Goblin Slayer Vol. 2 capítulo 5
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Goblin Slayer volumen 2 capítulo 5 en español
Adelante hasta la Muerte
—Entonces, ¿qué pasa con esa cosa, de todos modos?
Al día siguiente, de vuelta en las alcantarillas una
vez más, la elfa miraba a Goblin Slayer con una mano en la cadera. Tenía una
espada nueva en su cinturón, de un tamaño extraño por supuesto, y una pequeña
jaula colgaba junto a la vaina.
Dentro, un pajarito con plumas verdes y claras cantó
alegremente. El sonido parecía fuera de lugar en las alcantarillas
contaminadas.
Goblin Slayer le dio una mirada desconcertada.
— ¿No conoces este tipo pájaro?
—Por supuesto que sí.
—Es un canario.
—Dije que sí sé. Contestó la elfa, con sus oídos hacia
atrás.
A su lado, el chamán enano trató de contener una
risita.
—Has estado molesta por esto desde anoche, ¿no? Dijo
el enano.
— ¿No te molesta? ¡Es un pájaro! ¡Un pequeño canario!
Procedieron lenta y silenciosamente hacia las
alcantarillas, a través de la oscuridad, pero su ira no se calmaba. Sus largas
orejas, perfectas para explorar, rebotaban sin descanso de arriba a abajo. Por
un segundo, sus ojos en forma de almendra se dirigieron hacia Goblin Slayer,
que estaba detrás de ella.
—Bueno, no nos destruirá si lo tocamos, ¿no? ¿Cómo tu
pergamino?
— ¿Crees que los canarios son letales para la gente?
Las orejas de la elfa dieron un gran salto, y el
chamán enano consiguió que sólo se le escapara una risa entrecortada.
—G…Goblin Slayer, no creo que eso sea lo que quiso
decir. La sacerdotisa irrumpió, incapaz de dejar pasar esto.
Ella arrastraba los pies medio de la columna,
sosteniendo su bastón con ambas manos.
— ¿Qué?
Goblin Slayer miró hacia atrás, y la encontró mirando
fijamente a su casco de metal. De repente ella se quedó sin palabras.
Había pasado una noche desde el baño. No había dormido
ni por un segundo, pero cuando se levantó por la mañana…nada. Quizás todo su
nerviosismo simplemente le había dado un extraño ataque de imaginación.
Sword Maiden había aparecido en el desayuno y dijo
unas palabras de agradecimiento al grupo mientras pasaba. Todo indicio de la
indecencia de la noche anterior había desaparecido de su porte, como si nunca
hubiera estado allí.
Sí… estoy segura de que no es nada. Eso simplemente no
fue nada.
Sólo un error de su parte. Por supuesto que lo fue.
Tenía que ser…
— ¿Qué pasa?
—Oh, nada…
La sacerdotisa se puso rígida ante la breve y
tranquila pregunta de Goblin Slayer. Respiró suavemente.
—Eso es, lo que quería decir es, ¿por qué trajiste un
canario con nosotros?
Miró hacia la jaula de pájaros. La criatura de color
hierba saltaba alegremente en una rama.
—Quiero decir, es lindo, pero…
El hombre frente a ella era Goblin Slayer. No era de
los que eran frívolos o irracionales a la hora de matar goblins.
—Los canarios hacen ruido cuando sienten gas venenoso.
— ¿Gas venenoso?
Goblin Slayer asintió, explicando con su típico tono
desapasionado:
—Los goblins de este nido han sido educados
(entrenados). No me sorprendería si hubieran puesto trampas como las que puedes
encontrar en viejas ruinas.
—Ahora que lo pienso, ¿no usan los mineros humanos
pájaros para detectar el mal aire bajo tierra? Dijo el chamán enano,
sosteniendo su bolsa de catalizadores. —Considerando todas las cosas, los
enanos están menos preocupados por el gas venenoso que por los dragones que
vienen tras nuestros tesoros.
— ¿En serio? La elfa sonrió mientras miraba a la
vuelta de la esquina, y luego hizo un gesto a los demás para que la siguieran.
Goblin Slayer fue tras ella, dando pasos lentos y
cuidadosos. Tenía una mano en la espada. El otro sostenía la antorcha, y su
escudo estaba montado en su brazo como siempre.
—Una vez oí hablar de un reino enano que fue destruido
cuando desenterraron algunos demonios subterráneos. Dijo Goblin Slayer.
—… Bueno, eso sucede de vez en cuando. Dijo el chamán
enano malhumorado y luego se quedó callado. Parecía que Goblin Slayer había
tocado un tema sensible.
Siempre ha sido el camino de los países caer,
prosperar, pelear y caer de nuevo por cualquier razón. El mundo nunca ha
carecido de tierras ricas y arruinadas.
—Ya veo. Dijo el sacerdote lagarto, con la cola
moviéndose detrás de él. —Y si me permite preguntarle, Goblin Slayer, ¿de dónde
ha obtenido dicho conocimiento?
—Un minero de carbón. Dijo como si fuera obvio. —Hay
muchos en este mundo que saben mucho que yo no sé.
Después de unos minutos de caminata, llegaron a un
callejón sin salida, aunque no era uno natural. El camino estaba bloqueado por
un cauce de agua tan ancho como un arroyo, y algo había destruido o arrastrado
el puente de piedra que una vez lo había cruzado.
La elfa levantó el pulgar y levantó el brazo, mirando
la distancia.
—Podríamos ser capaces de saltar, si tuviéramos que
hacerlo.
— ¿Alguna otra ruta? Preguntó Goblin Slayer.
—Veamos… Hubo un crujido mientras el sacerdote lagarto
desplegaba el viejo mapa. El antiguo dibujo estaba cubierto por una variedad de
nuevas marcas que reflejaban los descubrimientos de los aventureros. Rastreó
canales y pasadizos con su garra, y luego sacudió lentamente su cabeza.
—Este gran canal parece dividirlo todo. Aunque existe la
posibilidad de que uno de los otros puentes esté intacto.
—Una pequeña esperanza. Con algo de sorpresa, el
chamán enano se asomó sobre el agua y revisó el puente de piedra.
—No te caigas. Dijo la elfa, agarrándolo por el
cinturón.
—Lo siento… mhm. Este es el trabajo de muchas
inundaciones a lo largo de muchos años largos. No se derrumbó ayer mismo.
Murmurando, el chamán enano volvió al pasillo. Mostró a todos un poco de
escombros que había recogido, y luego los aplastó en la mano.
—Estaría dispuesto a apostar de que los otros puentes
están en más o menos la misma condición.
—Entonces, saltamos. Dijo Goblin Slayer sin dudarlo.
—El primero en llegar lleva una cuerda. Una línea de vida.
—Y…yo tengo una cuerda. Dijo galantemente la
sacerdotisa y sacó de su bolso un rollo de cuerda, completa con un gancho de
agarre.
Era justo como ella ya que estaba muy bien enrollado.
Y fue una evidencia de su verdadera resistencia el parecer no haber sido usado
nunca.
—Ah, la caja de herramientas del aventurero. Dijo con
cariño la elfa mientras entrecerraba los ojos y miraba al bolso de la
sacerdotisa.
Este era un pequeño equipo dirigido a los aventureros
novatos, conteniendo todo lo que podían necesitar en el trabajo. Cuerda con
gancho de agarre, varias longitudes de cadena y un mazo. Tinderbox (una caja
que contiene yesca, pedernal, acero y otros artículos para prender fuego).
Mochila y waterskin (especie de cantimplora). Utensilios de cocina, tiza, una
daga, etc.
—Te sorprenderías de lo inútil que es la mayoría de
esas cosas. Exceptuando el gancho de agarre.
—Pero cuando te aventuras, no deberías irte sin ellos.
—Huh. La elfa respiró y luego agarró el extremo de la
cuerda que no tenía gancho. Tomó uno o dos pasos hacia atrás, y luego corrió
tan ligera como un ciervo.
—Así que, Orcbolg.
Saltó y aterrizó en el otro lado sin hacer ruido, y
luego ató la cuerda a una de sus flechas y la clavó entre las losas.
— ¿Qué hay del pergamino Portal? ¿También aprendiste
eso de alguien?
—Una vez oí hablar de alguien que intentó usar Portal
para ir a una ruina hundida, y el agua los mató.
Esa mujer, es decir, la bruja en el gremio de
aventureros, debe haberle contado la historia.
A una señal de la elfa, Goblin Slayer agarró el gancho
de agarre y saltó a través. Hizo un sonido pesado y sordo al aterrizar, como se
podría esperar de una persona con armadura completa.
—Impresionante. Dijo mientras devolvía el gancho a la
elfa, que lo tiró al otro lado.
—Realmente harás cualquier cosa para matar goblins,
¿verdad?
—Por supuesto. Fue todo lo que dijo.
Debió haber decidido que las preguntas habían
terminado, porque se quedó en silencio y empezó a buscar por todo el pasillo.
— ¿Puedes saltar, muchacha? Voy a tener la ayuda de
Escamoso.
—Oh, claro. Bueno, supongo que sigo yo.
A instancias del chamán enano, la sacerdotisa, que
había estado mirando a su alrededor un poco vacía, cogió rápidamente el gancho.
Retrocedió para empezar a correr, y luego saltó al otro lado con un pequeño
grito, su expresión oscureciendo un poco.
Puso trampas y mató a niños sin vacilar; era
inteligente y despiadado. Para ella, él se parecía mucho a un goblin. Quizá él
lo sabía mejor que nadie.
Sin duda un día él también desaparecerá.
La gruesa y melosa voz llegó a su mente, llegó hacia
ella como un río antes de desaparecer lentamente.
✠
Su investigación
en las alcantarillas fue más fácil que el día anterior. Esto se debía en parte
a que tenían una mejor comprensión de los caminos, pero más que eso, habían
cambiado su método.
Goblin Slayer
había decidido evitar completamente cualquier encuentro con los goblins. Caminó
con su paso despreocupado, sosteniendo la antorcha y escabulléndose como un
gato. La elfa parecía que lo igualaba; sus pisadas eran tan ligeras como una
pluma. A veces pasaban por encima de las patrullas de los goblin; en otras,
elegían rutas sin goblins.
La sacerdotisa,
chamán enano y sacerdote lagarto los seguían por los pasillos.
—Nunca pensé que
vería el día en que dejarías ir a un goblin, Orcbolg. Susurró la elfa.
—No los voy a dejar
ir. Respondió, apretándose contra la pared y asomándose a una esquina. Primero
cortaremos la cabeza. Mataremos al resto después de eso.
—Me pregunto si
será otro lord goblin o un ogro. Murmuró ansiosa la sacerdotisa, pero Goblin
Slayer sólo agitó la cabeza y dijo: —No lo sé.
Los goblins
estaban en el fondo de la jerarquía de monstruos. Casi cualquier tipo de
criatura podría estar dirigiéndolos. Un elfo oscuro, algún tipo de demonio,
incluso un dragón.
—Supongo que no
nos servirá de nada quedarnos aquí preguntándonos al respecto. Sacó el mapa
doblado de su bolso y lo abrió ágilmente con sus garras. Gracias a su excelente
visión nocturna, heredada de sus antepasados, podía leerla incluso sin luz.
—Creo que aún no
hemos visto la sombra de la cola del que está detrás de esto.
—Lo que quieres
decir… Dijo el chamán enano —es que tenemos que seguir avanzando.
—Ir más río
arriba, para ser exactos. Goblin Slayer se había parado y sostenía la antorcha
sobre el mapa para leerlo. Trazó un camino con un dedo usando guantes de cuero.
Siguió la vía navegable, pasando el lugar de su batalla al azar el día
anterior.
—Sus botes venían
de más lejos, río arriba de las aguas residuales. Es seguro asumir que tienen
una base en alguna parte en esa dirección.
—Si seguimos avanzando
río arriba… eso significa que terminaremos fuera de este mapa, ¿cierto? El dedo
blanco de la sacerdotisa siguió a Goblin Slayer a lo largo del papel.
El mapa que Sword
Maiden les había dado era sólo de las alcantarillas de la ciudad, después de
todo. Mostraba sólo una fracción de las vastas ruinas que se extendían bajo la
ciudad de agua.
— ¿Estaremos bien?
—No haremos nada
estúpido.
La sacerdotisa
ajustó su agarre sobre su bastón, incapaz de calmarse, pero Goblin Slayer fue
decisivo.
No estaba claro si
eso era por consideración hacia ella. Pero al ver su semblante inmutable, las
tensas mejillas de la sacerdotisa se relajaron, y ella sonrió.
—Cierto, así es.
No hagamos nada tonto o estúpido.
Agarró con firmeza
su bastón, obligó a sus rodillas a no temblar, y miró hacia delante.
—Río arriba, ¿eh?
Así será. La elfa continuó, con las orejas rebotando, sin momento de desganas,
y el resto del grupo le siguió.
Un poco más tarde,
justo cuando llegaron al borde mismo del mapa, el aire cambió notablemente. El
sencillo corredor de piedra terminó en una galería cubierta de pinturas
murales. El pavimento cubierto de musgo se convirtió en mármol agrietado. Hasta
el agua pasó de contaminada a limpia. Obviamente esto ya no era una
alcantarilla.
—Aquí hay rastros
de hollín.
Goblin Slayer,
estudiando intensamente las pinturas murales, levantó la antorcha y señaló
hacia un lugar cerca del techo.
La elfa se paró de
puntillas para echar un vistazo.
— ¿Quieres decir
que solía haber luces?
—Hace mucho
tiempo. Goblin Slayer asintió, limpiando un poco de hollín de su dedo. —Los
goblins tienen una visión nocturna excelente. No usan luces.
—Hmm…
El sacerdote
lagarto se inclinó hacia la pared y le dio a una de las pinturas un rasguño con
su garra pensativamente. Humanos, elfos, enanos, rheas, hombres lagartos,
hombres bestias; todas las razas que tenían palabras fueron representadas con
equipamiento completo, los ancianos y jóvenes, hombres y mujeres.
—Guerreros o
soldados… no.
Sus trajes no eran
lo suficientemente uniformes como para ser soldados. Mercenarios, tal vez, o…
—Aventureros.
—He oído que solía
ser bastante animado alrededor de estas zonas. Dijo el chamán enano, de pie a
un lado y siguiendo las pinceladas de cerca con sus ojos. La pintura,
desgastada durante muchos años, se desprendió al más mínimo roce. —Este estilo
de pintura no ha estado vigente desde hace cuatro mil quinientos años.
—Oh… Dijo la
sacerdotisa, mirando hacia arriba y a su alrededor — ¿podría ser…?
La galería
cuidadosamente construida. Las figuras pintadas. El agua clara. Parecía un
lugar que ella conocía muy bien. Tranquilo, silencioso, no debe ser invadido.
No es un templo…
—… un cementerio,
¿quizás?
Catacumbas.
Eso es lo que era,
estaba convencida. Tocó las pinturas, a las personas, con su delicada mano.
Eran aquellos que habían luchado por el lado del orden en la Era de los Dioses,
y este era su lugar de descanso. Se puso de rodillas en duelo por todos los que
habían venido antes y se sujetó a su bastón.
La elfa se colocó
delante de la sacerdotisa mientras ella oraba por el descanso de estas almas,
como si las protegiera. Sus hombros se desplomaron.
—Ahora es un nido
de goblins.
Sus palabras
evocaron una punzada de dolor mientras resonaban durante un momento y luego se
desvanecieron. Para los elfos, que vivieron miles de años, ni siquiera la Era
de los Dioses parecía tan lejana. O tal vez se conmovió por estar en medio de
las tumbas de los guerreros que su madre y su padre le habían contado en las
historias.
—Al final hasta
los valientes han sido denigrados, ¿huh?
—Eso no importa
ahora.
Goblin Slayer
cortó las oscuras cavilaciones de las chicas. Rápidamente escaneó el área, y
cuando quedó satisfecho de que no habría amenaza inmediata de goblins, se puso
en camino con un energético trote.
La reacción se
parecía mucho a él. La elfa y la sacerdotisa se miraron la una a la otra.
— ¿Qué piensas de
eso?
—Supongo que…
sigue siendo nuestro Goblin Slayer.
La respuesta de la
sacerdotisa fue una mezcla de resignación y cariño.
La elfa se levantó
con gracia y siguió al guerrero; la sacerdotisa corrió tras ambos.
—Hrm. Nadie nunca
acusó a Corta barbas de excesiva paciencia. Les siguió el chamán enano con un
resoplido. —Probablemente asustarás a esos pequeños demonios con sólo aparecer.
—Eso sería un
problema. Dijo Goblin Slayer en voz baja. —Odio cuando corren.
El grupo sonrió
pálidamente ante su respuesta excesivamente seria, y la aventura estaba de
vuelta en marcha, en las catacumbas.
Aquí la
arquitectura era diferente de las alcantarillas. El camino se torció
confusamente, volviéndose hacia atrás sobre sí mismo, ramificándose, como un
laberinto. Desde arriba, las catacumbas podrían haber aparecido como telarañas.
—Deben ser
construidos así para confundir a los monstruos que deambulan, para que no
molesten a los guerreros muertos. Explicó el chamán enano silbando de lo
impresionado que estaba. Incluso los mejores canteros enanos no habrían
encontrado fácil crear salas como estas. —Peregrinar por este lugar como un
espíritu perdido… sería un destino cruel.
—Sí, porque quita
a uno del círculo de la muerte y el renacimiento. Dijo el sacerdote lagarto.
—Pero este lugar ya ha caído en manos de los goblins.
No había duda de
que el lugar se había convertido en un semillero del caos.
—Sobre todo…
Murmuró el sacerdote lagarto, añadiendo algunos trazos con carbón al mapa de
piel de oveja — el dibujo de un mapa no se puede hacer a medias. Cada uno de
nosotros debe permanecer vigilante.
—Bueno, esta
habitación primero, supongo.
Sosteniendo su
bastón con ambas manos, la sacerdotisa levantó la mirada hacia la gruesa y
pesada puerta. Era de ébano del cielo nocturno, trabajado con un borde de oro,
y parecía desafiar el fluir del tiempo. Milagrosamente aun por estar en un
lugar tan húmedo, la puerta no mostraba signos de putrefacción o desgaste.
Estaba claramente encantado con algo de magia milenaria. Aparte de un toque de
óxido alrededor de la cerradura, no tenía ni un rasguño.
—No está cerrado.
Dijo la elfa. —Y parece que no hay trampas, al menos no en la puerta misma.
Terminó de inspeccionar la cerradura, asintió ligeramente con la cabeza y dio
un paso al costado. —Esta no es mi especialidad. Así que no me culpes si las
cosas van mal.
—Aquí vamos.
Declaró Goblin Slayer, y luego pateó la puerta de la cámara funeraria.
Los aventureros
entraron en el salón como una avalancha.
Una vez ellos
estuvieron adentro, el chamán enano colocó una cuña bajo la puerta para
mantenerla abierta. Él siempre tenía la herramienta a la mano para cualquier
situación inesperada, y la forma en la que él la usaba sugería una larga
familiaridad.
El sacerdote
lagarto mantenía su arma en alto para proteger al chamán enano de cualquier
emboscada. Mientras el chamán enano trabajaba, era el trabajo de la elfa
examinar la habitación.
La cámara
funeraria era de unos diez pies cuadrados, con nueve baldosas en hileras de
tres. La elfa giraba para escanear la habitación, con una flecha lista en su
arco…
— ¡Mira eso!
— ¡Qué horrible!
La elfa y la
sacerdotisa tragaron fuertemente, con expresiones de abierta repugnancia en sus
caras.
La habitación
estaba vacía excepto por varios ataúdes de piedra. En el centro, una forma se
vislumbraba a la tenue luz de la antorcha. Alguien estaba atado, como si lo
hubieran puesto deliberadamente.
La forma parecía
ser una figura humana, con la cabeza colgada casadamente, una mujer de pelo
largo. Llevaba una armadura de metal descolorida. Tal vez era una de las
aventureras que habían ido antes que ellos y no habían regresado.
— ¡Goblin Slayer!
—No hay otra
opción.
Con el permiso de
Goblin Slayer, la sacerdotisa se acercó a la mujer cautiva.
Se arrodilló y
preguntó: — ¿Hola? ¿Hola? ¿Estás bien? No hubo respuesta.
La mujer ni
siquiera miró en dirección de la sacerdotisa. Su cabeza simplemente colgaba
ahí.
¿Había perdido
toda su fuerza? ¿O estaba…?
— ¡Y…yo intentaré
curarte!
La sacerdotisa
dejó a un lado sus temores de lo peor y comenzó a orar a la Madre Tierra para
que la sanara.
—Oh Madre Tierra
que rebosas de piedad, pon tu venerada mano sobre…
Con una suave
sacudida, el pelo de la mujer cayó al suelo, justo delante de la sacerdotisa,
mientras levantaba las manos para invocar el milagro.
Los ojos vacíos la
miraban fijamente.
Era una persona.
Era.
Un esqueleto
polvoriento, vestido con la piel de una mujer que presuntamente había sido
desollada viva.
— ¡Está mal! Esto…
¡esto está todo mal!
La sacerdotisa dio
un gritó ahogado.
En el mismo
instante, la entrada se selló con un estruendo.
La cuña traqueteó
por el suelo, burlándose de ellos.
— ¡Hrr!
El sacerdote
lagarto inmediatamente cargó hacia la puerta con su hombro, pero no se movió.
— ¡Esto es un
problema! Creo que la puerta ha sido bloqueada.
— ¡Ven aquí,
Escamoso! ¡Tal vez tú y yo juntos…!
El sacerdote
lagarto y el chamán enano se estrellaron contra la puerta con todas sus
fuerzas. Rechinó, pero no cedió. No mostraba ninguna señal de apertura.
— ¡GROOROOROROB!!
— ¡GORB!!
¡GORRRRB!!
Voces chirriantes
resonaban desde el otro lado del muro de piedra, burlándose de las inútiles
luchas de los aventureros.
La elfa se mordió
el labio.
— ¡Goblins!
—Así que nos
atraparon. Escupió Goblin Slayer molesto.
Deberían haberlo
esperado. Los goblins no podían pasar por alto a un grupo de aventureros que
entraban ilegalmente en su casa.
Arrinconar a una
presa cautelosa era difícil. Era mucho más fácil tenderles una emboscada, una
trampa. Los goblins sabían que ningún aventurero dejaría a una mujer en
problemas.
De vez en cuando,
todo el ingenio cruel en sus pequeñas cabezas podría sobrepasar incluso a un
humano. Esto, junto con su fertilidad, fue lo que les había permitido
sobrevivir durante tanto tiempo.
— ¡No…!
Estaban atrapados.
La realidad dejó a la sacerdotisa sin palabras. Sus rodillas temblaron, sus
dientes castañearon, y pensó que sus piernas podrían fallar. La tragedia de esa
primera aventura surgió en su mente.
—Cálmate.
La reprimenda fue
tan desapasionada como siempre. No era para mantenerla en su miedo, sino para
romperlo. Asintió con fiereza, como si se aferrase a sus palabras. Su rostro
estaba pálido, y algo brillaba en las esquinas de sus ojos. Si él no hubiera
estado allí o si ella hubiera estado sola, seguramente se habría desmayado.
Y eso habría significado
la muerte, o algo mucho peor.
Pero junto a ella
estaba Goblin Slayer, con su guardia levantada, su arma lista.
—Aún estamos
vivos.
El canario comenzó
a trinar ruidosamente.
✠
— ¡Gas!
Nadie estaba seguro de quién lo dijo primero.
— ¡GROB! ¡GORRB!!
— ¡GROOROB! ¡GORRRB!!
El trinar del canario se mezcló con la risa chirriante
de los goblins al otro lado de la puerta.
Una neblina blanca había empezado a filtrarse en la
habitación a través de varios agujeros habían en las paredes. Los aventureros
se amontonaron en el centro de la cámara funeraria como si estuvieran rodeados.
Estaban en una situación desesperada.
—Ahora estamos en problemas. Nos acabarán a todos de
un plumazo.
—No todo gas es mortal… Pero estoy seguro de que no es
nada bueno para nosotros, en cualquier caso.
El sacerdote lagarto chasqueó la lengua, y el chamán
enano gruñó y limpió el sudor de su frente. Sus ojos habían caído sobre el
horrible esqueleto con la piel de la mujer.
Mirando por toda la habitación desesperadamente,
esperando encontrar una ruta de escape, la elfa dio un grito.
— ¡No es bueno! ¡No hay otra salida!
— ¿Qué… vamos a hacer, Goblin Slayer…?
La sacerdotisa todavía no había recibido el milagro
Cura, que podía neutralizar el veneno, e incluso sus efectos sólo durarían poco
tiempo. Cuando desaparezca, ese sería el final. Sin saber por cuánto tiempo
seguiría llegando el gas, lo único que podía hacer era comprarles un poco de
tiempo.
La sacerdotisa miró implorando a Goblin Slayer, sus
ojos brillaban con lágrimas.
No respondió nada.
— ¿Goblin Slayer…?
—…..
Estaba hurgando silenciosamente su bolso.
Mientras la sacerdotisa observaba, sacó una cosa negra
y se la dio.
—Envuelve esto en un paño de mano, y póntelo sobre la
boca y la nariz.
— ¿Esto es… carbón?
—Te protegerá un poco del gas venenoso. Si tienes
hierbas medicinales, ponlas también en la tela. Rápido, si no quieres morir.
— ¡Sí!
La sacerdotisa tomó rápidamente el carbón vegetal y se
sentó en su lugar para escarbar en sus propios ítems. Cuando había sacado seis
paños limpios, encontró un brazo escamoso que se extendía a su lado.
—Déjame ayudarte. Los vapores tóxicos no me afectan
mucho.
— ¡G…gracias!
Los dos rápidamente comenzaron a envolver carbón y
hierbas en cada uno de los paños, haciendo simples máscaras de gas. La
sacerdotisa continuó preparando paños para sus compañeros mientras el sacerdote
lagarto envolvía uno alrededor de la cara de la sacerdotisa.
— ¡Goblin Slayer!
—Gracias.
— ¡Toma, llévate esto también…!
Dos máscaras de gas, una hecha con un paño más grande.
Parecía adivinar lo que ella tenía en mente; inmediatamente envolvió el gran
paño alrededor de la jaula del canario. Entonces, colocó su propia máscara a
través de la visera de su casco y empezó a escarbar en su bolso otra vez.
Estaba lleno de objetos que ninguno de los otros podía identificar.
—Dioses. Tienes de todo menos el lavabo de la cocina,
¿no? Dijo el chamán enano mientras luchaba por meter su barba en la tela que le
había dado la sacerdotisa.
—Sólo lo mínimo. Contestó Goblin Slayer, agarrando dos
bolsas del desorden de objetos. —Quería traer máscaras como las que usan los
médicos para tratar la peste negra, pero son muy voluminosas.
—Entonces, ¿qué tienes en mente Corta barbas? El enano
parecía sonreír con gallardía bajo su máscara.
Goblin Slayer le tiró una de las bolsas. El chamán
enano se apresuró a atraparlo, y luego lo miró con sorpresa por su inesperada
pesadez.
— ¿Qué tenemos aquí?
—Cal viva y tierra volcánica. Goblin Slayer era tan
desapasionado como siempre. —Mézclalas y tapa los agujeros.
El chamán enano de repente se golpeó las rodillas.
Incluso con la máscara, su sonrisa era evidente.
— ¡Concreto!
—No se secará muy rápido. Dijo Goblin Slayer, pero
asintió, y el chamán enano se golpeó el pecho.
— ¿Qué te preocupa, Corta barbas? Tengo el hechizo.
En ese momento, la elfa robó la bolsa de la mano del
chamán enano.
—Oye, orejas largas, ¿qué estás haciendo?
Sobre su máscara de gas, sus ojos se entrecerraron, y
sus orejas se movieron.
—Sellaré los agujeros, enano. ¡Tú lanzas el hechizo!
— ¡Bien dicho! Su respuesta rápida fue como un mazo
golpeando el acero caliente.
Él y la elfa empezaron a correr por la habitación. La
elfa esparcía el concreto dondequiera que encontrase un agujero, y el chamán
enano extendía su mano.
—Tic tac hace el reloj, sus agujas nunca se detienen.
Péndulo, balanceo, ¡tiempo es la cosa!
Terminó con un gran grito y una ráfaga de aliento, y
el compuesto de barro se endureció en un abrir y cerrar de ojos.
El sacerdote lagarto giró sus ojos al verlo.
—Mm. Tus artimañas son muchas, maestro hechicero.
Movía su mandíbula de arriba a abajo. Estaba cubierto
con un paño, que no era lo suficientemente largo; había sido complementado con
una venda. Su voz estaba apagada, pero por lo demás sonaba normal; en todo
caso, parecía bastante tranquilo. Para un hombre de lagarto que había crecido
en las selvas del sur, el campo de batalla era como un segundo hogar.
— Entonces, ¿tienes un siguiente paso en mente,
Goblin Slayer?
—Moveremos uno de los ataúdes frente a la puerta como
una barricada. Dijo Goblin Slayer uniformemente. No sonaba diferente de lo
habitual; no parecía nada emocionado. —Cuando el gas se vaya, entrarán.
— ¡Oh, yo, yo ayudaré!
La sacerdotisa se apresuró en guardar sus cosas y se
puso de pie.
Goblin Slayer asintió con la cabeza en respuesta, y el
sacerdote lagarto fue a un ataúd al azar.
La sacerdotisa se puso de su lado. ¿Podrían realmente
moverlo? No tenían elección.
—Cuando estés lista. Dijo Goblin Slayer.
—Juntos, entonces. Detrás de ellos, el sacerdote
lagarto puso sus brazos contra la piedra.
—Uno… Dos…
— ¡Hrr!
— ¡Hnnn!
Junto con el guerrero y el sacerdote, la sacerdotisa
empujó con todas las fuerzas de su esbelto cuerpo. Sus delgados brazos y su
flexible carne no eran casi nada comparados con sus compañeros. Aun así, empujó
contra el ataúd con todas sus fuerzas, haciendo sudar su rostro.
— ¡Hn! ¡Hrrnnn!
En algún momento, ella dejó de temblar.
Pronto, oyó un agudo crujido, y el ataúd empezó a
moverse lentamente.
Dejó arañazos blancos en el suelo mientras lo
empujaban hacia adelante, y finalmente lo empujaron contra la puerta con un
golpe.
El sacerdote lagarto le dio dos o tres empujones más
antes de asentir satisfecho.
—Esto funcionará bien.
— ¡Terminamos también!
La elfa regresó saltando hacia el sacerdote lagarto
El chamán enano se movía tambaleándose, limpiándose el
sudor de la frente.
—Mis hechizos también, desafortunadamente.
—Coge un arma entonces. Goblin Slayer sacó una daga de
su vaina.
Tomó la jaula del pájaro, donde el canario finalmente
se había asentado, y la puso en medio de la habitación. Luego revisó el estado
de su escudo y bolsa y se preparó para luchar en cualquier momento.
—Oh ho. No tendrán munición por aquí. Dijo el chamán
enano, sacando su honda. Recogió un montón de guijarros del suelo y los metió
en su bolsillo. La elfa tomó su arco, revisándolo y asegurándose de que la
cuerda estuviera estirada.
— ¿Debería invocar a un guerrero
diente de dragón?
— ¿Qué tal Protección?
—Por favor.
Con la respuesta de Goblin Slayer, los dos miembros
del clero comenzaron sus respectivas oraciones a sus protectores.
—Oh cuernos y garras de nuestro padre, Iguanodon, que
tus cuatro miembros, se convierten en dos patas para caminar sobre la tierra.
—Oh Madre Tierra que rebosas de piedad, por el poder
de la tierra, da seguridad a los débiles.
Por la gran gracia del antepasado del sacerdote
lagarto, el temible naga, la garra que había arrojado al suelo se convirtió en
un soldado mientras miraban.
Y la compasiva Madre Tierra les concedió a todos
ellos, incluyendo a este guerrero recién hecho, el milagro de Protección.
Había oído el grito de la sacerdotisa mientras se aferraba a su bastón.
Ahora a salvo detrás de una barrera invisible, la elfa
puso ágilmente una flecha en su arco y apuntó a la puerta. Sus largas orejas se
movían de un lado a otro, delatando su nerviosismo.
—Está todo tranquilo afuera.
—Se han dado cuenta. Goblin Slayer, hundido en
una profunda postura, se deslizó hacia la puerta.
—Con esos agujeros bloqueados, el gas venenoso habrá
comenzado a desbordarse hacia ellos. Puede que ya hayamos matado a varios.
Era una buena suposición. El inquietante retumbar de
tambores de batalla resonó desde lo profundo de la tierra. Luego, pasos de una
enorme multitud de algo que se les acerca. Unos roces de metal
que deben haber significado armaduras.
Los goblins ya estaban cerca.
La puerta, atrincherada por el ataúd, comenzó a
temblar; entonces se oyó un sonido sordo de algo que estaba siendo golpeado
contra ella. El primer golpe no produjo ningún efecto, pero luego hubo un
segundo y un tercero. La puerta comenzó a crujir bajo los impactos.
Al final, una parte de la puerta se abrió paso con un
gran crujido, y un ojo amarillo obsceno miró hacia adentro.
— ¡Cuidado! Incluso mientras gritaba, la elfa dejó
volar su flecha.
— ¡¿GRRB?!
La flecha con la punta de brote se deslizó por la
puerta y atravesó al goblin a través del ojo. La criatura cayó hacia atrás con
un chillido que desgarraba los oídos, pero sus compañeros rápidamente llenaron
el vacío.
—No sé cuántos son, pero hay algo raro ahí fuera.
Gritó la elfa.
Los goblins, por supuesto, no se iban a quedar parados
para que les dispararan.
Tan pronto como se dieron cuenta de que los
aventureros de la habitación se estaban defendiendo, las flechas comenzaron a
volar a través de la abertura.
— ¡Oh Madre Tierra que rebosas de piedad por el poder
de la tierra concede seguridad a los débiles!
La Madre Tierra protegió a su humilde discípula y
compañeros tan ferozmente como cualquier madre lo haría con su hijo. La
protección les había salvado de una lluvia de flechas antes; disparos
esporádicos no iban a pasar.
Mientras la muchacha se aferrara a su bastón y orara,
las flechas nunca les alcanzarían.
—Ya vienen… Ya vienen… ¡Una multitud de ellos! El
chamán enano murmuró frunciendo el ceño. Sus manos se movieron con una
velocidad cegadora, suministrando piedras a su honda tan rápido como podía
tirarlas.
Flechas y piedras, gemidos y gritos, todo mezclado en
el aire. Pero la puerta no duró mucho tiempo. La puerta de ébano pudo haber
sido más antigua que la memoria misma, pero incluso no podría soportar para
siempre las rudimentarias armas y la fuerza bruta. A pesar del reforzamiento
con ataúd de piedra, finalmente dio un gran crujido final.
— ¡GORORB!!
— ¡GROOROB!!
Los goblins inundaron la habitación en medio de una
lluvia de astillas de madera. Aunque los implementos estaban hechos
rudimentariamente, llevaban espadas, lanzas y arcos. Llevaban incluso armaduras
de cuero y cotas de malla.
—Están bien equipados.
Goblin Slayer notó a una criatura excepcionalmente
grande que parecía estar dirigiéndolos.
—Un hob… No.
Con un suave gruñido y un destello de su brazo
derecho, lanzó su daga hacia la criatura.
Golpeó certeramente, perforando el punto vital de un
hombro expuesto, pero la herida claramente no fue fatal.
A los goblins se les llama a menudo “pequeños
demonios”, pero no había nada pequeño en este caso. Su piel verde oscuro tenía
músculos, tantos que parecía apto para estallar por ellos. Sostenía una porra.
La fea sonrisa en su cara era ciertamente la de un goblin, pero…
— ¡GORAORARO!!
—Entonces. Un campeón goblin.
El campeón había vacilado un poco cuando la daga le
golpeó, pero ahora la sacó y sonrió con una amplia sonrisa.
Sin dudarlo un momento, Goblin Slayer desenvainó su
inusual espada.
—Voy a ir.
— ¡Por supuesto! Déjame añadir una espada al grupo.
El aullante sacerdote lagarto desenvainó su espada
colmillo, y luego a su guerrero diente de dragón, saltó a la pelea.
Las espadas resonaron, y chillaron, y gritaron. La
pequeña cámara funeraria pronto se empapó en el hedor de la sangre. Los goblins
entraron en el campo de batalla en oleadas. Córtalos, y más sólo vendrían.
Tenían que cortar la cabeza.
Espada y escudo firmemente en mano, Goblin Slayer se
preparó audazmente para avanzar.
— ¡U… um!
Una voz vino por detrás de él.
Era la sacerdotisa, aun agarrando su bastón en el
pecho.
Ella le miró, escudada por las hondas y flechas del
chamán enano y de la elfa.
Abrió la boca para decir algo, pero no salió nada.
Goblin Slayer no miró hacia atrás.
En vez de eso, entró directamente en la pelea, y
pronto ella ya no pudo verlo.
Se movía constantemente para que no se le pudiera
coger por detrás, apuntando su espada a las gargantas de los goblins. Empujó su
espada hacia atrás y desvió otra. Lo que no podía cortar, lo golpeaba con su
escudo y evitaba a tropezar.
No estaba solo. El guerrero diente de dragón luchaba
junto a él, una criatura se deslizó con una daga, pero le dio una patada al
monstruo y lo envió volando. Sus garras aplastaron la mandíbula del goblin.
Goblin Slayer giró y lanzó su espada a una criatura
armada con una lanza. Recogió un garrote a sus pies.
— ¡¿ORARAGA?!
—Cinco.
Si se veía obligado a cruzar espadas con cada monstruo
de la habitación, probablemente acabaría siendo carne picada. No había manera
de saber cuántos goblins había en esta horda y tratar con todos ellos
directamente lo dejaría exhausto.
Bueno, entonces no trataría directamente con ellos.
Goblin Slayer estaba dispuesto a usar cualquier táctica.
— ¡Dales con todo lo que tengas! Dijo.
— ¡Con mucho gusto! Gritó el sacerdote lagarto. — ¡Ahhhh!
¡Mira mis obras, mi antepasado!
Con su cola, barrió a un enemigo que se acercaba por
detrás, y luego agarró una que tenía delante y le dio vueltas antes de
arrojarlo contra una pared.
— ¡¿GORARA?!
— ¡¿GROOROBB?!
Garras, colmillos y cola. El cuerpo entero del
sacerdote lagarto era un arma, su lucha era tan brutal como un torbellino.
Sus enemigos eran una legión. Sus cuatro miembros
azotaban sin cesar, buscando algo que golpear. El guerrero diente de dragón
ayudó a abrir una brecha en la línea enemiga, y Goblin Slayer saltó a través de
ella.
— ¡Cielos, hay tantos!
— ¡Por eso se llama horda! ¡Sigue disparando!
La elfa y el enano lanzaban sus proyectiles contra
cualquier oponente que los tres combatientes del enfrentamiento cuerpo a cuerpo
hubieran pasado por alto.
— ¿Cómo lo llevas, muchacha?
—Lo estoy… manejando.
El milagro que la sacerdotisa había pedido a la Madre
Tierra todavía estaba en efecto, y los aventureros se estaban bastante bien
contra los goblins que entraban por la puerta.
Pero no podía durar para siempre. Goblin Slayer lo
sabía mejor que nadie.
Cruzó el campo de batalla, aplastando el cráneo de un
goblin con el garrote en su mano derecha. Usó su escudo para dar un golpe a un
monstruo que le atacó con una espada larga, y luego destrozó a la criatura con
su garrote.
Luego lanzó el garrote, acabando con un tercer
monstruo, antes de coger la espada larga del que acababa de matar.
—Diecisiete…
Finalmente se detuvo, cubriéndose con su escudo, y
corrió a lo largo de la pared tras la protección del ataúd de piedra. Se
dirigía directamente hacia el campeón goblin, que estaba protegido por varios
de sus subordinados.
El campeón era un coloso menor, con armadura de color
plomo opaco, balanceando una porra y gritando. Tenía que ser al menos tan
fuerte como tres goblins y podría incluso haber vencido a dos personas.
Un campeón goblin era en muchos sentidos similar a un
hobgoblin. Hob era originalmente una palabra antigua que
significaba vagabundo, gigante, jefe o demonio. Los vastos músculos de esta
criatura justificaban plenamente todos esos nombres, una herencia de sus
antepasados. Había entrenado ese cuerpo moviéndose de nido en nido, conociendo
a un aventurero tras otro en batalla. Era como un aventurero con abundante
talento natural que había ganado una gran cantidad de puntos de experiencia, el
equivalente goblin de un rango platino.
Eso, en resumen, era un campeón goblin.
Una de esas criaturas aunque inexperto se había
enfrentado al guerrero pesado y al caballero femenino en la granja. Lo más
probable es que esta criatura era un guerrero experimentado.
—Al final, sin embargo, los goblins son goblins.
Esto no quiso decir que Goblin Slayer subestimara a la
criatura. Nunca subestimó a ningún goblin.
—…..
— ¡ORGOORORB!!
El campeón gritó algo intimidante a sus temblorosos
secuaces para animarles a mayores hazañas de valor.
Goblin Slayer, que exitosamente había logrado
deslizarse por detrás de la criatura, ajustó ligeramente su agarre a su espada.
Una vieja historia sostenía que cierto rhea había
destrozado cabeza del rey goblin con un solo golpe de su garrote. Goblin Slayer
no tenía ni idea de si la leyenda era cierta, pero eso no le impedía intentar
algo similar.
Específicamente, matando a la criatura de un golpe.
Intentó apuñalarlo por la espalda, atravesando su
vulnerable cerebro.
Preparó su hoja para atacar.
— ¡¿OROAGA?!
Sintió la respuesta de la carne, vio el géiser de la
sangre…
— ¡Hrm!
Pero Goblin Slayer gruñó repentinamente.
Había perforado algo ciertamente. Pero era un goblin
diferente, uno que había sido lanzado hacia él.
— ¡GORAGAGA!!
El campeón había usado a uno de sus aliados como
escudo.
No es que esto fuera sorprendente. Goblin Slayer lo
encontró perfectamente normal. No hay nada tan egoísta en este mundo como un
goblin.
Todo lo que querían era ganar. Si eso significaba
sacrificar a sus compañeros o a su horda, incluso a su raza entera, que así
sea. Este era un punto crucial de diferencia entre el pensamiento de los
goblins y el de aquellos que tenían palabras. Esta tendencia, combinada con la
ira totalmente injustificada que sentían cuando sus compañeros eran asesinados,
los hacía bastante desagradables.
— ¡GOROROROB!
Había perforado el goblin a través del estómago, entre
los pedazos de la armadura de la criatura, y la bestia gritando algo mientras
la sangre brotaba de la herida.
—Feh…
Goblin Slayer inmediatamente sacó su espada y se
preparó para el siguiente ataque. Los inmundos ojos amarillos del campeón
vieron al aventurero que había querido tenderle una emboscada. Quizás reconoció
al hombre que le había tirado la daga antes, porque una fea sonrisa se le había
extendido por la cara.
— ¡GROOOOORB!!
Sus poderosos brazos levantaron su porra desde abajo
en un gran movimiento.
— ¡¿Hrggh?!
Metal, carne y hueso retorcidos; hubo un horrible
sonido.
Ingravidez, impacto, nada. Un calor que se elevaba de
sus entrañas. Dolor.
En un instante, Goblin Slayer se hizo cargo de la
situación. El escudo que instintivamente había puesto para protegerse había
sido enviado a volar.
Y él mismo se había golpeado contra uno de los ataúdes
que bordeaban la habitación. La piedra se rompió con una gran grieta, polvo
volando por todas partes. La linterna se cayó de su cadera y se rompió,
liberando sus llamas.
— ¡Goblin Slayer! Le gritó la sacerdotisa desde donde
ella vigilaba la batalla en la fila de atrás.
— ¡Orcbolg! ¡¿Te encuentras bien?!
La arquera elfa y el chamán enano ambos lo miraron, al
grito de la sacerdotisa.
Pero no hubo respuesta.
— ¡No! ¿Goblin Slayer…gob…?
Sus piernas temblaban debajo de ella, como si
estuviese en un barco balanceándose.
Él estaba bien. Tenía que estarlo. Incluso había
regresado del golpe de ese ogro. Él diría: —No haremos nada tonto o
estúpido. Como siempre lo hacía.
Pero sólo yacía allí en la nube de polvo, como un
muñeco desechado. Con un sonido, sangre espesa salió de la visera del casco
metálico.
No había duda alguna; había sido un golpe crítico.
— ¡N…!!
Su bastón tembló débilmente mientras se deslizaba de
su agarre y cayó al suelo. Se puso las manos temblorosas en la cara. Sus
delicados rasgos se retorcieron.
— ¡Arrrgh! ¡Goblin Slayer! ¡Goblin Slayer!
— ¡GORB! ¡GRROB!
— ¡GROROB!
El llanto de la chica resonó por toda la habitación.
Los goblins se reían espantosamente; ese era uno de sus sonidos favoritos.
La vanguardia fue herida. El espíritu de la usuaria
mágica estaba roto. La odiada Protección también desaparecería. El grupo había
perdido a su líder, eso era lo que importaba. Los goblins, por supuesto, no
dejarían pasar este momento. Así es como habían enterrado a muchos aventureros
antes.
✠
— ¿Qué es esa cosa? Gritó el sacerdote lagarto,
mientras luchaba con la clase de fuerza que sólo poseía un hombre lagarto.
Aunque había matado a un buen número de la horda
goblin, el guerrero diente de dragón fue repentinamente derribado.
Pronto arrinconarían al sacerdote lagarto. Los tres
defensores se habían convertido en uno. Incluso si mantenía su posición y usaba
todas sus fuerzas, no podía contener a todo un ejército goblin.
— ¡Mantengan la calma! ¡Manténganse concentra…!
¡¿Grk?!
Así, la elfa se convirtió en la primera captura del
día.
Había estado disparando sus flechas sin pausa, y
ningún goblin había podido acercarse a ella.
Pero cuando su ritmo se aflojó por un instante, sólo
el parpadeo de un ojo, un goblin se aprovechó de ello para saltar hacia ella.
Los elfos son inherentemente elegantes, criaturas
delgadas. Su agilidad es inmensa, pero carecen de fuerza bruta. Luchó para
sacudir al goblin de su espalda, pero fue un gesto inútil a la vista de la
horda invasora.
— ¡Déjame ir! ¿Suéltame? ¡Ahh! ¡Ahhhhhh!
Fue arrastrada por el suelo, y con un grito,
desapareció bajo una negra montaña de goblins.
Por un segundo, una delgada pierna sobresalió de
debajo del montículo, pateando en el aire.
— ¡Orejas largas!
El chamán enano fue el primero en darse cuenta de lo
que estaba ocurriendo, y el único capaz de responder. Tiró su honda y, con un
grito, cogió un hacha de mano de su cinturón.
— ¡Pequeñas bestias! Por los dioses, ¡suéltenla!
Su juicio estaba más allá de toda duda; no habría
habido tiempo para usar un hechizo. Si el chamán enano no hubiera saltado
inmediatamente, la elfa bien podría haber sido llevada quién sabe a dónde.
Pero sin ningún ataque a distancia para apoyar al
solitario guerrero de combate cercano, no había nada que frenara el ataque de
los goblins.
Eso fue crítico.
Ahora…
—Oh… ahh…
No había nada entre la sacerdotisa y el campeón
goblin.
—No… Oh… Oh no…
Sus dientes chirriaban y su cuerpo entero temblaba de
miedo, apenas podía estar de pie. Hubo un suave golpe mientras se deslizaba por
el suelo; luego sintió algo caliente y húmedo que se extendía por sus piernas.
— ¡GROB! ¡GROORB! ¡GORRRB!
El olor hizo que el campeón goblin sonriera burlándose
de ella. Sería mucho más fácil si ella pudiera perder el conocimiento.
Irónicamente, fue toda la experiencia que había adquirido la que se negó a
permitirle hacer eso.
Los carnosos brazos del campeón se estiraron la
agarraron de la cintura.
— ¡¿Hrr…?! Gimió mientras la criatura aplastaba sus
órganos internos.
Estaba aterrorizada. ¿Y si él simplemente apretaba
hasta que sus huesos se rompieran?
— ¡¿Hrr…?! ¿Qu…qué…? ¿Quééé…?
Pero eso no fue lo que pasó.
El campeón puso su cara cerca de ella. Su aliento
apestaba a carne podrida.
— ¡Erryaaaaargh!
Y luego tomó un gran bocado del hombro, vestiduras y
la cadena de malla y todo. Sangre brotó a borbotones, corriendo roja por su
blanca piel.
— ¡Agggh! ¡Ahhhh!!
Nunca había conocido tal dolor. Estaba al límite de su
resistencia. El color se desvanecía de su visión. No podía hablar, pero sólo
lloraba como un niño. Estaba en un estado horrible, sus ojos llorando, su nariz
con mocos, saliva colgando de sus labios.
— ¡Para…! ¡dé…ja…me…ir…! ¡Ahh!
La elfa añadía sus propios gritos desde debajo del
montón de goblins.
Se oyó el sonido de la ropa rasgándose. Golpes.
Gritos. Gemidos.
— ¡Esto no servirá! Maestro hechicero, temo que si no
recogemos a estos tres y nos retiramos, todos estaremos perdidos.
— ¿Qué crees que estoy…? ¡Hey! ¡Fuera monstruos!
¡Fuera!
El sacerdote lagarto y el chamán enano continuaron
luchando valientemente, pero no podían continuar por siempre.
— ¡GOROROB!
— ¡GORRB! ¡GORB! ¡GOB!
El campeón goblin y sus goblins los señalaron y
corrieron lo suficientemente ruidosos como para despertar a los muertos. Este
era el destino de todo lo caía bajo los goblins, ya sea un aventurero o un
pueblo.
Su destino, su destino. Debido al azar. Un tiro de
dados.
Mierda.
Todo resonó con algo muy dentro de él.
Cuando puso una mano en el suelo para levantarse,
descubrió una escalera que llevaba aún más profundo bajo tierra.
Se podría haber llamado un golpe de suerte que el
ataúd de piedra hubiera sido hueco para ocultar una escalera oculta. Aunque no
contenía un cuerpo o reliquias funerarias como las otras.
Si lo tuviera, no habría sido capaz de suavizar el
golpe, y habría muerto.
Pero por el momento, ignoró todo esto. Lo que
importaba era que estaba vivo. Y si estuviera vivo, entonces pelearía.
Metió la mano en su bolsa de objetos y sacó una
botella agrietada de poción. Luchó por arrancar el tapón con una muñeca que
estaba doblada en un ángulo extraño, y luego se tragó el contenido. Los efectos
curativos de la medicina eran sutiles. No era como un milagro divino que
cerraba las heridas instantáneamente.
Pero si aliviaría el dolor, podría moverse. Y si podía
moverse, podía pelear.
No había nada en su camino.
Con su mano derecha ando tientas por la zona, buscando
cualquier cosa que pudiera servir de arma. Su mano agarró lo que encontró, y
luego quiso que sus caderas lesionadas lo levantaran.
Varios goblins que se habían dado cuenta de que aún
estaba vivo y se acercaron a él. Cada uno tenía un arma en la mano y una
sonrisa cruel; sin duda llegaron con pensamientos de acabar con él.
Pero, ¿y qué?
—……
Osciló el escudo en su mano izquierda con todas sus
fuerzas y golpeó a los goblins hasta matarlos.
— ¡¿GORARO?!
El borde pulido del escudo redondo era un arma
suficiente.
Les rompió los cráneos, sangre y cerebros volando por
todas partes. Adelante. Adelante. No gritaría hasta el último momento. No
podía. Igual que antes. No debe ser notado.
El campeón goblin estaba centrado en atormentar a su
nueva presa. Parecía ignorante del hecho de que el intruso al que había
golpeado antes estaba detrás de él. La sacerdotisa se había quedado sin fuerzas
en el abrazo del demonio, sólo temblando de vez en cuando. Sus labios,
enrojecidos por la sangre que fluía de su cuello blanco, se movían dos o tres
veces.
No salió ninguna voz.
Eso fue un, ¿sálvame?
O, ¿oh Dios?
O ¿mamá? O ¿padre?
No escapa. Eso lo habría delatado.
Él… Él… Él…
Goblin Slayer…
— ¡Y…yaaaaah!
Goblin Slayer saltó sobre el campeón por detrás.
Al principio, el campeón seguramente no tenía ni idea
de lo que estaba pasando.
Algo le envolvió el cuello, era la columna vertebral y
la piel de la mujer, que se había caído al suelo durante la pelea.
La criatura levantó la mano molesta para quitarse lo
que había; para él, sólo cebo…
—¡…..!
Pero en el siguiente instante, la cosa fue apretada
contra su garganta.
— ¡¿GO…ORRRRRRRRBBBB?!
No podía sacar el grito fuera de la garganta.
El campeón golpeó los huesos, incapaz de respirar. Se
rompieron algunos pelos, pero no cambió nada. Ya no podía ver a la sacerdotisa
con la que estaba a punto de salirse con la suya. Ella había rodado en el suelo
como un juguete abandonado.
—Ahh…
Una débil voz. Todavía estaba viva.
Y eso era todo lo que Goblin Slayer necesitaba saber.
— ¡Haa…haaaaaaaa!
Tenía los huesos en la mano derecha y el pelo de la
mujer alrededor de la izquierda. Tiró tan fuerte como pudo; el pelo se cortó a
través de sus guantes de cuero y entró en su carne.
Pero lo mismo le estaba pasando al campeón goblin.
Se decía que los asesinos hacían alambres de pelo
humano y lo usaban para matar; este era el mismo principio. No era fácil
desenredarse de él.
El campeón retorció su propio cuerpo, luchando. Chocó
contra una pared.
— ¡Hrk…!
La sangre fluyó del casco de Goblin Slayer otra vez.
Gritó mientras sus entrañas eran aplastadas. Aun así, su agarre no se aflojó.
— ¡¿GOROROB?! ¡¿GROORB?!
El campeón se había aterrorizado.
Naturalmente, los otros goblins no estaban simplemente
esperando y viendo a su líder ser estrangulado. Varios de ellos habían
levantado sus armas y empezaron a avanzar para matar a este enemigo resucitado.
Hasta que de repente, sus cabezas volaron,
reemplazadas por chorros de sangre.
Habían sido asesinados por la porra del campeón
mientras lo balanceaba en su desesperada lucha. Los cadáveres de los goblins
sin cabeza cayeron al suelo.
Esto era demasiado, incluso para ellos.
Los goblins no mostraban temor a la muerte cuando
creían que podían ganar. Si el saqueo y la lujuria les esperaban al otro lado
de la victoria, sería mucho mejor.
Pero aquí… ¿podrían ganar?
— ¡Yaaaaaaahhhhh!
Un gran rugido.
La indecisión de un momento, la vacilación de un
instante, significó la derrota de los goblins.
Con un gritó para honrar a sus ancestros, el sacerdote
lagarto, ahora libre una vez más, luchaba contra los monstruos. Su espada
colmillo, empapada en sangre de goblins, giraba como una tormenta en sus
escamosas manos.
— ¡¿GRRB?!
— ¡¿GORORB?!
Con cada destello de la hoja, una mano, un pie o una
cabeza volaban. Con su cola, derribaba a los que trataban de huir, y con su
colmillo, los acababa.
Lanzados en la confusión, los goblins se apresuraron a
rodear a sacerdote lagarto, sólo para encontrarse con una lluvia de flechas de
madera.
— ¡Vamos!
Resonó una voz familiar.
Estaba cubriendo su pecho expuesto y empapada en
sangre de goblins, pero estaba allí. Mientras ella disparaba su arco mientras
se arrodillaba, la elfa gritó: — ¡Yo me encargaré de estos tipos!
— ¡Gracias! Gritó el sacerdote lagarto y comenzó a
abrirse paso entre los atacantes.
Trataba de llegar a donde estaba la sacerdotisa
acostada en el suelo. Todavía le quedaban algunos hechizos.
Eso significaba que la chica iba a estar bien, pensó
la elfa con un suspiro aliviado.
—…Gracias.
— ¿Qué fue eso de repente?
Fue el chamán enano junto a ella quien contestó su
murmullo.
Cubierto de salpicaduras de sangre, respirando
pesadamente, y aun sosteniendo su hacha, despachó con facilidad a los goblins
que venían esperando matar a la arquera enemiga.
—No puedo creer que le deba mi vida a un enano. Nunca
lo olvidaré. Se dio la vuelta, luchando por ocultar su pequeño pecho. Sus
orejas temblaron. —Para un elfo, lo único más vergonzoso que esto sería no
decir gracias.
—Díselo a un elfo para que pare de llorar por ayuda, a
ser arrogante. Dijo el chamán enano con una sonrisa apenas reprimida.
Ella le guiñó un ojo. —Mejor que ser humilde,
¿verdad?
Mientras intentaba cambiar el ambiente, lanzó una
flecha contra el campeón goblin y gritó.
— ¡Vamos, Orcbolg!
— ¡Hrrr!
Goblin Slayer sostenía el haz de pelo como las riendas
de un caballo. Se aferró a la espalda del campeón, que lo lanzaba de izquierda
a derecha como un semental. Al principio, cada sacudida le había hecho tanto
daño que pensó que su cuerpo podría irse volando. Pero ahora no sentía dolor,
nada. Todo lo sentía era una extraña ligereza, como flotando en el agua.
Una parte objetiva de su mente le estaba haciendo una
advertencia. El dolor era la prueba de que estabas vivo. Y ahora no sentía
dolor. Quizás sus nervios estaban abrumados.
¿Había tomado la decisión equivocada?
Casi creía que había oído un susurro:
Adelante hasta la muerte. Golpea el clavo de tu propio
ataúd.
Pero la falta de dolor también le convenía.
Lo que sea que haga falta para ganar… lo haré.
— ¡Hey…!
Su voz se le escurría entre los labios.
¿Podrían las palabras que resonaban en su mente haber llegado
a la mente del campeón goblin?
La criatura luchó para poder girar su cabeza y ver al
enemigo que se agarraba a su espalda. Un sucio y ensangrentado casco de metal
reflejado en sus sucios ojos amarillos.
—Mira bien, goblin.
Goblin Slayer levantó su brazo derecho roto y lo clavó
en el ojo. Agarró algo perturbadoramente suave, lo arañó y arrancó.
— ¡¿GRORARARAB?! ¡¿GROOROROROB?!?!”
El campeón aulló incoherentemente en agonía,
inclinándose hacia atrás.
Goblin Slayer fue con él, rodando por el suelo de piedra.
Apenas evitó ser aplastado por el cuerpo gigante al caer al suelo con un golpe
contundente.
Respirando con dificultad, Goblin Slayer usó huesos
cercanos para levantarse. El guerrero estaba cubierto de sangre y heridas,
cerca de la muerte, pero los goblins simplemente lo miraban de lejos.
No había ninguna buena razón para que lo hicieran.
Hubiera sido fácil acabar con Goblin Slayer en ese momento.
Y sin embargo, le tenían un miedo inconfundible.
— ¿Quién sigue…? La voz era desapasionada, insensible
y fría como el viento soplando en un valle.
— ¿Tú…?
Goblin Slayer lanzó el trozo de carne en su mano
derecha. El globo ocular del campeón golpeó el suelo y lo reventó con un ruido
húmedo.
— ¡GORB…! ¡GARARARAB!!
El campeón se puso en pie y empezó a balbucear. La
sangre y el pus corrían como una cascada en su cara desde el ojo izquierdo que
le faltaba.
—GOB…
Los goblins estaban congelados. Uno de ellos dejó caer
su lanza. Sus ojos revoloteaban de un lado a otro entre el campeón goblin y
Goblin Slayer, ambos envueltos en sangre.
Eso fue suficiente.
— ¡GORROROROB!!
El campeón goblin dio un rugido que sólo podía ser una
orden de retirada.
— ¡GORARAB! ¡GORAB!
— ¡GROOB! ¡GROB!
Gritando, los goblins olvidaron todo lo demás y
huyeron.
En esto, como en todas las cosas, el campeón goblin
los lideraba. Era un campeón, pero seguía siendo un goblin.
Cada goblin estaba más interesado en su propia
supervivencia; todo lo que querían era escapar de este lugar. Por lo tanto, la
idea de mantener su terreno contra todo pronóstico imposible nunca se les
ocurrió, y la huida ganó impulso rápidamente. Primero dos, después cuatro,
luego ocho huyeron…
Uno tras otro, los goblins se zambullen para la salida,
llorando y gritando. Por fin, sólo quedaban los montones de cadáveres de goblin
y los aventureros jadeantes.
Nadie sugirió que deberían perseguir al enemigo. Todos
ellos estaban heridos y exhaustos; apenas podían pensar en moverse.
—……
Sólo Goblin Slayer era diferente.
Buscó con dificultad por los huesos y usó la lanza de
mano que encontró como un improvisado bastón para caminar mientras cojea por la
habitación. Arrastrando sus pies miserablemente mientras movía, comenzó a
revisar cada uno de los cuerpos.
Mientras iba, dejaba un rastro de sangre, como si
fuera un pincel que corría por un lienzo.
—……..hrr…
Un paso. Dos. Una violenta sacudida, luego el cuerpo
de Goblin Slayer se sacudió extrañamente.
— ¡Orcbolg…!
La elfa se abrió paso hacia él y lo apoyó desde el
costado. No le importó la sangre que recorría sobre su ropa rasgada y su piel
expuesta.
Con una voz terriblemente pequeña, Goblin Slayer
preguntó: — ¿Estás… bien…?
—De alguna manera… pero… La voz de la elfa también
estaba tensa. —No estoy tan segura acerca ti…
Para ella, él se sentía como una bolsa llena de piezas
de repuestos.
Aun así, se las arregló para murmurar, “igual”, y
asentir. — ¿Qué hay de la chica…?
—… por aquí. ¿Puedes caminar?
—Lo intentaré.
La elfa luchó por apoyar a Goblin Slayer, quien
parecía que podría derrumbarse en cualquier momento. Ella sintió un calor en
sus mejillas y de repente se dio cuenta de que las lágrimas se le estaban
saliendo de los ojos.
Se mordió el labio.
—Traten de tener algo de… dignidad, ustedes dos.
Mientras se arrastraban, encontraron los brazos del
chamán enano apoyándoles.
No estaba en mejor forma que ellos. La sangre lo
empapó desde la parte superior de su cabeza hasta la punta de su amada barba, y
su bolsa de catalizadores, así como su cinturón, habían sido desgarrados.
Aun así, el enano logró levantar a Goblin Slayer con
sus grandes manos.
—Después de todo, todavía tenemos que volver a casa…
¿no?
Luego, juntos, caminaron la distancia que parecía vasta
pero terriblemente corta. Pronto estaban en el centro de la habitación, junto
al ataúd destrozado. Una rota espada colmillo descansaba allí, junto a ella
estaba sentado el sacerdote lagarto.
—Bueno, ahora. Estuvo cerca, pero creo que saldrá
adelante.
La sacerdotisa yacía a sus pies, envuelta en su cola.
Las llamas de la linterna rota eran la única iluminación, la luz que jugaba a
través de su forma.
Sus vestiduras manchadas de sangre y su cota de malla
habían sido arrancadas; las vendas estaban envueltas alrededor de sus pálidos
hombros y pecho. Su cabello estaba pegado a sus mejillas sudorosas, y sus ojos
aún estaban cerrados. La apenas perceptible subida y caída de su pecho fue la
única señal de que estaba viva.
— ¿Cómo está ella?
El sacerdote lagarto entrecerró los ojos y levantó
suavemente la cabeza de la sacerdotisa con su cola.
—Mm. Su vida no está en peligro. Aunque si la herida
hubiera sido más profunda, habría estado más allá de mis capacidades.
—Ya veo.
—Aquí, espera. Te ayudaré a sentarte. Eso será más
fácil, ¿verdad? Dijo la elfa, casi susurrando, mientras Goblin Slayer luchaba
por respirar. —Enano, tú por ese lado.
—Por supuesto.
Juntos, lo bajaron en el ataúd de piedra, al lado de
la sacerdotisa.
Se sentía como si pudiera se caer en el momento en que
les quitaron las manos. Incluso la forma en que se sentaba parecía más como si
se cayera por detrás.
—Per…do…na…me…
—No te preocupes por eso.
Goblin Slayer extendió su mano, que usaba un guante de
cuero que estaba hecho jirones, sucio, en una forma terrible. La apoyó en el
suelo junto a ella. La sacerdotisa la tomó débilmente con su pequeña mano.
—Gob… S… ayer…
Luego, él murmuró:
—Estas cosas pasan.
—Volvamos a la cima. Dijo la elfa. —No queremos estar
aquí cuando regresen. Orcbolg, ¿puedes levantarte?
—Ahh, ve a buscarte un abrigo o algo así, muchacha.
Puedo ayudar a Corta barbas.
—Parece que tendré que llevarlo sobre mis hombros.
Dijo el sacerdote lagarto. —Reúnanse. Pronto estaremos a salvo…
Alguien estaba diciendo algo.
Pero Goblin Slayer sintió que su vida se esfumaba, y entonces todo estaba oscuro.