Ningen Fushin Volumen 1 capítulo 4
"Lee Ningen Fushin volumen 1 capítulo 4 en español"
Ningen Fushin no Bōkensha-tachi ga Sekai o Sukū Yō Desu vol 1 Capítulo 4
Karan, la Guerrera Draconian / Víctima de Fraude / Solo come Gourmet
Los
orgullosos draconianos tenían una misión: servir a un héroe humano y salvar el
mundo.
Dicho esto, actualmente el mundo no
estaba en peligro. La guerra entre los humanos y los demonios había terminado
hacía diez años, y no había fuerzas oscuras gobernando el mundo. Eran tiempos pacíficos.
Los draconianos, sin embargo,
atravesaban una crisis. Participaron en la guerra como mercenarios, y muchos de
ellos no regresaron a casa. Murió una cantidad considerable de gente, pero
muchos simplemente decidieron quedarse en las tierras de los humanos. El
asentamiento draconiano era una sociedad rural e insular que había mantenido
sin cambios su tranquilidad durante siglos. Los draconianos, que se unieron a
la guerra como mercenarios, encontraron fascinantes los países de los hombres,
con su crisol de culturas y su cómodo y desarrollado modo de vida. Además,
muchos de ellos se enamoraron de un humano durante la guerra y formaron una
familia.
Karan era la
tercera hija del jefe de la decadente población draconiana. Todos la querían
por su brillante personalidad. Era más fuerte que cualquier hombre y, aunque no
siempre era la más inteligente, la gente la toleraba por su excelente potencial
como guerrera.
Era inevitable que ella terminara
interesándose por el mundo exterior. Por muy fuerte que se sintiera, sólo podía
compararse con los habitantes de su pequeña aldea. Quería ver el mundo y poner
a prueba su fuerza, y se sentía atraída por la misión draconiana de servir al
héroe. Por ello, decidió abandonar la aldea y emprender un viaje.
Pero Karan carecía de un aspecto. Como
había crecido en una aldea con una población en declive, podía contar con los
dedos de una mano el número de amigos de su edad. No tenía ningún amigo de su
edad. La mayoría de los adultos del pueblo eran viejos, y muy pocos estaban en
edad de trabajar. La habían mimado mientras crecía y aún no conocía la frialdad
del mundo ni la crueldad de la que era capaz la gente.
≪ •❈• ≫
“Recoge eso y míralo de cerca, señorita.”
“ Okay.”
Karan hizo lo que le dijo el vendedor
ambulante de Ciudad Laberinto y cogió un colgante de plata. El adorno colgante
tenía forma de un cisne, y ella quedó cautivada por su elegante diseño. El
único problema era su elevado precio.
“Son dos monedas de oro, lo que equivale
a veinte mil dinas. Lo siento, pero no puedo reducir el precio”, dijo el hombre
levantando dos dedos.
Karan estaba indecisa. Podía
permitírselo si utilizaba el dinero que le habían dado sus padres, pero no era
dinero que debiera malgastar. Tras pensárselo mucho, devolvió el colgante al
vendedor ambulante. Decidió que volvería cuando fuera capaz de valerse por sí
misma. En lugar de corresponder a la amabilidad de su amiga cuando todavía no
tenía experiencia, sería mejor esperar y dárselo cuando demostrara que podía
ser independiente.
Devolvió el colgante y el vendedor
ambulante gritó. “¡Nooo!”
“¿Qu-qué sucede?”, preguntó Karan.
“No me vengas con eso, señorita. Eres
una draconiana. ¡Debes tener más cuidado!”, gritó el hombre, mostrando el
colgante a Karan para que lo viera. Tenía un rasguño que parecía haber sido
hecho por una garra afilada. “No puedo venderlo en este estado... Oh, cielos.”
“¡E-ese rasguño no fui yo!”
“... Supongo que no puedo culparte por
ser descuidada. Está en tu naturaleza. Pero no está bien hacerse el tonto.”
“¡P-Pero!”
Del codo hacia abajo, los draconianos
tenían los brazos de un dragón. Estaban cubiertos de escamas y tenían garras
afiladas. Esa era exactamente la razón por la que los draconianos siempre
tenían especial cuidado de no herir a las personas con las que entraban en
contacto cercano. Karan ya no era una niña y sabía cómo tener cuidado. Cuando
el hombre le dio el colgante, lo agarró con el interior de los dedos para
evitar arañarlo. Estaba segura de que sus garras nunca lo habían tocado.
“Parece que eres una recién llegada del
campo, chica. Lo siento, pero no puedes salirte con la tuya en Ciudad Laberinto”,
dijo él.
“...”
“Dicho esto, no soy un monstruo. Sé que
no querías rasguñarlo.”
“... ¿Eh?”
“Reduciré el precio a la mitad, a diez
mil dinas. Dame una moneda de oro. No te pediré el reembolso completo y te daré
el pendiente rasguñado.” El vendedor ambulante sonrió a Karan con amabilidad.
Ella se sintió atraída por su sonrisa.
Diez mil dinas era mucho dinero. Podría
salir de ésta con sólo diez mil dinas. Ambos pensamientos cruzaron su mente
simultáneamente. ¿Qué debería hacer ella?
“Piense en esto como el precio que hay
que pagar por aprender a moverse en esta ciudad, señorita. ¿O quieres que llame
a los Caballeros del Sol para que medien por nosotros?”, la amenazó.
La Orden de los Caballeros del Sol era
una organización policial que protegía la paz en Ciudad Laberinto. Mantenían a
raya a los criminales y hacían todo lo posible por mantener la justicia, pero
de vez en cuando arrestaban a gente por cargos falsos, y también había muchos
mercaderes que los habían sobornado. Aunque los caballeros no fueran del todo
dignos de confianza, llamar su atención aquí le dificultaría la vida en Ciudad
Laberinto.
Karan sintió una oleada de miedo cuando
mencionó a los Caballeros del Sol. Justo entonces, un hombre puso la mano en el
hombro del vendedor ambulante.
“Hey, ¿tienes algo que discutir con
Karan?”, preguntó él.
“¡Callios!” Karan sonrió alegremente y
llamó al hombre por su nombre.
Era un hombre apuesto, con el cabello
largo y rubio y una espada larga a la espalda. Su sonrisa permanente hacía que
todo aquel con el que hablaba se sintiera como un amigo. El vendedor ambulante,
sin embargo, puso una expresión incómoda en respuesta al sonriente Callios,
cuya mano estaba sobre su hombro.
“Lo siento, Karan. Tardaron un poco en
pagarnos en el gremio”, se disculpó Callios.
“E-está bien”, respondió Karan, negando
con la cabeza.
A pesar de su comportamiento amistoso,
era el líder de White Heron, el grupo de aventureros de Karan, lo que lo
convertía básicamente en su jefe. Pero eso no era todo — también fue la persona
que se acercó a ella cuando llegó a Ciudad Laberinto sin saber qué hacer.
Callios la invitó a su grupo y cuidó de ella, por lo que se sintió agradecida.
Karan bajó la mirada, ruborizada por la vergüenza de haberla encontrado en
aquel aprieto.
“Te dije que me llamaras siempre que
fueras de compras, ¿no? No me importa ayudarte si quieres algo.”
“O-okay.”
“En fin. Volviendo a ti”, dijo Callios,
volviendo a centrar su atención en el vendedor ambulante.
“¿Cu-cuál es tu problema?”, preguntó el
hombre.
“¿No me has oído? Te pregunté si tienes
un hueso que roer con Karan.”
“N-no exactamente... Esta chica draconiana
arruinó mi colgante de veinte mil dinas. No puedo dejarla libre. Mira este
rasguño. Ahora ya no lo puedo vender.”
Karan agachó la cabeza, temerosa de que
Callios se enfadara con ella. No es como si él le hubiera gritado antes, pero
sólo de imaginarlo le temblaban las piernas. No quería que él la abandonara.
“L-lo siento, Callios...”
“Oye, Karan. Intenta rascar este
pendiente”, dijo Callios.
“¡¿Qué crees que estás haciendo?!”,
gritó el vendedor ambulante.
“Ya no se puede vender, ¿verdad? ¿Qué
importa otro rasguño?”, preguntó Callios.
“Sólo lo permitiré cuando reciba diez
mil dinas por él”, insistió el hombre.
“Bien, lo pagaré. Pero sabes lo que
hiciste.”
Callios sacó una moneda de oro del
bolsillo y se la dio al vendedor ambulante. La cara del hombre palideció al
aceptar el dinero; no parecía nada contento en lo más mínimo que le pagaran.
“Muy bien, Karan. Adelante, ráscalo.
Arañar un pendiente se siente muy mal... Esto es un poco emocionante.”
“¿Eh? P-pero ...”
“Está bien. Sólo hazlo.”
Karan hizo lo que Callios dijo y
tímidamente presionó una garra contra él. La plata chirrió cuando ella lo
arañó. Cerró los ojos por reflejo, temerosa de mirar el rasguño.
“Mmm. ¿Puedes hacer un rasguño más
pequeño, Karan?”, preguntó Callios.
“¿Eh? No—o puedo”, balbuceó Karan.
“Exactamente”, dijo Callios, mirando al
vendedor ambulante con una sonrisa arrogante. “Karan no podría haber hecho un
rasguño tan limpio con sus garras. Esto no era más que una estratagema para
vender un ítem dañado.”
Tal y como
dijo Callios, el primer arañazo era fino y perfectamente recto. En cambio, el
arañazo que Karan acababa de aplicar era grande, torpe y con una forma
visiblemente diferente.
“¡Esto no tiene nada que ver contigo!”,
gritó el vendedor ambulante.
“¿Qué—? Soy yo quien lo ha pagado. No
tienes lógica. Además...”
Callios metió la mano en el bolsillo del
vendedor ambulante con una rapidez que habría asombrado a un carterista y
tanteó.
“¡¿Qu-qué demonios?! ¿Qué estás—?”
“Lo sabía”. Callios sacó un colgante de
cisne sin un solo rasguño. “Cambiaste esto con el colgante arañado y fingiste
que ella lo había arañado.”
“¡Oh!”, jadeó Karan.
“También podrías haber intentado cambiar
el colgante bueno por el dañado al envolverlo. Es un viejo truco.”
Karan no miró de cerca el colgante
cuando se lo devolvió al vendedor ambulante. Estaba ensimismada pensando si
debía comprarlo, dándole al hombre la oportunidad de aprovecharse de ella.
“Entonces, ¿qué deberíamos hacer aquí?
Podría llamar a los Caballeros del Sol...”, amenazó Callios.
El vendedor ambulante sudaba de forma
visible. Cualquiera podía ver que era culpable. Karan estaba cautivada por la
hábil forma en que Callios manejaba esto, y se sorprendió cuando volteó hacia
ella para tomar una decisión.
“Oye, Karan. ¿Quieres este colgante?”
“¿Eh? S-sí, pero...”
“Genial. Muy bien, nos llevaremos este
colgante en lugar de entregarte a los Caballeros del Sol. También me llevaré
esa moneda de oro.”
“¡Maldita sea!”, gritó el hombre.
“Eso hace que esto sea un regalo gratis.
Mirándolo bien, esto no vale veinte mil dinas. Dos mil dinas tendrían más
sentido.”
El vendedor ambulante se apartó de la
mirada burlona de Callios. Su respuesta dejaba claro que era culpable de los
cargos. A pesar de ello, Karan aceptó cortésmente el colgante de Callios.
“Callios”, le dijo Karan.
“¿Qué pasa?”, respondió él.
“Umm... gracias.”
Callios sonrió y acarició la cabeza de
Karan. Ella no podía imaginar nada más cómodo que el calor de su mano.
“Muy bien, Karan. Es hora de volver al
trabajo”, dijo.
“Okay. ¿Adónde iremos ahora?”, respondió
Karan.
“La Cueva de la Serpiente Vasija. Es un
laberinto difícil. ¿Estás preparado para ello?”
“¡Sí, puedes contar conmigo!”
Karan quería devolverle su amabilidad
estando a la altura de sus expectativas. Ella asintió con entusiasmo.
≪ •❈• ≫
Una luz roja brillante destelló en el interior
del oscuro laberinto.
“¡Toma esto! ¡[Corte
del Dragón de Fuego]!”
Karan blandió su gran espada hacia abajo
en un amplio círculo. La fuerza ejercida por su arma, extremadamente pesada,
fue suficiente para atravesar el duro caparazón del ciervo plateado —un
escarabajo ciervo gigante— y partirlo en dos. No fue un simple movimiento
descendente — ella quemó la parte seccionada del monstruo que su espada
atravesó. Su movimiento más poderoso imbuyó su fiel Espada Dragonbone con la
protección divina del dragón de fuego, y le dio la capacidad de quemar
cualquier cosa.
“¡Esa es nuestra Karan! ¡Eres increíble!”
“¡Ni siquiera un rango S sería rival
para ti!”
“Ja-ja, ya paren”, dijo Karan, sonriendo
orgullosa a su pesar. Los dos hombres que la elogiaban profusamente eran el
mago y el sacerdote de White Heron. También eran amigos de Callios. Se
agacharon para comenzar a desmontar el ciervo plateado cercenado en busca de
materiales.
El escarabajo ciervo plateado medía un
metro de largo. Eran enemigos difíciles a los que sólo se podía dañar con
ataques físicos o mágicos de fuerza considerable. El peligro de enfrentarse a
ellos merecía la pena por el botín — las tenazas, duras pero ligeras, y el
exoesqueleto se vendían a precios elevados. La mazmorra en la que se
encontraban, la Cueva de la Serpiente de Vasija, estaba habitada por monstruos
duros como el ciervo plateado, pero era conocida como un lugar donde se podía
ganar mucho dinero.
“... Oye. ¿Estás seguro que no quieres
que te ayude?”, preguntó Karan.
“Sí, este trabajo no es digno de ti.
¡Tómate un tiempo para descansar!”
“Pero eso no es justo para ti...”
“Vamos, hiciste todo el trabajo matando
a esta cosa. Nos dejarías sin trabajo si te permitiéramos hacer más, así que
déjanos esto a nosotros.”
El mago y el sacerdote no levantaron la
vista de su trabajo mientras respondían a Karan. Eran compañeros de confianza,
pero ella no pudo evitar sentirse un poco incómoda.
“Callios...”, dijo ella.
“Está bien, Karan. Ellos se encargan de
esto”, dijo Callios.
“Pero debería ayudar al menos un poco...”
“Oye. Aprecio la idea, y tienes razón en
preguntar. Pero los aventureros tienen que confiar los unos en los otros. Es
importante confiar algo de trabajo a los miembros de tu grupo.”
“O-okay.”
“Además, no sabes diseccionar un
cadáver, eres analfabeta y no sabes matemáticas. Deja esas cosas para los que
saben hacerlas. Puedes confiar en nosotros cuando quieras. Así evitarás caer en
estafas como la de hoy.”
“Supongo que sí, pero...”
Karan se aferró al colgante de cisne que
llevaba en el bolsillo.
Callios le
tocó el hombro con delicadeza. “Karan. No hay nada malo en confiar cosas que no
se te dan bien a otras personas. Confía en los miembros de tu grupo y céntrate
en lo que eres buena. Si haces eso, seremos aventureros famosos en poco tiempo.
Todo el mundo nos verá como héroes”, dijo, sin dejarla que ayudara en absoluto.
Karan tenía un talento increíble como
guerrera. A pesar de sus dotes físicos, trabajaba duro, y los laberintos de
rango D, normalmente difíciles para los aventureros novatos, eran pan comido
para ella. Pero todavía era joven —no llegaba a los veinte años—, así que no le
parecía correcto dejar que los demás hicieran todo el trabajo sólo porque ella
era fuerte. Estaba contenta que confiaran en ella para el combate, pero su
negativa a dejarla hacer cualquier otra cosa le producía una extraña sensación
de inquietud. Aunque cada vez que empezaba a sentirse así, Callios la consolaba
y animaba.
“Hay un monstruo realmente fuerte en el
siguiente piso. Contamos contigo, Karan”, dijo Callios, dándole una palmada en
el hombro.
“¡Okay, estaré lista!” respondió Karan,
abandonando enseguida su aprensión. Estaba en su naturaleza centrarse en la tarea
que tenía delante por encima de cuestiones complejas. Para ella, esto era mucho
más fácil.
“El siguiente piso es el último. El jefe
se encuentra allí. Es un monstruo fuerte llamado serpiente de vasija. ¿Sabes
algo al respecto?”, preguntó Callios.
“No”, respondió Karan.
“Es una serpiente que se esconde en una
vasija gigante de mayor tamaño que una persona. Es muy cautelosa, y no hay nada
que puedas hacer mientras se esconde.”
“¿Se esconde en una vasija? ¿No
funcionará la magia en ella?”
“Sip, la vasija repele los hechizos.
Pero si golpeas la vasija tan fuerte como puedas, la serpiente de la vasija se
enfadará y saldrá. Y va tras la persona que golpeó la vasija, así que tienes
que matarla cuando emerja.”
“... Oh.”
“Siento preguntar esto, pero... ¿puedes
correr ese riesgo por nosotros, Karan? Te respaldaremos, por supuesto. ¿Verdad,
chicos?”, preguntó Callios.
“¡Sí, te cuidaremos la espalda! ¡Lo
golpearé con mis hechizos de fuego!”, proclamó el mago.
“Déjame la
curación a mí “, dijo el sacerdote.
Karan también consideró a aquellos dos
amigos como importantes. Si le decían que confiara en ellos, decidió que no lo
pensaría demasiado y se centraría en la lucha.
“... ¡Okay, lo haré!”
La serpiente de vasija era el jefe de la planta inferior
de la Cueva de la Serpiente de Vasija. Era un enemigo muy difícil, y todos los
aventureros que conseguían matarla eran mirados con admiración.
White Heron suele cazar en laberintos
aptos para aventureros de rango D. Enfrentarse al jefe de un laberinto de rango
C, como la serpiente de vasija, estaba un poco fuera de su alcance. Uno
necesitaba fuerza para atravesar sus duras escamas, velocidad para seguir su
rápido movimiento, equipo para protegerse de su veneno mortal y, sobre todo, un
líder con la capacidad de mantener la concentración y tomar las decisiones
correctas durante una larga batalla. No podría ser derrotado a menos que el
grupo y cada miembro individual fueran lo suficientemente hábiles.
“Okay... Karan, procede como lo
discutimos. Guarda el [Corte del Dragón de Fuego] para el final”, instruyó Callios.
Sin embargo, existe un método infalible
para matar a la serpiente de vasija. No mucha gente lo conocía, pero incluso
entre los que lo sabían, sólo unos pocos lo intentarían.
“¡Seguro, Callios!”,
respondió Karan. Se lanzó contra la vasija gigante en la que se escondía la
serpiente y la derribó.
“¡Ssssssss!”
La serpiente salió furiosa de la vasija.
“¡Ten cuidado, Karan!”
“¡Está bien!”
La serpiente
giró hacia Karan, enfadada con ella por volcar su vasija, y arremetió contra
ella. Parecía como si quisiera tragársela entera. Karan blandió su espada y
bloqueó su ataque. Los draconianos eran más fuertes que los humanos, y una serpiente
de ese tamaño sería pan comido para un guerrero draconiano hecho y derecho.
Incluso Karan, que aún estaba en crecimiento como guerrera, desvió sus ataques
con facilidad.
“¡Apóyenla!”, ordenó
Callios, y el mago disparó un hechizo de fuego llamado [Bola de Fuego]. La serpiente se centró por completo en Karan, y el hechizo
la golpeó directamente.
“¡Sssss!”
La ira de la serpiente se intensificó, y
miró con furia a los aventureros. A continuación, ocurrió algo extraño — el
cuerpo de la serpiente emitió un brillo verde nauseabundo.
“¡Callios! ¡¿Qué es eso?!”, gritó Karan.
“¡Sólo intenta intimidarnos! ¡Vamos a
preparar el golpe final! ¡Mantenlo justo ahí!”, respondió él.
“¡O-okay!”
Sintiéndose ansiosa, Karan continuó
luchando contra la serpiente. Le costaba atravesar sus gruesas escamas. La
estrategia que discutieron fue que Karan actuara como señuelo y desviara sus
ataques mientras el mago la apoyaba. Mientras ganaban tiempo, el sacerdote iba
a fortalecer a Callios con magia de apoyo para poder matarla de un solo golpe.
“¡Callios! ¡¿Estás listo?!”, gritó Karan
sin darse la vuelta.
Confiaba en ellos, y
esos hombres respondieron a su confianza alejándose en silencio mientras ella
se centraba en luchar contra la serpiente.
“¡Ssssssss!”
La serpiente abrió tanto la boca que
parecía que se le iba a romper la mandíbula, y expulsó una niebla verde
venenosa.
“¡¿Qu-qué es esto?! Callios...
Ayúdame...”
Cuando una serpiente de vasija se enfada
y percibe un peligro crítico, responde esparciendo un vapor mortal a su
alrededor. Era un veneno extremadamente poderoso elaborado a partir de la
mezcla del veneno de la serpiente junto con insectos venenosos y flores del
laberinto que recogía dentro de su vasija. Luego convertía ese veneno en niebla
y lo escupía, matando inmediatamente a cualquier humano ordinario.
Sin embargo, el ataque tenía sus
inconvenientes. Una vez que la serpiente agotaba todo su veneno, era incapaz de
volver a utilizar el ataque. El veneno también servía como energía de la
serpiente, por lo que se debilitaba justo después de usarlo.
Por lo tanto, eso dejó varias formas de
enfrentarse a ella. Una opción era matar a la serpiente de vasija con un potente
golpe antes de que liberara la niebla venenosa. También, era útil el equipo que
daba resistencia al veneno.
“Muy bien, la niebla venenosa se disipó.
Deberíamos estar bien.”
“Nuestro plan funcionó.”
La otra opción era usar a alguien como
sacrificio.
“Lo siento, Karan. Buen trabajo
encargándote de la serpiente de vasija por nosotros... Aunque, supongo que ella
se encargó de ti igualmente”, se burló Callios.
“¿Po-por qué...?”, murmuró Karan tras
desplomarse en el suelo. No le quedaban fuerzas ni para mover un dedo. Era todo
lo que podía hacer para responder a la risa burlona de Callios.
“Ella todavía puede hablar... ¿La
serpiente de vasija no tenía suficiente veneno acumulado?”
“Probablemente el veneno funciona más
lento en ella, ya que es una draconiana. No te preocupes; fue una dosis letal.”
Callios y el mago se sorprendieron de
encontrar a Karan viva, pero se concentraron en la tarea que tenían entre manos
antes de girar hacia ella. Acabaron con la serpiente de vasija que se había
desplomado sin fuerzas al igual que Karan y luego arrancaron hábilmente las
partes que podían venderse por dinero.
Karan tuvo una idea. Todo esto formaba
parte del plan para matar a la serpiente. Se lo ocultaron para que no tuviera
miedo del veneno. Seguramente iban a curarla en cualquier momento.
“Salgamos tan pronto como terminemos de recoger los materiales.”
Sus esperanzas se desvanecieron cuando Callios y los demás la dejaron allí despiadadamente.
“Cielos, te has vuelto bueno en esto,
Viper.”
“Deja de llamarme así. Ahora soy
Callios.”
“Odio
usar diferentes nombres... Qué desperdicio de una buena chica, sin embargo.
Estaba loca por ti. Deberías haberte divertido con ella.”
“No me
gustan las pueblerinas de campo... especialmente del tipo envenenada.”
“Tienes razón. Usarla ahora sólo te
haría enfermar.”
Karan sólo podía
permanecer tumbada mientras oía su vulgar conversación. Las voces se hicieron
más pequeñas hasta que se quedó realmente sola. Era sólo ella y el cadáver de
la serpiente de vasija y el silencio total.
Espera... Alguien... Sálvame...
No había nadie que
escuchara el grito de Karan.
Un día entero pasó.
¿Mmm...?
Karan se despertó de un salto. Su cuerpo
crujía, y le dolían las articulaciones, pero el dolor tortuoso y el calor del
veneno habían desaparecido.
“¿Dónde estoy?”
Karan miró a su alrededor. La habitación
estaba vacía, excepto por ella y el cadáver de la serpiente. Difícilmente
podría llamarse un cadáver ahora. Era sólo los restos lamentables de la
serpiente de vasija después que todos los materiales vendibles como su piel y
colmillos fueron tomados.
“Eso... no fue un sueño...”
Karan estaba devastado. La alegría de
sobrevivir no era nada al lado de la tristeza de ser traicionado por sus
camaradas. Karan incluso pensó que habría sido más fácil si ella simplemente
muriera sin saber lo que realmente sucedió y lo que no.
Lo único que le quedaba era su vida.
“Oh, me pregunto...” Karan metió la mano
en el bolsillo del pecho y sacó algo. “Sí, el amuleto está roto...”
Cuando Karan abandonó la aldea, su padre
—el jefe del pueblo draconiano— le regaló unos cuantos tesoros. El primero, era
la Espada Dragonbone. No era una espada ordinaria. Estaba forjada con una
aleación de acero de dragón —un mineral que se encuentra en las garras y huesos
de los dragones— y hierro. Era muy resistente y podía mejorarse con la
protección divina del dragón de fuego. Karan no podía usar su movimiento
especial [Corte
del Dragón de Fuego] sin ella.
El segundo era un amuleto llamado
amuleto anti-veneno. Era un ítem mágico de un solo uso que activaba una fuerte
antitoxina y un hechizo curativo cuando uno se encontraba en peligro mortal
mientras lo llevara puesto. Aunque había algunos venenos potentes que el
amuleto anti-envenenamiento no podía curar, podía con casi cualquier veneno
natural. El proceso de curación tardaba un poco en completarse, pero sin duda
era un ítem extremadamente útil. Fue la razón por la que Karan sobrevivió.
“No puedo creer que tardara menos de un
año en usarlo...” Se sintió culpable hacia sus padres. Ese pensamiento le
recordó su tesoro más importante, y la sangre se drenó de su rostro. Se llamaba
“Gema del Rey Dragón”. No era sólo una joya; también era un ítem mágico que era
importante para todos los draconianos.
Había una leyenda que decía que el
draconiano que sirvió al héroe, le entregó a su amo una gema. Se formó una
tradición imitando esa leyenda en la que un draconiano regalaba una gema llena
de maná a una persona a la que reconocía como merecedora de ella. La persona
que recibía la gema era bendecida con la protección divina que se otorgaba a
los draconianos. Era un poderoso ítem mágico que permitía a otras razas ejercer
la fuerza de un dragón.
Eso no era todo — también se utilizaba
como dote cuando una mujer draconiana se casaba. Hacía siglos que no aparecía
una persona digna de ser etiquetada como héroe por los draconianos, así que la
tradición de servir al héroe era poco más que un ideal perdido. Ahora, las
gemas eran más importantes a la hora de encontrar pareja para el matrimonio.
El tipo de gema utilizada no importaba.
Un diamante o un guijarro pulido servían igual. Sin embargo, Karan era la hija
del jefe, y haría quedar mal a toda la raza draconiana si usaba algo barato. La
gema del jefe era un rubí brillante, más grande que cualquier otra gema que
poseyera la raza draconiana, y estaba llena del maná equivalente a un año de
maná del jefe. Era la Gema del Rey Dragón de mayor calidad que existía.
Actualmente estaba guardado en la caja
fuerte de su grupo en la posada.
“¡Oh, no!”
Karan había confiado sus posesiones a
sus compañeros... aunque ya no podía llamarlos así. No le había contado a nadie
lo de la Gema del Rey Dragón, pero no habría sido de extrañar que se hubieran
enterado de que a todas las mujeres draconianas se les daba una. No quedaban
muchos draconianos, pero hubo muchos que se distinguieron durante la guerra.
Probablemente un aventurero habría oído hablar de las Gemas del Rey Dragón en
algún momento.
“¡T-Tengo que darme
prisa!” Karan reprimió sus sentimientos de angustia y se levantó. Soportando la
soledad de aventurarse sola por una mazmorra, empezó a caminar.
Karan tardó tres días en escapar del laberinto y otra
semana en regresar a Ciudad Laberinto. El viaje duró cinco veces más que el
trayecto hasta el fondo del laberinto, sobre todo porque tuvo que moverse con
cuidado para evitar luchar sola contra los monstruos.
“¡¿Eh?! ¡¿No eres amiga de Callios?!”
El posadero de la posada en la que White
Heron había hecho su base, se sorprendió al ver a Karan.
“¡¿Callios está aquí?!”, preguntó Karan.
“No, ya se fue. Dijo que tú... moriste
en un laberinto...”
“Él mintió.”
“... Al parecer.” El posadero asintió, y
Karan bajó la cabeza con tristeza.
El posadero dijo que se trataba de un
viejo truco. Hacía tiempo que había aventureros que recurrían al robo cuando un
grupo discutía sobre cómo repartirse el tesoro o cuando un compañero poseía un
ítem valioso. Por eso se predicaba que los aventureros debían ser como una
familia. Ocasionalmente, una persona se convertía en aventurero a quien eso le
importaba un bledo y tenía la disposición de recurrir al hurto.
“E-En todo caso, ¡¿dónde están mis
posesiones?! Ellos—”
“Callios y los otros dos se las
llevaron. Dijo que iba a devolverlas a tu casa. Pero...”
El posadero no necesitó terminar la
frase para que Karan lo entendiera. Era imposible que un aventurero que
traicionara a un compañero dijera la verdad.
“Voy a informar de esto al Gremio de
Aventureros, pero probablemente sea un estafador experimentado. No será fácil
atraparlo... ¡Ah, madam! ¡Espere, por favor!”
Karan se marchó sin dejar que el
posadero terminara.
Él la había ayudado cuando estaba en
apuros. Se había aventurado por laberintos con ella. Le había puesto una mano
en el hombro cuando necesitaba su ayuda. ¿Fue todo...?
“¿Fue todo una mentira, Callios...?”
Justo entonces, Karan notó algo en su
bolsillo. Era el colgante del cisne, el símbolo de cómo él la salvó. Ella iba a
dárselo junto con un juego de ítems a juego como regalo cuando fuera capaz de
mantenerse a sí misma. Había querido comprarlo en secreto, aunque él le había
dicho que no fuera de compras por su cuenta.
“¡Ya no quiero esto!”
Karan intentó tirarlo, pero no pudo.
Sabía que todo era mentira, pero una parte de ella quería aferrarse a esos
recuerdos. ¿Por qué era tan débil? Decepcionada de sí misma y desesperada,
empezó a sollozar.
“... ¡Dios, maldita sea, maldita sea!”
De repente empezó a llover. El tiempo en
Ciudad Laberinto era inconstante en primavera. Podía llover torrencialmente sin
previo aviso, y hoy era uno de esos días desafortunados. La gente desaparecía
de las calles mientras los puestos instalados en las inmediaciones de la posada
cerraban lentamente uno a uno.
Karan se alegró que lloviera — nadie la
vio llorar como una niña.
Karan
volvió a sentirse triste tras buscar en los lugares que frecuentaba Callios.
Nadie sabía a dónde iba — ni nada de él. Tampoco había rastro de sus
colaboradores. Cuando preguntaba por él, siempre recibía una de estas dos
respuestas: La gente la miraba con lástima por haberse dejado engañar, o la
ahuyentaban para evitar que se viera envuelta en algún problema.
No tenía ni idea de dónde habían ido sus
antiguos compañeros. Pensando de forma lógica, lo más probable era que hubieran
abandonado Ciudad Laberinto. La venta de su Gema del Rey Dragón les daría
suficiente dinero para retirarse de las aventuras. Aunque siguieran en Ciudad
Laberinto, tenía una población de cientos de miles de habitantes. Karan sabía
poco del mundo, y era muy poco probable que pudiera encontrar a Callios.
Al darse cuenta de esto, el corazón de
Karan se rompió, llenándola de desesperación... y de un gran deseo de comer.
Ciudad Laberinto era ruidosa y sucia, a diferencia de la aldea draconiana, y
había muchas cosas que a Karan no le gustaban. A pesar de eso, había una cosa
que le había llegado a gustar.
“Debería conseguir algo de comida...”
Le gustaba que se pudiera comer comida
de varias culturas y razas. Hasta ahora había dependido de Callios para los
preparativos de la posada y la comida, así que nunca había decidido qué comer
ella misma. Había algunas monedas de plata y cobre en su cartera. A Karan no se
le daban bien las matemáticas, pero calculó que le durarían una semana y pensó
que podría usarlas para comer lo que quisiera.
Había un
problema. Podía comprar comida en puestos callejeros y carritos, pero no se
atrevía a entrar sola en un restaurante. Karan estaba sorprendentemente
cohibida. Temía que, si entraba sola en un restaurante como mujer draconiana y
aventurera novata, se convertiría en el hazmerreír de todos. También existía la
posibilidad de que alguien la engañara al pagar la comida.
Pero Karan seguía queriendo comer. Un
olor apetitoso salía del restaurante frente al que se encontraba. Aún no se
había puesto el sol y el tráfico de clientes era lento. Si iba a entrar, ahora
era el momento.
Sin embargo, ¿tomarían su pedido? Ella
estaba pagando por dejar que sus antiguos compañeros de grupo se hicieran cargo
de tantas cosas en su vida. A partir de ahora, tendría que arreglárselas sola
para comer y alojarse. Justo cuando sus sentimientos de impotencia amenazaban
con abrumar su corazón una vez más, alguien se dirigió a ella por detrás.
“Disculpe. ¿Puede dejarme pasar?”
“¿Mmm? S-si...”
Era un aventurero de cabello corto y
negro. Era un hombre de mediana edad con un físico robusto. Estaba solo, pero
entró en el restaurante sin ninguna preocupación.
“Un combo de cerdo al jengibre, por
favor”, pidió él.
“Sí, señor”, respondió un empleado.
Disfrutó de una comida por su cuenta sin
importarle lo que pensaran los demás. A Karan le parecía raro, pero también le
admiraba por su atrevimiento. Notó que la gente a su alrededor empezaba a
murmurar con entusiasmo.
“Oye, ¿ese tipo no es...?”
“¡Sí, no hay duda! Es ese aventurero de
rango S, ¡Solo Diner Fifs!”
Solo Diner Fifs era un poderoso guerrero
que blandía una katana, una espada de la región sureña, y era hábil con la
magia. Había viajado por muchas tierras y era un gran conocedor del mundo.
También trabajaba solo, ignorando la creencia común de que los aventureros
debían formar un grupo.
El Gremio de Aventureros de Ciudad
Laberinto normalmente prohibía a los aventureros actuar en solitario. Desafiar
un laberinto en solitario era un deseo de muerte, a menos que se poseyera una
fuerza excepcional. Los únicos que podían aventurarse solos eran los miembros
de un grupo avanzado —de rango B o superior— que recibían un permiso especial
de los altos mandos del gremio. Recibir ese permiso era un honor del más alto
grado. Fifs era un famoso aventurero que había recibido ese honor, y estaba
comiendo solo delante de ella.
El Gremio de Aventureros gestionaba a
los aventureros en unidades de grupo, por lo que incluso los aventureros en
solitario necesitaban un nombre de grupo. Él decidió utilizar su apodo Solo
Diner como el suyo, así que todo el mundo le llamaba Solo Diner Fifs.
“¡T-tan genial!”, murmuró Karan para sí
misma. Su corazón se iluminó de esperanza — tal vez comer sola no la haría
parecer una perdedora. También se le ocurrió que pedir la misma comida que él
dificultaría que el restaurante la timara. Pensando eso, abrió la puerta
principal y se sentó audazmente en el mostrador, igual a como vio hacer a Fifs
a través de la ventana.
“Bienvenida”, le dijo el empleado,
entregándole un menú. Karan tenía dificultades para leer, así que repitió las
palabras de Fifs.
“Un combo de cerdo al jengibre, por
favor.”
La comida le sentó de
maravilla a la agotada Karan.
A partir de
ese día, Karan empezó a seguir a Fifs a todas partes. Entraba en los mismos
restaurantes que él y pedía la misma comida.
Brochetas de cordero. Aunque la carne
olía un poco y las especias eran tan extraordinariamente picantes que sentía
que cada bocado le iba a prender fuego a la boca, el sabor rústico y
energizante la satisfacía.
Camarones y champiñones cocidos a fuego
lento en aceite. El sabor era tan explosivo como el de la brocheta de cordero,
pero de una forma totalmente distinta. El rico aceite mezclaba el sabor del mar
con el de las montañas, y un solo camarón era sorprendentemente saciante. No
tardó en servirse segundos y tercios de las baguettes que acompañaban a la
sopa.
Estofado de ternera y remolacha. Tenía
un sabor suave a pesar del color rojo brillante. Karan pensó que, de haber sido
humana, cada cucharada de este guiso le habría recordado a su madre. Tenía ese
tipo de sabor nostálgico.
Un sándwich de caballa frita con salsa
de vinagre. A Karan normalmente no le gustaba el pescado azul. Había comido
camarones de río y cangrejos de agua dulce antes, pero nunca había visto
pescado del océano hasta que llegó a Ciudad Laberinto. El sándwich de caballa
frita estaba tan bueno que le hizo olvidar su aversión al pescado azul. La
superficie crujiente, la textura suave del interior y el rico sabor eran
cautivadores.
Todos los platos que comía estaban
sorprendentemente buenos. Mejor aún, nadie trataba a Karan con crueldad por su
ropa sucia. Eso tenía una explicación — Fifs sólo elegía restaurantes
acogedores para aventureros y forasteros. Él era consciente de que Karan le
seguía y copiaba sus pedidos.
Normalmente, perseguir a un aventurero
era un buen motivo para que a uno le gritaran. Pero Karan parecía tan feliz
mientras saboreaba la comida. Fifs perdió todo deseo de regañarla cuando vio
eso, e intencionalmente iba a restaurantes donde no la trataran cruelmente.
Dicho esto, no le apetecía tomarla bajo su tutela y enseñarle los entresijos de
Ciudad Laberinto. Ni siquiera quería formar un grupo con ella, y de ninguna
manera estaba dispuesto a ayudar a alguien de forma gratuita.
Los demás aventureros eran rivales y
enemigos. Fifs pensó que sería una mala idea enseñarle que uno podía esperar
caridad de los demás. Dejar que le imitara, sin embargo, no suponía ningún
problema.
Karan disfrutó de la comida sin darse
cuenta de la amabilidad de él. También le siguió cuando entró bruscamente en
una tienda de ropa de segunda mano, pensando que podría haber algo digno de ver
dentro.
“¡Creo que es hora de un abrigo nuevo!
No puedo entrar en un buen restaurante con este aspecto tan sucio.” dijo Fifs
exageradamente para que todos la oyeran.
Incluso entonces, Karan no pensó ni por
un segundo que la había descubierto. Sin embargo, tal y como quería Fifs, ella
se dio cuenta de que tenía que prestar atención a su ropa, así que se compró
una chaqueta. Era de segunda mano y estaba un poco estropeada, pero no estaba
sucia. De hecho, a ella le gustaban los desperfectos porque le daban a la
chaqueta su propio encanto, y no se veía nada desaliñada cuando se la ponía con
su armadura.
Fifs había enseñado a Karan el placer de
comer sola sin dirigirle la palabra. Era básicamente su aprendiz. Sin embargo,
ese estilo de vida no podía durar para siempre. Fifs estaba recorriendo los
restaurantes de Ciudad Laberinto como parte de sus vacaciones, y una vez que
terminara, comenzaría a explorar laberintos de nuevo.
Además, Karan estaba a
punto de quedarse sin dinero.
Recordando
vagamente algo que había oído cuando trabajaba como aventurera, Karan decidió
ir al Gremio de Aventureros Novatos. Lo único que recordaba, era que era un
buen lugar para que los principiantes formaran un grupo; no tenía ni idea de
qué hacer una vez allí. No tenía ninguna experiencia buscando trabajo en un
gremio ni invitando a otros aventureros a unirse a ella. Lo había dejado todo
en manos de sus antiguos camaradas, o mejor dicho, ellos la habían cerrado las
puertas cada vez que ella intentaba ayudar, diciéndole “déjanos estas tareas a
nosotros y mantente preparada para la batalla”.
Pensándolo bien, no estaban siendo
amables con ella. Ahora se daba cuenta que, para mantenerla en su grupo, le
impedían aprender a trabajar sola como aventurera. Como resultado, desconfiaba
de todos en el gremio. Estaba convencida que todos los que se acercaban a ella
con una sonrisa intentaban engañarla. Nadie se sentía digno de su confianza a
menos que actuara en solitario como Fifs.
“Oye, dama draconiana, ¿quieres unirte
a...? ¡¿Eek?!”, inició un hombre en un tono azucarado antes de acobardarse
cuando ella lo fulminó con la mirada.
Los
draconianos intimidaban incluso en circunstancias normales. Los guerreros
draconianos experimentados hacían huir a los monstruos más débiles con sólo una
mirada. Karan acababa de aprender de primera mano que había gente realmente
mala en el mundo, lo que la ponía en un estado de ánimo que aumentaba su factor
de intimidación hasta un nivel que estos aventureros novatos no podían manejar.
Karan necesitaba reclutar compañeros y
reanudar su trabajo como aventurera. De lo contrario, se quedaría sin dinero.
El combate era su único talento, así que no tenía otro trabajo disponible. No
tenía elección, pero no podía superar el temor de que todos los que se
acercaban a ella intentaban aprovecharse de ella.
Al final, Karan no pudo aceptar ninguna
invitación y tampoco se atrevió a acercarse a nadie. Al llegar la hora de
cierre de Novatos, todos los aventureros se dirigieron a un bar vecino. Karan
ya había comido allí una vez. La comida era horrible, pero al parecer era
tradición que los aventureros novatos comieran y bebieran allí después de
formar un grupo.
Karan decidió comer allí también. Al
menos era barato. Decidiendo que tenía que dejar de lado sus estándares
gourmet, hizo un pedido.
La comida era tan mala como esperaba.
Habría podido soportarlo si ése hubiera sido el único problema, pero la
vergüenza y el odio que sentía hacia sí misma la privaron de toda capacidad
para disfrutar de la comida. La algarabía de los aventureros novatos a su
alrededor, no hizo más que exacerbar esos sentimientos.
Un grupo de aventureros que se juntaban
por primera vez comían y bebían alegremente en la mesa de al lado. Brindaban
por sus nuevas amistades y por las aventuras que les aguardaban. Estaba segura
que el alcohol y las gachas de cebada probablemente le sabían a gloria mientras
compartían palabras esperanzadoras como “Estoy deseando trabajar con todos
ustedes” y “Confío en ustedes”.
No importaba lo mala que fuera la
comida, sabía bien si tu corazón estaba lleno de esperanza. Ahora que Karan lo
pensaba, su admiración por Fifs al imitarle amplificaba el sabor de la comida
que comía. No podría disfrutar de nada con lo miserable que ahora se sentía.
¿Qué sentido tenía
confiar en los demás? Simplemente te fallarían. No había forma en que ella
pudiera confiar en alguien que usara esa palabra. Gente como Callios. La imagen
de su apuesto rostro y su cabello rubio pasó por su mente, haciéndola hervir de
ira.
¿Por qué me traicionaste? Confié
en ti.
Los pensamientos infelices que se arremolinaban en su corazón salieron de su boca en un grito espontáneo.
““““¡Nunca más volveré a confiar en nadie!””””