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Majo to Youhei Volumen 1 capítulo 2

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 Witch and the Mercenary volumen 1 capítulo 2 en español


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Witch and the Mercenary volumen 1

Aventureros


Habían transcurrido siete días desde que partieron de la aldea.

Tardaron dos días más de lo previsto en llegar a Halian, ya que Siasha no estaba acostumbrada a viajar por lo que Zig tuvo que ajustar su ritmo al de ella.

Halian era más grande de lo que habían pensado, con mucha gente de un lado para otro. Un buen número de ellos iban armados, pero no parecían mercenarios ni soldados, el tipo de personas que Zig habría esperado ver portando armas. Le picó la curiosidad.

“Parece un lugar bastante grande”, dijo él desdeñosamente.

En cambio, Siasha parecía no saber qué decir, con la boca abierta de asombro mientras miraba a su alrededor. Para cualquiera que la viera, era evidente que se trataba de una pueblerina que visitaba la ciudad por primera vez.

“¡Zig!”, dijo ella emocionada, “Zig, ¿qué es eso?”

Él miró hacia donde ella señalaba. “Parece el anuncio de una obra de teatro.”

“¿Y eso?” Señaló ella en otra dirección.

“Es un tipo de caramelo helado. Se hace congelando leche.”

Zig siguió a Siasha, respondiendo pacientemente a sus incesantes preguntas mientras ella correteaba de un lado a otro como un niño en una juguetería.

“Entonces, ¿qué es eso?”

“Eso es... Uh, ¿qué es eso?”

Siasha señaló a un humanoide que nunca antes había visto. Su cuerpo estaba cubierto con pelos, con las orejas asomando por la parte superior de la cabeza en lugar de por los lados. Para su sorpresa, Zig se dio cuenta de que era un lobo erguido y que caminaba sobre dos patas. Y sin embargo... no parecía ser una de las monstruosidades.

El lobo-persona llevaba ropa y mordía una manzana como lo haría un humano normal. Nadie a su alrededor reaccionó, lo que significaba que criaturas como estas también debían de ser bastante comunes, al igual que el uso de la magia era aceptable en la aldea.

Zig miró a su alrededor y vio a otros animales caminando sobre dos patas. Estaban conversando, así que parecía que también podían comunicarse.

“La gente viene en todas las formas y tamaños diferentes, huh” Siasha sonó impresionada.

“Y... ¿vamos a dejarlo así?” Zig refutó. Sea el tipo de criatura que sea, definitivamente no es humano.

La cantidad de cosas que su mente necesitaba procesar parecía aumentar a medida que seguían caminando.

“Entiendo que tu curiosidad no está saciada”, dijo él, “pero por ahora necesitamos conseguir dinero. No podemos hacer nada hasta que consigamos algo de la moneda local.”

Por no hablar de que ellos estorbaban. Desde el momento en que entraron en la ciudad, las personas que pasaban se desviaban a propósito de su camino para evitarlos y a su cargamento de partes del monstruo.

Siasha echó un vistazo a las partes del jabalí blindado atado a la espalda de Zig. “Bien. ¿Dónde crees que podríamos vender esas cosas? ¿Tal vez en una armería?”

“¿Tal vez? Me pregunto si tendrán métodos de fabricación de armamento con materiales de diversos animales.”

El plan original era intentar vender las piezas a alguien que coleccionara rarezas. En su continente natal había demanda de artículos de calidad, como cuernos de ciervo y similares, para utilizarlos como decoración.

“Pero los animales de aquí no son normales”, insistió Siasha. “Estos colmillos son increíbles.”

“Tienes razón”, dijo él. “Supongo que no pasa nada por pasar por aquí.”

Caminaron por la calle principal intentando encontrar una tienda adecuada. No pasó mucho tiempo hasta que Zig oyó un sonido familiar — el repiqueteo del metal. Se detuvieron en una gran armería con muchos clientes haciendo cola.

“¡Bienvenidos!” Les saludó una dependienta cuando entraron. “¿Qué buscan?”

“Quiero vender estas piezas.” Zig le mostró lo que llevaba. “¿Puedo hacerlo aquí?”

“Sí, podemos hacerlo”, dijo ella dando un rápido repaso al botín de Zig. “Por favor, tráelos aquí.”

Los condujo a la parte trasera de la tienda. Zig le entregó sus artículos de uno en uno para que pudiera examinarlos.

“¡Whoa! ¿Me echas una mano?” La empleada se tambaleó al intentar recoger el caparazón.

Zig sintió una ligera punzada de ansiedad al ver cómo otros empleados se lo llevaban lentamente.

“El proceso de examen llevará un poco de tiempo”, dijo la empleada. “Por favor, siéntase libre de echar un vistazo dentro mientras espera.”

Zig asintió, y él y Siasha recorrieron la tienda para ver qué tenían a la venta. La armería era bastante inusual, con muchas de las armas y armaduras hechas de material orgánico en lugar de metal.

La expresión de Zig se ensombreció. “Es una tienda extraña”, murmuró.

“¿Qué quieres decir?” Siasha se acercó al oírle.

“Prácticamente no hay artículos fabricados en serie. Todo es único.”

“¿Qué tiene eso de extraño?”

“Los soldados no son muy partidarios del armamento que no se fabrica a granel”, explicó él. “Son más difíciles de manejar y dificultan la creación de formaciones de combate porque hay que tener en cuenta las armas de cada persona. También hace que la instrucción de las tropas sea menos eficiente.”

“Ya veo... Pero espera, ¿tú no usas uno inusual?”

Dada la descripción de Zig, una espada gemela sería un arma única.

“Yo también sé blandir una lanza”, dijo él. “Era alabardero cuando formaba parte de un grupo de mercenarios. Ahora que trabajo solo, hay un poco más de flexibilidad con lo que puedo usar. Probé varias opciones antes de decidirme por esta. La mayoría de la gente que lucha —y no sólo los mercenarios— suele estar entrenada en los fundamentos de todo tipo de armas.”

En su continente natal existían tiendas que vendían ítems únicos, pero sus clientes eran adinerados que buscaban adornos más que armamento práctico.

“¿Significa eso que la clientela objetivo de esta tienda no son soldados ni mercenarios?”

“Lo más probable. Aunque, si no atienden a ninguno de los dos grupos, no entiendo cómo ganan suficiente dinero para mantener en funcionamiento una tienda tan grande.”

“Es verdad. Es difícil imaginar qué clase de persona necesitaría todo esto.”

Los dos seguían sumidos en sus pensamientos cuando regresó la empleada.

“Perdón por la espera”, dijo ella. “Estamos dispuestos a ofrecerle 500.000 dren por los colmillos de jabalí chapados y el caparazón. ¿Qué te parece?”

Varios de los clientes que ojeaban las otras armaduras y armas miraron en su dirección. Por sus reacciones, Zig no podía saber si la cantidad que les ofrecían era alta o baja, ya que la moneda “dren” le resultaba desconocida.

“Está bien”, aceptó él.

“¡Genial! Traeré el pago de inmediato.”

Él asintió, esperando que les timaran, pero ¿qué otra opción tenían? Mirando a los otros clientes, no parecía que la dependiente los estuviera engañando.

La empleada depositó el dinero sobre el mostrador, llenando una bandeja con un número impresionante de monedas. Después de contarlas, las metió en una bolsa. Había exactamente cincuenta monedas, por lo que Zig supuso que cada una valía 10.000 dren.

“Si me permite”, dijo Zig mientras cogía la bolsa, “¿cuál es el precio de venta de su hoja más ortodoxa?”

“Veamos... una espada larga de hierro costaría unos 50.000 dren”, respondió la empleada.

“Entendido. Gracias.”

Zig, ahora con una idea de los precios del mercado local, se dio la vuelta para marcharse. Sin embargo, la dependienta le devolvió la llamada.

“Yo también tengo una pregunta para usted, si no le importa”, dijo ella.

“¿Qué pasa?”, preguntó Zig.

“¿Fue usted quien derrotó a esa monstruosidad?”

“No. Fue ella.” Señaló a Siasha.

Los ojos de la empleada se desviaron hacia la bruja, que le devolvió la mirada con una vaga sonrisa.

“Gracias por su patrocinio”, dijo la empleada. “Esperamos volver a verle en el futuro.”

“¿Qué fue todo eso?”, preguntó Siasha con curiosidad mientras salían de la tienda.

“¿Quién sabe?” dijo él, intentando no sonreír. “De todos modos, hoy ha sido nuestro día de suerte. Hemos vendido esos artículos por un precio mejor del que esperaba.”

“La cantidad parecía mucho menor que la que nos dieron por mis joyas. ¿Es diferente aquí?”

“No se pueden comparar. Si hablamos de donde venimos, la cantidad de dinero para comprar una espada de hierro aquí podría alimentarte durante aproximadamente un mes. Bueno... sin gastos de alojamiento.”

“¿Así que dices que esta cantidad cubre nuestros gastos de manutención durante medio año?” Siasha se maravilló. “¡No está nada mal!”

Eso les daría tiempo de sobra para buscar trabajo. Ahora que tenían moneda local, por fin podrían ponerse manos a la obra.

“Lo primero es lo primero”, dijo Zig.

“Sí”, aceptó Siasha como si le hubiera leído el pensamiento.

“Vamos a comer algo.”

“¡Yay! ¡Estoy dispuesta a todo menos galletas duras!”

✧❂✧

Zig y Siasha encontraron un restaurante al azar en las inmediaciones y se zamparon con gusto su primera comida en condiciones. Comieron sin charlar hasta que se saciaron lo suficiente como para prestar atención a algunas de las conversaciones que se producían a su alrededor.

“¿Cómo te va últimamente?”, oyeron preguntar a alguien.

“Esas monstruosidades han estado actuando últimamente. Tengo que asegurarme y advertir a nuestros nuevos reclutas sobre ellos.”

“Es ese momento otra vez, huh. Parece que se puede ganar dinero.”

“Hablando de eso, ¿te enteraste? Uno realmente desagradable apareció cerca de la carretera. El gremio ha puesto una recompensa por él.”

“Sí, nuestro líder está buscando gente para el trabajo ahora mismo.”

“Lo mismo ocurre aquí. Los de arriba están muy entusiasmados, pero no les salen las cuentas. No me sorprendería que no tardaran mucho en proponer que nos uniéramos a tu clan y formáramos una especie de coalición.”

“La verdad, tampoco tenemos los números. Es jodidamente difícil conseguir que haya suficientes aventureros de más de Cuarta Clase que estén de acuerdo.”

Ahí estaba esa palabra otra vez. 

“¿Aventureros, huh?” Murmuró Zig. “La señora del pueblo también los mencionó.”

“Nunca había oído hablar de esa profesión”, dijo Siasha. “¿Supongo que es un trabajo para exterminar monstruosidades?”

“Entonces, ¿por qué llamarlos así? Si están exterminando plagas, ¿no sería más apropiado 'cazador'?”

“No sé si derrotar al jabalí es lo mismo que exterminar una plaga”, reflexionó Siasha.

“¿Le interesan los aventureros, señorita?” Uno de los empleados había venido a recoger su mesa y parecía haber escuchado su conversación.

Zig empezó a contestar, pero se detuvo al ver que el servidor tenía su atención puesta en Siasha.

La bruja sonrió dulcemente, dándose cuenta de que el mercenario quería que respondiera. “Así es. Acabo de llegar de una zona vecina, así que hay muchas cosas que aún desconozco. ¿Te importaría decirme qué hacen los aventureros?”

El camarero sonrió y se lanzó a dar explicaciones. Escucharon absortos a pesar de que el hombre se salía por la tangente con detalles innecesarios, pero al final pudieron captar lo esencial del trabajo.

Los aventureros exterminaban monstruosidades bajo organizaciones llamadas Gremios. Ganaban comisiones en función del tipo de bestia que mataban y también podían ganar dinero vendiendo materiales obtenidos de las partes del cuerpo de la criatura. Aunque técnicamente los gremios gestionaban a los aventureros, el sistema era muy flexible. Los individuos eran libres de formar sus propios grupos de aventureros o unirse a un clan aventurero.

“Suena mucho a grupo mercenario dedicado a exterminar monstruosidades”, comentó Zig.

“Mencionar algo así delante de aventureros es un gran no-no, señor”, advirtió el hombre.

Zig estaba perplejo. ¿Qué era lo que había dicho que lo convertía en tabú? “¿Por qué?”, preguntó él.

“Los aventureros detestan que se les meta en el mismo saco que a los mercenarios”, afirmó el servidor. “No les gusta la idea de que les comparen con gente que se gana la vida quitando la de otros. Están orgullosos de ser espíritus libres que no responden ante nadie. Al menos, eso es lo que afirman.”

“Umm...” Siasha lanzó una mirada de preocupación a Zig, pero él parecía imperturbable.

“Es un poco engañoso si me preguntas. No hay tanta diferencia entre matar gente o matar monstruos para ganarse la vida; es sólo una cuestión de preferencias. En cuanto a eso de que son libres y hacen lo que quieren, todo se reduce a que hay una demanda y es una forma de ganar dinero.”

“Cierto...”

Este hombre, a pesar de su conducta juguetona, parecía tener un fuerte sentido de sus propios ideales, aunque otros pudieran considerarlos un poco extremos.

“Pero debido a esa demanda”, continuó él, “debes tener cuidado. Muchos de los mercenarios de por aquí son esos criminales de pacotilla.”

Zig sintió que su mente se congelaba durante unos instantes antes de comprender lo que el hombre decía.

“¿Estás diciendo que hay menos necesidad de mercenarios porque ha disminuido el número de guerras o conflictos por aquí?”, dijo él lentamente.

“¿Una disminución? ¡Eso es decir poco! Aparte de pequeñas reyertas, ese tipo de cosas ya no ocurren aquí.”

“¡Eso es imposible!” Zig no podía creer lo que estaba oyendo, pero el tono y la expresión del hombre les dijeron que no les estaba tomando el pelo.

Zig recordó a la persona-lobo que vio en la carretera principal. Los humanos, tal y como él los conocía, llevaban cientos de años luchando entre sí por cosas como diferencias en el color de su piel o en su cultura; nunca habrían sido capaces de tolerar otra forma de vida inteligente.

“Es por las monstruosidades…” Sacudió la cabeza en señal de negación. 

“Llevan activos desde hace mucho tiempo”, se burló el hombre. “Al parecer, cada vez que se producía un conflicto a gran escala en los viejos tiempos, aparecían hordas de monstruosidades y asaltaban los campamentos. Se enfrentaban a ataques por igual, y las criaturas causaban daños masivos a ambos bandos. Así que, como resultado de que esto ocurriera una y otra vez...”

No hubo más guerras. No es que no ocurrieran, es que no podían. Los conflictos dejaron de existir en estas tierras... a costa de monstruosidades que vagaban libremente.

Zig no sabía si eso era bueno o malo.

“Así es como conseguimos la ocupación de aventurero”, terminó el servidor. “Si crees que tienes lo que hay que tener, ¿por qué no lo intentas? Pueden dejarlo si no es para ustedes, y pueden llegar a lo más alto siempre que tengan las habilidades.”

“Lo pensaremos”, dijo Zig.

“Así que, señorita, si tiene algo de tiempo libre, ¿qué le parece...?” El intento del empleado de ligar con Siasha se vio interrumpido por unos airados bramidos procedentes de la parte trasera de la tienda.

Zig suspiró pesadamente mientras observaba al hombre alejarse de mala gana. “Pensar que algo así es posible...”

Creyó que se estaba acostumbrando a las sorpresas, pero esto iba mucho más allá de lo que podía comprender. El conflicto era inevitable mientras existieran los humanos. Incluso si eran agraciados con un período de paz, la guerra siempre volvía. Nunca había un momento en que los mercenarios no encontraran trabajo. Era difícil creer que un único factor externo pudiera obligar a todos a trabajar juntos.

“¿Estás bien?”, preguntó Siasha con preocupación en su rostro.

“Tengo que concentrarme en el trabajo que tengo entre manos”, dijo él. “Ya pensaré qué hacer cuando llegue ese momento.” La miró. “Ahora mismo, deberías centrarte más en preocuparte por ti misma. ¿Tienes idea de qué tipo de trabajo quieres hacer?”

“Algo así.”

“¿Ah, sií? ¿Qué sería?” Zig ya tenía una buena idea, pero pensó que debía preguntar, por si acaso.

Siasha miró hacia la mesa donde habían oído hablar a los hombres. “Me gustaría intentar ser una aventurera.”

Era una opción válida, una forma de que alguien desconocido ganara un dinero decente siempre que estuviera a la altura de la tarea. El tiempo que llevaría desarrollar las habilidades necesarias sería normalmente la mayor barrera para el éxito, pero Siasha era una bruja. Incluso si la gente de aquí podía manejar magia, no estaban ni cerca de su nivel.

También tenía más sentido para ella ser una aventurera que intentar un trabajo normal después de haber estado sola durante años. Siasha como dependienta o camarera parecía un desperdicio de su talento.

“¿Por qué no?” Dijo Zig. “Creo que se te daría bien.”

“¿Sí?”, preguntó ella.

“Uh-huh.”


Salieron del restaurante tras preguntar a otro empleado cómo llegar a la cofradía más cercana y se pusieron en camino. Se detuvieron a comprar algunas provisiones por el camino, así que cuando llegaron ya era cerca del atardecer.

El gremio se encontraba en un majestuoso edificio lleno de gente yendo y viniendo a sus asuntos. Siasha estaba hecha un manojo de nervios ante las puertas. Incluso la simple tarea de entrar era quizás desalentadora. Zig se había encargado de todo hasta ese momento, y tener una presencia imponente, como cuando vendió las joyas, probablemente no iba a funcionar esta vez.

Siasha miró a Zig con ansiedad. “¿Qué debo hacer?”

Ella parecía completamente perdida. No quedaba ni rastro de su habitual calma y serenidad.

“Cálmate”, le aconsejó. “No te van a tomar en serio si sigues actuando con demasiada suspicacia.”

“¡No quiero eso!”, refunfuñó ella. “¡¿Debería entrar con una explosión y mostrarles mi superioridad?!”

Eso ha tenido el efecto contrario al que pretendía, pensó Zig mientras Siasha se apresuraba frenéticamente a lanzar un hechizo. ¿Cómo puedo hacer que se le enfríe la cabeza? ¿Qué era lo que me funcionaba de niño?

Zig se puso delante de Siasha mientras rebuscaba en sus recuerdos. Deslizó lentamente las manos por debajo de sus brazos y levantó a Siasha como si fuera una niña.

“¿Zig...? ¡Whoa!”, gritó Siasha. “¡Hey! ¡Bájame!”

Los transeúntes miraron a su alrededor para ver a qué se debía el alboroto, pero siguieron su camino, despreocupados.

Siasha forcejeó en señal de protesta, pero no era tan fuerte como él y sólo pudo agitarse entre sus garras.

Al darse cuenta de que Zig no iba a soltarla, dejó de forcejear y se fue calmando poco a poco. “¿Por qué estás haciendo esto?”, preguntó ella colgando en el aire como si fuera un gatito.

“¿Te calmaste?”, preguntó Zig.

“Sí, sobre todo…”, dijo ella. “... esto es vergonzoso.”

No queriendo prolongar su mortificación, la bajó y le puso la mano en la cabeza. “No es raro estar nervioso cuando te enfrentas a algo completamente nuevo”, le dijo. “Pero necesitas hacerlo si deseas vivir entre humanos.”

“Bien.”

“No te diré que no tengas miedo de cometer errores, pero hazlo de forma que un día puedas mirar atrás y reírte.”

“Lo intentaré.”

“Bien.” Palmeó él bruscamente la cabeza de Siasha.

Ella se estremeció y le apartó la mano. Se arregló su cabello revuelto y respiró hondo. La tensión pareció abandonar su cuerpo al exhalar.

“Sólo mírame”, dijo ella.

“Lo haré”, respondió con naturalidad, sin volver a mirarla.

Espoleada por su tono reconfortante, Siasha abrió las puertas del gremio con renovado vigor.

✧❂✧

Todos los ojos se dirigieron hacia ellos cuando entraron. En lugar de miradas descaradas, los aventureros les lanzaron miradas de reojo mientras seguían a lo suyo. Las miradas que le dirigieron a Zig eran apreciativas, como si estuvieran midiendo su fuerza. Las miradas que dirigieron a Siasha, por otro lado... mostraban que estaban cautivados por su belleza más que por cualquier otra cosa. Siasha se dirigió directamente a la recepción, demasiado concentrada en su tarea como para darse cuenta de la atención.

Afortunadamente, el mostrador de recepción no estaba abarrotado, quizá debido a la hora del día. Del comedor anexo se escuchaba ruido, con aventureros contando sus triunfos del día, reflexionando sobre los errores y haciendo nuevos planes.

“¿En qué puedo ayudarle hoy?”

La persona que atendía el mostrador era una mujer. Siasha sintió una pequeña oleada de alivio.

“¿Será posible inscribirse como aventurera?”, preguntó ella.

“Un nuevo registro, ¿verdad?” preguntó la recepcionista. “¿Para los dos?” Sus ojos se dirigieron a Zig.

“N-no”, tartamudeó Siasha. “Es mi ayudante. Seré la única que se registre.”

“Entendido. Por favor, rellene esto.” La recepcionista le entregó unos papeles. “Si no sabe escribir, puedo hacerlo por usted.”

“Estoy bien.”

“Además, necesitaremos una gota de su sangre. Por favor, extráela usando esto y hazlo gotear aquí.”

Siasha parecía un poco confusa, pero cogió la aguja que le tendió la mujer. Para su sorpresa, sintió magia en la aguja y los papeles. Los encantamientos no parecían peligrosos, así que empezó a rellenar el formulario con calma.

Cuando terminó, la recepcionista le echó un vistazo.

“Te falta esta parte y esta parte de aquí.” Señaló algunos espacios en blanco en los papeles.

“¡Oh! L-Lamento eso...” La bruja se apresuró a hacer sus correcciones.

A pesar de cometer un par de errores, Siasha entregó finalmente los formularios y el papel que contenía la gota de su sangre. Los ojos de la recepcionista se abrieron ligeramente cuando comprobó el papel con la sangre de Siasha, pero la bruja no pareció darse cuenta.

Sin embargo, Zig sí.

Al darse cuenta de que él la miraba fijamente, la recepcionista carraspeó. Zig apartó la mirada y miró a su alrededor para distraerse.

Tras comprobar que todo estaba en orden, la recepcionista archivó los papeles. “Por último, le haré una breve entrevista”, dijo ella. “También le daré más detalles sobre nuestras actividades.”

“Okay.” La postura de Siasha se enderezó mientras se aseguraba mentalmente de que el proceso estaba a punto de terminar.

“No pareces tener un arma por lo que puedo ver”, comentó la recepcionista. “¿Eres una usuaria de magia?”

“Sí”, respondió la bruja.

“¿Usas magia ofensiva o defensiva?”

“¿Huh? Um...” 

La inesperada pregunta la dejó helada. Siasha no sabía mucho sobre la magia que se utilizaba en estas tierras y no quería dar una respuesta precipitada.

“Somos del medio de la nada”, cortó Zig, viendo su dilema. “Ha estado usando magia sin instrucción formal, así que no está muy familiarizada con los principios básicos.” Aunque no era un experto, él pensó que podría inventar una excusa plausible basándose en sus conversaciones anteriores.

“¿Ah, sí?”, reflexionó la recepcionista. “Podemos prestarle libros de referencia o incluso conseguirle un instructor si lo desea. No dude en pensar en ello.”

El concepto de libros de referencia llamó la atención de Siasha. “Okay.”

La mayoría de las veces utilizaba magia por instinto, así que tenía mucha curiosidad por saber cuáles eran los principios y cómo funcionaban.

“¿Tienes planes para unirte a un grupo con otros?”

Siasha ya estaba pensando en los conocimientos que contenían los libros cuando la pregunta de la recepcionista la devolvió a la realidad. 

Formar equipo con otros, ¿huh? pensó ella. Nunca he pensado en ello, ya que siempre he luchado sola.

Antes de todo esto, habría dicho inmediatamente que no, pero ahora...

“No estoy segura.”

“De acuerdo”, dijo la recepcionista. “No es un requisito, pero te recomendamos encarecidamente que te asocies con alguien que pueda luchar en primera línea. Es muy peligroso para los usuarios de magia estar en encuentros cuerpo a cuerpo.”

La declaración de la recepcionista fue una de las razones por las que Siasha pasó de negarse a trabajar en equipo a mostrarse insegura. Recordó su batalla contra Zig. Era un simple humano, él no podía sumergir una ciudad entera ni quemarla hasta los cimientos en un mar de fuego. Sin embargo, ella perdió la ventaja en cuanto él acortó distancias con ella.

Él dijo que era una cuestión de compatibilidad, pero todo el incidente fue increíblemente frustrante. A pesar de sus esfuerzos por lanzar magia a corta distancia, era innegable que los usuarios de magia estaban en desventaja en un combate cuerpo a cuerpo. Dado que las monstruosidades eran tan duraderas, necesitaba minimizar al máximo las posibilidades de que pudieran acortar distancias.

“Podemos presentarte a otros miembros que estén buscando grupo si presentas una solicitud al gremio”, dijo la recepcionista. “Sin embargo, se requiere que completes un cierto número de peticiones antes de presentar una solicitud. Las solicitudes también pueden ser denegadas en función de la conducta del solicitante o de su ritmo de finalización de solicitudes, así que tenlo en cuenta.”

Siasha asintió, prestando atención a la detallada explicación sobre las normas del gremio y otra información importante. Si quería pasar desapercibida, más le valía memorizarlos.

✧❂✧

Por lo que Zig pudo escuchar, parecía que Siasha estaba recibiendo una introducción razonable al gremio. Seguro de que no habría más problemas, echó un vistazo a los que seguían mirándolos.

La mayoría tenía los ojos puestos en Siasha. Los hombres seguramente la miraban por su buen aspecto, mientras que las mujeres parecían estar celosas. No parecía que nadie se diera cuenta de que era una bruja.

Los demás miraban a Zig de dos maneras. La primera era curiosidad, debido a su inusual arma. La segunda era de cálculo, ya que intentaban evaluar su fuerza. Aunque era sabido que no se podía medir con precisión las capacidades de alguien sólo con observarlo, una buena mirada podía dar una idea de si era competente o no. Los que le miraban con ojo calculador eran los que más probablemente podían ver y comprender las habilidades de Zig.

Él les devolvió brevemente la mirada con una mirada aguda. Su ceño fruncido era tan aterrador que los aventureros se congelaron e involuntariamente echaron mano a sus armas. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que Zig sólo estaba posando y recuperaron rápidamente la compostura. Normalmente, a Zig no le importaba que trataran de medirlo, ya que estaba acostumbrado a ello como mercenario, pero estaba de guardia. 

Hasta ahora, había notado innumerables cosas diferentes a las de casa, y ahora notó otra más — había muchas mujeres en el gremio. Las capacidades de los hombres y las mujeres eran obviamente diferentes, incluso las mujeres con talento que dedicaban su vida a la espada no eran físicamente rivales para un mercenario decentemente capaz. En su continente natal no había mujeres mercenarias, o si las había, ocultaban tan bien su figura que él no podía distinguirlas. Así era la vida allí. Pero a juzgar por dónde estaba, alrededor del veinte por ciento de los ocupantes eran mujeres. Todas tenían brazos delgados, tan delgados que no parecían capaces de blandir una espada.

Fue una escena tan extraña para Zig que su cabeza aún daba vueltas cuando Siasha terminó su proceso de registro. Ella se inclinó ante la recepcionista y la mujer le entregó una pequeña tarjeta.

Ella se volteó hacia Zig y le mostró orgullosa la tarjeta. “Ahora soy una aventurera.”

“Sií”, dijo Zig al salir de su ensoñación. “Eso es genial.”

“Gracias. Ahora puedo dar el primer paso. Aunque esta noche es un poco tarde, así que tendré que esperar a mañana para empezar a trabajar de verdad.”

“¿Deberíamos volver?”, preguntó él.

“Al parecer, hay una sala de referencia en el segundo piso. Me gustaría pasar por allí y tomar prestados algunos libros, si te parece bien.”

“Claro.”

La puerta que conducía a la sala de consulta estaba al final del pasillo. Dentro, se encontraron con el olor a papel viejo y la vista de las estanterías que cubrían las paredes.

“Esto es increíble, ¿no?” Dijo Siasha.

Siasha parece encantada, pensó Zig. Le deben de gustar mucho los libros.

Divisaron a alguien que parecía ser la bibliotecaria al otro lado de la sala y se dirigieron hacia allí. Zig examinó las estanterías mientras Siasha hablaba con la bibliotecaria.

Las estanterías estaban llenas de libros complicados. Aunque técnicamente pudiera leerlos, Zig creía que probablemente estaría muy por encima de sus posibilidades.

“Oh, ¿qué es esto...?”, dijo él.

Uno de los títulos le llamó la atención: Guía Ilustrada de Monstruosidades. Zig cogió el libro de la estantería y empezó a hojearlo. Contenía mucha información útil, como los nombres, la ecología y los parecidos de varias monstruosidades.

“Zig.”

Levantó la vista al oír la voz de Siasha, sin darse cuenta de que ya había leído una buena parte del libro. Lo cerró y lo devolvió a la estantería.

“¿Estás lista para salir?”, preguntó él.

“Sí, pero va a costar dinero.”

“¿Sólo para tomarlos prestados?”

La bibliotecaria explicó entonces que el dinero se utilizaba como garantía. La cantidad cubriría el precio del libro y se devolvería dependiendo de su estado cuando se devolviera.

Con una cortés reverencia, la bibliotecaria les aseguró que, si los libros no tenían nada de malo más allá del desgaste habitual, les devolvería la fianza íntegra. Por tanto, era muy importante tratarlos con cuidado.

“Okay, eso tiene sentido”, dijo Zig mientras sacaba su cartera. “Entonces, ¿cuánto es?” 

Siasha parecía incómoda. “Son... ciento cincuenta mil cada uno.”

“¿O-oh?”

Miró a Siasha y se dio cuenta de que llevaba dos libros en la mano. Unas gotas de sudor resbalaron por su cara mientras calculaba el total.

“Um, tengo mucho tiempo, así que puedo volver aquí y leerlos...”, dijo ella avergonzada.

Él sacó el dinero necesario y lo puso en la bandeja. “Tienen los conocimientos que necesitas, ¿verdad?” 

Después de contar exactamente treinta monedas, lo empujó hacia la bibliotecaria. Ella cogió la cantidad, anotó el número en la tarjeta de gremio de Siasha y confirmó la fecha de devolución.

Siasha se inclinó agradecida ante Zig mientras cogía los libros. “Muchas gracias.”

“No te preocupes”, dijo él. “Espero que saques mucho provecho de su lectura.”

“¡Lo haré!”, sonrió feliz Siasha. 

Mientras la bibliotecaria observaba a Zig, pensó para sí misma: Habría estado tan cool si no hubiera estado tan sudado.

✧❂✧

Después de levantarse temprano y desayunar, Siasha y Zig salieron de su alojamiento y se dirigieron al gremio. A pesar de lo temprano que era, ya había una cantidad decente de gente pululando y examinando las peticiones publicadas en los tablones.

“Nos vemos en un rato”, dijo Zig.

Siasha desapareció entre la multitud para empezar a buscar un trabajo que pudiera aceptar por ese día, mientras que Zig se apartó de toda la conmoción y se dirigió de nuevo a la recepción. Hoy había otra recepcionista de guardia. Se fijó en Zig y le preguntó si podía ayudarle en algo.

Durante su inscripción, Siasha había preguntado si los no miembros del gremio podían acompañarla en los trabajos y le habían dicho que era posible siempre que presentaran una solicitud, así que Zig había decidido hacer precisamente eso. Al parecer, los trámites eran muy sencillos y los aprovechaban bastantes miembros, sobre todo los que llevaban el equipo del miembro del gremio, pero a veces también lo solicitaban investigadores de monstruosidades.

“Me gustaría solicitar acompañar a un miembro.”

“Es su primera vez, ¿verdad?”, le preguntó la recepcionista. “Primero, tendrá que rellenar este formulario.”

Zig rellenó el formulario —que parecía mucho menos complicado que el papeleo de aventurero de Siasha— y se lo regresó.

“No hay restricciones para los acompañantes”, explicó la recepcionista, “pero ten en cuenta que tendrás que actuar con cuidado, ya que no tienes garantías ni protecciones del gremio. Además, el gremio no se involucrará en ninguna disputa que tengas con otro aventurero.”

“¿Qué debo hacer si uno me ataca?”

“Por favor, presente un informe a la policía militar.”

“Eso suena como un gran plan de acción”, dijo él, su voz llena de sarcasmo. “Estoy tan agradecido que creo que voy a llorar.”

La recepcionista ni se inmutó. “Gracias por su comprensión.” Le dedicó una sonrisa de atención al cliente y le entregó una tarjeta. Decía que podía acompañar a una aventurera, probablemente Siasha, en sus trabajos, pero que el gremio no se hacía responsable de lo que le ocurriera. A los ojos de la ley, no era más que una persona normal y sería juzgado en consecuencia. Pero, por supuesto, los muertos no cuentan cuentos.

Una vez completada su solicitud, Zig volvió a los tablones de peticiones de empleo. Parecía que Siasha había elegido su trabajo del día, pero no estaba sola. Había dos hombres de aspecto rudo sentados a su lado.

“Santo cielo”, murmuró Zig para sí mismo.

Teniendo en cuenta lo atractiva que era, no era de extrañar que los hombres acudieran a ella. Si no tenía suerte, este podría acabar siendo un trabajo de guardaespaldas más problemático de lo que había previsto. Pero, siendo así las cosas, Zig suspiró mientras se acercaba. Sin embargo, los fragmentos de conversación que pudo oír eran muy diferentes de lo que esperaba.

“Ya veo, ¿así es como se simplifica la magia?”, preguntó Siasha.

“Exactamente. Aprendes rápido, Siasha.”

“¡Todo es porque eres un buen profesor!”

“Cielos”, dijo con timidez uno de los hombres de aspecto rudo. “Vas a hacer sonrojar a un viejo si sigues así.”

Zig se detuvo en seco ante lo que oía. Siasha se fijó en él y le hizo señas para que se acercara.

“¡Zig! Estos son Bates y Glow, ¡son aventureros veteranos! Me han enseñado muchas cosas sobre la profesión.”

Los dos hombres le miraron. Bates era con quien hablaba, mientras Glow escuchaba en silencio su conversación.

“¿Tienes la cabeza bien puesta, hermano?”, preguntó Bates mientras señalaba a su alrededor. “Dejando a una chica tan guapa aquí sola.” Los otros aventureros que observaban desde la distancia —la mayoría de los cuales eran hombres jóvenes— apartaron los ojos ante su mirada. “Hay un montón de mocosos en celo pululando por estos lares[1].”

Parecía que estos dos habían intervenido para proteger a Siasha de las malas intenciones de los otros hombres. Zig se dio cuenta de cuánto había subestimado el efecto que ella tenía en los demás.

“Lo siento”, dijo disculpándose. “Parece que tenías que cuidar de ella.”

“Ah, no fue nada”, respondió el hombre que Siasha había presentado como Glow. “Todo forma parte del trabajo de un aventurero... cuidar de los novatos.”

“Tiene razón”, aceptó Bates. “Sólo esperamos que regreses el favor y ayudes a alguien si algún día te haces un nombre.”

“Así que así es como funciona el ciclo”, dijo Siasha pensativamente. “Comprendo.”

Tanto ella como Zig no pudieron evitar sentirse impresionados por el buen ejemplo que estaban dando estos expertos aventureros. 

Bates lanzó a Zig una mirada significativa. “Estaríamos encantados de presentarte a un posible compañero de aventuras, pero no parece que vayas a necesitar uno, huh.”

Zig se dio cuenta de repente de que había visto su cara antes. Bates fue una de las pocas personas a las que miró ayer.

“Tú tampoco eres un aventurero, ¿huh?”

“No”, respondió Zig. “Soy su guardaespaldas y portero.”

“Así está bien. Será mejor que no intentes nada, ¿me oyes?”

Eran unos tipos realmente honrados.

Después de que Siasha y Zig les dieran las gracias una vez más, los dos hombres volvieron con el resto de su grupo. Zig los vio alejarse y se giró para preguntar a Siasha por la petición que había decidido aceptar.

“Acepté una petición para sacrificar algunos lobos bolsa”, dijo  ella. “Al parecer, son ovíparos e incuban un montón de huevos en sus bolsas estomacales.”

“Eso es muy interesante y todo”, dijo él, “pero preferiría conocer algunos de sus rasgos y lo peligrosos que son.”

“Oh, claro.”

Siasha parecía ser del tipo erudito y le gustaba investigar las cosas que despertaban su interés, así que Zig supuso que ya tenía algo de información.

“Son una monstruosidad muy fértil, por lo que periódicamente se solicita su sacrificio”, explicaba ella. “Cuando su número aumenta demasiado, abandonan el bosque en busca de comida, así que es ahí donde debemos buscarlos. En cuanto a su factor de riesgo, parece que no hay mucha diferencia entre ellos y los lobos normales.”

Así que, básicamente, son peligrosos en manada, pensó Zig.

Una manada de lobos bien coordinada podía causar problemas incluso a un mercenario experimentado. Probablemente por eso eran tan comunes las peticiones de un grupo de aventureros para sacrificarlos.

“No parece un trabajo para novatos”, comentó él.

“Por eso lo elegí”, dijo Siasha. “Parecía la más difícil que había disponible para mí.”

Esa era probablemente otra de las razones por las que los jóvenes del gremio estaban tan intrigados por ella. Aunque la mayor parte de su interés probablemente provenía de motivos ocultos, tal vez también querían evitar que una principiante hiciera algo tan imprudente. Sin embargo, no la conocían tanto como Zig lo hacía. Siasha podría ser una aventurera novata a sus ojos, pero su destreza en combate era insuperable.

“Es un gran primer paso”, comentó él. “¿Ya estás apuntando a lo más alto?”

“Más o menos. Aumentar tu rango de aventurero tiene muchas ventajas. Hay algunos materiales mágicos de referencia que no se pueden revelar hasta que te conviertes en una clase determinada, así que ese es mi primer objetivo.”

“Si no te importa que pregunte, ¿los materiales de referencia hechos por humanos van a beneficiar siquiera a una bruja?”

Las capacidades entre las dos razas eran tan diferentes que no parecía probable que los conocimientos humanos le fueran de mucha ayuda.

Siasha asintió. “¡Claro que sí! Lo único que he hecho ha sido echar un breve vistazo a los libros, pero para ser sincera, los humanos de aquí parecen utilizar su maná de forma mucho más eficaz que yo.”

Zig se quedó estupefacto ante su respuesta. “¿En serio?”

“Los humanos pueden utilizar pequeñas cantidades de maná con eficacia, y han trabajado incansablemente para idear métodos que mejoren esos resultados. Muchos de ellos han contribuido a esta investigación durante cientos de años. ¿Cómo podría alguien como yo, que sólo lleva estudiando por su cuenta unos doscientos años, aspirar siquiera a competir? Cuando tienes una gran cantidad de maná, acabas siendo complaciente con un poco de ineficacia.”

Zig se dio cuenta de que, si Siasha estaba tan asombrada, la gente de aquí debía de ser mucho más hábil de lo que él creía. Los humanos, una de las especies más débiles, se habían esforzado tanto por utilizar eficazmente el poco poder que tenían que incluso una bruja tomaba ejemplo de ellos.

“¡Además, han diseñado herramientas que permiten a cualquiera usar magia!” exclamó Siasha. “¡Hay tantas cosas que aún no sé, así que quiero aprender!”

Por su forma de hablar, quizá era la primera vez que Siasha se interesaba tanto por algo que estaba ávida de conocimiento.

“Me alegra saber que tienes un objetivo en mente”, dijo finalmente Zig. “¿Deberíamos salir pronto? ¿A qué distancia está el lugar?”

“Unos siete días a pie”, dijo ella. “Pero... podemos llegar en un instante si usamos un método diferente.”

“¿Otra vez?” dijo Zig, perplejo. ¿Cómo podría alguien llegar al instante a un destino que estaba a siete días de distancia?

“Ya lo verás. Sígueme.” Siasha caminó hacia la habitación a su izquierda. Había una fila de aventureros esperando para entrar. Cada grupo pasaba al interior después de que cada miembro presentara su tarjeta en el mostrador de recepción. La fila avanzaba sin problemas y pronto llegó su turno. Siasha presentó su tarjeta e intercambió saludos con la recepcionista antes de entrar.

“Tarjeta, por favor.”

Zig mostró su tarjeta de acompañante a la recepcionista. Le devolvió la tarjeta y miró hacia la sala como si quisiera indicarle adónde tenía que ir. En el centro de la sala había una losa de piedra grabada con letras brillantes. Siasha examinó las letras con gran interés.

“Colóquese en el centro”, le ordenó un hombre vestido con una túnica.

Siguiendo sus instrucciones, se dirigieron al centro de la losa. Una vez que el hombre confirmó que estaban en la posición correcta, agitó la mano y pronunció un conjuro. 

La losa empezó a brillar.

La luz siguió expandiéndose hasta que fue lo único que pudieron ver.

Zig dio un grito de sorpresa cuando Siasha y él se vieron envueltos en una luz tan brillante que no pudo mantener los ojos abiertos.

✧❂✧

Su visión regresó cuando la luz se desvaneció.

Pero ya no estaban en una de las salas del gremio. En su lugar, un bosque desconocido se extendía ante ellos.

“¿Qué acaba de pasar...?” Dijo Zig mientras miraba a su alrededor.

Mirando a su espalda, vio lo que parecían las ruinas de una edificación de piedra. Estaba cubierto de musgo y tenía un aspecto tan ruinoso que era evidente que nadie había vivido allí desde hacía mucho tiempo.

“Es una de las antiguas herramientas mágicas — una piedra de transportación”, explicó Siasha. “Al parecer, cuando se crea una utilizando materiales específicos e imbuida de un círculo mágico, puede utilizarse para viajar hasta la ubicación de otra piedra de transportación. Es una antigua forma de magia que la gente no ha sido capaz de replicar en la actualidad.”

“De ninguna manera”, dijo Zig. “Si el público se enterara de estas cosas, el país entero —no, el mundo entero— se pondría patas arriba.”

“No es un sistema tan flexible”, afirmó ella. “Están bloqueados en determinados lugares y, si intentas moverlos, dejarán de funcionar.”

La primera impresión de Zig fue que estas piedras de transportación podían utilizarse para viajar entre los continentes, pero parecía que no eran tan convenientes. El único uso que parecían tener era proporcionar a los aventureros un método fácil de viajar a diversos lugares para poder cazar monstruosidades.

El bosque al que llegaron era más extenso que denso. La visibilidad no era mala, pero lo mismo podía decirse de su presa — probablemente les resultaría difícil adelantarse a una manada de lobos.

“Tenemos que caminar unos treinta minutos al oeste de la piedra de transportación para llegar a nuestro destino”, dijo Siasha. “¿Vamos?”

“Okay.”

La luz del sol brillaba a través del follaje mientras se abrían paso entre los árboles. Siasha no era físicamente fuerte, pero el haber vivido en bosques la había convertido en una experta en maniobrar a través de ellos.

Al cabo de un rato, llegaron a un claro. Estaba lleno de hierba que les llegaba hasta las rodillas, pero extrañamente no había árboles. Era como si estuvieran evitando la zona. 

Más allá del claro, el bosque se hacía más denso. Estaba poco iluminado y cubierto de espesa vegetación, y de sus profundidades soplaba una brisa tibia. Al escuchar el viento, Zig percibió el sonido de algo que se abría paso entre la maleza.

“Siasha.”

“Bien.”

Parece que ella también ha captado el sonido, porque ya estaba en posición de combate. Los lobos emergieron, extendiéndose como para rodearlos. Parecía haber al menos cinco lobos.

“¿Qué quieres hacer?”, preguntó Zig.

“Voy a atacar. ¿Puedes encargarte de cualquier rezagado que venga hacia nosotros?”

“Entendido.”

Las criaturas aún no se habían abalanzado, tal vez esperando a ver cómo respondía la pareja. Siasha empezó a lanzar un hechizo. El penetrante olor llegó a la nariz de Zig, que no perdía de vista los alrededores.

Antes de que los lobos los rodearan por completo, unos pinchos brotaron del suelo en forma circular con dos de ellos  en el centro. Lanzaron hierba por los aires, golpeando zonas en las que esperaba que se escondieran los lobos.

Algunos de los pinchos dieron en el blanco — los lobos ensartados cayeron desplomados desde sus puntas. Sus pieles no parecían muy gruesas, ya que las puntas penetraron limpiamente a través de sus cuerpos. 

Sin embargo, el hechizo de Siasha no acabó con la manada. Zig creía que al menos cinco más estaban al acecho. 

Los pinchos sólo habían cobrado tres vidas de ellos.

Un par de lobos bolsa se acercaron sigilosamente por la retaguardia. Se lanzaron a través de la hierba y se abalanzaron sobre ellos. Zig se giró y empujó la hoja inferior de su arma hacia un lobo bolsa que se acercaba.

Su arma se hundió en su cuello, matando al lobo al instante. Sacó la hoja del cadáver y aprovechó el impulso para lanzar un tajo hacia arriba al segundo, que se lanzó a seguir a su compañero. Clavó la hoja en el abdomen del lobo y estampó su cuerpo contra el suelo.

Volvió la mirada hacia Siasha para verla intentando ensartar a un último lobo que intentaba escapar. Con su pequeño número, los lobos no parecían ser una gran amenaza.

“Supongo que eso es todo, ¿huh?”, dijo Siasha. “Vamos a empezar a quitar algunas de las partes.”

Al parecer, lo que habían hecho antes con el jabalí acorazado era la costumbre de los aventureros. Extraer partes de las monstruosidades que mataban servía tanto como prueba de haber completado el trabajo como para ganar dinero vendiéndolas.

“¿Qué vas a tomar?”, preguntó Zig.

“Las bolsas”, respondió ella. “Son muy resistentes, pero también ligeras. He oído que también se pueden transformar en mochilas o impermeables. ¿Qué estás haciendo?”

Zig intentó taparse la nariz y la boca — ¿era porque los cadáveres apestaban? 

“No es nada”, dijo él rápidamente. “¿Qué tal si nos repartimos las tareas de remoción?”

“¡Sé que puede que no lo parezca, pero soy muy buena despellejando cosas!”

Siasha empezó a pelar con entusiasmo la piel de uno de los lobos. Fiel a su afirmación, era bastante diestra en ello. Para sacar la bolsa, metió la mano dentro y levantó la zona que la rodeaba. El olor era tan desagradable que sus ojos empezaron a humedecerse. 

“¡Eww!” se quejó ella. “¿Qué es esto? ¡Huele terrible!”

“Ya lo creo”, fue la seca respuesta de Zig.

“¿Cómo puedes soportar esto, Zig? Espera... ¿te estás tapando la nariz? ¡Eso es injusto! ¿Cómo supiste hacer eso?”

“No lo sé, exactamente.”

Pensó que era poco probable que un animal salvaje mantuviera muy limpio el interior de su bolsa. El olor probablemente estaba atrapado allí durante mucho tiempo y se acercaba al territorio de lo tóxico.

Siasha dejó escapar una larga retahíla de quejas mientras sacaba las bolsas, asegurándose de no tocar directamente las partes más internas.

Tan pronto como terminó de conseguir las piezas que necesitaba, Siasha fue a lavarse las manos, sonando al borde de las lágrimas mientras se quejaba. “Bleeech. ¡Esto huele tan mal… y ni siquiera me lo puedo quitar!”

Zig soltó una risita. Pero su sonrisa se desvaneció de inmediato al mirar hacia el bosque. Siasha se dio cuenta del repentino cambio en su comportamiento y dejó de quejarse.

El mercenario agudizó el oído. Además del crujido de hierba, la brisa arrastraba los débiles ecos de una batalla en la distancia.

“Alguien está luchando”, dijo él.

“No puedo oírlo, pero es probable que sea otro grupo. Algunos de los otros aventureros tomaron la misma petición que yo. Pero, hmm...”

Siasha se quedó pensativa. A pesar de haber leído los libros de referencia sobre magia, sus conocimientos seguían siendo increíblemente básicos. Dejando de lado la teoría, ella quería ver cómo era la magia en la práctica. Los libros de referencia mencionaban incluso que ver y experimentar la magia por uno mismo era un método excelente para profundizar en su comprensión.

“Zig, ¿podemos echar un vistazo?”, preguntó ella.

“Claro”, respondió él. “De todas formas, quería ver cómo se combate en este lugar.”

Decididos, Zig corrió hacia los sonidos y Siasha lo siguió.

El tiempo era esencial.

✧❂✧

A medida que el fragor de la batalla se hacía más fuerte, la pareja calmó sus pasos.

“Ten cuidado de no revelarte,” dijo Zig. “No puedes culpar a nadie por intentar reducirte si te atrapan espiando sus técnicas de batalla.”

“Entendido.”

Zig seguía guiándose por la mentalidad de mercenario — todos sus conocidos tenían un as en la manga que no querían revelar a nadie. Al fin y al cabo, ese conocimiento podía ser el factor decisivo para ganar o perder una batalla.

Sin embargo, esta forma de pensar parecía ser exclusiva de los mercenarios. Aunque no era raro que los mercenarios lucharan juntos en el campo de batalla un día y cruzaran sus espadas al siguiente, los aventureros no parecían ser tan despiadados. Quizá por eso no veían con buenos ojos a los mercenarios. 

Zig y Siasha no sabían cómo se comportaría el grupo que estaban observando, así que se escabulleron lentamente detrás de unos árboles cercanos para echar un vistazo.

Un grupo de cuatro aventureros luchaba contra seis lobos bolsa. Ya había cinco cadáveres de lobos bolsa tirados en el suelo. 

El grupo parecía estar bien equilibrado, con dos miembros al frente y dos en la retaguardia. Uno tenía una espada en una mano y un escudo en la otra. Contuvo a los lobos que les atacaban para que el otro luchador a su lado pudiera acabar con ellos con su espada larga. Detrás de ellos, una arquera y un usuario de magia golpeaban a los lobos que intentaban atacar por los flancos.

Los movimientos de todos eran suaves y fluidos, lo que demostraba lo bien que se coordinaban entre sí. Las monstruosidades, incapaces de aprovechar la ventaja de atacar en manada, encontraron su fin uno a uno. 

“Así es como se enfrentas a ellos”, murmuró Zig.

Fue una buena demostración de tácticas de combate. Cada miembro se cubría las espaldas mientras trabajaban para reducir el número de atacantes. El estilo de combate de Zig parecía torpe en comparación. Era como equilibrarse en la cuerda floja — un pequeño paso en falso podía significar el fin. Ellos, en cambio, no utilizaban métodos basados en la destreza individual, sino que trabajaban en grupo para potenciar sus puntos fuertes y cubrir sus puntos débiles.

Zig observó atentamente sus técnicas, con la esperanza de poder robarlas para sí mismo.

✧❂✧

 La batalla no tardó en llegar a su fin. Tras confirmar que el último lobo bolsa había muerto, el grupo se dividió en dos — uno montaba guardia y el otro retiraba las partes.

Zig reprodució el combate en su cabeza, tratando de memorizar hasta el último detalle.

“Eso fue increíble, ¿no?”, dijo Siasha.

“Sí, he sacado mucho más de lo que esperaba”, respondió Zig. “¿Y tú? No parecía que ellos estuvieran usando ningún truco llamativo.”

“En realidad, fue más que suficiente. Cuando los humanos lanzan hechizos, ellos...”

El aroma de magia llegó hasta la nariz de Zig. Siasha continuó explicando, sin darse cuenta de lo que estaba pasando. Ese olor le resultaba desconocido... casi como a hierba. Como no era el olor penetrante que él asociaba con la magia ofensiva, no hizo sonar sus alarmas internas, pero aun así giró en la dirección de donde provenía el olor. Parecía provenir del lugar donde los aventureros retiraban el botín de su presa.

¿Qué tipo de magia podrían estar usando? 

Fue entonces cuando se dio cuenta de que parte del paisaje parecía tambalearse ligeramente. Contempló la brillante visión en silencio.

“¿Zig?”, dijo Siasha con inseguridad.

¿Me están engañando mis ojos?

La arquera y el hombre del escudo eran los dos miembros del grupo que vigilaban. Eso tenía sentido, tácticamente hablando. Lo que significaba que el espadachín y el usuario de magia estaban recuperando las piezas.

Espera... ¿el usuario de magia?

La persona en cuestión estaba utilizando un cuchillo para cortar la bolsa. Parecía ser consciente del terrible hedor que desprendían porque llevaba guantes y se tapaba la boca. No parecía que estuviera usando magia.

A Zig se le erizaron los pelos de los brazos.

La luz del sol, que brillaba ligeramente entre los árboles, se refractaba de forma antinatural a unos diez metros por detrás del usuario de magia. Zig pudo distinguir una silueta nebulosa flotando, con la vista puesta en su presa. 

Zig se dio cuenta de que la distancia que se había asegurado de mantener para no ser atrapado significaba que no podría alcanzarlos a tiempo. 

“¡Detrás de ti!”, gritó Zig.

Al oír su advertencia, la arquera soltó inmediatamente una flecha en esa dirección y la envió volando hacia lo que se acercaba rápidamente.

La flecha impactó certeramente, pero no pareció causar mucho daño a fuera lo que fuera. Sin embargo, el ataque hizo que eso se ralentizara, dando al espadachín la mínima oportunidad de agarrar al usuario de magia y saltar a un lado.

Fuera lo que fuera, rápidamente se abalanzó sobre el cadáver que el usuario de magia estaba cortando para extraer las partes, se lo metió en la boca y lo desgarró en pedazos. La sangre brotó a borbotones, tiñendo su boca de rojo, al tiempo que el resto de la forma de la criatura empezaba a solidificarse.

En el aire flotaba lo que parecía un tiburón de seis metros de largo. Sin embargo, tenía la cabeza y la espalda alargadas como una serpiente y el cuerpo de color marrón negruzco. Sus ojos vacíos se movían inquietos. Lo más grotesco de todo eran sus branquias — se ondulaban cada vez que respiraba, mostrando a los aventureros los brillantes filamentos rojos de su interior.

“¡¿Un Tiburón Fantasma?!”, gritó uno de los aventureros. “¿Qué hace uno en un lugar como este?” 

“¡Debe de haber sido atraído por el olor a sangre!”, gritó uno de sus compañeros. “No estamos preparados para luchar contra una de esas cosas. ¡Retirada!”

El Tiburón Fantasma se volvió invisible una vez más, sin dejar rastro a pesar de estar cubierto de sangre por la flecha de la arquera. Cualquiera que prestara atención podía ver su brillo contra el paisaje, pero si apartaba la vista, sería difícil volver a rastrearlo.

“Listy, no le quites los ojos de encima”, indicó el espadachín. “No atacará mientras sepa que está siendo observado. Lyle, Malt, dejen que se lleve los cadáveres si quiere. Listy, Lyle, ustedes dos tomen la retaguardia. Iremos directo hacia atrás. ¡Todos, retirada!”

La arquera y el hombre del escudo se apresuraron a obedecer las instrucciones de su líder, replegándose y vigilando de cerca al Tiburón Fantasma. Lentamente, el grupo se retiró.

El Tiburón Fantasma, al ver que su presa estaba logrando escapar, empezó a darse un festín con los cadáveres de los lobos.

El espadachín vigiló al tiburón mientras su grupo se retiraba. Una vez que todos se hubieron retirado a salvo, él escudriñó rápidamente los alrededores, tratando de encontrar a quien les había avisado; sin embargo, el dueño de la voz no aparecía por ninguna parte.

✧❂✧

Zig y Siasha volvieron al gremio tan pronto como pudieron y dieron su informe, omitiendo convenientemente la parte del Tiburón Fantasma.

“¡Buen trabajo!”, la elogió la recepcionista. “Son resultados impresionantes para ser tu primer día. Estamos deseando ver tus proyectos futuros, pero asegúrate de que estén dentro de tus posibilidades.”

“Okay.”

Siasha lo había hecho muy bien para ser su primer día de trabajo. Con una amplia sonrisa, regresó junto a Zig.

“¿Cómo te fue?”, preguntó él.

“Bastante bien, si lo digo yo misma. Tengo 25000 dren.”

“¡Buen trabajo!”, comentó Zig. Esa cantidad no estaba mal para ser un día de trabajo.

“Si completo cuatro peticiones más de este nivel”, dijo Siasha, “ascenderé también a la siguiente clase.”

“¿Puedes ascender en el escalafón tan rápido?”

Siasha empezó entonces a explicar cómo funcionaban las promociones.

Después de adquirir diez puntos, podías pasar a la siguiente clase. Completar peticiones consideradas apropiadas para tu nivel actual te daba un punto. Terminar un trabajo destinado al rango inmediatamente superior te daba dos puntos — sin embargo, si fallabas, perdías el doble de puntos. 

Eso significaba que fracasar en una tarea de nivel superior te costaba cuatro puntos en total. Esto dificultaba aceptar encargos de un nivel superior al tuyo, a menos que tuvieras mucha confianza en ti mismo.

“También te pueden restar puntos si la petición no se cumple correctamente o por mala conducta”, siguió explicando Siasha. “Y, al parecer, si cumples con éxito una que el gremio te pide específicamente, puedes ganar puntos extra.”

Zig asintió. “Bueno, yo diría que ir lento pero seguro gana la carrera, en lugar de ser astuto y tratar de ganar puntos extra.” 

“Estoy de acuerdo. Si sigo el camino de conseguir un punto extra, sólo me faltan cuatro más.”

Más aventureros entraron en la sala del gremio mientras seguían charlando — entre ellos estaba el grupo con el que se habían encontrado antes.

“¿Realmente estuvo bien que no denunciara a esa monstruosidad?”, preguntó Siasha.

“Seguro que esos tipos dirán algo sobre ello”, le aseguró Zig. “Además, dudo que se traguen la excusa de que pasábamos por allí y casualmente lo vimos todo.”

El grupo había tenido mucho cuidado de vigilar su entorno, por lo que cualquier declaración sonaría extremadamente sospechosa.

“Probablemente me restarán puntos por mala conducta si descubren que estábamos espiando, huh...”

“Sí.”

✧❂✧

 “¿En serio?”, oyeron jadear a la recepcionista. “¿Te has encontrado con un Tiburón Fantasma?”

“Sí”, respondió el espadachín. “Todavía es temprano en la temporada de cría para los lobos bolsa. Probablemente fueron expulsados por eso.”

“Gracias por tu informe. Parece lógico que alguien de tu calibre sea capaz de hacer retroceder a un Tiburón Fantasma, Alan. Puede que sea la primera vez que oigo que uno toma desprevenido a un grupo y no deja un rastro de víctimas a su paso.”

La habilidad especial del Tiburón Fantasma lo hacía increíblemente difícil de detectar, por lo que las solicitudes para cazarlos sólo se emitían después de que alguien informara de una baja. Era muy raro descubrirlos de antemano. Afortunadamente, no se producían muchas bajas debido a su escasa población, por lo que el gremio no había emitido ninguna orden de exterminio ni desarrollado contramedidas proactivas.

“Sobre eso...” dijo el hombre llamado Alan. “La verdad es que nosotros tampoco nos dimos cuenta de que se acercaba. Si alguien que pasaba por allí no nos hubiera llamado y avisado, estoy seguro de que alguno de nosotros habría muerto.”

“¿En serio?”, preguntó la recepcionista. “¿Quién fue?”

Alan negó con la cabeza. “No lo sé. Todo ocurrió muy deprisa y estaban muy lejos. Por cómo iban vestidos, parecían aventureros.” Se quedó pensativo un momento. “En ese sentido, tengo que pedirte un favor.”

“¿Quieres saber qué grupos estaban en el bosque hoy?”

“¿Puedes hacerlo?”

La recepcionista se quedó pensativa. El protocolo decía que normalmente no se les permitía dar ese tipo de información, pero... se podían hacer excepciones si el motivo era legítimo. Pero, ¿cuánto debía revelar?

“Puedo decirte el número de grupos que fueron al bosque”, dijo ella, “así como sus nombres y las horas a las que partieron y regresaron. Eso es todo.”

“Es más que suficiente”, dijo Alan agradecido. “Gracias.”

La recepcionista levantó una mano. “Con una condición.”

“¿Y eso es?”

“Si los encuentras, quiero que informes también al gremio. Nos gustaría conocer las técnicas que pueden penetrar la indetectabilidad del Tiburón Fantasma.”

“No puedo prometerte que tengan lo que buscas. Hablaré con ellos al respecto, pero no puedes presionarlos si se niegan.”

“Está bien.” Le entregó una hoja de papel. “Aquí tiene.”

Alan cogió la lista y se dirigió hacia donde le esperaba su grupo.

✧❂✧

 “¡O-oh no!” Siasha comenzó a entrar en pánico. “¡Viene hacia aquí!”

“Actúa con confianza”, dijo Zig con calma.

Intentó tranquilizar a la consternada bruja mientras Alan se dirigía hacia ellos. Sin embargo, el espadachín pasó junto a ellos, sin reconocer a la pareja.

Siasha se desinfló, pareciendo inmediatamente aliviada.

“Sé que esto es muy posterior a los hechos”, dijo ella mientras iban a cenar, “pero quizá lo más fácil hubiera sido dejarlos morir.”

Él no se equivocaba.

“Cierto, supongo”, dijo Zig.

Si se hubieran sentado a observar, probablemente la monstruosidad habría acabado con todo el grupo y no tendrían que pensar en excusas que pudieran pintarlos como sospechosos.

“Aun así, aprendimos mucho observándolos”, continuó él. “Era justo que les hiciéramos una advertencia, ¿no?”

“Tienes razón”, reconoció ella.

“Si te cruzas con otras personas en un aprieto similar, quizá no sea mala idea echarles una mano, aunque sea un poco.”

Siasha parecía perpleja. “¿Aunque no parezcan útiles para mí?”

“Así es. Cuando se vive en la sociedad humana, lo importante es — no hacer enemigos y reunir algunos aliados.”

“¿Aliados, dices?” Preguntó ella, frunciendo su rostro. “Eso suena difícil...” 

Después de vivir tanto tiempo sola con enemigos, Siasha no podía comprender del todo que le dijeran que trabajara junto a otros.

“No estoy diciendo que necesites encontrar gente que no te traicione pase lo que pase”, dijo Zig. “Más bien... gente que te cubra las espaldas si te ven en apuros. Ya sabes, tener muchos contactos aunque sean superficiales. Sin duda te beneficiará al final.”

“Realmente no lo entiendo, pero... si es tu consejo, Zig, lo intentaré.”

Dieron por terminada la conversación y buscaron un nuevo restaurante.

“¿Qué tal ese?” Sugirió Siasha, señalando un restaurante de mariscos.

La ciudad de Halian estaba junto a la costa, así que seguramente un lugar que sirviera marisco no sería terrible.

“Muy bien, vamos.”

Entraron en el restaurante y tomaron una mesa en una esquina. Una vez que hicieron sus pedidos y el camarero se dirigió a la cocina, Zig se volvió hacia Siasha.

“Me lo dijiste antes”, dijo, “pero ¿en qué se diferencia la magia humana?”

“En pocas palabras”, respondió ella, “lo han automatizado. ¿Recuerdas cuando te hablé del proceso de invocación de magia?”

Zig rebuscó en sus borrosos recuerdos. “¿No era algo parecido a recogerlo, manipularlo y luego darle una forma?”

“¡Así es! ¡Han automatizado el proceso hasta la parte en que se manipula el maná!”

“¿Puedes... hacer eso?”

“Piensa en la piedra de transportación. Las letras que estaban talladas en ella eran sellos mágicos que ya contenían la técnica necesaria para el hechizo. Todo lo que necesita para activarse es un flujo de maná.”

“¿Así que estás diciendo que necesitas grabar figurativamente hechizos en tu cuerpo?”

“Para ser más precisos, lo que se graba tiene que quedar incompleto a propósito.”

Ah, así es como funciona, pensó Zig. 

Si se imprime una técnica en su totalidad, el usuario sólo podrá lanzar ese hechizo.

“¿Pero eso no sesgará el tipo de hechizos que puedes hacer en una dirección concreta?”, preguntó él.

“Siempre me ha costado recordar hechizos que no eran mi fuerte”, dijo Siasha. “Lo que están haciendo es una técnica muy efectiva para tener como una de las cartas bajo la manga, incluso si eres un especialista en magia. Significa que no tienes que perder tiempo preocupándote cuando llega el momento de usarla.”

Eso tenía sentido para Zig cuando recordaba su experiencia como mercenario. A veces, cuando había que tomar decisiones sobre la marcha, tener demasiadas opciones podía resultar perjudicial. 

Cuando un enemigo ataca, ¿debes intentar esquivar o bloquear? Si tomas represalias, ¿sería mejor usar magia o una espada? Como ya habías preparado lo que ibas a hacer, no habría titubeos en ese momento crucial. Otra ventaja de este sistema mágico era que sería fácil designar los roles a la hora de formar un grupo.

“Por supuesto, también hay desventajas”, continúa Siasha. “Te impide hacer ajustes detallados, pero creo que el aumento general de la eficacia merece la pena con creces. La innovación humana es impresionante.”

“Si me imbuyo de algunas palabras mágicas, ¿puedo usar magia también?”

“Nop. Tú, o debería decir, la gente de tu continente no tiene maná. Probablemente por eso puedes oler cuando se usa magia.”

Bueno, fue una noticia decepcionante para él. Sería muy útil añadir un proyectil o algo así a su arsenal sin tener que cargar con otro objeto.

Oler la magia preventivamente también tenía su utilidad, pero si le daban a elegir entre olerla o usarla, Zig elegiría lo segundo sin pensárselo dos veces.

Su conversación se estaba acabando cuando por fin llegó la comida. Zig había pedido aglio e olio espaguetis con marisco, mientras que Siasha eligió una paella.

“Whoa, esto es increíble”, se maravilló Zig, mientras se le hacía la boca agua con el aroma de su comida. 

Habían dado en el clavo al elegir este lugar — las raciones eran grandes y los precios razonables. Zig tomó nota de que volverían a comer aquí.

Siasha también parecía contenta con su selección. La paella estaba repleta de trozos de gambas y marisco y parecía tan deliciosa como sus espaguetis.

“¡Este también está muy bueno!”, dijo ella alegremente.

“¿Qué tal si intercambiamos un poco?”, sugirió Zig.

“¡Sí, hagámoslo! Yo también le he echado el ojo a tu pasta.”

Acabaron compartiendo la comida e incluso pidieron algunos platos más. Con un trabajo bien hecho y un restaurante que servía excelente comida, la cena fue muy satisfactoria.

“Hay algo que ronda en mi cabeza”, dijo Zig con aprensión mientras bebían el té después de comer. “Parece que hay un buen número de aventureras. Dejando a un lado el uso de magia, me pregunto si sabrán manejar una espada.”

Teniendo en cuenta la biología, tendría sentido que la mayoría fueran puramente especialistas en magia, pero también había visto a mujeres vistiendo atuendos de luchadoras cuerpo a cuerpo.

“La gente de aquí fortalece constantemente sus cuerpos con magia”, dijo Siasha. “Las mujeres suelen tener más maná que los hombres, así que son más o menos iguales en cuanto a destreza física.”

“¿Qué?” Zig se inclinó hacia delante desde su silla, incrédulo. “Son malas noticias. No sé cuánto pueden fortalecerse, pero significa que probablemente perderé contra alguien que tenga igual capacidad física que yo, ¿no?”

“Hmm.” Pensó ella por un momento. “Sobre eso... ¿Qué pensaste después de luchar contra los lobos bolsa?”

“En realidad, nada. Sería un poco molesto enfrentarse a ellos en grupo, pero individualmente no suponían ninguna amenaza. Sin embargo, podrían ser un reto para un mercenario novato.”

“Entonces tenemos un entendimiento más o menos similar. Sería difícil para un novato seguir el ritmo, pero no tanto para alguien con años de experiencia.”

Algo en esa información no le cuadraba a Zig. Aunque las mujeres fueran un poco torpes en combate, sus capacidades físicas mejoradas compensarían con creces sus carencias.

“Esto es sólo una especulación”, continuó Siasha, “pero creo que la capacidad física bruta de la gente de aquí es menor. Este fortalecimiento físico se produce a diario, probablemente sin que sean conscientes de ello. Aunque no sé si redujeron su fuerza física general debido a que la complementaron con maná o si originalmente eran débiles y desarrollaron maná para mejorarse. Lo mismo ocurre con esas monstruosidades — son capaces de mantener sus enormes cuerpos gracias al fortalecimiento con maná. Como resultado, hay una estrecha brecha entre las habilidades de hombres y mujeres, lo que permite a ambos desempeñar un papel activo en el combate.”

Zig se relajó un poco ante la explicación de Siasha. Además de su incapacidad para usar magia, temía que la habilidad física de la que dependía no pudiera compararse con la de la gente que vivía aquí. Con algunas de sus preocupaciones aliviadas, otra pregunta surgió en su mente.

“¿Cómo es que no me di cuenta de que se estaban fortaleciendo?”

“Porque no es necesario manipular el maná que influye en tu propio cuerpo”, respondió ella. “Sólo se utiliza para complementar los movimientos. Parece que no sólo compensan su capacidad física, sino su cuerpo en general. Sin maná, probablemente serían incapaces de curarse adecuadamente de las enfermedades y morirían.”

Zig se dio cuenta de que no se trataba de una ventaja adicional, sino de una habilidad natural. Aunque sonara increíble, tener que aumentar constantemente el maná también conllevaba sus propias desventajas y desafíos.

“Ya que hablamos de magia”, dijo Siasha, “esa monstruosidad también la usaba.”

“Cierto”, dijo él. “Fue pura suerte que me diera cuenta.”

Recordó la monstruosidad parecida a un tiburón que encontraron en el bosque y su habilidad para nadar por el aire mientras ocultaba su enorme forma. Sin duda, un enemigo desagradable.

Se quedó pensativo. “Si las monstruosidades pueden usar magia de esa forma, tendremos que reunir información sobre ellas de antemano.”

Tal vez debería buscar un informante de por aquí, pensó él. ¿Pero es eso lo que realmente necesito? Tal vez sería mejor consultar a alguien especializado en monstruosidades. 

Se le ocurrió otra idea. Oh, o podría consultar La Guía Ilustrada de Monstruosidades. Parece un buen libro. Quiero mantener nuestros gastos al mínimo, pero deberíamos volver y pedirlo prestado.

Sus cavilaciones fueron interrumpidas de repente por alguien que discutía sobre monstruosidades en una mesa cercana.

“¿Escuchaste que hubo un avistamiento de un Tiburón Fantasma?”

“Sí. Parece que Alan y su grupo pudieron ahuyentarlo.”

“Es impresionante. Esos chicos han estado en llamas últimamente. Deben estar llegando a la cuarta clase muy pronto, ¿verdad?”

“Estoy muy celoso. Pero como no se deshicieron de él, supongo que el gremio pondrá un aviso oficial pronto.”

“La última vez terminó siendo una búsqueda inútil, así que espero que esta vez acierten.”

“Aun así, es inusual que el gremio tenga información incorrecta.”

“Entonces, son aventureros de quinta clase...” Siasha murmuró. “Parecían un grupo capaz, así que tiene sentido.”

“¿Es buena la quinta clase?”, preguntó Zig. A juzgar sólo por el número, sonaba como el promedio.

“Bates dijo que más de la mitad de los aventureros registrados en el gremio son de séptima clase e inferiores.”

Eso confirmó sus sospechas — cualquiera por encima de la séptima clase era bastante competente. Parecía que el grupo con el que se habían encontrado se acercaba al final de la quinta clase y estaba a punto de subir de nivel.

¿Así que están en el extremo inferior de lo que el gremio considera avanzado? El grupo era más poderoso de lo que pensó en un principio. Probablemente tenían una influencia considerable que les permitía obtener la información que necesitaban.

“Eso podría ser malo para nosotros”, dijo Zig.

La probabilidad de que ese grupo no los encontrara era baja. 

“Recemos para que no sean del tipo mezquino...”, suspiró ella.

✧❂✧

El incidente ocurrió en la mañana de su tercer día de caza seguida de lobos bolsa. Zig vio cómo Siasha, que seguía con la cabeza en la cama, parecía despertarse por fin mientras desayunaban.

“¡Estoy cansada de esto!” Siasha echó humo mientras partía perfectamente por la mitad el trozo de pan que estaba comiendo.

“Hmm...” Zig se frotó la barbilla, pensativo, tratando de averiguar la razón de su repentina explosión. Era el segundo día consecutivo que le servía pan para desayunar. La noche anterior habían comido carne y la anterior, pescado.

No puede estar cansada ya de la comida, pensó. ¿Qué otra cosa podría ser? 

“Ah, ¿es el té?” preguntó él.

“No, no me refiero a eso”, espetó ella mientras untaba el pan con abundante mermelada.

Le dio un buen bocado, masticó enérgicamente y bebió un trago de té. No se quejó del té ni de la comida azucarada, así que supuso que no eran la causa de su arrebato.

“Quería decir que estoy cansada de cazar siempre el mismo tipo de monstruosidad”, suspiró Siasha.

“Oh, así que se trata de eso.”

Llevaban tres días con el mismo pedido, ya que era un trabajo muy eficiente, pero parecía que la emoción de luchar contra lobos bolsa se estaba agotando.

Zig, sin embargo, parecía desconcertado, como si no entendiera la razón de su aburrimiento.

“¿No te aburres, Zig?”, preguntó ella.

“Mi trabajo siempre ha consistido en luchar contra personas. Hacerlo tres días seguidos no me daría mucha tregua.”

“Oh, seguro...”

Él era un mercenario, alguien que se ganaba la vida matando personas. En retrospectiva, era un poco tonto preguntarle si alguna vez se cansaba de luchar contra el mismo enemigo.

“¿Quieres tomarte un día libre?”, preguntó él.

“Eso es... No”, respondió ella de mala gana. “Aun así iré.”

A pesar de estar cansada del trabajo, el deseo de Siasha de ascender rápidamente en el escalafón le impedía tomarse un día libre. Sin embargo, no parecía encontrarse en su mejor momento. 

Si seguía así, no sería capaz de rendir bien, y existía la posibilidad de que el hecho de emocionarse la llevara a cometer pequeños errores. Por desgracia, Zig dudaba de que ella estuviera dispuesta a tomarse un tiempo libre si él se lo pedía. Después de pensarlo unos instantes, recordó un consejo que una vez escuchó de un mercenario veterano.

“¿Por qué no terminamos rápido hoy y luego salimos un rato?”, sugirió Zig.

“¿Salir?” preguntó ella. “¿A dónde?”

“Podríamos ir a comprar ropa. Seguro que es problemático tener sólo esa ropa, ¿verdad?”

Siasha siempre vestía su túnica negra de bruja mientras trabajaban y se ponía la ropa de lino que había comprado en su continente natal durante sus ratos libres. Aparte de esas dos prendas, no tenía nada más.

“No hay mujer viva a la que no le haga ilusión que le compren ropa.”

Un mercenario veterano, que se consideraba un poco mujeriego, le había dado a Zig esas sabias palabras cuando bebían juntos. Se preguntó si ese mismo consejo era aplicable a una bruja.

Zig no tenía mucha experiencia con mujeres. Por supuesto, solía pasarse por burdeles para aliviar sus necesidades físicas cuando era necesario, pero sólo eran intercambios comerciales y lo único que hacía era pagar dinero por los servicios prestados; no era como si mantuviera conversaciones agradables con ellas. Sin otro punto de referencia, no tuvo más remedio que confiar en los consejos de su colega.

Siasha parecía ligeramente confusa. “¿Comprar ropa, dices...? Hmm.”

Debería haber sabido que habría una gran diferencia en cómo las mujeres humanas y las brujas perciben estas cosas, pensó. Como lleva tanto tiempo sola, probablemente no le preocupen demasiado las apariencias.

¿… Acabo de meter la pata en grande?

Él levantó despreocupadamente una mano para llamar la atención de Siasha mientras inspeccionaba su atuendo.

“Por supuesto, no tenemos que hacerlo si no te interesa”, dijo Zig. “Podríamos...”

“¿Y tú, Zig?” interrumpió Siasha. Tenía mirada baja y las yemas de sus dedos jugueteaban con los bordes de su vestido. “¿Preferirías que me vistiera elegante?”

En su tono había un toque inusual de formalidad, que lo confundió. Estaba actuando de un modo distinto al habitual. Zig tuvo la sensación de que responder afirmativamente sería lo más prudente.

“Sí. Eso estaría bien.”

“¿En serio?” Siasha empezó a jugar con su cabello, haciéndolo girar alrededor de las puntas de sus dedos.

Zig no estaba seguro de haber dicho lo correcto, pero ella parecía estar de mejor humor.

“Okay”, dijo ella. “Acabemos rápido con el trabajo y vayamos de compras después.”

Zig sintió una oleada de alivio al comprobar que el estado de ánimo de su cliente había mejorado notablemente. “Claro.”

Al parecer, el consejo que había recibido sobre la compra de ropa había dado en el clavo. Le preocupaba que los mismos principios no se aplicaran a una bruja, pero a juzgar por lo rápido que se animó, las brujas tenían los mismos intereses que las mujeres humanas. Le debía un gran agradecimiento a aquel conocido playboy, aunque no pensaba volver a verlo.

Siasha terminó alegremente el resto de su desayuno y comenzó a prepararse para su partida. Incluso tarareaba alegremente para sí misma. Si la perspectiva de tener ropa nueva le gustaba tanto, debía de estar realmente insatisfecha con su conjunto de lino.

Satisfecho con la forma en que había manejado la situación, Zig terminó su té y comenzó a prepararse para ir a trabajar.

✧❂✧

Su trabajo del día terminó sin mayores incidentes. A diferencia del primer día, no se encontraron con nada fuera de lo común, y regresaron a la zona de recepción del gremio después de matar a varios Lobos Bolsa. No había nadie más en fila a esa hora del día, así que Siasha pudo dar inmediatamente su informe.

“Muy bien, gran trabajo el de hoy”, comentó la recepcionista. “Parece que has terminado bastante rápido hoy.”

“Tengo pensado ir de compras con Zig cuando acabemos aquí”, dijo Siasha.

La recepcionista sonrió. “Suena bien. Cuidar la salud física es importante, pero encontrar formas de desestresarse también es esencial para los aventureros. Ustedes dos tienen...” Su sonrisa desapareció de repente. “Oh querida, parece que tu compañero está recibiendo una reprimenda de nuevo.”

Siasha siguió la mirada de la recepcionista hacia el otro lado del pasillo y vio a unos cuantos jóvenes merodeando alrededor de Zig. Estaba demasiado lejos para oír lo que decían, pero era obvio que no estaban teniendo una charla agradable. Parecía que este grupo de jóvenes aventureros había decidido meterse con Zig mientras esperaba a Siasha.

La bruja se acarició la barbilla, incrédula, mientras contemplaba la escena.

“Llevo tiempo preguntándome, pero ¿no tiene Zig un aspecto intimidante?” Pensó ella en voz alta. “¿Por qué le darían tanto dolor de trasero a alguien que parece tan duro como él?”

No era la primera vez que los jóvenes aventureros intentaban pelear con él. Cualquiera podía ver que estaban celosos porque él era la siempre presente tercera rueda que les impedía acercarse demasiado a la bella Siasha.

Si el aura amenazadora y la estatura de Zig no les disuadían, algo tenía que estar fallando en su sentido de la autoconservación.

La recepcionista se rascó la mejilla con una sonrisa tensa. “Bueno, hay una razón para que...”

“Lo desprecian por su musculatura”, terminó su frase con una voz grave.

Siasha se dio la vuelta y vio a un hombre de aspecto amable, calvo y con un físico corpulento similar al de Zig, que se acercaba al mostrador. Le lanzó un guiño.

“¡Bates!”

“Hola, Siasha”, dijo, levantando una mano para agradecer su saludo. “¿Cómo ha ido tu aventura?”

“Muy bien, gracias.” Después de entregar unos papeles, miró en dirección a Zig con expresión divertida.

Todavía confundida por la declaración anterior de Bates, Siasha decidió sonsacarle más información. “¿Por qué lo desprecian de lo musculoso que es?”

“Mejorar tu cuerpo con magia es importante para los aventureros”, respondió Bates, “especialmente para los que están en primera línea. No es exagerado decir que cuanto peor se te dan las artes de mejora, más tienes que aumentar tu fuerza física. Los tipos que tienen que entrenar tanto que se vuelven voluminosos son señal de una magia de mejora poco desarrollada... Al menos, eso es lo que les gusta decir a los jóvenes cachorros que acaban de acostumbrarse.”

“Oh... bueno, supongo que puedo ver de dónde viene”, dijo Siasha, aunque no estaba del todo segura de estar de acuerdo con esa filosofía. “Sin embargo, tampoco parece que sea una pérdida de esfuerzo el tonificar el cuerpo de uno.”

“No sé qué les da esa impresión.” Bates se acarició la barbilla, pensativo. “Pero no puedo negar que perfeccionar las habilidades de mejora te hace parecer visiblemente más fuerte que hacer ejercicio. Es cierto que los tipos con menos maná tienen que aumentar el volumen para complementar su forma física. Como yo, por ejemplo.”

Bates también tenía un físico bien entrenado, pero contaba con muchos logros a su nombre, por lo que nadie se lo ponía difícil. Zig, en cambio, seguía siendo prácticamente un don nadie.

La recepcionista suspiró mientras revisaba y sellaba los documentos de Bates. “Hay gente que juzga un libro por su portada vayas donde vayas. Una vez que se les mete en la cabeza que algo es 'correcto' pierden de vista todo lo demás.”

Bates le devolvió los papeles y se los metió en el bolsillo. 

“Bueno, ésa es la razón por la que un cierto número de ellos se lo ponen difícil a los musculosos. Después de un tiempo, suelen mejorar hasta el punto en que su magia de mejora llega a una meseta y entonces llegan a la conclusión obvia de que serían más fuertes si entrenaran tanto mágica como físicamente. Supongo que se diría que es la locura de la juventud.”

“Ya veo”, dijo Siasha. “Así que es por eso.” Por fin tenía sentido por qué sólo los hombres más jóvenes se metían con Zig.

“Su naturaleza dócil también juega un papel en ello. Si esos mequetrefes intentaran ese tipo de babosadas con cualquier aventurero veterano, no vivirían para ver el día siguiente.”

Siasha nunca había visto a Zig usar la fuerza física de ningún tipo fuera de batalla. Los aventureros de este continente tendían a ponerse colorados si alguien los menospreciaba, así que quizá veían a Zig como un blando porque nunca se defendía.

Zig ignoraba los abucheos que le lanzaban los hombres, pero cuando vio que Siasha había terminado su informe, se levantó de su asiento y esquivó hábilmente a los aventureros que intentaban agarrarlo. Protestaron, diciendo que aún no habían terminado de hablar. Algunos intentaron seguir a Zig, pero se quedaron inmóviles cuando Bates los miró mal.

Al ver la mirada amenazadora del veterano aventurero, se les drenó la sangre de la cara y se escabulleron con el rabo entre las piernas. Zig dirigió a Bates una mirada de agradecimiento, a la que el hombre respondió levantando despreocupadamente una mano.

“Perdona la larga espera, Zig”, se disculpó Siasha.

“¿Estás lista para irnos?”, preguntó.

“Sí. Salgamos.”

Salieron del gremio y caminaron por la calle bordeada de armerías y otras tiendas que abastecían a los aventureros. Su destino era el centro del distrito comercial, una zona densamente poblada de tiendas que vendían mercancías generales y otros diversos artículos. 

En lugar de elegir una de las tiendas de ropa usada de las afueras, entraron en una sastrería con un regio escaparate. Dentro esperaban un sastre de mediana edad y su hija.

“¡Bienvenido!”, dijo la mujer. “Oh, ¿has traído a alguien contigo hoy?”

“Sí.” Zig señaló a Siasha. “Me gustaría conseguir algo de ropa para ella.”

A Siasha no se le escapó el detalle que el mercenario y la hija del sastre ya se conocían. ¿Había comprado Zig aquí antes?

“¿Qué es esto, Zig?” Dijo Siasha. “¿Vienes a tiendas como está a menudo?”

“Por supuesto que no”, dijo él. “Bueno, normalmente no, pero no tenía elección.”

La hija del sastre se echó a reír. “¡Este maravilloso cliente tiene un cuerpo tan grande que no pudo encontrar ni una sola prenda en las tiendas de ropa usada que le quedara bien!”

La joven no lo había dicho con mala intención, pero tanto Zig como su padre se llevaron las manos a la cabeza. Siasha no pudo evitar soltar una risita — parecía el tipo de problema que tendría Zig. 

“¡Vaya, qué bonita!”, comentó la hija del sastre. Con la belleza sobrenatural de Siasha y su amplia sonrisa, parecía radiante. “Debe de ser más de lo que parece, Señor.” Empujó a Zig en el brazo varias veces, cautivada por la belleza de Siasha a pesar de que ambas eran mujeres.

“Sólo es mi cliente”, respondió él, echando un vistazo a la tienda.

La joven no había mentido — no pudo encontrar ninguna prenda usada que se adaptara a su complexión, por lo que se había visto obligado a encargarla a medida. Como sólo pedía habitualmente las mismas piezas para sí mismo, nunca se había fijado bien en los diseños de prendas para mujer.

“¿Qué tipo de traje te gustaría?”, la hija del sastre, preguntó a Siasha. 

Inmediatamente ella volteó hacia Zig. “¿Qué tipo de ropa te gusta, Zig?”

Es tu atuendo, le quiso decir, pero se mordió la lengua al recordar su conversación de aquella mañana.

Es probable que, por primera vez en su vida, intente elegir la ropa con estilo. Sería cruel pedirle que eligiera en el acto sin ofrecerle siquiera unas palabras de aliento.

Decidiendo que era su deber (por esta vez) ayudarla a elegir algo, Zig decidió replantearse lo que iba a decir.

“¿Sabes tu talla?”

“Tengo una idea general”, dijo ella. “Pero si me pidieras que te diera cifras...” Murmuró algo sobre no estar segura. 

Zig le puso una mano en el hombro y le guiñó un ojo a la hija del sastre. “¡Está en tus manos! Tómate todo el tiempo que necesites.”

“¡Entendido!”, declaró la hija del sastre. “Por aquí por favor, Señorita.”

“¡¿Huh?! U-um...”

“¡No hay necesidad de preocuparse por nada!”

Mientras Siasha era conducida a la parte trasera de la tienda para que la tomaran medidas, Zig dirigió su mirada al sastre que había observado en silencio toda la escena. El hombre de mediana edad, bien peinado, asintió a Zig en silencio antes de empezar a instruirle en el arte de elegir ropa de mujer. El sastre conocía bien la psique de los hombres vulgares e inútiles que no sabían nada sobre el tipo de prendas que harían las delicias de las mujeres y enseñó a Zig en consecuencia.

“Tienes unas proporciones increíbles...”

La envidia en el tono de la hija del sastre era palpable mientras miraba a Siasha con admiración. Si Zig o el sastre pensaban lo mismo, se habrían callado para sí mismos.

El hecho de que Siasha encajara en la versión de exhibición de las prendas sin apenas alterarse, era la prueba de las palabras de la hija del sastre — en este continente, ella tenía la figura ideal.

“Me siento... un poco avergonzada”, dijo Siasha tímidamente.

Llevaba un vestido negro y azul apagado. La falda tenía aberturas altas que dejaban al descubierto una buena cantidad de pierna, aunque su pudor quedaba preservado por los pantalones cortos y la ropa interior que llevaba debajo. El corte del vestido y la ropa interior facilitaban los movimientos, una ventaja cuando se trataba de correr y luchar. 

El conjunto incluía una capa con adornos de piel y guantes hasta el codo, así como un cinturón de cuchillos y una bolsa alrededor de la cintura. Para completar el conjunto, la hija del sastre le hizo calzar unas robustas botas hasta la pantorrilla. Su lustroso cabello negro se veía acentuado por un adorno que Zig había seleccionado mientras esperaba a que se vistiera. Era del mismo azul que sus ojos y añadía un brillante toque de color.

“¿Qué piensas, Zig?” preguntó Siasha con ansiedad. 

Creo que nunca he visto un ejemplo mejor de alguien que carezca de conciencia de sí misma, pensó él.

Siasha ya tenía un rostro encantador. Con su aura de otro mundo y sus ojos de un azul cautivador, tenía un encanto hechizante que su apariencia por sí sola no podía superar. Las nuevas prendas no hacían sino realzar aún más su belleza. 

“Sí. Está bien”, fue la única respuesta que consiguió reunir. Ni que fueras virgen, se reprendió él internamente. 

La sonrisa tonta de la hija del sastre también empezaba a ponerle nervioso.

“¿En serio?” Siasha esbozó una sonrisa de satisfacción. “Me alegra oír eso.”

Ella no sabía qué pasaba por su cabeza para provocar aquella reacción tan forzada, pero comprendió que aquellas palabras eran un cumplido sincero.

✧❂✧

Durante los días siguientes, Zig y Siasha siguieron cazando Lobos Bolsa. A pesar de ser repetitiva, la paga era decente y la petición seguía siendo la forma más lucrativa de conseguir los puntos que necesitaba para alcanzar el siguiente rango. 

Y parecía que la terapia al por menor había surtido efecto, porque Siasha realizaba alegremente su trabajo sin más quejas. Para estar seguros, siempre buscaban su presa lejos de donde se encontraron por primera vez con el Tiburón Fantasma. A pesar de que Zig temía un ataque, pudieron terminar el trabajo sin incidentes.

Al quinto día, Siasha le preguntó a Zig si podía encargarse de la matanza, mientras él sólo montaba guardia en los alrededores. Quería hacer ajustes a la fuerza letal necesaria para matar monstruosidades, así como probar si podía mantener la distancia.

El día terminó sin problemas, y Siasha se dirigió directamente a la recepción de regreso al gremio.

“Enhorabuena”, dijo la recepcionista cuando la bruja hizo su informe. “Tu calificación ha superado los diez puntos, ¡así que has ascendido a la Novena Clase!”

“Muchas gracias”, dijo Siasha. Ya era hora, fue lo que pensó, pero contuvo su exasperación e hizo un ademán de parecer muy agradecida por su ascenso.

“Es increíblemente impresionante cómo has alcanzado el siguiente rango tan rápidamente. Pero...”, la recepcionista lanzó una mirada de preocupación, “estás trabajando demasiado, así que asegúrate de descansar. Es más probable que cometas errores por descuido cuando estás cansada.”

“¿Estoy trabajando demasiado?”, preguntó Siasha. “¿Con qué frecuencia los aventureros suelen aceptar trabajos?”

“El grupo promedio se toma un día libre cada dos días. Incluso los grupos de alto nivel trabajan un máximo de dos días seguidos antes de descansar uno. Para ser sincera, es muy irregular encontrar a alguien como tú que trabaje sola todos los días.”

Lo que estoy haciendo es irregular, ¿huh?, pensó Siasha. No quería hacer nada que me hiciera destacar... Es un poco pesado, pero supongo que tendré que tomarme un día libre de vez en cuando.

“Tienes... razón”, dijo ella. “Puede que me haya esforzado demasiado. Debería aprovechar para descansar un poco.”

“Por favor, hazlo. Además, como has superado el número requerido de solicitudes, ahora puedes ser presentada a los grupos. ¿Te interesa?”

“Um... Lo dejaré por ahora.” Si iba a formar equipo con humanos, Siasha necesitaba conocer mejor los hechizos que usaban habitualmente.

Afortunadamente, la gente de aquí no parecía tener la capacidad de percibir la cantidad de maná que alguien poseía. Mientras no usara hechizos a gran escala, podría pasar desapercibida.

La recepcionista asintió. “Entendido. Además, te has convertido en un tema candente por aquí, Siasha. Si alguien trata de solicitarte, por favor repórtalo al gremio y nos encargaremos de ello.”

“¿Soy un... tema candente?”, se hizo eco. Siasha no estaba muy segura de lo que eso significaba, pero no sonaba bien después de pensar en lo mucho que no quería destacar.

“Las aventureras no son particularmente raras en sí mismas”, dijo la recepcionista, “pero además de ser una novata prometedora, eres alguien con buen aspecto que trabaja en solitario. Para ser sincera, probablemente haya algo raro en los hombres que no intentan acercarse a ti.”

En el pasado, Zig también había mencionado algo sobre su atractivo, pero nunca había tenido la oportunidad de comparar su aspecto con el de los demás. El concepto de belleza no era algo que entendiera del todo después de haber estado sola tanto tiempo.

Zig nunca reaccionó así conmigo, así que supuse que era sólo un halago...

El mercenario estaba siendo rudo y no expresaba abiertamente sus sentimientos, sino que prefería mostrarlos a través de sus acciones. Era de fiar, pero a ella le costaba entenderlo.

La recepcionista se quedó pensativa. “Supongo que se han callado porque hasta ahora no has podido ingresar a ningún grupo, pero no dudo de que pronto recibirás muchas invitaciones.” Ella frunció el ceño. “Muchos de los jóvenes no prestan atención a lo que ocurre a su alrededor, así que es posible que se acerquen a usted, aunque su acompañante masculino esté cerca.”

Siasha esperaba que una mirada amenazadora de Zig ahuyentara a cualquiera, pero por lo que decía la recepcionista, probablemente no sería suficiente. Empezaba a tener la sensación de que había veces en que la lujuria de un hombre superaba su deseo de vivir.

“Entendido”, dijo ella finalmente. “Denunciaré a cualquiera que me moleste antes de que Zig se encargue de él.”

“Tengo la sensación de que muchas situaciones van a ser estas últimas. ¿Es poderoso?”

Durante su tiempo en el gremio, la recepcionista vio e interactuó con muchos tipos de personas. Aunque no fuera una guerrera experta, tenía un don para detectarlos.

“Demasiado”, dijo Siasha escuetamente.

La recepcionista suspiró, la respuesta de la bruja confirmaba sus sospechas. “Le agradecería mucho que avisara al gremio antes de que llegue tan lejos...”

Con una risita al ver la mueca de la recepcionista, Siasha se despidió de ella y se dirigió al comedor.

“Por aquí.”

Zig llamó a Siasha levantando la mano. Incluso sin el gesto, era difícil no verlo — su enorme figura destacaba entre el resto de la multitud. Se acercó a él y le mostró su tarjeta con una sonrisa de suficiencia.

“Me han ascendido”, dijo ella orgullosa.

Zig aplaudió ligeramente. “Felicidades.”

El rostro de la bruja frunció en una mueca de insatisfacción. “También me ha dicho que necesito tomarme un descanso... que he estado trabajando demasiado.”

“Bueno, tiene razón.” Zig no parecía sorprendido. Él había esperado que ese pudiera ser el caso.

“¡Pero si ni siquiera me siento cansada!”

“Se supone que debes descansar antes de llegar a ese punto.” Él no pudo reprimir una pequeña sonrisa ante su enfado. “Tienes que estar en condiciones físicas óptimas cuando te acuestes y te despiertes. Si sigues forzándote, sólo estás pidiendo ser un blanco fácil cuando ocurra lo inesperado.”

“Bien”, resopló Siasha.

Zig podía empatizar un poco. Que te pidan que pises el freno justo cuando has encontrado algo que te gusta fue una experiencia por la que él también había pasado. 

Cuando su manejo de la espada empezó a mejorar, se había entusiasmado tanto con la perspectiva de hacerse más fuerte que empezó a blandir su arma como un loco... hasta que uno de los mercenarios veteranos lo molió a palos para hacerle parar.

“Suficiente de pucheros”, dijo él gentilmente. “¿Por qué no salimos mañana? Encontré una tienda grande que vende ítems mágicos—”

“¡¿Has dicho ítems mágicos?!”, se animó ella. “¡Me apunto, me apunto!”

Zig soltó una risita al ver lo rápido que se subió a bordo ante su sugerencia.

“¡Vamos justo después del desayuno!”, dijo ella antes de cambiar rápidamente de marcha. “Oh, ¿puedes esperar un momento? Voy a pedir prestados más libros.”

“Seguro.”

Esa era otra de las razones por las que Siasha había estado tan ansiosa por ascender — ya había leído la mayoría de los libros que tenía a su disposición como aventurera de Décima Clase. Ascender significaba tener acceso a más material de lectura. Aparte de completar pedidos para el gremio, lo único que la había mantenido ocupada en los últimos días era la lectura.

✧❂✧

Mientras veía alejarse a Siasha, Zig decidió pedir una copa.

“¿Puedo sentarme aquí?”

Levantó la vista y vio a una mujer vestida con ropas holgadas. Lo que le llamó la atención fue su cabello plateado y su figura femenina, pero lo más característico de su aspecto era el trozo de tela que le cubría los ojos.

¿Qué es, una sacerdotisa ciega?, se preguntó Zig. 

Rápidamente echó un vistazo al comedor. Había un número decente de personas, pero no estaba completamente lleno. Tenía que haber una razón por la que ella eligió sentarse a su lado.

Sus sentidos le decían que aquella mujer era cualquier cosa menos común.

“Adelante”, dijo él.

Zig señaló el asiento de enfrente con la barbilla, enarcando una ceja mientras vertía agua de una jarra en una taza y se la ofrecía.

“Gracias.”

La mujer se sentó con elegancia, apoyando la barbilla en la palma de la mano. Cuando él le tendió la bebida, ella aceptó y bebió un sorbo. Aunque ella no podía ver, él era consciente de que le estaba observando. Ignorando su escrutinio, dio un sorbo a su té, manteniendo el rostro completamente inexpresivo. Siguieron bebiendo hasta que la mujer, que parecía haber llegado al límite de su paciencia, rompió el silencio.

“¿No vas a preguntar por qué estoy aquí?”

“Creí que solo querías compartir mesa conmigo”, respondió Zig cortésmente.

La mujer se puso rígida ante su gentil comportamiento. Cuando él no dijo nada más, ella procedió a hablar. 

“Estoy buscando a alguien en nombre de Alan. Quiere agradecerles su ayuda”

“Agradecerles”, huh...

“¿Ah, sí?” dijo él. “No sé nada sobre eso. Creo que le estás hablando al árbol equivocado.”

“Me reuní con todos los demás grupos que trabajaron en esa solicitud el mismo día y a la misma hora. También dijeron que no tenían ni idea. ¿No te parece extraño?”

Sabía que esto iba a terminar mordiéndonos el trasero.

Enemistarse con sus semejantes sólo trae problemas, aunque no pudo evitar sospechar que el rastro le había conducido hasta ellos en tan poco tiempo.

“He investigado a los otros grupos”, continuó la mujer. “Aunque no eran débiles ni mucho menos, no parecía que ninguno de ellos tuviera la capacidad de ver a través de los trucos de un Tiburón Fantasma. Sólo había un grupo del que no tenía información.”

Así que era eso, se dio cuenta Zig. Descartaron al resto de sospechosos por ser demasiado ordinarios. Siasha también estaba en el punto de mira como novata prometedora. Las conexiones tenían sentido.

“Sin embargo, el miembro de ese grupo —perteneciente al gremio— era mujer. Alan dijo que era una voz masculina el que gritó la advertencia. Pensé que sería otro intento fallido, pero ¿no te lo imaginabas? Al parecer, esa chica siempre lleva a un compañero masculino para llevar sus cosas.”

La mujer del antifaz parecía mirarlo fijamente, esperando una reacción. Zig le devolvió la mirada, con expresión pétrea.

“Me sorprendió conocerte por fin”, dijo ella. “Cuesta creer que sólo lleves equipaje. Nunca he conocido a un asistente que fuera tan... grande.”

“Soy un profesional experimentado”, dijo él. “Un portero veterano por derecho propio.”

“¿Y el arma que llevas?”

“¿De qué otra forma voy a defender el equipaje?”

“Ya veo.”

Su expresión no vaciló. 

La mujer del antifaz pareció darse cuenta de que su planteamiento no llevaba a ninguna parte, y su tono se volvió severo. “Permítame ser franca con usted. Yo—”

Su rostro palideció de repente.

Era como si algo en su interior se agitara violentamente, y su cuerpo empezó a sudar frío. Su respiración se hizo cada vez más agitada y sintió una creciente necesidad de masajearse el estómago. Apretando los dientes, la mujer trató desesperadamente de impedir que se abrieran la compuerta trasera.

“¿Estás bien?”, le preguntó el hombre que tenía enfrente.

“S-sí. Estoy bien.” El simple hecho de responder la hacía sentir como si estuviera tambaleándose al borde del abismo.

“¿Estás segura de eso? No deberías forzarte a mantenerlo dentro. Parece que te mueres por ir al baño, ¿huh?”

La epifanía la golpeó como una carga de ladrillos.

¡Este bastardo!

El hombre había estado sorbiendo té todo el tiempo y ni una sola vez tocó el agua.

La miró con una sonrisa exasperante. “Ah, claro. ¿Ibas a preguntarme algo? Me siento caritativo en este momento, así que te diré lo que quieras saber... despacio y con todo lujo de detalles.”

Su rostro se torció en una mirada de odio. “¡Imbécil...!”

“¿Qué quieres decir? Creo que la que necesita cagar eres .”

¡Tch!

Zig observó divertido cómo la mujer del antifaz se alejaba a toda prisa. Era evidente que tenía prisa, pero sus movimientos eran increíblemente lentos para no provocar... un accidente.

Siasha regresó justo a tiempo y lanzó a la mujer una mirada curiosa.

“¿Qué le pasa?”, preguntó ella.

El mercenario se encogió de hombros. “Ni idea.”

✧❂✧

Al día siguiente, después del desayuno, Zig y Siasha se dirigieron a la tienda de ítems mágicos.

A diferencia de cómo los humanos sólo se imbuían parcialmente para simplificar el proceso de activación mágica, los ítems mágicos estaban completamente grabados con un hechizo concreto. Sin embargo, el encantamiento por sí solo no bastaba. Dependiendo del uso que se les fuera a dar, los ítems también debían moldearse con determinados materiales. Cuando se usaban para lanzar magia, el diseño favorecía la activación del hechizo. Las especificaciones de diseño no eran tan particulares cuando se trataba de hechizos sencillos, como los que producían pequeñas llamas o agua purificada — eran los conjuros más fuertes los que eran más estrictos con sus formas y componentes. 

Aunque eran extremadamente útiles, los ítems mágicos debían utilizarse para compensar los atributos más débiles de una persona y no para potenciar sus técnicas superiores. Tampoco podían blandir un ítem mágico más potente que sus propios hechizos porque carecían del maná necesario para activarlo.

“Lo mires por donde lo mires”, murmuró Zig decepcionado, “alguien como yo que no puede usar el maná en absoluto está jodido en la suerte…”

En contraste con la melancolía interior de Zig, Siasha estaba tan entusiasmada como una niña en una tienda de golosinas, examinando todos los artículos a la venta y haciendo una pregunta tras otra a los empleados.

Debería dejarla tranquila un rato, pensó Zig.

Decidió echar un vistazo a la tienda mientras la esperaba. Era fascinante ver los diversos ítems mágicos que tenían en stock.

“Vaya, no son baratos”, se dijo.

Las cosas pequeñas eran bastante asequibles, pero el precio se disparaba cuando se trataba de ítems mágicos utilizados en batalla, como los de ataque o defensa. Era como ver una subasta ante sus ojos — el precio aumentaba progresivamente con cada ítem que miraba.

Pero una cosa le hizo detenerse en seco.

“¿Esto es una daga?”

La mayoría de los ítems mágicos hasta el momento eran cosas como brazaletes con gemas incrustadas u otros tipos de accesorios. A juzgar por el intenso color añil de la hoja y el peculiar diseño del arma, no parecía tener ningún tipo de uso práctico.

“¿Le interesa éste?”, le preguntó uno de los empleados.

Zig miró la hoja de cerca. “¿Es esto también un ítem mágico?”

“Técnicamente hablando, es más un implemento mágico que un ítem mágico”, le explicó. “Más que estar imbuida con un hechizo específico, es un arma que ha sido construida con un material con propiedades especiales.”

“¿Qué diferencia hay?”

“La principal diferencia es que el arma en sí posee un efecto único. A diferencia de los ítems mágicos, no es necesario activarla con maná antes de usarla. Esta hoja está hecha de adamantina índigo, un mineral con propiedades de disipación mágica. Básicamente, puede cortar a través de la magia.”

¿Una hoja que puede atravesar la magia?

Nunca hubiera imaginado que el arma fuera tan poderosa. Pero algo no parecía encajar. “Ya que es sólo una daga, ¿no te golpearía la magia antes de que pudieras cortarla?”

“Lo haría.”

Bueno, eso apesta. Los engranajes de su cabeza empezaron a girar. “¿Este es el tamaño más largo en que se hacen?”

“Por supuesto que no, pero si buscas algo más largo, será mejor que busques en una tienda de armas. En cuanto al precio...”

Zig echó un vistazo a la etiqueta del artículo: 1,5 millones de dren. Un precio elevado por una hoja tan pequeña. No podía ni imaginar lo que costaría una de tamaño normal.

“... Sería bastante cara como arma”, continuó el empleado. “Pero también tenemos puntas de flecha de añil adamantino. Son bastante efectivas contra monstruosidades que usan magia protectora.”

Ajá. Eso podría funcionar.

Algo del tamaño de una punta de flecha tendría un precio razonable y sería reutilizable. Podrían ser un buen último recurso.

“¿Cuánto cuestan las puntas de flecha?”, preguntó él.

“Vendemos un juego de tres por 500000 dren.”

A Zig se le heló la sangre.

A un precio razonable... huh.

✧❂✧

“¡Gracias y por favor, vuelvan otra vez!”, les dijo un empleado mientras salían de la tienda.

Mientras Zig había salido con las manos vacías, Siasha había comprado una pequeña baratija, algo que parecía un tubito. 

“¿Qué has conseguido?”, preguntó Zig.

“Es un ítem mágico que produce luz”, dijo ella. “El brillo y el tiempo que puedes usarlo depende de la cantidad de maná que se use para activarlo. Creo que será útil.”

Ella suele leer libros por la noche, así que probablemente le sería útil como luz de lectura.

“Todos los ítems que se pueden usar en batalla son demasiado caros”, dijo apenada. “No podré permitírmelos durante un tiempo. Pero mirar escaparates ha sido divertido.”

“Había varitas mágicas, ¿verdad?”, preguntó Zig. “¿Para qué eran?” 

“Son armas de corto alcance para usuarios de magia — armas contundentes que implementan una especie de truco. Aparentemente, causan una explosión si las activas mientras golpeas algo.”

Eso podría ser peligroso, pensó él. Pero no sería mala idea que una novata tuviera un arma contundente. No tendría que preocuparse por los detalles de la esgrima, ya que bastaría con golpear a su objetivo. Aunque... no sería necesario con esos pinchos de tierra que ella tiene.

“Por cierto, he oído que alguien derrotó a ese Tiburón Fantasma”, dijo ella.

“¿Oh?”

Él no sabía lo fuerte que era la criatura, pero intentar localizarla y matarla no parecía tan fácil.

“Esas monstruosidades tienen un sentido del olfato increíblemente afinado, así que está casi garantizado que aparecerán si dejas algunos cadáveres ensangrentados por ahí. Al parecer, es una práctica común rodearlo y luego bombardearlo con ataques tan pronto como comienza a alimentarse.”

“¿No se dan cuenta de la gente que se acerca sigilosamente?”

“No si empapas todo tu cuerpo en jugo de hierba, supongo. He oído que no tiene muy buena visión.”

Las medidas sonaban un poco extremas, pero era una buena táctica de batalla si resultaba tan eficaz. Supuso que el Tiburón Fantasma era bastante astuto a pesar de su gran tamaño, pero al parecer también era débil en el cuerpo a cuerpo. Sin embargo, eso no significaba que los aventureros debieran subestimar su poder. Se podían tomar medidas si un miembro del grupo era consciente de su presencia, pero era difícil darse cuenta antes de que se cobrara una víctima.

“¿Tienes una idea de lo que quieres hacer después de mañana?”, preguntó él.

“Más o menos”, respondió Siasha. “Estoy pensando en ir a por Calamares del Cielo o Abejas Cuchilla, o tal vez ambas cosas.”

Zig no había oído hablar de ninguno de los dos. Puedo adivinar lo de las abejas, pero ¿qué es un Calamar del Cielo?

Parecía desconcertado. “Por calamar... ¿te refieres a la criatura marina?”

“Sip. Sólo he leído sobre ellos en este libro, pero parecen del tipo marino.”

Siasha sacó el libro en cuestión y se lo entregó. Echando un vistazo al lomo del libro, Zig se dio cuenta de que era la misma Guía Ilustrada de Monstruosidades que había leído en la sala de consulta. Ella abrió el libro y le mostró una página marcada.

 

CALAMAR DEL CIELO 


Vive en las copas de los árboles, utiliza sus tentáculos para moverse libremente entre las ramas.

Se alimenta principalmente de animales pequeños, pero los ejemplares grandes pueden atacar a humanos. Saltan desde arriba para capturar a su presa sujetándola con sus tentáculos. Tras clavar su probóscide en la presa, inyectan un líquido digestivo para descomponer sus órganos internos y consumen los líquidos resultantes.

Es fácil reconocer a las víctimas de un calamar del cielo porque sus cadáveres están completamente huecos. Si te topas con estas cáscaras, mantén un ojo muy atento en el dosel por encima de ti.

Son sorprendentemente astutos y no se les puede atrapar con simples trampas.

La carne de estas monstruosidades se considera deliciosa y alcanza un alto precio de venta. Además, la probóscide es delicada pero duradera, por lo que hay demanda de ellas como material médico y para otros diversos usos.

 

“Así que aquí también hay calamares en tierra”, reflexionó Zig. “Ese método de alimentación parece bastante grotesco, sin embargo...”

“¿Me pregunto a qué sabrán?”, Dijo Siasha. 

¿Ese es su primer pensamiento cuando se trata de esta criatura obviamente peligrosa? Pensó Zig, ligeramente alarmado por su descarada afirmación.

“En cuanto a las abejas cuchilla...”, continuó, “tienen una protuberancia en forma de hoja que se extiende desde sus partes posteriores. Aunque no parecen ser venenosas.”

El mercenario asintió ante esa información. Así que lo que ves es lo que hay.

“Pero podrían ser las más peligrosas de las dos si son como abejas normales”, dijo ella. “Podría ser difícil de manejar si atacan como un enjambre.”

“Construyen grandes colmenas, pero no debería pasar nada si no atacamos una directamente. Las abejas obreras salen a cazar en pequeños números, así que podríamos coger algunas cuando estén lejos de la colmena.”

Un grupo pequeño probablemente sería manejable para ellos. La magia de Siasha permitía un mejor control de la multitud que él atacando con su espada gemela.

“¿Por qué te decidiste por esos dos tipos?”, preguntó Zig.

“Por dos razones. La primera, se debe a que la comisión es buena; y la segunda, es que las dos especies se alimentan mutuamente.”

“¿Así que son a la vez depredador y presa el uno del otro? ¿Es eso posible?”

Zig no era un experto en ecología, pero no podía evitar preguntarse si eso desorganizaría el ecosistema.

Siasha había investigado. “No es raro que el papel de depredador cambie en función del número, el terreno, los ataques sorpresa o el tamaño. Las abejas cuchilla tienen números — los calamares del cielo tienen tamaño. El vencedor lo determinan sus circunstancias cuando luchan.”

Lo que significaba que la batalla se ganaría o se perdería según la suerte del momento.

Incluso en el mundo natural, el más fuerte no siempre gana automáticamente, pensó Zig.

“De todos modos, pensé que si encontraba uno, no sería demasiado difícil encontrar el otro”, razonó ella. “Pensé aceptar la petición de la abeja cuchilla y vender los calamares del cielo que encontremos por piezas. Las abejas cuchilla no parecen tener mucho que merezca la pena vender, pero pueden ser peligrosas si su población crece demasiado, así que siempre hay peticiones para sacrificarlas.”

Parecía que Siasha había pensado mucho en su plan. Zig podía ver que estaba atenta a la hora de recopilar información pertinente sobre los aventureros e idear las formas más eficaces y lucrativas de aumentar su rango.

“Lo tengo. ¿Supongo que eso significa que estoy de servicio como calamar del cielo?”

“Sí, por favor. Que me dejen seco como un hueso o no está en tus manos.”

“Parece una misión importante. Haré todo lo que esté a mi alcance.”

Siguieron hablando de sus planes mientras volvían a casa.

✧❂✧

Era otro día perfecto para aventurarse. Zig esperaba en el comedor mientras Siasha iba a los tablones de peticiones. Estaba sentado en una silla, intentando reprimir un bostezo, cuando oyó que alguien se acercaba.

“¿Puedo sentarme aquí?”

Es la misma frase inicial que la mujer de ayer.

Si era alguien que la conocía, iba a dar la misma respuesta. “Adelante.”

Pero cuando Zig le tendió al recién llegado un vaso de agua como había hecho el día anterior, hubo vacilación en su voz. 

“E-Eso no será necesario. No tengo sed.”

Eso confirmó que esa persona conocía o había hablado con la mujer de los ojos cubiertos con tela.

El hombre sentado frente a Zig parecía de su edad, con una melena pelirroja y una espada larga en la mano. Sólo por su complexión y su postura, Zig podía deducir que era un hombre de considerable destreza. 

“Me llamo Alan. Alan Clows.”

“Soy Zig.”

“Encantado de conocerte, Zig. Okay, seré directo aquí: ¿Fuiste tú quien nos advirtió en ese entonces?”

Zig agradeció su franqueza — el hombre parecía estar confirmando lo que él ya sabía. Lo que significaba que no tenía sentido esquivar la pregunta.

“¿Qué harás con esa información?”, preguntó él.

“Nada”, dijo Alan. “Sólo quiero dar las gracias.”

“¿Incluso si la persona que gritó te estaba espiando para robarte tus técnicas de batalla y por casualidad captó algo más?” Presionó Zig. “¿Aun así te sientes en deuda con ellos?”

Alan no se inmutó. “Por supuesto. Obviamente, la idea de que me espíen no me agrada, pero es un pequeño precio a pagar por la vida de mis amigos. Sólo estoy agradecido por la ayuda.”

“Ya veo.”

Zig no podía descartar del todo la posibilidad de que aquel hombre estuviera fingiendo, pero nunca se le había dado bien discernir las intenciones de alguien con sólo mirar a los ojos.

Las palabras del otro hombre sonaron sinceras, al menos a oídos de Zig. Si el gato ya estaba fuera de la bolsa, no tenía sentido tratar de eludirlo. Sólo tenía que estar preparado para matarlos a todos si decidían tomar represalias.

Zig levantó ambas manos, como en señal de rendición. “Sí. Fui yo.”

Alan se rió. “No esperaba que lo reconocieras.”

“No me gusta irme por las ramas.”

“En cualquier caso, gracias.” Alan inclinó la cabeza en señal de agradecimiento. “Gracias a ti, mis amigos siguen vivos y sanos.”

Zig se despreocupó del gesto. “No te preocupes. Como dije, fue sólo una coincidencia.”

“¿No usaste alguna técnica especial para detectar a la bestia?”

“En absoluto. Sólo vi algunas incoherencias en la luz. Si no fuera por eso, no me habría dado cuenta en absoluto.”

Convenientemente omitió ser capaz de oler la magia. Después de todo, el detectar la presencia del Tiburón Fantasma por pura coincidencia no era una completa mentira.

“No eres un aventurero, ¿verdad?”, preguntó Alan.

“No. Soy portero y guardaespaldas.”

“Corren muchos rumores sobre tu cliente”, comentó el espadachín. “Es una recién llegada bastante prometedora.”

“Eso he oído.”

“Me gustaría hacer algo para mostrarte mi agradecimiento, pero como no eres un aventurero... ¿bastaría con dinero en efectivo?”

“No necesito que me paguen por lo que hice.”

Alan negó con la cabeza, no dispuesto a echarse atrás. “Vamos. No seas así.”

A pesar de los intentos de Zig por negarse, Alan no parecía que fuera a echarse atrás. Zig supuso que esa terquedad era también lo que había llevado al hombre a alcanzar un rango tan alto a pesar de su corta edad. Intuyendo que Alan no le dejaría en paz a menos que hiciera algún tipo de concesión, lanzó lo primero que se le ocurrió.

“Me debes una, entonces”, dijo él. “Devuélveme el favor en algún momento.”

Alan lo pensó un momento antes de asentir. “Supongo que es un buen compromiso, ya que de momento no se me ocurre otra alternativa. Pero sin duda te compensaré.”

“No voy a contener la respiración, pero ya veremos.”

“Bueno, dejémoslo así por hoy. Ah, por cierto... Elcia está furiosa.”

Zig tardó un segundo en acordarse, pero sólo había una persona que tuviera motivos para estar furiosa con él.

“Oh, ¿la mujer de la máscara en los ojos?”

“¿La... qué?” Alan se quedó boquiabierto. “¡Elcia es una aventurera de Tercera Clase muy aclamada! Yo que tú no sería tan imprudente con ella.”

Una aventurera de tercera clase, huh, pensó Zig. Ese es un nivel completamente diferente comparado con el de Siasha ahora. ¿Supongo que es una fuerza a tener en cuenta?

“Su sistema digestivo no era tan impresionante”, dijo el mercenario sin rodeos.

“Nunca le digas eso a la cara”, se rio Alan con ironía.

Se levantó y se alejó, mientras Zig observaba en silencio su espalda que se alejaba. 

“¿He sido demasiado prudente?”

Por lo que pudo ver, el tal Alan no quería hacerle daño. Los valores de donde él era y los de este continente parecían ser diferentes...

“Si es así”, se dijo, “puede que ayer me pasara un poco.”

Había recurrido a esa táctica deshonesta porque pensó que ella estaba usando algún tipo de magia con su mirada. ¿Por qué otra razón ocultaría sus ojos?

Pero quizá había sido demasiado paranoico.

“Mientras no explote y se nos vaya de las manos...”, murmuró Zig en voz baja mientras le hacía señas a Siasha, que acababa de regresar de los tablones de peticiones.

✧❂✧

A pesar de haber conseguido la petición que querían, Siasha no parecía precisamente entusiasmada.

“¿Qué pasa?”, preguntó Zig.

“Supongo que no se puede evitar”, dijo ella, “pero ahora hay mucha más gente.”

La petición en cuestión iba dirigida a aventureros de Octava Clase. Dado que la mayoría de los aventureros eran de séptima clase o inferior, los trabajos para esos rangos eran —naturalmente— los que tenían más competencia.

Lo que significaba...

“Es muy probable que nos encontremos con otros en el mismo trabajo”, reflexionó Zig, “así que puede que acabemos peleándonos por nuestra presa.”

No es de extrañar — todo el mundo quiere ganar dinero. El encargo que cumplían era lucrativo y probablemente popular. Cuantos más fueran, más probabilidades había de que se produjeran disputas, probablemente por los lugares de caza más eficientes o por quién podía reclamar las presas.

“Y somos básicamente peces pequeños, ya que somos recién llegados”, dijo Siasha.

Zig ya podía imaginarse lo problemático que sería si se aventuraran en el territorio de algún aventurero veterano. Sería prudente suponer que cualquier buen lugar de caza ya había sido reclamado por alguien más.

“En cualquier caso, vamos a comprobarlo”, continuó ella, “si no funciona, podemos considerar el siguiente paso”.

“Supongo que es todo lo que podemos hacer.”

Ahora que Siasha había aceptado el trabajo, romper el contrato supondría pagar una multa y un golpe a su reputación, dos situaciones que quería evitar.

La pareja partió rápidamente hacia la piedra de transportación y esperó en fila hasta que llegó su turno de ser enviados al bosque. Una vez allí, se dirigieron hacia el este, la dirección opuesta a sus terrenos de caza de lobos bolsa.

Sus expresiones se ensombrecieron cuando llegaron al lugar. Otros grupos de aventureros ya habían levantado sus campamentos, rodeando una colmena gigante desde una distancia respetable.

“Esto es peor de lo que esperaba...”, murmuró Siasha, con el rostro teñido de disgusto.

Estaba mirando una gran colmena que probablemente pertenecía a las abejas cuchilla. Alrededor de dos tercios de la colmena estaban enterrados bajo tierra, con abejas del tamaño de un niño pequeño volando dentro y fuera de una abertura expuesta. A diferencia de las abejas normales, eran negras, con alguna raya blanca que les cruzaba el cuerpo. En lugar de aguijones, tenían cuchillas delgadas y curvadas en forma de espada.

Los aventureros estaban al acecho, la mayoría repartidos por pequeños claros. Estas secciones les daban más espacio para luchar, pero debido a su número, cada grupo también debía tener cuidado de no superponerse con los demás.

Innumerables abejas cuchilla entraban y salían de la colmena, pero como podían volar, eran muy pocas las que pasaban por los claros donde acampaban los aventureros, lo que limitaba las posibilidades de combate.

“Las abejas cuchilla hacen sus colmenas bajo tierra”, explicó Siasha. “Cuando se hacen demasiado grandes, empiezan a sobresalir de esa manera.”

“¿Acabar con toda la colmena no reduciría significativamente su número?”, preguntó Zig. “Podría ser molesto lidiar con la parte que está bajo tierra, pero hay formas de evitarlo, ¿verdad? ¿Como inundarla con petróleo o algo así?”

Zig pensó que había hecho una pregunta muy razonable, pero Siasha le respondió con una cara divertida. “Cuando las abejas cuchilla pierden a su reina, la mayor de ellas se convierte en la siguiente. Aunque se destruya una colmena, es sólo cuestión de tiempo que construyan otra. Además...”

Se detuvo un momento, parecía reacia a continuar su explicación.

“Además, no creo que los aventureros estuvieran de acuerdo”, dijo ella finalmente. “Este lugar es básicamente un ticket de comida para ellos.”

Zig asintió en señal de comprensión. “Así que es así.”

Los aventureros se indignarían si ellos eliminaran por completo a las abejas cuchilla. Manteniendo viva la colmena, podían cazarlas constantemente y ganarse la vida. En el gran esquema de las cosas, estas monstruosidades no suponían una gran amenaza, ya que todo el mundo sabía cómo tratarlas adecuadamente y, de paso, ganarse la vida. Su supervivencia era un método seguro y estable de ganar dinero.

“No diré que esté mal”, comentó Siasha, “pero cualquiera con esa línea de pensamiento probablemente no debería referirse a sí mismo como 'aventurero'.”

Sus palabras tenían sentido — aferrarse a una fuente de ingresos rápida y fácil distaba mucho de ser aventurero. Incluso los agricultores necesitan ser creativos cuando se enfrentan cada día a condiciones meteorológicas inciertas y a plagas.

“Aunque, no es que no haya absolutamente ningún peligro involucrado. He oído que en ocasiones la gente se ha acercado demasiado y ha sido atacada por un enjambre de abejas cuchilla por todos lados tras quedar atrapada en el fuego cruzado.”

Zig se dio cuenta de que había muchas cosas que ella no estaba diciendo en voz alta. Como alguien que realmente disfrutaba de la profesión por lo que era, probablemente le resultaba difícil aceptar este tipo de comportamientos por parte de sus colegas.

“¡Debe de ser bonito hablar así!”, gruñó alguien. “Hablas mucho para ser una niña que aún no tiene experiencia.”

Ambos se dieron la vuelta en dirección a la voz.

“¿Perdón?”, preguntó Siasha.

Otro grupo de aventureros los miraba con abierta hostilidad.

¿Qué demonios?, pensó Zig.

Había mucha gente, pero se habían asegurado de mantener las distancias con los demás grupos. Tampoco habían hecho mucho ruido — nadie debería haber podido oír su conversación.

Siasha estaba tan sorprendida que se quedó sin palabras.

Al observar los rostros de los miembros del grupo, Zig vio que uno de ellos —el hombre que les había hablado— tenía un rasgo único. A los lados de su cabeza sobresalían unas orejas puntiagudas.

Eran largas y estrechas, como la punta de una lanza redondeada. Las orejas también parecían perfectamente proporcionadas a su tamaño, así que no podía tratarse de una mutación extraña. ¿Quizá pertenecía a una raza exclusiva de este continente? Si esas orejas no eran sólo un adorno, este hombre probablemente tenía una capacidad auditiva superior.

Zig se reprendió internamente por su descuidado error. Ya había visto lo fundamentalmente diferente que era la gente aquí en comparación con su continente natal. Después de ver al lobo andante cuando entraron por primera vez en Halian, debería haber sabido que habría otras razas. Sin embargo, estaba tan acostumbrado a relacionarse sólo con humanos que se le pasó por alto.

“Pido disculpas por mis comentarios groseros”, respondió Siasha. Su tono se volvió desafiante al aceptar que la habían escuchado. “Pero no entiendo por qué alguien anularía el propósito de esta profesión sólo para obtener un beneficio.”

“¡No sabes nada de nosotros!”

A Zig le pareció que el hombre sabía perfectamente lo que era. Más que rabia, había rastros de odio a sí mismo en sus palabras balbuceantes. Que Siasha, que parecía una niña, le señalara la verdad, probablemente tocó una fibra sensible.

El mercenario podía sentir cómo la animosidad de los hombres crecía por momentos, pero Siasha parecía ajena a ello. Probablemente no se daba cuenta de sentimientos como la hostilidad cuando no implicaban ninguna intención asesina.

“Por supuesto que no. Yo...”

“Ya basta, Siasha”, intervino Zig antes de que pudiera provocarlos aún más.

Siasha lo miró, sorprendida. “Está bien”, murmuró ella. Estaba claro que aún quería decir lo que pensaba, pero retrocedió dócilmente al ver la expresión severa de su rostro.

Zig le dio una palmada en el hombro y se giró hacia los hombres. “Lo siento por eso”, dijo en tono de disculpa. “Sólo estaba irritada porque hay mucha gente por aquí.”

“Hmph, no eres más que un cobarde que sigue a esta mujer como perro”, dijo el hombre despectivamente.

Zig sintió que una rabia asesina brotaba de su interior. Por un momento, todo lo que vio fue rojo. Rápidamente reprimió esa sensación y se obligó a mantener la calma. Por suerte, los hombres no parecieron darse cuenta y se dieron la vuelta para marcharse.

Siasha les dirigió una mirada feroz mientras los observaba en silencio. Sólo cuando sus siluetas se perdieron en la distancia, ella finalmente habló.

“¿Por qué me detuviste?”, dijo ella con reproche.

“Hay muchos más humanos así de lo que imaginas”, la amonestó. “Es mejor no enemistarse con ellos.”

Siasha no dijo ni una palabra y desvió la mirada con resentimiento; no parecía satisfecha con su respuesta.

“Una cosa más”, Zig rio suavemente, divertido por su comportamiento de pucheros. “No todo el mundo es fuerte. Tienes que aceptar quién eres y sopesar tus ideales frente a la realidad.”

“¿Tú también lo haces?”, preguntó ella.

“Sí.” Para él, era loable querer siempre mejorar y apuntar más alto. Sin embargo, no estaba bien imponer esos valores a los demás. “Incluso si te encuentras con alguien con quien no estás de acuerdo”, dijo, “atribúyelo a una diferencia de opiniones. Estar siempre discutiendo sólo conduce a discusiones interminables.”

Su explicación debe haber tenido sentido para ella porque estaba empezando a calmarse.

“Okay.”

“Sin embargo, no necesitas entenderlos ni asociarte con gente así. Sigue haciendo lo que has estado haciendo hasta ahora.”

No todo el mundo era fuerte, pero tampoco estaba bien que obstaculizaran a los que lo eran o querían serlo obligándoles a bajar a su nivel.

“De acuerdo”, dijo ella, apaciguada. “De momento, hagamos algo diferente hoy.”

Ahora que había recuperado la lucidez y había cambiado de mentalidad, Siasha se apresuró a decidir su próximo curso de acción.

“¿Quiere decir cancelar esta petición?”, preguntó Zig. “¿No serían los costes mayores que los beneficios si haces eso?”

Siasha no bajaría en la clasificación por perder reputación, pero una cancelación crearía un déficit que tendría que recuperar antes de poder ganar más puntos para pasar a la siguiente clase.

“No estoy cancelando nada”, explicó ella. “Una vez que todos los demás aventureros hayan empezado a volver a casa, podremos ocuparnos rápidamente de unas cuantas abejas cuchilla nosotros mismos. Hasta entonces, quiero explorar la zona y ver si podemos encontrar una monstruosidad con una alta población que parezca fácil de matar.”

Parecía que el nuevo plan consistía en centrarse en encontrar una cantera abundante que Siasha pudiera entregar fácilmente a cambio de peticiones.

“Muy bien”, dijo Zig. “¿Y que hay del dinero?”

“De momento, pondré menos énfasis en los trabajos que reportan comisiones elevadas y me centraré en ganar puntos para poder superar los rangos de novena y octava clase. Una vez allí, tanto la paga como el número de buenos pedidos deberían aumentar considerablemente. Tendré que aguantar hasta entonces.”

“Así que ese es tu plan. Suena bien.”

Volvía a ser eficiente, salvo que ahora se concentraba en el futuro en lugar de en el presente.

Armada con su nueva estrategia, la pareja evitó la colmena y se adentró en el bosque.

✧❂✧

Tras desviarse de la colmena, Siasha y Zig exploraron las profundidades del bosque. Había muchas monstruosidades parecidas a insectos en la zona, y podían oír zumbidos procedentes de aquí y de allá.

“Sé que el término general es monstruosidades, ¿pero cuenta para los bichos?”, preguntó Zig.

¿No les vendría mejor un nombre como ‘insectrosidades’?

“Hay un término apropiado para las criaturas de la familia de los insectos bajo el género de las monstruosidades, pero en realidad nadie lo usa nunca”, dijo Siasha. “Al parecer, no es raro que la gente simplifique aún más los nombres de las criaturas y se refiera a ellas simplemente como 'abejas' o 'calamares' y cosas por el estilo.”

“Supongo que todo se reduce al nombre más fácil para que todo el mundo sepa de qué está hablando”, reflexionó él. 

Los dos siguieron charlando mientras inspeccionaban los alrededores, pero hasta el momento lo único que podían encontrar eran pequeñas agrupaciones y colmenas. No parecía haber otra especie abundante propagándose por la zona ni había caza mayor.

“Aquí no hay una gran variedad”, comentó Zig.

“Eso es porque este es territorio de abejas cuchilla”, comentó Siasha. “Probablemente sólo crean colonias pequeñas porque serán descubiertas si crecen demasiado.”

Cierto, o los grupos más grandes ya fueron devorados.

Tal vez las abejas cuchilla suponían una amenaza para todo lo que había en el bosque.

Zig extendió la mano con indiferencia para que Siasha pudiera verla.

“También podría ser que muchas de las monstruosidades de aquí estén al acecho hasta que se presente la oportunidad adecuada,” dijo él.

“Es un buen punto.”


Zig cerró el puño, apuntó con el pulgar hacia abajo y levantó dos dedos.

Dos enemigos estaban cerca.

Siasha asintió en señal de comprensión y se colocó en silencio detrás de Zig.

El mercenario avanzó unos pasos más. 

Se oyó un crujido en los árboles, seguido del sonido de algo que se abalanzaba sobre él. 

Eran un par de calamares del cielo de colores verde y marrón, ambos del tamaño de una mujer bajita. Se lanzaron hacia él con los tentáculos extendidos con la esperanza de enredar a su presa.

El proyectil de piedra de Siasha salió disparado desde detrás de él, derribando a ambos calamares. Sin embargo, ninguno de los dos parecía muy herido mientras se reincorporaban tambaleándose lentamente e intentaban escapar tras su fallido intento de ataque.

Era el turno de Zig.

Les cortó los tentáculos de un tajo cuando intentaban agarrarse a las ramas de un árbol cercano. Los dos calamares murieron antes de levantarse del suelo.

“Hm, no parece que la magia de tierra funcione bien con ellos”, dijo Siasha con el ceño fruncido, sin inmutarse de que los calamares siguieran vivitos y coleando incluso después de recibir el impacto de uno de sus hechizos.

Tal vez la naturaleza flexible y viscosa de estas criaturas les permitiera resistir el impacto de proyectiles de piedra y pinchos de tierra. Por otra parte, el fuego o la electricidad serían probablemente más eficaces, pero usar esos medios haría que las partes valiosas no se pudieran vender. 

“Puede que sean un enemigo incompatible para ti”, dijo Zig mientras empezaba a desollar su recién capturada presa. “Piensa en positivo — al menos podemos vender la carne.”

Para su sorpresa, la carne de calamar, antes moteada de verde y marrón, se había vuelto blanca tras su muerte.

“¿Por qué ha cambiado el color?”, preguntó él.

“Es el mismo mecanismo que los calamares normales”, respondió Siasha. “Leí que su coloración cambia cuando se vuelven agresivos. No se pueden comer los tentáculos, así que no te molestes con ellos. Las aletas, el hígado, la probóscide y el saco de fluido digestivo se pueden vender.”

Zig cortó las partes que ella le indicó.

“Asegúrate de no dañar el saco. Se estropeará en cuanto el contenido se exponga al aire exterior.”

“¿Para qué sirve esta cosa?”

Si la exposición de su contenido inutilizaba la bolsa de líquido digestivo, ¿tenía algún tipo de valor?

“Es un artículo muy apreciado para la taxidermia; al parecer, produce unos resultados asombrosos.”

“Sinceramente, admiro a la gente a la que se le ocurre usar cosas así.”

“¿Verdad? Sólo hay que respetar la insaciable curiosidad de los artesanos.”

Zig terminó de cortar los calamares y miró a su alrededor. Estaban bastante adentrados en el bosque y no había otros aventureros cerca.

“Tuvimos suerte de que estos calamares celestes nos atacaran”, dijo él. “Nos habría sido difícil detectarlos primero con este camuflaje.” Tampoco había olido nada, así que no estaban usando magia para alterar su coloración.

“Probablemente pensaron que tenían una oportunidad porque sólo somos dos y yo soy pequeña”, dijo ella.

“Tienes razón. Unirse a un grupo es probablemente una buena manera de evitar ser asaltado por monstruosidades que se especializan en ser encubiertos.”

Las monstruosidades sigilosas solían tener una capacidad de combate inferior en el cuerpo a cuerpo, por lo que no querrían atacar a grandes grupos de humanos que pudieran defenderse. A la hora de cazar a estas criaturas, la seguridad en el número parecía la táctica más segura.

Siasha consideró sus palabras. “Si lo pones así, ese tiburón debe haber sido bastante poderoso considerando que dependía del sigilo.”

El Tiburón Fantasma también había estado al acecho, pero se mostraba muy agresivo incluso cuando se enfrentaba a varios adversarios, probablemente porque era tan rápido que podía escapar aunque lo capturaran, y su capacidad de sigilo le permitía desaparecer ante los propios ojos.

Incluso si ambos dependían del sigilo, los calamares del cielo palidecían por completo en comparación con el tiburón fantasma. 

“¡Zig, Zig, Zig!” 

La emoción en la voz de Siasha sacó a Zig de sus pensamientos.

“¿Hm?”

“¡Mira eso!”

Miró en dirección a su dedo extendido.

Dos tipos de monstruosidades se enzarzaron en combate — las abejas cuchilla y una que nunca había visto antes.

Parecía una oruga gris ceniza, pero lo que más destacaba eran sus patas. De sus costados salían varios pares de patas, aunque eran largas y enjutas, como las de un insecto. Las utilizaba para desplazarse con agilidad.

Un aguijón sobresalía de su cola.

Esquivó hábilmente las abejas cuchilla y agitó la cola, tirando a sus atacantes al suelo.

“Creo que es un gusano roca”, dijo Siasha. “Puede parecer una oruga, pero es la forma adulta.”

“Parece bastante fuerte.”

La criatura se enfrentaba a una docena de abejas cuchilla y reducía lentamente su número sin sufrir heridas graves. Teniendo en cuenta contra cuántas luchaba, escapar no parecía una opción.

Es cierto que sus movimientos eran rápidos, pero también parecía tener defensas sólidas.

“Es una de las monstruosidades más fuertes por estos lugares”, explicó ella. “Suelen cazarlos grupos de aventureros de séptima clase.”

“Sií, tiene sentido”, dijo él.

“Zig, matémoslo.”

Los engranajes de su cabeza empezaron a girar ante su propuesta.

Matarlo es posible. Es rápido, pero no tanto como para que no podamos con él.

Sin embargo, luchar contra un enjambre de abejas cuchilla le resultaría mucho más difícil en solitario. El otro problema era el gremio.

“¿Te parece bien acabar con una monstruosidad que esté por encima de tu rango?”

Los aventureros estaban limitados a peticiones que estuvieran sólo un nivel por encima de su clase actual. ¿Se metería Siasha en problemas luchando contra algo dos clases por encima de la suya? Esa era la principal preocupación de Zig.

“Normalmente no podría luchar contra uno, pero hay excepciones a las normas. Puedo defenderme si me ataca. Si puedo derrotarlo, también me pagarán la comisión.”

Esas reglas probablemente no se aplicaban si la monstruosidad era lenta o no combativa. Sin embargo, este gusano roca era rápido y agresivo. Era una excusa suficiente.

Zig asintió. “Entendido. ¿Y sus partes?”

“Los gusanos de roca no tienen mucho que sea utilizable. Todo lo que necesitamos es el aguijón de la cola, así que siéntete libre de cortarlo a tu gusto.”

Cuando esas palabras salieron de sus labios, la batalla entre las monstruosidades había llegado a su fin con el gusano roca aplastando a la última abeja cuchilla hasta la muerte en sus fauces.

Zig se lanzó hacia delante.

Intentó que sus pasos fueran ligeros, pero tal vez el gusano roca tenía un agudo sentido de audición, ya que pareció percibir su movimiento de todos modos y se volvió hacia él. 

En ese caso no hay necesidad de contenerse, pensó Zig mientras aumentaba su velocidad.

Siasha lanzó un hechizo justo antes de que alcanzara a la criatura, pero el gusano roca logró esquivar sus pinchos de tierra, utilizando sus largas patas para contonearse alrededor de ellos.

No, no tenía buen oído. Ahora que estaba cerca, Zig podía ver finos pelos que crecían por todo su cuerpo. Debían de ser lo que el gusano roca utilizaba para detectar el movimiento procedente del aire y del suelo.

Incluso después de esquivar los pinchos, el gusano roca no perdió el equilibrio. En su lugar, sacó la mandíbula, dispuesto a aplastar todo lo que se interpusiera en su camino.

Zig se agachó hacia la derecha para esquivarlo, intentando cortarle algunas patas por el camino. El gusano roca giró rápidamente y empezó a perseguirle sin perder impulso. Gracias a sus numerosas patas, la monstruosidad tenía un equilibrio increíble y era experto en cambios bruscos de dirección. 

¡Tch!” 

Zig no tuvo más remedio que retroceder mientras blandía su espada. Había perdido impulso, así que no pudo herirlo, pero un golpe lateral en la mandíbula bastó para desviar la trayectoria del gusano roca.

Se agachó para evitar un zarpazo de la cola de la criatura y se preparó para cuando ésta se diera la vuelta y volviera a cargar contra él. Antes de que pudiera engullirlo con sus fauces, Siasha lanzó otro hechizo.

El gusano roca percibió el movimiento e intentó esquivar de nuevo. Sin embargo, en lugar de púas de tierra, un largo muro estalló horizontalmente desde el suelo. Lanzó al aire la mitad delantera del cuerpo de la criatura, desequilibrándola.

Con sus preciosas patas pataleando indefensas en el aire, el gusano de roca intentó retorcerse y enderezarse.

Zig saltó sobre la pared y le atravesó el vientre de un solo golpe. La cabeza del gusano voló por los aires mientras el resto de su cuerpo se desplomó sin vida en el suelo. Su mandíbula siguió crispándose unos instantes antes de dejar de moverse.

“¿Eso es todo?”, murmuró Zig mientras empezaba a limpiarse la mugre que cubría su espada de doble filo.

A pesar de lo rápido que lo había despachado, la velocidad y la agilidad de sus patas hacían de la criatura un enemigo formidable. 

“O los enemigos intuyen mis hechizos o, sencillamente, últimamente son ineficaces”, se quejó Siasha, con el rostro torcido por el enfado.

“No digas eso”, dijo Zig. “Realmente me ayudaste allí.”

La sincronización de su hechizo había sido perfecta — habría sido mucho más difícil si hubiera tenido que luchar contra el gusano roca él solo. 

“Gracias”, dijo ella. “Pero esta experiencia me da serias ganas de comprar algunos ítems mágicos. No es muy conveniente depender de un solo atributo.”

“Será mejor que ahorres, entonces.”

Zig dejó la cosecha de gusanos roca a Siasha mientras él recogía los cadáveres de las abejas cuchilla.

“Aun así, hizo nuestro trabajo por nosotros”, dijo la bruja. “Esta cantidad de abejas cuchilla debe ser suficiente para cumplir con la petición.”

“¿Te parece bien?”

“Sí. El gusano de roca mató a las abejas cuchilla, y nosotros matamos al gusano de roca — al vencedor, el botín.”

Supongo que no es muy diferente del saqueo de cadáveres en el campo de batalla, musitó Zig.

“Esto debería ser suficiente por hoy”, dijo Siasha mientras guardaba su cuchillo. “Vamos a casa.”

“Está bien.”

Cargados con los materiales obtenidos de las diversas monstruosidades, los dos dieron media vuelta y regresaron por el mismo camino por el que habían venido. Cuando llegaron a la colmena de las abejas cuchilla, comprobaron que aún había muchos aventureros presentes. Parecía que estaban tardando en terminar, ya que cada grupo se estaba turnando para extraer la cantidad específica que figuraba en su solicitud.

Miraron con desconfianza a Siasha y Zig cuando salieron del bosque. Al ver su desbordante abundancia de materiales monstruosos, sus expresiones se ensombrecieron con envidia, celos, desprecio y enfado — sus ojos no ocultaban sus sentimientos hacia la pareja a su paso. 

Zig vio a los aventureros de la tarde entre la multitud. Siasha, en cambio, no les prestó atención. Siguió caminando sin mirar atrás.

✧❂✧

Al regresar al gremio, informaron de su solicitud cumplimentada en la recepción, como de costumbre.

“¡Otro trabajo bien hecho hoy!”, alabó la recepcionista. “Parece que trajiste muchas cosas.”

“¿Te importaría tasarlo?”, preguntó Siasha. “Ah, y esta es la prueba de otra cosa que terminamos matando.”

“Claro. Déjame tomar esa...”

La recepcionista se detuvo al ver lo que Siasha le había entregado.

“¿No es ésta la mandíbula de un Gusano Roca?”, dijo ella lentamente.

“Oh, así que así es como se llama esa monstruosidad.” El tono de Siasha estaba impregnado de falso aprecio, como si estuviera agradecida por haber aprendido algo nuevo. 

Zig se preguntó si su respuesta le sonaba a mentira descarada sólo porque sabía la verdad.

Independientemente de que la falsa ignorancia de Siasha también fuera evidente para la recepcionista, ésta estalló en cólera.

“¡Deberías haberlo sabido! Los gusanos roca son monstruosidades que requieren la habilidad de aventureros de séptima clase.”

“Eso puede ser cierto, pero... nos atacó al azar”, dijo Siasha. “No tuvimos más remedio que defendernos. Intentamos escapar, pero fue tan rápido que huir no era una opción...” Su voz se entrecortaba mientras fingía una expresión hosca. 

Al ver el rostro sombrío de Siasha, la expresión de la recepcionista se suavizó y su voz se volvió más suave.

“Pido disculpas por haber gritado”, dijo ella. “Si esas fueron las circunstancias, entonces no se puede evitar, pero por favor, trata de no hacer cosas tan imprudentes.”

“Sí. Tendré más cuidado.”

La recepcionista parecía estar realmente preocupada por ella, lo que hizo que Siasha sintiera una dolorosa punzada en el corazón.

“De todos modos, esto es bastante impresionante”, comentó la recepcionista. “No es fácil que dos personas acaben solas con un gusano roca. Informaré a mis superiores de lo ocurrido. La política del gremio es ofrecer alojamiento razonable, así que no creo que salga nada negativo de esto.”

“Se lo agradezco”, Siasha dio las gracias a la recepcionista y volvió hacia Zig. “Se enfadó conmigo.”

“Es lo que es”, dijo él.

“Pero extrañamente, no me sentí tan mal por ser regañada.”

“Probablemente porque no era superficial; estaba legítimamente preocupada por tu seguridad.”

“¿Tú crees?”

“Lo más probable.”


Terminado su informe, Siasha se dirigió a tomar prestados algunos libros de la sala de referencia mientras Zig esperaba en el comedor.

“¿Puedo sentarme aquí?”

¿Otra vez?

A estas alturas, parecía que esto era algo que ocurría a diario. 

Ni siquiera tuvo que mirar de quién se trataba — reconocería esa voz en cualquier parte, teniendo en cuenta que era alguien a quien veía prácticamente todos los días.

Tras una larga pausa, dijo: “Adelante.”

“Gracias”, respondió la recepcionista mientras tomaba asiento frente a él.

“¿No estás trabajando?”

“En este momento me estoy tomando un descanso.”

Después se hizo el silencio. Zig no tenía nada que decirle — la recepcionista, sin embargo, lo miró de arriba abajo.

“¿Te importa si te hago algunas preguntas?”, dijo finalmente.

“Claro. Mientras no tenga que responder a nada que no me parezca favorable.”

“Está bien. ¿Fuiste aventurero en el pasado?”

“No.”

“Entonces, ¿has ejercido alguna profesión que implique combate?”

“Sí. He sido mercenario durante mucho tiempo.”

La recepcionista frunció ligeramente las cejas — no parecía entusiasmada.

“¿Eres un mercenario?”

“¿Tienes algún problema con eso?”

“N-no, no es eso...”

“Puedo entenderlo. He oído que los mercenarios de por aquí son de los desagradables.”

“¿No es así de dónde vienes?” La recepcionista se inclinó un poco hacia delante, ahora más interesada en sus antecedentes.

“La gente que incumple sus contratos con frecuencia se queda pronto sin trabajo”, respondió él. “Los castigos son bastante severos, ya que también daña la reputación de la banda de mercenarios a la que están afiliados.”

“Ya veo. Lamento mis suposiciones.”

“No hay necesidad de disculparse. La verdad es que solía ganar dinero matando gente.”

“Bien. ¿Cuál es tu relación con Siasha?”

“Es una clienta que me ha contratado para ser su guardaespaldas.”

La recepcionista trató de mostrarse indiferente, pero ni siquiera ella pudo ocultar del todo su disgusto. Era evidente que el trabajo de mercenario no le gustaba. Era una reacción natural para alguien que siempre había caminado por el buen camino.

“Te tomo la palabra”, dijo ella. “Es una aventurera increíblemente prometedora, muy estudiosa y probablemente un futuro modelo a seguir.”

Me imaginaba que tenía una buena reputación, pensó Zig con un suspiro mental, pero nunca pensé que sería tan estelar. Incluso habló de que no quería llamar la atención. Parece que a estas alturas ya está más allá de destacar.

“Por favor, asegúrese de mantenerla bien protegida”, continuó la recepcionista. “Es un recurso humano indispensable para el gremio.”

“No tienes que decírmelo, es mi trabajo. La mantendré a salvo mientras me paguen.”

El disgusto en el rostro de la recepcionista se acentuó. 

Probablemente no es lo que esta señora quería oír, pensó él.

“Gracias por dejarlo claro.” Su tono se volvió frío y serio. “Esperamos seguir contando con su apoyo.”

Se levantó de su asiento y volvió al trabajo. Su reacción le dijo que, tal vez debido a la cultura de la ciudad, ella tenía más en cuenta otras cosas en la vida que el dinero.

Sinceramente, Zig sentía lo mismo.

El dinero solucionaba muchos problemas, pero entregarse a él en exceso podía hacer que alguien perdiera de vista lo más importante. Podía citar varios casos en los que le había ocurrido.

No sabía si la recepcionista había pasado ella misma por una experiencia similar, pero incluso si no lo había hecho, su educación y conocimientos eran aparentemente suficientes para llevarla a la misma conclusión. Si ese era el caso, no querría meterse con otra como ella.

“Aun así, la realidad es que no vas a ninguna parte sin dinero”, se dijo él.

Al ver a Siasha bajar las escaleras, Zig se levantó de su asiento. Llevaba un libro de más, probablemente gracias a que habían cobrado más de lo habitual.

“¿Qué hacemos ahora?”, preguntó ella. “¿Irnos a casa?”

“¿Te importa si pasamos por la armería?” dijo él. “Quiero hacer algunas reparaciones.”

Cortar monstruosidades causó mucho desgaste en su arma. Zig se había encargado él mismo de su mantenimiento, pero estaba llegando un punto en el que quería afilarla profesionalmente.

“Por supuesto. ¿Por qué no te compras uno nuevo ya que estás en eso? Has estado ahorrando dinero últimamente.”

“Una nueva espada, huh...”

La idea de un arma fabricada con materiales locales despertó su interés...

Los colmillos y las garras de las monstruosidades eran increíblemente robustos, por no decir mucho más duraderos que las espadas de hierro normales. 

Su hoja de doble filo se basaba en el peso y la fuerza centrífuga más que en el filo. Y como tenía que ser duradera, también era grande y pesada. Sin embargo, si se utilizaban materiales de monstruosidades... podrían ser bastante resistentes e increíblemente ligeras al mismo tiempo. Su potencia bruta podría disminuir debido a su peso menor, pero había muchas formas de evitarlo. Sacrificar un poco de potencia a cambio de una mayor movilidad tenía la ventaja de disponer de más opciones.

“Dependiendo de lo que cueste, puede que no sea mala idea”, dijo Zig.

“Podemos preguntarles por varias cosas, incluida una estimación del precio de un arma.”

“Hagámoslo.”

Tras tomar un tentempié en uno de los puestos de comida, se dirigieron a la armería que habían visitado la primera vez que entraron en Halian. Estaba llena de aventureros que pasaban por allí después de terminar su trabajo del día.

“¡Bienvenido!”, dijo alegremente la empleada. “Gracias por su patrocinio de antes. ¿En qué puedo ayudarlos?”

Parecía que la dependiente se acordaba de ellos. Probablemente causaron la misma impresión que los clientes que trajeron aquel colmillo.

“Me gustaría afilar mi arma”, respondió Zig. “Y me gustaría buscar un arma similar mientras estoy aquí. ¿Tienes algo en stock?”

“¿Un arma de doble filo?”, ella se detuvo un momento. “Muy poca gente las usa, así que no creo que tengamos algo así en la tienda. Aunque puede que haya alguna en el almacén. Déjame hablar con la persona encargada.”

Zig se dio cuenta de que, aunque él llamaba a su arma “espada gemela”, aquí se la conocía como “espada de doble filo”. Tal vez fuera como en el continente natal — los nombres de las armas variaban según la región. 

Después de entregar su arma para que la afilaran, no quedaba más remedio que esperar. Ellos estaban ojeando la selección de armas de aspecto misterioso de la tienda cuando regresó la dependienta.

“Sólo tenemos dos armas que cumplan sus especificaciones”, dijo ella, empujando un carrito ante ellos. Contenía dos armas gemelas — una con espadas rectas de un solo filo y otra con espadas largas de doble filo.

La de un solo filo tenía un tono verdoso, las hojas curvadas en ángulo con una forma que recordaba a la garra de un insecto.

“Esta obra maestra está hecha con la garra entera de una Mantis Decapitadora de hoja afilada.”

Olvídate de la inspiración biológica, esta espada era real.

“Es tan afilada que ha llegado a cortar los brazos a personas que han intentado blandirla desconociendo este tipo de arma.”

“Oh.”

Zig hizo una mueca ante el discurso de venta de la dependienta. ¿Era eso lo que un posible comprador quería oír? Ella no pareció darse cuenta de su reacción y siguió describiendo el arma con todo detalle. 

Pero Zig ya sabía que ésta no era el arma para él.

No es que no supiera manejar la hoja, es que buscaba algo más fiable. Cuanto más afilada era la hoja, más frágil era. No eran adecuadas para el combate consecutivo o las batallas de desgaste. Después de todo, las hojas gemelas se centraban mucho en el peso y la fuerza centrífuga, por lo que recibían una paliza en batalla. Ésta no era más que una hoja larga afilada como una cuchilla, nada que ver con el concepto del arma.

“... Y eso lo resume todo. Ahora, sobre este otro...”

La empleada había terminado su explicación bastante rápido o se había dado cuenta de que Zig ya no le prestaba atención, porque entonces empezó a hablar de la segunda hoja gemela.

“Este fue tallado a partir de los cuernos de un Escarabajo Azul de Doble Cuerno.”

“¿Puedo probar a sujetarlo?”, preguntó él.

La empleada asintió y él la tomó. Era ligeramente más ligera que su propia arma, y las hojas azuladas parecían gruesas y resistentes.

“Me gustaría intentarlo, si es posible”, dijo él.

“Por aquí, por favor.”

Siguió a la empleada hasta una pequeña zona abierta cerca de la forja de la armería. Allí había grandes pilas de leña que podían servir de maniquíes de práctica.

“No debería ser un problema si te das unos golpes aquí.”

“Gracias.”

Una vez que se aseguró de que la empleada estaba fuera de su alcance, Zig empezó a blandir la espada. Como no era su arma habitual, empezó despacio para intentar familiarizarse con ella. Con cada movimiento, probaba el centro de gravedad, el agarre y la distancia entre las hojas.

Los artesanos que trabajaban cerca dejaron de martillear para observar a Zig. Sin embargo, él no se dio cuenta de que lo miraban, pues estaba totalmente absorto blandiendo la espada.

El sonido de las hojas azotando el aire se hizo cada vez más fuerte, hasta llegar a los oídos de los clientes de la armería. Cuanto más sintonizaba con la hoja, más rápidos se volvían sus golpes. El arma giraba ahora tan rápido que era prácticamente imposible distinguir qué tipo de arma estaba utilizando.

“Intenta golpear la armadura ahora”, dijo la empleada mientras se colocaba a su lado, señalando un trozo de armadura.

“¿Te parece bien?”

“Adelante.”

Las palabras apenas habían salido de su boca cuando Zig aprovechó su impulso para golpear la armadura con todas sus fuerzas. Golpeó el costado para no dañar la base sobre la que descansaba, y dio de lleno en el protector de las costillas.

La armadura se arrugó inmediatamente como un trozo de papel, y la mitad superior giró salvajemente mientras volaba por el cielo.

“Buen trabajo”, comentó la empleada.

Zig examinó el arma. La hoja aún estaba caliente al tacto por el fuerte golpe, pero no podía distinguir ni la más mínima imperfección.

“Impresionante”, murmuró él.

El arma estaba bien equilibrada, y no tuvo reparos con el alcance o el peso. Sabía que las monstruosidades proporcionaban materiales de excelente calidad, pero no tenía ni idea de que fueran tan buenos.

Él lo quería, eso es seguro. Pero un arma como esta...

“¿Cuánto está esto?”

A pesar de sentir que le iba a costar más de lo que podía pagar, fue quizá un sentimiento de añoranza lo que le impulsó a pedirlo de todos modos.

“Un millón de dren.”

“Me lo imaginaba...” Bajó la cabeza.

“Sin embargo...” Rápidamente Zig volvió a levantar la vista. “Ésta es una pieza que lleva tiempo almacenada sin comprador. Quizá puedas llegar a un acuerdo con el artesano que la hizo.”

“¿En serio?”

“Sí. Muy pocas personas empuñan espadas de doble filo. Ok, decir muy pocos es una exageración. Para ser sincera, que yo sepa, no hay nadie más en la ciudad que las use.”

“¿Ni siquiera uno?”

“Hubo uno en el pasado, la persona que nos vendió esa otra espada.”

Señaló la espada gemela verde.

“Ya veo.”

Je. Me pregunto por qué.

“¿Te gustaría probar el trueque?”, preguntó ella.

Zig se lo pensó un momento. Aunque pudiera regatear el precio, lo máximo que podía permitirse pagar eran unos 500.000 dren. Aunque estuvieran ansiosos por deshacerse de esta arma, un descuento del cincuenta por ciento parecía demasiado pedir.

Teniendo en cuenta los materiales y el coste de la mano de obra, 800.000 dren era lo máximo que podía esperar.

“Es una pena, pero creo que pasaré”, dijo él. “No tengo suficiente dinero.”

“¿Oh? Entonces, si tuvieras el dinero, ¿estarías dispuesto a comprarlo entonces?”

“¿Qué se supone que significa eso?”

¿Quizás estaba ofreciendo ponerlo a plazos? Aun así, ella misma dijo que nadie más podría usarlo, así que ¿se presentaría otro comprador?

“Si le parece bien, podríamos hacer un plan de pago aplazado”, ofreció la empleada. “Por supuesto, requeriría un depósito inicial para empezar.”

“Un préstamo, huh...”

Esa propuesta era un canto de sirena. Conocía los horrores de primera mano por haber visto a innumerables hombres caer víctimas de la tentación. Incluso algunos perdieron la vida en la esclavitud tras verse obligados a retirarse de un trabajo y desaparecer sus clientes. Estos hombres habían apostado por un gran día de paga en el horizonte, sólo para descubrir que habían sido estafados.

Había sido doloroso ver sus caras de estupefacción mientras les confiscaban sus pertenencias antes de despojarles de sus ropas y meterles en un carruaje.

“N-no, no quiero hacer eso”, dijo mientras el recuerdo le producía escalofríos.

La empleada parecía decepcionada. “¿Está seguro? Es una pena oírlo.”

Ella no insistió más y se llevó las dos armas al almacén. Zig pidió que afilaran su espada y salió de la armería.

✧❂✧

“¿Oh? ¿No acabó comprándola?”, preguntó uno de los artesanos a la dependienta mientras guardaba las espadas de doble filo.

“No. Es una pena, ¿verdad? Lo único que acabó haciendo fue pedirnos que afiláramos su arma actual.”

“En efecto... Esto sólo está hecho de metal. Qué desperdicio, considerando su talento con la espada.”

“¿Tú también lo crees, Ghant?”

El artesano —Ghant— se acarició la barba. “Nunca había visto a nadie manejar así una espada de doble filo. Los novatos se limitan a hacer movimientos llamativos que son sólo para aparentar, no como ese joven. Se nota que tiene mucha experiencia.”

La empleada se sorprendió un poco, pues no era habitual que el artesano, un tanto cascarrabias, se deshiciera en elogios.

“Intenté ofrecerle un plan de préstamo, pero se le fue toda la sangre de la cara y salió corriendo.”

Ghant soltó una carcajada. “¡Ja, ja! ¿Qué otra cosa esperabas?” 

La empleada soltó una risita antes de ponerse seria.

“Ghant, ¿cuánto crees que puedes bajar el precio?”, preguntó ella.

“Hm... No hay tantos Escarabajos Azules de Doble Cuerno por aquí estos días, así que probablemente no tanto.”

“Entiendo que es una hoja excelente, pero como empresa no podemos seguir guardando mercancía que nunca se va a vender.”

“Sí, bueno, ya lo sé, pero...” Ghant tartamudeó, tratando de encontrar una réplica.

“Aunque tengas que dar un poco de margen a la hora de obtener beneficios, ¿no saciaría tu orgullo de artesano que la espada la empuñara alguien digno de ella?”

“La satisfacción no pone comida en la mesa.”

Ghant.

“... 800,000.”

“Estás bromeando, ¿verdad?”

La expresión de su rostro le dijo que no iba a echarse atrás en la negociación. Ghant suspiró y su determinación se vino abajo.

“750,000.”

Ella negó en silencio con la cabeza.

“¡700,000!”

“¿Cuántos años han pasado desde que hiciste esa cosa?”, le amonestó.

“¡650.000!”, espetó el anciano. “¡No puedo bajar más!”

Intuyendo que era el mejor compromiso que podía conseguir, ella asintió. “Okay, trato hecho.” Prefirió ignorar su expresión abatida. “Bueno, ahora todo se reduce a él...”

Por mucho que rebajara el precio, todo sería en vano si el hombre de antes no estaba interesado en comprar.

“Me dio la impresión de que le gustaba su tacto, pero es difícil asegurarlo sin saber cuánto tiene. Yo apostaría entre 300.000 y 400.000, más o menos.”

Se dio una palmadita en la espalda. Por fin había encontrado un cliente dispuesto a comprar un arma que llevaba mucho tiempo acumulando polvo.

“Vale la pena estar en la buena disposición de un cliente tan hábil”, se dijo ella a sí misma.

No lo hacía por la bondad de su corazón, sino también por su propio interés.

✧❂✧

“¿Seguro que te parece bien no comprar nada?”, preguntó Siasha cuando vio que Zig volvía con las manos vacías. 

Ya sentía una pequeña punzada de arrepentimiento. “Encontré algo que me gustaba, pero estaba fuera de mi presupuesto.”

No podía permitirse arruinarse por comprar una espada. Las armas eran herramientas de trabajo, artículos que se compraban para ganar dinero.

“Podré comprarlo cuando tenga algunos ahorros reservados”, dijo él.

“Parece que los dos estamos centrados en recaudar dinero para el futuro inmediato, entonces”, dijo Siasha. “Con el fin de hacer eso, necesito subir mi clase de aventurero.”

“Al final, supongo que todo se reduce a eso”, convino Zig.

A este paso, tomarse días libres iba a empezar a parecerle una carga, probablemente no tanto como a Siasha, pero aun así.

“No, no puedo pensar así”, murmuró él. “Si dejas de disfrutar de tus días libres, ya ni siquiera eres un ser humano.”

“¿Hm?” Siasha le miró con curiosidad.

Zig sacudió la cabeza, tratando de expulsar aquella peligrosa línea de pensamiento.

“Por cierto, parece que también puedes traer tu propio material”, añadió ella.

“¿Traer material?”, preguntó Zig.

“Ya sabes, que te fabriquen un armamento usando piezas de una monstruosidad que hayas matado. Todo lo que tienes que hacer es pagar una cuota por el equipo y el coste de la mano de obra, así que es mucho más económico que comprar un artículo a precio completo.”

“Entonces, ¿es similar a que te preparen algo que has cazado en un restaurante?”

Adquirir un arma a un precio razonable era una perspectiva bastante atractiva. Siempre que pudiera hacerse con los colmillos o las garras que quería de una monstruosidad, sería posible forjar su arma ideal.

“Pero hay un problema”, aclaró Siasha.

“¿Cuál?”

“Debes tener contactos con un armero”, dijo ella. “El número de personas que quieren pedidos especiales es mucho mayor que el de los que pueden hacerlos, así que no es tan sencillo como que hagan armas una tras otra. Para obtener un trato preferente, debes tener una conexión personal o pagar algo de dinero extra.”

“Me imaginé que había una trampa.”

Y como llegaron a este continente desde muy lejos, al otro lado del mar, sus conexiones eran lamentablemente inexistentes. Ahorrar para tener un arma especialmente fabricada con materiales que adquiría para ahorrar costes desvirtuaba el propósito.

“Lento y constante se gana la carrera, supongo...”, dijo él finalmente.

“Siempre hay controles y contrapesos.”

Golpeados una vez más por la cruda realidad del mundo, la pareja regresó a su alojamiento.



Referencias

  1. Aquí lo dice de manera informal, ‘lares’ en lugar de ‘lugares’.



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