Goblin Slayer Vol. 2 capítulo 11
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Goblin Slayer volumen 2 capítulo 11 en español
Ahí Van de Regreso
Para ella, ese mundo parecía un blanco puro, un espacio en blanco totalmente cubierto de luz.
El aire cálido, la brisa refrescante, el crujido de
las hojas, la hierba contra su piel desnuda. Todo eso.
Todo eso fue revitalizante, lleno de luz, sin dejar
lugar para el caos. Caminó a través de todo eso majestuosamente, sintiendo una
suave tranquilidad en su corazón.
Sí, ella estaba tranquila. Eso la sorprendió.
Estos últimos días, había sentido en su corazón un
calor inesperado. No podía comprender lo que era, pero tenía una idea de dónde
venía.
Había comenzado cuando ella se acostó con el hombre
herido, o eso pensaba ella.
Era un guerrero promedio sin un talento especial, cuyo
cuerpo hablaba de una devoción singular al entrenamiento. Razón por lo que lo
atesoraba más que a cualquier héroe. Incluso vio el valor de cada una de las
cicatrices en su piel y en las de ella mientras las presionaba contra él.
De repente, se detuvo.
Suaves pisadas se abrían paso a través de la hierba
del jardín del Templo.
Algo negro en medio del blanco. Una silueta nebulosa y
oscura.
Sus labios se abrieron ligeramente, y una delgada
sonrisa se deslizó sobre su rostro.
¿Cómo pudo olvidar esa silueta?
—Qué bueno que estas bien.
La silueta, él, asintió brevemente.
Llevaba una armadura de cuero y un casco de acero; en
su cadera había una espada que tenía un largo extraño. Muchas veces había
soñado con él, nadando en una oscuridad que ocultaba la forma del guerrero.
—He venido con una pregunta. Dijo y se puso a su lado.
Se perdió brevemente en cuanto a cómo actuar. ¿Debería
permanecer distante, o sería mejor una sonrisa honesta? Parecer demasiado
encantada sería infantil y vergonzoso.
—Sí, ¿qué es? Si está en mí poder responder…
Al final, ella eligió su habitual sonrisa tranquila.
Para ella, eso se parecía más a ella. Ella esperaba que él pensara lo mismo.
Se preguntaba qué expresión llevaba él. La forma
brumosa que vio no reveló nada. Aunque, incluso si ella hubiera podido ver, su
casco habría escondido su rostro de ella.
Y eso era una pena.
Dijo con voz suave:
—Tú lo sabías todo, ¿verdad?
Sintió como su corazón saltaba, sus mejillas se
calentaron. Sacó su bastón con imágenes de la espada y la balanza cerca de sí
misma, y luego le dio un vigorizante estiramiento de su espalda.
Cómo si esperara que su voz no temblara.
—… Sí. Lo sabía.
Podía oírle decir en voz baja —Ya veo.
Era el mismo tono apático que había usado cuando se
conocieron por primera vez y cuando hablaron en la cama.
Lo encontró extrañamente, insoportablemente triste.
Sólo ahora ella se dio cuenta de que esperaba
que algocambiara. Nunca antes había tenido una sensación tan
inquietante.
—Pero… ¿cómo te diste cuenta?
—No lo hice.
Ladeo curiosamente su cabeza.
—Quería preguntarle eso a todos los que estaban en posición
de saberlo.
—Todos… Murmuró Sword Maiden. —Heh. ¿Es eso tan…?
Se encontró suspirando al tacto de la decepción.
Eso es vergonzoso. No seas tan infantil, se reprendió a sí misma.
—Quizás debería haber sido menos comunicativa,
entonces… Suspiró levemente y lo miró a su sombra. —Aun así… no soy infeliz de
ser la primera a la que le preguntaste.
Sus labios se abrieron levemente, formando un medio
círculo. ¿Ella lo hizo? ¿O simplemente sucedió? Ella misma no estaba segura.
— ¿Puedo preguntarle por qué sospechaba?
—Varias razones.
La sombra oscura cambió ligeramente en su visión.
Tenía un andar audaz y despreocupado. Sin embargo, no hizo ruido.
Le encantaba su forma de caminar.
—Ese blanco… ¿Cómo se llamaba?
— ¿Caimán?
—Sí. Él asintió. —Algo como eso. No creo que haya sido
un encuentro fortuito.
—Crees que fue un encuentro planeado, entonces.
—Al menos hasta el punto de intentar ahuyentarnos y
atacar unilateralmente a los goblins.
— ¿Sabes que suenas un poco paranóico?
Agitó la cabeza en respuesta. —Tienes ruinas como ésta
y, sin embargo, no hay mapas ni misiones para eliminar ratas. Los aventureros evitan
el lugar. Ni siquiera hay patrullas. Es imposible.
— ¿Eres un gran conocedor?
—… Sí Dijo Goblin Slayer. —Cuando se trata de
aventureros, lo soy.
—Hee-hee. Una risa brotó de su boca por su contundente
respuesta.
—En otras palabras, tenía que haber algo haciendo de
guardián ahí abajo… Un familiar.
—……
No dijo nada, sólo lo miró fijamente con la sonrisa
pegada en su rostro.
Odiaba admitirlo, pero también sería vergonzoso
negarlo. Tenía razón: el caimán era un guardián del orden al servicio del Dios
Supremo, el protector del subsuelo de la ciudad.
El frío de la lluvia, el calor de la batalla, el hedor
de los goblins, las hojas oxidadas que perforan las escamas y la piel.
Ella había entrado al baño para aliviar las
sensaciones que compartía con el caimán.
El pensamiento de la forma en que se había expuesto a
la sacerdotisa allí hizo que sus mejillas ardieran tan intensamente que hasta
ella podía sentirlas.
—Irónico, ¿verdad? Susurró. —Que el mensajero del Dios
Supremo proteja la ciudad y únicamente la ciudad.
—Entonces lo sabías. Los que mataron a la
mujer, derramaron sus tripas y dejaron su cadáver… No eran goblins.
Tenía razón otra vez.
Los goblins son cobardes, crueles, brutales y poco
inteligentes. Probablemente nunca se les ocurriría quedarse en territorio
humano para vivir y devorar a su presa.
Sus desafortunados cautivos siempre eran llevados de
vuelta al nido, para ser despojados diligentemente de su virtud allí. O, si los
prisioneros fueran lo suficientemente numerosos, los goblins podrían
simplemente jugar con ellos hasta que murieran.
En cualquier caso, su muerte no sería fácil.
Ella sabía todo esto.
—… No, no lo eran.
La escena fue quemada en su memoria, literalmente.
Ella había estado encerrada en una oscura cámara de
piedra, llena de su propia suciedad y la de sus captores, llorando
lastimosamente.
Le quemaron los dos ojos con una antorcha. Eso fue
hace más de diez años.
—Estaban planeando algo con ese espejo… Los
partidarios de ese infame Dios Demonio. La mente maestra es…
Ya no está en este mundo.
En algún lugar completamente separado de ellos, todo
se había acabado.
Se inclinó contra un pilar, volviendo sus
imperceptibles ojos hacia el paisaje que estaba más allá.
—Después de todo…
El mundo blanco nadó ante ella. Miró a ese infinito
vacío y suspiró. Era el tipo de cosas que una joven del pueblo aburrida de
hablar pudo haber hecho.
—Después de todo, si los goblins atacaban, estoy
segura de que me pondría a llorar.
Sword Maiden era muy consciente de los movimientos de
la Secta Malvada, contra los que ella misma se había levantado una vez. Cuando
se enteró de los horribles rituales de sacrificios vivientes que estaban
realizando, tuvo una buena idea de lo que querían lograr.
Venganza sobre ella. La mayor de las represalias que
ella podría haber soportado.
Pero los goblins.
Sus pies temblaron. Agarrando la espada y balanzas,
finalmente se puso en pie. Se alegró de que sus ojos estuvieran escondidos por
la venda.
¿A quién se lo diría?
¿A quién podría decir que la heroína llamada Sword
Maiden necesitaba ser salvada de simples goblins?
— ¿Quién me creería?
Mientras hablaba, ella tiró hacia atrás la tela de sus
vestiduras torpemente y comenzó a masajear sus propios hombros. Sus labios se
rizaron burlonamente, y dijo con un tono burlón:
— ¿Qué quieres hacer conmigo?
—Nada. Sonaba igual que siempre: responsable, simple,
mecánico y frío. —Porque no eres un goblin.
Apretó los labios como si se enojara; no, de hecho ya
estaba enfurruñada.
—Por eso no preguntas el por qué, ¿no es así?
—Si quieres hablar, te escucharé.
—Oh-ho. Se le escapó un suspiro débil. —Quería que
alguien lo entendiera.
Una gran ráfaga de viento agitó las ramas, hojas y
hierba.
Miedo, tristeza, dolor, terror, impotencia; tales
cosas están en este mundo, y en este mundo hay gente que hace lo que alienta
tales cosas.
—…Yo sólo quería que alguien lo entendiera.
Los goblins vivían bajo la ciudad.
Emergieron de las alcantarillas por la noche para
atacar a la gente en las calles. Los aventureros que fueron enviados después no
regresaron; no se sabía quiénes serían sus víctimas y cuándo sucedería. Los
goblins podrían estar escondidos bajo la cama, a la sombra de la puerta. Si te
quedaras dormido, te atacarían. Estaba segura de que todos sentirían ese miedo,
igual que ella.
—Pero al final… nadie…
Al final, nadie vivió temiendo que los goblins los
mataran. Siempre era otra persona la que moría. Nunca ellos.
—… Puedo darte el espejo portal.
Puso una servil sonrisa en su rostro. Incluso ella
sabía que era obviamente falsa y frágil.
—Seguramente usted entiende… Usted de todas las
personas debe…
Él la interrumpió bruscamente:
—Me deshice de él.
— ¿Qué…? Por primera vez, algo más que una sonrisa
cruzó por su rostro. Sorpresa y un poco de confusión. —Era una reliquia
antigua. Un tesoro que vale miles de piezas de oro.
—Otros goblins podrían haber aprendido a usarlo. Habló
con frialdad y franqueza, como para enfatizar su desinterés. —Revestimos el
espejo en concreto y lo enviamos al fondo del canal. Hará una buena cama para
tu blanco… como se llame.
Su silueta no vaciló ni un centímetro. Sonaba como si
fuera la cosa más natural del mundo.
—Heh-heh. Eres muy… muy interesante.
La normalidad abrumadora de su discurso la hizo sentir
como una extraña. Se sentía como si flotara; había una rara tranquilidad en su
corazón.
—No puede haber muchos como tú.
—Tal vez.
— ¿Puedo preguntarte algo?
—No puedo prometer saber la respuesta. Murmuró.
—Ahora que has matado a los goblins… ¿ha cambiado
algo? Ella extendió sus brazos cuando preguntó, como una chica inocente
compartiendo un pequeño secreto.
Los héroes… los héroes eran diferentes.
Cuando un héroe puso fin a la Secta Malvada, la
justicia, el mundo y la paz y así sucesivamente se salvaron todos. ¿Pero qué
hay con el que ayudó a una lamentable chica que tenía miedo de los goblins? La
gente seguiría viviendo tranquilamente; el río seguiría fluyendo. Nada
cambiaría. Nada.
Por eso nadie la había ayudado.
Incluso cuando una sacerdotisa sin nombre fue
capturada por goblins y fue degradada. Incluso cuando la niña de quince años
dentro de la mujer aclamada como Sword Maiden clamó por salvación.
¿Quién se dignaría a notar tales cosas?
De lo contrario, ¿cómo podría colocar una misión para
matar goblins?
—Seguro que nada… nada cambiará.
—No me importa. Respondió sin dudar un momento.
—Dijiste que has pasado por cosas terribles, ¿no?
Ella asintió con la cabeza.
—Los he visto. De principio a fin. Así que no entiendo
tus sentimientos. Goblin Slayer era claro.
—……
Sword Maiden se quedó en blanco.
Ella se acercó suavemente, suplicando, a la nebulosa
sombra que flotaba en su mundo blanco.
—… Entonces, ¿no me ayudarás?
—No.
No la tomó de la mano, sino que le dio la espalda.
Su cabeza colgaba como si hubiera sido arrojada a las
profundidades del infierno, y se rio sin reírse. Había un elemento de
resignación en ella. Un sentimiento con el que estaba demasiado familiarizada.
Así es como siempre pasa.
Su alma, una vez la de una doncella, había sido herida
en todos los lugares posibles.
Incluso ahora, esa horrible escena, su última vista en
el mundo, fue quemada en sus ojos. De noche, la atormentaba. La horda de
goblins la profanaba, la violaba, la quebraban, le quitaban todo.
Y nadie podía salvarla de eso. Seguiría y seguiría,
para siempre…
Nadie la ayudaría.
Jamás. Nunca jamás.
—Pero.
Miró sorprendida ante esa única palabra.
—Si los goblins vuelven a aparecer, avísame.
La sombra oscura, su espalda, ya estaba muy lejos.
Pero su impasible y mecánica voz se oía con facilidad.
—Los mataré por ti.
—Oh…
Se puso de rodillas como si se estuviera desmayando.
Sus exquisitos rasgos se apretujaron y un sollozo escapó de su boca; no podía
contener las lágrimas que brotaban de sus ojos.
¿Cuándo fue la última vez que lloró tan intensamente
después de uno de sus sueños?
— ¿Incluso… incluso en mis… sueños?
—Sí.
— ¿Tú… vendrás…?
—Sí.
— ¿Por qué? Su voz temblaba tan fuerte que no podía
decir la palabra; salía medio formada de su boca.
Pero él le respondió claramente:
—Porque soy Goblin Slayer.
Aquel que mata a esos asquerosos enanos.
La sombra oscura llamada Goblin Slayer la dejó.
Se fue a matar goblins.
—Oh…
Sword Maiden se encontró arañando su generoso pecho.
No era puro ni deseable.
Pero nunca habría imaginado que llegaría un día como
éste. Nunca se había imaginado que volvería a tener estos sentimientos. Había
pensado que estarían fuera de su alcance para siempre, pero ahora se aferraba a
ellos.
No fue nada.
Una mujer rota había hablado con un hombre roto. Nada
más que eso.
Pero ahora ella sabía la verdad del calor que floreció
en su pecho. Era una larga y ardiente chispa, inesperadamente convertida en una
furiosa llama. Tal vez podría compararse a compartir una chimenea con otra
persona: todas las cosas iban bien, sin preocupaciones, un sueño apacible.
Sin ansiedad, sin miedo.
Sin temblar ni llorar en la oscuridad, sin despertarse
de una pesadilla gritando.
Cómo había anhelado desde hace tiempo, una noche de
sueño intacto.
—Yo… yo…
Levantó la voz, resoplando y sollozando.
Con sus manos, secó desesperadamente las lágrimas que
brotaban de sus ojos invisibles.
Mientras la penetrante alegría brotaba en su corazón,
gritó:
— ¡Te quiero…!
Si las palabras le llegaban o no, sólo los dioses lo
sabían.
✠
La lluvia se había ido, pero el cielo seguía lleno de
nubes.
El carruaje resonaba a lo largo de un camino que
corría recto como una flecha a través de la llanura desde el interior hasta la
frontera, del este hacia el oeste.
Algunos fueron a comerciar. Otros, para ver a sus
familias. Otros todavía, para escapar de ellos.
Algunos fueron como pioneros. Algunos eran tipos de
aspecto triste que podrían haber ido al exilio.
Como era tan frecuente en el caso de los carruajes
compartidos, las expresiones de alegría y dolor se mezclaban libremente.
Entre esas expresiones, algunos podría haber notado a
unos cuantos compañeros pasajeros cuya apariencia hablaba de un trabajo
recientemente y finalmente terminado. Ninguno, sin embargo, habría sido capaz
de adivinar de qué aventura habían venido aquellos.
No le importaba a nadie más, de todos modos.
La matanza de dragones podría haber sido interesante,
pero eso era meramente el material de leyendas, y nadie supondría que habían
sido atacados por un dragón.
Así era el trabajo de aventurarse.
— ¡Mm…Ahh! ¡Eso fue divertido…!
La elfa se estiraba lejos del equipaje en el que había
estado apoyada, intentando aliviar sus rígidos hombros. Sus largas orejas se
levantaron felices, y tenía una expresión relajada.
El chamán enano, que estaba sentado con las piernas
cruzadas y descansando su barbilla en sus manos, dijo irritado:
— ¿Incluso la parte en la que estabas siendo acosada
por goblins y llorando como un bebé?
—Bueno, ganamos esa pelea, ¿no? Y aquí estamos. ¡Y
recibimos una recompensa por el botín! Ella levantó una bolsa de cuero en la
palma de su mano. Su peso provenía de monedas de oro metidas dentro.
No es que la recompensa le importara mucho. Era sólo
un extra.
—Debo confesar que siento una punzada de
arrepentimiento por el espejo portal. Dijo el sacerdote lagarto, con su cola
enrollada en el suelo. Tocó su nariz con la lengua mientras hojeaba un cuaderno
de algún tipo. Antes de que ellos hubieran hundido el espejo, él había tomado
tantas notas sobre sus propiedades únicas como podía. —Pero recogimos
información valiosa, destrozamos una herejía e hicimos actos valientes. Estoy
más que satisfecho.
—No escucharán quejas de mí, ¡mientras este oro me dé
una buena comida!
—Los enanos siempre piensan con el estómago.
—Bueno, ¡la mayor parte de nosotros, después de todo!
La conversación entre la arquera y el chamán era tan
animada como siempre.
Cerca de allí, la sacerdotisa se sentó y los miró con
alegría.
¿Ha acabado? Supongo que…
Ella se preguntó quién había estado usando el portal
para invocar la amenaza de los goblins… Pero esa era otra historia, una que no
tenía nada que ver con la aventura en la que ella y los otros acababan de
estar.
—……
Miró hacia un lado.
Él estaba allí, apretado cerca del equipaje y de la
cortina, aun sosteniendo su espada y su cabeza inclinada hacia el suelo.
Poco después de que el carruaje abandonó la Ciudad de
Agua, se había dormido.
—… Oh, bueno.
La sacerdotisa sonrió y sacó una manta delgada de su
bolso.
¿Realmente le haría daño quitarse la armadura y el
casco, al menos cuando descansaba?
Suavemente puso la manta alrededor de sus hombros, y
luego se sentó junto a él en silencio. Ella dobló sus manos y las puso en sus
rodillas, estiró su espalda, y puso su bastón a un costado.
Cierto: Él era Goblin Slayer. Así que no podía
ayudarlo.
Mientras los goblins fueran sus enemigos, no bajaría
su guardia ni por un segundo.
Por eso no había intentado preguntarle nada. Cuando
volvió de dar su informe a Sword Maiden, dijo: —Está hecho.
Y eso fue suficiente. Ahora que todo había terminado,
tenían que dejarlo descansar.
— ¿Oh?
Ella notó que estaba sosteniendo algo más aparte de su
espada.
Una pequeña jaula de pájaro, el canario.
El ave, al igual que su dueño, dormía, los ojos
cerrados y posado sobre una rama.
Parecía que estaba alimentando y cuidando bien del
animal. Tal atención a hacer todo bien parecía ser justo como él.
—Me pregunto si ya le habrá dado un nombre.
Ella lo conocía. Se preocuparía diligentemente por él
y probablemente nunca se detendría a pensar que necesitaba un nombre.
Cuando volvieran a la ciudad fronteriza, cuando él se
despertara, ella tenía que preguntarle.
Casi podía oírlo decir. Canario es lo
suficientemente bueno.
—Hee-hee.
Extendió su mano, teniendo cuidado de no despertarlo a
él ni al pájaro. En sus delgados dedos, recogió una pluma que el pájaro había
dejado caer. Silenciosamente lo retiró de entre las barras de la jaula,
examinándola en la luz que se filtraba a través de la cortina.
Brillaba con un verde pálido claro. Delicadamente, lo
puso en una grieta en su casco.
La pluma verde pálida parecía una extraña combinación
para el sucio casco, pero no le importaba.
No se preocuparía por este pequeño toque de
ostentación.
—Trabajó duro, Goblin Slayer.
—Cuando lleguemos a casa…
De repente, una voz salió del casco.
La sacerdotisa parpadeó varias veces, luego frunció
los labios y dijo: —Vamos. Si estás despierto, dilo.
—Acabo de despertar. Su voz mientras se sentaba
lentamente era un poco más suave de lo normal.
La sacerdotisa creía que había estado durmiendo, pero
se quejó: —No lo sé bajo ese casco.
—Ya veo.
Goblin Slayer sacó una cantimplora de su bolso y se
bebió un trago, luego dos.
Como de costumbre, bebía a través del visor de su
casco, sugiriendo que la ignoraba.
O quizá no entienda si no le digo que se lo quite.
Miró a la sacerdotisa, que había puesto un dedo en sus
labios mientras pensaba algo, y dijo:
—Cuando lleguemos a casa… Las mismas palabras de
antes. —Hay algo que quiero probar.
— ¿Qué cosa?
—Una delicia helada.
—Oh… Dijo la sacerdotisa con una sonrisa. El sacerdote
lagarto respondió inmediatamente:
— ¡Una delicia helada! ¿Podría acompañarte a probar
esa cosa?
—Si quieres un poco, no me importa. Dijo Goblin Slayer
y, después de pensarlo un momento, añadió: —Está hecho con leche.
— ¡Oh-ho! ¡Dulce néctar!
Su cola se desenrolló y golpeó el piso del carruaje en
éxtasis, dibujando una mirada preocupada del cochero a través de la cortina.
—L…lo siento, n…no hay nada que ver aquí. ¡Lo siento
por eso! La sacerdotisa rápidamente inclinó la cabeza hacia él e instó a sus
compañeros a bajar la voz.
Puso las manos en el pecho y suspiró. Gracias a Dios
que no les habían dicho que se bajaran del carruaje.
Ignorándola, el chamán enano dio una gran risa y se
golpeó el vientre.
— ¡Ho, Corta barbas! ¿Planeas comer y no invitar al
enano?
— ¿Debería?
— ¡Estoy seguro que sí!
Goblin Slayer giró su casco hacia el aire vacío e hizo
un discreto sonido, y luego asintió.
—En ese caso, por favor únase a nosotros.
El chamán enano preguntó cómo planeaba hacer esa
delicia helada, la cual Goblin Slayer explicó, haciendo mímica con sus manos.
El sacerdote lagarto levantó un dedo con garras para ofrecer su idea, a la que
Goblin Slayer respondió: —Entonces, deberíamos…
Goblin Slayer era normalmente reacio y conseguir que
se abriera era difícil. Pero…
—Dios…
…ahora, era claramente el centro de atención.
El pensamiento extendió un agradable calor a través
del pequeño pecho de la sacerdotisa.
— ¡Está bien! Se resolvió, levantando la mano con
facilidad. —Goblin Slayer, yo también puedo tomar un poco, ¿no?
—No me importa.
A él no le importaba. Ella dio una
risita y miró a la elfa.
La elfa se sentó frente a él, apuntando su cara hacia
otro lado, agitado sus orejas.
Aunque no era necesariamente una señal de que se
hubiera dado cuenta de esto, Goblin Slayer dijo:
— ¿Qué hay de ti?
—…… Sus orejas saltaron otra vez. —Sí. Dame un poco,
también.
—Ya veo. Dijo Goblin Slayer, y luego agregó
bruscamente: —Si no sale bien, no me patees.
—Erk…
¿Me está guardando rencor?
No, no podría ser. La elfa
resopló un poco.
Seguro. Por supuesto. No era de los que se amargaban,
aunque un agitado elfo lo hubiera pateado. Incluso cualquier persona normal se
habría molestado.
Después de un tiempo, la elfa dejó salir un gran
suspiro y se movió para enfrentarse a él.
—Sí, bien. Sin patadas. Así que… ¿por favor?
—Sí.
El casco de acero se balanceó de arriba abajo.
La sacerdotisa se preguntó cuándo notaría la pluma verde en su casco.
Tal vez mientras estaban todavía en el carruaje, tal
vez después de que regresaron a la ciudad, tal vez no hasta la próxima vez que
se lo quitara.
¿Qué haría cuando se diera cuenta? ¿Estaría enojado, o
se reiría, o quizás no le importaría?
La elfa, ignorante de los afectuosos pensamientos de
la sacerdotisa, entrecerró los ojos como un gato.
—No sé si me gusta tanto matar goblins.
Dibujó un círculo en el aire con su dedo, largas
orejas saltaban de arriba a abajo.
Habían entrado en ruinas subterráneas para explorar,
se habían visto atrapados en una trampa y volvieron a salir. Habían luchado y
derrotado a un extraño monstruo y habían descubierto un artefacto invaluable. Y
ahora iban todos juntos en este carruaje.
Del interior a la frontera. De este a oeste.
Todo para que pudieran volver a casa ahora que la
aventura había terminado.
—… Pero no fue tan malo, supongo.
Tal vez no podía decir exactamente cómo se sentía. Los ojos del canario se abrieron agitadamente, y cantó brillantemente.