.”
“Entendido.” Isana dejó escapar una risita antes de que algo pareciera venir a su mente, y miró de nuevo a Zig.
“Oh, cierto. Escuché sobre lo de ayer. ¿Terminaste causando estragos en el Clan Wadatsumi o algo así?”
“Es complicado…”
Zig estaba poniéndola al tanto cuando Siasha regresó tras haber conseguido su encargo.
Por la expresión satisfecha que tenía, seguramente había logrado conseguir un buen trabajo.
Al notar la presencia de la espadachina, Siasha la saludó.
“Buenos días, Isana.”
“Buenos días. Haz un buen trabajo hoy.”
“¡Lo haré! Hay muchas cosas que quiero lograr.”
El entusiasmo desenfrenado de Siasha llenó el corazón de Isana de nostalgia y calidez, pero se lo tragó, recordando que hacía poco había molestado a Zig por lo mismo.
“Solo recuerda no esforzarte demasiado, ¿okay?”
“¡Okay!”, respondió Siasha.
Habiendo dado su última recomendación, Isana se marchó para empezar con su propio trabajo.
“Nosotros también deberíamos ponernos en marcha,” apuró Siasha.
“Está bien.”
Después de comprobar que tenían todo listo, completaron los trámites administrativos y usaron la piedra de teletransporte para dirigirse a su destino.
Esta vez, fueron transportados a las tierras interiores del bosque que habían visitado cuando Siasha recién comenzaba.
A diferencia del área en la que habían estado al principio, donde vagaban muchas bestias monstruosas más pequeñas, esta zona estaba poblada por una gran variedad de criaturas tipo lagarto. También podían encontrarse monstruos de tipo bestia e insecto, pero normalmente eran presas grandes y raras, sin menores a su alrededor.
“Estas monstruosidades deberían ser más fuertes que los que hemos enfrentado hasta ahora, así que aquí dice que tengamos cuidado,” advirtió Siasha mientras hojeaba un libro titulado El Compañero del Aventurero.
Zig mantenía la vista atenta al entorno mientras escuchaba el resto de la explicación.
“A partir de ahora, los monstruos usarán magia activamente, así que la dificultad será más alta que simplemente enfrentarse a un aumento de fuerza. Parece que este es el punto donde realmente se ponen a prueba la adaptabilidad y la toma de decisiones de un aventurero. En otras palabras, es la línea que separa a los que pueden avanzar de los que no.”
“Interesante. Así que este es el lugar donde los aventureros se la juegan.”
Siasha estaba actualmente en una misión de clase siete. Como la mayoría de los aventureros eran de clase siete o inferior, tenía sentido que esta área se viera como un umbral.
Obviamente, Siasha no tenía intención de quedarse estancada en la clase siete, así que Zig la siguió mientras ella avanzaba sin la menor vacilación.
Notaron la presencia de otros aventureros cerca.
Era un poco molesto, pero no inesperado, considerando cuántas personas podían estar en la misma zona.
“Vamos un poco más adentro. Si nos quedamos aquí, los otros aventureros podrían intentar meterse en el medio.”
No queriendo competir con nadie más por sus presas, Siasha empezó a caminar hacia una zona más profunda, donde habría menos gente.
Fue cuando avanzaron lo suficiente como para que no se viera a ningún otro aventurero que Zig reaccionó ante el leve sonido de la vegetación crujiendo.
“Uno acercándose desde las dos en punto. Es bastante grande.”
El ruido había sido leve, pero el sonido profundo y pesado de las pisadas le dijo al mercenario que se trataba de una criatura intentando moverse en silencio a pesar de su cuerpo voluminoso.
Desenvainó su arma, sujetándola con soltura para poder actuar en cualquier momento.
De entre los matorrales emergió una única monstruosidad, de unos cinco metros de largo.
Se asemejaba a un enorme lagarto, con escamas opacas y viscosas y una lengua que no dejaba de salir y entrar de su boca. Sus ojos, que parecían joyas incrustadas directamente en las cuencas, se movían de un lado a otro con alarma al notar su presencia.
“¡Ahí vamos! Encontrarnos con un lagarto cristalino desde el principio es una buena señal.”
“Viene.”
Por unos momentos, el lagarto intentó intimidarlos aparentando ser imponente.
Pero al ver que Siasha y Zig se mantenían firmes, los juzgó como enemigos e intentó eliminar los obstáculos en su camino.
Zig captó un hedor penetrante en el aire, y Siasha sintió el flujo de maná, dándose cuenta cada uno por medios distintos de que su oponente estaba a punto de atacar.
El lagarto cristalino dejó escapar un gruñido ronco y chillón y, como si respondiera a su llamado, pequeñas esquirlas de cristal se formaron en el aire antes de lanzarse directamente hacia ellos.
La escena era hermosa y letal a la vez, con los fragmentos centelleando bajo la luz del sol.
Antes de que Zig pudiera reaccionar ante los proyectiles que volaban en su dirección, Siasha hizo el primer movimiento.
Invocó parte del suelo que había entre ella y los cristales, moldeándolo en un escudo de tierra rectangular lo suficientemente grande como para cubrir completamente a una persona.
Los proyectiles se estrellaron contra él en un enfrentamiento de tierra contra cristal.
El resultado era tan obvio que ni valía la pena compararlos.
Sin embargo, las características de los objetos creados mediante magia dependían del maná con el que eran imbuidos y de la habilidad del usuario, más allá de sus propiedades originales.
Por ello, los cristales se desintegraron al impactar, mientras que el escudo de tierra de Siasha solo perdió parte de su superficie.
El lagarto cristalino continuó lanzando lluvias de cristales, pero el escudo impedía que alguna llegara a atravesarlo. Al darse cuenta de que sus ataques no estaban surtiendo efecto, el lagarto se detuvo y pareció tensarse.
La monstruosidad estaba asustada, pero ni Zig ni Siasha sintieron que estuviera intentando huir de la batalla. De hecho, estaba preparándose para usar más magia. Zig notó que algo empezaba a formarse en la superficie de su cuerpo y entrecerró los ojos para verlo mejor.
“¿Qué es eso?”
Se estaba cubriendo de cristales, al principio lentamente, pero luego cobró impulso hasta que su cuerpo quedó prácticamente encerrado en una armadura cristalina, con un enorme cuerno creciendo desde su cráneo.
Sacudió la cabeza con fuerza antes de lanzarse al ataque, con el cuerno apuntando directamente hacia ellos.
Apoyándose en la cola para equilibrarse y usando sus cuatro patas, corría con rapidez a pesar de su tamaño.
“Interesante. ¿Así que quieres medir fuerzas?” Siasha esbozó una sonrisa intrépida ante la monstruosidad que se acercaba a toda velocidad, infundiendo más maná en el suelo para crear un par de escudos de tierra adicionales.
Ahora tenía tres en total y los apiló uno sobre otro para recibir la embestida del lagarto cristalino.
El reluciente cuerno chocó contra los escudos de tierra con toda su fuerza. Tras resistir por un momento, atravesó el primero y llegó hasta la mitad del segundo, pero ahí se detuvo.
Incapaz de sacar su cuerno, que había quedado firmemente atrapado, el lagarto se frenó en seco.
Pataleaba con furia, intentando liberarse de algún modo, pero el escudo ya se había regenerado, solidificándose alrededor del cuerno.
Siasha inmovilizó aún más sus extremidades con más tierra.
“Nos has facilitado mucho el trabajo.” Sonrió a la monstruosidad, que seguía forcejeando, mientras colocaba una mano sobre el escudo de tierra. “Me preocupaba cómo íbamos a extraer tus materiales sin dañarlos, pero jamás imaginé que te atraparías tú solo.”
El lagarto empezó a retorcerse con aún más violencia al ver lo que hacía, pero sus ataduras eran firmes y no podía moverse.
Una estaca de tierra cuidadosamente apuntada y reforzada con maná atravesó sin dificultad la armadura cristalina, perforando su blando vientre.
“Uf, el cristal sí que es duro.”
Siasha estaba teniendo dificultades para extraer los ojos de la monstruosidad con su cuchillo después de derrotarla. Zig la observó forcejear con la tarea mientras él se ocupaba de quitarle las escamas.
Examinó una de las escamas grises, que brillaba con un tenue resplandor.
“¿Qué tipo de materiales se pueden obtener de esta cosa?”
Las escamas eran más ligeras de lo que esperaba, y un poco blandas también. No parecían ofrecer mucha protección en ese estado, pero, obviamente, eso era antes de ser imbuidas con maná.
“El... uf... lagarto cristalino puede manipular el cristal... ¡Sí! ¡Lo tengo!”
Por fin sacó el ojo, similar a una joya, y lo levantó para que Zig lo viera.
Todavía tenía lo que parecía ser un montón de nervios colgando, lo que le daba un aspecto bastante grotesco.
“Las escamas pueden generar cristales, mientras que los ojos pueden manipularlos. Al parecer, el ojo derecho y el izquierdo controlan tipos de magia distintos.”
“¿Ah, sí? ¿Se usan para fabricar armas... o más bien para equipo defensivo?”
“Las escamas se usan para equipo defensivo, pero los ojos pueden servir para armas o artefactos mágicos. He oído que con ellos puedes crear un arma capaz de producir tantas cuchillas como quieras, siempre que tengas suficiente maná.”
“Whoa. Eso es impresionante...”
El desgaste de las armas era uno de los mayores problemas para los espadachines. Algo que resolviera ese inconveniente sería increíblemente útil.
Era en momentos como ese cuando Zig realmente lamentaba no tener nada de maná.
Ver la emoción del mercenario desvanecerse en desánimo fue, admitidamente, un poco divertido para Siasha.
“Consumen muchísimo maná, así que no son tan útiles como suenan. Pero son un material interesante, cuanto menos. Especialmente difícil de conseguir un ojo intacto, así que se venden a un precio bastante alto.”
Podían vender los ojos por una buena suma o usarlos como material para fabricar artefactos mágicos.
Siasha estaba ponderando la mejor forma de aprovecharlos cuando de pronto alzó la cabeza como si hubiera tenido una revelación.
“¡Eso es! Si conseguimos otro más, el problema estaría resuelto.” Exclamó ella antes de volver a extraer el segundo ojo.
“Bueno, ahora que eso está resuelto, terminemos de recolectar este.”
Con una leve sonrisa entre irónica y entretenida ante la solución contundente de Siasha, Zig continuó con su tarea.
Una vez que terminaron, siguieron cazando monstruosidades, pero no encontraron más de los codiciados lagartos cristalinos de Siasha.
Parecían ser una especie rara, ya que maduraban lentamente y solían permanecer ocultos mientras crecían.
Teniendo eso en cuenta, decidieron priorizar la caza de las monstruosidades requeridas para la solicitud de Siasha.
✧❂✧
Zig gruñó con fuerza al descargar su espada gemela contra la protuberancia similar a un collar que rodeaba la cabeza de un lagarto, dando un rápido paso atrás justo antes de que un rayo de calor impactara exactamente donde él había estado.
El lagarto, ahora con el collar desplegado, persiguió al mercenario, lanzándole rayos de calor. Sin embargo, no podía alcanzarlo, ya que Zig se movía a gran velocidad, usando los árboles como escudos.
Cuando finalmente dejó de disparar rayos, como si estuviera sin aliento, Zig se acercó y de un solo tajo limpio le partió el torso en dos.
Conocidos como Lagartos Incandescentes, se caracterizaban por su habilidad para acumular y liberar maná a través de sus collares. Eran una de las monstruosidades más poderosas, pero tardaban en reunir maná y no eran buenas para hacer giros cerrados. También tenían poca resistencia y se agotaban rápidamente, por lo que luchar contra uno solo no representaba una gran amenaza; sin embargo, podían ser extremadamente peligrosos si se los encontraba en manada o si aparecían en medio de un combate contra otra especie.
Aunque siempre había solicitudes para exterminarlos, no solo sus materiales se vendían por poco, sino que la recompensa por eliminarlos tampoco era particularmente alta. Sin embargo, el gremio les otorgaba una alta valoración, por lo que eran cazados activamente por aventureros que buscaban subir de rango.
“¿Por qué los precios de sus materiales son tan bajos?” Zig expresó su duda en voz alta mientras cortaba el collar del lagarto como prueba de la cacería. “Su magia parece bastante poderosa.”
Siasha envolvió una cuerda alrededor de los collares que Zig le entregaba para atarlos juntos.
“Para empezar, tienen un rendimiento bastante malo. Un usuario de magia normal consumiría su maná en un abrir y cerrar de ojos, y aunque tuvieras suficiente maná para usarlos, sería mucho más efectivo confiar en tus propios hechizos.”
Colocó los collares atados sobre el carrito mágico, que, a diferencia de los normales, no tenía ruedas.
Al estar grabado con magia de levitación, flotaba en el aire a la altura de la cintura cuando se le imbuía maná.
Estos carritos eran objetos muy prácticos, ya que podían arrastrarse sin verse afectados por el terreno, lo que los hacía populares tanto entre la gente común como entre los aventureros. Aunque no eran baratos, muchos comerciantes los alquilaban, por lo que eran bastante accesibles.
“La otra razón tiene que ver con la regulación de su funcionamiento. La tendencia de estos lagartos a disparar siempre a máxima potencia impide que puedan ajustarse con precisión. Eso los hace demasiado peligrosos para usarlos como artefactos mágicos.”
“Así que, además de no ser particularmente fuertes, son un estorbo inútil si los dejas sueltos.”
No era de extrañar que el valor de sus materiales fuera bajo y que los aventureros los detestaran.
“Son perfectos para gente como nosotros, que quiere subir de rango rápidamente,” comentó Siasha con un suspiro anhelante, echando un vistazo más a su alrededor. “Esperaba que pudiéramos cazar al menos otro lagarto cristalino...”
Sin embargo, su carrito ya estaba tan lleno que sería difícil agregar algo más a la pila.
“Creo que deberíamos dejarlo por hoy,” dijo Zig. “No vamos a poder cargar mucho más.”
“Qué decepción... Sería genial si pudiéramos comprar uno de estos, pero uno grande.”
El carrito que estaban usando era alquilado. Era un objeto bastante razonable en términos de costo y beneficio, proporcionado a bajo precio por un comerciante que trabajaba con el gremio.
El gremio cubría parte del costo de reparación si se rompía, pero el aventurero también tenía que asumir parte de la carga. Además, había un límite en la cantidad que se podía alquilar.
Si querían llevar aún más cosas, la única solución era conseguir uno propio.
Los carritos de alquiler eran una medida de apoyo para ayudar a los aventureros que recién comenzaban, y el gremio apenas obtenía ganancias prestándolos.
Una vez que un aventurero empezaba a ganar cierta cantidad de dinero por su cuenta, se consideraba buena etiqueta adquirir su propio carrito.
Habiendo obtenido todos los materiales que necesitaban, la pareja comenzó a empacar sus cosas para regresar a casa.
“¿Pero qué tienen de especial los caros? Más allá de la capacidad de carga, quiero decir. Eso lo entiendo.”
“Por lo visto, los de alto rendimiento pueden registrar la frecuencia de maná de su dueño y moverse solos. Incluso pueden hacer entregas por su cuenta si especificas las coordenadas.”
“Woow... ¿Pueden hacer todo eso?”
“Siempre me sorprende el espíritu inquisitivo con el que los humanos abordan la tecnología.”
Charlando sobre artefactos mágicos mientras se preparaban para partir, Zig y Siasha emprendieron el camino de regreso por la misma ruta por la que habían venido.
“Hey, ¿eso no es...?”
“¿Hm? ¡… Wh-Whoa!”
Los aventureros con los que se cruzaron en el camino hicieron una doble toma al ver el carrito repleto de materiales de monstruosidades.
Aún era bastante temprano para volver a casa, pero los dos ya habían logrado resultados sobresalientes.
No eran pocos los que se pusieron verdes de envidia al ver la escena.
La mayoría de los materiales eran de Lagartos Incandescentes, pero cuando notaron las piezas en excelente estado de los lagartos cristalinos enterradas entre los objetos en la parte trasera, su actitud cambió por completo.
Los materiales de lagarto cristalino se vendían a precios exorbitantes, y estos estaban tan bien conservados que venderlos les permitiría vivir holgadamente durante una buena temporada. Era más que suficiente dinero para hacer que alguien sin un centavo perdiera la cabeza.
Algunos de los hombres intercambiaron miradas silenciosas antes de dispersarse para rodear a Zig y Siasha.
“Espera.”
Alguien le puso una mano en el hombro a uno de ellos, y los demás se giraron sorprendidos.
“Oh, eres tú, Cain,” dijo el hombre, soltando un suspiro de alivio al reconocer a su conocido. “No me asustes así.”
Uno de los otros le lanzó a Cain una sonrisa burlona.
“Oh, ¿quieres entrarle también? Lo siento, pero los vimos prim—”
Pero Cain lo interrumpió.
“Esos dos son…”
Aunque todos eran aventureros del mismo rango, el grupo empezaba a irritarse con la actitud del más joven. Cain se aseguró de captar su atención antes de hablar con claridad.
“Esos dos no son con quienes deberían meterse.”
Una tensión sutil comenzó a llenar el aire al darse cuenta de que las palabras de Cain no eran una sugerencia.
“Mira, Cain, hacerte el importante es una cosa, pero no vayas creyéndote más de lo que eres,” le espetó el hombre, fulminándolo con la mirada mientras lo agarraba por el cuello de la camisa. “Sí, puede que tengas talento, pero eso no te da derecho a venir a darnos órdenes porque sí.”
Cain no cambió su expresión en lo más mínimo, lo que solo enfureció más a los hombres, que se prepararon para intimidarlo. Pero las siguientes palabras que salieron de su boca los dejaron completamente desconcertados.
“Estoy diciendo esto en nombre del Clan Wadatsumi. Sabes lo que eso significa, ¿verdad?”
“¿Q-qué?! ¡No digas idioteces! ¡Esos dos ni siquiera pertenecen a un clan! ¿Por qué ustedes tienen que meterse?!”, exclamó el hombre.
“No tengo la obligación de explicarlo.”
Las miradas desconfiadas del grupo se clavaron en Cain, quien los fulminó con una frialdad inquebrantable.
¿Está fanfarroneando? No me imagino a un clan metiendo las manos al fuego por un par de don nadie. Si estuviera tratando de reclutar a un novato talentoso, lo lógico sería que se hiciera el héroe después de que los atacáramos, ¿no?
Lógicamente, aquí hay algo raro... Pero este tipo es un santurrón, si estuviera mintiendo para salvar a sus amigos, se le notaría. El hecho de que esté tan serio… Es muy probable que lo esté haciendo por órdenes del Clan Wadatsumi o que lo obligaran a ello.
El hombre puede que fuera un aventurero sin talento, destinado al olvido, pero no era un idiota. Basándose en la actitud de Cain y en su propia deducción, estaba muy cerca de la verdad.
Echó un vistazo a los aventureros novatos. Sería una lástima dejar pasar los materiales de lagarto cristalino, pero no valía la pena arriesgarse a provocar la ira del Clan Wadatsumi.
Pero ella, en cambio…
Los ojos del hombre brillaron con un destello lascivo mientras recorría con la mirada a la mujer de cabello negro.
Ahora, esa era una belleza que no se veía todos los días.
Era demasiada mujer como para dejarla perder en el mundo de los aventureros… o en cualquier otra cosa, para el caso.
Aunque molestara al Clan Wadatsumi, si tan solo pudiera echarle el guante…
El hombre salió de sus pensamientos cuando Cain rompió el silencio.
“Considera esto un consejo bien intencionado.”
Debió haber notado hacia dónde estaba mirando.
“Hagas lo que hagas, no te metas con esa mujer.”
“¿Qué dijiste?”
El hombre lo miró con recelo, sin entender el significado de sus palabras.
“¿Qué se supone que significa eso?”
“No puedo decir más. Ya estás advertido.”
Cain cerró la boca de golpe, dejándoles claro que no tenía más que decir.
El hombre bajó la mirada, como si estuviera pensando profundamente, pero al final chasqueó la lengua con fastidio y se dio la vuelta.
Sus compañeros, igual de molestos, no tuvieron más remedio que seguirlo.
Cain los observó desaparecer de su vista y luego dirigió una última mirada a Zig y Siasha antes de marcharse.
✧❂✧
“Buen trabajo completando con éxito la solicitud de exterminio de lagartos incandescentes. Parece que todo salió bien en la nueva zona de caza.”
“No fue nada que no pudiéramos manejar.”
“No esperaba menos. Aun así, no deben bajar la guardia.”
Siasha entregó los materiales que trajo como prueba de sus bajas a la recepcionista. Había decidido no vender las piezas que obtuvieron del lagarto cristalino. Había otras formas de ganar dinero, pero conseguir materiales raros no era tan sencillo, así que muchos aventureros optaban por guardarlos a menos que estuvieran increíblemente necesitados de efectivo.
Mientras esperaba a que Siasha terminara sus asuntos en el mostrador, Zig echó un vistazo casual a su alrededor.
“Hmm…”
No sintió la mirada fija de nadie. Era desconcertante, casi como si sus expectativas hubieran sido defraudadas. Estaba muy familiarizado con el tipo de miradas que les lanzaron antes y asumió que un ataque para robarles su botín era inminente.
Pensé que intentarían tendernos una trampa… pero ese grupo resultó ser más prudente de lo esperado.
Los oponentes cautelosos eran los más problemáticos. Si hacían un movimiento, él sería libre de encargarse de ellos sin dudar. Con eso en mente, miró a su alrededor con cautela hasta que finalmente notó a alguien observándolo.
Sin girar la cabeza, sus ojos buscaron la fuente de la mirada. La persona que lo miraba era tan inesperada que tuvo que contener la sorpresa para que no se reflejara en su rostro.
Tras decirle algo breve a su colega, ella comenzó a caminar directamente hacia Zig. Su andar regular y sus pasos precisos como el mecanismo de un reloj eran prácticamente un reflejo de su personalidad.
“¿Tienes un momento?”
La brusca recepcionista del gremio le estaba pidiendo tiempo. Su hermoso pero estoico rostro permanecía tan impasible como siempre. El mercenario la miró con suspicacia; no se le ocurría ninguna razón por la que ella necesitaría hablar con él.
“¿Necesita algo de mí?”, preguntó él.
Su pregunta fue respondida con una repentina reverencia. Se inclinó hacia adelante desde la cintura y, aunque era un gesto de disculpa sincera, no había nada servil en su actitud.
Sin levantar la cabeza, la recepcionista dijo:
“Quisiera ofrecerle mis más profundas disculpas por la forma en que un familiar mío lo trató el otro día. Me aseguraré de que sea más cuidadoso en el futuro para que un incidente similar no vuelva a ocurrir. Le pido humildemente su disculpa.”
La inesperada disculpa tomó completamente por sorpresa a Zig.
“¿De qué está hablando? No recuerdo nada por lo que deba disculparse.”
“Disculpa la tardanza en presentarme. Mi nombre es Aoi Kasukabe. Mi tonto hermano menor, Akito Kasukabe, es el administrador del Clan Wadatsumi.”
“Oh, ¿eres su hermana?”
Ahora todo tenía sentido. Sin embargo, que una recepcionista del gremio y un administrador de clan fueran hermanos era una conexión bastante peculiar en un lugar igual de peculiar. Eso sí, explicaba por qué estaba disculpándose en su nombre.
“Escuché que, debido a su malentendido, terminaste con heridas. Tradicionalmente, debería haber sido castigado por sus acciones, pero gracias a tu amabilidad, eso no sucedió. Te ofrezco tanto mis disculpas como mi gratitud por este asunto.”
“Levanta la cabeza. Ese tema ya está zanjado. Y no lo dejé pasar por amabilidad, hicimos un trato. Seguir trayéndolo a colación una y otra vez solo deja mal a todos los involucrados.”
Los mercenarios casi nunca rememoraban incidentes pasados, ya que en el campo de batalla era normal que amigos y enemigos cambiaran día a día dependiendo de quién les pagara. Zig no disfrutaba que le restregaran en la cara algo que ya estaba resuelto.
Aoi no podía entender la razón exacta, pero sí comprendió que insistir en el tema solo ofendería al mercenario, así que levantó la cabeza y sostuvo su mirada. Su rostro estaba completamente impasible, salvo por su sonrisa formal.
Aunque de maneras distintas, parecía que ambos hermanos eran expertos en no dejar que nadie leyera sus intenciones. Zig no era ningún ingenuo, pero incluso él estaba completamente engañado por la actuación de Aoi.
“No sé si lo has oído, pero hubo circunstancias que hicieron que el error de cálculo de tu hermano fuera casi inevitable. No seas demasiado dura con él.”
Aoi negó con la cabeza ante el intento de Zig de justificar a su hermano menor.
“Aunque haya un 99 % de posibilidades, siempre se debe asumir que ocurrirá ese improbable 1 % y evitar actuar precipitadamente. Eso es lo que separa a los adultos de los niños; la falta de experiencia de mi hermano quedó en evidencia.”
La dura evaluación de la recepcionista sobre su hermano menor hizo que Zig hiciera una mueca. Dado lo estoica que solía ser, resultaba un poco sorprendente que no pudiera ocultar la indignación que sentía hacia su familiar. Sus ojos, rebosantes de una ira silenciosa contra su hermano, se posaron en él.
“Mencionaste que este asunto se resolvió con un trato. Eso concluyó tu negocio con el Clan Wadatsumi, pero como pariente de la persona que te perjudicó, creo que se requiere una compensación adecuada por los problemas que te causó. ¿Qué opinas?”
“No es un niño, ¿sabes? Debería ser capaz de hacerse cargo de sus propios errores.”
“Pero—”
“Si trabajas como recepcionista en el gremio, vas a tener muchos aventureros —incluyendo a mi clienta— dependiendo de ti. Espero que hagas bien tu trabajo en ese aspecto. ¿Es mucho pedir?”
Aoi pareció meditar sus palabras por un momento antes de asentir con algo de renuencia.
“Por supuesto. No dudes en consultarme si tienes algún problema. Solo para estar clara… No estás sacándote de la manga una petición vaga solo para quitarme de encima, ¿cierto?”
“¡Por supuesto que no!”
Pequeñas gotas de sudor frío comenzaron a formarse en la frente de Zig cuando la recepcionista expuso exactamente su plan. Pero, consciente de ello o no, Aoi le hizo otra reverencia antes de regresar al área de recepción.
Pensé que se suponía que ella estaba disculpándose conmigo, ¿entonces por qué soy yo el que se siente nervioso?, reflexionó Zig mientras se dirigía hacia Siasha, quien ya había terminado con sus trámites administrativos.
“¿Pasó algo, Zig?”, preguntó ella.
“Nop, nada en absoluto. ¿Y tú?”
Ella le sonrió con orgullo ante la pregunta.
“El dinero de la recompensa no fue gran cosa, pero obtuve muchos puntos de evaluación. Si sigo a este ritmo, no pasará mucho hasta que pueda ascender a la siguiente clase. Ah, y quiero pasar por la tienda que vende ítems mágicos. Quiero que le echen un vistazo a esto y me digan qué pueden hacer con ello.”
Los ojos de Siasha brillaban como los de una niña mientras sacaba el ojo con forma de joya. Zig no pudo evitar reírse ante la escena mientras salían del gremio.
“Oh, escuché que publicaron una recompensa,” dijo Siasha.
“¿Una recompensa? ¿Por quien atacó a esos aventureros, dices?”
“No, todavía están investigando ese caso porque no tienen mucha información. Me refiero a una recompensa por una monstruosidad.”
A veces también se publicaban recompensas por monstruosidades. A los aventureros capaces de abatir una monstruosidad que el gremio consideraba prioritaria para su exterminio se les recompensaba con una buena suma de dinero y puntos de evaluación. Los objetivos de estas solicitudes variaban y podían abarcar una o varias criaturas, pero lo que las diferenciaba era que se clasificaban por su grado de peligro y nivel de daño, y no solo por su fuerza bruta.
Por lo general, cuando aparecía una monstruosidad peligrosa en un lugar donde no debería, solía haber muchas bajas entre los aventureros de bajo nivel, pero era difícil evitar que trabajaran ahí porque dependían de esos ingresos. Por eso se publicaban grandes recompensas para eliminar a esas criaturas cuanto antes. Dado que eran de alto riesgo pero alta recompensa, a menudo se convertían en una competencia de caza entre aventureros hábiles. En estos casos, el que llegaba primero solía llevarse el premio, aunque las monstruosidades con recompensa eran tan peligrosas que a veces los grupos se aliaban para derribarlas.
Los clanes eran algo reacios a perseguir recompensas, ya que la tarea a menudo implicaba muchas incertidumbres, y solo las aceptaban si determinaban que las ganancias estimadas por derrotar a la monstruosidad superaban los costos y el nivel de peligro que implicaba enfrentarse a ella. Si un miembro de un clan no tenía intención de tomar una recompensa pero deseaba participar, debía unirse a otro grupo formado por miembros de distintas facciones.
“Al parecer, un testigo informó haber visto un Escarabajo Azul de Doble Cuerno.”
“Ese nombre me suena familiar. Creo que el arma que estoy usando está hecha con sus materiales.”
Saber que se trataba de la misma monstruosidad que contribuyó a la creación de su espada gemela despertó la curiosidad de Zig. Estaba bastante satisfecho con su arma actual, así que echarle un vistazo a la criatura de la que provenía le resultaría interesante.
“Y no es un adulto cualquiera. Al parecer, es un escarabajo veterano que ha sobrevivido durante muchos años. Debería ser significativamente más peligroso que un individuo normal de su especie.”
“¿Así que los bichos se vuelven más fuertes con la experiencia?”
Por lo que Zig sabía, los escarabajos no crecían significativamente después de alcanzar la adultez.
“Las monstruosidades obtienen maná de aquellos a quienes matan, así que, por lo general, cuanto más viven, más fuertes se vuelven. Los de tipo insecto no son la excepción. Los Escarabajos Azules de Doble Cuerno son poderosos desde el principio; incluso los aventureros de séptima clase no tienen oportunidad contra ellos.”
Si una monstruosidad como esa apareciera, era natural que se publicara una recompensa por ella.
“Lo que significa que, a partir de mañana, debería haber más aventureros rondando por la zona.”
Muchos aventureros se sentían motivados por el dinero de la recompensa a pesar del alto riesgo, y seguramente muchos más empezarían a aparecer al día siguiente para estar atentos a la situación.
“¿Qué quieres hacer? ¿Deberíamos reorganizar nuestros planes?”
“Hm… No creo que esas condiciones cambien hasta que alguien reclame la recompensa, y no podemos esperar tanto. Creo que deberíamos seguir adelante con ello, aunque haya más gente de lo normal.”
“Entendido. Podemos salir un poco más temprano de lo habitual si eso ayuda en algo.”
“Gracias por ayudarme cada mañana.”
Siasha sabía muy bien que tenía problemas para despertarse, pero había vivido de esa manera por más de cien años, así que no era algo que pudiera cambiar fácilmente. Sabiendo que le estaba causando molestias innecesarias, le agradeció a Zig con una expresión algo incómoda.
Él le dio una palmada en el hombro antes de salir a andar. Siasha dejó escapar una risita y no dijo nada más mientras lo seguía, con un ligero brinco en su andar.
Era agradable tener a alguien con quien podía permitirse ser un poco inoportuna… No se había dado cuenta de eso hasta ahora.
✧❂✧
“No puedes hacerlo.”
“¿Hacer qué?”
A primera hora de la mañana, había más gente de lo habitual. Por su actitud, era probable que estuvieran allí por la recompensa.
Zig y Siasha habían llegado temprano al gremio para elegir una solicitud del día y estaban a punto de realizar los trámites administrativos en el mostrador de recepción cuando la recepcionista los abordó de inmediato.
“Estoy hablando de la recompensa, obviamente. Seguro que han estado planeando encontrarse 'accidentalmente' con esa monstruosidad y derrotarla, ¿me equivoco?”
“No sé de qué estás hablando...”
No había ni un rastro de engaño en la expresión ligeramente confundida de Siasha, pero la recepcionista notó que la compostura de Zig vaciló por un instante.
“Aunque te hagas la inocente, no está permitido. He oído que has estado preguntando sobre la recompensa con mucho entusiasmo. También confirmé que tomaste prestada la Enciclopedia de Monstruosidades de la sala de referencias, que contiene información sobre los Escarabajos Azules de Doble Cuerno.”
“¡Urk!”
La recepcionista miró a Siasha como si la tuviera acorralada, haciéndola soltar un quejido cuando se dio cuenta de que la evidencia estaba tan bien apilada en su contra que no había forma de engañarla. De hecho, había estado planeando intentar reclamar la recompensa en secreto, pero por desgracia, la recepcionista había descubierto su plan y ahora intentaba detenerla.
“¡Intentar algo tan peligroso es inaceptable!”
“P-pero, ¿y si nos lo encontramos por accidente...?”
La recepcionista sonrió ante el desesperado intento de Siasha por encontrar una excusa.
“Huye con todas tus fuerzas.”
“Pero entonces...”
“Si se determina que te involucraste con la monstruosidad después de las repetidas advertencias del gremio, podrías estar sujeta a medidas disciplinarias e incluso a una degradación de rango. Considera esto una advertencia oficial: ya lo he registrado.”
“E-eso es...”
Cualquier excusa o laguna que hubiera intentado aprovechar estaba descartada. Si ahora intentaba derrotar a la monstruosidad a la fuerza, en lugar de ganarse el favor del gremio, podría acabar siendo castigada.
Dado que estaba intentando ascender de rango, era un golpe terrible que no podía ignorar.
La recepcionista suspiró al ver la expresión abatida de Siasha.
“Escucha, todavía eres de octava clase. ¿De verdad crees que alguien en esa posición tendría permitido meterse con una monstruosidad con recompensa que apareció en un área de caza para aventureros de séptima clase? Para este Escarabajo Azul de Doble Cuerno, el requisito mínimo es sexta clase. No hay duda de que tienes talento, Siasha. Y admitiré que es posible que incluso pudieras reclamar la recompensa en tu estado actual.”
El tono serio de la recepcionista hizo que Siasha alzara la mirada.
“Sin embargo,” continuó la recepcionista, “¿qué pasaría si otros te vieran y pensaran que también pueden saltarse las reglas? ¿Podrías hacerte responsable de eso también?”
“Yo...”
“No puedes, ¿verdad? Porque es responsabilidad del gremio, no tuya. Si hacemos la vista gorda con la imprudencia de una persona, habrá muchos más que creerán que la misma excepción se aplica a ellos... y muchos de ellos morirán. Por eso el gremio tiene reglas. Lo entiendes, ¿verdad?”
“Sí.”
Incapaz de refutar el argumento impecable de la recepcionista, Siasha se alejó de la zona de recepción con la mirada perdida. Después de verla irse, la recepcionista dirigió sus ojos a Zig, quien no había dicho ni una sola palabra.
Se mantuvo en silencio mientras ambos se miraban durante unos segundos. El mercenario se encogió de hombros y luego siguió a Siasha. Al ver esto, la recepcionista suspiró y volvió a su trabajo.
Tras usar la piedra de transportación para llegar al bosque, se adentraron en la misma zona en la que habían estado el día anterior. Como era de esperar, había más aventureros en la zona, así que tuvieron que adentrarse bastante para encontrar un área de caza que no estuviera ocupada.
“Bueno, eso fue decepcionante.” La voz de Siasha estaba impregnada de amargo arrepentimiento mientras caminaban entre los árboles.
Más que intentar iniciar una conversación con él, parecía que las palabras se le habían escapado involuntariamente, lo que hizo que Zig soltara una pequeña risa.
“Parece que esta vez vas a tener que rendirte. Ella tiene razón, ¿sabes? Si algo pasa, la responsabilidad recae sobre el gremio. Aunque en este trabajo se haga hincapié en la responsabilidad individual, no pueden permitir que se convierta en un completo caos. Al final, ellos serían los que perderían.”
Las “excepciones especiales solo por esta vez” que aplicaban a muchas personas casi con certeza harían que el sistema colapsara. Con el tiempo, se volvería la norma, y la gente exigiría aún más. El gremio debía ser consciente de esto, por lo que tenían que mantenerse firmes.
Pero incluso si no existían excepciones especiales, todavía había excepciones a la regla. Si un forastero —es decir, Zig— derrotaba a la monstruosidad, en teoría no habría problema. O mejor dicho, el gremio no tenía fundamentos para castigarlo.
Por eso la recepcionista lo había mirado fijamente, como si intentara asegurarse de que no haría nada indebido. El mercenario nunca le había dado una respuesta clara, pero tampoco tenía intención de matar a la criatura.
No solo la fuerza de esa monstruosidad con recompensa era desconocida, sino que tampoco quería ganarse la antipatía del personal del gremio.
Y tampoco quiero echar a perder la buena voluntad de alguien que se preocupa por Siasha. Sin mencionar que no hay nada bueno en molestar a la persona encargada de todos los trámites administrativos.
Recordó que, en su antigua brigada de mercenarios, después de hacer algo que molestó al administrador, le costó un gran esfuerzo volver a ganarse su favor. Para mercenarios sin poder, los peores enemigos eran aquellos a los que no podían vencer con la fuerza. Por eso Zig no mencionó esa posible laguna en las reglas a Siasha.
“Lo entiendo, pero...”
“¿Querías derrotarlo tanto? ¿Necesitabas algún material en particular?”
Siasha negó con la cabeza antes de echar un vistazo a su alrededor. Ya habían caminado bastante, pero todavía veía a otros aventureros en los alrededores. Parecían estar asegurando bases de operaciones improvisadas, eliminando monstruosidades molestas aquí y allá para despejar el área.
“Esta es exactamente la situación que quería evitar. Ya era bastante malo que este lugar fuera un punto de caza abarrotado...”, dijo ella.
“Te entiendo,” respondió Zig.
Cuantos más aventureros compitieran por la misma presa, más difícil sería completar el trabajo. También se necesitaban más logros para progresar, y el gremio exigía más puntos de evaluación a medida que uno ascendía de rango. Esto no iba a ser como el caso de la avispa espada, donde Siasha logró subir de clase de inmediato.
Además, este campo de caza era el lugar más eficiente para que ella siguiera progresando.
“No es como si tuviéramos otra opción,” dijo Siasha, alzando la cabeza y cambiando de actitud. Sabía que seguir quejándose no cambiaría nada. “Solo nos queda esperar a que alguien elimine la recompensa lo antes posible.”
Ella parecía que finalmente estaba recuperando el ánimo. Todo su cuerpo irradiaba magia, y hasta su largo cabello negro flotaba levemente mientras el maná fluía a través de él.
“Hoy pienso darlo todo, así que puedes relajarte, Zig.”
“Me parece bien. No tienes que preocuparte por tu retaguardia, así que adelante.”
Siasha sonrió, satisfecha con su respuesta, y miró al frente. Extendiendo las manos, comenzó a entrelazar un hechizo y lanzó una lanza de roca que arrasó con todo a su paso, atravesando a una monstruosidad que se ocultaba en las sombras.
El poder y la fuerza de la lanza de roca, formada con su magia condensada, eran simplemente asombrosos. La monstruosidad ni siquiera supo qué la golpeó, muriendo al instante con un enorme agujero en el torso.
Como si su muerte fuera una señal, otras criaturas se lanzaron al ataque desde arriba. Apuntando un dedo al cielo, Siasha disparó una estaca de tierra que atravesó a una de ellas en pleno vuelo.
Un Lagarto Alado irrumpió en el combate. Usando su agilidad, esquivó las estacas y se abalanzó sobre ella, pero el suelo comenzó a elevarse cuando Siasha juntó las palmas, formando dos muros de tierra como tablones que se cerraron sobre la monstruosidad. Ahora que enfrentaba un ataque de área en lugar de uno dirigido, la criatura no pudo esquivar a tiempo y fue aplastada.
Un grupo que atacaba en manada fue aniquilado por una ráfaga aún más feroz de proyectiles mágicos.
Zig no tenía necesidad de cubrir su retaguardia. Ninguna criatura en la zona tenía la más mínima oportunidad contra una Siasha seria, que arrasaba con todo sin preocuparse por su entorno.
En un abrir y cerrar de ojos, los cadáveres de diversas monstruosidades se amontonaron. El daño que habían sufrido era tan severo que la mayoría ni siquiera eran reconocibles.
“¿P-pero qué demonios es eso? ¿Acaso es un monstruo?”
“Esto tiene que ser una broma. Vamos a buscar otro lugar, no quiero terminar hecho pedazos por accidente.”
Los otros aventureros huyeron apresurados, sin querer quedar atrapados en el fuego cruzado de la magia destructiva e imponente de Siasha. El aire mismo parecía estremecerse con cada movimiento de sus brazos, y el suelo se resquebrajaba con cada pisada.
La imagen de una bruja enloquecida arrasando con todo era tan aterradora como lo contaban las historias.
Algunas monstruosidades reaccionaron al caos huyendo, mientras que otras atacaron. No pasó mucho tiempo antes de que todas las que eligieron luchar fueran eliminadas.
El suelo se fracturaba dondequiera que pasaba, arrancando árboles de raíz y derribándolos. Pero estos eran árboles que se sostenían con la sangre y los restos de monstruosidades, y su crecimiento era notable. No tardaría mucho antes de que el bosque se regenerara por completo.
Siasha se quedó de pie en medio del caos que había provocado. Su aura imponente desapareció por completo mientras miraba hacia el cielo. En momentos como ese, no se veía diferente a cualquier otra chica.
“¿Estás satisfecha ahora?”, preguntó Zig al acercarse a ella.
Al escucharlo, Siasha se giró para mirarlo. El mercenario notó un leve atisbo de inquietud en sus ojos, pero mantuvo la compostura. Cuando ella vio su reacción, su ansiedad se desvaneció poco a poco, y ella le dedicó una suave sonrisa.
✧❂✧
Tal vez exageré un poco…
Siasha estaba preocupada por la posibilidad muy real de haber espantado a Zig. En el pasado, cualquier humano que presenciara el verdadero poder de la bruja huía con el rostro desfigurado por miedo. No podían evitar imaginar qué pasaría si semejante fuerza se dirigiera contra ellos — era casi instintivo temer un poder tan aterrador.
Cualquiera que no sintiera eso probablemente tenía algo roto por dentro.
“¿Pasa algo?”, preguntó Zig.
“No, nada. En realidad, se sintió bien desatarme por completo después de tanto tiempo. Gracias por eso.”
“Ya veo.”
No detectó rechazo alguno en su escueta respuesta. Sonriendo, Siasha alzó la mano y le acarició la mejilla con la palma. Zig pareció desconcertado por su acción, pero no dijo ni hizo nada, permitiéndole tocarlo con la misma mano que acababa de sembrar muerte y destrucción.
Disfrutando de su alivio, Siasha permaneció inmóvil un rato, simplemente mirándolo, y aunque el mercenario no entendía del todo la situación, la dejó hacer lo que quisiera.

✧❂✧
“Definitivamente me pasé de la raya.”
Era la segunda vez en el día que Siasha suspiraba con arrepentimiento. Puede que hubiera destrozado a innumerables monstruosidades, pero el gremio exigía que se entregaran ciertas partes como prueba de sus muertes.
En ese momento, estaba en medio de desmantelar los cadáveres con ese propósito, pero el estado en el que se encontraban era horrible. Los cuerpos que habían sido hechos pedazos no estaban tan mal, pero aquellos que habían sido aplastados hasta la muerte eran prácticamente irreconocibles y no eran más que masas de carne sin forma. El gremio era bastante flexible con la condición de las partes que se entregaban como prueba, independientemente de si tenían algún valor o no, pero ni siquiera ellos podrían hacer algo con una papilla de carne irreconocible.
Esos cadáveres destrozados estaban esparcidos por todas partes, y los charcos de sangre en los que yacían se mezclaban con la tierra formando un lodo negro. El hedor ya era tan fuerte que su sentido del olfato se había entumecido.
Debido a la naturaleza de la magia de Siasha, realizaba muchos ataques de área. Normalmente se apoyaba en estacas y ataques similares, pero esta vez se había dejado llevar, liberando todas sus inhibiciones, lo que la llevó a la situación en la que ahora se encontraba.
El área había sido tan devastada que ya no tenían que estar en guardia, y dado que los árboles caídos obstruían su visibilidad, ella y Zig se separaron para recolectar las partes necesarias.
“Hm, esto es bastante terrible.”
La escena era tan espantosa que incluso Zig, quien ya había presenciado su buena cuota de campos de batalla horripilantes, se sintió ligeramente perturbado. Debido a quiénes eran, Zig y Siasha podían soportarlo, pero cualquier aventurero normal habría vomitado en el acto.
“Tal vez debería agregar algunos hechizos más a mi repertorio…”, murmuró Siasha con solemnidad.
Hasta ahora, nunca había tenido que considerar el tipo de daño que dejaba su magia en sus objetivos, así que sus opciones actuales eran limitadas.
Sabía que este día llegaría tarde o temprano… y parece que ya llegó.
Llevaba un tiempo pensando en ello, pero probablemente era el momento de empezar a trabajar en serio en la idea.
“Zig, quiero tomarme los próximos dos días libres.”
“Okay. Has estado ocupada con el trabajo estos últimos días, así que asegúrate de descansar bien.”
Últimamente, Siasha y Zig habían estado haciendo sus propias cosas, con ella saliendo constantemente en misiones de aventurera. No parecía que el caos fuera a calmarse pronto, así que tomarse uno o dos días libres sonaba bastante bien.
“Gracias. Será una buena oportunidad para pensar en mi magia. Y quizá tenga suerte y alguien reclame la recompensa en ese tiempo.”
“Eso es cierto. Repetir la masacre de hoy cada vez que salgamos probablemente no sea muy eficiente.”
Siasha respondió al comentario de Zig con una sonrisa irónica antes de continuar recolectando más partes. Al final, no pudieron recoger material de aproximadamente la mitad de las monstruosidades que había matado, pero aun así, su carrito rebosaba de diversos materiales.
Sabiendo que no podrían llevarse nada más, dieron por terminado el día de aventuras.
“¡Hoy volvieron temprano! Y parece que trajeron un botín bastante impresionante. ¿Cómo encontraron tantos de una sola vez? ¿Los emboscaron?”
“Eh… algo así,” respondió Siasha con evasivas, sabiendo que no podía admitir que se había descontrolado y había provocado que los monstruos fueran hacia ella. “Nos tomaron por sorpresa y… boom.”
La recepcionista notó que Siasha estaba actuando de forma diferente a esa mañana, pero aceptó la historia sin cuestionarla.
“Si lograron derrotarlos a todos sin problemas, eso es maravilloso. Me disculpo por regañarte tanto esta mañana; solo quería evitar que hicieras algo imprudente.”
Siasha rió con incomodidad. “Aprecio tu preocupación. Creo que me dejé llevar demasiado.”
“¡Me alegra mucho que lo entiendas! Estoy segura de que podrás llegar a la cima, así que sigue esforzándote.”
“Okay.”
La recepcionista sonrió con alegría, pero Siasha se sentía tan culpable que no podía mirarla directamente. Zig tuvo que contener la risa al verla desviar la mirada, con el rostro crispado mientras intentaba mantener una sonrisa falsa.
Cuando terminó con los trámites administrativos, regresó junto a Zig.
“No soy muy fan de que me hablen así.” Dijo ella.
“A veces solo tienes que aguantarte.”
Ver a Siasha lidiar con sus dificultades era algo entretenido para Zig.
“Voy a estar fuera hasta tarde haciendo algunas compras, así que puedes ir a casa primero,” dijo ella.
“Entendido. ¿Y la cena?”
“Lo siento, pero comamos por separado esta noche.”
Zig observó a Siasha alejarse con un aire algo decaído en dirección a la sala de referencias del gremio. Planeaba tomar prestados libros y otros materiales para ponerse a idear nuevos hechizos al día siguiente.
¿Qué pasaría si la magia eficiente proveniente de la investigación humana se combinara con el suministro de maná y la capacidad de manipulación de una bruja?
Mientras echaba un vistazo al gremio, un pensamiento se deslizó en la mente de Zig. Ella podría idear algo completamente absurdo.
Aún era temprano por la tarde. Como la mayoría de los aventureros estaban trabajando a esa hora, había muy pocos en el lugar. También se veía a varias personas que no parecían combatientes entrando y saliendo del área de recepción. Parecían estar entregando diversos bienes y solicitando firmas, por lo que probablemente eran comerciantes comunes. Las recepcionistas estaban ocupadas manejando sus solicitudes.
“Así que no solo tratan con aventureros, huh,” reflexionó Zig.
El pensó que tendrían bastante tiempo libre por las tardes, pero ahora se daba cuenta de que había sido un pensamiento bastante descortés. Zig estaba sentado en una silla, observándolas trabajar mientras pensaba en qué hacer para el almuerzo, cuando alguien se le acercó.
“¡Vaya, si no es Zig!”
“Hola.”
Al voltear hacia las dos voces, vio a un aventurero de mediana edad, de aspecto amigable, con un cuerpo musculoso y la cabeza calva. Milyna estaba de pie a su lado.
“Oh, Bates. ¿No trabajas hoy?”
“Un hombre tiene que descansar de vez en cuando, ya sabes. Además, técnicamente estamos trabajando ahora mismo.”
“¡Así es! Seguro que has oído sobre— ¡ay!”
Un golpe seco resonó cuando Bates le dio un golpecito en la cabeza a Milyna justo antes de que pudiera soltar lo que estaba a punto de decir. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas cuando él la miró con un suspiro.
“De verdad deberías… Bah, da igual. Oye, Zig, únete a nosotros para almorzar. La comida aquí no está nada mal.”
“Ahora que lo mencionas, nunca he comido aquí antes. Supongo que puedo probarla.”
Caminó con ellos hacia el comedor adjunto, que era usado con frecuencia por el personal del gremio. Al final, la comida que servían en el gremio no encajaba del todo con los gustos de Zig. No es que supiera mal; de hecho, era bastante decente considerando el precio.
Pero había un defecto fatal que no podía ignorar.
Esto no es ni remotamente suficiente…
La cantidad de comida era insatisfactoria. El comedor del gremio, que estaba destinado principalmente a servir a sus empleados, era frecuentado en su mayoría por mujeres. Por eso ofrecía una amplia variedad de platillos modernos… pero las porciones eran diminutas.
“Me sorprende que esto sea suficiente para ti, Bates.”
Zig dudaba seriamente que esa comida pudiera satisfacer a un aventurero que dependía tanto de mantener su físico en forma, pero Bates bajó la mirada a su estómago con una expresión melancólica.
“Últimamente me está costando mantener la cintura a raya…”
“No digas eso, Bates, pareces un viejo,” soltó Milyna sin tacto cuando él expresó su preocupación.
Para ser justos, el tamaño de las porciones solo era un problema para Zig. Para el aventurero promedio, sería más bien una comida ligera, aunque algo escasa. Le costaría tanto dinero saciarse comiendo ahí que simplemente no valía la pena.
Mejor me aseguro de cenar temprano, y que sea algo contundente, decidió mientras sorbía su té.
Estaba ahí relajándose con los demás, cuando—
“¡Buenas tardes, bro!”
Dos cosas sucedieron al mismo tiempo: una voz cercana llamó a Zig y una presencia se hizo notar.
Los ojos de Bates se abrieron de par en par, atrapado por sorpresa al darse cuenta de que alguien había logrado acercarse tanto sin activar sus sentidos. Milyna reaccionó con un jadeo un instante después.
La voz era como el equivalente auditivo de una navaja deslizándose por el cuello — con solo escucharla, los pelos se les erizó de inmediato.
Aunque los aventureros no se especializaban en luchar contra otras personas, ni Bates ni Milyna eran menos capaces que Zig. Y aun así, no notaron la presencia de su visitante hasta que llamó al mercenario.
Ese hombre era tan hábil en el arte del sigilo que, si así lo hubiera querido, podría haberlos matado sin problemas.
“Lyka, si fuera tú, dejaría de andar asustando a la gente así,” advirtió Zig, inclinando su taza mientras Lyka Liullone se encogía de hombros en respuesta. “Luego no te quejes si alguien te mete una puñalada.”
El joven de cabello castaño rojizo y unos ojos afilados que parecían esconder un hambre latente. Llevaba una túnica de colores llamativos que dejaba su pecho al descubierto, dos dagas colgaban de su cintura y unas orejas puntiagudas completaban su apariencia.
“Eso es rico viniendo de ti. Ni siquiera te inmutaste.”
A pesar de que Lyka había hablado desde detrás de Zig, el mercenario no se movió ni un centímetro — ni siquiera giró la cabeza. Mientras los otros dos aventureros parecían casi listos para entrar en combate, Zig solo mostró una leve molestia al reprender a Lyka.
Lyka frunció los labios en un leve puchero mientras apoyaba un codo sobre una de las dos espadas ceñidas a su cintura.
“No es cierto,” dijo Zig con total indiferencia, provocando que una sonrisa nerviosa se extendiera por el rostro de Lyka. “Si hubieras dado dos pasos más en mi dirección sin anunciarte, te habría cortado en seco.”
“Heh.”
No sonó como una amenaza en absoluto. Más bien, parecía que solo estaba charlando. Y precisamente por eso, Lyka supo que Zig solo estaba diciendo un hecho — su advertencia anterior ni siquiera había sido una advertencia.
“¿Cuándo te diste cuenta de que estaba ahí?”, preguntó Lyka.
Se aclaró la garganta antes de notarlo — con la mano derecha de Zig, la que no sujetaba la taza.
Aunque parecía estar en una postura relajada, su brazo colgaba de manera que podía desenfundar su arma en cualquier momento. Y el espadachín recién se percató de ello.
Su intención había sido vigilar a Zig, pero ni siquiera supo cuándo el mercenario había cambiado de postura.
“Probablemente en el momento en que intentaste meterte en mi punto ciego.”
El mercenario seguía en guardia mientras hablaban. Aunque su tono sonaba casual, su mirada y su atención estaban al máximo. Estaba listo para reaccionar ante cualquier ataque en cualquier instante.
Un escalofrío recorrió la espalda de Lyka. Ese mercenario le daba tanto miedo así como los dos aventureros que aún estaban tensos.
“¿No se supone que se llama 'punto ciego' porque no puedes verlo?”, preguntó él.
“Si intentas evitar la línea de visión de alguien de manera tan obvia, lo notará aunque no quiera.”
Esa hipervigilancia inconsciente ya era algo natural para él. Más allá de su fuerza en combate, había desarrollado tácticas para sobrevivir en una guerra caótica. No importaba lo fuerte que fueras, un final miserable era inevitable si te rodeaban y te acribillaban con lanzas.
No dejes que te rodeen ni que te aíslen. Mantén un campo de visión amplio que abarque todo el campo de batalla, no solo a los enemigos frente a ti. Sé sensible a los movimientos detrás de ti o a los que intenten aprovechar tu punto ciego.
Esas eran habilidades que un mercenario tenía que desarrollar.
“Entiendo…”, murmuró Lyka con un leve asentimiento mientras metía un brazo en los pliegues de su ostentosa vestimenta. “Lo tendré en cuenta de ahora en adelante.”
Aunque su expresión no cambió, el casi imperceptible movimiento de sus orejas delataba que por dentro no estaba tan tranquilo.
“No me digas, ¿eres al que llaman ‘Lyka Silbido de Espada’?” Preguntó Bates, aún visiblemente en guardia y a punto de levantarse de su asiento.
Milyna también estaba a medio camino de ponerse de pie, con la mano derecha sobre la empuñadura de su espada larga, lista para desenvainarla en cualquier momento. Sin embargo, Lyka no pareció afectado por su cautela mientras miraba a Bates con aire indiferente.
“¡Heh! No sabía que hasta los aventureros habían oído hablar de mí. ¡Eso es bastante cool!”
Parecía bastante satisfecho de que lo reconocieran; los cazadores de recompensas normalmente no eran tan famosos como los aventureros. Esto se debía, en parte, a que la profesión era vista con desprecio, y también porque no había muchos que se especializaran en ella.
A diferencia de los aventureros, que debían registrarse en el gremio, los cazadores de recompensas simplemente recibían dinero por entregar las cabezas de los buscados. A veces, los aventureros o incluso miembros de la mafia se topaban con fugitivos por casualidad y los cobraban. Tampoco era raro que quienes confiaban en sus habilidades de combate lo hicieran como trabajo secundario.
Pero no siempre había una abundancia de buenas recompensas disponibles, así que quienes se especializaban en esa profesión o realmente la disfrutaban, o tenían algo que ocultar.
“¿Y qué asuntos tiene aquí un cazador de recompensas tan insignificante como tú?”, amenazó Milyna en voz baja, con la mano aún sobre su espada.
Algunos aventureros despreciaban profundamente a los cazadores de recompensas o a otros aventureros que ejercían ese oficio en paralelo. Por lo general, las recompensas se colocaban sobre personas que habían cometido crímenes merecedores de semejante castigo, y si terminaban muertos, la ley no tomaba represalias. Pero siempre había quienes no creían en matar a otros humanos fuera de defensa propia.
De hecho, esa era una visión bastante normal.
Sin embargo, la intimidante declaración de Milyna no pareció afectar en lo más mínimo la actitud de Lyka. De hecho, parecía tomárselo más como el llanto de un cachorro que como una amenaza real.
“¿Cazador de recompensas insignificante? Vamos, vamos, no está bien discriminar a las personas por su profesión. ¿No crees lo mismo, señor mercenario?”
“Supongo que si tú eres un cazador de recompensas insignificante, eso me convierte en un humilde mercenario,” respondió Zig con una leve risa, lo que provocó que la expresión de Milyna se tornara en una mezcla de sorpresa y desconcierto.
Se veía aturdida mientras captaba la familiaridad entre ambos en su intercambio.
“¿Lo conoces, Zig?”, preguntó ella.
“Un poco, por trabajo.”
Milyna fulminó a Lyka con la mirada, incrédula. “Estoy pasmada. ¿Entiendes lo peligroso que es este hombre?”
El desprecio en sus ojos parecía demasiado intenso para estar dirigido solo a un simple cazador de recompensas. Había algo en él que se veía… familiar.
Oh, ya entiendo. Su extraña inclinación debe ser lo que lo ha hecho tan famoso.
Tenía sentido. El profundo desdén con el que lo miraba era el mismo que había visto antes en los Jinsu-Yah: no era solo por el hecho de que Lyka matara, sino por el placer que encontraba en hacerlo. Parecía que la razón por la que había elegido la sangrienta profesión de cazador de recompensas era bien conocida incluso entre los aventureros.
Lyka parecía estar divirtiéndose, riéndose de la evidente aversión de Milyna. “¡No pierdas el aliento! Este tipo está incluso más loco que yo. ¡Tus valores normales aquí no van a servir de nada!”
Zig se preguntó si debía intervenir y decir algo, considerando que la conversación ya se había desviado bastante.
“Entonces, ¿a qué debemos el honor? Seguro que hay una razón para que un cazador de recompensas se haya tomado la molestia de presentarse en el gremio de aventureros.”
Ante la pregunta de Zig, los ojos rojos de Lyka se abrieron de par en par y juntó las manos en una sonora palmada.
“¡Oh, es cierto! Reconocí tu voz y, de manera espontánea, decidí intentar ocultarme y hablar contigo, pero en realidad estoy aquí por trabajo.”
Tras la palmada, metió una mano en su túnica y sacó un documento que desplegó sobre la mesa. Parecía un aviso de búsqueda, con el nombre del individuo buscado, su crimen y la suma ofrecida como recompensa.
“Estoy tras alguien en este momento. Buscando a un culpable que el otro día acabó a un montón de miembros de algún clan de aventureros. ¿Ustedes saben algo al respecto?”
Así que estaba en plena cacería de una recompensa. Zig echó un vistazo al documento por curiosidad, pero su contenido le resultó inquietantemente familiar.
El objetivo es un individuo peligroso que atacó a miembros del Clan de Aventureros Wadatsumi, matando y mutilando a varias personas. Nombre desconocido. Probablemente un hombre de estatura promedio. Se presume que tiene un nivel de habilidad considerable, ya que atacó a múltiples personas en solitario (aunque eran un grupo de aventureros jóvenes). Arma poco común: una espada de doble filo. Recompensa de 600000 dren, vivo o muerto.
P.D. Tengan en cuenta que el hombre grande que porta una espada azul de doble filo no tiene relación con este incidente y es extremadamente peligroso. No nos hacemos responsables de los daños que puedan sufrir si se equivocan de objetivo.
“Oh vamos,” soltó Zig.
Solo hacía falta un vistazo para saber a quién se refería con esa última parte.
“Déjame en paz, Kasukabe, esto ya es pasarse de la raya…”, murmuró Bates, mordiéndose las uñas con una mueca en el rostro.
El atacante de los jóvenes miembros del Clan Wadatsumi seguía suelto.
Si el asunto permanecía sin resolver demasiado tiempo, comenzaría a afectar la reputación del clan, así que Kasukabe había decidido tomar cartas en el asunto, tragarse el orgullo y enviar una solicitud a los cazadores de recompensas con la esperanza de atrapar al responsable.
Por las reacciones de Bates y Milyna, no parecía que ellos estuvieran al tanto de esta decisión.
“Heh. Así que no solo sabes del asunto, sino que también estás involucrado. ¡Qué golpe de suerte para mí!”
Los labios de Lyka se curvaron en una sonrisa, su expresión asemejándose a la de una bestia que acababa de encontrar a su presa. Pero pronto se desvaneció y ladeó la cabeza, llevándose una mano al mentón cuando notó la espada doble en la espalda de Zig.
“Espera, este tipo grande de la posdata... ¿Eres tú, bro? En ese entonces usabas una naginata, pero ¿esa es tu arma habitual? Una espada de doble filo… No es muy común.”
“Supongo.” Dijo él.
La espada de doble filo y la espada gemela se referían básicamente a la misma arma, la única diferencia era la forma en que se nombraban en los dos continentes. Mientras que en el continente de Zig se le conocía como espada gemela, en este lugar comúnmente llamada espada de doble filo.
Cuando trabajó para los Jinsu-Yah, había tomado prestada una naginata, un arma propia de ellos, por lo que Lyka no había sabido hasta ahora cuál era su arma de preferencia.
El joven volvió a leer el documento, como si estuviera atando cabos al comparar la altura de Zig y su arma.
“Aun así, por cómo está escrito esto… ¿Te atacaron por error?”
Zig no respondió, pero el rostro de Milyna se ensombreció al recordar todo lo que había ocurrido aquel día.
Al notar su reacción, el espadachín sonrió con sorna y soltó un resoplido burlón.
“Y aún tienes el descaro de llamarme cazador de recompensas insignificante. Tú, que atacaste al hombre equivocado por error. Apuesto a que te perdonó la vida, ¿eh? No sé qué decir del viejo, pero dudo mucho que hayas podido huir, y mucho menos vencerlo.”
“¡Maldito!” Milyna se irguió furiosa ante la provocación.
Pero decía la verdad. Zig los había derrotado a pesar de que habían peleado dos contra uno, y su compañera habría muerto si sus aliados no hubieran acudido a tiempo. También sabía que el cazador de recompensas que tenía enfrente era un combatiente extraordinario, fuera de su propio alcance.
“Basta, Lyka. Ese asunto ya quedó zanjado.”
“Eh, da igual. No debería hurgar en cosas que al implicado no le importan.”
La tensión en el aire se hacía más densa con cada segundo que pasaba, pero Lyka cedió ante la reprimenda de Zig. Como si quisiera cambiar de tema, Bates golpeó el documento con la información de la recompensa con la palma de la mano.
“¿Y qué te hizo decidir ir tras esta recompensa?”
“Es mi trabajo. Acepto encargos que paguen razonablemente bien: mato al objetivo y cobro mi dinero, eso es todo. Aunque… si tuviera que dar una razón, me intriga el arma poco común.”
Lyka no parecía estar mintiendo ni tratando de ocultar nada. Solo con lo que le había dicho a Bates, lo más probable era que no estuviera persiguiendo esta recompensa por razones personales.
“Ya veo… Bueno, ¿qué tal si pasas por nuestra casa del clan después de esto? Diles mi nombre. Seguro que nuestro administrador podrá darte más detalles.”
“Eso me vendría genial. Aprecio su cooperación. Bueno, nos vemos, bro.”
Lyka enrolló el documento que había desplegado, lo guardó y se marchó con su peculiar andar deslizante, sin siquiera ofrecer una despedida formal. Zig lo observó irse con interés mientras Bates se asombraba de lo rápido que se mezcló con la multitud del gremio.
Tan repentinamente como había aparecido de la nada, desapareció de la misma forma — sin hacer un solo ruido. Solo después de que se hubo esfumado, los dos aventureros finalmente se relajaron, con Milyna limpiándose el sudor de la frente.
“Así que ese es el tipo que llegó al mismo nivel que Isana Gayhone a una edad tan temprana.”
“¡Puf! Ya ves por qué los Jinsu-Yah se ganan tanto odio,” murmuró Bates mientras giraba los hombros en círculos. “Si al menos se esforzaran un poquito en la forma en que se presentan… Estuve tan tenso que hasta me dio un calambre en el cuello.”
Y tenía razón. Era normal que la gente mantuviera la distancia si dabas la impresión de ser un completo extraño para ellos. No era necesario ir tan lejos como para intentar caerle bien a todo el mundo, pero personas como Lyka carecían de la consideración de leer el ambiente y mantener la armonía.
Zig había visto lo mismo una y otra vez. Los grupos migrantes no eran despreciados solo por ser diferentes al resto. Era común que, al llegar a un nuevo lugar, entraran en conflicto con los locales por insistir en seguir haciendo las cosas como siempre las habían hecho. No era de extrañar que el resentimiento creciera si los recién llegados aparecían y actuaban a su antojo sin tomar en cuenta a quienes ya estaban allí.
Incluso conversaciones casuales como la que Lyka había tenido con Zig podían generar chispazos de fricción. Si tales cosas se tomaban a la ligera y no se abordaban con seriedad, algún día se acumularían hasta desencadenar una catástrofe fatal.
Los Jinsu-Yah parecían convencidos de que nunca serían aceptados, pero parte de la culpa, sin duda, recaía en ellos. Aunque algunos —como Isana— parecían desenvolverse bastante bien.
“Bates, ¿de verdad estuvo bien que Kasukabe llamara a cazadores de recompensas sin pedir permiso antes?”, preguntó Milyna.
“No se puede evitar. Aunque entiendo cómo te sientes. Nos tomaría demasiado tiempo encontrar al tipo por nuestra cuenta. Si buscamos a alguien que se ha escondido, es más rápido contratar a un experto. Si te preocupas demasiado por mantener las apariencias y no resuelves la situación, al final vas a terminar perdiendo la cara.”
“Tienes razón. Está bien…” Milyna sacudió la cabeza, insatisfecha con la advertencia de Bates. No parecía contenta con depender de forasteros para vengar a sus amigos.
Bates soltó una risita y le puso una mano sobre la cabeza, despeinándola con una palmada algo brusca.
“No te desanimes. Ese Silbido de Espada está en movimiento, así que ese bastardo está tan bueno como muerto. ¡Lo viste, ¿verdad?! No te encuentras con muchos tipos que tengan una presencia como esa a su edad.”
“Sí, fue algo impresionante, la verdad. No creo que pudiera vencerlo, aunque tengamos más o menos la misma edad…”
El cabello rojo intenso de Milyna se desordenaba cada vez más con las caricias de Bates, su voz desvaneciéndose mientras hablaba.
Oh, mierda. No me di cuenta de que era tan sensible.
Bates lamentó internamente haber fallado a la joven aventurera prometedora. Él mismo era un hombre experimentado, así que tenía la piel gruesa cuando se trataba de la carga mental de ser talentoso.
Brillante, con talento y, como resultado, mentalmente frágil. Milyna parecía encogerse al enfrentarse a un verdadero genio.
Dejándola sola con su desánimo, Zig se volvió hacia Bates, queriendo saber más sobre un término que había captado su atención.
“Eso de ‘Silbido de Espada’ que mencionaste, ¿es el apodo de Lyka?”
“Sí, es algo así como la Princesa Relámpago Blanco, ¿eh? Ese tipo es famoso por la velocidad y precisión de sus cortes. Incluso Isana ha dicho que no hay nadie en los Jinsu-Yah cuya hoja haga un sonido tan hermoso como la suya.”
El silbido de la hoja era el sonido que producía una espada al ser blandida y cortar el aire. Cuanto más rápido y afilado era el filo, mejor sería el trino que generaría. Aunque dependía del arma, los espadachines hábiles podían producir este sonido.
Si ese término se había convertido en el apodo de Lyka, sus habilidades con la espada debían de ser excepcionales. Zig no recordaba mucho de la vez que pelearon juntos, ya que en ese momento no tuvo el lujo de detenerse a observar.
“Sí, es increíble.” La mirada de Milyna se veía algo vacía mientras murmuraba con autodesprecio. “Mucho más impresionante que yo.”
Su abatimiento era peor de lo que Bates había imaginado.
“¡Vamos, vamos! ¡Tú también eres gran cosa! ¿Verdad, Zig?! Milyna no es nada mala con la espada, ¿eh?”
Bates buscó las palabras adecuadas para animarla y terminó mirando a Zig, quien bebía su té como si el tema no tuviera nada que ver con él.
Pero el mercenario solo respondió con franqueza:
“No voy a repetirlo.”
“¿Huh? ¿Qué se supone que…?”
Bates no tenía ni idea de a qué se refería Zig, pero Milyna lo entendió de inmediato.
Las palabras que le dijo cuando corrieron por primera vez llenaron su corazón. Levantó la mirada hacia el hombre grande, que parecía estar concentrado en su té sin mostrar ni un atisbo de emoción.
Al principio, sonó como si la estuviera despachando —de hecho, probablemente ni le importaba en lo más mínimo—, pero en su estado actual, esa indiferencia resultaba reconfortante.
“Sí, tienes razón.”
Detuvo con suavidad la mano de Bates antes de que pudiera seguir despeinándola y levantó la cabeza con orgullo, con el cabello hecho un desastre y todo.
“Bates, ya estoy bien.”
“¿Milyna?”
La chica insegura había desaparecido, y sus ojos brillaban con determinación. Bates, sorprendido por el repentino cambio en su actitud, la miró con preocupación.
“Voy a salir a correr,” anunció ella.
“¡¿Qué?! ¿Ahora mismo?”
“¡Volveré antes de la hora de la cena! Okay, Zig, ¡gracias!”
El mercenario la miró por encima del borde de su taza, colocándola perfectamente para que no pudiera notar ni el más mínimo rastro de la sonrisa que se formaba en sus labios.
“Asegúrate de mirar al frente cuando corras,” le dijo Bates.
“¡Entendido!”, respondió Milyna con entusiasmo antes de salir disparada del gremio, dejando atrás a un Bates todavía confundido, que solo pudo ver a una de sus compañeras menores alejarse.
Se giró hacia Zig, quien ahora estaba más interesado en decidir qué comer para la cena.
“¿Qué demonios le dijiste?”, preguntó Bates con sospecha.
“Exactamente lo que escuchaste,” respondió Zig con indiferencia. “Que mantuviera la mirada al frente y enfocada mientras corre. Eso es todo.”
Se puso de pie, tomando una decisión en silencio.
Listo. Hoy voy a comer carne.
✧❂✧
El sol se había puesto hacía mucho tiempo, y la noche ya estaba avanzada.
“¡La-la-la-la-la! ♪”
Siasha canturreaba alegremente para sí misma mientras caminaba sola por las oscuras calles tras terminar sus compras. Su insistencia en quedarse hasta tarde había sido recompensada al encontrar algo bueno. Estaba de excelente humor, tarareando una pequeña melodía mientras su cabello rebotaba con cada paso.
Su cabello negro azabache, todavía brillante en la oscuridad, sus ojos de un azul de otro mundo y su rostro pálido —una mezcla perfecta de inocencia y feminidad— la hacían parecer etérea.
Siasha deambulaba por las calles sombrías, un cuadro de vulnerabilidad que irradiaba un encanto diabólico capaz de volver loco a un hombre. Normalmente, con solo ver al mercenario que la acompañaba, cualquiera habría recuperado el sentido, pero esta vez, él no estaba por ningún lado.
Por un golpe de suerte, aquella calle no era muy concurrida— y fue precisamente por eso que él la encontró.
✧❂✧
El hombre tenía hambre — su sed, insaciable.
Su nombre era Benelli Rasquez.
Benelli era fuerte. Nació con talento para la espada, y los baños de sangre en los que se sumergió una y otra vez forjaron su hombría, permitiéndole alcanzar cierto estatus y prestigio.
Pero también era débil, ahogándose en su propio ego, incapaz de desarrollar la fortaleza mental que debería haber crecido junto con sus habilidades. Por eso envidiaba a quienes estaban por encima de él y buscaba comprender por qué no recibía el reconocimiento que creía merecer.
“La razón por la que nadie me valora es porque todos los demás son unos incompetentes. ¡Si tan solo pudieran ver lo que realmente soy!”
No le gustaba. Y en especial, no le gustaba Alan, el joven aventurero que había alcanzado el mismo rango de cuarta clase que él. A pesar de ser más joven, Alan era hábil y admirado. Incluso aventureros famosos lo tenían en alta estima.
A Benelli no le gustaba nada de eso.
Hubo un tiempo en el que estuvo en la misma posición — un aventurero prometedor, talentoso, con grandes expectativas y envidiado por quienes lo rodeaban.
Pero con el tiempo, lo apartaron al darse cuenta de su arrogancia, de la pereza que venía de depender solo de su talento innato y de su mentalidad inmadura. Su actitud condescendiente molestaba a otros aventureros, y siempre estaba solo porque nadie quería hacer equipo con él. Su orgullo le impedía bajar la cabeza y pedir ayuda.
Así que su potencial se estancó, y cuando se dio cuenta, ya había pasado los treinta. Ya no era el joven por el que otros tenían grandes esperanzas. Quizás era por la edad, pero últimamente incluso notaba que se cansaba más rápido.
Esto se debía a que había descuidado los fundamentos mientras crecía, pero su creencia errónea de que el envejecimiento era el culpable solo lo frustraba más.
A medida que un aventurero subía de rango, podía ganar más dinero, pero la dificultad de los trabajos aumentaba en consecuencia. Poco a poco, Benelli estaba alcanzando el límite de lo que podía hacer solo, y sus fondos comenzaban a agotarse. Aun así, su orgullo no le permitía aceptar trabajos de menor categoría por miedo a ser menospreciado.
En esas circunstancias, recibió una oferta de la mafia que llegó en el momento perfecto. Benelli saltó ante la oportunidad de ganar una gran suma solo por espiar a una tribu migrante. Sabía que los niños de la tribu estaban desapareciendo, pero a Benelli no le importaba en absoluto.
Es su culpa por ser débiles, se decía a sí mismo, engañándose para justificar su traición mientras seguía filtrando información.
Con el dinero que obtuvo del trabajo, Benelli se compró un arma nueva. No significaba nada; solo la adquirió para poder justificar su falta de progreso y calmar su conciencia.
Ignorando los consejos del vendedor, eligió un arma inusual que casi nadie usaba. Había dos en existencia, y sin dudarlo, escogió la verde, con finas cuchillas de aspecto elegante — parecía más difícil de manejar.
Ese error resultó ser una bendición disfrazada. Benelli tenía talento. A diferencia de la gente común, pudo acostumbrarse rápidamente al arma especializada e incluso volverse bastante diestro con ella. Tal vez porque se sentía desesperado —aunque solo fuera por un tiempo—, se dedicó a entrenar con la espada en serio.
“¡Esto es lo que necesitaba!” Benelli soltó una carcajada, convenciéndose de que, después de todo, él era especial. “¡Mientras tenga esto…!”
La razón por la que había estado atrapado en su rango de aventurero todo este tiempo era su arma. ¡Era culpa de su arma! Con esta nueva, alcanzar la tercera clase —no, incluso la segunda— no estaría fuera de su alcance.
Ahora se los demostraré.
El gremio de aventureros, que no supo reconocerlo a pesar de sus innumerables logros, y los distintos clanes que nunca le ofrecieron una invitación para unirse… finalmente lo verían. Les mostraría quién estaba en la cima ahora.
La frustración de Benelli se disipó después de cambiar su arma y ganar algo de dren. La sensación de poder hacer grandes sumas de dinero fácil lo corrompió aún más, y terminó hundiéndose en deudas al contar sus gallinas antes de que nacieran.
Pero las cosas buenas nunca duraban para siempre.
El hombre que había sido su enlace con la mafia de repente dio por terminado el trabajo. Para entonces, Benelli ya estaba profundamente endeudado y, desesperado, pidió más encargos, pero lo rechazaron y nunca volvió a oír de ellos.
Para ese momento, ya se había gastado todo el dinero que había ganado con esos trabajos; lo único que le quedaba eran deudas que lo acechaban.
Era el fin del juego.
Esa noche, Benelli intentó ahogar sus preocupaciones en alcohol antes de regresar a casa en un estado de embriaguez. Si hubiera logrado llegar a su alojamiento sin incidentes, quizá su futuro habría sido drásticamente diferente.
“¿Hmm?”
Mientras volvía a casa, notó a unos aventureros rondando por ahí. Eran jóvenes, pero sorprendentemente serenos y equipados con buen equipo a pesar de sus edades. La imagen de ellos le recordó a cuando él era así. Los pensamientos embotados de su mente ebria se agitaron con molestia.
Chasqueó la lengua con fuerza. “¡Quítense del camino, malditos mocosos!”, gritó él.
El simple hecho de ver a esos jóvenes aventureros ya era suficiente para irritarlo, y más aún al notar de inmediato que eran habilidosos. Jóvenes, talentosos y rodeados de compañeros — todo lo que detestaba.
Benelli alzó la voz con agresividad, su corazón incapaz de soportar la frustración y la irritación.
Al escuchar los insultos de un borracho, uno de los aventureros frunció el ceño con disgusto y le lanzó una mirada desafiante.
“¿Cuál es tu problema, viejo?”, le espetó.
Uno de los compañeros del aventurero de mal genio retrocedió y le despejó el camino a Benelli, intentando disuadir a su amigo de iniciar una pelea.
“Vamos, déjalo. La culpa es nuestra por bloquear el camino. Lo siento por eso.”
“¡Malditos mocosos!”, escupió Benelli.
La sensatez del joven aventurero solo irritó aún más a Benelli, haciéndolo hervir de rabia. Asegurándose de hacerlo a propósito, empujó su hombro contra el grupo al pasar, a pesar de que ellos ya se habían hecho a un lado.
“¡Pero qué demonios…!”
“¡Espera, cálmate!”
Otro de los compañeros del aventurero de mal genio lo detuvo antes de que intentara lanzarse sobre Benelli. Un tercero pareció darse cuenta de que Benelli también era un aventurero por su atuendo; sus ojos se posaron en su arma de primera calidad.
“Mira su arma, está bastante bien hecha. Probablemente sea un aventurero de alto rango.”
“¿Oh? ¿En serio…?”
Los jóvenes aventureros quedaron momentáneamente sorprendidos en silencio, lo que le dio a Benelli una ligera sensación de alivio. Estaba a punto de recuperar su autoestima ahora que finalmente habían notado lo increíble que era cuando oyó a uno de ellos decir:
“Pero, ¿no es Alan mucho mejor?”
“¿Qué?”
Benelli se quedó paralizado al escuchar esas palabras. Toda la sangre se le subió a la cabeza en un instante, y todo lo que veía se tiñó de rojo. Su corazón latía con tanta fuerza que el sonido le retumbaba en los oídos, pero no tenía la capacidad mental para preocuparse por ello.
“Digo, míralo. Ese tipo ya está bastante entrado en años, ¿no? No tiene más camino que ir cuesta abajo — no tiene futuro, ¿cierto?”
Los jóvenes aventureros no se dieron cuenta de que Benelli se había detenido, y sus palabras siguieron lanzándole un golpe devastador tras otro porque él ya no los estaba mirando.
“Cierto. Con esa actitud dudo que haga muchos amigos; tampoco creo que ningún clan lo acepte.”
Benelli fingió que no los escuchaba. Sintió algo encenderse en su interior, su corazón llegando al punto de ruptura. Los límites de su razón se quebraron ante la realidad que lo golpeaba de frente.
Su alta destreza y su ego inflado, combinados con su mentalidad extremadamente inmadura, no pudieron soportar la reapertura de viejas heridas.
“Por cierto, ¿alguno de ustedes siquiera sabe quién es?”
Ese fue el momento en que algo dentro de él se rompió.
Para cuando Benelli recuperó el sentido, ya era demasiado tarde.
Ni siquiera un grupo de aventureros con gran potencial fue rival para él, un hombre que había escalado hasta la cuarta clase por su cuenta. Era una tragedia cómo los destinos de esos jóvenes fueron arruinados a manos de un aventurero de alto rango que había perdido el control y se dejó llevar por la furia.
Varios de ellos estaban, sin duda alguna, muertos. Uno que parecía seguir con vida estaba gravemente herido, con un brazo cercenado.
“Oh.”
Bueno, ahora sí que la había cagado.
No era como si fuera la primera vez que mataba a alguien; había acabado con unos bandidos cuando intentaron atacarlo. Pero, ¿qué era esta sensación? ¿Este cosquilleo de emoción?
Mató a los bandidos porque estaba en una situación desesperada, pero en ese entonces no sintió nada.
Podría haber perseguido a los sobrevivientes que intentaron escapar, pero simplemente no le importó.
Empezó a reír mientras apretaba con fuerza su arma — la espada de doble filo. Su cuerpo ardía con una extraña euforia. Su expresión se transformó en una de deleite.
Nunca me di cuenta de lo placentero que sería matar a quienes desprecio, a quienes son más débiles que yo.
Volvió a reír, esta vez más fuerte y por más tiempo.
En ese momento, nació un asesino en serie.
Benelli era fuerte, pero también era débil. Por eso, no pudo controlar sus impulsos y no resistió — no, ni siquiera intentó resistir.
✧❂✧
“Sí… la presa perfecta.”
Con solo un vistazo, Benelli aprobó a Siasha. Después de todo, era un aventurero de alto rango — había llevado a la cama a su buena cuota de mujeres atractivas.
Sin embargo, en cuanto la vio en el gremio, se dio cuenta de que esta mujer tenía algo distinto. Era difícil definir qué era exactamente. ¿Elegancia? ¿Refinamiento? No, no era exactamente eso, pero no importaba cuántas veces intentara ponerlo en palabras, ninguna parecía encajar.
Pero una cosa era segura: era extraordinariamente intrigante.
En los pocos días desde que perdió la razón, Benelli había matado a varias personas más —en su mayoría mujeres o jóvenes aventureros— satisfaciendo sus oscuros deseos a través de la masacre de novatos que aún tenían un futuro por delante.
Se sentía tan bien pisotear a los débiles. No importaba cuántas veces lo hiciera, nunca podía olvidar la sensación de arrebatarle todo a alguien que suplicaba por su vida.
Empezó a jadear.
Solo la vista de esa mujer hacía que su respiración se volviera errática. Sus palpitaciones se intensificaron y tomó conciencia de que su piel estaba cubierta de escalofríos.
¿Cómo sonará cuando ella grite?
Podía sentir su cuerpo estremeciéndose con la idea de destrozar ese hermoso cabello negro.
“Cálmate,” se dijo a sí mismo. “Sería un desperdicio que todo terminara de golpe. Tengo que tomarme mi tiempo… saborearla con cuidado.”
Por ahora, necesitaba calmar su corazón y la espada de doble filo que sostenía, ambas ansiosas por atacar en ese mismo instante.
Desde aquel día, había seguido usando la espada de doble filo con sus delgadas hojas de color jade, pero no para su trabajo habitual, ya que su diseño único podía llevar a alguien a hacer la conexión con él. Sin embargo, mientras más notorios se volvían los incidentes, más probable era que la armería donde la compró terminara divulgando información. Y entonces, la sospecha caería sobre él.
Benelli planeaba abandonar la ciudad después de hacer su última cacería esa noche.
“Esto es casi demasiado bueno para ser verdad como mi presa final.”
Se había resignado a dejarla en paz porque ese hombre enorme y con pinta de peligroso solía estar pegado a ella como una sombra, pero esa noche era como si alguien se la estuviera ofreciendo en bandeja de plata.
Este era su día de suerte. Comenzó a acortar la distancia entre ellos sin molestarse en ocultar la sonrisa torcida que se dibujaba en su rostro.
Todavía no. Aún no del todo…
Tragó saliva en su garganta seca mientras esperaba el momento perfecto, con los ojos inyectados en sangre.
Solo un poco más… ¡Ahora!
En el instante en que la mujer entró en su rango de ataque, Benelli reforzó su cuerpo y se lanzó al ataque.
La mujer de cabello negro ni siquiera se dio cuenta de que él estaba allí.
Jadeaba con fuerza, incapaz de contener la emoción que lo abrumaba mientras exhalaba.
Primero, iría por sus piernas, cortándolas para que no pudiera escapar antes de empezar a sembrar el miedo al desgarrarla poco a poco.
La mujer finalmente se giró cuando él se acercó, pero era demasiado tarde. Al parecer, era una aventurera nueva con mucho potencial, pero, como era de esperarse, los usuarios de magia —que solían quedarse en la retaguardia— eran lentos para reaccionar.
Era toda suya. Seguro de su victoria, Benelli movió las delgadas hojas de jade para cortarle las piernas cuando—
“¡¿Huh?!”
Fue entonces cuando lo vio — sus ojos azules parpadearon con un brillo misterioso.
Todo su cuerpo se paralizó al sentir una extraña sensación burbujeante subir por su columna, dejándolo incapaz de moverse. O mejor dicho, era su espada la que se había detenido. Las dos hojas que intentó usar para cortarle las piernas fueron bloqueadas por una columna de tierra que emergió del suelo.
“¡¿Qué demonios?!”
Se había detenido. Su espada había sido bloqueada solo por esa simple columna de tierra. No queriendo ceder, presionó la hoja con más fuerza y, aunque logró hacer una pequeña hendidura, atravesarla parecía imposible. ¿Cuánta cantidad de maná estaba condensada en esa columna, que apenas llegaba a la cintura?
“¿Acaso…”
Benelli levantó la cabeza bruscamente al escuchar las primeras palabras de la mujer y la miró.
Su mirada se posó en su rostro. Su hermoso rostro — tan peligroso como encantador. Ella le devolvió la mirada.
“... Intentas matarme?”
Sus ojos eran como dos deslumbrantes joyas azules, orbes de cristal que no reflejaban ninguna emoción que pudiera leer. ¿Cómo pudo haberse equivocado tanto sobre la razón por la que su corazón latía con fuerza al verla, sobre la razón por la que ella le había erizado la piel?
Eran sus instintos advirtiéndole.
Dejó escapar un grito ahogado de terror. Ver los ojos de la bruja tan de cerca hizo que el rostro de Benelli se contorsionara de puro miedo.
Aun así, quizás su talento innato fue lo que hizo que su reacción instintiva fuera la correcta. Como si fuera impulsado por un miedo absoluto, Benelli se alejó de ella de inmediato, justo antes de que una estaca de tierra surgiera del suelo donde había estado parado. Si se hubiera quedado un segundo más, lo habría atravesado.
Bastó con una sola mirada para darse cuenta de que se trataba de una magia poderosa, pero la velocidad con la que la estaba lanzando era irreal. No debería ser humanamente posible.
“Vaya, tienes un instinto sorprendentemente bueno.”
Siasha inclinó ligeramente la cabeza, viéndose algo sorprendida de que él hubiera evitado su magia.
Un gesto que normalmente habría sido adorable ahora le resultaba espeluznante, como cuando un insecto inclina la cabeza de vez en cuando. A Benelli se le pusieron los pelos de punta mientras balbuceaba presa del pánico:
“¿Q-q-q-qu…qué demonios…es ella…?!”
Solo había visto dos muestras de su magia, pero fueron más que suficientes para que entendiera que la mujer frente a él era más peligrosa que cualquier monstruosidad a la que se hubiera enfrentado antes.
“Aun así, pareces titubear a la hora de matarme. ¿De verdad piensas intentarlo?”, preguntó Siasha con suspicacia al notar que él no hacía ningún movimiento para atacarla. Sin embargo, después de pensarlo un poco, decidió que no valía la pena preocuparse por ello.
“De cualquier forma, ya que has levantado tu espada contra mí, tomaré tu vi—¿huh?”
Cuando la bruja volvió a mirar a Benelli para atacarlo con magia, él ya había dado media vuelta y huido del lugar.
Estaba corriendo a toda velocidad. Decidido a escapar como un conejo asustado, puso rápidamente una gran distancia entre ellos.
“¡¿Qué?! ¡E-espera! ¡¿No fuiste tú quien empezó esto?!”
Siasha jamás esperó que alguien la atacara y luego huyera de inmediato. Atrapada por la sorpresa, intentó lanzar un ataque de seguimiento, pero era difícil apuntar con precisión en la oscuridad de la noche.
Podría haber evitado que escapara reduciendo toda la zona a escombros, pero esa no era una opción para alguien que había decidido mezclarse con el mundo humano. Y dado que sería imposible para ella perseguir a un aventurero especializado en combate cuerpo a cuerpo, Siasha se resignó a dejarlo ir.
“¿Huh? ¿Qué fue eso…?”
Después de ser atacada por alguien que huyó antes de que pudiera devolver el golpe, todo lo que le quedó a Siasha fue una sensación de insatisfacción.
✧❂✧
A Zig no le interesaba la recompensa que Lyka y el clan Wadatsumi estaban persiguiendo. Mientras se aclarara el malentendido sobre él usando un arma inusual, no tenía intención de seguir involucrándose en el asunto.
Por supuesto, en el improbable caso de que el culpable apareciera justo frente a él, quizá consideraría capturarlo, pero no tenía planes de ir a buscarlo activamente.
“Oh, por cierto, un tipo extraño me atacó hace un rato.”
Eso fue hasta que escuchó esas palabras.
Después de su viaje de compras, Siasha pasó por la habitación de Zig para contarle que la habían atacado, casi como si estuviera comentando casualmente que había visto un perro en el camino de regreso a casa.
“¿Zig…?”
El mercenario, que ya se había quitado su equipo y estaba con ropa casual, se puso de pie de inmediato y alzó a Siasha, quien la miró, desconcertada. Sosteniendo a la mujer adulta como si no pesara nada, empezó a girarla para examinarla en busca de heridas.
“Creo que probablemente fue el hombre con el que te confundieron, el que mató a esos aventureros, ¿no?”
Siasha ya estaba acostumbrada a las inspecciones de Zig, así que lo dejó girarla a su antojo mientras le contaba lo sucedido.
“Pero, bueno, su intención asesina parecía increíblemente débil. Apenas detuve uno de sus ataques, salió corriendo. ¿Qué demonios intentaba hacer…? Ah, no estoy herida, Zig.”
“Parece que no.”
El mercenario la volvió a bajar al suelo, satisfecho al ver que no tenía heridas externas. Ella parecía contenta y empezó a pellizcar y presionar su antebrazo.
“¿Qué quieres decir con que su intención asesina era ‘débil’?”, preguntó él.
Cuando Zig flexionó el brazo, Siasha dejó escapar un gemido de decepción al notar la dureza del músculo.
“Um, no tengo dudas de que intentaba matarme, pero era como si su propósito fuera distinto. Como si no estuviera lo suficientemente preparado. Trató de apuntar a mis piernas primero. Comparado con el puro deseo de matar que sentí en mis oponentes cuando vivía allá… casi parecía un juego.”
“Hm…”
En el otro continente, Siasha se había enfrentado a personas que querían matarla simplemente porque era un monstruo — una “bruja”. No era descabellado pensar que la intención asesina dirigida de un humano a otro se sintiera cálida en comparación. Ella lo había descrito como algo débil o poco preparado.
Considerando que apuntó primero a sus piernas…
“Es un asesino por placer.”
Siasha pareció confundida ante la afirmación de Zig mientras rebuscaba entre las cosas que había comprado.
“¿Qué es eso?”
“Son raros, pero tienen una preferencia particular: obtienen placer al matar gente.”
Siasha arqueó una ceja con escepticismo. No era un gesto de disgusto ni de repulsión, simplemente no parecía entender.
“¿Qué tiene de divertido matar personas? Aunque… a veces es un poco cómico verlos siendo empalados por una estaca.”
“Me alegra saber que al menos no es un gusto que compartes.”
Una bruja sedienta de sangre sería un problema imposible de manejar, agregó solo en su mente.
“Hay diferentes tipos de asesinos por placer,” continuó él. “Dijiste que huyó en cuanto contraatacaste, así que probablemente sea del tipo que disfruta acosar a los más débiles.”
Dijo que había varias clases, pero la mayoría caía en esa categoría. Gente como Lyka, que disfrutaba cuando su objetivo presentaba resistencia, era mucho más rara.
“Hmph. Suena bastante patético si me preguntas…”
A pesar de haber sido la atacada, Siasha ya estaba perdiendo el interés en su agresor. Con una respuesta indiferente, encontró lo que estaba buscando y se lo extendió a Zig.
El objeto parecía un brillante peine de un rojo bermellón. Su diseño único se asemejaba a la vestimenta que usaban Isana y Lyka.
Zig entendió de inmediato el motivo por el que se lo estaba dando. No era que su relación hubiera llegado a un punto en el que se entendieran con solo mirarse. Simplemente, ella no sabía cómo pedir ayuda.
La prueba estaba en la manera en que inclinó la cabeza, confusa, sin saber qué decir mientras le ofrecía el peine.
“U-umm, bueno…”

Incluso siendo su guardaespaldas, Zig no tenía ninguna obligación de cepillarle el cabello, por supuesto. No habría problema si se negaba. El mercenario era perfectamente consciente de eso, pero al verla titubear mientras sus ojos azules se movían de un lado a otro, terminó extendiendo la mano para tomar el peine.
“Oh…”
Aunque había sido ella quien se lo había ofrecido, Siasha pareció sorprenderse cuando los ásperos dedos de Zig tomaron el peine bermellón de su pálida mano.
Ella no dijo nada y se giró para sentarse en la silla, dándole la espalda.
Zig, que nunca en su vida había sostenido un peine correctamente, empezó a cepillar su cabello negro. Pasó el peine con cuidado y lentamente por sus suaves ondas, como si estuviera manipulando un objeto frágil.
El cabello negro de Siasha atrapaba la luz del objeto mágico que estaba usando. Se sentía húmedo al tacto, como hilos de seda.
El movimiento se volvió gradualmente más fluido con cada repetición. Al principio, los hombros de Siasha estaban tensos, como si estuviera nerviosa, pero ahora parecía estar cómoda.
Zig no pudo verlo desde donde estaba sentado, pero ella estaba completamente relajada, casi como si ya hubiera olvidado que la atacaron hace poco. Tal era el valor que le daba a la vida de un asesino en serie.
Pero lo mismo no podía decirse de Zig.
Aunque el intento hubiera fallado, el hombre que amenazó a la persona que debía proteger seguía con vida… y tenía que hacer algo al respecto.
Hmm…
Zig empezó a sentir un poco de aburrimiento mientras peinaba el brillante cabello de Siasha. ¿Cuánto tiempo tendría que seguir hasta que ella estuviera satisfecha?
Al final, continuó cepillando su cabello hasta que empezó a oír su suave respiración rítmica. Cuando se dio cuenta de que estaba dormida, la cargó y la llevó a su habitación.
✧❂✧
Bajo el amparo de la oscuridad, una figura corría por las tranquilas calles nocturnas.
“¡Maldita sea! ¡¿Qué demonios?!”, exclamó entre jadeos. “¡¿Qué diablos fue eso?!”
Benelli no pudo evitar soltar una maldición tras otra mientras revivía en su mente lo que acababa de suceder.
¡Su plan debería haber salido sin problemas! Debería haber sido una cacería sencilla, donde habría destrozado a su exquisita y vulnerable presa. Pero la realidad era otra. Benelli se había visto obligado a huir vergonzosamente para salvar su vida.
Probablemente ya había puesto bastante distancia entre ellos; no parecía que ella lo estuviera persiguiendo. Pero no importaba cuánto corriera, sentía que no podía escapar.
“¡Mierda! ¡Que todo esto se vaya al diablo!”
Cada vez que intentaba detenerse, esos ojos azules lo acechaban en su memoria, forzando a sus agotadas piernas a seguir moviéndose.
Aun así, no podía continuar para siempre.
Benelli se detuvo en seco, su cuerpo desesperado por oxígeno después de no haberse dosificado mientras corría. Tosió y escupió mientras intentaba recuperar el aliento con jadeos entrecortados.
De pie, casi ahogándose en su propio esfuerzo por respirar, miró hacia atrás con miedo.
Lo único que vio fueron calles oscuras y vacías; no parecía que nadie lo estuviera siguiendo.
Su suspiro de alivio salió desde lo más profundo de su ser.
De repente, el agotamiento que había logrado olvidar por un momento lo golpeó de lleno, y cayó de rodillas.
“¡Hija de puta! ¡¿Por qué demonios me tuvo que pasar esto?!”
Ahora que sabía que el peligro había pasado, su miedo se convirtió en rabia. Un deseo de venganza contra esa mujer empezó a bullir dentro de él… pero no tenía las agallas para volver a enfrentar esa mirada.
“Parece que hasta aquí llegué en este pueblo. Me largo mañana.”
Tomada su decisión, podía moverse rápidamente. Reuniría todas sus cosas por la tarde y se iría en plena noche.
“Mientras tanto, necesito descansar…”
Su cuerpo estaba exhausto de correr y su espíritu estaba completamente drenado. Con pasos inestables, Benelli empezó a caminar de nuevo, dirigiéndose a algún lugar donde pudiera recuperarse.
✧❂✧
A la mañana siguiente, Zig comenzó a reunir información para buscar al culpable.
Cuando le pidió una descripción a Siasha, ella no pudo recordar nada sobre él. Recordaba que era un hombre y su estatura aproximada, pero ningún rasgo distintivo más allá de eso.
Según ella, todos los hombres lucían igual.
A menos que fuera alguien que le causara una curiosidad particular, la bruja ni siquiera registraba los rostros humanos — para ella, todos eran idénticos. Zig no estaba seguro de si eso era una característica biológica de todas las brujas o simplemente porque a Siasha no le interesaban.
Su atacante era un hombre más alto que ella y usaba una espada gemela. Aunque lo miró directamente a la cara, esa fue toda la información que Zig pudo obtener de ella.
“No creo que el perpetrador se imagine que la persona a la que atacó tenga tan poca información sobre él.”
El hombre no había ocultado su rostro, ya que tenía demasiada confianza en sus habilidades, y Siasha lo había visto a quemarropa. Aunque no recordara nada, Zig estaba seguro de que el tipo creía haber sido reconocido.
A menos que estuviera completamente loco, lo más probable era que estuviera preparándose para huir durante la noche. En el peor de los casos, ya podría haberse marchado. Pero si existía la posibilidad de que siguiera en la zona, Zig tenía la intención de buscarlo.
Para ello, se dispuso a encontrar a las personas que probablemente tendrían más información.
Se dirigió a la zona occidental del distrito comercial, el área repleta de tiendas que vendían suministros para aventureros, y caminó hasta llegar a la casa del Clan Wadatsumi. Abrió la puerta y entró sin ceremonias.
Dado que Zig era lo bastante imponente como para llamar la atención, las personas que estaban conversando dentro se giraron a mirarlo. Sus reacciones ante la presencia del intruso fueron de dos tipos: miradas sospechosas o ponerse de pie de inmediato, sorprendidos.
“No se preocupen por mí. ¿Está Kasukabe aquí?”
Ahora que tenía toda la atención sobre él, su petición fue breve y directa. No habló en voz alta, pero su tono grave cortó el ambiente.
“¡H-hey, tú! ¿Qué quieres?!”
Un hombre de mediana edad se levantó apresurado de su asiento y se plantó frente a Zig, llevando la mano a su arma en una postura que protegía a los jóvenes aventureros que aún no entendían qué estaba pasando.
“Cálmate. No tengo intención de pelear y ya dije a qué vengo. Hay algo que quiero hablar con Kasukabe.”
Para demostrar que no tenía malas intenciones, Zig apoyó lentamente su arma contra la pared, pero su gesto no tranquilizó al hombre en lo más mínimo.
Aunque el mercenario no lo reconocía, el hombre sí recordaba bien a Zig. Incluso sin armas, este grandulón había derrotado a todo un grupo por sí solo y, aun así, había tenido el control suficiente para no matarlos.
Ese recuerdo estaba grabado en su memoria junto con el dolor del golpe que recibió del pomo de su espada.
Cuando recuperó la consciencia, Bates y los demás le explicaron que todo había sido un malentendido. Pero, aunque lo supiera, eso no cambiaba en nada la destreza de combate de aquel gigante. No había forma de que pudiera relajarse cerca de él solo porque había soltado su arma.
“¿Kasukabe, dices? Espera un momento… ¡Hey!”
“¡Eh, ahora voy…!”
El hombre llamó a un joven que estaba detrás de él. Este corrió hacia la parte trasera, obedeciendo la orden aunque no entendía bien la situación. Mientras tanto, el hombre no apartó los ojos de Zig, manteniéndose alerta y listo para actuar en cualquier instante.
“Vaya que desconfías de mí…”, comentó Zig con un encogimiento de hombros. Tuvo cuidado de no provocar más al hombre mientras cruzaba los brazos y se recostaba contra la pared.
Mientras tanto, otro aventurero, que parecía estar al tanto de quién era Zig, evacuó a todos los miembros más jóvenes del clan al segundo piso. Parecía ser cierto que valoraban mucho a sus novatos; sus movimientos no tenían ni una pizca de duda o vacilación.
Cuando los más jóvenes ya habían salido de la sala, Zig solo deseaba que los adultos restantes no hubieran sentido la necesidad de formar un semicírculo alrededor de él mientras se apoyaba en la pared. No había nada más desagradable que estar rodeado por un grupo de hombres de mediana edad.
“Pfft… ¡Jajaja! ¿Desagradable, eh? Supongo que ya me malacostumbré…”
No pudo evitar reírse de su propio pensamiento.
En el otro continente, estar rodeado de hombres era algo de todos los días. A pesar de que no había pasado tanto tiempo con la aterradoramente hermosa bruja, parecía que había dejado una impresión bastante profunda en él.
La repentina carcajada de Zig puso aún más nerviosos a los hombres, pero, extrañamente, no tenía ganas de contenerse.
La puerta trasera se abrió de golpe con un estrépito, junto con el sonido de algo cayéndose. Kasukabe irrumpió en la sala, con gotas de sudor deslizándose por su rostro. Su característica sonrisa amistosa brillaba por su ausencia.
“¡Zig! Perdón por la espera, pasa para atrás.”
Los aventureros de mediana edad parecían a punto de protestar porque Kasukabe le diera acceso sin condiciones, pero los fulminó con una mirada infernal.
Luego, como si tuviera un interruptor, su expresión cambió por completo y le dirigió a Zig una sonrisa acogedora, haciéndole señas para que lo siguiera.
Bastante impresionado por su velocidad y dramatismo para cambiar de actitud, el mercenario se incorporó de la pared y lo siguió.
Tan pronto como entraron a la otra habitación, Zig no perdió el tiempo y fue directo a su petición.
“Quiero información sobre la persona que atacó a los miembros del Clan Wadatsumi.”
Los ojos de Kasukabe se abrieron de par en par. “¿También vas tras la recompensa?”
“No. Atacó a mi clienta. Ella no sufrió daños, pero no tengo razones para dejarlo vivir. Voy a matarlo.”
No había ni rastro de ira u odio en su tono — sonaba como si simplemente fuera a realizar una tarea rutinaria: deshacerse de un obstáculo que interfería con su trabajo.
“Aunque, supongo que también podría cobrar la recompensa de paso,” añadió Zig al darse cuenta de que podía matar dos pájaros de un tiro.
Kasukabe solo le dedicó una sonrisa ambigua en respuesta.
“He oído que incluso estás ofreciendo una recompensa,” continuó el mercenario. “Pero, ¿de verdad están todos de acuerdo con eso? Pensé que Milyna y los demás querían ajustar cuentas por su cuenta.”
“Bueno, yo no soy un combatiente. Si el responsable de este crimen muere, me da igual cómo logremos nuestra venganza.”
El administrador del clan aclaró que los que querían venganza eran aquellos que tenían los medios para pelear. Zig no pudo ni afirmar ni negar aquella declaración. Había perdido compañeros antes y también había matado a los que los asesinaron. Pero lo hizo porque eran sus enemigos, no porque sintiera la necesidad de vengarlos.
No es que no sintiera cierto compañerismo. Quizá nunca llegó a entristecerse por sus muertes, pero sí consideraba que era una lástima perderlos. Aun así, como alguien que pasaba sus días cambiando de bando según quién le pagara, Zig nunca cultivó un sentido de retribución.
Esa era la razón por la que pudo matar a Ryell.
Frunció ligeramente el ceño al recordar aquellos eventos.
¿Las cosas habrían sido distintas si fuera la persona que soy ahora?, se preguntó antes de sacudirse el pensamiento fugaz.
“Así que lo que quieres es información, ¿no? Voy a buscar la documentación que tenemos ahora mismo.”
“Te lo agradezco. No digo que eso sea un sustituto de que lo hagan ustedes mismos, pero al menos puedo traerles su cabeza.”
Kasukabe estaba a punto de rechazar la propuesta macabra de Zig con una sonrisa forzada cuando—
“No será necesario.”
De repente, alguien interrumpió al abrir la puerta. Un hombre entró con paso tranquilo: Bates, el aventurero de mayor edad del Clan Wadatsumi.
“Bates… No me di cuenta de que habías vuelto,” dijo Kasukabe.
“Lo siento, Kasukabe, pero necesito ver cómo ese bastardo muere con mis propios ojos,” dijo Bates, con la mirada cargada de remordimiento por la muerte de sus camaradas. “Es lo mínimo que puedo hacer para asumir mi responsabilidad por haber dejado que murieran personas bajo mi cuidado.”
El otro día le había dicho a Milyna que era un mal necesario, pero, al parecer, el veterano aventurero aún no se había rendido.
Sonrió ampliamente cuando de dio la vuelta hacia Zig. “Esa es mi razón. No voy a decirte que no puedes ir tras él. Sé que tienes tus propios motivos para no hacerte a un lado. Así que, ¿qué te parece echarme una mano?”
El mercenario no respondió de inmediato. En su lugar, le lanzó a Bates una mirada que claramente decía: “¿Y qué hay de la recompensa?”
Ante esto, el hombre mayor extendió su mano derecha y levantó dos dedos con la izquierda.
“Te doy la información del bastardo como adelanto y todo el dinero de la recompensa cuando terminemos el trabajo.”
“Hecho.”
Zig chocó la palma contra la mano extendida de Bates, cerrando el trato. No hacía falta ponerlo por escrito; era un acuerdo verbal entre dos conocidos, y por eso mismo tenía tanto peso.
“Muy bien, te conseguimos esa información de inmediato… Kasukabe.”
A petición de Bates, el administrador del clan fue a buscar los documentos. Parecía haber cambiado de actitud al darse cuenta de que el veterano aventurero no iba a dar marcha atrás. Ser flexible y hacer el trabajo con rapidez eran sus puntos fuertes, y resultaban sumamente útiles para el clan Wadatsumi.
“Contando el incidente con nuestro clan, creemos que este asesino ha atacado cuatro veces. Cinco, si cuentas el intento fallido contra Siasha.”
Zig se recostó en su silla mientras escuchaba la información que Kasukabe leía en voz alta.
No parecía que este perpetrador tuviera mucha paciencia, cometiendo crímenes a un ritmo acelerado. No había pasado mucho desde que los rumores empezaron a circular, y Zig suspiró —mitad asombrado, mitad disgustado— al escuchar que el tipo había atacado al azar cinco veces en tan poco tiempo.
“Usa una espada de doble filo verde. Es un arma afilada que deja cortes y tajos profundos. Al observar los cuerpos, no parece que los mate de inmediato, y hay signos de tortura. Los ataques ocurrieron cerca de callejones que van desde los distritos del este hasta el oeste. Todas sus víctimas han sido aventureros jóvenes, pero no tienen nada más en común aparte de eso.”
Mientras continuaba explicando, Kasukabe desplegó un mapa con varias marcas. Los crímenes habían ocurrido en lugares por los que Zig había pasado varias veces durante sus recorridos. Tal como dijo el administrador del clan, no parecía haber ninguna relación entre las ubicaciones o las víctimas: parecía que este tipo simplemente atacaba al azar.
“Por supuesto, pregunté por usuarios de espadas de doble filo, pero sin importar con quién hablara, la única información que recibí parecía referirse a ti…” Kasukabe dejó la frase en el aire con tono de disculpa.
“Dejas una impresión bastante fuerte…” Bates asintió como si eso fuera algo totalmente esperado.
Si se comparaba a un humano de apariencia promedio con un hombre grande y musculoso de metro noventa y cinco, con una expresión estoica perpetua, era comprensible que este último destacara mucho más que el primero, incluso si usaban el mismo tipo de arma.
“Aun así, por mucha atención que llames,” continuó Bates, “las espadas de doble filo no son comunes. Es raro que no haya información en absoluto. Lo que significa que…”
“¿Es probable que normalmente use un arma diferente?”, dijo Zig, haciendo que el hombre mayor chasqueara los dedos, como diciendo: “¡Exacto!”
El mercenario entendió de inmediato lo que quería decir. “Usa otra arma como fachada mientras también empuña una espada de doble filo… No hay mucha gente con esa destreza.”
“Exacto,” coincidió Bates. “Solo necesitamos averiguar cómo consiguió esa espada… Pero aunque vayamos a todas las armerías a preguntar, se nos hará de noche antes de terminar.”
Ambos hombres —uno un miembro ejecutivo y el otro el administrador del Clan Wadatsumi— se desplomaron visiblemente ante la idea de no contar con esa pieza clave de información.
¿Hm? Zig frunció el ceño. Acababa de darse cuenta de que había olvidado decirles algo importante.
“Sobre eso… creo que sé algo.”
Y con eso, soltó una declaración sorprendente. Basta decir que cuando Kasukabe y Bates escucharon sus palabras, sus expresiones fueron… bueno, indescriptibles.
✧❂✧
“¡¿Por qué no dijo nada antes…?!”
Habían ido a la armería basándose en la corazonada de Zig, pero Bates no pudo evitar quejarse mientras se plantaba frente a la tienda.
Observó a Zig y Kasukabe hablar con la hija del dueño. Al principio, ella se negó rotundamente a dar información personal de un cliente, pero cedió después de ver el aviso de búsqueda y escuchar los cargos detallados que Kasukabe presentó contra el hombre.
“Si tan solo lo hubiéramos sabido antes… ¡Maldita sea! Pero bueno, ya no hay nada que hacer.”
Bates sabía que sus maldiciones eran injustificadas. La situación había sido distinta en su momento.
Al atacar por error a Zig, lejos de encontrar al culpable, el Clan Wadatsumi puso en peligro su propia supervivencia. El mercenario ni siquiera tuvo tiempo de decirles que alguien más había comprado una espada de doble filo, y con Siasha irrumpiendo en medio de todo, cualquier oportunidad de dar esa información desapareció.
Molestarse con Zig era buscar culpables donde no los había. Bates sabía que él no se había quedado callado a propósito, y aunque lo hubiera hecho, no tenía ninguna obligación de compartir esa información con quienes lo atacaron. Simplemente fue mala suerte, nada más.
Por eso el veterano aventurero se limitó a dar pisotones de frustración afuera, donde Zig no podía verlo. Ahí terminaría el asunto.
“Necesito cambiar de mentalidad, enfocarme en encontrar a ese bastardo— y solo en eso,” se dijo Bates mientras veía a Zig y Kasukabe regresar después de hablar con la dependienta.
Solo podía esperar que el mercenario pasara por alto el resentimiento que aún se reflejaba en su mirada.
“Tenemos un nombre, Bates,” dijo Kasukabe. “La compró un aventurero de alto rango.”
Lo imaginaba, pensó Bates, con la mirada endurecida.
Un arma única o de alta calidad para aventureros… Ninguna de esas cosas era un problema por sí sola, pero si el arma cumplía ambas condiciones, la situación cambiaba por completo.
Si un civil compraba un arma única y de alta calidad hecha para la aventura, eventualmente lo rastrearían. Aunque no tuvieran plena certeza, era muy probable que el culpable fuera alguien de la misma profesión.
“Tenemos que ir al gremio. No deberían tener reparos en darnos su consentimiento ahora que tenemos tanta información. Esto va a terminar en un baño de sangre. Deberías regresar, Kasukabe. Ayer atacaron a Siasha… Si el tipo tiene medio cerebro, intentará largarse de la ciudad esta noche.”
✧❂✧
“Es Benelli Rasquez, un aventurero de Cuarta Clase. Es hábil en combate, pero tiene ciertos trastornos de personalidad y ha sido citado por comportamiento problemático en múltiples ocasiones. Solo por sus habilidades, ya debería estar en el punto en que se le considerara de tercera clase, pero su mala conducta le ha impedido ascender.”
En el gremio, Zig y Bates se abrieron paso hasta el mostrador de recepción para presionar al personal y que les dieran información. A los demás aventureros no les hizo gracia que se colaran de repente, pero el hombre mayor los silenció a todos con una sola mirada.
Los más jóvenes quedaron petrificados de terror, mientras que los veteranos, alarmados por el comportamiento inusual de Bates, se hicieron a un lado para dejarlos pasar.
Después de que Sian, una de las recepcionistas del gremio, les proporcionara la información que buscaban, Zig planteó una pregunta.
“Incluso si tiene mala conducta, ¿no asciende de clase un aventurero si completa con éxito sus encargos?”
“Eso aplica solo hasta que llegan a cuarta clase. Para los de tercera clase en adelante, se requiere cierto criterio. Hablando con franqueza, son cosas que esperarías de cualquier persona normal, y por lo general no los penalizan a menos que su comportamiento sea realmente atroz…”
Pero las personas decentes no eligen convertirse en aventureros, así que supongo que esperar sentido común de ellos es pedir demasiado, pensó ella.
Sian guardó los documentos con una risa seca y se giró hacia los dos hombres con una expresión angustiada.
“Aun así, nunca pensé que llegaría a volverse tan desquiciado como para empezar a matar gente,” dijo ella. “Con toda la evidencia que reunieron, no hay duda de que es el responsable de esos asesinatos al azar.”
El gremio no divulgaba información sobre sus aventureros a la ligera, pero con toda la evidencia acumulada, la situación era distinta.
Tenían declaraciones de las víctimas tanto del Clan Wadatsumi como de Siasha, además del historial de compra del arma única que usó para cometer los crímenes. Con pruebas tan contundentes, el gremio no tenía fundamentos para negarse a divulgar información.
“Sabemos que un aventurero llamado Benelli ha estado viviendo en los burdeles últimamente,” dijo Zig. “Ese periodo coincide perfectamente con los asesinatos. Es demasiado como para creer que es solo una coincidencia.”
“Parece que has hecho bien tu tarea.”
“Tengo contactos.”
Gracias en parte a los consejos que recibió de un viejo amigo, la red de Zig era sorprendentemente extensa. Se había hecho de buenas conexiones con gente que trabajaba en burdeles, donde los hombres solían soltar información. Antes de ir al gremio tras salir de la armería, pasó por uno a preguntar si conocían a alguien llamado Benelli. Aun así, tenía la sensación de que su clienta no estaría muy contenta cuando volviera a casa oliendo a perfume.
“Entendido. Te daré el nombre del lugar donde se hospeda y el número de habitación.” La frialdad en su declaración sonó extraña viniendo de una recepcionista que solía ser alegre.
Eso solo podía significar que el gremio había cortado toda relación con Benelli. No eran una organización tan benevolente como para proteger a alguien que mataba repetidamente a sus compañeros.
“En cualquier caso, intenten capturarlo primero. Si no ofrece resistencia, mejor. Si lo hace…”
“¿Me estás jodiendo?” Bates soltó una carcajada feroz mientras se alejaba del mostrador. “¡Más le vale a ese bastardo intentar resistirse!”
Sian no dijo nada más mientras lo veía marcharse.
Para cuando los dos hombres salieron del gremio, ya comenzaba a oscurecer. Zig corrió junto a Bates, quien echó a correr en cuanto salieron. Se dirigían a la posada en el extremo del distrito este donde se hospedaba Benelli.
“¿Parece que quieren capturarlo con vida?”, preguntó Zig.
“Qué puta broma,” respondió Bates con una mueca de disgusto y un movimiento de cabeza.
El mercenario ya sabía que el veterano no tenía la menor intención de dejar que el culpable escapara con vida. Un clan que permitía vivir a alguien que mataba a los suyos se ponía a sí mismo más allá del simple repudio.
Pero aunque eso no estuviera en juego, la rabia asesina de Bates contra el atacante era tan intensa que ni él mismo podía contenerla.
✧❂✧
Benelli se hospedaba en una pequeña y solitaria posada a las afueras del distrito este. Antes había estado en un lugar mejor, pero su lento progreso como aventurero y sus crecientes frivolidades con mujeres y alcohol lo obligaron a mudarse a un alojamiento de menor categoría. Fue en esa habitación donde terminó de preparar sus pertenencias para largarse de la ciudad.
“Okay, con esto debería bastar.”
Se había pasado todo el día organizando sus posesiones y las había cambiado por ítems mágicos portátiles y gemas. Podría haberse fugado de inmediato, pero no pudo resistirse a la idea de abandonar todo el dinero y equipo que había acumulado. Era un hombre que ponía la codicia por encima de su propia seguridad, prefiriendo centrarse en el dinero que tenía delante en lugar del peligro que podía acecharlo en cualquier momento.
“Hasta aquí llegué en este lugar,” murmuró entre dientes, maldiciendo la ciudad en la que había vivido durante tantos años mientras salía de la posada. “No es que esta mierda de sitio me sirva de algo de todas formas.”
Por supuesto, se iba sin pagar su estancia ni las enormes deudas que había acumulado. Su mente ya estaba ocupada en lo que debía hacer a continuación.
“Probablemente sea más difícil para ellos perseguirme si me acerco a Striggo. Ese sitio es tan peligroso y está tan lleno de drogas que será un escondite perfecto. Sí, hay rumores de que anda circulando un narcótico raro por ahí, pero servirá como refugio por el momento.”
Benelli caminaba mientras recordaba aquella ciudad consumida por una epidemia de drogas debido al poder excesivo de la mafia.
Se detuvo en seco al ver a una mujer sola.
“¿Eh?”
Por su porte y equipo, parecía una aventurera novata. Tenía el cabello largo y vestía túnicas típicas de los usuarios de magia.
A primera vista, era evidente que no era ella. Su complexión era vagamente similar, pero no había ningún otro parecido. Sin embargo, la imagen de la mujer de la noche anterior lo atormentó en cuanto la vio.
Por reflejo, su mano derecha se movió hacia su arma.
No era el momento de distracciones; incluso el gremio comenzaría a sentir la presión pronto. La razón le decía eso, pero si su control sobre sus impulsos más bajos no fuera tan débil, no estaría metido en este problema en primer lugar.
Lo único que pasaba por su mente en ese momento era desahogar su frustración destruyendo a esa mujer que tanto le recordaba a aquel monstruo horrible.
“Siempre puedo largarme de inmediato,” murmuró Benelli para nadie en particular mientras dejaba sus cosas en el suelo y desenvainaba su arma en silencio. “No debería haber problema en detenerme… y darme un pequeño capricho.”
Si esta aventurera novata vivía en las peligrosas afueras de la ciudad, probablemente no tenía mucho dinero.
Pobre criatura desafortunada, pensó con una sonrisa torcida.
Él, en cambio, era muy afortunado.
Se humedeció los labios secos y pisó con fuerza el suelo antes de lanzarse hacia ella. En un parpadeo, su espada de doble filo de color verde trazó un arco mientras se acercaba, con la intención de rebanarle las piernas a su presa. Ella ni siquiera percibió su presencia.
Pero… terminó igual que la noche anterior.
Algo rojo se movió en el borde de su visión y, al notarlo, Benelli cambió de inmediato la trayectoria de su espada.
“¡Maldita sea! ¡¿Por qué siempre me interrumpen?!”
“Esa arma…” Milyna, la espadachina pelirroja que había cortado el ataque del hombre, gruñó entre dientes. “El atacante de los asesinatos al azar… ¡eres tú…!”
Ella se había topado con él completamente por accidente.
El aburrimiento la había llevado a salir a correr, y cuando vio a un hombre a lo lejos con un gran bulto y un aire extraño, sintió curiosidad. Al verlo desenvainar su arma, se lanzó para intentar detenerlo. Fue entonces cuando vio qué tipo de arma llevaba.
“¡Tú mataste a mis amigos!”
“¡¿Por qué nunca me sale nada bien?!”
Sus palabras no concordaban, pero ahora ambos tenían razones para cruzar sus espadas.
“¿Huh? ¿Ohh…?”
La usuaria de magia aún no parecía entender lo que estaba pasando.
Había escuchado un sonido metálico y, al darse la vuelta, vio a dos personas desconocidas cruzando espadas. Como todavía era una novata y no estaba acostumbrada a este tipo de violencia, tardó en reaccionar.
“¡Lárgate de aquí!”
“¡Eeeek!”
Inicialmente paralizada por la pelea que estalló de repente ante ella, la mujer finalmente salió corriendo presa del pánico al escuchar el rugido de Milyna. La espadachina no tenía tiempo de mirar su escape mientras repelía las dos hojas del hombre e intentaba crear algo de distancia.
El hombre al que se enfrentaba la miraba con fiereza, su mirada rezumando una intensa sed de sangre mientras sostenía su arma en una postura baja.
Era fuerte. Lo supo con solo ver cómo se movía y por el único golpe que había lanzado antes. Había visto a este aventurero antes. No sabía su nombre, pero lo había observado interactuar con su hermano mayor, quien también era aventurero. Definitivamente, estaba por encima de ella en rango. Probablemente de cuarta clase como su hermano… o incluso más alto.
Aun así…
Milyna apretó con más fuerza el mango de su espada larga.
“¡No voy a retroceder!”
Fortaleciendo su cuerpo con pura determinación, se lanzó de frente al ataque, descargando un amplio tajo con su espada larga desde su hombro justo cuando Benelli se movió. Él dio un paso atrás y se alejó de ella, encontrando su espada en el camino y desviándola hacia un lado con la hoja superior de su espada de doble filo, que ya estaba lista desde su postura baja. Luego, impulsándose con el mismo pie, se lanzó hacia adelante y dirigió la hoja inferior hacia el costado derecho de Milyna.
La hoja superior obstaculizó su intento de recuperar la posición, y ella no tuvo tiempo de retirar su espada para defenderse; este era uno de los riesgos de usar una espada larga. Milyna soltó inmediatamente la empuñadura con su mano izquierda y recitó un conjuro corto, desatando una ráfaga de fuego mágico.
Las espadas de doble filo atacaban con movimientos barridos, pero eso también significaba que carecían de poder. Aquello fue suficiente para debilitar la fuerza del golpe.
Usando la explosión del fuego para retirarse, logró evitar el impacto directo, y solo la punta de la espada rozó su armadura.
“¡Haah!”
“¡Ngh!”
Apenas había sido un intercambio de golpes, pero fue suficiente para que sus rostros mostraran expresiones opuestas al darse cuenta de la diferencia en sus fuerzas.
Al percibir que su oponente era inferior a él, Benelli tomó la ofensiva, elevando la hoja superior desde su posición baja e intentando apuñalar su cuello. Milyna desvió el ataque con su espada, sus ojos abriéndose con sorpresa al notar lo débil que se sentía el golpe en comparación con su velocidad.
Él fingió otra estocada, esta vez con la hoja inferior cerrando la distancia, pero ella logró rechazarla echando su espada larga hacia atrás. De nuevo, el golpe se sintió ligero. Logró bloquear la hoja inferior, pero Benelli retrocedió otra vez y utilizó la hoja superior para apuñalarla una vez más.
La espada de doble filo le rozó el hombro cuando la retiró, y la afiladísima hoja delgada fue más que suficiente para cortarla.
“¡Ahh!”, exclamó Milyna al sentir el ardor y el dolor expandiéndose por su hombro.
“¡Tch! Demasiado superficial. Malditos instintos.”
Benelli chasqueó la lengua con fastidio, insatisfecho con el resultado tan mediocre.
Milyna sintió el sudor frío en su frente. Si hubiera tardado un poco más en agacharse, el filo habría cortado limpiamente sus músculos del hombro. Incluso si podía usar magia regenerativa, sanar un músculo grande que había sido seccionado tomaba mucho tiempo. Soportar el dolor era una cosa, pero que un brazo quedara inutilizado por un corte profundo podía significar la muerte para una espadachina.
La diferencia en sus niveles de experiencia era abrumadora.
Milyna había pensado que podría pelear contra él, pero se dio cuenta de que había sido demasiado ingenua. Probablemente, tampoco sería posible huir. Este no era el tipo de hombre que desperdiciaría la oportunidad de atacar a un oponente que le diera la espalda para escapar.
Un enemigo imposible de vencer.
El miedo a la muerte debería haberla estado consumiendo.
Pero, extrañamente, lo que sentía no era miedo. En ese momento, lo único que la llenaba era frustración. Su oponente era fuerte, eso era innegable.
“Pero… superficial.”
“¿Huh?”, respondió Benelli con voz ronca.
Eso era. Superficial.
En comparación con su destreza con la espada, su fuerza física era insuficiente. Incluso en sus intercambios anteriores de ataques y bloqueos, probablemente ella habría podido superarlo si sus golpes hubieran sido más contundentes. Y sin embargo, ella seguía viva a pesar de la diferencia en su nivel de experiencia.
Cuanto más talento tienes, más difícil es que tu fuerza logre mantenerse a la par.
Eso era.
Este hombre era fuerte… pero vacío.
Y por eso mismo era tan frustrante no poder vencerlo.
“Con todo ese talento, y aun así, lo desperdiciaste en frivolidades. Podrías haber llegado muchísimo más lejos si solo te hubieras tomado esto en serio.”
“¡No sabes nada de mí, maldita!”
Los ojos de Benelli se nublaron ante su descarada provocación. Lo había supuesto. No solo su cuerpo era débil, su corazón también lo era — bastaba tan poco para hacerlo perder la calma.
“¡Vamos, viejo! ¿Puedes seguirme el ritmo con toda mi energía juvenil?”
“¡Pequeña mocosa!”
Cegado por la ira, Benelli canalizó toda su rabia asesina en su espada y la blandió contra ella. Milyna la desvió con todas sus fuerzas. Cuanto más perdía Benelli la compostura, más se debilitaban los golpes de su espada de doble filo.
“¿Eso es todo lo que tienes?!”, soltó ella, aunque apenas se mantenía en pie. Aun así, logró esbozar una sonrisa y se burló de él con un aire desafiante.
“¡No te atrevas a reírte de mí!”
Para Benelli, ser ridiculizado por una joven aventurera talentosa era una humillación insoportable. Su furia nublaba su destreza, prolongando así la supervivencia de Milyna. Y cuanto más tiempo pasaba sin poder derribarla, más se frustraba, hundiéndose en un círculo vicioso.
Sus espadas destellaban en la oscuridad de la noche, acompañadas por el eco del metal chocando.
¿Cuántas veces había logrado rechazar sus ataques ya? Considerando la diferencia en su nivel de combate, Milyna estaba dando una buena pelea. Pero aun así, había una clara brecha en sus habilidades que no podía negar.
Lo único que hacía la espadachina era ganar tiempo defendiéndose. Los cortes que sufría al no poder desviar por completo algunos de sus ataques teñían su cuerpo y su ropa de rojo. Incluso si lograba curar sus heridas, no podía recuperar la sangre que había perdido. Tanto su maná como su resistencia se agotaban de forma constante.
“Ngh… Ngh…”
Había alcanzado el límite de su maná, y su cuerpo, moviéndose únicamente por pura determinación, empezaba a ignorar sus órdenes.
“Hff… Hff… Esa expresión te queda bien, perra.”
Benelli respiraba con dificultad, su rostro torcido en una sonrisa sádica mientras observaba las heridas de Milyna. Ella rechinó los dientes cuando su cuerpo se negó a moverse, pero aun así logró fulminar al hombre con una mirada desafiante.
“No me gusta esa expresión tuya, pero me pregunto si seguirás haciendo esa cara cuando ya no tengas piernas. ¿Lo averiguamos?”
Fanfarroneó, blandiendo su espada de doble filo con descaro.
“¿Crees que te voy a dejar morir en paz? Primero, te arrancaré una pierna… Oh, no te preocupes, cerraré la herida para que no te desangres. Luego, te cortaré los dedos uno por uno, abriré tu estómago y los meteré dentro de ti.”
Deslizó la espada de doble filo, ya manchada con su sangre, por su pierna, provocando otro corte. Ella inhaló bruscamente, su expresión temblando apenas por el dolor y el miedo.
Al verla asustada por primera vez, Benelli dejó escapar una risita.
“Sí, eso es. ¡Eso es lo que quiero ver! No me canso de esto…”
Entonces, alzó su espada de doble filo y la balanceó con la intención de cortar su tobillo.
“Los débiles deben temer a los fuertes. ¡Lo único para lo que sirven es para ser aplastados!”
“Estoy completamente de acuerdo.”
Escuchó una voz, pero… ¿de dónde venía?
Su cuerpo reaccionó antes de que su mente pudiera procesar lo que estaba ocurriendo. Pisando el suelo con todas sus fuerzas, se impulsó hacia atrás de inmediato.
En menos de un instante, algo enorme se estrelló justo donde él había estado parado. Logró evitar lo peor lanzándose a un lado, pero su oreja no salió completamente ilesa. Sintió cómo un pedazo era rebanado.

Un fuerte estruendo resonó junto con una nube de arena, y el suelo sin mantenimiento se resquebrajó con grietas que parecían telarañas.
Ese ataque tenía una fuerza descomunal. Si Benelli se hubiera movido una fracción de segundo más tarde, no solo su cabeza, sino todo su cuerpo habría sido aplastado como un huevo.
“¡Mierda! ¡¿Y ahora qué?!”
El hombre se puso en guardia para ver qué había caído del cielo. Pensó que tal vez era una enorme roca conjurada con magia, pero en el centro de las grietas había una silueta humana.
“Recuerda esto. El poder inevitablemente será destruido por uno aún mayor.”
La imponente sombra se movió, desenvainando su espada azul de doble filo mientras se preparaba para enfrentarse a Benelli.
✧❂✧
Cuando Zig y Bates llegaron a la posada de Benelli, él ya no estaba. La casera les dijo que se había marchado no hacía mucho, llevando un bulto grande. Justo cuando estaban a punto de separarse para buscarlo, una joven aventurera los encontró y les pidió ayuda.
Había escapado después de que un hombre intentó atacarla de repente, pero alguien más lo detuvo. Parecía que había corrido con todas sus fuerzas, porque su voz salía entrecortada por la falta de aire.
“Una espadachina pelirroja… vino en mi ayuda… No sé si podrá… con él…”
El rostro de Bates palideció al escuchar esa descripción tan específica.
Entendiendo por sus palabras que el tiempo era crucial, Zig le pidió a la chica la ubicación aproximada y salió corriendo por delante del veterano aventurero. Tomó la ruta más corta —saltando por los tejados de los edificios— y ni siquiera tuvo tiempo de desenvainar su arma antes de intentar aplastar al agresor con una embestida.
“¡¿Estás bien, Milyna?!”
Menos de treinta segundos después de que el mercenario llegara al lugar, Bates lo alcanzó y se colocó protectoramente frente a ella.
“Bates, lo siento, yo…”
“No digas nada,” dijo Bates. Examinó las heridas de Milyna, con una mirada fulminante sobre Benelli mientras su voz adquiría un gruñido bestial. “Lo hiciste bien. Ahora… Nnghh…”
“Por fin nos encontramos, hijo de perra,” soltó Bates con fiereza, aferrándose al mango de su hacha con tanta fuerza que casi lo rompía. “¡Voy a despedazarte con mis propias manos, pedazo por pedazo!” Pero entonces se detuvo. “Lo siento, Zig. Sé que acabo de soltar la lengua… pero te lo dejo a ti.”
La tensión se desvaneció de los hombros de Bates al confiarle la pelea a Zig, quien ya estaba cara a cara con Benelli.
“¿Estás seguro?”, preguntó el mercenario sin apartar la vista de su oponente. “Esta es tu oportunidad de obtener la venganza que has esperado por tanto tiempo.” Sabía que Bates había anhelado este momento para vengar a sus compañeros de clan.
“Odio a ese hombre con cada fibra de mi ser. Me encantaría partirlo en dos, pero…”
Sin dudarlo, Bates le dio la espalda a su oportunidad de venganza para entregarle a Milyna una medicina con magia regenerativa.
“En lugar de vengar a mis amigos que ya murieron, es mucho más importante proteger a una que aún sigue viva.”
Los muertos no iban a regresar; la venganza no era para ellos, sino para los que quedaban atrás. Incluso en medio de la tormenta de emociones violentas, Bates nunca cometía errores cuando se trataba de sus prioridades.
Zig le dirigió a Bates una fugaz mirada de reojo, y una leve sonrisa apareció en su rostro al decir tres palabras.
“Déjamelo a mí.”
“Perdón por la espera,” dijo el hombre enorme que había caído repentinamente del cielo. Se agachó ligeramente. “¿Empezamos?”
Benelli no dijo nada, solo rechinó los dientes mientras encaraba a su oponente.
El hombre corpulento se había disculpado por hacerlo esperar, pero Benelli no había estado simplemente parado mientras hablaban. Desde que llegaron, había estado buscando una oportunidad para escapar.
Pero había una razón por la que aún no se había movido del sitio: el hombre enorme que estaba justo frente a él.
Su vigilancia era impecable. Parecía su estado natural; no estaba conscientemente alerta. Simplemente no parecía haber ningún punto ciego en su percepción que Benelli pudiera aprovechar.
Había un dicho: Siempre en el campo de batalla. Significaba estar siempre listo para el combate o, en términos más simples, nunca bajar la guardia.
Pero la forma en que ese hombre se comportaba casi parecía lo opuesto. Incluso en ese entorno aterrador, donde una batalla a muerte podía estallar en cualquier momento, actuaba como si fuera sólo otro momento de su vida cotidiana.
Tal vez el campo de batalla era su vida cotidiana.
Parecía haber muchas oportunidades para escapar, pero las alarmas en la cabeza de Benelli sonaban con fuerza, advirtiéndole que estaría muerto en cuanto le diera la espalda a ese hombre.
“Mencionaste que los débiles deberían dejarse pisotear, ¿no es así?”
“Heh, ¿y qué con eso?”, respondió Benelli con burla. “¿No te gustó lo que dije? Déjame adivinar, ¿ahora me vas a soltar que es deber de los fuertes ayudar a los débiles, cierto?”
Ya había escuchado demasiados sermones morales. Los odiaba. Eso de que los fuertes debían ayudar a los débiles… Qué montón de mierda. No podía entender por qué alguien tan poderoso como él tenía que cargar con los más vulnerables.
“Ya lo dije antes: estoy completamente de acuerdo contigo.”
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Benelli sin poder evitarlo.
Zig soltó una risa para sí mismo. “En esta época, los débiles son los que están equivocados. Si no quieren ser pisoteados, deben volverse más fuertes. No hay valor en la rectitud si no está respaldada por el poder.”
Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro de Benelli mientras escuchaba hablar al mercenario. Parecía que había encontrado a un espíritu afín.
Si juego bien mis cartas, tal vez pueda salir de esta, pensó él.
“¡Hah! Bueno, bueno, bueno. Veo que eres un hombre que entiende cómo funciona el mundo. ¿Qué te parece? ¿Quieres unir fuerz—?”
Estaba a punto de proponer que se aliaran cuando Zig lo interrumpió.
“Por eso ahora es tu turno de ser pisoteado, como el debilucho que eres.”
Las palabras lo aplastaron como una roca gigantesca.
“¿Qué?”
No entendió de inmediato lo que ese hombre estaba tratando de decirle.
¿Débil? ¿Quién es débil? No puede estar hablando de mí… ¿o sí?
Cuando esas palabras hicieron eco en su mente, los ojos de Benelli destellaron con ira.
Zig aprovechó para provocarlo, haciéndole un gesto con la mano. “Ven por mí, imbécil. Hay un precio que pagar por haber elegido este camino sin pensarlo bien.”
“¡Te voy a destrozar!”
El mercenario se preparó mientras Benelli se lanzaba hacia él, consumido por la furia. Las hojas gemelas, verde y azul, que alguna vez descansaron en los estantes de la armería, volvieron a encontrarse — esta vez, en combate.
“¡Muere! ¡Muere! ¡Muereeee!”
Benelli voló como una flecha, blandiendo su espada de doble filo. Sus movimientos veloces y ataques giratorios lo hacían parecer una tormenta humana. Un tajo descendente seguido de un rápido retroceso, un barrido con el mango pegado al costado — se abalanzó con una estocada hacia el mercenario, que había dado un paso atrás.
Era un torbellino verde, lanzando tajos violentos en todas direcciones. Zig paraba y esquivaba los afilados golpes, pero no intentaba contraatacar.
“¡Jajajaja! ¡¿Sigues pensando que soy débil ahora?!”
Animado por el hecho de que su oponente no atacaba, Benelli aumentó aún más su ofensiva frenética. Al ver su destreza con la espada, Zig asintió con la cabeza.
“No está nada mal, considerando que no llevas mucho tiempo usando este tipo de arma.”
“¡Oh, así que ahora lo admites, imbécil! ¡Pero ya es demasiado tarde!”
Manejar una espada de doble filo era una hazaña increíblemente difícil. No solo era un arma larga, sino que usar algo con hojas en ambos extremos requería un dominio inimaginable. Como el usuario solo podía sujetarla en un área muy limitada, necesitaba técnicas completamente distintas a las de un bastón o una lanza, aunque su forma fuera similar.
Y Benelli la había dominado — era el verdadero negocio.
“Por eso eres débil.”
Para sorpresa de Benelli, Zig entró de lleno en su torrente de ataques y bloqueó. Aunque el movimiento era meramente defensivo, logró detener su rotación.
La hoja verde se quedó inmóvil.
El poder de Benelli radicaba en los tajos giratorios de la punta de la hoja, pero si otra arma bloqueaba la hoja inferior, no podría girar.
“¡Tú… maldito!”
Benelli intentó con todas sus fuerzas recuperar su arma, pero la hoja gemela de Zig no se movió ni un milímetro. Trató de zafarse usando una técnica de empuje y tracción para cambiar el peso, pero tampoco funcionó. El mercenario estaba inmovilizando la espada de doble filo del otro hombre solo con la fuerza bruta de sus brazos.
Por mucho que alguien pudiera avanzar con su habilidad, seguía siendo necesario tener fuerza y resistencia. Así como un bebé no podía vencer a un adulto, la técnica por sí sola no bastaba para cerrar la brecha de poder.
Zig nunca daba por sentado el físico con el que había sido bendecido y jamás dejaba de entrenar y perfeccionar sus habilidades. El talento no te hacía más fuerte físicamente ni te daba resistencia.
Benelli se había dejado llevar por su talento extraordinario y había descuidado gravemente lo más básico.
“Eres débil,” dijo Zig con tono indiferente, enfureciendo aún más a Benelli. “Corroído por tu propio talento.”
“¡Gaaaaaah!”
Benelli rugió, forzando su fortificación física hasta el límite, y apartó la espada de Zig de un golpe. Junto con su talento, también había sido bendecido con una gran cantidad de maná, suficiente para compensar sus carencias, pero eso solo era un arreglo temporal. No importaba cuánto se fortaleciera con magia, un cuerpo débil no aguantaría por mucho tiempo.
Ignorando el dolor insoportable que le quemaba los brazos por el esfuerzo extremo, Benelli apartó la hoja de Zig antes de lanzar un contraataque.
Un golpe perfecto.
El hombre desplegó su talento en todo su esplendor en ese último y desesperado momento. Salió de su zona de confort para demostrar su destreza, girando la delgada hoja en un elegante arco dirigido al hombro derecho del mercenario.
“Buen intento.”
El golpe de Benelli fue recibido por Zig Crane, el mercenario que había derrotado a una bruja. Con un movimiento vigoroso, alzó la hoja inferior de su arma para interceptar el ataque.
Un tajo ascendente contra uno descendente. Con la gravedad de su lado, el ataque de Benelli debería haber tenido ventaja, pero la espada repelida fue la suya.
Todo se reducía a la diferencia de peso entre las armas, la técnica refinada y, sobre todo, una abrumadora brecha en fuerza física. Ni siquiera una muestra de talento excepcional podía compensar la diferencia de poder en sus golpes.
Zig pasó al contraataque por primera vez.
Avanzó con un paso tan firme que hizo temblar la tierra bajo sus pies y bajó su hoja gemela con una potencia que parecía arrastrada por la gravedad misma.
“¡Mierda!”
Sintiendo la fuerza detrás del golpe, Benelli se retiró en un frenesí de pánico.
Su reacción fue rápida, pero le faltó medio paso para esquivar el tajo. La diferencia en la longitud de sus zancadas y de sus brazos debido a la disparidad física, sumado a que Zig había reposicionado su mano hasta la base del mango al realizar el ataque, bastó para meterse en su guardia.
El golpe rasgó la barrera que había levantado con su objeto mágico y chocó contra la espada de doble filo que Benelli levantó instintivamente para defenderse.
El impacto le hizo sentir que flotaba, como si lo hubiera embestido un carruaje y lo hubiese lanzado por los aires.
La vibración en su estómago no parecía causada solo por el choque entre espadas.
“Nngh… Hff…”
El aire se le escapó de los pulmones. Había logrado aferrarse a su arma, pero su espada de doble filo ahora tenía un doblez pronunciado en el centro. Si el mango no hubiera sido hecho con los huesos de una monstruosidad extremadamente resistente, probablemente se habría partido en dos.
Ese era el resultado de recibir directamente solo uno de los golpes de Zig.
“Maldito… mon…struo…”
Benelli estaba de rodillas en el suelo y miró hacia arriba.
A pesar de haber esquivado todos los ataques de su oponente y de haber asestado un golpe demoledor, Zig ni siquiera parecía estar sin aliento.
“Como dije, el poder siempre será destruido por otro aún mayor.”
El aventurero caído intentó mover sus brazos entumecidos, usando su espada doblada como apoyo para ponerse de pie.
“Eso es lo que significa elegir una vida pisoteando a los débiles. Depredar a otros conlleva el costo de convertirse en la presa. La supervivencia del más fuerte… Ese es el camino que elegiste.”
A duras penas logrando sostenerse sobre sus temblorosas rodillas, Benelli dejó escapar una risa rasposa, como si tuviera algo atorado en la garganta.
“¡Haah! ¡Haha! Eso significa… que llegará el día… en que tú también serás la presa! ¡¿De verdad crees que eres un gran pez, huh?!”
Esto era imperdonable. ¡Ese hombre era igual que él! Y aun así, los demás lo reconocían, confiaban en él, lo aceptaban. ¿Cuál era la diferencia entre los dos?
“¡Tú también llegaste hasta aquí pisoteando a la fuerza las vidas de otros!”, lamentó Benelli, su voz resonando mientras forzaba las palabras a salir. “¡¿Qué tiene de diferente lo que tú y yo hacemos?!”
Zig dejó escapar una risa irónica, recordando cómo había matado a su antiguo camarada de armas.
“No somos diferentes. Tú y yo.”
Solo había llegado hasta donde estaba usando incontables vidas como peldaños. Lo sabía mejor que nadie.
Por eso mismo—
“Tú eres el siguiente a quien voy a pisotear.”
Como si esas palabras fueran la señal, ambos se movieron al mismo tiempo. Sus ataques apuntaban al cuello del otro, dos relámpagos sin el menor instinto de autoconservación, con un único objetivo: la muerte de su enemigo.
Destellos verdes y azules, dos arcos alineados para cortar la cabeza del contrario. Solo se encontraron por un instante… y solo uno quedó en pie.
La hoja cantó al cortar el aire.
En un latido, la oscuridad de la noche se tiñó con una lluvia de sangre.
Un único hilo rojo resbaló por la mejilla de Zig antes de que su cuerpo se empapara bajo una cortina carmesí.
La sangre fresca corría por su rostro, goteando hasta el suelo mientras el cuerpo decapitado caía con un golpe sordo. La cabeza voló por el aire antes de aterrizar con un chapoteo viscoso en un charco carmesí, uniéndose al cadáver.
“Me la llevaré,” dijo Zig, sacudiendo su hoja gemela para deshacerse de parte de la sangre antes de recoger la cabeza de Benelli. Estaba a punto de cerrarle los ojos —todavía abiertos de par en par por la sorpresa— pero se detuvo. No, eso sería demasiado bueno para él.
Así llegó a su fin la vida de Benelli Rasquez, un aventurero de cuarta clase dotado de talento, con un desenlace patético.
“¿Y ahora qué vas a hacer?”, preguntó el mercenario, echando un vistazo por encima del hombro.
La figura que había estado oculta en las sombras de un edificio finalmente se mostró. Era un joven de túnicas desordenadas, con ojos rojos y orejas puntiagudas.
Lyka sonrió cuando la luz de la luna lo bañó.
“Aww, hombre, me ganaste de mano,” dijo él, aunque no parecía particularmente sorprendido. “No tenía ni idea de que tú también estabas metido en esto, bro.”
Le echó una mirada indiferente al cuerpo decapitado de Benelli. Su expresión era fría y aburrida, observando el cadáver como si no fuera más que basura.
“Aun así… qué decepción.” El joven torció el gesto con desdén al mirar la cabeza que Zig sostenía. “Mataba a los demás como le daba la gana, pero nunca se preparó para la posibilidad de que lo mataran a él… hasta el último momento.”
“Lo siento. Siento que te robé tu presa.”
“En el mundo de los cazarrecompensas, generalmente el primero en llegar es el que se la lleva. Apesta haber perdido a mi presa, pero no habría sido nada divertido matar a un imbécil a medias.” Lyka se encogió de hombros. No parecía molesto… o más bien, no parecía interesado. A diferencia de Benelli, a Lyka solo le importaba matar oponentes fuertes. “¿Qué te parece compensarlo con un combate algún día? Sí… eso sería mucho más entretenido.”
Sin esperar respuesta, el joven espadachín se despidió con un gesto casual y desapareció de nuevo en la oscuridad.
“¿Está hecho?”
Zig se giró hacia la voz y vio a Bates cargando a Milyna en la espalda. Había logrado hacerle primeros auxilios a sus heridas, pero ella aún no se recuperaba de toda la energía que había perdido. Su pálido rostro descansaba sobre el hombro de Bates mientras dormía.
Zig levantó la cabeza de Benelli en silencio.
“Bien. Ahora por fin podrán…” El rostro de Bates se iluminó al ver la cabeza de su enemigo, pero en sus ojos quedaba una tristeza persistente. “Aun así, se siente vacío. La venganza, digo.”
La felicidad solo duró un momento antes de que su expresión volviera a apagarse.
“Solo porque él esté muerto… no significa que nuestros compañeros caídos vayan a volver…”
“Sí.”
Zig no tenía las palabras adecuadas para él. Solo se le ocurrían frases superficiales como “la venganza está justificada” o “trae consuelo a los que quedan”. Pero, como alguien que no entendía realmente el significado de la venganza, el mercenario dudaba en decirlas.
En cierto modo, la guerra no era más que un ciclo de venganza.
Las personas cuyas familias y camaradas habían sido asesinados en batalla se vengaban matando a los ciudadanos del país enemigo. Los familiares y amigos de los caídos, a su vez, mataban en venganza.
Esa era una de las esencias de la guerra.
Los mercenarios podían considerarse la unidad de vanguardia contratada para la venganza. Como alguien que había participado en más que unas cuantas, a Zig le resultaba irónico el hecho de que aún no la entendiera del todo.
El mercenario metió la cabeza en un saco y se echó la espada gemela al hombro mientras se preparaba para irse.
“Aun así, esta vez lograste protegerla.”
Sus palabras hicieron que Bates echara un vistazo a Milyna, que seguía desplomada sobre sus hombros. Había podido rescatarla porque no perdió su deseo de retribución. Porque actuó movido por su sed de venganza, había logrado salvar una vida.
“Tienes razón,” dijo Bates con orgullo, atesorando el calor que sentía en su espalda. “Supongo que bien está lo que bien acaba.”
En comparación con todo el alboroto que había causado la situación, su resolución fue bastante anticlimática.
Zig entregó la cabeza a Bates y su dinero de recompensa le fue entregado al día siguiente. Por alguna razón, fue Milyna quien se lo llevó. Su llegada hizo que Siasha adoptara una actitud amenazante.
Pero… era lo que era.
“¿Tomaste otro trabajo?”, preguntó la bruja mientras Zig le peinaba el cabello. Se le había alborotado cuando intimidó a Milyna.
La presencia intimidante de Siasha había hecho que la otra mujer se encogiera patéticamente, pero aun así, la joven aventurera logró expresar apropiadamente su gratitud por el día anterior.
“No era mi intención… pero supongo que terminó siendo así.”
Necesitaba dinero para asegurarse de contar con el equipo adecuado para el trabajo de aventurero. Si no podía ganar monedas participando en guerras, no estaba de más acumular la mayor cantidad de capital posible.
Una relación cordial había nacido de un malentendido, y casi parecía un retorcido giro del destino que eso lo hubiera llevado a recibir una oferta de trabajo.
Había oído muchas veces a los mercenarios veteranos decir que las conexiones con otras personas abrían puertas a nuevas oportunidades. Ahora se daba cuenta de que no era algo para tomarse a la ligera.
“Oye, Zig…”
Saliendo de sus pensamientos y dándose cuenta de que tardó en responder, Zig finalmente contestó.
“¿Hm? ¿Qué pasa?”
Siasha se dio la vuelta, sus ojos azules encontrándose con los de él.
“Umm… ¿piensas de vez en cuando en… querer volver al otro continente?”
Parecía inquieta.
Aunque fuera solo por un momento, ver esa fragilidad en su expresión hizo que Zig olvidara que era una bruja.
Era fácil hacerse la idea equivocada por su habitual alegría, pero Siasha no era tan estable emocionalmente. Simplemente no reaccionaba a las cosas que no le interesaban.
Por otro lado, el hecho de que le hiciera una pregunta así significaba que tenía interés en los pensamientos y sentimientos de Zig. Era prueba de que quería conocerlo mejor. En otras palabras, estaba preocupada.
Como el mercenario rara vez mostraba sus emociones, ella quería saber qué pasaba por su mente y cómo se sentía. Eso era lo que realmente importaba.
“Hmm…”, murmuró Zig.
El sublíder que lo había acogido una vez, le dijo que nunca cambiar de expresión en el campo de batalla era una ventaja, incluso en una situación complicada.
Pero nadie le había enseñado cómo manejar a un cliente que se mostraba angustiado en una situación como esta.
Aunque no lo demostrara, Zig se sintió un poco nervioso mientras se preguntaba qué se suponía que debía decir.
Al verlo quedarse en silencio, Siasha se puso aún más ansiosa.
Esto no es un buen equilibrio, pensó el mercenario. En ese caso…
Los hombros de la bruja se sobresaltaron cuando él se movió.
Dejando el peine a un lado, Zig colocó su mano derecha sobre su cabeza, sin preocuparse por lo sorprendida que estaba mientras le acariciaba el cabello de manera descuidada.
“U-umm…”
Zig interrumpió a Siasha antes de que pudiera hablar.
“La primera vez que escuché que en este lugar no había guerras, me preocupé por cómo iba a ganarme la vida.”
Todavía no había encontrado las palabras adecuadas, pero probablemente eso no importaba demasiado.
“Pero sigo encontrando trabajos aquí y allá, y todos los días veo trucos elegantes como la magia.”
El mercenario no sentía descontento con su vida actual, así que solo tenía que poner esa sensación en palabras.
“No está mal.”
Con eso, retiró la mano de su cabeza y tomó el peine nuevamente, señalándole con la barbilla que se diera la vuelta.
“Okay.”
Zig volvió a peinar su cabello despeinado.
Había mejorado un poco desde que comenzó, pero no podía —ni tenía intención— mirar la expresión de Siasha mientras ella permanecía de espaldas.
“Zig… Zig…”
“¿Qué pasa?”
“Puedes jalar un poco más fuerte.”
Ante su petición, Zig pasó el peine por su cabello con un poco más de fuerza, aunque aún con cuidado. La incómoda atmósfera de antes había desaparecido por completo.
“Por cierto, el hombre que te atacó ya está muerto.”
Cuando el mercenario cambió de tema, Siasha casi inclinó la cabeza con sorpresa, pero se detuvo al recordar que él seguía trabajando en su cabello.
“¿Eh? Ah, es verdad, eso pasó, ¿no?”
No tuvo una reacción muy fuerte, quizá porque ya había procesado el asunto en su mente y estaba en camino a olvidarlo.
“Bueno, algo así.”
Las personas que se aprovechaban de otras eran devoradas por los fuertes y rápidamente desechadas. Era un final adecuado para gente como Benelli… y como él.
“Me pregunto cuánto tiempo podré seguir con esto.”
“¿Zig?”
Siguió peinándola, diciéndole que no era nada cuando la escuchó reaccionar al pensamiento que no tenía intención de decir en voz alta.
Algún día, alguien más fuerte que él —alguien a quien no pudiera vencer— lo devoraría, y moriría.
Pero estaba bien. Estaba preparado para ello; había hecho las paces con ese destino hace mucho tiempo.
Sin embargo, al ver a Siasha entrecerrar los ojos con comodidad, como un gato al que acariciaban, tuvo un pensamiento.
Al menos… al menos, tengo que protegerla.
“Porque es mi trabajo,” agregó, como si acabara de recordarlo.