Goblin Slayer Vol. 2 capítulo 3
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Goblin Slayer volumen 2 capítulo 3 en español
Encuentro Inesperado
Un estridente chillido resonaba por las piedras que
formaban el cauce, construido por aquellos antiguos pueblos.
Un goblin cayó hacia atrás, tenía un hacha enterrada
en su frente.
Sin vacilar, Goblin Slayer arrojó el cadáver al río de
aguas residuales que corría cerca. Al caer salpicó, y luego flotó entre las
burbujas contaminadas durante un momento antes de perderse de vista.
—Ese parece ser el último de ellos. El sacerdote
lagarto limpió la sangre de su espada, una espada de colmillos que había sido
recientemente enterrada en la garganta de un goblin.
La llama de una antorcha abandonada en el suelo
vaciló, y la luz bailó sobre la carnicería que había a su alrededor.
Los cuerpos eran quizás un cuarenta por ciento goblin;
el resto eran restos podridos de aventureros.
Y allí, delante, donde el cauce del río se dividía en
innumerables ramas, asomaba una sombra misteriosa.
—No… hay algo más.
La elfa no se perdía algo así. Mientras hablaba, puso
otra flecha en su arco. Sus orejas se movían hacia arriba y hacia abajo; luego,
con un leve siseo, ella tiró de la cuerda de seda de araña del arco y la soltó.
Con un tañido como el de un laúd fino, la flecha cortó
el aire.
Se arqueó, giró en la esquina como si tuviera vida
propia. Un momento después hubo un “¡Gyaa!” de tono alto y luego un suave ruido
de algo golpeando el agua.
—Ése es el último de ellos.
—Uf… Buen tiro.
En la exclamación alegre de la elfa, la sacerdotisa,
que había estado agarrando su bastón, suspiró.
Mantuvo su espíritu continuamente elevado, para poder
invocar un milagro en cualquier momento. Sin embargo, se alegró de no haber
necesitado usar uno, podía guardarlo para más tarde.
—Pero… encontrar tantos goblins bajo la ciudad…
—Esto es lo que esperaba.
Goblin Slayer apoyó con indiferencia el cuerpo de un
aventurero. Un poco de carne podrida cayó al suelo.
El cadáver había sido masticado por las ratas tan
bien, que ya no era posible saber si era hombre o mujer, pero no dudó.
Una cota de malla oscurecida con sangre seca. Un casco
roto. Probablemente alguna vez fue un guerrero. Su bolsa de objetos había sido
destrozada. Goblin Slayer miró a través de todo lo que los goblins no habían
robado ya, y tomó una espada larga con su funda, y todo lo demás de la cintura
del cuerpo.
Desenvainó la hoja y encontró un filo nada oxidado en
absoluto. ¿Quizás estaba bien engrasado?
—Deben haber sido emboscados. Un golpe en la cabeza,
probablemente. Ni siquiera tuvieron oportunidad de sacar sus armas.
La espada era demasiado pesada para un goblin y más
larga de lo que le gustaba a Goblin Slayer, pero no era un arma mala.
—Muy bien. Goblin Slayer asintió, envainando la espada
otra vez. La sacerdotisa dejó respirar.
—No está bien. ¿Puedo?
—Adelante.
Goblin Slayer empujó el cadáver del aventurero a su
lado.
La sacerdotisa se arrodilló junto al cuerpo, su
expresión era oscura. No prestó atención al agua asquerosa que bañaba sus
vestiduras blancas.
—Madre Tierra Madre, abundando en misericordia, por
favor, por tu venerada mano, guía el alma de quien ha dejado este mundo…
Con el bastón en la mano, los ojos cerrados,
susurrando en un ritmo casi musical, rezó, cantó, imploró.
Oraba para que las almas de los aventureros y los
goblins que habían muerto aquí, pudieran ser salvados por los dioses que
residían en el cielo.
—Ojalá pudiéramos dejarte en el suelo en vez de debajo
de él…
El sacerdote lagarto, siguiendo el ejemplo de la
sacerdotisa, juntó sus palmas haciendo un extraño gesto, rezando por el
renacimiento de esas almas..
—Pero nos reconforta que, al alimentar a las ratas y
los insectos, volverás a la tierra a tiempo.
La Madre Tierra y el temible naga. Sus dioses eran
diferentes, así también sus doctrinas.
Pero al desear la felicidad de las almas de los
muertos, eran lo mismo. No sabían a dónde iban sus oraciones, sólo que había
salvación.
La sacerdotisa y el sacerdote lagarto se miraban,
sabiendo que cada uno había cumplido con su deber.
—Hmm, ahí.
Manteniendo un ojo en los dos, la elfa sacó una flecha
del cadáver de un goblin.
Ella revisó la punta de la flecha y, satisfecha de que
no estaba dañado, la guardo en su aljaba (carcaj, bolso donde se llevan las
flechas).
—Sólo para que lo sepas, no voy a hacer lo que tú
haces, Orcbolg. Ella fijó sus ojos brevemente en el aventurero blindado con una
expresión incomprensible. Un “vwip” vino de las orejas, como para mostrar su
humor. —Parece que esta podría ser una larga pelea. Y no quiero usar flechas de
goblin. Son tan rudimentarios. Refunfuñó.
Los ojos de Goblin Slayer se volvieron hacia ella. —
¿Lo son?
—Sí, lo son.
—Ya veo.
—Dios mío. Suspiró el chamán enano, acariciando su
barba.
Había tenido la mano en su bolsa de catalizadores,
listo con un hechizo, pero…
Estaba mirando muy lejos, hacia el negro más allá de
la luz de la antorcha. Los enanos, como moradores bajo tierra, podían ver bien
en la oscuridad.
—Te hace preguntarte cuántos más hay.
Pero ni siquiera sus ojos afilados podían ver la
cantidad de goblins que habían.
Habían pasado tres días desde que comenzaron su
exploración de las alcantarillas, y esta fue la quinta vez que fueron atacados
ese día.
✠
Las alcantarillas de la Ciudad de Agua se habían
transformado completamente en un nido de goblins. Los aventureros que entraron
en el lugar, pronto se encontraron siendo atacados por los pequeños demonios.
La red sinuosa de vías fluviales, un laberinto eficaz,
era el aliado de los goblins.
El grupo fue atacado repetidamente a intervalos
irregulares, y la búsqueda continuó una y otra vez; nunca pudieron bajar la
guardia.
—Me han dicho que esto es un negocio normal para los
aventureros de una ciudad laberíntica.
Las quejas del sacerdote lagarto, que normalmente era
estoico, eran evidencia de que la fatiga les había llegado.
La batalla por sí sola no les habría hecho esto, ni
simplemente caminar por una cueva. Era la vigilancia constante que llevaban los
nervios.
—…
La ansiedad también estaba clara en la cara de la
sacerdotisa. Incluso sus pasos parecían algo inciertos.
—Mantén la calma.
Goblin Slayer, examinando cada centímetro de su ruta
de cerca, era tan directo como siempre.
Había sacado una antorcha nueva de su mochila y la
había encendido, y ahora estaba golpeando con insistencia las paredes.
—Este es un muro de piedra. Es poco probable que nos
embosquen a través de él.
—Por favor, no me traigas malos recuerdos. La
sacerdotisa frunció el ceño y tembló. El terror de esa primera aventura aún la
perseguía.
—… lo siento.
—Está bien. Fue todo lo que dijo en respuesta al
callado murmullo de Goblin Slayer.
Tal vez el chamán enano sintió lo que estaba pasando
entre ellos, porque se rió calladamente y dijo —Al menos con tanta basura
alrededor, no tenemos que molestarnos en esconder nuestros olores.
—Por favor, no traigas malos recuerdos. Dijo la elfa
con un movimiento cansado de su mano.
Ella levantó el brazo y olfateó su ropa.
En el pasado, en otra inmersión en ruinas
subterráneas, Goblin Slayer la había forzado a mojarse con tripas de goblin,
alegando que cubriría su olor. Ella había sido capaz de lavar su ropa y limpiar
su cuerpo, pero nunca lo había perdonado realmente.
—Te lo advierto, Orcbolg, si alguna vez me haces hacer
eso otra vez, más te vale que estes preparado.
Goblin Slayer estaba en silencio. Movió levemente la
cabeza de un lado a otro.
Tal vez estaba comprobando el olor de la zona. Después
de un largo momento, contestó.
—Cierto, esta vez no hay necesidad.
—Hrk.
Las orejas de la elfa retrocedieron.
Con un ojo medio abierto puesto en Goblin Slayer como
un francotirador.
—Oye, me acabo de acordar.
— ¿Qué?
—Orcbolg. Nunca te disculpaste conmigo.
—Eso es porque era necesario.
Su respuesta no podría haber sido más directa. La elfa
hizo un puchero con un “grrr” y se puso de mal humor.
— ¿… hmm?
De repente, sus oídos rebotaron de arriba a abajo, y
miró al techo.
— ¿Sucede algo, orejas largas? Preguntó el chamán
enano.
—Algo se siente extraño…oigo el sonido del agua ¿por
encima de nosotros?
En ese momento, una gota cayó en el agua.
Las ondas corrían por las aguas residuales. Uno, dos,
tres.
—Hrm…
El sacerdote lagarto sacó su lengua con dudas y se
lamió la nariz.
“¡Ploop!” “¡Ploop!” Más gotas cayeron.
Entonces empezó a caer sin parar.
— ¿Esto es… lluvia? La sacerdotisa frunció el ceño,
mirando al techo lejano. La superficie del canal fluvial estaba llena de
pequeñas olas.
La elfa levantó su mano inútilmente para protegerse de
las gotas.
— ¿Cómo puede estar lloviendo bajo tierra? Preguntó
confundida.
—Está lloviendo probablemente arriba, y está bajando
por las rejillas o el río. Dijo el chamán enano, acariciando su barba. Miró a
Goblin Slayer.
— ¿Qué dices, Corta barbas?
—Si perdemos nuestra luz, será un problema. Goblin
Slayer sostenía su escudo sobre la antorcha recién encendida para protegerla.
Una antorcha era inútil, ya que podría apagarse tan
fácilmente. En este sentido, las linternas eran mejores. Bueno, había pros y
contras para todo. Goblin Slayer chasqueó su lengua molesto.
—Nuestro equilibrio también será más traicionero.
—La lluvia enfriará nuestros cuerpos. Agregó el
sacerdote lagarto con un lúgubre gesto de asentimiento y miro al grupo.
—Propongo un breve descanso, ¿opiniones?
La lluvia les impedía avanzar o retroceder. No hubo
objeciones.
Una vez que se habían decidido, los aventureros
actuaron rápidamente. Como la lluvia acababa de empezar, las superficies
seguían estando relativamente secas, pero si se demoraban, terminarían sentados
en algún lugar húmedo, y sólo se enfriaban.
No habían traído un toldo con ellos, pero cualquier
aventurero que valiera la pena llevaba un equipo de lluvia consigo. Una vez que
todos se habían puesto sus abrigos de lana, se sentaron en círculo.
Luego, la sacerdotisa transfirió la llama de su
antorcha a una linterna cubierta y la colocó en el centro de su círculo.
No les calentaba mucho, pero era mejor que nada.
—… Oye, Orcbolg. ¿Por qué no te gustan las linternas?
La elfa metió su mano dentro de la linterna, y luego la cepilló como para
limpiar el poco de hollín. —Puedes colgarlos de tu cinturón. No necesitas usar
toda una mano para sostenerlas.
—Una antorcha puede ser un arma. Dijo Goblin Slayer.
—Una linterna es inútil si se rompe.
—Huh.
La elfa parecía decepcionada por su respuesta. Ella
levantó las rodillas hasta el pecho.
Goblin Slayer miró el canal, ignorando las gotas que
goteaban de su casco.
La sacerdotisa lo miró con compasión.
—Probablemente deberías al menos quitarte el casco…
¿no crees?
—Nunca se sabe cuándo o dónde el enemigo atacará.
—Sabes, Corta barbas, siempre pensé que eras un poco
rudo con tu equipo. Deberías repararlos.
—Sí.
El chamán enano, sentado con las piernas cruzadas,
sacó un frasco de vino de su bolsa de catalizadores. Rompió el sello, y sirvió
copas de vino de fuego claro, y rápidamente las entregó al resto del grupo.
El olor húmedo del aire mezclado con el aroma del
vino.
—Bebe ahora. No se puede hacer nada con un cuerpo
congelado.
—Pero yo…
—Lo sé. Sólo toma un trago, un sorbo. Sé que eso es
todo lo que puedes manejar. No te lo reprocharé.
La elfa tomó la copa de mala gana, de hecho,
temerosamente. Tomó un trago delicado, haciendo un gesto de dolor mientras le
quemaba la garganta.
—Ohh…
—Sigues siendo joven cuando se trata de beber, ¿no?
— ¿Estás bien? Preguntó la sacerdotisa.
—Sí… Pero un guardabosque borracho no le hará ningún
bien a nadie.
La elfa asintió con la cabeza a la sacerdotisa, que la
instó a no forzarse.
Pero la misma sacerdotisa no estaba acostumbrada a
despedir el vino. Ella sólo pretendió que el vino potente era medicina y tomó
un sorbo tranquilo.
El poderoso sabor quemó su lengua. Sus ojos se
movieron desesperadamente.
—Bueno, yo también tomaré una copa. Dijo el sacerdote
lagarto.
— ¡Por supuesto! ¡Bebe!
En contraste con los demás, el sacerdote lagarto, con
su cola envuelta alrededor de sus pies, tomó la desbordante copa que el chamán
enano le dio y la vertió de inmediato en sus enormes mandíbulas.
—Verdaderamente un sabor incomparable. Podría beberme
un barril de ella.
—Incluso con mis trucos, no puedo traer un barril.
Date un chapuzón, Corta barbas.
—…
Goblin Slayer bebió el vino a través de la abertura de
su visera, nunca sacando la vista del agua.
La lluvia cambió de constante a un chubasco, y el agua
de desagüe se agitó, burbujeando violentamente.
Después de un rato, cada uno de ellos se quedó en
silencio.
El patrón de gotas de lluvia cayendo, el vino siendo
bebido, su propia respiración superficial, había sonido por todas partes, pero
el lugar parecía extrañamente callado.
—Deberíamos poner algo en nuestros estómagos. Dijo
Goblin Slayer en voz baja. —Un estómago parcialmente vacío evita que la sangre
se acumule. Pero si está demasiado vacío y nos moveremos más lento.
—Bueno, si algo así de simple sirve vamos a hacerlo.
La sacerdotisa buscó en su bolso y sacó algo envuelto
en papel aceitoso.
— ¡Oh-ho! El chamán enano estaba encantado de saber
que la comida se acercaba y le dio a la elfa una sonrisa y un codazo. —Lo
sabía. ¿Orejas largas, ve cómo tus habilidades faltan en ciertas áreas?”
— ¡T-t-tú…!
Pero ella no replicó.
—… tal vez aprenda a cocinar. Murmuró, por lo que la
sacerdotisa se ofreció a enseñarle y sonrió.
Su comida era pan duro y una botella de vino de uva
aguado.
Fue hecho para guardar mucho tiempo, pero era insípido
y frío. Eran simplemente raciones de campo, destinadas a llenar sus estómagos y
humedecer sus gargantas.
Los aventureros masticaban el pan sin placer, pero
también sin quejarse.
—Esperaba poder hacer algo un poco menos difícil,
pero… Dijo la sacerdotisa disculpándose, moviéndose mientras limpiaba una miga
de pan de su mejilla y se la metía en la boca. —No creo que a nadie le apetezca
comer algo demasiado elaborado aquí, de todos modos…
—Bastante cierto… La elfa se encogió de hombros e hizo
un gesto de taparse la nariz.
Lleno de olas agitadas por la lluvia, el sucio cauce
del río se había convertido en un río asqueroso. El sentido del olfato juega un
papel importante en el gusto de algo, y aquí el aroma del vino de uva estaba
abrumado por el musgo, el moho y muchos otros olores.
—Supongo que no entiendo por qué alguien querría comer
bajo tierra. Dijo la elfa.
—Oh-ho. Detente ahí, muchacha.
Te arrepentirás cuando volvamos arriba, pensó el enano mientras la miraba con los ojos entrecerrados, pero la
elfa no mostró señales de darse cuenta.
—Cuando hayamos soportado esta prueba, entonces
consigamos algo delicioso para nuestros estómagos.
El sacerdote lagarto, que había estado bebiendo vino
de uva y vino de fuego en cantidades iguales, entró en la conversación.
La sacerdotisa estuvo de acuerdo en silencio, acunando
su copa llena de vino en ambas manos.
—Ahora que lo mencionas, ¿qué es bueno comer por la
ciudad?
—Hmm. De hecho. Veamos… El chamán enano le acarició la
barba. —Por allí…
—Pescado de río frito, hígado de ternera y vino de
uva. Dijo Goblin Slayer sin apartar los ojos del agua.
Todo el mundo lo miraba.
—Y he oído que el grano por allí no está pulido, así
que la masa es bastante buena.
El chamán enano, sin nada más que añadir, se encogió
de hombros exageradamente. —Oíste al hombre.
—Veo que estas bien informado, Goblin Slayer.
—Uno de mis conocidos lo está.
El sacerdote lagarto se había inclinado con gran
interés, pero la respuesta de Goblin Slayer fue breve.
—Cuando dije que venía aquí, me hablaron de la comida.
¿Un conocido?
La sacerdotisa repasó las posibilidades en su mente:
la recepcionista, la vaquera o la bruja. Tal vez el lancero o el guerrero de la
armadura pesada.
Se dio cuenta de que tenía más conocidos ahora que
cuando se había unido a él unos meses antes, y se rió en voz baja.
Así, su breve respiro de la aventura pasó
amistosamente.
Pero todas las aventuras están llenas de peligro; en
el campo, ningún lugar es realmente seguro.
Ocurrió en el momento en que el vino se abría paso a
través de sus cuerpos, calentando sus miembros.
— ¿… Hmm?
Goblin Slayer de repente oyó un sonido. Inmediatamente
se puso de rodillas y miró fijamente al agua.
— ¿Pasa algo malo, Goblin Slay…?
—No. … Pero ten cuidado. Murmuró.
La sacerdotisa asintió con la cabeza ante su vaga
respuesta.
Debe haber sentido algo. La sacerdotisa rápidamente
comenzó a empacar su bolso, pero con un ojo a su alrededor. Aunque no hubiera
nada allí, ya era hora de que siguieran adelante.
—Te ayudaré. Hechicero, tu manta.
—Justo aquí.
Nadie tenía que decirles qué hacer. Los aventureros
veteranos se movieron rápida y eficientemente.
La elfa, encorvada como Goblin Slayer, mantuvo una
mano sobre su aljaba, escuchando. Sus largas orejas rebotando hacia arriba y
hacia abajo, eran las más afiladas del grupo.
—… algo se acerca.
Cada uno de ellos preparó inmediatamente sus armas.
Goblin Slayer sacó la espada larga que acababa de coleccionar, el sacerdote
lagarto, una espada de colmillos. La sacerdotisa agarraba con ansiedad su
bastón; el chamán enano tenía su honda; y la arquera de los elfos mayores sacó
una flecha de su aljaba.
— ¡Corta barbas!
—Correcto.
Goblin Slayer agarró la linterna del chamán enano con
su mano izquierda, la que estaba atada a su escudo. No había tiempo para
encender una antorcha. ¿Debería sostener la luz en su mano?
No. Lo colgó por la cadera en su lugar.
Todos miraron como pasaba la lluvia al otro lado del
cauce, donde la baja neblina se había dispersado en una fina neblina.
Esta vez, todos ellos pudieron escuchar claramente el
sonido de las salpicaduras de agua.
No fueron las olas. Algo venía a través del agua hacia
ellos.
Sin dudarlo, Goblin Slayer iluminó la luz de la
linterna la forma envuelta en la niebla. Podían ver un barco de agua cruda,
como una balsa, hecha de madera flotante.
— ¡Goblins!
Al instante siguiente, los monstruos de la balsa,
sueltan flechas con sus arcos hechos a manos. Sus tiros carecían de precisión,
pero en el estrecho espacio, cayeron como la lluvia que ya los golpeaba.
— ¡Oh Madre Tierra, abundante en misericordia, por el
poder de la tierra, concede seguridad a los débiles!
No sólo las flechas, sino también las gotas de agua
milagrosamente dejaron de caer sobre ellos.
La barrera infranqueable dio un leve destello. En su
centro estaba la sacerdotisa, agarrando su bastón con ambas manos. La oración
había costado algo de su propio espíritu, pero su pedido había llegado al
cielo, y la diosa misericordiosa había concedido el milagro de Protección.
—No podré aguantarlo por…
—Es suficiente.
La sacerdotisa empezaba a sudar, pero Goblin Slayer la
tranquilizó brevemente. La espada larga ya estaba en su mano derecha, y su
escudo a su izquierda. — ¿Cuántos? Preguntó.
— ¡No puedo contarlos! Gritó la elfa mientras ella
ponía otra flecha en su arco, y la cuerda de arco sonaba mientras disparaba. —
¿Qué vas a hacer?
—Lo que siempre hago. Dijo Goblin Slayer, indiferente
a la lluvia de flechas. Hizo girar la espada larga en su mano para tener un
agarre al revés. —Matar a todos los goblins.
Sostenía la espada por encima de su cabeza y luego,
casi demasiado rápido para poder verla, la lanzó.
Como no había intención de hacer daño a la
sacerdotisa, la hoja podía pasar a través de la barrera de Protección, según
las reglas.
La espada cortó las flechas que se aproximaban y
perforó la cabeza del goblin que parecía ser el jefe. Ni siquiera tuvo tiempo
de gritar cuando se desplomó en las aguas residuales, y el bastón que había
estado sosteniendo golpeó el agua haciendo una impresionante salpicadura.
— ¡¡GROOARRB!!
— ¡¿GAROOROROROR?!
Los goblins empezaron a aullar ante la pérdida de su
chamán, y por un momento, su ataque vaciló.
—Ese es uno. ¿Cuántos hechizos te quedan?
—Muchos. Los he estado guardando. Respondió el chamán
enano mientras ponía una piedra preciosa en su honda y la soltaba.
—…túnel, entonces. Haznos un agujero.
Sus ojos se abrieron de par en par ante la directa
instrucción.
—No seas tonto ahora. ¡¿Quieres destruir esa ciudad de
ahí arriba?!
—No arriba. Abajo.
Goblin Slayer metió la mano en su bolsa.
—Cava bajo el cauce del agua y drénalo. Dijo, como si
fuera la cosa más obvia del mundo.
— ¡Pero una ciudad es como una máquina finamente
forjada! Gritó el chamán enano. — ¡Si fallo hasta en una cosa, las
alcantarillas podrían desbordarse!
—No es fuego. No es agua. No es gas venenoso.
Su razonamiento hubiera sido cómico en cualquier otro
momento, pero ahora la elfa le gritó.
— ¡Otra cosa!
—… hrm.
Goblin Slayer se quedó callado, y luego empezó a
buscar en su bolso.
Los goblins, por supuesto, no estaban inactivos
esperando. Disparaban flechas tan rápido como podían, su balsa se acercaba cada
vez más a la costa.
La sacerdotisa, con las manos en el báculo, gritó.
— ¡No puedo aguantar más tiempo!
—No tienes otro de esos pergaminos Portal, ¿verdad?
Dijo el chamán enano.
—Si lo tuviera, lo habría traído.
La táctica que había usado contra el ogro seguía
fresca en sus mentes, pero un pergamino Portal era un objeto muy valioso y no
era fácil de conseguir. Parte de lo que hizo único a Goblin Slayer fue su
disposición a usar algo tan valioso sin dudarlo en ese momento. Después de
todo, presumiblemente había pretendido usarlo contra los goblins en algún
momento.
Mientras hablaba, Goblin Slayer sacó algo de su bolso.
— ¿Tienes una estrategia? Preguntó el sacerdote
lagarto.
—Atacaremos en el momento en que la protección
desaparezca. Contestó Goblin Slayer.
—Por supuesto.
— ¿Los goblins o balsa? ¿Cuál es mejor?
—La balsa, supongo.
—Muy bien.
Con ese breve intercambio, Goblin Slayer miró a la
sacerdotisa.
La chica se aferraba a su bastón con todas sus
fuerzas; apenas podía darse el esfuerzo de mirar hacia él.
Goblin Slayer levanto su vista durante un
momento. ¿Qué decirle?
—… vuelve a lanzar Protección. Solidifica nuestra
defensa.
— ¡Sí!
La sacerdotisa asintió firmemente. Goblin Slayer dejó
respirar. Su mano derecha vacía la abría y cerraba.
Necesitaba un arma. Tal vez al menos podría encontrar
un cuchillo en alguna parte.
—Espera un momento, Goblin Slayer.
El sacerdote lagarto sacó un colmillo de bestia de su
bolso y lo agarró con un extraño gesto.
—Oh, alas de hoz del Velociraptor, romper y rasgar,
volar y cazar…
Una oración a sus venerables antepasados. Una petición
a sus antepasados.
Sus dos manos escamosas corrieron a través del
colmillo, impregnándolo con el poder del temible naga. Mientras hablaba, crecía
y se agudizaba hasta convertirse en una garra-espada.
—Creo que éste es el largo de la hoja que prefieres.
Pero… intenta no tirarlo. Si puedes.
—Lo intentaré.
Goblin Slayer tomó la espada su mano hábil. Nada
mal.
— ¡Sólo… un poco más…!
La barrera invisible comenzaba a quebrarse bajo el
incesante fuego de la flecha.
La fisura se convirtió en una grieta, y entonces el
escudo se rompió en polvo.
—Cierren los ojos y las bocas, y no respiren. ¡Ahí va!
En el siguiente instante, Goblin Slayer lanzó el huevo
en su mano izquierda directamente a la balsa.
— ¡¿GARARAOB?!
— ¡¿GRORRR?!
Gritos.
Pimienta molida y trozos de serpiente mezclados con
cáscara de huevo en el aire. Los ojos de los goblins se quedaron ciegos. Se
asfixiaron con la mezcla y se agitaron con el dolor.
Cortando a través de la neblina roja, Goblin Slayer y
el sacerdote lagarto saltaron a bordo de la nave. La balsa se balanceó con su
peso, enviando uno o dos goblins al agua sucia.
Un fuerte chapoteo y un rocío. Las gotas llovieron.
—Hrm.
Goblin Slayer gruñó mientras se lanzaba hacia las
criaturas que luchaban por mantener su posición sobre la agitada balsa. Cuando
lo hizo, un goblin aprovechó el momento para agarrarlo por detrás. Con su
escudo, le dio un golpe contundente.
Clang. — ¡GAROU!
—… así que tienes armadura, ¿verdad? Goblin Slayer
escupió molesto. Sin ralentizar, se giró, pateando al goblin aullador desde la
balsa.
— ¡¿GROOROB?!
La criatura luchó poderosamente por salir de las aguas
residuales, pero su armadura era demasiado pesada.
Finalmente, la horrible cara se hundió bajo la
superficie. Aparecieron algunas burbujas, y entonces el goblin, como una pieza
de un tablero de juego, desapareció.
—Hmm.
En un solo movimiento, Goblin Slayer golpeó a un
monstruo cercano con la parte plana de su espada. El goblin y las sucias
lágrimas que había estado llorando se volvieron impotentes al ser lanzado por
la borda.
— ¡¿GAROOARA?!
—Es más fácil empujarlos.
— ¡Oh, temible naga! ¡Ve las acciones de su hijo en
batalla!
La única respuesta del sacerdote lagarto a
Goblin Slayer fue gritar esta oración y saltar a los goblins.
Cuando los goblins comenzaron a recobrar la vista,
tiraron sus arcos a un lado y frenéticamente desenvainaron sus espadas.
Pero eran demasiado lentos.
Cayeron a garras, colmillos y cola, a espada y escudo,
puño y pie. Con movimientos ágiles y tácticas estudiadas durante mucho tiempo,
los dos guerreros se abrieron camino de un extremo a otro de la balsa.
Los duendes eran débiles, después de todo.
En una batalla cuerpo a cuerpo con aventureros
experimentados, el goblin promedio no tenía ni un ápice de oportunidad. Un par
de criaturas saltaron al desagüe en su pánico. Habiendo olvidado que no sabían
nadar, se ahogaron rápidamente.
—Dieciséis.
Aun así, los duendes no habían perdido su ventaja
principal.
—Pero puede que estemos en apuros. Son muchos.
Lo que era decir, números.
Donde uno fue asesinado, dos más aparecieron; donde
dos se ahogaron, cuatro salieron adelante. Cuatro se convirtieron en ocho. Ocho
se convirtieron en dieciséis. Dieciséis se convirtieron en treinta y dos.
¿Cuántos duendes cabrían en la pequeña balsa?
— ¡GOOORRB!
— ¡GROB! ¡¡GOOBR!!
Los dos aventureros chocaron a la masa de goblins, y
mataron uno tras otro. Pero no había fin para ellos.
Aunque los aventureros eran más de dos.
— ¡¿GRRB?!
Una flecha con punta de brote voló por el aire.
Enfocado completamente en la amenaza que tenía delante
de él, el goblin no la vio hasta que el hueco fue enterrado en su ojo y cayó al
suelo.
— ¡Un elfo ni siquiera necesita tener sus ojos
abiertos para disparar!
Era, por supuesto, la elfa mayor arquera, de pie en la
orilla.
Sus orejas se pararon, y disparó flechas más rápido de
lo que el ojo podía ver. Rápido, tan rápido que todo lo demás parecía
palidecer.
Entre los que tenían palabras, no había nadie que
pudiera disparar mejor que un elfo. Incluso en el furor de la batalla, sus
flechas sólo alcanzaron a sus objetivos. En un respiro, ella había vaciado su
aljaba, pero eso no significaba que no tenía flechas.
Con un desagradable chasquido, la elfa recogió algunas
flechas de los goblins de antes.
—Estas cosas son tan rudimentarias.
Pero rudimentario o no, aunque las puntas de las
flechas fueran de piedra, la elfa no fallaría.
Un goblin, impaciente, recogió un arco de nuevo. Se
agachó, usando a sus amigos como escudo, jugando sucio, como solían hacer los
goblins, y se preparó para disparar desde las sombras.
En realidad, para ser un goblin, su puntería fue
bastante cuidadosa.
—ORGGGG…
Su objetivo era esa pequeña elfa impertinente.
La áspera cuerda del arco hizo un chirrido mientras él
la hacía retroceder.
Un elfo y una mujer, todo en uno. Sería divertido
llevarla con vida…, pero matarla también sería agradable.
Le dispararía en el ojo. ¿O quizás la oreja? Con una
sonrisa espantosa, soltó la flecha…
— ¡Oh Madre Tierra, abundante en misericordia, por el
poder de la tierra concede seguridad a los débiles!
Nunca se acercó a la elfa, sólo rebotó con un
estruendo.
La Madre Tierra misericordiosa difícilmente podía
rechazar la súplica de su discípulo, ¿verdad?
En el momento siguiente, el aspirante a arquero goblin
cayó presa de una de las flechas de la elfa y se encontró con su fin.
—Gracias.
—En absoluto. Tengo que hacer méritos, también…
La elfa le guiñó un ojo a la chica de al lado. La
sacerdotisa sonrió con fuerza y rezó su oración.
—Puedo mantenerlos fuera de nuestra línea trasera.
Dijo la sacerdotisa. —Cuento contigo para manejar la ofensiva.
— ¡Suena como un plan! ¡Y tengo justo lo que necesitamos
aquí!
Fue el chamán enano el que le contestó, escarbando en
la bolsa de catalizadores que había conservado tan cuidadosamente hasta ese
momento.
Tenía un puñado de arcilla en cada mano.
Los bordes de los labios de la elfa se mostraron con
una sonrisa, pero estando siempre pendiente de la balsa de los goblins.
— ¡Ya lo sabemos, sólo sigue adelante! ¡Los enanos
tardan mucho en hacer cualquier cosa!
—Cada uno es diferente. Tú tienes tu estilo de lucha,
y yo tengo el mío.
El chamán enano amasar cada puñado de arcilla formando
bolas.
Respiró sobre ellos, murmurando algo, y luego dio un
gran grito:
— ¡Corta barbas, Escamoso! ¡Retrocedan!
Al mismo tiempo, lanzó las bolas de tierra al aire.
Sus labios rebosaban de palabras con poder.
— ¡Salgan, gnomos, es hora de trabajar, ahora no se
atrevan a desafiar su deber, un poco de polvo puede que no les dé asco, pero
mil son una roca preciosa!
Mientras miraban, las pequeñas bolas se transformaron
en enormes rocas y se estrellaron contra la balsa.
Estallido de Piedras realzado con una afluencia de
poder espiritual para ser aún más impresionante de lo habitual.
— ¡Goblin Slayer!
—Sí.
Los dos aventureros en la balsa intercambiaron una
rápida mirada, y luego empujaron a través de los goblins que huían, dando un
gran salto a la orilla.
Detrás de ellos, se oyó un rugido, y las aguas
residuales se elevaron como un géiser. Gotas de la materia sucia llovieron
sobre Goblin Slayer y el sacerdote lagarto mientras rodaban sobre tierra firme.
La balsa se hundió hasta el fondo de la alcantarilla,
con goblins y todo. Unos pocos monstruos habían sobrevivido a duras penas, pero
su armadura los arrastró hacia abajo y desaparecieron.
Nadie habló mientras veía pasar todo esto.
La lluvia nunca había disminuido; se sentía frío
cuando se quedaban inmóviles, pero aún estaban llenos del calor del combate. Su
aliento nubloso; el hedor de la sangre y las aguas negras se elevaron a su
alrededor.
Preguntó la elfa con voz tensa:
—Entonces, ¿qué hacemos ahora?
—… dame un respiro. Dijo pesadamente el chamán enano.
Sacó su jarra de vino y desató el tapón. —Ese pequeño truco me debilito.
Junto a él, la sacerdotisa se puso débilmente de
rodillas.
—Descansemos un momento. Yo también lo necesito.
—No. Goblin Slayer agitó la cabeza.
A pesar de haber pasado por una batalla campal, no
parecía estar respirando fuerte; miraba fijamente al agua.
—Tenemos que movernos inmediatamente.
— ¿Hwa?
La sacerdotisa lo miró con desinterés.
Él miraba su alrededor atento, todavía con las armas
en ambas manos.
—Estoy de acuerdo. Asintió el sacerdote lagarto,
haciendo un extraño gesto con las manos juntas. —Esa batalla no fue una batalla
silenciosa. Incluso con la lluvia para amortiguar el ruido…
—Algo más puede que nos haya notado.
Justo cuando él dijo esto…
Hubo otra salpicadura.
La elfa miró el agua con una expresión sombría.
—Escapamos de los goblins sólo para ser atrapados por
los lobos, ¿verdad? Se estremeció mientras invocaba el viejo proverbio.
La superficie de las aguas residuales tembló; las olas
crecieron y comenzaron a ondear más cerca.
Al instante siguiente, enormes mandíbulas salieron del
agua turbia.
— ¡AAAAAAAAARRRIGGGGGGG!!!!!
Inmediatamente después, los aventureros decidieron
hacer una retirada estratégica.
Ellos corrieron por sus vidas a través de la lluvia,
esparciendo gotas donde sea. Ellos corrían sin vacilar, a pesar de la oscuridad
de las alcantarillas. Esto sólo era posible porque estaban siendo guiados por
la elfa y el sacerdote lagarto, cuya agilidad les ayudaba a moverse a través de
la oscuridad y evitar los pequeños obstáculos. La sacerdotisa y el chamán enano
solamente les seguían atentamente.
La delgada sacerdotisa y el gordo enano no eran
corredores naturales. Goblin Slayer, con la linterna aún en su correa, los
protegía mientras ellos corrían tan rápido como sus pies podían llevarlos.
Detrás de ellos, la superficie del agua volvió a ser
golpeada.
Él miró hacia atrás. Masivas mandíbulas blancas
llenaron su visión: largas y estrechas, vastas y repletas de dientes afilados.
La boca que sobresalía de la oscuridad era más que suficiente para partir a una
persona por la mitad.
Las mandíbulas se cerraron alrededor del aire vacío y
se hundieron de nuevo en el agua, pero poco a poco fueron ganando terreno.
—He determinado una cosa de mis observaciones. Dijo
Goblin Slayer, también agitado. —Eso no es un goblin.
— ¡Podría habértelo dicho! Gritó la elfa, que no
miraba hacia atrás para ver a la bestia por sí misma.
Hay monstruos llamados caimanes, también conocidos
como dragones de pantano.
La parte dragón es sólo un nombre; los dragones de
pantano están más estrechamente relacionados con los lagartos. No son criaturas
legendarias.
Sin embargo, son espantosos: sus cuerpos y mandíbulas
son largas y lisas, forzándolos a arrastrarse. Aun así, un caimán cortando el
agua con su larga cola no es materia de risa.
En este lugar, el caimán blanco que se dirigía hacia
ellos era más temible que cualquier bestia mítica.
— ¡Eh, Escamoso! ¿No es tu primo? ¡Haz algo con él!
El chamán enano estaba moviendo sus piernas rechonchas
lo más duro que podía. Escupió saliva de su boca mientras gritaba.
—Desafortunadamente, cuando entré al clero tuve que abandonar
todos los lazos con mi familia.
— ¿Qué, nunca vas a casa?
—Está bastante lejos.
Con un respiro áspero, el sacerdote lagarto golpeó los
pies del chamán enano con un barrido de su cola.
— ¿Whoooa? El chamán enano exclamó mientras sus
piernas dejaban del suelo y flotaban por el aire.
En el momento en que esperaba volver al suelo,
encontró un gran brazo escamoso envuelto a su alrededor, sujetándolo. El
sacerdote lagarto no tardó ni un instante en agarrar al chamán enano y siguió
corriendo.
Esos ojos únicos del hombre lagarto corrían por ahí.
—Y para ser claro, hechicero, ¡ese wyrm no es mi
pariente!
— ¡Oh ho! ¡Me gusta esto! Despacio y con calma.
Aparentemente nada perturbado por el comentario de su
amigo, el chamán enano subió hasta el hombro del sacerdote lagarto, riéndose
todo el tiempo.
— ¿De d…dónde crees que v…vino? Preguntó la
sacerdotisa, jadeando.
Rezar a los dioses supone un esfuerzo terrible para el
alma y el espíritu. No es más fácil que el combate físico. Por lo tanto, estaba
casi sin aliento, con pies temblorosos; sentía que podía caer en cualquier
momento.
Goblin Slayer le dio un chasquido de lengua y la
levantó por su estrecha cintura.
— ¡¿Q… qué?!
—Vuelve a tener la respiración bajo control.
La sacerdotisa gritó, sorprendida, pero tras la corta respuesta de Goblin Slayer, se encontró atrapada bajo su brazo.
— ¡E…estoy bien! No tienes que cargarme.
—Deja de luchar. Te dejaré caer.
—Ohh…
—Te queda un milagro más, ¿correcto?
Sería un problema si ella colapsara aquí y ahora, sus
palabras le informaron.
—Puede que necesite que uses otro hechizo.
Después de un momento, las mejillas de la sacerdotisa
se sonrojaron, y ella contestó en voz baja —Bien
—Creo que sería aconsejable que saliéramos de la vía
fluvial. Dijo el sacerdote lagarto. Sosteniendo al chamán enano sobre su hombro
con una mano, metió la mano fácilmente en su bolsa con la otra y sacó el mapa.
Siguió corriendo, mientras leía el mapa y las gotas
empezaban a mojarlo.
La humedad y la lluvia, incluso el aire pegajoso, eran
amigos del sacerdote lagarto, que había crecido en lo profundo de la selva.
— ¡Démosle al enano! Podemos escapar mientras ese
monstruo está cenando.
Dijo la elfa con aparente sinceridad, saltando a
través de la lluvia como un ciervo.
— ¡Estoy seguro de que se intoxicará!
— ¡Como si los elfos fueran tan nutritivos!
La sacerdotisa interrumpió a la elfa y al chamán
enano, señalando hacia adelante con su bastón.
— ¡A…algo viene de delante de nosotros, también!
Las orejas de la elfa se movían hacia arriba y hacia
abajo, escuchando atentamente.
Splash. Algo estaba golpeando el agua. Tres objetos,
de hecho ¿remos? Conocía el sonido.
— ¿Más goblins? Dijo cansada. Parecía estar sintiendo
su próxima batalla.
Otra balsa llena de goblins se acercaba por el oscuro
canal.
— ¿Qué hacemos? La sacerdotisa miró a Goblin Slayer
con ojos asustados.
—…..
No dijo nada en respuesta, sino que apagó la luz de su
linterna.
—Sacerdote. Dijo. — ¿El camino se ramifica en algún
lugar adelante?
—Asumo que sí. Estas alcantarillas son bastante
laberínticas. Respondió el sacerdote lagarto, trazando con una garra a lo largo
del mapa.
—Espera, no sé lo que estás pensando, pero el gas
venenoso y el fuego no…
—No está permitido. Lo sé. Le dijo Goblin Slayer a la
elfa, y dio un suspiro corto.
—Seguiremos tu plan.
— ¿…..?
La elfa y el chamán enano intercambiaron miradas,
perplejos.
✠
Los goblins luchaban por hacer que su buque de guerra,
o lo que pasaba por buque de guerra entre los goblins, fuera más rápido. Su
líder, un chamán, empujó su bastón hacia delante y, con un chillido, instó a
sus remeros a remar más fuerte.
Hacía bastante tiempo que los sonidos de la batalla
habían dejado de resonar por las alcantarillas. Lo más probable es que sus
camaradas ya estaban muertos, pero eso estaba bien. Lo que importaba era que
los aventureros, sus enemigos y presas, estuvieran cansados. No podían dejar
pasar esta oportunidad.
Los goblins estaban en su límite. Estos túneles
estaban agradablemente húmedos, pero esta lluvia se estaba volviendo
insoportable. A los goblins no les importa la suciedad o las aguas residuales,
pero eso no significa que les guste estar mojados. Querían un lugar cálido para
dormir. Querían buena comida.
Y si tenían prisioneros que atormentar, mucho mejor.
Hacía mucho tiempo desde que habían torturado y matado a los aventureros que
habían entrado a las alcantarillas antes.
Por eso tenían que aprovechar esta oportunidad.
Tal vez habría un elfo entre estos aventureros. O un
humano. Mujeres, quizás. ¡Tenía que haberlo!
Cantaron una horrible canción de goblin mientras
remaban, completamente desincronizados entre sí. Como muchos de los barcos de
aquellos que tenían palabras, todos los tripulantes de la nave de guerra eran
soldados. Una nave podría haber sido vulnerable. Pero esta flotilla de tres
barcos no perdería contra un grupo entero de aventureros novatos.
O eso creían los goblins, cualquiera que fuera la
realidad. Y eso los hacía peligrosos. El pensamiento de que aún podrían ser
débiles, incluso en un grupo nunca se les pasó por la cabeza. Sus rostros se
retorcían de deseo, con sus bocas babeando, se dedicaban a remar más rápido.
Los ojos del chamán, muy capaces de ver en la
oscuridad, fijos en un solo punto de luz, un brillo parpadeante que sólo podía
ser una linterna de aventurero. Desafortunadamente, los humanos necesitaban
luz, porque la oscuridad los hacía ciegos. En las profundidades de estos
agujeros sin luz, los goblins eran los más fuertes.
Animados por la seguridad de la victoria, se
dirigieron hacia la luz, todos sigilosamente.
Pero no vieron a ningún aventurero. De hecho,
descubrieron que la luz era simplemente un reflejo en el agua.
— ¡ORAGARA!
—GORRR…
El chamán sospechaba algo; le dio a uno de sus
subordinados un golpe con su bastón y un parloteo de reprensión. El goblin, que
simplemente había tenido la mala suerte de estar cerca, le dio al agua un
penetrante y desagradable golpe con su remo.
Entonces:
— ¡¿ORAGA?!
Al goblin le faltaba su cabeza.
Unas pálidas mandíbulas de algún monstruo salieron del
agua.
— ¡GORARARARAB!!
— ¡GORRRB! GROAB!!
Los goblins armaron un griterío mientras corrían a sus
puestos de batalla. En medio del pánico, algunos saltaron por la borda e
intentaron escapar. Otros se pararon y pelearon.
Eso no importaba. Los goblins más cercanos al agua
fueron los primeros en ser desgarrados en pedazos.
El chaman enfurecido agitó su bastón y comenzó a
cantar un hechizo.
✠
Parece que tienen los números, pero no la ventaja.
Observó el sacerdote lagarto.
—Mm. No puedo decir que me compadezco de ellos.
Contestó el chamán enano.
Los aventureros observaron todo desde la oscuridad de
un sendero lateral.
—O Madre Tierra Madre, llena de misericordia, concede
tu sagrada luz a los que estamos perdidos en las tinieblas.
La sacerdotisa rezó a la Madre Tierra, protegida de la
lluvia por el escudo de Goblin Slayer. En respuesta a su oración, la compasiva
diosa envió el milagro de la Luz Sagrada sobre la cola del caimán.
—Si no puedo usar gas, fuego o agua, es lo mejor que
puedo hacer.
Goblin Slayer sonaba más que un poco molesto. Viéndolo
cansado, la elfa trató de consolarlo.
—Como sea. Sobrevivimos, eso es lo que cuenta.
— ¡Así es como se supone que son las aventuras! Dio un
gran respiro y tocó su pequeño pecho. Estaba muy contenta, como era obvio por
el jovial rebote de sus orejas.
—No puedo creer que cayeran por un pequeño truco con
algo de luz.
—Han aprendido que los aventureros se mueven con la
luz.
— ¿En serio?
—No sé cuándo, pero en algún momento se convirtió en
una sabiduría convencional entre ellos. Dijo Goblin Slayer, observando la
batalla en las alcantarillas. —No son más que carroñeros. No tienen el concepto
de hacer cosas.
Él tenía razón. Los goblins hacían palos y
herramientas de piedra y tal vez equipamientos para ellos mismos, pero eso era
todo. Artículos, comida, ganado… Robaban lo que necesitaban en lugar de
producirlo.
¿Y por qué no? Pueblos llenos de humanos estúpidos
esperaban a que vinieran y se llevarían lo que quisieran. Como podían saciarse
a través del robo, no había razón para que hicieran otra cosa. Mientras
pudieron tener suficientes niñas y aventureros, estaban bien.
—Aun así, por torpes que sean, no son tontos. Continuó
Goblin Slayer, aunque nunca dejando que su atención se desviara de la batalla.
—Aprenden a usar cosas rápidamente. Si les enseñas a construir un barco,
construirán ellos mismos uno pronto.
—Tú los conoces bastante bien. Dijo la elfa.
—Los he estudiado de cerca. Contestó Goblin Slayer
inmediatamente. —Por eso tengo cuidado de no darles nunca una idea nueva. Los
mataré en su lugar.
Apoyado contra la pared, el chamán enano acarició su
barba.
—Lo que estás diciendo es que alguien les enseñó a
construir esos barcos.
—Sí.
La sacerdotisa terminó su oración y dejó salir un
respiro. Se limpió el sudor y las gotas de lluvia en su frente.
— ¿Estás seguro? Tal vez al chamán se le ocurrió.
—Es posible. Pero si sus números aumentaban aquí en
las alcantarillas naturalmente, entonces eso… sea lo que sea esa cosa…
—Um… ¿el caimán? Ayudó la sacerdotisa.
—… cierto. Esa cosa no los habría sorprendido. No creo
que hubieran usado botes si lo hubieran sabido. Murmurando agregó —Cobardes
hasta la médula
— ¿Qué es lo que quiere decir, Goblin Slayer? Preguntó
en voz baja el sacerdote lagarto.
Goblin Slayer parecía tener algo específico en mente.
Su respuesta fue demasiado precisa.
—Esta infestación de goblins ha sido causada por
alguien.
Goblin Slayer esperó hasta que los sonidos de la
batalla disminuyeran, y luego sugirió una retirada temporal.
Nadie se opuso. No tenían hechizos ni flechas. No
tenían suficientes cosas y su fuerza se estaba agotando. Caminaron
silenciosamente hacia las oscuras alcantarillas, poniendo la batalla entre los
goblins y el caimán detrás de ellos.
Algún tiempo después llegaron a una escalera. Subieron a la superficie sólo para ser recibidos por gordas gotas de lluvia. La sacerdotisa ya estaba empapada, pero las gotas seguían llegando. Volteó su cansada cara hacia el cielo. Murmuró en una pequeña voz:
—No parece que vaya a parar de llover.