Majo to Youhei Volumen 1 capítulo 1
"Leer Witch and the Mercenary novela ligera volumen 1 capítulo 1 en español."
Witch and the Mercenary volumen 1 capítulo 1 en español
Witch and the Mercenary volumen 1 |
Viaje al Continente Desconocido
Tras dos días de viaje en carruaje a caballo, llegaron a Estina. Era una nación costera con un próspero comercio e industrias pesqueras. Y, gracias a la multitud de barcos que iban y venían constantemente, era donde probarían suerte infiltrándose en el equipo de investigación.
“Eso es... increíble.”
Siasha se quedó boquiabierta al ver un barco de aspecto robusto que se alzaba sobre todos los demás del puerto.
“Ese es el barco principal para el equipo de investigación, el de todos los VIPs. Lo que estamos intentando abordar es esa nave extranjera de allí.” Zig señaló un barco que era aproximadamente la mitad de grande que el de al lado.
Los ojos de la bruja se entrecerraron al verlo.
“¿Te decepciona que tengamos que quedarnos con el pequeño?”, preguntó él.
“¿Qué crees que soy, una niña?”, replicó ella. “No es eso...” Mientras sacudía la cabeza en negación, su tono se volvió melancólico. “Sólo me preguntaba por qué los humanos gastan toda su energía en luchar cuando tienen una tecnología tan asombrosa.”
“Porque es más fácil quedarse con el éxito de otro que triunfar por uno mismo. Muchos conflictos empiezan sólo por eso.”
“¿En qué mundo tan duro y mezquino vivimos?”
“Algunas personas tienen un deseo insaciable de innovar, otras tienen un deseo insaciable de depravación.”
“Así pues, los impulsados por la codicia están revolucionando el mundo, a pesar de ir en direcciones completamente distintas.”
“Has dado en el clavo”, dijo Zig. “De todos modos, vamos a la ciudad y conseguir una habitación. Podemos empezar a prepararnos para nuestro viaje después de eso.”
“Okay”, aceptó Siasha.
Raciones, material para acampar... La lista de cosas que necesitaban comprar parecía interminable. Como el equipamiento de protección de Zig estaba hecho jirones, también había que cambiarlo. Para empeorar las cosas, la afluencia de gente que llegaba a la ciudad para realizar tareas relacionadas con el equipo de investigación hacía aún más difícil conseguir una habitación. El único espacio que pudieron encontrar fue en un establecimiento de clase alta, y gracias a todo el alboroto, las tarifas eran más altas de lo habitual.
“¿En serio?”, tartamudeó Zig. “¡¿Ciento treinta mil por una habitación doble por noche?!”
“Cálmate, Zig. Mantén la calma.”
Siasha intentó apaciguar a Zig después de que el enorme golpe en su cartera lo dejara temblando, pero ella no pudo evitar soltar una risita. El hombre que se le acercó blandiendo salvajemente su espada gemela sin ni siquiera una pizca de miedo ¡estaba temblando como un nuevo recluta!
Tardó un poco en recuperarse del shock, pero una vez que recuperó la orientación, Zig empezó a repasar los objetos que necesitarían.
“¿Así que eso es todo?”, preguntó Siasha. “Bien, vamos de compras.”
“Todavía no”, dijo él. “Tenemos que cambiar esas gemas por dinero. No tenemos dinero.”
“Oh... claro.”
Como las gemas eran su única posibilidad de recuperar lo que habían gastado en la habitación, la pareja se dirigió a buscar una joyería. Como la ciudad era frecuentada por muchos mercaderes, pronto pudieron encontrar un establecimiento relativamente grande.
Cuando Siasha estaba a punto de entrar, Zig dio un paso atrás.
“¿Qué estás haciendo?”, preguntó ella.
“Vas a ser tú quien cambie las gemas”, dijo él.
“¡¿Qué?! ¡Pero si nunca había hecho algo así!”
“Piensa en cómo se verá si un mercenario aparece al azar con un montón de gemas. Probablemente me arresten en el acto por presunto robo.” Intentó parecer alentador. “No te pasará nada. Un gran establecimiento como éste no va a ser demasiado despiadado, ya que podría manchar su dignidad y reputación. Además, no van a mirar sólo las gemas; también tendrán en cuenta al cliente.”
“¿El... cliente?”
“La forma en que alguien se comporta revela su estatus y prestigio. Los clientes que poseen esas cualidades reciben mejor trato... aparentemente.”
“¡Huh!”, dijo ella indignada. “¡¿Me estás soltando esa inquietante información en el último minuto?!”
“Es sólo algo que escuché de un mercader con el que compartí tragos una vez. No creo que él esté muy desencaminado... probablemente.” Empujó a Siasha, que seguía chillando disgustada, dentro de la tienda.
Todas las miradas se fijaron en ellos en cuanto entraron en el interior del tranquilo establecimiento. Los mercaderes pasaron por alto a Zig, pensando que sólo era el guardaespaldas de Siasha. En cambio, su atención se fijó en la hermosa bruja de cabello negro.
El aluvión de miradas la hizo estremecerse.
“Piensa en ellos como tus enemigos”, susurró Zig. “Trátalos como lo harías con una bruja. Sólo no exageres, ¿bien?”
“Okay.” Siasha cerró los ojos y respiró hondo antes de abrirlos lentamente.
De repente, su actitud cambió por completo, un cambio tan drástico que parecía que la temperatura de la tienda había bajado. Todo el personal, e incluso los demás clientes, se quedaron paralizados ante la sonrisa cautivadora de Siasha.
Puede que no fuera mortal, pero nadie podía negar la abrumadora presencia de la bruja.
“¿Puedo ayudarla en algo, señorita?”
Al reponerse del susto y recordar que eran profesionales orgullosos que debían comportarse como tales, uno de los dependientes de la tienda se acercó a ella.
“Tengo algunos objetos que me gustaría vender.” Siasha sacó las gemas, impresionada por la rápida recuperación del empleado.
“Una tasación, ¿no?”, preguntaron amablemente. “Por favor, permítame llevarme los objetos.”
El dependiente colocó las gemas en una bandeja y se dirigió hacia la parte trasera de la tienda. Aunque su rostro no delataba ninguna emoción, estaban sorprendidos por el tamaño y el brillo de las joyas. Al cabo de un rato, regresaron adonde esperaban Zig y Siasha.
“Están todos en excelentes condiciones, así que estaríamos dispuestos a comprar el lote. ¿Qué te parecen tres millones de oro?”
Aquella suma superaba con creces lo que Zig esperaba que le ofrecieran, aunque intentó disimular su asombro.
“Está bien.” Siasha, que no conocía la tarifa del mercado, aceptó sin vacilar.
Su ignorancia se estaba convirtiendo en una ventaja. Su porte, sus rasgos finos y su actitud arrogante hacia el dinero decían una cosa a todo el mundo en la tienda — era, sin duda, alguien de alto estatus.
Tras completar la transacción, ambos salieron de la tienda.
Siasha estiró los brazos y suspiró. “Phew, eso hizo que mis hombros se pusieran muy tensos. ¿Cómo lo hice?”
“Muy bien.” Zig lucía una gran sonrisa ante su inesperada suerte. “Suponía que esas gemas eran de calidad, pero nunca imaginé que alcanzarían ese precio.”
El elevado precio que había pagado en la posada era una gota de agua comparado con los tres millones de oro. A pesar de todos los gastos que tenían por delante, esa cantidad era una suma muy asequible. E incluso aún tenían una de las gemas, por si la necesitaban más adelante.
“¿De cuánto dinero se trata exactamente?”, preguntó ella.
“Veamos...” Intentó calcular mentalmente las cifras. “Si un soldado regular trabajara todo el día durante un año sin tomarse tiempo ni siquiera para comer o beber, probablemente ganaría más o menos esta cantidad. Si quisieras ahorrar mientras vives con moderación, te llevaría unos cuatro o cinco años.”
“¡Whoa, es genial!” Siasha sonrió y aplaudió emocionada. “Entonces, ¿esto servirá como anticipo?”
“¿De qué estás hablando? Esta cantidad es suficiente para pagar una escolta con todas las campanas y silbatos adjuntos y algo más.”
“No, no. Esto puede ser sólo el anticipo.”
“¿… Perdón?”
El buen humor de Zig se vio de repente empañado por oscuros nubarrones de duda. El hecho de que le ofrecieran un encargo demasiado bueno activó automáticamente sus sentidos de peligro, sobre todo en su trabajo.
“¿Qué esperas de mí?”, preguntó él.
“Pienso mantenerte como guardaespaldas y consejero una vez que lleguemos al otro continente.”
“¿Tu consejero?”
Siasha observó los alrededores mientras caminaban. “Llevo pensando en ello desde que llegamos, pero sé muy poco sobre la vida en sociedad. No sé qué tipo de comida vende ese puesto, por ejemplo, ni siquiera cómo acercarme a comprarla.” Señaló un puesto de brochetas de pollo. “Quiero probarlo.”
Zig se acercó al vendedor, un anciano. “Tomaré dos, anciano. Más las bebidas que tengas a mano.”
“¡Ya voy!”
El dueño del puesto les preparó los pedidos en un santiamén y siguieron caminando mientras Zig empezaba a comerse su ración. Le dio un buen mordisco a su brocheta, mostrándole a Siasha —que parecía confundida sobre cómo comer el suyo— lo que tenía que hacer.
Ella siguió su ejemplo, aunque con un poco más de delicadeza. Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras saboreaba el pollo antes de seguir hablando.
“Básicamente, me gustaría que me enseñaras varias cosas hasta que haya adquirido suficiente sentido común.”
“Sabes que el lugar al que vamos es igual de desconocido para mí, ¿verdad?”, dijo él.
“Aun así, estoy segura de que me llevas ventaja”, insistió ella.
“Probablemente, pero ¿no sería más fácil contratar a un guía local una vez allí?”
“Es una cuestión de confianza.”
Siasha bebió un sorbo de su agua de frutas, un líquido ácido perfecto para limpiar el paladar.
“Confianza, huh... ¿Qué he hecho yo para ganarme tanto la tuya?”
“Por lo menos, sé que eres un hombre que ama el dinero lo suficiente como para estar dispuesto a ofrecer tus servicios a una bruja. Mientras me veas como un digno ticket de comida, confío en que no me traicionarás.”
“Interesante lógica”, dijo él asintiendo con la cabeza. “Pero tienes razón, me encanta el dinero.”
Siasha asintió con aprobación y le tendió la bolsa de dinero. “Te pagaré tu comisión a plazos. Esta cantidad será para tu anticipo y para cubrir todos los gastos necesarios, ¿okay?”
“Me parece bien.” Zig tomó la bolsa que ella le tendió.
“Me aseguraré de que tu dinero valga la pena”, le aseguró.
“No esperaba menos de ti.”
✧❂✧
El sol se estaba poniendo cuando terminaron de comprar el resto de los artículos que necesitaban y encontraron un herrero al que pagar para que reparara el equipo de Zig.
“¿Cenamos pronto?”, preguntó Siasha mientras sus estómagos empezaban a rugir. Lo único que habían comido en el almuerzo eran las brochetas de pollo.
“En realidad…”, dijo Zig, “tenemos una cosa más que hacer que implica reunirnos con alguien en un restaurante. Una vez concluido ese asunto, podemos comer.”
Pronto llegaron a un gran restaurante con asientos elegantes y una decoración sofisticada. El ambiente rezumaba lujo.
“Me sorprende que conozcas un establecimiento de tan alta categoría.” Los ojos de Siasha se abrieron de par en par mientras miraba a su alrededor.
“Este lugar es para hacer negocios. Hay habitaciones privadas en el piso superior que se pueden usar para tener conversaciones que no quieres que otros oigan.”
Él dio su nombre a uno de los empleados y le dijo que había quedado con alguien. El empleado les indicó que le siguieran y les condujo a una habitación situada al final del segundo piso.
Un hombre pequeño estaba sentado dentro, esperándolos. Parecía respetable, pero ni siquiera su aspecto bien cuidado podía ocultar su aire sospechoso.
“Te ves bien, Zig”, dijo el hombre. “Veo que sigues vivo, de alguna manera.”
“Y tú no has cambiado nada.”
Los dos hombres no parecían perder el tiempo intercambiando cumplidos y golpes verbales. El mercenario tomó asiento y la bruja se sentó a su lado.
“Este es Cossack. Es un informante”, explicó Zig a Siasha.
Ella sonrió y le hizo una pequeña reverencia. “Encantada de conocerle, señor.”
“Encantado, seguro”, respondió Cossack. “Oye, Zig, ¿qué pasa con esta chica? ¿Es tu mujer?”
“De ninguna manera.” El mercenario negó con la cabeza. “Ella es mi cliente.”
“Me lo imaginaba. Nunca fuiste del tipo mujeriego.”
“Es una pérdida de dinero.”
“Ves, esto es de lo que estoy hablando.” Cossack lanzó a Siasha una mirada consternada.
Una sonrisa ambivalente se dibujó en los labios de la bruja, que no sabía muy bien qué responder. Sin prestarle atención, Zig empezó a abordar el tema del trabajo.
“Sobre solicitud que te hice”, dijo él. “¿Te parece viable?”
“Ah, eso. Lo es... pero te va a costar.”
“Eso no es problema.”
Cossack se puso nervioso. “¿En serio vas a ir? No quiero ofender a la señorita, pero hay muchos grupos que te contratarían con todas las ventajas. Incluso puedo presentarte a unos cuantos si quieres.”
“Los grandes grupos no son para mí”, dijo Zig con firmeza y sin vacilar.
Cossack no parecía decepcionado, probablemente esperaba esa respuesta desde el principio. Sacó dos brazaletes y se los entregó. Con solo un toque dejó claro que eran únicos, su diseño diferente al de cualquier artículo fabricado en serie.
“Bueno, da igual”, dijo el informador. “Ya has tomado tu decisión. El barco zarpará dentro de cinco días. Podrás hacerte pasar por una joven investigadora y su guardaespaldas. Considera estos como tus boletos; asegúrate de llevarlos en el brazo izquierdo el día de partida.”
“Gracias.”
Zig estaba mirando el brazalete cuando Cossack le hizo otra pregunta.
“Hay unos cuantos mercenarios que forman parte de la unidad de vanguardia que se dirigieron por adelantado. Si te los encuentras, ¿podrías decirles que vengan a verme en cuanto vuelvan del trabajo?”
“¿Son personas que conozco?”, preguntó Zig.
“Lo sabrás si los ves.”
“Claro, si por casualidad me encuentro con alguien.”
Cossack asintió, considerando aceptable la respuesta. Una vez que Zig y Siasha guardaron sus brazaletes, el informante llamó a uno de los empleados del restaurante.
“Ya hemos terminado con los negocios”, dijo él. “Ha pasado tiempo, así que compartamos una copa. ¿Puedes aguantar el licor, señorita?”
“Tanto como cualquiera, supongo.”
La mesa no tardó en llenarse de platos, y aún había más en camino.
“¿Vas a ser capaz de comer todo esto?”, preguntó Siasha, boquiabierta ante la enorme cantidad de comida.
“¿Hm?” Zig la miró. “Esto ni siquiera es tanto.”
“Estoy seguro de que usted ha sido testigo de su ridícula fuerza bruta, señorita”, dijo Cossack. “Consume tanto como uno esperaría para mantenerla.”
“Oh, ahora lo entiendo”, dijo ella. “¿Así que por eso puede mantener su físico incluso después de comer tanto?”
Al darse cuenta, Siasha pareció aplacarse mientras observaba a Zig comer hasta hartarse. El contraste de los pequeños y delicados bocados que ella daba junto a él, que devoraba la comida, hizo reír Cossack. Mientras comían, los dos hombres se pusieron al día y charlaron.
De repente, Cossack, que sólo comía para acompañar todas las copas que se estaba bebiendo, suspiró.
“No es propio de ti suspirar”, comentó Zig.
“Oí un rumor sobre ti no hace mucho.”
“¿Ah, sí? ¿Sobre qué?” El mercenario regó su comida con alcohol y se echó hacia atrás para tomarse un breve respiro del festín.
“El rumor implicaba que podrías estar muerto.”
“Je.” Zig soltó una risita. “No había oído eso antes.” Pero tengo una buena idea de dónde viene. Fingió ignorancia, inclinándose hacia delante para parecer interesado en lo que Cossack tenía que decir.
“No hace mucho,”, continuó el informante, “hubo un gran alboroto en el país vecino porque uno de los hijos del lord estaba orquestando una caza de brujas. Decidió que sus tropas personales no eran suficientes, así que pidió mercenarios. Al parecer, tú eras uno de ellos.”
“Sabes lo que haces. No esperaría menos de un informante.”
“Con esa llamativa arma tuya, hasta un aficionado sería capaz de descubrirlo. En cualquier caso, la misión fue un éxito, pero tuvo un coste considerable. Los cuerpos estaban tan destrozados que no se pudo identificar ni uno solo.
“Al parecer, fue un espectáculo espantoso. El primogénito del lord y todas sus tropas fueron aniquilados, y no hubo más supervivientes que unos pocos mercenarios que lograron huir. Dos grupos bastante conocidos fueron completamente aniquilados en la batalla.” Cossack se quedó pensativo. “Aun así, debió de ser una batalla brillante si fueron capaces de acabar con la Bruja Silenciosa.”
“¿La Bruja Silenciosa?”, repitió Zig. Miró de reojo a Siasha, pero su rostro no reveló nada.
“¿No me digas que aceptaste el trabajo sin ningún conocimiento previo?” Cossack pareció sorprendido, pero siguió explicando.
“Mira, esto no aplica para todas las brujas, pero ellas suelen ser un grupo combativo. Si alguien invade su territorio, lo atacarán y tratarán de eliminarlo. Lucharán enérgicamente para erradicar por completo a su enemigo.
“Pero esta bruja es diferente. Intenta asustar a la gente que se acerca a su territorio, pero no suele hacerles daño. Incluso después de haber sido objeto de innumerables cazas de brujas en el pasado, nunca intentó vengarse. De ahí le viene el nombre.”
“La Bruja Silenciosa”, dijo Zig.
“Dicen que en el pasado residía más al este. Aunque aparentemente es una de las brujas más poderosas que hay, no ataca a menos que la otra parte tome la iniciativa, así que no la consideraban muy peligrosa. Desde que el actual lord subió al trono, estaba prohibido ir tras ella. Sin embargo...”
La voz de Cossack adquirió un tono ligeramente más oscuro.
“El idiota de su hijo se encargó de ganar algunos puntos con su padre. Su locura tuvo éxito, pero el cuerpo de la bruja nunca se encontró. El padre ya debería estar recibiendo alguna acción punitiva de las altas esferas.”
Aunque él mismo se lo buscó al no mantener a raya a su hijo, Zig no pudo evitar sentir un poco de lástima por el lord.
Recibir un castigo de los peces gordos después de que uno de tus hijos fuera y se hiciera matar, es como echar sal a la herida.
“Volviendo al tema”, dijo el informante, “lo que quiero saber es cómo demonios te las arreglaste para salir vivo después de verte mezclado en todo eso.”
“Tú mismo lo has dicho”, dijo Zig. “Nadie sobrevivió excepto los mercenarios que huyeron.”
Cossack resopló mientras daba un tragó a su bebida. “¡Mentira! Aunque te enfrentaras a una bruja, ¿esperas que me crea que no tendrías las pelotas de quedarte a luchar?” Seguramente estaba borracho, pero sus agudos sentidos de informador no parecían embotados. “Hay algo que no me estás diciendo.”
La expresión inexpresiva de Zig no vaciló, por lo que fue imposible sonsacarle más información. “No sé de qué estás hablando.”
Cossack desvió la mirada hacia Siasha. Cuando ella se percató de su mirada, levantó la vista de su té y le sonrió, con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado. Tampoco parecía ocultar nada, a pesar de estar bajo su mirada escrutadora. El hecho de que ella se mantuviera imperturbable ya era sospechoso de por sí, y él la miró aún más de cerca. Aunque fuera una persona normal sin nada que ocultar, su perspicaz evaluación debería provocar algún tipo de reacción. Una niñita protegida no tendría el valor de mantener la compostura.
Siasha devolvió la mirada a Cossack mientras seguía sonriéndole. Era casi como si aquellos ojos que le devolvía la mirada estuvieran penetrando en su alma. Era increíblemente inquietante, y sintió escalofríos recorriéndole el cuerpo mientras sus sentidos de peligro se volvían locos. El informante había vivido muchas situaciones peligrosas en su vida, y esto se parecía a aquellas veces...
… No, el peligro que percibía era mayor que cualquier cosa que hubiera encontrado antes.
Por lo que podía deducir de sus modales, ella parecía ser rápida con los pies, pero esta chica era una aficionada, ¿verdad? No parecía tener experiencia en combate.
¿Me estoy asustando por una simple dama?
Recordó las palabras que había dicho antes — el cuerpo de la bruja nunca había sido encontrado.
“No. No puede ser...”
Él fue interrumpido por un sonido de chapoteo. La copa de madera que sostenía presentaba un agujero por el que se escapaba la bebida. En el fondo había una moneda de plata — alguien la había lanzado con la fuerza suficiente para convertirla en un proyectil. Si la moneda le hubiera golpeado en otro sitio, la herida podría haber sido mortal.
Zig levantó lentamente la vista, con tono despreocupado. “Dejémoslo así, ¿okay?” Se reclinó en su silla, mostrando que estaba desarmado. “Dependiendo de lo que pase, puede que tenga que matarte.”
Al oír esas palabras, todo encajó en su sitio. A pesar de no haber sentido ni una pizca de malicia por parte del mercenario hasta ese momento, a Cossack se le heló la sangre.
“¿Has perdido la cabeza?” Su voz era áspera.
Zig sonrió. “¿Cuántas veces has cuestionado mi cordura a estas alturas?”
“Probablemente cada vez que has decidido hacer algo demasiado imprudente, pero esto es diferente.”
“Mi respuesta no ha cambiado. Haré lo que sea, siempre que me paguen.”
“¡Me doy cuenta!”, escupió Cossack mientras se desplomaba en su asiento con un sonoro golpe. Intentó servirse otro trago antes de darse cuenta de que era imposible debido al agujero de su taza. Chasqueando la lengua con fastidio, se conformó con beber directamente de la botella. Para cuando terminó de bebérsela toda, la tensión anterior había desaparecido de su rostro.
“Sobre mis honorarios, serán dos millones de oro. Todo incluido.”
“¿Estás seguro de eso?”, presionó Zig.
“¡Es tu maldita vida! Haz con ella lo que te plazca.”
Era la misma frase que utilizaba cada vez que cuestionaba la cordura de Zig.
Zig sonrió e hizo una pequeña reverencia. “Gracias, estoy en deuda contigo. Y ya que estamos, ¿sería mucha molestia pedirte que sigas difundiendo el rumor de que estoy muerto?”
“Oh, claro, claro. Considéralo incluido en mi comisión.”
“Estoy agradecido.”
“Me debes una.”
“Lo sé.” Zig dejó la bolsa de monedas de oro sobre la mesa y se levantó. “Siempre es un placer hacer negocios con usted. Hasta luego.”
Siasha se inclinó en señal de gratitud antes de levantarse para seguir al mercenario.
“Sólo una cosa más”, intervino Cossack. “¿... Ganaste?”
Zig se detuvo con la mano alrededor del pomo de la puerta.
“Estoy aquí, ¿no?”
No miró atrás mientras salía de la habitación.
✧❂✧
Cinco días más tarde, había llegado la hora de partir. Fue casi decepcionante lo fácil que les resultó embarcar — ¡incluso pasaron tiempo preocupándose por las rutas de escape y creando planes alternativos en caso de que los atraparan!
A pesar de la ansiedad inicial, se sintieron aliviados de que todo fuera en vano.
El barco avanzó a buen ritmo, aunque las corrientes fueron fuertes. Fue como si el viento soplara siempre en contra. Sólo disfrutaron de unos pocos descansos en aguas tranquilas.
Las embarcaciones normales no eran adecuadas para atravesar esas mareas, por eso estaban en este barco especializado. Al menos... eso era lo que Zig podía deducir de su viaje hasta el momento.
“Y... básicamente no hay información sobre el continente desconocido en sí,” continuó él.
“¿Huh? ¿Qué se supone que significa eso?”
Era su segundo día en el mar y estaban descansando en su camarote. Zig estaba informando a Siasha de lo que había averiguado y ambos intentaban hacerse una vaga idea de lo que les depararía el futuro.
Siasha parecía desconcertada por lo que oía. “¿No debería haber llegado ya la unidad de vanguardia? ¿Por qué no habrían avisado?”
“Parece que aún no han podido ponerse en contacto con el barco que se adelantó.”
Según el plan, un barco se adelantaría a la fuerza principal para desembarcar y encontrar un lugar donde acampar.
“Quizá la fauna local devoró sus palomas mensajeras”, conjeturó Zig.
Esperaban obtener toda la información posible, ya que se dirigían a una tierra desconocida donde podía ocurrir cualquier cosa, pero no parecía haber muchas noticias de los demás pasajeros.
“No podemos evitarlo si no hay información disponible”, dijo Siasha. “hay algo que he estado queriendo preguntarte, Zig.”
Sus ojos brillaban de curiosidad mientras lo miraba desde su posición recostada en la cama.
“Fuiste capaz de leer mis hechizos antes de que los lanzara cuando luchamos, ¿verdad? ¿Hubo algún tipo de principio detrás de ello?”
Zig suspiró: “Oh, eso...”
“No te obligaré a hablar de ello si no quieres. Entiendo que un guerrero no esté ansioso por revelar sus cartas.”
Tras unos instantes de contemplación, habló.
“Ese no es el problema. Para ser sincero, ni yo mismo lo entiendo. ¿Tendría sentido si te dijera que tienen olor?”
Zig no sabía a qué se debía el olor, pero tal vez la bruja tuviera alguna pista.
“¿Un olor, dices?”, preguntó ella lentamente.
“Sí. Estaba totalmente pútrido antes de que lanzaras nada ofensivo, y cuando usaste magia para curar mis heridas, desprendía un olor dulce.”
Siasha arrugó la frente y gimió. “Hmm... ¿Hubo algo más que destacara?”
“¿Algo más?” Intentó recordar aquella batalla. “Oh, cierto. Ese ataque tuyo que prácticamente convirtió el suelo en un alfiletero tenía un olor mucho más fuerte que los otros.”
“Es sólo una suposición”, especuló Siasha, “pero el maná no se puede usar tal cual.”
“¿Qué es... maná?”
“Oh, ¿ahí es donde tengo que empezar?” El tono de Siasha empezó a sonar autoritario, casi como el de un profesor. “Básicamente, es el combustible utilizado para lanzar magia.”
Zig la escuchó mientras ella daba una lección improvisada. Parecía que se la estaba pasando bien, ¿quizá disfrutaba explicando cosas?
“Invocar magia requiere varios procesos. El primer proceso es extraer maná.” Siasha levantó un dedo antes de continuar. “Imagina que utilizas un balde para sacar agua de un lago. El segundo proceso es manipularla.”
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Zig.
“El maná se manipula dependiendo del propósito del hechizo. Ya sabes, usarlo ofensiva o defensivamente... Pero una vez que se le da un propósito, eso es lo único para lo que puedes usarlo. Por ejemplo, no puedes usar maná ofensivo para un hechizo defensivo. El tercer proceso es darle una forma al maná manipulado. En otras palabras, el lanzamiento en sí. Hay varias formas de hacerlo, como gestos simbólicos o conjuros.”
Zig seguía escuchando mientras intentaba asimilar toda la información.
“Esos son los procesos que intervienen en la invocación de magia. Creo que lo que oliste fue una reacción del maná cuando pasaba por la etapa de manipulación.”
“¿Tú crees?” dijo él. “Lo que significa...”
Siasha parecía ligeramente enfadada mientras sus piernas colgaban de la cama. “Cierto. No estoy segura.”
Zig observó cómo sus pálidas extremidades se balanceaban de un lado a otro. “¿Por qué no?”
“Para mí, estar rodeada de maná es tan natural como respirar. Forma parte de mi vida desde que nací. Sólo puedo hacer especulaciones porque no es algo de lo que sea consciente. Creo que probablemente también funciona de forma diferente a oler algo como lo harías normalmente.”
Zig volvió a pensar en su batalla. “Puede que tengas razón. Sentí como si sintiera esos olores con mi mente en lugar de mi nariz.”
Si hubiera utilizado su olfato de forma normal para detectar esos olores, probablemente habría tardado más en darse cuenta de que ella estaba a punto de lanzar magia. Dependiendo de la dirección del viento, puede que no hubiera sido capaz de captar nada en absoluto.
“Hmm...”, reflexionó él. “Eso probablemente significa que no era sólo yo. Los otros deberían haber sentido esos olores también.”
“Creo que sí”, respondió ella. “Recuerdo que las tropas se agitaron antes que lanzara mi magia. Por lo que pensé que ellos empezaron a darse cuenta de que sus vidas corrían peligro.”
“¿Por qué no intentaron evitarlo entonces?” Zig se dio cuenta de la respuesta en cuanto planteó la pregunta. “Sería difícil hacer esa asociación de inmediato.”
“Exactamente. La mayoría de ellos estaban muertos antes de que tuvieran la oportunidad de conectar los puntos. E incluso si lo hicieron, no es como si hubieran podido esquivar fácilmente un ataque de esa escala.”
“Tiene sentido. ¿Puedo preguntarte algo?”
Siasha se levantó de la cama y fue a sentarse frente a Zig. “¿Qué pasa? ¿Qué quieres saber?”
“¿Por qué estás de tan buen humor?” Ella estaba de tan buen humor que él no pudo evitar preguntar.
“Es la primera vez que alguien me pregunta por mi persona.” Sonrió tímidamente. “Me hizo feliz por alguna razón.”
Zig sintió que las comisuras de sus labios empezaban a levantarse. Levantó la mano, tratando de ocultar su expresión y parecer indiferente.
“Pero no creaste bolas de fuego ni provocaste una inundación. ¿Por qué?”
Se decía que una de las brujas del rumor había inundado un pueblo antes de convertir en un mar de fuego todo lo que lograba sobrevivir. Siasha le dirigió una sonrisa irónica y agitó la mano frente a su cara.
“Esa historia ha sido tergiversada a la exageración”, afirmó ella. “Ninguna bruja tiene tanto poder. El tipo de hechizos que nos inclinamos a usar depende de nuestro atributo.”
“¿Qué es un... atributo?” Era otra palabra que nunca había oído.
“Hay una afinidad entre cada tipo de hechizo y el maná del individuo. Por ejemplo, a mí se me da bien manipular tierra y rocas. No es que no pueda usar otros materiales, pero requiere mucha energía y los resultados no son tan eficaces, así que no suelo hacerlo.”
“Sin embargo”, continuó ella, “dependiendo de ciertas condiciones, podemos lograr grandes hazañas. Una bruja con afinidad por el agua probablemente podría cambiar el caudal de un río para inundar un pueblo cercano, igual que yo probablemente podría provocar un deslizamiento de tierras para sepultar una aldea en la ladera de una montaña.”
Si es así, supongo que todo el alboroto sobre las brujas tiene sentido, pensó Zig.
“¿Y la magia curativa?” preguntó él. “¿Qué afinidad es esa?”
“Bueno, cuando manipulas un cuerpo... ¿Una afinidad humana, tal vez? El maná es intrínsecamente parte del ser físico, así que creo que es algo que cualquiera podría usar. Hace poco aprendí que la composición de las brujas y los humanos es sorprendentemente similar.”
“Será mejor que no experimentes conmigo”, advirtió Zig.
Así que la magia no era una fuerza omnipotente con la que se podía hacer cualquier cosa, sino habilidades con principios detrás. A Zig nunca le gustó aprender de los libros, pero satisfacer su curiosidad por lo desconocido le produjo una agradable sensación.
“Ha sido muy interesante”, dijo él. “Gracias por compartir tus conocimientos conmigo.”
“¡En absoluto!”, dijo Siasha alegremente. “Estoy feliz de haber podido resolver algunos acertijos yo misma.”
El barco se acercaba cada vez más a su destino mientras la pareja seguía hablando —o mejor dicho, Siasha seguía enseñando a Zig— sobre magia.
✧❂✧
Era la mañana del vigésimo día a bordo del barco. El vigía se frotó los ojos cansados y miró hacia el horizonte frente a él. Podía distinguir algo en la bruma del amanecer...
Salió corriendo de su sitio para difundir la noticia.
Pronto, el barco entero se alborotó — gritos llenaron el aire mientras la tripulación corría de un lado a otro. ¡Por fin habían llegado al continente desconocido!
“Entonces, ¿este es el otro continente?”, preguntó Siasha entrecerrando los ojos en la distancia. Nada parecía fuera de lo común, excepto por un poco de niebla. “No parece que haya señales de vida humana.”
Ella buscó por todas partes con el telescopio que le había prestado uno de los marineros, pero sólo pudo ver un barco. Lo más probable es que fuera el que el grupo principal había zarpado primero.
El capitán ladró órdenes a su tripulación. Por lo que había oído, pronto desembarcarían. Sin embargo, sólo se permitiría desembarcar a los pasajeros de dos barcos — los demás permanecerían en el mar a una distancia próxima.
Estos barcos eran los que transportaban a todos los mercenarios y distintos forasteros. Era lógico que estos grupos fueran los primeros — debían asegurarse de que todo estaba a salvo. Aunque eran un grupo ecléctico, seguían siendo una fuerza a tener en cuenta.
“¿Así que básicamente tenemos que ser exploradores?”, preguntó Siasha.
“Tendremos que estar en alerta máxima”, dijo Zig. “Dado que nadie de la unidad de vanguardia vino a nuestro encuentro, significa que probablemente hubo algún tipo de problema.”
No quedó ni una sola persona en la nave de vanguardia. Dejando a un lado el hecho de que nunca recibieron contacto de ningún tipo, era muy extraño que no hubiera nadie a bordo.
Los mercenarios y los forasteros recibieron la orden de dividirse en escuadrones de unas diez personas y explorar los alrededores. Desembarcaron, dejando sólo un reducido grupo. Mientras los escuadrones inspeccionaban la zona, algunos empezaron a hablar entre ellos.
“El suelo se siente suave aquí, ¿huh?”
“Y sin embargo, el terreno es bastante accidentado. ¿No podría ser más suave? Además, hay tan poca hierba.”
Los humedales de su continente solían ser más uniformes y estar cubiertos de hierba y musgo. Sin embargo, éste era rocoso en ciertas zonas, lo que dificultaba afianzarse bien.
“Quizá el ecosistema vegetal sea diferente aquí.”
Zig se separó de su grupo cuando llegaron a la orilla y encontró una pequeña colina a la que podía subir para otear el horizonte. Divisó lo que parecía ser un pueblo a lo lejos.
“Parece que está a medio día de camino”, murmuró él para sí mismo.
Sintiendo alivio de que hubiera signos de civilización humana, intentó afinar sus estimaciones, deteniéndose en seco cuando sintió temblar el suelo.
“¡¿Eso fue un temblor?!”
Pero no había nada más allá del ligero temblor. Zig comenzó a regresar a su escuadrón, cuando algo llamó su atención.
“¿Qué es esto?”
Se agachó y vio que algo brillaba en el suelo. Al recogerlo y examinarlo de cerca, descubrió que se trataba de una insignia de oro, del tipo que suelen llevar los soldados o las grandes bandas de mercenarios.
Reconoció el diseño — un par de alas de halcón. Tal vez procediera de uno de los mercenarios de los que le habló Cossack, el grupo que formaba parte de la unidad de vanguardia.
“Hmm...” Zig entrecerró los ojos. Guardó la insignia en el bolsillo y volvió a bajar la colina.
✧❂✧
Siasha estaba sentada en el suelo, a una buena distancia del resto del grupo. Cuando Zig se acercó, pudo ver en el rostro de ella una expresión de preocupación mientras apoyaba una mano en la tierra como si estuviera comprobando algo.
“¿Qué ocurre?”, preguntó él.
“Algo anda mal”, dijo ella en voz baja. “A menos que la tierra esté seca, las grietas en el suelo se juntan solas con bastante rapidez. No es natural que duren tanto en un lugar donde la tierra está tan húmeda.”
“¿Tal vez se hicieron recientemente?”, sugirió Zig. “¿Como si hubiera habido un terremoto o algo así?”
“No... no creo que esa fuera la causa. Si hubiera habido un terremoto lo suficientemente fuerte como para agrietar el suelo, la costa se habría desbastado aún más, ¿no te parece?”
Es cierto, pensó Zig. No recuerdo haber visto señales de daños causados por un terremoto cuando desembarcamos.
La tierra volvió a temblar ligeramente.
“Hm, ¿eso es un terremoto?”, preguntó alguien de su grupo.
Zig empezó a sentirse inquieto. Algo andaba muy mal en este lugar.
“¡Ustedes dos!”, gritó el capitán de su grupo hacia ellos. “Regresen a la fuerza principal e informen de estos hallazgos.”
Zig estaba demasiado sumido en sus pensamientos para responder.
¿Qué pasó exactamente con la unidad de vanguardia? No es un gran problema que no estén por aquí, pero debió haber algún motivo para que se marcharan. Su grupo también era bastante grande, pero no dejaron ningún rastro... ni siquiera una huella.
El suelo empezó a temblar de nuevo, esta vez con más fuerza que antes. No había prestado mucha atención a las grietas de la tierra cuando Siasha se las señaló, pero esta vez, les echó otro vistazo.
Lo que vio dentro parecía retorcerse.
“¡Cuidado abajo!”
A la orden del capitán, Siasha empezó a moverse. Zig la cogió rápidamente en brazos y saltó a un lado. Un largo objeto salió disparado directamente del lugar donde ella se encontraba, fracturando el suelo en el proceso.
Zig volvió a dejar a Siasha en el suelo e inmediatamente giró sobre sí mismo, desenvainó su espada gemela y cortó hacia su atacante. Fuera lo que fuese, parecía blando. Cayó al suelo, limpiamente partido por la mitad.
“¡¿Qué demonios es esto?!”, exclamó él.
Parecía medir unos tres metros de largo y ser tan grueso como el torso de un adulto. No tenía ojos y estaba moteado de rosa y rojo, como el color y la textura de los músculos desprovistos de piel. Sus fauces circulares estaban recubiertas de numerosos colmillos, más parecidos a espinas que a dientes.
Si uno tuviera que adivinar, se utilizaban para apuñalar a la presa y mantenerla en su lugar, en lugar de desgarrarla. Las articulaciones de la mandíbula parecían flexibles, como si pudieran extenderse o desencajarse en un instante.
Esta criatura se alimentaba tragando la comida entera. Al engullir por completo a sus víctimas y destrozar el suelo con sus movimientos, podía borrar cualquier rastro de humanos en la zona.
“Creo que hemos encontrado al culpable”, dijo Zig.
“Gracias por salvarme”, gimió Siasha. “Pero, ¿qué es esa cosa? Es asqueroso...”
Zig miró a su alrededor. A juzgar por el tamaño de la criatura, era lo bastante grande como para devorar a un hombre adulto. No sabía cuántas personas formaban parte de la unidad de vanguardia, pero tal vez hubiera una docena —o un par de docenas, en el peor de los casos— de esas criaturas merodeando.
“Qué descaro, atacarme a mí de entre todas las personas desde la tierra...”
El tono de Siasha le decía que estaba más que ofendida porque su atacante procediera del mismo elemento que ella manipulaba. Un olor acre empezó a flotar en el aire mientras ella movía las manos.
“No lo hagas”, advirtió Zig. “Hay demasiada gente alrededor. No olvides por qué viniste aquí en primer lugar.”
“¡Ugh! Pero...”
“Sólo lanza algo defensivo que sea difícil de detectar. Estoy aquí para protegerte, ¿recuerdas?”
“... Bien.”
Siasha disipó la magia que estaba preparando y comenzó a lanzar un hechizo diferente.
“Dirigí mi maná bajo el suelo”, dijo ella. “Puedo detectar dónde están para ti.”
“Es una gran ayuda.”
De repente, oyó gritos de pánico procedentes de su grupo. Él y Siasha comenzaron a correr hacia ellos, con Zig teniendo cuidado de permanecer cerca de ella.
Lo que vieron al llegar parecía una escena sacada directamente del infierno. Las tropas se agitaban presas del pánico mientras los monstruos surgían del suelo para engullirlas antes de que pudieran defenderse.
Un hombre que intentaba huir fue lanzado por los aires mientras varias de las criaturas intentaban emboscarlo a la vez. Salió disparado hacia arriba... directo a las fauces que le esperaban. Trató desesperadamente de liberarse de los afilados dientes que se clavaban en sus piernas.
“¡Su-suéltame! ¡Sue—!”
Otro monstruo le rodeó la cabeza con sus mandíbulas, cortándole los gritos. Sus brazos y piernas quedaron inertes mientras las criaturas trataban de arrastrarlo hacia el suelo, como en un grotesco juego de tira y afloja.
La escalofriante visión hizo que los demás miembros del grupo se dispersaran en todas direcciones.
“¡Cálmense!”, gritó el capitán. “¡No se separen! Haremos que la fuerza princip—”
“Están acabados”, cortó Zig.
Zig se dio cuenta de que no podía hacer nada para ayudar mientras observaba la carnicería que se desarrollaba en su delante. Estaba a punto de alejarse antes de que los monstruos dirigieran su atención hacia él y Siasha cuando ella le hizo un gesto para que se detuviera.
“Estate quieto. Quédate donde estás.”
No sabía en qué estaba pensando ella, pero cerró la boca y se quedó inmóvil. Los monstruos giraron la cabeza como si buscaran algo.
Podía sentir el sudor corriendo por su espalda mientras giraban en su dirección. Sin embargo, para su sorpresa, ellos empezaron a hundirse de nuevo en el suelo. La tierra volvió a temblar, con temblores cada vez más débiles que parecían dirigirse hacia los que habían logrado escapar.
Zig permaneció congelado en su sitio durante lo que pareció una eternidad. Una vez que todos los signos de presencia de los monstruos desaparecieron por completo, Siasha dio un suspiro de alivio y finalmente se relajó.
“Ya puedes moverte”, dijo suavemente. “Oh, pero trata de no hacer ningún sonido fuerte. Habla en voz baja.”
“Ya veo.” Mantuvo la voz baja. “Así que el ruido los atrae.”
“Sip. Al principio pensé que podría ser el calor, pero todos se agruparon en torno al capitán y la gente huyendo.”
Los monstruos no tenían ojos. Vivir bajo tierra significaba que la vista probablemente no era necesaria. En cambio, parecían confiar en el sonido para rastrear a sus presas. Tal vez solían permanecer al acecho bajo tierra, emergiendo sólo cuando criaturas desafortunadas se adentraban en su territorio.
“Así que ese es el tipo de criaturas que viven en este continente”, murmuró Zig. “No parece que eso sea cuestión para que el ecosistema sea diferente...”
Siasha soltó una risita, casi como si sintiera que las criaturas eran asunto de otra persona. “Sheesh, seguro que hemos venido a un lugar desordenado.”
Zig levantó la vista al darse cuenta de que iba a ser mucho más difícil mantenerla a salvo de lo que había pensado en un principio. Al menos, el cielo de aquí era azul también.
“Okay, volvamos al barco”, sugirió tras tomarse un momento para recuperarse. “No podrán venir a por nosotros en el agua.”
Fue recibido con silencio.
Zig estaba listo para moverse, pero Siasha permaneció callada y quieta. Zig la miró con desconfianza. Ella tenía la mirada perdida en el océano, y sus ojos carecían por completo de emoción. Algo en su vacío le erizó la piel. Fuera lo que fuera lo que estaba viendo... sabía que no iba a ser agradable.
De alguna manera fue capaz de dominar todos sus instintos que le gritaban No mires, y Zig se dio la vuelta lentamente.
Una ballena cornuda, de unos 50 metros de largo, estaba atravesando el enorme barco que transportaba a la mayor parte de las fuerzas del equipo de investigación. Había embestido con tanta fuerza que su cuerpo sobresalía casi hasta la mitad del agua.
El barco empezó a hundirse, partido en dos tras el ataque. Los más cercanos no se salvaron — la fuerza del impacto volcó algunos barcos y arrastró a los demás bajo las olas. Los barcos más alejados parecían ilesos a primera vista, pero si Zig entrecerró los ojos, pudo ver algo que se aferraba a sus costados.
Parecían humanoides, pero no eran humanos. Sus cuerpos estaban cubiertos de escamas y tenían telarañas en manos y pies. Sus rostros estaban llenos de intenciones maliciosas, y eran tantos los que inundaron las cubiertas que resultó imposible contarlos.
En la orilla, los monstruos con forma de gusano atacaron a otro pelotón, mientras que las criaturas con escamas asaltaban el barco que los había traído a la orilla.
Todo lo que Zig y Siasha podían hacer era observar en silencio la escena que se desarrollaba frente a ellos.
“Bueno, entonces...”, dijo él finalmente.
“Si...”
Ambos giraron sobre sus talones al mismo tiempo.
“¿Vamos?”, preguntó Zig.
“Suena bien.”
Su aventura no había hecho más que empezar.
✧❂✧
Tardaron unos dos días en llegar a la aldea que Zig había visto desde la colina. No sabían qué había sido de los otros que habían llegado a la orilla. Posiblemente hubiera algún superviviente, pero no tenían ningún deseo de averiguarlo ni de ofrecer ninguna ayuda.
Su plan inicial al embarcar era desaparecer en el caos que suponía la llegada a un continente desconocido, por lo que habían traído consigo un buen número de raciones. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que no tenían forma de reponer sus existencias — no llevaban nada de la moneda local y necesitaban encontrar la forma de conseguir comida.
“Esta será la primera vez que interactuemos con los lugareños”, señaló Zig. “Esto parece una aldea normal, pero estate en guardia... por si acaso.”
“Okay”, dijo Siasha. “¿Qué vamos a hacer si no podemos comunicarnos con ellos?”
“Reza. Además, sé hablar tres de las lenguas principales, pero no te hagas demasiadas ilusiones.”
“Eso suena más prometedor que encontrar un dios dispuesto a escuchar las plegarias de una bruja... Aunque no te tomé del tipo escolástico.”
“Mi línea de trabajo implica ir a muchos países diferentes y hablar con muchas esas personas. No soy un experto en gramática, pero supongo que podría decirse que soy conversador.”
‘He encontrado un enemigo.’
‘¿Cuánto paga el trabajo?’
‘Tengo hambre.’
Eran frases que le servían para expresar su punto de vista, pero que resultaban sorprendentemente útiles en caso de necesidad.
Tras prepararse mentalmente, Zig entró en la aldea. Siasha se quedó cerca, mirando a su alrededor.
Había gente trabajando en los campos. La mayoría tenían el cabello castaño o rubio sucio y no parecían especialmente extraordinarios.
“Disculpe, ¿tiene un momento?” Habló Zig a una mujer de mediana edad. Su piel estaba muy bronceada, probablemente por los años que llevaba trabajando en el campo bajo el sol. Ella dejó escapar una sonrisa al ver su rostro.
“¿Qué es esto?”, exclamó la mujer. “No creo haber visto antes a alguien como usted por estos lares[1], joven. ¿Eres un viajero?”
¡Ella lo entiende! Zig sintió una oleada de triunfo cuando se dio cuenta de que ella hablaba la lengua común que él solía utilizar.
“¿Hay algún sitio donde podamos conseguir comida por aquí?”, preguntó él. “¿Y también un lugar para descansar?”
“¿Tienes dinero?”, preguntó la mujer.
“No. El barco en el que vinimos naufragó. ¿Funcionaría intercambiar objetos?”
“¿Un barco, dices? ¿No me digas que has viajado hasta aquí desde el otro lado del mar?”
“Eso hicimos.”
La mujer lanzó un suspiro de exasperación. “¿Tienes deseos de morir? ¡Deben de estar locos para querer atravesar el Mar Infernal!”
“¿Mar Infernal?”
“¿Ni siquiera sabes sobre eso? Realmente debes haber venido de un lugar muy lejano...”
La gente que vivía aquí, probablemente no sabía que la tierra natal de Zig consideraba que este lugar era el continente desconocido. No podía decir si se debía a la ignorancia rural o si simplemente no eran conscientes de que el otro continente existía.
“Para ser sincera, nunca he visto el mar por mí misma”, continuó la mujer, “pero no son muchos los que salen hacia él y logran volver con vida. Toda la zona está plagada de monstruosidades.”
Monstruosidad.
Era una palabra que nunca esperó encontrar aquí, de todos los lugares. Los monstruos grotescos que sólo aparecían en los cuentos de hadas estaban vivos en estas tierras.
Pensó en las criaturas parecidas a gusanos que encontró hace un par de días. Si tuviera que darles un nombre, monstruosidad le parecería bastante apropiado. Nunca habría creído que tales cosas existieran si no las hubiera visto con sus propios ojos.
La mujer seguía hablando. “Parece que la suerte estuvo de tu lado. Quieres comida, ¿verdad? Las cosechas son buenas este año, así que casi todos deberían tener artículos disponibles para comerciar, incluyéndome a mí, si lo deseas.”
“Sería estupendo”, dijo Zig. Siempre tenía a mano una reserva de piedras preciosas pequeñas para momentos así.
No era raro que los pueblos rurales alejados de las grandes ciudades no tuvieran ningún tipo de moneda. A veces resultaba demasiado difícil cambiarlas por otras extranjeras u obtenerlas. Tras buscar una mercancía que tuviera valor independientemente del país y que además fuera fácil de tener a mano, se decidió por pequeñas piedras preciosas. Cualquier mercenario digno de tal nombre suele hacer lo mismo.
Zig inclinó la cabeza en señal de gratitud y la mujer aceptó el trato con entusiasmo, afirmando que a su hija le encantaría las gemas.
“¿Hay asentamientos más grandes por aquí?”, preguntó él.
“Si sales de este pueblo y sigues hacia el este, llegarás a una ciudad llamada Halian en unos cinco días. Es la más grande de estos parajes. Supongo que eres hábil con la espada que llevas a la espalda. Podrías llegar a ser un aventurero.”
“¿Un aventurero?” Él nunca había oído hablar de esa profesión.
¿Cómo se gana uno la vida yendo de aventuras? Pensó él.
La idea despertó su curiosidad, pero sabía que no debía seguir interrumpiendo el trabajo de la mujer. Volvió a darle las gracias y se dirigió hacia donde le esperaba Siasha.
Ella no le recibió con un saludo. En lugar de eso, miró fijamente algo.
Zig estaba a punto de preguntarle qué estaba mirando cuando un olor acre y familiar le llegó a la nariz. Era muy tenue —casi imperceptible comparado con lo que había olido durante su batalla con Siasha—, pero era inconfundiblemente el olor de la magia.
Pero... no venía de ella.
Inmediatamente giró hacia el olor y se colocó frente a Siasha, con su espada gemela preparada.
“Cálmate”, dijo la bruja. “Viene de ahí.”
Zig se mantuvo en guardia, aunque sus ojos siguieron hacia donde ella señalaba.
“¿Qué demonios...?”
Un joven se inclinaba junto a una chimenea y soplaba sobre una astilla de leña apretujada. De la punta de sus dedos salían llamas mientras intentaba encender el fuego. Nadie pareció prestarle atención — ¿se trataba de una escena común y corriente?
Increíble, pensó Zig.
“No puede ser”, dijo Siasha asombrada. “Nunca hubiera pensado que aquí usaran magia.”
“¿Es una bruja?”
Siasha negó con la cabeza. “No, definitivamente es humano. Llevo un rato observándolo. Todo el mundo tiene maná; el nivel depende del individuo, pero parece que usar magia es algo de por aquí...”
Ella echó la cabeza hacia atrás como si estuviera saboreando el hecho de haber llegado a un continente en el que inesperadamente encontraron gente como ella.
¿Cómo describir esta vaga sensación que bulle en mi interior?, pensó Siasha. No tengo un nombre para ello, pero no es desagradable.
Zig se consideró afortunado de que ella estuviera tan absorta en sus pensamientos que no lo vio hacer una mueca. La magia era extremadamente poderosa, y cualquiera que pudiera utilizarla era potencialmente peligroso. Por lo que podía ver, el joven no parecía capaz de causar destrucción, pero aun así...
“Tal vez sea hora de abandonar las ilusiones”, murmuró Zig para sí.
“¿Dijiste algo?” Preguntó Siasha.
“No, no es nada. Pude pedir prestado un granero vacío para que durmamos esta noche allí. Saldremos mañana al amanecer.”
“¡Lo entiendo! ¿Adónde vamos ahora?”
Los pensamientos sobre la magia rondaban la mente de Zig mientras empezaba a hablar sobre la siguiente etapa de su viaje.
Teniendo en cuenta que hay monstruosidades merodeando por ahí, pensó él, Dudo que los humanos que viven en este continente se abstuvieran de usar la magia si pudieran. Probablemente tengan algunos hechizos ofensivos. No al mismo nivel que una bruja, quizás, pero ¿quién sabe lo que puede inventar alguien sin poderes? Necesito idear una estrategia.
Zig siguió reflexionando sobre lo que les deparaba el futuro mientras conducía a una radiante Siasha a un granero a las afueras de la aldea.
✧❂✧
“Creo que me gustaría trabajar”, dijo Siasha.
Era el segundo día desde que salieron de la aldea y comenzaron a dirigirse a Halian. La repentina declaración de la bruja hizo que Zig se detuviera en seco.
Él reflexionó sobre sus palabras y reanudó la caminata. “¿Por qué razón?”
Siasha se puso las manos en las caderas y sonrió. “¡Quiero integrarme entre los humanos!”
Zig no respondió, así que ella continuó: “A estas alturas, me resulta difícil vivir sin usar magia. Quiero decir, ha sido todo lo que he conocido durante más de doscientos años...”
“Apuesto a que sí”, comentó él, tratando de ocultar su sorpresa ante la mención de su edad exacta.
“Por eso quiero vivir en un lugar tranquilo donde no llamara demasiado la atención y reunir información primero.”
“Cierto. Ése también era mi plan.”
Su mente se desvió hacia la conversación que habían tenido en el pueblo. La magia existía en esta sociedad, y usarla era tan común que no se recibía con hostilidad. Era una información que aún tenía que asimilar.
Mientras tanto, Siasha seguía hablando. “Sin embargo, si no hay problema con que use magia aquí, estoy pensando que tal vez sea mejor para mí tratar de integrarme en lugar de llamar la atención por ser distante.”
En sus ojos azules brillaba la expectación, en agudo contraste con la resignación que vio cuando se conocieron.
“Me gustaría conocer los aspectos positivos del ser humano”, dijo ella. “Todo lo que he visto hasta ahora son aspectos negativos porque nunca me he centrado en lo bueno.”
“Ah, ¿sií?” Preguntó Zig.
Ella hizo un puchero y lo miró con reproche. “¿No es esta la parte en la que se supone que debes preguntar qué me llevó a cambiar de opinión?”
Él no pudo evitar reírse al ver su expresión. “¿Por qué el cambio de opinión?”
“¿Ves, fue tan difícil?” Dijo Siasha con un aire de suficiencia. “Bueno, te haré sabe—”
Ella se quedó en silencio y Zig siguió su mirada para ver el por qué.
En medio de la carretera había un jabalí gigante. Era tan grande como una vaca y estaba cubierto de cerdas y un caparazón de color opaco. Sus colmillos eran la mitad de largos que su cuerpo y mostraban signos de desgaste, probablemente por las muchas batallas que había librado.
“Eso es un... jabalí, ¿verdad?”, susurró Siasha.
Zig desenvainó su arma y se puso en posición de ataque. “Tal vez, pero nunca había oído hablar de un jabalí con armadura.”
El jabalí golpeó agresivamente la tierra con su pezuña, mirándolos fijamente con ojos inyectados en sangre. Los vio como enemigos y se preparó para atacar.
“¡Hmph!” Siasha se enfadó y empezó a canalizar su ira en un hechizo. “¡Cómo te atreves a interrumpirme justo cuando estaba llegando a la parte buena!”
Un pincho de tierra surgió de debajo del jabalí acorazado. Para su sorpresa, en lugar de penetrar en el aparentemente indefenso vientre de la criatura, el pincho se partió.
“¡¿Cómo de dura es esta cosa?!”, dijo hirviendo Siasha.
El jabalí blindado, aunque aparentemente imperturbable ante el ataque, pareció reflejar la hostilidad de la bruja. Éste chilló de rabia y cargó contra ellos.
Era veloz, demasiado veloz como para que intentaran huir.
“Llamaré su atención”, dijo Zig. “Tú encárgate de los ataques.”
Zig avanzó y se lanzó hacia un lado para esquivar la embestida del jabalí, aprovechando el impulso de su esquiva para girar y asestar un tajo en el abdomen izquierdo. La hoja rozó la armadura, pero no dejó marcas.
El mercenario chasqueó la lengua con frustración e intentó poner distancia entre ellos. Aunque no le causó ningún daño, el jabalí volvió su atención hacia él. Siguió corriendo, iniciando un peligroso juego de persecución con la esperanza de alejarlo de Siasha.
No había nada salvaje en la forma de perseguir de este jabalí. Utilizaba sus cuatro patas para adherirse al suelo, lo que le permitía cambiar rápidamente de dirección. Zig hacía fintas y esquivaba sus ataques, cortando las partes del cuerpo del jabalí que no estaban cubiertas por la armadura a medida que se cruzaban.
Siasha observaba a Zig y al jabalí, reuniendo y manipulando su maná mientras esperaba una oportunidad.
El jabalí empezó a aminorar la marcha mientras seguía sangrando por las pequeñas heridas que cubrían su cuerpo. Zig esquivó hábilmente su carga una vez más, pero la criatura se obligó a detenerse y se encabritó[2] para blandir sus colmillos hacia él.
Este era el ataque que Zig había anticipado.
“¡Huuuff!”
Zig se quitó de encima los colmillos del jabalí con su espada, contraatacando con un potente golpe en la rodilla desprovista de armadura justo cuando estaba a punto de volver a caer sobre sus patas delanteras. La espada gemela se hundió en su carne. Zig tuvo cuidado de que la hoja no se clavara en el hueso y, de un rápido tajo, cortó la pata del jabalí.
Él saltó justo a tiempo para evitar ser aplastado por el jabalí, que perdió el equilibrio y cayó.
Ahora era el turno de Siasha.
Dos pinchos de tierra, tres veces más grandes que los habituales, atravesaron los costados del jabalí. El maná que empleó en reunir le permitió aumentar su dureza, lo suficiente para que pudieran atravesar la armadura de la criatura.
Un tercer pincho brotó de la tierra justo debajo de su cabeza, acallando sus chillidos de dolor.
✧❂✧
“Ese era un monstruo aterrador.”
Zig miró el cadáver del jabalí mientras se ocupaba de su espada. Cualquiera que recibiera un golpe directo de esos colmillos no tenía ninguna posibilidad de sobrevivir.
Pudieron derrotarlo gracias a los fuertes poderes ofensivos de Siasha, pero no quería imaginar cuántas vidas costaría intentar matar a la criatura sólo con una espada.
“Nunca esperé que las monstruosidades fueran tan fuertes”, dijo Siasha.
Si esas cosas deambulaban por todas partes, estar a la intemperie era probablemente peligroso incluso para una bruja. Para ella era mucho más seguro perderse en el bullicio de una ciudad humana.
“Hmm...” Zig se acercó al jabalí muerto después de guardar su arma.
Observó el caparazón del lateral, la pieza de armadura más grande de la criatura. Algunas zonas estaban agrietadas debido al pincho de tierra, pero seguía siendo lo bastante grande como para ser útil.
Sacó un cuchillo e intentó arrancarlo del cuerpo.
“¿Qué estás haciendo?” Preguntó Siasha.
“Es una armadura decente”, respondió él. “Probablemente podría venderla. Además, se me antojó carne.”
“Imagino que cualquier carne de esta cosa va a ser bastante dura.”
Incluso con la magia de Siasha, le llevó algún tiempo retirar el caparazón que parecía obstinarse en permanecer adherido. También se llevaron los colmillos del jabalí — un coleccionista podría estar interesado en comprarlos.
Una vez apartadas las partes que esperaban vender, Zig se dedicó a destazar el jabalí para obtener su carne. Sin embargo, cuando cortó la carne, salió algo blanco y filiforme[3].
“¿Qué es eso?”
Parecía el tipo de parásito que se encuentra en el interior de los animales salvajes, —excepto que tenía el tamaño de un gusano. La cosa movió lo que parecía ser su cabeza de un lado a otro y se arrastró fuera del cuerpo dejándose caer al suelo.
Muchos más le siguieron en tropel, escurriéndose uno tras otro.
Zig guardó en silencio su cuchillo, recogió sus cosas y empezó a alejarse. Siasha le siguió de cerca, sintiendo que se le erizaban los pelos.
“Simplemente genial”, murmuró él. “Ni siquiera obtuve carne.”
“No creo que quiera carne por un largo tiempo.”
Referencias
- Aquí la mujer habla de manera informal en lugar de ‘lugares’. ↩
- Encabritar es hacer que (un caballo) se empine, afirmándose sobre las patas traseras y levantando las patas delanteras. ↩
- Filiforme se refiere a los objetos que tienen forma y apariencia de hilo, finos y alargados. ↩