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Majo to Youhei Volumen 2 capítulo 3

"Leer Witch and the Mercenary novela ligera volumen 2 capítulo 3 en español."

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 Witch and the Mercenary volumen 2 capítulo 3 en español


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Witch and the Mercenary volumen 2

Culpable Hasta que se Demuestre su Inocencia


Por la mañana, Zig acompañó a Siasha AL gremio mientras ella se preparaba para trabajar con su nuevo grupo por primera vez. Como era el intento inicial del equipo de aventurar juntos, el plan era ver cómo se desenvolvían y comenzar con un trabajo recurrente que pudieran completar al final del día.

Aparentemente, el encargo era exterminar algunas de las monstruosidades tipo insecto con las que Siasha y Zig ya habían peleado antes.

“Cuídate. Asegúrate de volver sana y salva.”

“Gracias. ¡Tú también, Zig!”

Zig no planeaba hacer ningún trabajo de aventurero, así que eso no sería un problema para él. Pensó en decírselo, pero recordando lo que había pasado ayer, decidió quedarse callado.

Siasha le sonrió a Zig antes de dirigirse al punto de reunión con su nuevo grupo temporal.

Más de la mitad de los miembros de ese equipo eran aventureras. También había dos hombres en el grupo, pero no parecían estar mirando a Siasha con segundas intenciones.

“Ambos tienen novia dentro del mismo grupo,” comentó Listy mientras se acercaba a Zig, como si pudiera leer su mente, “así que no hay riesgo de que intenten coquetear con ella.”

Probablemente había considerado ese detalle antes de presentarle este equipo a Siasha. Zig había escuchado por Siasha que Listy también asistió a la primera reunión y fue una pieza clave para que todo fluyera sin problemas.

“No tengo intención de impedir que alguien le tire la soga si a ella no le molesta,” dijo Zig.

“¿Oh, en serio?” Listy pareció un poco sorprendida. Ella no se esperaba esa respuesta. Considerando lo cercanos que parecían, pensó que su papel de guardaespaldas era solo una fachada para algo más profundo.

“Si intentara ligar a una clienta, mi credibilidad como mercenario quedaría en duda. Además, sería demasiado complicado lidiar con cada cosa que le pase; hay cosas que tiene que manejar por sí misma. Dicho eso, te agradezco que hicieras estos arreglos por ella. Nos ha sido de gran ayuda.”

“Bueno, al menos quería compensarte de alguna manera por habernos salvado.”

En términos de pago, el asunto ya había quedado saldado en efectivo. Pero aunque Zig se lo recordara, Listy no parecía satisfecha y seguía intentando ayudarlos de varias formas.

Está llegando al punto en que yo voy a deberle un favor a ella, pensó Zig antes de notar que una multitud se había formado alrededor del mostrador de recepción.

Que la recepción estuviera abarrotada no era raro en sí, ya que en las mañanas y en las noches siempre había muchos aventureros entrando y saliendo para registrar y reportar misiones. Pero lo que era diferente esta vez era que un grupo de aventureros furiosos parecía estar armando un alboroto. Varios de ellos se habían metido hasta la zona del mostrador.

“¡Te lo he dicho mil veces!”, protestó uno de ellos. “¡Solo danos la maldita información de una vez!”

“Lo siento, pero no estamos autorizados a dar información sobre otros aventureros sin una razón válida. Por favor, retírense.”

La respuesta vino de la misma recepcionista que había ayudado a Zig cuando solicitó acompañar a un miembro del gremio la primera vez. Estaba manejando a los aventureros con una actitud increíblemente profesional, sin que su expresión cambiara en lo más mínimo, igual que cuando trató con él.

Ni siquiera mostró una pizca de emoción en su rostro, aun cuando la estaban amenazando unos aventureros bravucones. Aunque supiera que nadie se atrevería a ponerle un dedo encima al personal del gremio, esa confianza inquebrantable decía mucho sobre su carácter.

Zig no pudo evitar sentirse impresionado al observar la escena.

“Esa tiene nervios de acero,” murmuró él.

“Es fácil malinterpretarla, pero en realidad es muy amable,” respondió Listy. “Intervino porque un miembro nuevo del gremio estaba teniendo problemas para lidiar con ellos.”

“¿Ah, sií?”

Zig recordó su interacción previa con aquella recepcionista. En su momento, sus palabras le parecieron increíblemente directas y mordaces, pero aunque ella le hubiera dicho exactamente lo que quería escuchar, eso no habría eliminado los peligros que implicaba acompañar a un aventurero.

Con eso en mente, probablemente lo hizo de buena fe al presentarle los riesgos y dejarle claro que no contaría con la protección del gremio. Quizás esas palabras provenían de la sinceridad con la que desempeñaba su trabajo.

“¡Nuestros compañeros fueron masacrados! ¡¿Eso no es razón suficiente?!” El grito agudo del aventurero hizo que la multitud a su alrededor se agitara.

Aun así, la expresión de la recepcionista permaneció impasible.

“No habrá cambios en nuestra postura actual a menos que los responsables sean capturados en el acto. Nos pondremos en contacto después de revisar la información proporcionada y si la denuncia resulta legítima. Hasta entonces, por favor, retírense.”

“¡Tú…!”

El hombre estaba tan furioso que algunos aventureros cercanos —que parecían ser sus compañeros— tuvieron que sujetarlo para evitar que se lanzara contra la recepcionista.

“¡Cálmate!”, dijo uno de ellos. “Entendemos cómo te sientes, pero si te lanzas contra el gremio, las cosas no van a terminar bien.”

“¡Suéltenme! ¡Voy a noquear a esta perra de un solo golpe!”

El hombre intentó forcejear en vano antes de que lo arrastraran lejos con los brazos inmovilizados detrás de la espalda.

Zig observó cómo el resto de los aventureros comenzaba a murmurar entre ellos.

La recepcionista mantuvo su expresión imperturbable mientras veía al hombre ser retirado, antes de girarse hacia uno de sus compañeros.

“En fin, reportaré este incidente a nuestros superiores. Creo que puedes encargarte del resto.”

“S-sí. Gracias por tu ayuda.”

Incluso ante la amenaza de violencia, la recepcionista seguía tan tranquila como siempre.

“Wow. No parece que tenga conocimientos de combate, y aun así se mantiene tan serena. ¿De qué está hecha esa mujer…?”

“Supongo que tú podrías manejar un incidente así con la misma facilidad, ¿no, Zig?”, preguntó Listy.

“Eso es porque, si hiciera falta, podría encargarme de él. Si tuviera la misma experiencia de combate que ella, dudo que hubiera podido hacer más que ese novato al que cubrió. Dejando eso de lado, escuchaste lo que dijo, ¿verdad?”

“Sí. Parece que algunos miembros de su equipo fueron asesinados… y por otro aventurero, nada menos.”

Por la respuesta despreocupada de Listy, no parecía ser algo que la sorprendiera.

¿Acaso no es un caso aislado en esta industria?, pensó Zig.

“¿Sucede seguido?”, preguntó él.

“Hasta cierto punto.”

Ser aventurero era una profesión en la que el riesgo de lesionarse o morir venía con el paquete. Sin embargo, esos peligros no solo provenían de los encuentros con monstruosidades. Las disputas internas por las recompensas a veces terminaban en asesinatos. Y en ocasiones, aventureros arruinados y endeudados atacaban a compañeros más exitosos con tal de saldar sus deudas.

Las razones por las que los aventureros podían matarse entre sí no eran pocas.

Dado que los aventureros compraban su equipo con la intención de usarlo contra monstruosidades, los artículos eran bastante caros. Una de las verdades más desagradables era que venderlos podía generar más dinero que aventurarse. Sin embargo, los aventureros más hábiles eran los que tenían mejor equipo, por lo que había una alta probabilidad de que se defendieran si alguien intentaba robarles.

“La mejor forma de protegerte de los ataques es simple: hazte más fuerte,” dijo Listy. “Tener el respaldo de un clan también ayuda.”

Cuanto más fuerte eras, menos probable era que te convirtieras en un blanco. Tal como dijo, era una estrategia sencilla. Pero que fuera simple no significaba que fuera fácil, razón por la que la mayoría de los aventureros optaban por la segunda opción.

Al unirte a un clan, se te consideraba un compañero de armas, y el simple hecho de saber que un clan entero no se quedaría de brazos cruzados si alguien intentaba pasarse de listo con uno de los suyos era un buen elemento disuasorio.

Por supuesto, si metías la pata como miembro de un clan, había sanciones o castigos, pero a menos que cometieras un acto escandalosamente atroz, por lo general se limitaba a pagar una compensación o recibir una reprimenda.

Los aventureros novatos no tenían mucho margen de negociación cuando se trataba de discutir los porcentajes de recompensa que recibían por los trabajos en equipo, así que la transparencia de las políticas de los clanes era una razón más para que muchos recién llegados quisieran unirse a uno.

“Así que lo que estás diciendo es que quienes murieron no eran miembro de un clan?”

“No. No sé quiénes fueron los desafortunados, pero si mal no recuerdo, los que estaban armando tremendo escándalo sí pertenecen a uno. Si eran amigos, probablemente todos estaban en el mismo clan.”

“Pensé que estar en un clan hacía menos probable que te atacaran.”

“Es cierto. Debería haber bastantes personas como el tipo que acabamos de ver, dispuestas a vengar a sus camaradas caídos. El riesgo de atacar a alguien con amigos es mucho mayor que el de atacar a una persona que está sola.”

Pero aun así los atacaron, pensó Zig.

“¿Eso significa que fueron atacados por una razón que superaba el riesgo de que el clan tomara represalias?”

“Es poco probable. También pudo haber sido un crimen impulsivo.”

Tenían tan poca información sobre el incidente que no llegarían a ninguna conclusión sin importar cuántas teorías se les ocurrieran.

“Crímenes entre aventureros, huh…”, murmuró Zig.

Había una posibilidad real de que Siasha también se convirtiera en un blanco. Si eso llegaba a pasar, se preguntaba hasta qué punto tendría que llegar para manejar la situación. En el lugar de donde venía, matar a tu atacante zanjaba el asunto al instante.

Por supuesto, si alguien levantaba una espada contra ti, lo natural era acabar con él. Nadie en su tierra condenaría esas acciones.

Pero este lugar no era así.

Si estuviera haciendo todo esto solo, sería otra historia, pero si mataba sin pensarlo, podría afectar negativamente la vida de la persona a la que fue contratado para proteger. Por otro lado, dejar ir a quienes tenían malas intenciones solo haría que cosas así siguieran ocurriendo.

“Qué fastidio,” murmuró él.

Ahora tenía aún más cosas que considerar, ya que no podía depender de los métodos a los que siempre había recurrido. Le gustaría poder decirle con orgullo a Siasha e Isana que no cambiaría su manera de trabajar, pero parecía que no le quedaba opción.

✧❂✧

Listy observó con atención a Zig por el rabillo del ojo mientras recordaba las palabras de Lyle el otro día. Él mencionó haber sentido miedo de Siasha porque no lograba leerla bien.

La arquera también había estado atenta a Siasha cuando la presentó al grupo el otro día, pero no había percibido las inquietudes de las que hablaba Lyle.

Por el momento, lo que más le preocupaba era Zig.

Sabía perfectamente que él no era de Halian. Era raro que un hombre con tanta habilidad no estuviera rodeado de rumores, sin mencionar que decía ser un mercenario.

No había oído de ningún país cercano donde el trabajo de mercenario estuviera en auge. La mayoría de los mercenarios en esta ciudad eran aventureros caídos en desgracia, individuos que habían sido expulsados del gremio por comportamiento problemático.

Nadie aspiraba a ser mercenario — era un trabajo en el que literalmente caías por accidente. Y no era solo la opinión de Listy, sino algo que mucha gente pensaba.

No es que nunca expulsen a aventureros hábiles, pensó ella, pero los que lo son suelen acabar como guardaespaldas de la mafia o convirtiéndose en los cabecillas de algún grupo de matones. No tengo la sensación de que Zig sea un tipo tan malo. Es extraño…

✧❂✧

Zig se dirigió a la armería después de separarse de Listy.

Originalmente había planeado pasar a echar un vistazo ayer, pero tuvo que cancelar debido al trabajo urgente que aceptó. Aunque gastó una pequeña fortuna en su nueva arma y en las monedas de adamantita índigo, sus bolsillos volvían a sentirse bien llenos gracias a los pagos que recibió de Alan e Isana.

Como Isana estaba en la ruina y no podía pagarle directamente, su recompensa vino del anciano de la tribu. Le hizo un poco de gracia verla tan avergonzada, con las orejas gachas de vergüenza.

Una vez dentro, se dirigió a la sección de equipo de protección. Su arma era suficiente por ahora, pero su armadura estaba en pésimas condiciones. No podía confiar solo en los guanteletes y grebas que había comprado recientemente.

Considerando que probablemente se enfrentaría a más monstruosidades en el futuro, necesitaba un mejor conjunto de equipo protector. El peso no era un problema, pero quería evitar cualquier cosa que restringiera su movimiento. Manejar una espada gemela requería el uso de todo su cuerpo, así que era importante que tuviera un buen rango de movimiento en los hombros.

La mayoría de las armaduras se vendían como conjuntos integrados para mejorar la eficiencia, y las que no lo eran solían tener precios astronómicos.

“No parece que tenga mucha suerte...”

Incapaz de encontrar lo que buscaba, Zig deambuló sin rumbo por la tienda hasta que una de las empleadas lo notó y se le acercó.

“¿Está buscando algo?”, preguntó ella.

Al observarla más de cerca, se dio cuenta de que era la misma mujer que lo había atendido la última vez. La tienda era grande y no era la única empleada, pero tal vez interactuar con ella era cosa del destino.

La vez anterior lo ayudó a encontrar exactamente lo que buscaba, así que quizás podría repetir la hazaña. Zig decidió explicarle con detalle lo que necesitaba.

“Así que quieres algo que no sea muy caro, pero que también sea duradero y no afecte tu movilidad...”

“Lo siento, tal vez estoy pidiendo demasiado.”

Escuchar todas esas condiciones en voz alta hizo que Zig se diera cuenta de lo exagerado de su petición. Una armadura ligera, resistente y barata sería popular entre cualquiera. Precisamente, la razón por la que conseguir buen equipo era un dolor de cabeza era porque cosas así no existían.

“Tenemos algo que cumple con todos esos requisitos,” respondió ella.

“¡¿De verdad?!”

La empleada pareció visiblemente sorprendida por su reacción. Cuando su asombro se disipó, Zig rápidamente reorganizó sus pensamientos, dándose cuenta de que un objeto así sonaba demasiado bueno para ser verdad.

“Me imagino que hay una condición, ¿no?”

“Aciertas. Es esta,” dijo la dependienta, señalando una coraza que parecía estar hecha de algún tipo de caparazón. A simple vista, no se veía diferente de las demás.

Entonces comenzó a explicarle: “Existen ciertas monstruosidades especializadas en magia defensiva. Esta coraza está hecha con el caparazón de una de esas criaturas. Aunque el caparazón en sí no es muy fuerte, su resistencia puede aumentar drásticamente al imbuirlo con maná. Es ligera y tiene un precio razonable en comparación con artículos similares. La única desventaja es que consume una cantidad considerable de maná para activarse, y si te atacan por sorpresa sin tenerlo reforzado, se romperá con facilidad.”

Dado que las armas creadas con materiales de monstruosidades eran superiores, Zig no tenía dudas de que la armadura sería igual. Probablemente, esta pieza era una opción atractiva para alguien que confiara en su cantidad de maná y no quisiera gastar mucho dinero.

Sin embargo, no esperaba que el tema del maná surgiera en este contexto. A medida que la dependienta hablaba, Zig se veía cada vez más decaído.

“¿No es de tu agrado?”, preguntó ella al notar su expresión sombría.

“Oh, no. No es eso. Me acabo de dar cuenta de que olvidé mencionarlo antes, pero no puedo usar ítems mágicos.”

“Si te preocupa la cantidad de maná, también ofrecemos pociones portátiles para recuperar energía mágica,” dijo ella con una suave sonrisa, ofreciendo una posible solución. Pero Zig simplemente siguió cabizbajo.

Parece que no me queda más opción que revelar un poco sobre mis circunstancias si planeo seguir usando este lugar, pensó para sí. Demasiada poca información podría llevar a malentendidos cruciales más adelante. Y prefiero evitar que mi equipo sea la causa de eso tanto como sea posible.

“¿Ocurre algo?”, preguntó la dependienta.

Tras decidir que el riesgo de quedarse callado era mayor que el de hablar, Zig finalmente dijo: “Quisiera que lo que estoy a punto de decir quede solo entre nosotros.”

“Entendido.” La dependienta asintió, percibiendo por el tono de Zig que lo que iba a revelar era importante. “Protegemos la información de nuestros clientes mientras no viole la ley.”

“No tengo nada de maná.”

La sensación de tener que sonar tan apenado por algo que le parecía sentido común era indescriptible. Para él era algo natural, pero no podía decirse lo mismo de la dependienta.

“No puede ser. Eso es...”

Esa simple revelación bastó para dejarla completamente atónita. Se llevó una mano a la boca para evitar que escaparan más palabras. Para alguien como ella, que daba por sentado el poder usar magia, imaginar lo difícil que debía de ser la vida sin ella era aterrador.

Ese no era el caso de Zig, pero al desconocer sus circunstancias, ella entendía perfectamente por qué era algo que intentaba ocultar.

El mercenario esperó en silencio a que se calmara.

“Comprendo tu situación, y siendo así, no haré más preguntas. Podemos elegir el equipo basándonos en los detalles que me diste.”

“Eso me ayudaría bastante.”

La chica era una profesional en toda regla, intentando hacer su trabajo sin indagar demasiado a pesar de haber recibido una información increíble de un cliente. Aun así, no pudo suprimir del todo su curiosidad.

“Entonces... ¿quieres decir que manejas esa arma sin usar magia de fortalecimiento físico?”, preguntó, lanzando una mirada a la espada gemela que Zig llevaba a la espalda.

Era prácticamente de su tamaño e increíblemente pesada, un arma que resultaría difícil incluso para aventureros que usaban fortalecimiento mágico.

Cuando Zig vino por primera vez en busca de un arma, ella le mostró otra opción — la verde, que priorizaba el filo. Tal vez esa sí podía manejarse con pura habilidad, pero, además de que los usuarios de espadas gemelas eran raros, probablemente sólo un puñado de personas podría empuñar con propiedad el arma que él eligió.

“Así es. Me valgo solo de mi fuerza.”

“Y-ya veo...”

Esa declaración le resultó incluso más difícil de procesar que el hecho de que no tuviera maná. Sintió el impulso de decírselo, pero logró reprimir su asombro y enfocarse en su trabajo.

Zig y la dependienta discutieron varias opciones y probaron diferentes piezas de equipo, pero no hubo un momento de “esto es justo lo que necesito”. Fue más bien una situación de “maldito si lo haces” y “maldito si no lo haces”

Para comprar una pieza de armadura a un precio decente, debía sacrificar movilidad o durabilidad. Y aunque el peso no era un problema para Zig, encontrar una armadura pesada que también fuera ligera era básicamente una contradicción.

“No puedes evitar tener que elegir piezas más grandes si realmente quieres durabilidad en este rango de precios,” comentó la dependienta.

“Supongo que tendré que aumentar mi presupuesto...”

“Lo siento muchísimo,” se disculpó la empleada, inclinando la cabeza.

Estaba haciendo todo lo que podía, y Zig —quien sabía desde el principio que su petición era poco realista— se sintió un poco culpable.

“No, no te preocupes,” dijo él. “Míralo de esta forma: al menos encontré algo bueno para mi compañera.”

No solo la armadura podía fortalecerse al imbuirla con maná. También había muchas prendas similares diseñadas para usuarios de magia, como vestimentas y túnicas. En lugar de endurecerse, algunas incluso formaban una especie de barrera alrededor del usuario.

Zig pensó que pronto tendría que volver con Siasha, pero entonces notó la expresión sombría de la dependienta. Parecía que algo la estaba preocupando.

“El equipo protector para usuarios de magia no es muy resistente desde el inicio, así que la mayoría consume bastante maná. Si el usuario no distribuye bien su maná entre ataque y defensa, podría quedar en una situación bastante peligrosa. ¿El suministro de maná de tu compañera estará bien?”

“Hm… Creo que estará bien,” respondió Zig.

Ahora que sabía por qué la dependienta lucía tan preocupada, se cubrió la cara con una mano para ocultar su sonrisa, sabiendo que sería de mala educación reír cuando ella se había tomado el asunto tan en serio.

“Si no me equivoco, dijiste que ella fue quien derrotó al Jabalí Acorazado que trajiste antes. ¿Supongo que tiene bastante confianza en su maná?”

“No le he preguntado mucho al respecto, pero nunca la he visto en una situación en la que pareciera habérsele agotado.”

Aunque Zig mantuvo los detalles vagos, dejó claro que los niveles de maná de Siasha estaban más que bien; eso era algo de lo que no tenían que preocuparse. Incluso en este continente donde la magia era la norma, ella seguía siendo una bruja, una entidad distinta a los demás.

Si bien ella nunca le había explicado nada al respecto, él podía notar que había una diferencia entre su magia y la magia que usaban las personas de aquí, simplemente por lo que había presenciado.

Que su maná se consumiera de forma ligeramente ineficiente probablemente no sería un gran problema para ella. Aunque lo hubieran contratado para protegerla, reforzar su defensa seguía siendo una prioridad.

“Creo que por ahora eso sería todo. La próxima vez traeré a mi compañera para que lo vea por sí misma. Perdón por las molestias de hoy.”

“No, me hubiera gustado ser de más ayuda. Mantendré vigilado el inventario de artículos para magas, así estaré mejor preparada la próxima vez que vengas.”

Esta dependienta realmente era impresionante. La excelente atención al cliente que ofrecía esta tienda seguramente era una de las razones por las que su negocio prosperaba.

Zig le agradeció una vez más por su amabilidad antes de salir de la armería. Luego pasó por una tienda general para abastecerse de más suministros — tenía que asegurarse de tener suficientes calcetas gruesas.

Debido a la naturaleza de su trabajo, con frecuencia terminaba caminando por terrenos irregulares, así que era necesario asegurarse de que sus extremidades inferiores también estuvieran bien equipadas.

El mercenario no escatimó en gastos, sabiendo por experiencia propia que si intentaba ahorrar en ese aspecto, se arrepentiría después.

“Eres la primera persona que conozco que se apasiona tanto por lo que lleva en los pies,” comentó el chico que atendía la tienda, aparentemente curioso de por qué Zig inspeccionaba la mercancía con tanto detalle. “Pensé que a los aventureros solo les importaban sus armas y esas cosas.”

El chico había confundido a Zig con un aventurero, pero corregirlo sería una molestia innecesaria, así que simplemente siguió revisando los productos.

“¿De qué hablas? Este tipo de equipo es mucho más importante que un arma mediocre.”

“¿E-en serio?”

El chico se mostró de inmediato escéptico. Le costaba creer que ese hombre pensara que los zapatos eran más importantes que una espada.

Zig soltó una risa seca, recordando que él también había pensado igual cuando recién empezaba.

“Piensa en esto. Aún puedes pelear sin un arma, aún puedes huir sin brazos… pero no puedes hacer ninguna de las dos si tus piernas están fuera de combate.”

“Eso… es cierto.”

“Si te quedas atrapado, solo te quedan dos opciones: esperar a que te rescaten o esperar a morir. Y yo no soy tan optimista como para apostar mi vida a que me ayuden.”

Proteger los pies a toda costa — lo único más importante que eso es la propia vida.

Uno de los mercenarios veteranos con los que Zig trabajó solía repetirlo hasta quedarse azul de tanto decirlo.

“¡Mientras tus piernas funcionen, sal de ahí por tu cuenta! ¿Cuántos hombres crees que se necesitan para cargar a un tipo que no puede caminar?! ¡Si no puedes moverte, haznos un favor y muérete! ¡Así solo perdemos la fuerza de un hombre!”

La forma en que lo decía no era precisamente agradable, pero su razonamiento tenía sentido. Al final del día, un mercenario que no podía moverse solo era una carga para los demás.

Una vez que terminó de elegir los artículos, Zig se los entregó al chico junto con el pago.

“Gracias. ¿Vas a… llevarlos contigo?”

Después de contar el dinero con mano experta, el chico se dio cuenta de que Zig no había incluido la tarifa de entrega.

“Oh, no, quiero que los envíen. Mándalos aquí…”

Zig le pidió al chico que enviara los artículos a la posada donde se estaba hospedando.

“Deberían llegar antes de la noche. Si no estás en tu habitación en ese momento, se los dejaremos a la casera.”

“Entendido.”

Después de reabastecerse con artículos de uso general, Zig se dirigió a un callejón que había visitado antes, con la intención de cerrar un trato con un informante. La última vez que fue a buscar uno, Isana lo interrumpió de manera grosera, y lidiar con ella terminó siendo su prioridad. Desde entonces había dejado el asunto en segundo plano, ya que no había encontrado el momento adecuado para retomarlo. Esa última petición de Isana le había tomado todo un día.

“Esa mujer siempre encuentra la forma de arruinarme los planes. Tal vez la razón por la que todos la evitan es simplemente porque es un imán de problemas.”

Como Isana no estaba allí para defender su honor, Zig se sintió libre de decir lo que pensaba mientras echaba un vistazo alrededor. Había un número decente de personas deambulando, pero no reconoció a nadie.

Se rio de sí mismo por ser tan paranoico y siguió avanzando hacia su destino, cuando—

“Ah, ahí estás. Bien, bien. Me alegra haberte encontrado. Perdón, ¿podría tomar unos minutos de tu tiempo?”

Zig se quedó inmóvil. Un hombre, que claramente se dirigía a él, avanzaba en su dirección. Fastidiado por volver a ser interrumpido, le echó un vistazo de arriba abajo.

Tenía una sonrisa encantadora y no parecía alguien con la más mínima experiencia en combate. Sin embargo, el hecho de que la mirada irritada del mercenario no lo inmutara ni un poco dejaba claro que no era un tipo cualquiera.

Zig no tenía ni idea de por qué ese hombre lo estaba llamando.

“¿Qué quieres?”

“Disculpa la tardía presentación. Mi nombre es Kasukabe. Soy el administrador del Clan de Aventureros Wadatsumi. Y tú eres Zig Crane, ¿me equivoco?”

“Ese soy yo.”

Que no mostrara miedo tenía sentido. Si ese tipo estaba vinculado a un clan, seguramente estaba acostumbrado a tratar con gente ruda. Zig no se sorprendió de que ya supiera su nombre — no es como si estuviera tratando de ocultarlo. Era información que cualquiera podría averiguar con tan solo preguntar un poco, pero eso significaba que este hombre se le estaba acercando con un propósito específico.

Lo que Zig no lograba imaginar era cuál.

“Nuestro clan recluta activamente a nuevos talentos prometedores. Por ello, nos encantaría extenderle una invitación a la señorita Siasha, en vista de sus recientes hazañas impresionantes.”

Ah, entonces está tratando de reclutarla.

Pensándolo bien, la recepcionista había mencionado que algo así podría pasar. Dejando de lado su verdadera edad, Siasha se veía como una trabajadora joven y sumamente competente a los ojos de los demás — sin mencionar que era un deleite a la vista. Prácticamente podría servir como un cartel publicitario ambulante para un clan.

Cuanta más gente se uniera con la intención de acercarse a ella, mayor sería la escala a la que podrían operar. Y quien lograra convencerla de unirse ganaría más peso dentro del clan.

Por eso resultaba extraño que no más personas la estuvieran buscando.

“¿No es costumbre dirigirse directamente a la persona que se quiere invitar?”

Este tipo debía estar al tanto de que Zig no era un aventurero. Se sentía raro que acudieran a él, el tipo que solo había sido contratado para protegerla.

La sonrisa de Kasukabe se tornó un poco incómoda al responder.

“Sí, por supuesto que hablamos con ella. Pero dijo que este tipo de consultas debían pasar por ti…”

“No es como si fuera su representante.”

Zig había pertenecido a una brigada de mercenarios antes, pero nunca a un clan de aventureros. Cuando se trataba de evaluar los pros y contras de unirse a uno, él era un novato. No se sentía cómodo con que le estuvieran pasando la responsabilidad de decidir.

“Puedes pasarte por el lugar y echar un vistazo si quieres. Así podrías interactuar con algunos de los aventureros que trabajan con nosotros y conocer más sobre el apoyo financiero y otros beneficios que ofrecemos a quienes se unen.”

Su propuesta fue suficiente para que Zig considerara la posibilidad de darse una vuelta por el lugar.

Probablemente sería mejor que dejarle la decisión completamente a Siasha, ya que ella nunca había formado parte de ningún grupo antes.

El mercenario consideró rechazar la oferta, pero al final decidió escuchar lo que tenían que decir. Quería hacerse una mejor idea de las ventajas y desventajas de unirse a un clan, así que verlo en persona le sería útil. En particular, quería saber hasta qué punto el clan restringía el comportamiento de sus miembros y qué tan disuasivo podría ser contra actos indeseados. Había muchas cosas que serían imposibles de evaluar a menos que las viera con sus propios ojos.

“Okay. Iré, siempre y cuando sea solo para escucharte. ¿Estás seguro de que no hay problema en que la invitada no esté presente?”

“No es un problema. Si a ella le interesa lo que tengas que decir, eres bienvenido a traer de vuelta a la señorita Siasha más tarde. Por aquí, por favor.”

Zig hizo lo que Kasukabe le pidió y comenzó a seguirlo. Lo siguió por un rato — parecía que se dirigían al lado oeste del distrito comercial. Notó que, cuanto más avanzaban, más desaparecían las tiendas generales que vendían artículos cotidianos, dando paso a tiendas de equipo y otros productos dirigidos a aventureros.

Entre ellas, apareció un gran edificio de dos pisos.

“Aquí estamos. Esta es la casa del Clan Wadatsumi.”

“¿Incluso tienen dormitorios dentro? Este lugar es bastante grande… ¿Es uno de los clanes más importantes?”

“En términos generales, diría que estamos en la clase media-alta,” explicó él. “Una de las características que nos distingue del resto es que brindamos un apoyo integral a los aventureros novatos, por lo que nuestra tasa de supervivencia es considerablemente más alta que la de otros clanes.

“Tenemos algunos aventureros veteranos altamente capacitados en nuestras filas, pero, para ser sinceros, están un paso por detrás de los que pertenecen a los clanes de élite porque a menudo les asignamos trabajos de respaldo para los aventureros más jóvenes.”

Dado que el clan se enfocaba en el crecimiento de nuevos miembros, los veteranos terminaban relegados a un segundo plano — pero Kasukabe afirmaba ese hecho con orgullo. No había futuro para una organización que no pudiera formar efectivamente una nueva generación. Era un logro digno de reconocimiento. Sin embargo, había algo que preocupaba a Zig.

Me pregunto si entre los veteranos se estará gestando algún sentimiento de frustración.

Por lo que estaba escuchando, la prioridad en los nuevos miembros parecía estar poniendo en desventaja a los aventureros experimentados. No sería raro pensar que algunos de ellos no estuvieran nada contentos con verse obligados a frenar sus propias carreras para dedicarse a cuidar a los novatos. No todos estarían dispuestos a aceptar medidas enfocadas únicamente en el futuro de la organización.

Zig todavía estaba reflexionando sobre eso cuando Kasukabe lo invitó a entrar. Algunos miembros del clan Wadatsumi estaban conversando entre ellos.

“Está sorprendentemente ordenado aquí dentro.”

Dado que el edificio también tenía espacios residenciales para aventureros, Zig no tenía muchas expectativas sobre el nivel de limpieza, pero el interior estaba tan impecable que incluso se podría servir comida allí.

“Nuestro líder es un poco maniático de la limpieza,” le informó Kasukabe. “Tenemos un contrato a largo plazo con un servicio de limpieza.”

“La limpieza es buena,” respondió Zig.

Debido a la naturaleza de su trabajo, Zig solía encontrarse con muchas personas que no se preocupaban por su apariencia ni su higiene, así que esto fue una grata sorpresa.

Uno de los aventureros los vio y se acercó a Kasukabe.

“Bienvenido de regreso, Kasukabe. ¿Es él…?”

“Sí. Asegúrate de tratar a nuestro invitado con la máxima cortesía.”

“Entendido. Disculpe, señor, pero ¿podría entregarme su arma?”

Zig dudaba que fuera a lograr convencerlos de que lo dejaran quedarse con ella. No estaba muy contento con la situación, pero aceptó su derrota y entregó el arma.

“Tengan cuidado,” advirtió. “Es pesada.”

“Okay… ¡Whoa!”

El aventurero casi se desplomó bajo el peso de la hoja gemela. Zig ya se imaginaba que eso pasaría y, con calma, lo ayudó a sostenerla.

“¿Necesitas ayuda con eso?”, preguntó él.

“Y-Yo puedo manejarlo,” respondió el aventurero, reajustando el arma para tener un mejor agarre. Su mirada se quedó fija en la hoja gemela del mercenario.

“¿Pasa algo?”, preguntó Zig.

“No, solo pensaba que es un arma bastante rara.”

Zig estaba algo desconcertado; la reacción del aventurero al ver un arma poco común parecía un poco exagerada.

“Subamos al segundo piso,” dijo Kasukabe.

El mercenario hizo caso a la petición del hombre y lo siguió escaleras arriba, dejando el asunto de lado. El segundo piso parecía ser el área donde compartían información sobre misiones a gran escala y recibían a invitados y altos mandos del clan.

Zig tuvo la impresión de que alguien los estaba esperando arriba — ¿quizá la persona que le daría información sobre el clan? Mientras subían las escaleras, miró hacia el primer piso y se dio cuenta de que no había muchos aventureros allí.

“Teniendo en cuenta la escala de sus operaciones, me sorprende que haya tan poca gente por aquí.”

“Probablemente sea porque todos están fuera en misiones en este momento. A esta hora del día, normalmente solo los miembros que están descansando se quedan aquí.”

“¿No tienen a nadie estacionado aquí en todo momento?”

Los campamentos mercenarios y similares siempre dejaban a algunas personas de guardia en caso de eventos imprevistos durante los días de descanso.

Kasukabe soltó una ligera risa ante la pregunta de Zig mientras seguía subiendo las escaleras. “Por supuesto, siempre tenemos miembros apostados. Tenemos que estar preparados por si sucede algo.”

Zig se sintió aliviado de que sus instintos no estuvieran equivocados, aunque también sintió un leve atisbo de sospecha ante lo que esas palabras implicaban.

“¿Lo que significa que ha habido algún tipo de incidente?”

Kasukabe siguió riendo mientras caminaban. “Pues sí, así es. De hecho, me han encargado investigarlo. Estamos en medio de resolver el asunto en este preciso momento…”

“¿Ah, sí?”

Llegaron a la cima de las escaleras. Varios aventureros con las armas desenvainadas los estaban esperando en el segundo piso. A juzgar por la hostilidad desbordante que irradiaban, no parecía que estuvieran allí para una charla amistosa.

Un vistazo rápido en retrospectiva le mostró que los aventureros que se habían quedado abajo estaban asegurando la escalera y todas las salidas.

Ahora que Zig estaba atrapado como una rata, Kasukabe se giró para mirarlo, con su sonrisa intacta.

“Antes de que escuches lo que tenemos que decir, me gustaría preguntarte algo primero.”

Los aventureros que lo rodeaban parecían listos para lanzarse sobre él en cualquier momento.

Zig se encogió de hombros ligeramente y miró de vuelta a Kasukabe. Seguía con esa sonrisa afable pegada en la cara, pero no cabía duda de que él era el cerebro detrás de esta situación.

Un suspiro escapó de los labios de Zig mientras dirigía la palabra al hombre: “¿Puedo preguntarte algo primero?”

“¿Y qué sería?”

“¿Soy un despistado o es que tú eres demasiado buen actor?”, preguntó, todavía sintiéndose un poco atónito. “¿Tú qué crees?”

La expresión de Kasukabe se ensombreció ante la pregunta.

“Tal vez ambos nos sentiríamos mejor si la respuesta fuera la segunda.”

“Ya lo creo.” Zig sonrió con sarcasmo. Su voz se tornó gélida cuando su sonrisa desapareció.

“Entonces, ¿qué es lo que quieres saber?”

“¡Tú eres el responsable de todo esto!”

No fue Kasukabe quien respondió a la pregunta de Zig, sino uno de los aventureros. Incapaz de controlar su ira, lo fulminó con la mirada a través de unos ojos inyectados en sangre. Zig le echó un vistazo antes de volver la vista hacia Kasukabe.

“No entiendo muy bien qué está pasando aquí…”

“¡No te hagas el inocente!”, gritó el aventurero una vez más.

“Vamos, vamos, Cain, déjame encargarme de esto.” Kasukabe intentó calmar al furioso aventurero —Cain— quien parecía estar a punto de lanzarse sobre Zig en cualquier momento.

Sus palabras no apaciguaron su enojo, pero sí hicieron que Cain se diera cuenta de que el interrogatorio no avanzaría si seguía perdiendo los estribos. Eso lo convenció de guardar silencio. Asintió a Kasukabe en señal de comprensión para que el administrador del clan pudiera volver a hablar con Zig.

“Algunos miembros de nuestro clan fueron atacados ayer. Eran jóvenes, pero aventureros hábiles con un futuro prometedor. De los cinco que eran, tres murieron y dos resultaron gravemente heridos… siguen inconscientes.”

Había algo en esa historia que le sonaba familiar.

Hubo todo ese alboroto en el gremio esta mañana, pensó Zig.

Recordó haber presenciado ese revuelo sobre los aventureros asesinados.

“¿Y?”, preguntó él.

Por primera vez, la expresión de Kasukabe cambió ante la pregunta de Zig. Seguía sonriendo, pero su mirada adquirió una aguda intensidad.

“Esta mañana, uno de ellos recuperó la conciencia. Solo fue por un momento, pero alcanzamos a preguntarle sobre el atacante.”

Kasukabe fijó su atención en el rostro de Zig, decidido a no perderse ni el más mínimo gesto.

“Era un solo atacante, y tenía que ser considerablemente fuerte para enfrentarse a cinco personas y salir ileso. Pero la pista más importante de todas fue… que ese hombre blandía una espada de doble filo.”

Kasukabe continuó observando la expresión de Zig mientras hablaba. Sin embargo, no obtuvo la reacción que esperaba.

Je. Sé que no es un arma común, pero no soy el único que empuña una,” replicó Zig.

Su actitud no había cambiado en lo absoluto. No había señales de que intentara ocultar miedo o nerviosismo.

Si esto es una actuación, es una condenadamente buena, pensó Kasukabe. Pero, ¿alguien que ni siquiera pudo ver a través de mi trampa sería capaz de fingir tan bien? De cualquier forma, tengo que presionarlo más.

Ahora que sabía que era su principal sospechoso, todo lo que Zig pudo hacer fue encogerse de hombros.

“No me digan que creen que fui yo quien cometió el crimen.”

“Solo tenemos pruebas circunstanciales, pero creemos que es muy probable. ¿Me equivoco?”

“Sí, te equivocas.”

“No creo que haya muchas personas que cumplan con ambos requisitos: ser hábiles y manejar una espada de doble filo.”

“Entiendo tu punto, pero no es lo que piensas.”

Para un grupo que ya lo miraba con desconfianza, Zig solo parecía alguien que intentaba fingir ignorancia. La hostilidad de los aventureros hacia él se intensificó aún más.

Kasukabe hizo su mejor esfuerzo por calmarlos mientras continuaba con el interrogatorio.

“Entonces, me gustaría que respondieras mis preguntas para aclarar este malentendido. Espero que nos ayudes.”

Lo hacía sonar como si estuviera pidiendo la cooperación de Zig, pero en realidad no era diferente de una amenaza. Sin embargo, eso no pareció importarle mucho a Zig, quien asintió con la cabeza.

“No me importa. Diré todo lo que pueda.”

“Entonces comencemos. Primero, ¿qué estabas haciendo ayer?”

“Andando por algunas tiendas.”

Zig no estaba mintiendo, pero también estaba omitiendo una cantidad considerable de información, algo que Kasukabe no iba a dejar pasar.

“Eso no es todo lo que hiciste, ¿verdad? Me tomé la libertad de hacer que siguieran tus movimientos.”

Después de despedirse de Siasha en el gremio, compró algo en una tienda de implementos mágicos. Al salir, se encontró con alguien que parecía ser una conocida y, tras charlar con ella un momento, desapareció en un callejón.

“Si ya investigaste sobre mí, ¿para qué preguntar?”

“Eso es todo lo que logramos averiguar. No tenemos idea de qué pasó después de que entraste a ese callejón, y eso es lo que queremos saber. ¿Qué demonios estabas haciendo en ese momento?”

“Un trabajo.”

Era una respuesta simple. Kasukabe y los demás esperaron a que diera más detalles, pero Zig no añadió nada. Finalmente, la paciencia del administrador del clan se agotó y exigió información adicional.

“¿Qué clase de trabajo?”

“No puedo decirlo. No voy a andar contando cosas por las que me pagaron para mantener la boca cerrada. Supongo que lo mismo aplica para los aventureros.”

No solo sus movimientos eran un misterio una vez que desapareció en el callejón, sino que además no estaba dispuesto a compartir información sobre el trabajo que realizó en ese momento.

Kasukabe respondió a la sospechosa respuesta de Zig con un suspiro dramático.

“Zig, ¿de verdad crees que eso nos basta, dadas las circunstancias? Para ser completamente franco, estamos dispuestos a usar la fuerza para sacarte la verdad.”

“Voy a perder credibilidad si con solo amenazarme con violencia ya me hacen soltar la lengua.”

“Te aconsejaría que no hagas comentarios tan imprudentes. Si crees que esto es solo una amenaza, quizás quieras pensarlo mejor. Considerando lo que les pasó a sus compañeros, hay un límite para lo mucho que puedo contener a este grupo con solo mis palabras. No quiero que esto termine en violencia a menos que sea el último recurso.”

Básicamente, le estaba diciendo que estaba dispuesto a recurrir a esos medios si era necesario. Esa era la realidad de la situación, y los aventureros de Wadatsumi ya estaban al borde de explotar.

Zig no estaba seguro de qué pasaría si seguía provocando a ese gran grupo mientras estaba rodeado y desarmado.

“Para que quede claro: te mataremos si es necesario, pero en lugar de acabar contigo, preferimos averiguar quién te contrató en primer lugar.”

Si el Clan Wadatsumi no vengaba a sus compañeros caídos, serían ridiculizados y despreciados por los demás clanes. En las negociaciones, otros los verían como unos idiotas incapaces de saldar una venganza. Eso haría que la credibilidad del clan cayera en otras áreas, y sus miembros se darían cuenta de que no podían contar con protección, lo que los llevaría a abandonar el grupo.

“Eres un mercenario, ¿no?”, continuó Kasukabe. “En otras palabras, también aceptas trabajos que implican matar.”

“No exactamente.”

El otro hombre frunció el ceño. “No exactamente… ¿cómo?”

“No puedo esperar a escuchar la patética excusa que va a soltar”, pensó él. “Voy a escuchar lo que tenga que decir y arrinconarlo de una vez por todas.”

“No acepto trabajos que impliquen matar. Soy un asesino.”

Ser mercenario era su profesión, no un pasatiempo, y el trabajo de un mercenario equivalía a quitar vidas.

Zig explicó todo esto con total naturalidad, lo que sólo arrancó un “Ya veo…” de Kasukabe.

Estaba dispuesto a decir todo eso sin importar las circunstancias en las que se encontraba.

La sonrisa del administrador del clan se desvaneció, dejando una expresión vacía, la de alguien que ya había tomado una decisión.

“Si entregas a la persona que ordenó el golpe, creo que todavía puedo convencerlos de que te perdonen la vida. Esta es tu última y mejor oportunidad. Dinos quién te contrató y en qué consistía el trabajo.”

La tensión en la habitación alcanzó su punto máximo cuando Zig finalmente habló.

“Nop.”

Ante la respuesta del mercenario, Kasukabe cerró los ojos con exasperación.

Sin mostrar emoción alguna, dio sus órdenes y se hizo a un lado. “Así que así van a ser las cosas. Encárguense ustedes. Solo asegúrense de que siga siendo capaz de hablar.”

En cuanto él retrocedió, la hostilidad pura que los aventureros habían estado conteniendo hasta ese momento estalló.

“¡Te vamos a matar, hijo de puta!”, gritó Cain mientras se lanzaba contra Zig, incitando a los demás a seguir su ejemplo.

Incapaz de aclarar el malentendido, Zig se encontraba en desventaja tanto en número como en armamento cuando la pelea comenzó.

Ignorando la embestida de Cain, Zig corrió hacia una mesa redonda y la volteó de una patada antes de que los aventureros pudieran rodearlo. Gruñó al darle otra patada con toda su fuerza, enviándola hacia adelante hasta chocar con un grupo de aventureros que intentaban acorralarlo.

“¡Gwaaah!”

Como no esperaban el ataque y estaban amontonados, no pudieron esquivar la mesa que se les venía encima. La fuerza del impacto fue suficiente para tumbar a varios con ella.

Zig rápidamente acortó la distancia con otro aventurero que se había distraído con el ataque de la mesa. El hombre blandió su espada larga contra Zig, pero él le agarró la muñeca y usó el impulso del tajo para hacerlo girar.

“¿Q-qué…?!”

El giro se convirtió en un lanzamiento cuando Zig lo arrojó por los aires antes de salir corriendo tras él.

Los dos aventureros que estaban a los lados del hombre intentaron esquivarlo cuando lo vieron volar en su dirección, pero Zig extendió ambos brazos y los derribó de un golpe.

Parecía como si giraran sobre sus brazos en un círculo perfecto antes de caer inconscientes al golpear sus cabezas contra el suelo.

Zig ni siquiera les dedicó una mirada antes de pasar a su siguiente oponente.

“¡No te agrandes, cabrón!”, gritó Cain, cargando de nuevo contra él.

Zig esquivó un par de tajos de la espada de Cain antes de sujetarle el brazo para intentar el mismo giro y lanzamiento que acababa de ejecutar. Sin embargo, Cain se resistió, endureciendo su cuerpo para que no pudiera arrojarlo con facilidad.

“Mírate nada más,” comentó Zig.

“¡Vete a la mierda! ¡¿Cómo demonios piensas salirte con la tuya sin un arma?!”

“Tienes razón. Supongo que tendré que hacerme con una.”

“¡Sobre mi cadáver!” Cain no iba a permitir que Zig le quitara su espada.

Pero esa no era el arma que Zig tenía en mente.

Mientras Cain concentraba toda su fuerza en resistirse, Zig se relajó y se movió a un lado, haciendo que el aventurero se inclinara hacia adelante al perder el equilibrio. Intentó recuperar la estabilidad, pero el mercenario lo hizo tropezar y le agarró las piernas.

“¡Encontré un arma!”, soltó Zig.

Cain gritó, confundido y aterrado, mientras Zig lo sujetaba con firmeza y comenzaba a girarlo hacia los demás aventureros que esperaban la oportunidad de emboscarlo mientras los dos estaban enfrascados en combate. Se apresuraron a apartarse del camino.

“¡Esperen! ¡Le va a estampar la cabeza a Cain!”

Algunos de los aventureros que no lograron moverse a tiempo intentaron protegerse con sus armas o escudos, pero rápidamente los bajaron antes de que Cain chocara de lleno cuando Zig lo hizo girar en el aire.

Cain intentó proteger su cabeza cubriéndola con las manos, pero su codo impactó de lleno en la cabeza de uno de sus aliados. No había manera de que alguien saliera ileso después de recibir el golpe con todo el peso de un hombre adulto, y el desafortunado aventurero se desplomó en el acto.

Los aventureros no sabían qué hacer ahora que Zig estaba usando el cuerpo de un compañero de clan como arma. No podían bloquear los ataques, y lanzarse contra él sin pensar podría resultar en herir a Cain.

A Zig no le importaba su dilema y siguió usando al hombre para derribar a uno tras otro. Cain había estado gimiendo y quejándose cuando Zig empezó a balancearlo, pero sus reacciones comenzaron a debilitarse.

Parece que ya está llegando a su límite, pensó el mercenario.

Las manos de Cain cayeron sin fuerzas de donde intentaba protegerse la cabeza, y al asumir que había perdido el conocimiento, Zig lo lanzó a un lado.

Los aventureros restantes malinterpretaron el gesto y pensaron que Zig lo había soltado porque estaba perdiendo fuerza, así que cerraron la distancia. Sabían que él era hábil en el combate cuerpo a cuerpo, por lo que mantuvieron la distancia justa para atacar con sus armas. Eso significaba que tenían que dar tajos amplios, pero podían mitigar el riesgo con ataques consecutivos de sus compañeros.

Zig también podía esquivar y acercarse a ellos, pero su única opción era conectar un golpe bien cronometrado entre los ataques sucesivos. Se enfrentaba a los últimos tres aventureros en pie, por lo que ir a la ofensiva sería complicado.

Quiero hacerme con un arma, pero dudo que me den la oportunidad de hacerlo.

Los tres aventureros con los que luchaba eran guerreros altamente experimentados que habían logrado evitar sus ataques — cualquier movimiento descuidado podía ser fatal.

Tras esquivar un tajo, Zig se tambaleó hacia adelante y cayó de rodillas.

Los aventureros no iban a desaprovechar semejante oportunidad.

Coordinándose, se lanzaron a matarlo con ataques perfectamente sincronizados. Antes, habían atacado en sucesión para no darle ninguna abertura, pero esta vez, arremetieron al mismo tiempo.

Zig reaccionó al instante desde su posición agachada. Aprovechando su postura baja, se impulsó hacia adelante como si tuviera resortes en las piernas. Caer de rodillas había sido solo un engaño, y ahora tenía un arranque explosivo. Se impulsó con tanta fuerza que casi dejó una abolladura en el suelo, esquivando las espadas de los aventureros hasta meterse de lleno en su rango, donde le asestó un puñetazo en el costado a uno de ellos. El golpe impactó en un área sin protección, y el hombre se dobló de dolor antes de desplomarse.

Sin desperdiciar ni un ápice de su impulso, Zig siguió el puñetazo con una patada ascendente en giro. Su objetivo intentó retroceder, pero el pie de Zig logró golpearle la cabeza, y el hombre cayó al suelo como una marioneta con los hilos cortados.

“¡Maldito seas!”

El último hombre en pie alzó su espada larga y la bajó con fuerza directa hacia la cabeza de Zig. En respuesta, el mercenario le asestó una combinación de dos golpes al torso. El aventurero se tambaleó, pero logró resistir gracias a su armadura y pura determinación. Apretó los dientes e intentó atacar a Zig una vez más en un último esfuerzo desesperado.

“Impresionante.” El mercenario le dedicó una palabra de reconocimiento antes de atrapar su arma en pleno ataque.

Entonces golpeó el cráneo del aventurero con el lado plano de la espada, haciendo que pedazos del arma se dispersaran mientras el último hombre caía al suelo.

“No me jodas…”

Kasukabe apenas podía creer lo que veía.

¡¿Les dio vuelta la situación por completo?! Puede que este grupo no incluyera a nuestros mejores miembros, pero ni siquiera tenía un arma. No, incluso con un arma, esta no es una situación de la que uno simplemente salga ileso. ¿Quién demonios es este hombre? Y más importante aún… ¿cómo se supone que lidiaremos con él?

El inesperado desenlace hizo que la mente de Kasukabe trabajara a toda velocidad, pero no logró encontrar una solución para el problema que ahora enfrentaban.

Zig seguía en alerta máxima. Tras confirmar que no había más movimientos a su alrededor, dirigió su mirada hacia Kasukabe. No había salido completamente ileso, pero lo único que tenía eran unos cuantos cortes y rasguños superficiales.

“Entonces, ¿qué opinas de cómo se desarrolló esta situación?”

Lo bueno era que, después de todo lo sucedido, Zig aún parecía dispuesto a negociar. Eso hizo que el administrador del clan se preguntara cuán acostumbrado estaba a este tipo de conflictos.

Aunque cada fibra del ser de Kasukabe le gritaba que saliera corriendo, se obligó a quedarse en su sitio y responder a la pregunta de Zig. El hecho de que lograra mantener su voz firme era un testimonio de su fortaleza mental.

“No estoy seguro de entender a qué te refieres.”

“Sería fácil matarlos a todos aquí y ahora, pero hice un esfuerzo intencional para dejarlos al borde de la muerte,” explicó Zig con lo que casi parecía un encogimiento de hombros casual. “Quiero que entiendas que fue mi intención.”

La realización golpeó a Kasukabe como una tonelada de ladrillos. Incluso sin un arma, era así de hábil.

Había un total de diez aventureros en el lugar —en su mayoría miembros de rango medio con algunos veteranos entremezclados— y el hombre imponente que tenía frente a él los había derrotado a todos.

Si este era el mismo hombre que atacó a esos cinco aventureros prometedores… sin importar cuán talentosos fueran, ¿habría habido alguna posibilidad de que escaparan?

Ni de broma…

El lado racional de Kasukabe rechazó esa posibilidad de inmediato. Si su intención hubiera sido matarlos, los cinco estarían muertos. Incluso si el asesinato no fuera el objetivo, no habría razón para dejar vivos a dos.

“¿De verdad… no fuiste tú…?”

Su pregunta cargada de tensión fue recibida con un suspiro de disgusto.

“Eso es lo que te he estado diciendo desde el principio.”

Aun así, Zig no podía culparlo del todo por el malentendido. Aparte de que los usuarios de espada gemela eran poco comunes, sus acciones el día del incidente fueron demasiado sospechosas. Él no era de los que hablaban sobre la naturaleza de sus trabajos en primer lugar, y no había manera de que les contara que aceptó una oferta de los Jinsu-Yah.

Aunque no tuvieran pruebas concretas, era natural que lo sospecharan.

Si estuviera en su lugar, probablemente también asumiría que fui yo.

Pero el mercenario no era tan magnánimo como para dejarlo pasar solo porque entendía la situación. Si esto hubiera ocurrido en su tierra natal, simplemente los habría matado y asunto arreglado. Sin embargo, tomar ese curso de acción aquí solo le traería más problemas. Necesitaba una compensación de algún tipo.

No sé cuánto pedir, eso sí.

Hasta ahora, Zig solo había conocido un tipo de pago: las deudas se saldaban con vidas. No tenía idea de cuál era la tarifa estándar para situaciones como esta. Si pedía demasiado poco, podían tomárselo como un insulto y atacarlo otra vez, pero si exigía demasiado, podrían surgir disputas sobre si podían pagar o no.

Sin embargo, no podía simplemente preguntar cuánto estaban dispuestos a pagar, así que se quedó en silencio.

El administrador del clan desconocía el conflicto interno del mercenario, por lo que el silencio prolongado sólo alimentó su temor. Ninguno de los dos habló — Zig porque no sabía cuánto pedir, y Kasukabe porque tenía miedo de decir algo que empeorara la situación.

Ambos permanecieron en silencio atrapados en sus pensamientos. Sin embargo, la quietud no duró mucho y, en cuestión de segundos, las cosas pasaron de mal a peor.

El silencio sofocante fue interrumpido por el sonido de una puerta al ser pateada, seguido por los pasos de varias personas irrumpiendo en el edificio.

“¿Refuerzos, huh…?”, Zig gruñó al darse cuenta de su error. “Supongo que perdí demasiado tiempo.”

Si esto es lo que ha estado buscando todo este tiempo, entonces es alguien digno de temer.

Zig no pudo evitar sentirse impresionado mientras miraba a Kasukabe, pero la expresión del hombre se había ensombrecido, como si estuviera preocupado por algo. No parecía que esta oleada de refuerzos estuviera planeada.

Contrario a lo que pensaba el mercenario, el administrador del clan estaba abrumado por la ansiedad.

¡Maldición! Casi con certeza nos equivocamos de persona, y para colmo, la credibilidad del clan será puesta en duda. ¡Tengo que detenerlos!

Ya era bastante malo haber atacado a alguien por un malentendido — era imperativo evitar que la reputación del clan se manchara aún más. Inmediatamente intentó llamar a los dueños de esos pasos, cuyos sonidos indicaban que estaban subiendo las escaleras a toda velocidad.

“¡ESPE—!”

“¡Quítate del medio, Kasukabe!”

“¡Gaaah!”

Lamentablemente, fue un segundo demasiado tarde.

Uno de los recién llegados que llegó hasta la cima de las escaleras lo agarró del cuello de la camisa y lo lanzó a un lado. Kasukabe se convirtió en una víctima colateral de la situación de emergencia; la fuerza con la que le tiraron casi le colapsó la garganta justo cuando iba a hablar.

Intentó estabilizarse al empezar a girar, pero le costaba controlar el impulso de su cuerpo. Si caía por las escaleras, existía la posibilidad de que muriera.

Aún sin poder respirar, comenzó a tambalearse hacia adelante, pero alguien más amortiguó su caída. Aunque tenía una complexión relativamente ligera, ninguna persona en su sano juicio intentaría atrapar a un hombre adulto cayendo como si nada.

Pero tal acción fue por una aventurera, y una que sobresalía en fortificación física.

La mujer de cabello azul que atrapó a Kasukabe lo bajó con cuidado al suelo, asegurándose de que no estuviera herido antes de levantar la vista. Su compañero, que había corrido por delante, parecía estar ya enfrentándose al enemigo.

Por los pesados golpes de espada que escuchaba y el nivel de habilidad de su compañero, podía decir que no se trataba de un oponente común y corriente. Necesitaba ir a apoyarlo de inmediato.

“¿Estás bien? Déjanos el resto a nosotros y sal de aquí,” le dijo a Kasukabe.

El hombre todavía estaba atragantándose. “E-espe…”

“Todo va a estar bien. Nos encargaremos de esto.”

Kasukabe intentó detenerla mientras iba a reunirse con su compañero, pero todavía tosía con fuerza debido al tirón en su cuello y no pudo articular las palabras.

“Nos aseguraremos de vengar a nuestros amigos.”

“N-no…” Kasukabe hizo todo lo posible por detenerla, pero su voz no le respondía.

Ella ya estaba corriendo escaleras arriba. Lo único que pudo hacer fue verla desaparecer mientras la sangre se le helaba en las venas. Su corazón comenzó a hundirse en la desesperación, pero oró porque pudiera llegar a tiempo mientras forzaba su adolorido cuerpo a levantarse del suelo para seguirlos.

✧❂✧

“¡Wow! ¡Siasha, fuiste increíble! Había oído que eras buena con la magia, ¡pero no sabía que eras así de buena!”

“Gracias por decir eso, pero no lo habría logrado sin tu ayuda, Lindia.”

Siasha y su nuevo grupo discutían los resultados del día mientras regresaban de su trabajo.

Era apenas su primer día trabajando juntas, y aunque solo habían tomado un simple encargo de exterminación de monstruos, las cosas habían salido bastante bien. Desde el punto de vista de Siasha, los miembros del grupo todavía tenían margen para mejorar, pero se dio cuenta de que eso se debía a la persona con la que los estaba comparando. Hablando objetivamente, Lindia y su grupo ciertamente tenían talento para ser aventureros de la misma categoría que Siasha.

“No, no, no…” Lindia dijo, rascándose la cabeza. “Apenas estamos saliendo adelante. Bueno, no, mentí. Creo que lo estamos haciendo bien en comparación con otros de nuestra edad, ¡pero siempre hay alguien mejor! Todavía nos queda mucho trabajo por delante…”

No lo decía con sarcasmo; Siasha podía notar que realmente lo pensaba.

“Si te animas,” continuó ella, “¿qué te parece si salimos juntas otra ve—? ¿Huh? ¿Qué es todo ese alboroto?”

Mientras seguían conversando camino al mostrador de recepción, una multitud bulliciosa llamó su atención. Aunque el lugar estaba lleno de alboroto, no parecía que fuera por algún conflicto o pelea — era más bien la reacción que tenían las personas cuando se topaban con noticias impactantes.

“¡¿Te enteraste?! ¡Están atacando la casa del clan Wadatsumi!”

“¿Qué clan crees que esté detrás? ¿Fugaku, tal vez? Siempre han tenido mala sangre.”

“¡No es otro clan! ¡Aparentemente, un solo tipo los está enfrentando él solo!”

“¡¿Está loco?! ¡Lo van a hacer polvo!”

“Uno pensaría eso, pero no es lo que está pasando en absoluto. ¡Dicen que los hizo trizas! Acaban de llamar a Milyna y Scecz para que ayuden, así que salieron disparados de ahí echando humo.”

“¡¿Estás bromeando, verdad?! Para hacer algo así, tendrías que ser al menos de tercera clase. Incluso para un aventurero de segunda clase sería difícil. ¿Quién demonios podría ser?”

“Nadie lo sabe. Pero hay reportes de que un hombre grande, de apariencia algo entrada en años y con un arma inusual, fue visto entrando en la casa del clan Wadatsumi…”

“¿Existe alguien así en el gremio?”

El lugar era un caos total. Ninguno de los aventureros que andaban por ahí tenía algo en juego en la pelea — cualquiera que estuviera relacionado con el clan Wadatsumi ya había salido corriendo en cuanto escuchó la noticia.

“Whoa… Intentar enfrentarse a un clan entero en solitario es una locura. Y Wadatsumi no es precisamente un clan desconocido. ¿Qué demonios estará pensan—? Eh, ¿Siasha?”

Lindia notó que la bruja no reaccionaba negativamente a la escena en absoluto. De hecho, parecía divertida.

“Definitivamente no es alguien que pueda quedarse tranquilamente en casa, ¿verdad?” Se echó a reír con alegría, su hermosa sonrisa tan radiante que con solo verla podía ponerle la piel de gallina a cualquiera.

✧❂✧

“¡Apártate, Kasukabe!”

Zig ya estaba en movimiento cuando el hombre fue arrojado a un lado. Dando un paso atrás, agarró una espada larga del suelo y la usó para desviar el arma del aventurero que se abalanzaba sobre él. Logró esquivar y bloquear la serie de golpes que le siguieron, evitando un tajo dirigido a su torso y reposicionándose para poner algo de distancia entre ellos. Con la espalda contra la escalera, finalmente pudo ver bien a su atacante.

Era una mujer joven, probablemente no mayor de veinte años. Su cabello rojo estaba atado en una coleta, y emanaba una energía arrolladora mientras lo fulminaba con la mirada, buscando una apertura.

Heh. Es buena.

En comparación con sus oponentes anteriores, esta mujer estaba un nivel por encima. Solo por la forma en que sujetaba su esbelta espada larga, Zig podía decir que ya era una espadachina experimentada a pesar de su edad. Solo con ver esa postura, supo que no era un oponente al que pudiera derrotar conteniéndose como antes.

Supongo que no queda otra opción. Quería evitar un conflicto con el clan, pero no vale la pena arriesgar mi vida.

En el peor de los casos, podría pedirle a Isana que verificara su coartada, y si dejaba a Kasukabe con vida, su testimonio bastaría como prueba. Al fin y al cabo, ellos eran los que lo habían atacado basándose en acusaciones sin fundamento. Si tenía que matarlos en legítima defensa, era poco probable que lo acusaran de un crimen. Ese pensamiento fue suficiente para que Zig dejara de lado cualquier reserva y se preparara para matar a su atacante.

La facilidad con la que tomó la decisión de acabar con su vida era comparable a la de elegir, con cierta resignación, cambiar la cena de carne a pescado.

La mujer de cabello rojo sintió que algo en él había cambiado, pero no lograba identificar qué. En la superficie no parecía diferente; solo mantenía la espada larga baja y no daba señales de estar planeando nada.

Sintió que los vellos de la nuca se le erizaban.

¿Esto podría ser… problemático?

Aunque su lado racional le decía que todo estaría bien, su intuición le lanzaba señales de advertencia — y su experiencia y agilidad mental le decían que confiara en su instinto. Aumentando su nivel de alerta, mantuvo los ojos fijos en los movimientos de su oponente para reaccionar en cuanto intentara algo.

Esa decisión le salvó la vida.

Zig atacó en el instante en que ella parpadeó. Solo su instinto y un golpe de suerte le permitieron desviar a tiempo la hoja que se dirigía directo a su cuello.

Jadeó mientras, desesperada, rechazaba su espada y contraatacaba con un tajo para intentar alejarlo. Sin embargo, Zig dio un paso hacia adelante, sin mostrar el menor signo de intimidación ante su ataque.

Era inimaginable que un hombre de su tamaño pudiera manejar un combate a tan corta distancia con tanta facilidad. Flexionó las rodillas, inclinándose hacia adelante con el hombro izquierdo, leyó la trayectoria de su arma y se agachó con una sincronización tan precisa que la hoja casi le rozó el cabello.

Desde su posición en cuclillas, giró las caderas y lanzó un golpe dirigido a su torso.

“¡Ngh!”

La mujer alzó su espada larga en vertical, intentando bloquear su ataque desde un costado. Aumentó la potencia de su magia de fortificación para forzar el cambio en la trayectoria de la hoja. Su cuerpo ya estaba sufriendo por ello, pero al ignorar el dolor y seguir adelante, de algún modo logró bloquear el golpe a tiempo.

Sus ojos se abrieron con sorpresa al notar la postura de Zig: estaba sujetando la espada larga con una sola mano.

El mercenario soltó el mango del arma, formó un puño y lanzó un puñetazo que se deslizó alrededor de sus espadas entrelazadas.

Aunque la mujer logró bloquear la hoja de Zig sosteniendo su espada en posición vertical, no pudo evitar el puño que se dirigía a su costado. Su puño pasó por detrás de las espadas trabadas e impactó de lleno.

“¡Gaaah!”

El aire escapó de los pulmones de la mujer pelirroja mientras salía disparada hacia atrás. Fue demasiado superficial — Zig pudo notar por la reacción de su oponente que el golpe no había tenido suficiente fuerza. Si un puñetazo como ese hubiese dado en el blanco, ella habría caído al suelo de inmediato en lugar de salir volando dramáticamente.

En el momento del impacto, la mujer pelirroja se había arrojado hacia atrás a propósito para amortiguar lo más posible el golpe.

Pero lo que realmente marcó la diferencia fue su armadura. A simple vista parecía una armadura de cuero común, pero en realidad estaba hecha con la piel de un monstruo poderoso, y ella la estaba endureciendo al infundirle su maná.

¡Qué fuerza aterradora…! Y esto fue después de que el golpe impactara en mi armadura…

La mujer se horrorizó al darse cuenta de que, si hubiera recibido ese puñetazo directamente, sus órganos se habrían hecho trizas. A pesar de que su armadura absorbió la mayor parte del impacto, su cuerpo sufrió lo suficiente como para que levantarse y volver a pelear de inmediato fuera casi imposible.

Sus huesos y órganos estaban intactos, pero la falta de aire era un asunto de vida o muerte. No había forma de que ese hombre dejara pasar una oportunidad como esa.

Su mente iba a toda velocidad mientras chocaba contra una mesa y unas sillas antes de desplomarse en el suelo.

Zig estaba a punto de abalanzarse sobre ella para rematarla antes de que pudiera recuperarse; sin embargo, tuvo que pivotar para esquivar un ataque que venía desde atrás.

“Maldita sea.”

Sin ver exactamente qué era, blandió su espada y logró desviar el golpe con suficiente fuerza. La espada curva que lo atacó estaba en manos de una mujer de cabello azul que irradiaba una hostilidad palpable.

Zig frunció levemente el ceño al ver aparecer a su nueva oponente y de inmediato enfocó toda su atención en ella. Tenía que lanzarse con todo contra esa aventurera de cabello azul antes de verse atrapado en un ataque por ambos flancos, así que preparó su espada larga para acabar con ella rápidamente.

Sin embargo, esta no era una oponente cualquiera, y mientras esquivaba su tajo, también lanzó un hechizo.

“Vaya, qué astuta.”

Era increíblemente difícil conjurar un hechizo en medio de un combate cuerpo a cuerpo. Zig había leído sobre ello en uno de los libros de Siasha, y no pudo evitar sentirse impresionado por la habilidad de su oponente. Seguramente estaba al nivel de la pelirroja o incluso por encima.

Zig sintió el aire helado irradiando de los proyectiles de hielo que ella lanzó. Cambió la espada larga a una mano y, con una patada, hizo volar otra arma que estaba en el suelo. La atrapó en el aire —a una cimitarra— y la usó para desviar los proyectiles de hielo que se dirigían hacia él.

La mujer de cabello azul lo miró sorprendida antes de empezar a conjurar otro ataque helado. El mercenario aprovechó la curva de la hoja de la cimitarra para desviar la ráfaga de proyectiles, haciéndolos estallar a su alrededor.

Empuñando la cimitarra con una mano para defenderse, continuó atacando a la mujer de cabello azul con la espada larga en la otra. Cada golpe, a ella le costaba más esquivar. La avalancha de golpes increíblemente pesados que Zig desató sobre ella estaba drenando su resistencia.

Un golpe especialmente brutal la hizo perder el equilibrio, y en un intento por cubrir la apertura que dejó, lanzó más proyectiles de hielo.

“Predecible.”

“¡¿Huh?!”

Zig ya había anticipado ese movimiento y cortó los proyectiles en pleno vuelo, devolviéndolos hacia ella en un giro vertiginoso.

Habiendo perdido el equilibrio, la mujer no pudo esquivarlos y tuvo que bloquearlos con su espada curva.

Ese fue su error fatal.

Debería haber intentado poner algo de distancia entre ellos, incluso si eso significaba recibir algunos impactos de sus propios proyectiles. Pero estaba tan sorprendida de que su magia se volviera en su contra que ni siquiera lo consideró.

Zig aprovechó la oportunidad y descargó su espada sobre ella con todas sus fuerzas.

No podré bloquearlo.

La resignación inundó a la mujer de cabello azul, pero aun así no se rindió e intentó desviar el ataque con su sable.

Zig no titubeó ni un segundo mientras bajaba su espada. Sin embargo, una vez más, tuvo que cambiar de dirección en pleno movimiento.

“Y justo cuando estaba a punto de acabar con ella.”

“¡Como si fuera a permitirlo!”

La pelirroja volvió a lanzarse al combate, y Zig tuvo que bloquear su ataque con la cimitarra. El impacto fue suficiente para restarle fuerza a su golpe con la espada larga, lo que le dio a la mujer de cabello azul el respiro que necesitaba para bloquearlo con su sable.

Estaba al límite de sus fuerzas, pero de alguna manera logró resistir el impacto.

Escapando por poco de la muerte, la mujer de cabello azul aumentó su fortificación física al máximo, apartándose de un salto mientras lanzaba un tajo contra Zig.

Así que tengo que encargarme de la de cabello azul y su sable con la espada larga, y de la pelirroja y su espada larga con la cimitarra…

Zig hizo una mueca mientras resistía los ataques simultáneos desde el frente y la retaguardia. Las dos mujeres lo acorralaban con una coordinación impecable, como si estuvieran acostumbradas a pelear juntas. Pronto se encontró cubierto de sangre, con pedazos de su carne arrancados por cortes que no había podido bloquear.

Pero ni siquiera eso fue suficiente para que las dos mujeres lograran acabar con él. A pesar de la ventaja abrumadora que tenían, sus expresiones de ansiedad no desaparecían en ningún momento.

¡¿Quién demonios es este tipo?! ¡¿Cómo puede soportar todo esto?!

La mujer pelirroja maldijo mentalmente a Zig mientras seguía atacándolo. Volvió a lanzar un tajo, pero Zig atrapó su espada con la curva de la cimitarra, tirando de ella y dándole una rodilla al plano de la hoja para hacerla volar hacia arriba.

Estaba a punto de deslizar la cimitarra hacia abajo por su espada hasta su estómago cuando tuvo que girar bruscamente para esquivar el sable de la mujer de cabello azul, que se dirigía directo a su costado.

Sin la oportuna asistencia de su compañera, la pelirroja sabía que habría estado acabada. La realidad de la situación le hizo sentir un escalofrío recorrerle la espalda, pero no dejó de atacar ni por un segundo.

No es un aventurero… ¿Cómo alguien con esta destreza pudo pasar desapercibido?, reflexionó la mujer de cabello azul tras salvar a su compañera de una muerte segura.

Para ser justos, ella no sabía nada de ese hombre. Solo había oído que algo estaba pasando en la casa del clan y había acudido corriendo, solo para encontrarse con la escalofriante escena de su compañera a punto de ser asesinada, lo que la llevó a intervenir de inmediato.

Pero incluso con la fuerza de ambas, no era suficiente.

“¡¿Huh?!”

La mujer de cabello azul desvió la espada larga de Zig con su sable, pero él deslizó su hoja alrededor del arma y la desvió hacia arriba — un movimiento suave y sutil, completamente distinto a su implacable ráfaga de golpes pesados.

No pudo seguir el ritmo del cambio drástico de velocidad y, aunque aún mantenía el sable en su mano, su defensa quedó completamente abierta.

Totalmente consciente de que estaba poniéndose en la línea de ataque, la pelirroja se lanzó hacia adelante para atacar a Zig y evitar que aprovechara la apertura.

El mercenario sabía que estaría en desventaja si seguía enfrentándose a las dos al mismo tiempo, así que no tuvo más opción que centrar su atención en la pelirroja. Sin embargo, seguía intentando causar daño con cada golpe que lanzaba.

No es momento de pensar demasiado, se dijo la mujer de cabello azul. Este hombre no es un oponente al que puedas vencer si tu atención está en otra parte…

✧❂✧

Zig manejaba pacientemente sus ataques, escaneando en busca de una apertura y esperando el momento exacto en que alguna de ellas le diera la oportunidad adecuada. Ya había dejado pasar varias oportunidades perfectamente sincronizadas.

Aún no, no te impacientes.

Esas mujeres no le permitirían salirse con la suya si tomaba una decisión apresurada. Incluso si mataba a una, necesitaba asegurarse de que le quedara suficiente energía para encargarse de la otra. Si estuviera usando la hoja gemela, podría acabar con ambas sin preocuparse por la defensa, pero no servía de nada lamentarse por lo que no tenía en estas circunstancias.

Lo único que podía hacer era esperar a que el momento se presentara.

La pelirroja fue la primera en darle lo que estaba buscando. El puñetazo que había recibido antes parecía estar pasándole factura poco a poco. Sus movimientos habían sido forzados, y ahora comenzaban a ralentizarse a medida que su resistencia flaqueaba. Falló al intentar desviar la cimitarra, relajando demasiado su postura y creando una apertura para Zig.

¡Esto es lo que estaba esperando!, pensó él.

Liberó todo lo que tenía contra la mujer de cabello azul, que se apresuró a cubrir a su compañera. Hasta ahora, Zig había repartido sus ataques entre ambas, pero esta vez concentró toda su atención en ella.

¡Me tendió una trampa!

Para cuando la mujer de cabello azul se dio cuenta, ya era demasiado tarde — su cabeza estaba demasiado expuesta. Zig bloqueó su sable con la cimitarra y trató de partirle el cráneo con la espada larga.

La mujer usó toda la fuerza de sus piernas en un intento desesperado por apartarse, pero fue un poco tarde y la punta de la espada se dirigió directamente a su cabeza. Considerando la fuerza de Zig y la potencia con la que había lanzado el golpe, incluso el más leve contacto con la punta sería suficiente para matarla.

Se acabó.

La mujer esperó el inevitable final.

Pero en ese preciso instante, una flecha atravesó la ventana, disparada desde un costado, y se estrelló contra el arma de Zig. La flecha, acelerada mágicamente y programada para una trayectoria fija, destrozó la espada larga.

“¡¿Qué?!”

Zig saltó hacia atrás de inmediato cuando el impacto hizo que su espada larga saliera volando de sus manos. Había perdido su oportunidad de oro, pero ahora tenía un problema aún mayor.

No sentí ningún rastro de magia. ¿Fue un ataque de largo alcance?

El mercenario hizo una mueca al pensar en la posibilidad de otro enemigo uniéndose a la refriega. Aunque tenía la situación bajo control, no podría hacer frente a más refuerzos.

Decidió a regañadientes que lo mejor sería retirarse.

“¡Ya basta! ¡Esto no va a seguir así!”

Una voz grave resonó en la habitación. Zig estuvo a punto de ignorarla, pero había algo en ese tono que le resultó familiar, lo suficiente como para que se detuviera y echara un vistazo.

Subiendo las escaleras con Kasukabe a su lado, apareció un hombre de aspecto rudo a quien Zig reconoció — Bates, el aventurero que había conocido en el gremio con Siasha. A pesar de sus rasgos toscos, le dirigió a Zig una sonrisa encantadora.

“Escuché todo por parte de Kasukabe. ¿Qué te parece si dejas el resto en manos del viejo Bates?”

“Finalmente llega una persona razonable,” suspiró Zig, saliendo de su modo de combate al darse cuenta de que la pelea ya no era necesaria.

En contraste con lo rápido que Zig captó el cambio de situación, las dos mujeres seguían en máxima alerta.

Lo único que sabían era que Zig no solo había causado un violento alboroto en su casa del clan, sino que además era un individuo peligroso que había estado intentando asesinarlas hasta hace unos momentos.

“¿Qué significa esto, Bates?” exigió la mujer pelirroja, aún con su arma en mano, mientras la mujer de cabello azul se movía en silencio hacia una posición más ventajosa.

Sin prestar atención a ninguna de las dos, Zig comenzó a revisar las heridas que había sufrido, suspirando al ver el estado de su ropa hecha jirones y su equipo protector sobrecargado — esto significaba más gastos innecesarios.

Bates soltó una carcajada, divertido por lo preocupadas que empezaban a verse las mujeres, ya que Zig no les prestaba la menor atención a pesar de su evidente vigilancia.

“Bajen sus armas para empezar,” dijo Bates. “Dejemos los detalles para cuando limpiemos este desastre. La prioridad ahora es atender a los heridos. Kasukabe, ayúdame a levantar la mesa.”

“Está bien,” dijo la mujer pelirroja.

“Nos debes una explicación después de esto,” insistió su compañera.

Ambas mujeres comenzaron a moverse con desgana ante la insistencia de Bates. Seguían en alerta, pero se sentían casi ridículas por estar tan tensas mientras Zig atendía sus heridas y revisaba su equipo sin la menor preocupación.

Trasladaron a los miembros derrotados del clan al piso inferior y llamaron a un médico para que los examinara. Afortunadamente, nadie había muerto ni estaba en estado crítico; todos podrían recuperarse por completo con el debido descanso.

La noticia fue un gran alivio para ambas mujeres.

“¡Oye, ya terminamos por aquí!” llamó Bates. “¿Qué tal si empezamos?”

“¡Voy en un segundo!”, respondió la mujer de cabello azul.

“Oh, ¿podrías traer el arma que está apoyada allá atrás? Es una poco común, la reconocerás en cuanto la veas.”

“¿Hm…? Okay…”

Las mujeres fueron a buscar el arma y ambas jadearon al verla.

“Espera. ¿No es esta…?”

“¿Qué demonios está pasando?”

Era del mismo tipo que había usado el atacante que agredió a sus compañeros de clan. La confusión era evidente en sus rostros mientras trataban de entender por qué estaba allí. No parecía que fueran a obtener respuestas hasta llevarla con ellas, así que la cargaron hasta el segundo piso.

“Esto pesa muchísimo…”

“¡Ahí tienen! Tomen asiento, pero devuélvanle su arma a Zig primero, ¿okay?”

Instintivamente, las dos mujeres se pusieron en guardia cuando Zig, ya habiendo terminado de atender sus heridas, se acercó. Sabían lo peligroso que era ese hombre, por lo que les tomó algo de fuerza de voluntad devolverle el arma. Sin embargo, no tuvieron más opción que entregársela ante la silenciosa insistencia de Bates.

Ahora que Zig tenía su arma de vuelta, la apoyó contra su cuerpo mientras tomaba asiento en una de las sillas. No obstante, no estaba tan relajado como parecía: la espada de doble filo descansaba a su lado dominante, con su brazo derecho colgando de manera que pudiera agarrarla en un instante si era necesario.

Una vez que Bates confirmó que todo estaba en orden, finalmente comenzó a explicar.

“A ver, ¿por dónde empiezo? Me imagino que ya saben que algunos miembros de nuestro clan fueron atacados. Y que el agresor usó una espada de doble filo.”

Todos asintieron en silencio.

“No hay demasiada gente capaz de manejar un arma así,” continuó Bates, mirando a Zig. “Así que, naturalmente, eso facilita reducir la lista de sospechosos. Y así fue como las sospechas recayeron en Zig.”

Era un recién llegado a Halian y empuñaba un arma poco común —la espada de doble filo—, además de que los rumores lo pintaban como un combatiente altamente capacitado. Esos tres puntos eran más que suficientes para ponerlo en la mira de alguien.

“Y eso es exactamente lo que pensó Kasukabe, el hombre encargado de investigar este incidente. Pero cuando ensamblas las piezas de un rompecabezas demasiado rápido y luego atraes a alguien para hablar de ello, inevitablemente terminas con una historia que suena sospechosa. Estoy bastante seguro de que Kasukabe creyó haber encontrado a un tipo podrido hasta la médula que confesaría con un poco de presión. Bueno, ya ven ustedes mismos cómo terminó todo esto…”

Bates hizo un gesto alrededor de la habitación.

“¿A qué te refieres con una historia sospechosa?”, preguntó la mujer pelirroja.

“¿Oh, eso? Ni yo mismo he oído los detalles todavía.”

“Y-y bueno…” Kasukabe no pudo evitar tartamudear.

Echó una mirada a Zig, pero el hombre parecía completamente desinteresado, observando por la ventana. Incapaz de soportar la presión silenciosa de Bates, Kasukabe terminó relatando la conversación que había tenido con Zig.

“Interesante,” comentó Bates, acariciándose la barba con una expresión ligeramente incómoda.

“¡Eso es más que sospechoso!”, protestó la mujer pelirroja, golpeando la mesa con la palma de la mano. “¡Cualquiera que escuchara esa coartada creería que él lo hizo, mierda!”

Estaba tan furiosa que llegó a soltar una maldición incluso frente a un miembro veterano del clan.

Kasukabe empezó a ponerse nervioso cuando la mujer apuntó a Zig con un dedo acusador, pero él ni siquiera parecía inmutarse mientras ella seguía indignada poniéndolo en la mira.

“¡Todo esto se habría evitado si hubieras sido honesto desde el principio! ¿Acaso no te molesta?”

“No sé cómo funcionen los aventureros, pero los mercenarios pierden credibilidad si andan soltando detalles sobre su trabajo.”

“¿Incluso si eso pone en peligro su propia vida?”, interrumpió la mujer de cabello azul.

Zig giró la mirada en su dirección, encontrándose con su escrutinio. Viendo que sería más fácil hablar con alguien que mantenía la calma en lugar de lidiar con una cabeza caliente, se tomó un momento antes de responder.

“Depende de hasta qué punto. Si la situación lo requiere, puedo pedir permiso al cliente.”

“¿Y no creíste que era necesario esta vez?”

“No hasta que ustedes dos aparecieron.”

Había despachado con facilidad a todos los aventureros que Kasukabe le había lanzado sin sentir ninguna amenaza real. Aunque Zig no lo dijo en voz alta, el administrador del clan captó la indirecta y bajó la cabeza con aire avergonzado.

Bates sonrió con ironía y le dio un par de palmadas rudas en el hombro.

“Oh, cierto. Se me olvidó hacer las presentaciones. La pelirroja es Milyna, y la de cabello azul es Scecz.”

“Soy Zig.”

Milyna torció el gesto ante la presentación de Bates, mientras que Scecz hizo una leve reverencia.

“Muy bien, Zig,” continuó Scecz, “¿te importaría contarnos ahora?”

“Paso.”

Por la forma en que había hablado antes, Scecz pensó que estaba más dispuesto a cooperar, por lo que frunció el ceño cuando la rechazó de inmediato.

“¿Puedo al menos saber por qué?”

“Creo que ya se ha aclarado que no soy sospechoso. No hay necesidad de explicarme.”

“¿Y qué prueba tienes para decir eso?” La expresión escéptica de Scecz hizo que Zig dirigiera una mirada silenciosa a Kasukabe.

El mensaje quedó claro, y Kasukabe comenzó a explicar su razonamiento al resto.

“Creo que es altamente improbable que Zig sea el culpable. Cuando ordené a los miembros del clan que lo atacaran, no mató a ninguno y se esforzó por dejarlos solo con heridas menores.”

“Podría haberlo hecho solo para ganarse tu confianza,” replicó Milyna con desconfianza en la voz.

Bates intervino antes de que alguien más pudiera hablar. “Ustedes dos pelearon con él. ¿Cómo les fue?”

Ambas mujeres hicieron una mueca al recordar lo sucedido. Milyna aún tenía el ceño fruncido, así que Scecz respondió por ella.

“Era fuerte. Sin ayuda, ya estaría acabada.”

Incluso cuando parecía que la batalla estaba inclinada a su favor, no fueron rivales para él. Y era aún más frustrante considerando lo seguras que estaban de sus habilidades.

Bates soltó una risa al ver sus reacciones.

“Ahora que han podido probarlo de primera mano, ¿creen que Zig es el tipo de persona que fallaría al rematar a cinco novatos talentosos?”

“E-eso es…”

Imposible.

Incluso cinco prometedores aventureros no tendrían la menor oportunidad contra él si los atacaba en el momento adecuado. Tuvieron la mala suerte de experimentar eso en carne propia durante la pelea.

“Entonces, con eso en mente, ¿qué tal si dejan de ser tan duras con él, eh?”

Milyna no entendía por qué Bates sonaba como si estuviera suplicando, pero Scecz se puso pálida al conectar los puntos.

“¿Qué pasa, Bates?” preguntó Milyna. “¿Por qué tienes esa cara tan seria?”

“Milyna…” murmuró Kasukabe.

“¿Q-qué pasa?”

Al darse cuenta de que ella no estaba entendiendo, el rostro de Kasukabe se volvió solemne. Entonces, procedió a explicarle la gravedad de la situación.

“Si Zig no es el atacante, no solo lo acusamos injustamente, sino que también cometimos varios crímenes contra él, incluyendo secuestro y confinamiento, interrogatorio forzado e intento de asesinato. Todo lo que tendría que hacer es correr a la policía militar o al gremio, y el clan Wadatsumi estaría en serios problemas. Como mínimo, los involucrados perderían su estatus de aventureros y serían encarcelados.”

Si Zig fuera un aventurero, el gremio quizás podría intervenir para que llegaran a un acuerdo. Pero en este caso, considerando hasta qué punto habían llegado con un forastero, ni siquiera el gremio tendría el poder de salvarlos.

Siendo jóvenes y muy talentosas, Milyna y Scecz eran altamente valoradas por sus compañeros. Si quedaban involucradas en un escándalo como este, sería un golpe devastador para el clan. Incluso los jóvenes aventureros que habían formado con tanto esfuerzo quedarían disgustados de ellas.

El color se esfumó completamente del rostro de Milyna al darse cuenta, por fin, de la gravedad del asunto.

Todos los miembros del clan Wadatsumi presentes miraron a Zig con expresiones lívidas, como si hubieran visto un fantasma.

“Así que… ¿existe la posibilidad de que sí lo hicieras?”, preguntó Bates, aferrándose a la única pizca de esperanza que les quedaba.

“No puedo dar muchos detalles, pero hay un miembro de confianza del gremio a quien podría pedirle que verifique mi coartada.”

La declaración del mercenario aplastó cualquier optimismo que los miembros del clan pudieran haber tenido, haciéndolos caer de golpe en la realidad.

“Zig, si se me permite ser tan directo… ¿cuánta compensación estás buscando?”, preguntó Kasukabe, habiendo decidido que ya era momento de negociar un acuerdo.

Era como tratar de convertir una herida fatal en una crítica… pero era mejor que no hacer nada. Su pregunta equivalía a ondear una bandera blanca, y el resto de los miembros del clan no pudieron ocultar su conmoción.

“¿Compensación?”, repitió Zig.

“Sí. Como mencioné antes, una sola palabra tuya podría hacer que tanto yo como los demás que actuaron deshonrosamente contra ti acabáramos tras las rejas. Sin embargo, solo actuamos con la intención de atrapar al responsable que atacó a nuestros compañeros. Te pido humildemente que tomes esas circunstancias en consideración.”

Sus acciones no habían surgido de la malicia, sino del deseo de vengar a sus amigos.

El intento de Kasukabe por apelar a su comprensión sólo aumentó la jaqueca de Zig. No le importaba realmente lo que le pasara a los miembros del clan, pero existía la posibilidad de que otros, que pudieran guardarles rencor, tomaran represalias contra él si eran arrestados.

Por otro lado, si sus exigencias eran demasiado irrazonables, podrían decidir que la solución más fácil era eliminarlo. Aunque el enfoque del problema había cambiado, Zig seguía en el mismo dilema de antes: no saber cuánto pedir.

Esto realmente es un dolor de cabeza.

Si hubiera aprovechado la oportunidad y matado a las dos, probablemente podrían haberlo dejado en empate. Mientras ese pensamiento cruzaba su mente, les lanzó una mirada calculadora, evaluando a las dos mujeres atractivas mientras el tema de la compensación seguía en el aire.

El instinto de peligro de Milyna y Scecz se disparó de inmediato, pero los otros dos hombres malinterpretaron por completo el significado detrás de la mirada de Zig, resignándose a la decisión desafortunada pero necesaria. Para ellos, era la única opción.

Kasukabe asintió con gravedad. “Entendido. Me encargaré de hacer los preparativos de inmediato.”

“¡¿Huh?! ¡¿Kasukabe?!”, chilló Milyna.

“Lo siento, chicas,” dijo Bates, “me avergüenza tener que pedirles esto, pero es por el bien del clan. Espero que lo comprendan.”

“¡Bates, dime que estás bromeando!”, exclamó Scecz, horrorizada.

Las dos mujeres estaban devastadas al ver que sus propios compañeros las estaban ofreciendo como sacrificios humanos. Pero, al ponerlas en la balanza contra el resto del clan, Kasukabe y Bates no tuvieron más remedio que tomar esa desafortunada, pero inevitable, decisión.

Todo a su alrededor estaba ocurriendo tan rápido que Zig no lograba seguir el ritmo.

“Eh… ¿qué está pasando aquí?”, preguntó él.

“¿No es obvio? Te quedarás con las dos.”

“No sigo el hilo…”

“Sí, sí, lo entiendo. No tienes que decir nada. Considera esto como una muestra de nuestra sinceridad, si me entiendes.”

Kasukabe intentó dejar en claro que sabía exactamente lo que Zig quería, aunque él no lo estuviera diciendo en voz alta. Bates, con los brazos cruzados, los observaba con una expresión de sumisión.

“Sé que no estoy en posición de exigir nada, pero no son malas chicas. Trátalas bien, ¿okay?”

“Creo que estás entendiendo todo mal. Yo—”

Zig, por fin, captó la peligrosa dirección que estaba tomando la conversación e intentó detenerla… pero era demasiado tarde.

“¿Y qué es lo que te estás quedando, Zig?”

La voz sonó maravillosamente calmada, pero todos se congelaron en cuanto la escucharon. Zig, reuniendo fuerzas de algún lugar, giró lentamente la cabeza hacia la dirección de donde provenía. No tenía idea de cuánto tiempo había estado allí, pero Siasha estaba apoyada en la barandilla de las escaleras, mirándolo con una sonrisa.

“¿Qué gran transacción estás haciendo? No me dejen fuera de la diversión.”

Ella comenzó a caminar hacia él con pasos ligeros y animados. No podía oler ninguna magia proveniente de ella, pero la densidad del maná a su alrededor era tal que podía sentirlo en el aire.

La escena parecía distorsionarse y ondularse como un espejismo mientras los demás miraban con una mezcla de tensión y temor.

“¡B-bienvenida, Siasha! Esto es, ya sabes—”

Las gotas de sudor frío perlaban el rostro de Bates mientras intentaba desesperadamente inventar una excusa, pero una sola mirada de Siasha lo dejó completamente paralizado. Ignorándolo por completo, avanzó lentamente hacia Zig y apoyó una mano en su hombro.

Lo miró con una sonrisa tan hermosa y dulce que haría que cualquier flor en plena floración pareciera mustia en comparación.

Pero la energía que irradiaba estaba lejos de ser alegre.

“… Volviste temprano. ¿Cómo te fue en el trabajo hoy?”

Zig evitó su mirada mientras lograba sacar las palabras con esfuerzo. Solo gracias a su extraordinario coraje pudo hablar con normalidad.

“La tarea se completó sin contratiempos.”

“Ya veo. Eso es bueno.”

“Sí, fue una experiencia provechosa,” respondió Siasha con una risa cristalina.

El mercenario intentó responderle de la misma manera, pero lo único que logró fue una sonrisa débil.

“Bien, volviendo a mi pregunta.”

Zig se tomó un momento para pensar. Un intento torpe de engaño solo acortaría su esperanza de vida, así que decidió decir la verdad.

“Las personas aquí me atacaron por un malentendido y dijeron que ofrecerían a estas dos mujeres como disculpa. Intenté negarme, pero insistieron porque ya estaban demasiado metidos en esto como para que no aceptara algún tipo de compensación.”

Aunque era una versión algo resumida de los hechos, logró transmitir las partes más importantes.

Una vez terminó su explicación, Siasha giró lentamente la mirada hacia Kasukabe y las dos mujeres, haciendo que los tres se encogieran en silencio.

Bates aún no se había recuperado de la mirada que ella le había lanzado antes. Todos sintieron que estaban siendo absorbidos por sus aparentemente insondables ojos azules, incapaces de apartar la vista.

“Zig está aquí para protegerme; no tiene tiempo para andar recogiendo mujeres. ¿Quedó claro?”

“… Sí.”

La respuesta que escapó de la garganta de Kasukabe sonó más como un susurro rasposo que como una palabra, pero debió ser suficiente para transmitir su intención, porque la bruja asintió levemente con satisfacción antes de liberarlo de su mirada.

“Vámonos, Zig,” dijo, tomándolo del brazo y tirando de él para que se pusiera de pie. “Tengo hambre.”

No fue un gesto agresivo, pero Zig obedeció en silencio sin hacer preguntas. Siasha entrelazó su brazo con el del mercenario mientras pasaban junto a los miembros congelados del clan y comenzaban a bajar las escaleras.

“Me debes una.”

Zig apenas pudo murmurar esas palabras al irse, cerrando así el capítulo del casi desastre del clan Wadatsumi.

✧❂✧

Zig y Siasha se dirigieron directamente a su alojamiento en cuanto dejaron la casa del clan Wadatsumi. Caminaban tomados del brazo por la calle y ninguno de los dos decía una palabra.

Parece que ella está de mal humor…

Bueno, tenía sentido. Aunque fuera su día libre, Siasha había encontrado al hombre —con el que viajaba y que había contratado como su protector— en medio de lo que parecía ser la adquisición de los servicios de dos mujeres. Aunque su rostro no lo reflejara, Zig estaba devanándose los sesos tratando de encontrar una manera de animarla. Lamentablemente para él, no tenía mucha experiencia alegrando a mujeres, así que no se le ocurría nada.

Siasha tosió levemente. “¿Eso fue suficiente?”

“¿Qu-qu?”

La pregunta lo tomó tan desprevenido que lo único que él pudo responder fue un sonido torpe, lo que hizo que Siasha lo mirara con expresión divertida.

“Parecía que estabas en un aprieto allá atrás. Pensé en montar un pequeño acto para darte una excusa para irte. ¿Me pasé de la raya?”

“O-oh… No, fuiste de gran ayuda. Aunque fuera su forma de disculparse, no tengo idea de qué habría hecho con esas dos mujeres.”

Debió de darse cuenta de que todo había sido un malentendido. No, por supuesto que lo hizo. Siasha quizá fuera algo ingenua en lo que respecta al mundo, pero es inteligente como pocas.

Pensar que utilizó esa aura suya para ayudarlo… Siasha realmente había crecido.

“Me lo imaginaba. No hay forma de que compraras a una mujer por sus servicios, ¿cierto, Zig?”

“¿Huh? U-uh, sí…”

Todavía podía sentir leves rastros de la presión que ella había emitido antes, pero lo descartó como algo que solo estaba en su cabeza.

Ahora que Siasha había vuelto a su estado normal, captó el olor a sangre.

“¿Te volviste a lastimar? En serio, ¿alguna vez hay un momento en el que no estés herido?”

Parecía casi emocionada mientras prometía ayudarlo a recuperarse más tarde.

Zig suspiró con resignación. “Para que lo sepas, nunca soy yo quien empieza estas cosas…”

Ya fuera el enfrentamiento con Isana, la pelea con los secuestradores o el malentendido con el clan, el mercenario nunca había dado el primer golpe. Solo respondía cuando la otra parte tenía intenciones hostiles.

“¿Oh, sí? Por cierto, eso no parecía un trabajo. ¿Cómo terminaste metido en ese lío? Parecía algo bastante drástico.”

“¿Recuerdas todo el alboroto en el gremio esta mañana? Las víctimas eran miembros de ese clan… Wadatsumi, creo. Por alguna razón, pensaron que yo era el principal sospechoso.”

Zig le explicó a Siasha los detalles básicos del incidente: que hubo un único atacante, que usaba una espada gemela y que había enfrentado a un grupo de cinco personas, matando a algunas de ellos. Como Zig había estado en una misión semisecreta cuando todo sucedió, nadie podía dar cuenta de su paradero. Y dado que no podía andar divulgando los detalles de su trabajo, tuvo que permanecer en silencio. Eso solo hizo que el clan Wadatsumi sospechara aún más de él, y cuando intentaron usar la violencia para hacerlo hablar, él respondió en consecuencia.

Incluso le contó cómo, una vez aclarado el malentendido, intentaron negociar una compensación por los daños que había sufrido. Cuando terminó su relato, Siasha parecía indecisa.

“Es cierto que las pruebas circunstanciales hacían que cualquiera creyera que fuiste tú.”

“Pensé lo mismo. Por eso intenté con todas mis fuerzas no matarlos mientras me defendía. Aunque sí tenía la intención de acabar con las dos que aparecieron después.”

“¿Estás seguro de que no me pasé de la raya…?” Siasha hizo una expresión incómoda al darse cuenta de que había arruinado por completo la oportunidad de Zig para negociar una indemnización.

Podría haber conseguido una buena suma de dinero del clan Wadatsumi si hubiera querido. Nadie podría culparlo por estar furioso por la oportunidad perdida, pero a él no parecía importarle demasiado.

“Está bien. En realidad, estaba teniendo problemas para determinar qué constituiría un pago justo.”

En el mundo del que venía Zig, era bien sabido que las deudas se saldaban con la cabeza del infractor. Aquí, replicar ese sistema solo traería más dolores de cabeza. Así que terminó dejando la cuestión de la compensación en manos del clan, con la esperanza de que encontraran una solución justa para todos los daños ocasionados. Y gracias a la actuación de Siasha, al menos no tendría que preocuparse de que intentaran regatear con él.

Tal vez fuera porque los humanos y las brujas eran criaturas fundamentalmente distintas, pero el aura intimidante que ella desprendió en ese momento fue impresionante.

“Aun así, si no fuiste tú, ¿quién pudo haberlo hecho?”

“Quién sabe. Es extraño que usara un arma tan llamativa; quizás sea diferente de la que usa normalmente. De cualquier forma, no tiene nada que ver con nosotros.”

“Cierto.”

Por muchos aventureros que ese tipo hubiera masacrado, el problema no tenía nada que ver con ellos. Quizás intervendrían si intentaba matar a alguien justo frente a sus narices, pero fuera de eso, no tenían intención de involucrarse.

Dando por concluido el tema del incidente, pasaron a hablar de asuntos relacionados con la aventura.

El grupo temporal de Siasha planeaba tomarse el día siguiente libre. El ritmo que ella y Zig habían estado llevando no era lo común: la mayoría de los aventureros descansaban más o menos la misma cantidad de días que trabajaban.

Gracias a su participación en la reciente misión de exterminio, Siasha había subido de categoría y ahora tenía acceso a varias nuevas ubicaciones. Le dio a Zig un resumen de los nuevos monstruos que podrían encontrarse mientras discutían sus próximos pasos.

“Personalmente, me interesa ir a una zona donde haya monstruos tipo lagarto.”

“¿Por qué?”

¿Le gustan especialmente los lagartos o qué?

Los ojos de Siasha brillaron mientras empezaba a exponer las ventajas de cazar lagartos.

“Por lo visto, algunas especies de monstruos lagarto usan tipos de magia inusuales. Los ítems mágicos y herramientas que se pueden fabricar con los materiales que se obtienen de ellos parecen bastante interesantes también.”

Aunque cazarlos no dejaba tantas ganancias como otros monstruos, era una forma sencilla de obtener ingresos extra. Sin embargo, Siasha parecía más interesada en ver su “magia inusual” que en hacer dinero. Zig, por su parte, no podía usar ítems mágicos, pero le intrigaban los implementos mágicos únicos, así que no tenía objeciones.

“Okay, hagámoslo entonces.”

“¡No puedo esperar! Muero por conseguirme una túnica de piel de lagarto,” dijo Siasha con entusiasmo, ya pensando en las formas de utilizar los materiales que podrían recolectar.

Su comentario le refrescó la memoria a Zig.

“¿Te importa si pasamos por la armería? Mi peto quedó completamente destruido. Necesito reemplazarlo.”

Su armadura ya estaba en las últimas antes de la batalla anterior y ahora había llegado al final de su vida útil. Los ataques de Milyna y Scecz lo habían desgastado tanto que era prácticamente irreconocible. Tenía que conseguirse una nueva antes de salir de aventura al día siguiente. Kasukabe le había dicho que le pasara la factura al clan Wadatsumi por cualquier equipo protector dañado, así que no tendría que preocuparse por el gasto.

“Claro, vamos.”

Siasha cambió de dirección de inmediato, prácticamente arrastrándolo por el distrito comercial hasta la armería. Recibieron varias miradas curiosas de los transeúntes en el camino, pero no les prestaron atención. A esas alturas, ya estaban acostumbrados.

Dentro de la armería, había la cantidad habitual de aventureros que ya habían terminado su jornada, pero como llegaron un poco temprano, no estaba tan lleno: el momento perfecto para visitarla.

La dependienta que los había atendido varias veces antes notó su llegada y salió a recibirlos.

“¡Bienvenidos! Aprecio que hayan vuelto tan pronto, pero me temo que aún no he terminado de preparar una selección de armaduras para que su compañera elija…”

“No, venimos por otra cosa. Mi armadura quedó hecha trizas. Necesito un reemplazo urgente. ¿Podrías traerme las piezas que me mostraste esta tarde?”

“Por supuesto. Denme unos momentos.”

La dependienta se alarmó al ver el estado de su armadura. Apenas unas horas antes se veía en perfecto estado, y ahora no era más que harapos. Sin embargo, no dejó que su expresión delatara su sorpresa mientras daba instrucciones al personal detrás del mostrador.

Dijo que se tomaría el día libre porque su compañera no estaba… Eso debe de significar que tuvo algún tipo de pelea fuera del ámbito de la aventura. Pero ese daño no parece provenir de un monstruo. Tal vez los rumores sean ciertos después de todo…

Ella había escuchado ciertas habladurías sobre ese hombre, y su apariencia solo parecía confirmar esas historias. Con eso en mente, se preguntó cuál sería el mejor curso de acción.

Aunque no hicieran nada, suministrarle armas a un criminal dañaría la reputación de la tienda. Pero si lo echaban y los rumores resultaban ser falsos, el resultado sería igual de negativo.

Más importante aún, había algo en lo que había escuchado que no terminaba de cuadrarle: era demasiado sospechoso.

Fuera o no un crimen impulsivo, resultaba increíblemente conveniente que tantas pistas apuntaran directamente a una sola persona. Sin mencionar que, si realmente fuera el culpable, ¿de verdad entraría tan campante en la tienda?

“Mencionaste que la armadura se salía de tu presupuesto esta tarde. ¿Sigues queriendo ver las mismas piezas?”

Era una forma indirecta de preguntarle cómo se había hecho con el dinero.

Para su sorpresa, obtuvo una respuesta bastante sincera.

“No conseguí dinero. El grupo que rompió mi armadura dijo que me compensarían por ella. El clan Wadatsumi me confundió con la persona que atacó a algunos de sus miembros, así que hubo un pequeño altercado.”

“¿Ah, sí?”

Ella suponía que el clan Wadatsumi también habría oído los rumores, pero no esperaba que actuaran tan rápido. Y, a juzgar por lo despreocupado que se veía él con todo el asunto, parecía que el problema ya estaba resuelto.

Me alegra no haber actuado sin pensar. Al final, los rumores son solo rumores.

Animada por la doble buena noticia —no haber espantado a un cliente prometedor y enterarse de que tenía el respaldo de un clan para costearse algo más caro—, la dependienta comenzó a seleccionar piezas de armadura que cumplieran con todos los requisitos de Zig.

Sin embargo, él no tardó en echarle un balde de agua fría a sus planes.

“No hace falta que elijas algo demasiado caro.”

“¿Seguro? Si el clan cubrirá los costos, no creo que les moleste que elijas una pieza un poco más premium.”

“Si empiezo a usar cosas fuera de mi alcance, luego será difícil volver atrás cuando ya no las tenga. Prefiero que se mantenga dentro de un rango que pueda pagar por mi cuenta.”

Por muy buena que fuera, la armadura seguía siendo un consumible. Acostumbrarse a una de alta calidad y luego tener que volver a piezas más baratas sería una tortura. Por eso, Zig quería algo que pudiera reemplazar con sus propias ganancias.

La herramienta adecuada para el trabajo adecuado.

Las palabras de su maestro resonaron en su cabeza mientras le explicaba su razonamiento a la dependienta.

“Entendido. Ahora mismo te las traigo.”

Aunque la forma de pensar de Zig la desconcertó, la mujer se puso manos a la obra sin dejar que su verdadera impresión se reflejara en su expresión. Nunca había conocido a un aventurero que no se emocionara por conseguir algo que normalmente estaría fuera de su presupuesto, especialmente si no era él quien lo pagaba.

Era un poco decepcionante perder la oportunidad de hacer una gran venta, pero aún estaba de buen humor por la información útil que había obtenido.

Qué forma tan interesante de verlo, pensó ella. Aun así, no creo que vaya a morir pronto, y tenerlo vivo es mejor para el negocio a la larga.

Con eso en mente, seleccionó una pieza de armadura sin bordes afilados que le había dejado una buena impresión a Zig más temprano esa tarde.

“¿Qué te parece esta?”

“Nada mal. Me gustaría hacerle algunas modificaciones en la zona de los hombros. ¿Eso sería posible?”

“Con gusto. Ven por aquí.”

Satisfecha con la respuesta positiva de Zig, la dependienta y el mercenario procedieron a discutir los detalles. Para cuando terminaron los ajustes, la tienda ya estaba abarrotada de aventureros.

“Realmente odio las multitudes…”

Siasha sonaba completamente harta mientras luchaban por abrirse paso entre la gente.

“Lo siento, tomó más tiempo del que esperaba.”

“Oh, no. No te preocupes. Me alegra que encontraras algo que te gustara.”

“¿Y tú? ¿Viste algo bueno?”

Mientras Zig elegía su nueva armadura, Siasha había estado explorando algunas piezas de equipo protector con propiedades mágicas, tal como él le había contado. Se veía bastante satisfecha; tal vez algo había llamado su atención.

“¡Uuh! Muchas cosas. Probé imbuirles algo de maná y el consumo requerido no parece que vaya a ser un problema en absoluto. ¡Ahora tengo tantas opciones!”

Zig debería haberlo imaginado; la bruja parecía tener un suministro de maná abrumador.

“¡También puedes traer tus propios materiales y hacer un pedido personalizado! Cuesta un poco de dinero y tiempo, pero es una forma mucho más barata de conseguir buen equipo. Si encontramos un monstruo que use magia interesante mañana, ¡asegurémonos de cazarlo!”

Mientras regresaban a la posada, Zig no pudo evitar reírse ante el entusiasmo de Siasha. Compraron la cena en uno de los puestos de comida y la llevaron con ellos para comerla en su habitación. Después de que la bruja sanara las heridas del mercenario, ambos se acostaron temprano para estar listos para el día siguiente.



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