City of Witches capítulo 387
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City of Witches - Diana Yesod |
Secretos Compartidos III
Parte 1
Diana hizo una torre de libros, colocó un pañuelo encima y se sentó en ella.
Mientras movía ligeramente las piernas atrás y adelante, sacó a relucir una vieja conversación.
“Entonces, te preguntabas por qué soy tan perezosa, ¿verdad?”
“¿... Huh? Ah, claro, durante la excursión de pesca...”
Diana asintió ante eso antes de acercar las rodillas a su pecho.
Aunque parecía que ya había decidido hablar de esto, había una vacilación en su expresión. Como si lo que intentara decir fuera algo bastante complejo.
“Te he hablado de mi predisposición al statu quo, ¿verdad?”
Ella le recordó el término que utilizó en respuesta a su pregunta en aquel entonces.
“Es un prejuicio para evitar el cambio, para desear que mañana sea como hoy, y que pasado sea como mañana. No quiero que nada cambie, quiero que todo siga igual... Y yo... no quiero convertirme en una bruja completa... No quiero que mamá desaparezca...”
Ella giró la cabeza hacia la ventana.
“... Quiero que se quede. Para siempre.”
Su voz se volvió ligeramente ronca.
“No es difícil deshacerme de mi pereza y convertirme en la hija diligente que ella quiere que sea. Sólo necesito esforzarme un poco más de lo normal.”
“...”
“Pero, si eso ocurre... Ella desaparecerá, ¿verdad...? ¿Y yo me quedaré sola...?”
“...”
“Por eso, no quiero que las cosas cambien. Quiero que nos quedemos así para siempre.”
En la sociedad bruja, la “herencia” era algo de lo que sentirse orgullosas.
Todas las brujas lo tomaban como un honor, ya que significaba que estaban heredando un conocimiento que se había transmitido durante cientos de años.
Tenerle miedo, hasta el punto de negarse a transmitir su marca a su aprendiz aunque claramente ya no pudiera seguir desarrollando su marca...
O tenerle miedo sólo porque uno no quería ver desaparecer a su predecesora...
Ambos eran considerados tontos y vergonzosos en la sociedad bruja.
Porque tales sentimientos demostraban su incompetencia como bruja.
Por eso Diana desvió la mirada. No se atrevió a mirar a Siwoo a la cara.
La idea de que la mirara con disgusto por su vergonzosa actitud la asustaba.
Eso hizo que se arrepintiera de haberle contado todo esto.
“Extraño, ¿verdad?”
“Un poco.”
“... No hace falta que seas educado, sé que lo que digo es una estupidez.”
Lo sabía...
No había manera de que él pudiera entender…
Bueno, nunca esperé que lo hiciera de todos modos... Sólo quería desahogarme un poco...
“Oh, no, creo que lo malinterpretaste... Verás, como eres la aprendiz de bruja de Yesod, pensé que tendría una visión más ortodoxa de tal cosa, Srta. Diana. Eso es lo que me pareció extraño.”
Al oír eso, Diana giró rápidamente su rostro hacia Siwoo.
No había ni rastro de la mirada crítica que ella esperaba de él.
En lugar de eso, se limitó a parpadear, con su habitual expresión amable en el rostro.
“¿Tú... no crees que mi punto de vista es extraño...?”
“Por supuesto. Es normal que un niño desee que sus padres vivan un poco más, ¿no? Yo también deseaba que mis padres tuvieran una vida larga y sana.”
“Pero, soy una aprendiz de bruja...”
No importaba cómo lo pensara, no podía entender su reacción despreocupada.
Entonces, ella se quedó mirándolo, preguntándose si él sólo estaba diciendo todo esto para hacerla sentir mejor.
“Bruja o no, sigue siendo una 'persona'.”
Al oír eso, Diana volvió a desviar la mirada.
Ella decidió confiarle su secreto más profundo, pero por alguna razón, lo que consiguió fue una sensación de calor en las mejillas.
Fue extraño.
Reveló sus inseguridades a Siwoo, un desconocido para ella.
Y entonces descubrió que él podía entender lo que ella trataba de decir, y eso la hizo feliz.
En realidad, desde que ocurrió aquel incidente en Ciudad Fronteriza, había estado experimentando cosas extrañas.
Por ejemplo, cada vez que tenía pesadillas, soñaba con la espalda de él, que la protegía de cualquier daño.
En un momento dado, sintió resentimiento hacia su madre, a pesar de que la quería más que a nada en el mundo.
Y estaba ese beso sorpresa que ella le dio...
En todo caso…
Cosas extrañas habían pasado, y estaban sucediendo actualmente.
Por eso le resultó difícil continuar sus siguientes palabras.
Porque se sentía como si estuviera forzándose a decir algo que no quería decir.
Pero tenía que decir en voz alta lo que tenía en mente.
Porque estaba relacionado con su madre, y ella era una persona importante en su vida.
“... Sr. Siwoo, he estado pensando... Si, usted podría hacer que mi madre se enamorara de usted... Tal vez, sólo tal vez... Ella decida quedarse en este mundo más tiempo y se abstenga de darme su marca...”
“Ya veo, así que eso es lo que ha estado en tu mente...”
Tras decir eso, Diana le entregó uno de los libros que había escogido personalmente.
“Toma... A mamá le gusta este libro...”
“Todavía no le he dado mi respuesta...”
“¡Solo tómalo!”
Luego, ella apiló más y más libros encima de su mano.
“¿Pero para qué? ¿Para que tengamos cosas en común de las que hablar?”
“Algo así, pero a lo mejor también te llega a gustar...”
En cualquier caso, Siwoo entendió los sentimientos de Diana y por qué quería hacer esto.
Pero había demasiados problemas con su plan como para que él estuviera de acuerdo de inmediato.
Primero, ella era sólo una aprendiz de bruja.
A diferencia de una bruja real, su cuerpo espiritual aún no había madurado, por lo que, aunque envejecería lentamente en comparación con los humanos, seguiría envejeciendo.
Lo que significaba que, aunque las cosas siguieran según lo planeado y la condesa no transmitiera su marca, el statu quo no se mantendría.
Además, estaba el asunto de la propia condesa. No había manera de que ella estuviera de acuerdo con esto.
Después de todo, ella era una bruja ortodoxa entre las brujas ortodoxas.
Si incluso las gemelas, que amaban y respetaban a sus maestras tanto como Diana, declararon de buen grado que estarían de acuerdo con la herencia de la marca...
Era obvio qué clase de pensamientos tenía hacia este asunto la condesa, una bruja ortodoxa que había vivido más de cien años.
Como mínimo, no dejaría que Diana envejeciera y muriera sin heredar su marca.
En segundo lugar, los sentimientos de la condesa.
Él y la condesa ni siquiera tenían ese tipo de relación. Sólo coqueteaban el uno con el otro porque sí y seguían con ello.
Aún no había verdadero amor entre ellos, y continuarlo durante años sólo por cumplir el deseo de Diana no era algo que le pareciera apropiado hacer.
Con esos dos problemas en mente…
Llegó a la conclusión de que ella realmente necesitaba hablar de esto en detalle con su madre en lugar de depender de él de esta manera.
Involucrarlo en el medio de esta manera no resolvería ninguno de los problemas, al final sólo terminarían desconociendo los sentimientos del otro.
“Por supuesto, no tengo intención de pedirte que hagas todo esto gratis.”
Diana bajó de un salto de la torre de libros en la que estaba sentada.
“Si logras seducirla…”
Ella volvió sus ojos húmedos hacia Siwoo.
Esta vez, no evitó su mirada, sino que ella lo miró de frente.
Había un poco de sensualidad emanando de su mirada — una especie de prueba de su determinación...
“En ese momento... te dejaré que me lo hagas por detrás— ¡Ay!”
“Deja de decir algo así tan a la ligera.”
Pero, lo que recibió a cambio fue un vicioso golpe en la frente.
Siwoo realmente puso algo de fuerza en él, tanto que su cabeza fue empujada hacia atrás.
“¡Me duele...! ¡¿Por qué me pegaste?!”
Ella saltó hacia arriba, como un gato al que le hubieran pisado la cola.
Para Diana, que no había recibido un golpe en la cabeza en su vida ni una sola vez, el golpe fue como el castigo más duro que se podía dar.
“Volvamos.”
“¡Espera, aún no me has respondido!”
“No hasta que te hayas calmado un poco. Estás demasiado agitada ahora mismo.”
“¡Claro que lo estoy! ¡Fue difícil para mí decir todo eso, ¿sabes?!”
“Lo sé, lo sé.”
Pero aun así…
Una hija que voluntariamente vende su cuerpo por el bien de su madre...
Es como algo sacado de alguna novela barata…
Aunque, si había algo que Siwoo sabía sobre Diana...
Fue que si la dejaban sola, se le ocurrirían algunas ideas ridículas que le hacían sacudir así la cabeza.
De ahí que decidiera dejarla que se calmara un poco, para que pudiera pensar un poco más con la mente más despejada.
Tras comprar los libros, salieron de la librería y regresaron a la mansión con Diana todavía frotándose la frente.
Parte 2
El apasionado momento que pasó con Siwoo durante la noche y que continuó por la mañana le dio a la condesa mucha energía para afrontar su ajetreado día.
Una cosa que se notaba era que tenía los labios más flojos que de costumbre.
Sin embargo, en cuanto cruzó la puerta de Ciudad Fronteriza, su expresión cambió.
Sin embargo, no fue porque la sensación persistente la abandonara, sino porque no tenía la indulgencia de dejarse llevar por esos sentimientos, ya que ahora mismo tenía que mostrar una apariencia acorde con su estatus de noble.
Además, en cuanto respiró el aire brumoso de Ciudad Fronteriza, su rabia contenida se desbordó.
Ella descendió por el sinuoso sendero en dirección a la Aldea Hongo Nublado, rodeada de robles.
“La Rebelión de Jack el Cortador”, un caso en el que un humano normal mutó en Homúnculo.
Jack, uno de los esclavos, un antiguo condenado a muerte que no sabía cuál era su lugar, atacó a Diana y fue rápidamente apresado. Los guardias de Ciudad Fronteriza lo habían entregado a la condesa.
Ahora mismo, estaba en manos de otra bruja.
A un lado del pueblo —donde el lugar se había convertido en todo un bosque a causa de un accidente provocado por cierta persona— había un taller que había sobrevivido al accidente.
Al llegar frente al taller, la condesa abrió la puerta sin vacilar.
“Bienvenida, Condesa Yesod.”
“Tengo prisa.”
La persona que saludó a la condesa era Shriya Shitala, una bruja de rango 18 muy versada en nigromancia y magia mental.
Aunque la condesa deseaba interrogar a Jack personalmente, sabía que este tipo de asuntos debían dejarse en manos de los expertos.
Considerando que Shriya había resuelto varios crímenes antes de este, ella era la persona adecuada en la que la condesa podía confiar.
“Venga por aquí.”
Caminaron a través del desordenado taller, hacia el sótano.
Fue un poco descortés por parte de Shriya, pero a la condesa le pareció que el lugar estaba demasiado desolado y sombrío.
Shriya abrió la puerta, y tras ella se veía a un hombre blanco, sentado en una silla, completamente inmovilizado.
Tenía los miembros flácidos, como si se le hubieran encogido los músculos.
Tenía la boca amordazada para evitar que se suicidara y los globos oculares saltones, como si se le fueran a caer en cualquier momento.
También se comportaba de forma inusual.
Aunque entró la condesa, no mostró reacción alguna; se limitó a mantener la mirada perdida en el cielo, como un vegetal.
“Lo digo para que no me malinterprete, condesa. No le he torturado.”
“Aunque lo haga, no me importaría.”
La condesa rodeó la silla, y lo examinó.
“En cuanto empecé a interrogarle, su cerebro dejó de responder. Su corteza cerebral y su sistema límbico tardaron menos de 15 minutos en fallar por completo. Después de eso, sus miembros comenzaron a derretirse.”
“Hmm...”
Humanos convirtiéndose en Homúnculos no era un caso inaudito.
Había incontables Homúnculos vagando por el mundo, y había más de ellos que aún dormían o acechaban en la grieta dimensional.
Entre esos Homúnculos, no era impensable que uno de ellos tuviera el poder de apoderarse del cuerpo de los humanos.
Sin embargo, los cuerpos de los humanos eran demasiado frágiles para soportar el poder de los Homúnculos.
Lo que significaba que, en el momento en que esos monstruos poseían su cuerpo, éste empezaba a fallar.
Cuando esto ocurría, los Homúnculos solían abandonar a sus anfitriones, dejándolos lisiados si tenían suerte, pero en la mayoría de los casos acababan muertos.
En cualquier caso, no era extraño que Jack terminara así.
“Aun así, ¿se fue sin decir nada...? ¿Qué posibilidad hay de que le hayan implantado una 'mordaza'?”
“No puedo estar seguro por ahora, primero tendría que abrirle la cabeza. Sin embargo, creo que es un caso muy probable.”
“¿Qué probabilidad?”
“90% de probabilidad.”
La razón por la que Shriya estaba tan segura era porque Jack estaba completamente consciente antes de que comenzara el interrogatorio.
De hecho, estaba temblando, temiendo lo que le iba a pasar a continuación.
Fue extremadamente antinatural que de repente se pusiera así en apenas 15 segundos nada más comenzar el interrogatorio.
De ahí que la posibilidad de que interviniera otra bruja fuera bastante alta.
“¿Puede continuar su investigación?”
“Actualmente, estoy en medio de revisar los registros de los contrabandistas e interrogar a los testigos.”
La inacción de la Duquesa Keter.
Las Criminales inusualmente activas en el Mundo Moderno.
Y el hecho de que Gehenna había sido invadida dos veces en un solo año.
Aunque este incidente en particular no fue realmente un gran incidente, y uno podría tratarlo a la ligera sin ninguna repercusión, la Condesa Yesod tuvo un mal presentimiento al respecto.
Su instinto de mujer de negocios así lo gritaba.
“Entonces, ¿cómo debo manejar esto?”
Shriya señaló el cuerpo lisiado de Jack y preguntó.
“¿Es siquiera necesario preguntar?”
“Muy bien entonces. Usaré cada carne de su cuerpo para buscar todas las piezas de evidencia que pueda encontrar.”
“¡Ay, Dios! Si alguien escuchara lo que has dicho, lo mal interpretaría, ¿sabes?”
Tras decir eso, la condesa dio media vuelta y se marchó.
Sin ofrecer ni la más mínima piedad hacia la escoria que casi hace daño a Diana.