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Goblin Slayer Vol. 2 capítulo 11

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 Goblin Slayer volumen 2 capítulo 11 en español


Esperaaa...!!
Goblin Slayer vol. 2

 Ahí Van de Regreso


Para ella, ese mundo parecía un blanco puro, un espacio en blanco totalmente cubierto de luz.

El aire cálido, la brisa refrescante, el crujido de las hojas, la hierba contra su piel desnuda. Todo eso.

Todo eso fue revitalizante, lleno de luz, sin dejar lugar para el caos. Caminó a través de todo eso majestuosamente, sintiendo una suave tranquilidad en su corazón.

Sí, ella estaba tranquila. Eso la sorprendió.

Estos últimos días, había sentido en su corazón un calor inesperado. No podía comprender lo que era, pero tenía una idea de dónde venía.

Había comenzado cuando ella se acostó con el hombre herido, o eso pensaba ella.

Era un guerrero promedio sin un talento especial, cuyo cuerpo hablaba de una devoción singular al entrenamiento. Razón por lo que lo atesoraba más que a cualquier héroe. Incluso vio el valor de cada una de las cicatrices en su piel y en las de ella mientras las presionaba contra él.

De repente, se detuvo.

Suaves pisadas se abrían paso a través de la hierba del jardín del Templo.

Algo negro en medio del blanco. Una silueta nebulosa y oscura.

Sus labios se abrieron ligeramente, y una delgada sonrisa se deslizó sobre su rostro.

¿Cómo pudo olvidar esa silueta?

—Qué bueno que estas bien.

La silueta, él, asintió brevemente.

Llevaba una armadura de cuero y un casco de acero; en su cadera había una espada que tenía un largo extraño. Muchas veces había soñado con él, nadando en una oscuridad que ocultaba la forma del guerrero.

—He venido con una pregunta. Dijo y se puso a su lado.

Se perdió brevemente en cuanto a cómo actuar. ¿Debería permanecer distante, o sería mejor una sonrisa honesta? Parecer demasiado encantada sería infantil y vergonzoso.

—Sí, ¿qué es? Si está en mí poder responder…

Al final, ella eligió su habitual sonrisa tranquila. Para ella, eso se parecía más a ella. Ella esperaba que él pensara lo mismo.

Se preguntaba qué expresión llevaba él. La forma brumosa que vio no reveló nada. Aunque, incluso si ella hubiera podido ver, su casco habría escondido su rostro de ella.

Y eso era una pena.

Dijo con voz suave:

—Tú lo sabías todo, ¿verdad?

Sintió como su corazón saltaba, sus mejillas se calentaron. Sacó su bastón con imágenes de la espada y la balanza cerca de sí misma, y luego le dio un vigorizante estiramiento de su espalda.

Cómo si esperara que su voz no temblara.

—… Sí. Lo sabía.

Podía oírle decir en voz baja —Ya veo.

Era el mismo tono apático que había usado cuando se conocieron por primera vez y cuando hablaron en la cama.

Lo encontró extrañamente, insoportablemente triste.

Sólo ahora ella se dio cuenta de que esperaba que algocambiara. Nunca antes había tenido una sensación tan inquietante.

—Pero… ¿cómo te diste cuenta?

—No lo hice.

Ladeo curiosamente su cabeza.

—Quería preguntarle eso a todos los que estaban en posición de saberlo.

—Todos… Murmuró Sword Maiden. —Heh. ¿Es eso tan…?

Se encontró suspirando al tacto de la decepción.

Eso es vergonzoso. No seas tan infantil, se reprendió a sí misma.

—Quizás debería haber sido menos comunicativa, entonces… Suspiró levemente y lo miró a su sombra. —Aun así… no soy infeliz de ser la primera a la que le preguntaste.

Sus labios se abrieron levemente, formando un medio círculo. ¿Ella lo hizo? ¿O simplemente sucedió? Ella misma no estaba segura.

— ¿Puedo preguntarle por qué sospechaba?

—Varias razones.

La sombra oscura cambió ligeramente en su visión. Tenía un andar audaz y despreocupado. Sin embargo, no hizo ruido.

Le encantaba su forma de caminar.

—Ese blanco… ¿Cómo se llamaba?

— ¿Caimán?

—Sí. Él asintió. —Algo como eso. No creo que haya sido un encuentro fortuito.

—Crees que fue un encuentro planeado, entonces.

—Al menos hasta el punto de intentar ahuyentarnos y atacar unilateralmente a los goblins.

— ¿Sabes que suenas un poco paranóico?

Agitó la cabeza en respuesta. —Tienes ruinas como ésta y, sin embargo, no hay mapas ni misiones para eliminar ratas. Los aventureros evitan el lugar. Ni siquiera hay patrullas. Es imposible.

— ¿Eres un gran conocedor?

—… Sí Dijo Goblin Slayer. —Cuando se trata de aventureros, lo soy.

—Hee-hee. Una risa brotó de su boca por su contundente respuesta.

—En otras palabras, tenía que haber algo haciendo de guardián ahí abajo… Un familiar.

—……

No dijo nada, sólo lo miró fijamente con la sonrisa pegada en su rostro.

Odiaba admitirlo, pero también sería vergonzoso negarlo. Tenía razón: el caimán era un guardián del orden al servicio del Dios Supremo, el protector del subsuelo de la ciudad.

El frío de la lluvia, el calor de la batalla, el hedor de los goblins, las hojas oxidadas que perforan las escamas y la piel.

Ella había entrado al baño para aliviar las sensaciones que compartía con el caimán.

El pensamiento de la forma en que se había expuesto a la sacerdotisa allí hizo que sus mejillas ardieran tan intensamente que hasta ella podía sentirlas.

—Irónico, ¿verdad? Susurró. —Que el mensajero del Dios Supremo proteja la ciudad y únicamente la ciudad.

—Entonces lo sabías. Los que mataron a la mujer, derramaron sus tripas y dejaron su cadáver… No eran goblins.

Tenía razón otra vez.

Los goblins son cobardes, crueles, brutales y poco inteligentes. Probablemente nunca se les ocurriría quedarse en territorio humano para vivir y devorar a su presa.

Sus desafortunados cautivos siempre eran llevados de vuelta al nido, para ser despojados diligentemente de su virtud allí. O, si los prisioneros fueran lo suficientemente numerosos, los goblins podrían simplemente jugar con ellos hasta que murieran.

En cualquier caso, su muerte no sería fácil.

Ella sabía todo esto.

—… No, no lo eran.

La escena fue quemada en su memoria, literalmente.

Ella había estado encerrada en una oscura cámara de piedra, llena de su propia suciedad y la de sus captores, llorando lastimosamente.

Le quemaron los dos ojos con una antorcha. Eso fue hace más de diez años.

—Estaban planeando algo con ese espejo… Los partidarios de ese infame Dios Demonio. La mente maestra es…

Ya no está en este mundo.

En algún lugar completamente separado de ellos, todo se había acabado.

Se inclinó contra un pilar, volviendo sus imperceptibles ojos hacia el paisaje que estaba más allá.

—Después de todo…

El mundo blanco nadó ante ella. Miró a ese infinito vacío y suspiró. Era el tipo de cosas que una joven del pueblo aburrida de hablar pudo haber hecho.

—Después de todo, si los goblins atacaban, estoy segura de que me pondría a llorar.

Sword Maiden era muy consciente de los movimientos de la Secta Malvada, contra los que ella misma se había levantado una vez. Cuando se enteró de los horribles rituales de sacrificios vivientes que estaban realizando, tuvo una buena idea de lo que querían lograr.

Venganza sobre ella. La mayor de las represalias que ella podría haber soportado.

Pero los goblins.

Sus pies temblaron. Agarrando la espada y balanzas, finalmente se puso en pie. Se alegró de que sus ojos estuvieran escondidos por la venda.

¿A quién se lo diría?

¿A quién podría decir que la heroína llamada Sword Maiden necesitaba ser salvada de simples goblins?

— ¿Quién me creería?

Mientras hablaba, ella tiró hacia atrás la tela de sus vestiduras torpemente y comenzó a masajear sus propios hombros. Sus labios se rizaron burlonamente, y dijo con un tono burlón:

— ¿Qué quieres hacer conmigo?

—Nada. Sonaba igual que siempre: responsable, simple, mecánico y frío. —Porque no eres un goblin.

Apretó los labios como si se enojara; no, de hecho ya estaba enfurruñada.

—Por eso no preguntas el por qué, ¿no es así?

—Si quieres hablar, te escucharé.

—Oh-ho. Se le escapó un suspiro débil. —Quería que alguien lo entendiera.

Una gran ráfaga de viento agitó las ramas, hojas y hierba.

Miedo, tristeza, dolor, terror, impotencia; tales cosas están en este mundo, y en este mundo hay gente que hace lo que alienta tales cosas.

—…Yo sólo quería que alguien lo entendiera.

Los goblins vivían bajo la ciudad.

Emergieron de las alcantarillas por la noche para atacar a la gente en las calles. Los aventureros que fueron enviados después no regresaron; no se sabía quiénes serían sus víctimas y cuándo sucedería. Los goblins podrían estar escondidos bajo la cama, a la sombra de la puerta. Si te quedaras dormido, te atacarían. Estaba segura de que todos sentirían ese miedo, igual que ella.

—Pero al final… nadie…

Al final, nadie vivió temiendo que los goblins los mataran. Siempre era otra persona la que moría. Nunca ellos.

—… Puedo darte el espejo portal.

Puso una servil sonrisa en su rostro. Incluso ella sabía que era obviamente falsa y frágil.

—Seguramente usted entiende… Usted de todas las personas debe…

Él la interrumpió bruscamente:

—Me deshice de él.

— ¿Qué…? Por primera vez, algo más que una sonrisa cruzó por su rostro. Sorpresa y un poco de confusión. —Era una reliquia antigua. Un tesoro que vale miles de piezas de oro.

—Otros goblins podrían haber aprendido a usarlo. Habló con frialdad y franqueza, como para enfatizar su desinterés. —Revestimos el espejo en concreto y lo enviamos al fondo del canal. Hará una buena cama para tu blanco… como se llame.

Su silueta no vaciló ni un centímetro. Sonaba como si fuera la cosa más natural del mundo.

—Heh-heh. Eres muy… muy interesante.

La normalidad abrumadora de su discurso la hizo sentir como una extraña. Se sentía como si flotara; había una rara tranquilidad en su corazón.

—No puede haber muchos como tú.

—Tal vez.

— ¿Puedo preguntarte algo?

—No puedo prometer saber la respuesta. Murmuró.

—Ahora que has matado a los goblins… ¿ha cambiado algo? Ella extendió sus brazos cuando preguntó, como una chica inocente compartiendo un pequeño secreto.

Los héroes… los héroes eran diferentes.

Cuando un héroe puso fin a la Secta Malvada, la justicia, el mundo y la paz y así sucesivamente se salvaron todos. ¿Pero qué hay con el que ayudó a una lamentable chica que tenía miedo de los goblins? La gente seguiría viviendo tranquilamente; el río seguiría fluyendo. Nada cambiaría. Nada.

Por eso nadie la había ayudado.

Incluso cuando una sacerdotisa sin nombre fue capturada por goblins y fue degradada. Incluso cuando la niña de quince años dentro de la mujer aclamada como Sword Maiden clamó por salvación.

¿Quién se dignaría a notar tales cosas?

De lo contrario, ¿cómo podría colocar una misión para matar goblins?

—Seguro que nada… nada cambiará.

—No me importa. Respondió sin dudar un momento. —Dijiste que has pasado por cosas terribles, ¿no?

Ella asintió con la cabeza.

—Los he visto. De principio a fin. Así que no entiendo tus sentimientos. Goblin Slayer era claro.

—……

Sword Maiden se quedó en blanco.

Ella se acercó suavemente, suplicando, a la nebulosa sombra que flotaba en su mundo blanco.

—… Entonces, ¿no me ayudarás?

—No.

No la tomó de la mano, sino que le dio la espalda.

Su cabeza colgaba como si hubiera sido arrojada a las profundidades del infierno, y se rio sin reírse. Había un elemento de resignación en ella. Un sentimiento con el que estaba demasiado familiarizada.

Así es como siempre pasa.

Su alma, una vez la de una doncella, había sido herida en todos los lugares posibles.

Incluso ahora, esa horrible escena, su última vista en el mundo, fue quemada en sus ojos. De noche, la atormentaba. La horda de goblins la profanaba, la violaba, la quebraban, le quitaban todo.

Y nadie podía salvarla de eso. Seguiría y seguiría, para siempre…

Nadie la ayudaría.

Jamás. Nunca jamás.

—Pero.

Miró sorprendida ante esa única palabra.

—Si los goblins vuelven a aparecer, avísame.

La sombra oscura, su espalda, ya estaba muy lejos. Pero su impasible y mecánica voz se oía con facilidad.

—Los mataré por ti.

—Oh…

Se puso de rodillas como si se estuviera desmayando. Sus exquisitos rasgos se apretujaron y un sollozo escapó de su boca; no podía contener las lágrimas que brotaban de sus ojos.

¿Cuándo fue la última vez que lloró tan intensamente después de uno de sus sueños?

— ¿Incluso… incluso en mis… sueños?

—Sí.

— ¿Tú… vendrás…?

—Sí.

— ¿Por qué? Su voz temblaba tan fuerte que no podía decir la palabra; salía medio formada de su boca.

Pero él le respondió claramente:

—Porque soy Goblin Slayer.

Aquel que mata a esos asquerosos enanos.

La sombra oscura llamada Goblin Slayer la dejó.

Se fue a matar goblins.

—Oh…

Sword Maiden se encontró arañando su generoso pecho.

No era puro ni deseable.

Pero nunca habría imaginado que llegaría un día como éste. Nunca se había imaginado que volvería a tener estos sentimientos. Había pensado que estarían fuera de su alcance para siempre, pero ahora se aferraba a ellos.

No fue nada.

Una mujer rota había hablado con un hombre roto. Nada más que eso.

Pero ahora ella sabía la verdad del calor que floreció en su pecho. Era una larga y ardiente chispa, inesperadamente convertida en una furiosa llama. Tal vez podría compararse a compartir una chimenea con otra persona: todas las cosas iban bien, sin preocupaciones, un sueño apacible.

Sin ansiedad, sin miedo.

Sin temblar ni llorar en la oscuridad, sin despertarse de una pesadilla gritando.

Cómo había anhelado desde hace tiempo, una noche de sueño intacto.

—Yo… yo…

Levantó la voz, resoplando y sollozando.

Con sus manos, secó desesperadamente las lágrimas que brotaban de sus ojos invisibles.

Mientras la penetrante alegría brotaba en su corazón, gritó:

— ¡Te quiero…!

Si las palabras le llegaban o no, sólo los dioses lo sabían.

La lluvia se había ido, pero el cielo seguía lleno de nubes.

El carruaje resonaba a lo largo de un camino que corría recto como una flecha a través de la llanura desde el interior hasta la frontera, del este hacia el oeste.

Algunos fueron a comerciar. Otros, para ver a sus familias. Otros todavía, para escapar de ellos.

Algunos fueron como pioneros. Algunos eran tipos de aspecto triste que podrían haber ido al exilio.

Como era tan frecuente en el caso de los carruajes compartidos, las expresiones de alegría y dolor se mezclaban libremente.

Entre esas expresiones, algunos podría haber notado a unos cuantos compañeros pasajeros cuya apariencia hablaba de un trabajo recientemente y finalmente terminado. Ninguno, sin embargo, habría sido capaz de adivinar de qué aventura habían venido aquellos.

No le importaba a nadie más, de todos modos.

La matanza de dragones podría haber sido interesante, pero eso era meramente el material de leyendas, y nadie supondría que habían sido atacados por un dragón.

Así era el trabajo de aventurarse.

— ¡Mm…Ahh! ¡Eso fue divertido…!

La elfa se estiraba lejos del equipaje en el que había estado apoyada, intentando aliviar sus rígidos hombros. Sus largas orejas se levantaron felices, y tenía una expresión relajada.

El chamán enano, que estaba sentado con las piernas cruzadas y descansando su barbilla en sus manos, dijo irritado:

— ¿Incluso la parte en la que estabas siendo acosada por goblins y llorando como un bebé?

—Bueno, ganamos esa pelea, ¿no? Y aquí estamos. ¡Y recibimos una recompensa por el botín! Ella levantó una bolsa de cuero en la palma de su mano. Su peso provenía de monedas de oro metidas dentro.

No es que la recompensa le importara mucho. Era sólo un extra.

—Debo confesar que siento una punzada de arrepentimiento por el espejo portal. Dijo el sacerdote lagarto, con su cola enrollada en el suelo. Tocó su nariz con la lengua mientras hojeaba un cuaderno de algún tipo. Antes de que ellos hubieran hundido el espejo, él había tomado tantas notas sobre sus propiedades únicas como podía. —Pero recogimos información valiosa, destrozamos una herejía e hicimos actos valientes. Estoy más que satisfecho.

—No escucharán quejas de mí, ¡mientras este oro me dé una buena comida!

—Los enanos siempre piensan con el estómago.

—Bueno, ¡la mayor parte de nosotros, después de todo!

La conversación entre la arquera y el chamán era tan animada como siempre.

Cerca de allí, la sacerdotisa se sentó y los miró con alegría.

¿Ha acabado? Supongo que…

Ella se preguntó quién había estado usando el portal para invocar la amenaza de los goblins… Pero esa era otra historia, una que no tenía nada que ver con la aventura en la que ella y los otros acababan de estar.

—……

Miró hacia un lado.

Él estaba allí, apretado cerca del equipaje y de la cortina, aun sosteniendo su espada y su cabeza inclinada hacia el suelo.

Poco después de que el carruaje abandonó la Ciudad de Agua, se había dormido.

—… Oh, bueno.

La sacerdotisa sonrió y sacó una manta delgada de su bolso.

¿Realmente le haría daño quitarse la armadura y el casco, al menos cuando descansaba?

Suavemente puso la manta alrededor de sus hombros, y luego se sentó junto a él en silencio. Ella dobló sus manos y las puso en sus rodillas, estiró su espalda, y puso su bastón a un costado.

Cierto: Él era Goblin Slayer. Así que no podía ayudarlo.

Mientras los goblins fueran sus enemigos, no bajaría su guardia ni por un segundo.

Por eso no había intentado preguntarle nada. Cuando volvió de dar su informe a Sword Maiden, dijo: —Está hecho.

Y eso fue suficiente. Ahora que todo había terminado, tenían que dejarlo descansar.

— ¿Oh?

Ella notó que estaba sosteniendo algo más aparte de su espada.

Una pequeña jaula de pájaro, el canario.

El ave, al igual que su dueño, dormía, los ojos cerrados y posado sobre una rama.

Parecía que estaba alimentando y cuidando bien del animal. Tal atención a hacer todo bien parecía ser justo como él.

—Me pregunto si ya le habrá dado un nombre.

Ella lo conocía. Se preocuparía diligentemente por él y probablemente nunca se detendría a pensar que necesitaba un nombre.

Cuando volvieran a la ciudad fronteriza, cuando él se despertara, ella tenía que preguntarle.

Casi podía oírlo decir. Canario es lo suficientemente bueno.

—Hee-hee.

Extendió su mano, teniendo cuidado de no despertarlo a él ni al pájaro. En sus delgados dedos, recogió una pluma que el pájaro había dejado caer. Silenciosamente lo retiró de entre las barras de la jaula, examinándola en la luz que se filtraba a través de la cortina.

Brillaba con un verde pálido claro. Delicadamente, lo puso en una grieta en su casco.

La pluma verde pálida parecía una extraña combinación para el sucio casco, pero no le importaba.

No se preocuparía por este pequeño toque de ostentación.

—Trabajó duro, Goblin Slayer.

—Cuando lleguemos a casa…

De repente, una voz salió del casco.

La sacerdotisa parpadeó varias veces, luego frunció los labios y dijo: —Vamos. Si estás despierto, dilo.

—Acabo de despertar. Su voz mientras se sentaba lentamente era un poco más suave de lo normal.

La sacerdotisa creía que había estado durmiendo, pero se quejó: —No lo sé bajo ese casco.

—Ya veo.

Goblin Slayer sacó una cantimplora de su bolso y se bebió un trago, luego dos.

Como de costumbre, bebía a través del visor de su casco, sugiriendo que la ignoraba.

O quizá no entienda si no le digo que se lo quite.

Miró a la sacerdotisa, que había puesto un dedo en sus labios mientras pensaba algo, y dijo:

—Cuando lleguemos a casa… Las mismas palabras de antes. —Hay algo que quiero probar.

— ¿Qué cosa?

—Una delicia helada.

—Oh… Dijo la sacerdotisa con una sonrisa. El sacerdote lagarto respondió inmediatamente:

— ¡Una delicia helada! ¿Podría acompañarte a probar esa cosa?

—Si quieres un poco, no me importa. Dijo Goblin Slayer y, después de pensarlo un momento, añadió: —Está hecho con leche.

— ¡Oh-ho! ¡Dulce néctar!

Su cola se desenrolló y golpeó el piso del carruaje en éxtasis, dibujando una mirada preocupada del cochero a través de la cortina.

—L…lo siento, n…no hay nada que ver aquí. ¡Lo siento por eso! La sacerdotisa rápidamente inclinó la cabeza hacia él e instó a sus compañeros a bajar la voz.

Puso las manos en el pecho y suspiró. Gracias a Dios que no les habían dicho que se bajaran del carruaje.

Ignorándola, el chamán enano dio una gran risa y se golpeó el vientre.

— ¡Ho, Corta barbas! ¿Planeas comer y no invitar al enano?

— ¿Debería?

— ¡Estoy seguro que sí!

Goblin Slayer giró su casco hacia el aire vacío e hizo un discreto sonido, y luego asintió.

—En ese caso, por favor únase a nosotros.

El chamán enano preguntó cómo planeaba hacer esa delicia helada, la cual Goblin Slayer explicó, haciendo mímica con sus manos. El sacerdote lagarto levantó un dedo con garras para ofrecer su idea, a la que Goblin Slayer respondió: —Entonces, deberíamos…

Goblin Slayer era normalmente reacio y conseguir que se abriera era difícil. Pero…

—Dios…

…ahora, era claramente el centro de atención.

El pensamiento extendió un agradable calor a través del pequeño pecho de la sacerdotisa.

— ¡Está bien! Se resolvió, levantando la mano con facilidad. —Goblin Slayer, yo también puedo tomar un poco, ¿no?

—No me importa.

A él no le importaba. Ella dio una risita y miró a la elfa.

La elfa se sentó frente a él, apuntando su cara hacia otro lado, agitado sus orejas.

Aunque no era necesariamente una señal de que se hubiera dado cuenta de esto, Goblin Slayer dijo:

— ¿Qué hay de ti?

—…… Sus orejas saltaron otra vez. —Sí. Dame un poco, también.

—Ya veo. Dijo Goblin Slayer, y luego agregó bruscamente: —Si no sale bien, no me patees.

—Erk…

¿Me está guardando rencor?

No, no podría ser. La elfa resopló un poco.

Seguro. Por supuesto. No era de los que se amargaban, aunque un agitado elfo lo hubiera pateado. Incluso cualquier persona normal se habría molestado.

Después de un tiempo, la elfa dejó salir un gran suspiro y se movió para enfrentarse a él.

—Sí, bien. Sin patadas. Así que… ¿por favor?

—Sí.

El casco de acero se balanceó de arriba abajo.

La sacerdotisa se preguntó cuándo notaría la pluma verde en su casco.

Tal vez mientras estaban todavía en el carruaje, tal vez después de que regresaron a la ciudad, tal vez no hasta la próxima vez que se lo quitara.

¿Qué haría cuando se diera cuenta? ¿Estaría enojado, o se reiría, o quizás no le importaría?

La elfa, ignorante de los afectuosos pensamientos de la sacerdotisa, entrecerró los ojos como un gato.

—No sé si me gusta tanto matar goblins.

Dibujó un círculo en el aire con su dedo, largas orejas saltaban de arriba a abajo.

Habían entrado en ruinas subterráneas para explorar, se habían visto atrapados en una trampa y volvieron a salir. Habían luchado y derrotado a un extraño monstruo y habían descubierto un artefacto invaluable. Y ahora iban todos juntos en este carruaje.

Del interior a la frontera. De este a oeste.

Todo para que pudieran volver a casa ahora que la aventura había terminado.

—… Pero no fue tan malo, supongo.

Tal vez no podía decir exactamente cómo se sentía. Los ojos del canario se abrieron agitadamente, y cantó brillantemente.



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